martes, 31 de marzo de 2009

De pobre a millonario

Cuenta una historia bastante conocida que el director del banco llegó a su casa inesperadamente y encontró a un señor todo engrasado, tratando de arreglar la cañería de desagüe de su lujosa casa.

Lo que le llamó la atención fue que el diálogo con su esposa era demasiado amistoso.

Cuando el operario se retiró la consultó sobre el hecho y ella le dijo que el sanitario había sido su novio en la secundaria y que este reencuentro había sido muy grato para ambos.

El banquero no tuvo mejor idea que gastarse una broma con ella diciéndole cuán afortunada había sido de casarse con él porque de lo contrario sería la esposa de un humilde fontanero.

Ella le retrucó: — El afortunado fuiste tú porque si me hubiera casado con él, el humilde obrero serías tú.

Enseñanza 1: Detrás de todo gran hombre suele haber una gran mujer.

Enseñanza 2: Detrás de todo pequeño hombre suele haber una pequeña mujer.

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lunes, 30 de marzo de 2009

Pobreza epidémica

Es clásica la imagen del burro y la zanahoria para representar el esfuerzo constante por dar satisfacción a nuestros deseos y necesidades.

De una vara atada al lomo del burro cuelga una sabrosa zanahoria que el animalito procura alcanzar infructuosamente porque él mismo la aleja cada vez que avanza hacia ella.

En el artículo publicado el sábado pasado con el título El dinero o la vida digo que es probable que la riqueza más importante no sea la del dinero sino de vitalidad.

Ahora le pido que se ponga por un momento en el lugar del burrito.

Si este burrito es voraz, desplegará mucha energía tratando de alcanzar su zanahoria pero indirectamente estará siendo muy productivo si su movimiento es inteligentemente aprovechado.

Si el burrito fuera inapetente, NO desplegará mucha energía tratando de alcanzar la zanahoria e indirectamente no será productivo por su falta de movimiento.

Ahora volvamos a la realidad: La actividad depende en gran medida del aliento que recibamos de quienes nos rodean. Si estos nos critican por nuestro afán de logro, por nuestro deseo de ser productivos, por nuestra ambición de progresar, la pobreza será inevitable.

Este fenómeno social (los pobres se desalientan mutuamente) me permite suponer que la pobreza patológica es contagiosa.

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domingo, 29 de marzo de 2009

¿Usted me mandó a cagar?

Es normal que el psicoanálisis nos lleve a los primeros meses o años de vida para entender algunos fenómenos que aparecen en el adulto.

Los registros inconscientes referidos a la evacuación de las heces ocupan un capítulo muy importante en esta teoría de la psiquis.

El «esfuerzo exagerado» y el «esfuerzo inútil» se asocian a un origen intestinal que se refleja (al menos en el Río de la Plata) con dos expresiones populares: «romperse el culo» y «trabajar al pedo» respectivamente.

Es opinión generalizada entre los psicoanalista que cuando somos pequeños se inicia nuestro manejo del poder sobre los demás a partir del interés de los adultos por la correcta evacuación.

Cuando el pequeño puede controlar su defecación fortalece su personalidad porque complace a los anhelantes padres a su antojo, mientas que el estreñimiento y la diarrea son fallas de su cuerpo que le quitan esa estimulante sensación de poder.

Por su parte, la reacción del entorno a su defecación determina cómo él se posicionará en el futuro respecto al esfuerzo que se le solicite. Si tuvo una experiencia gratificante con su defecación, probablemente hará un uso generoso del poder que llegue a tener, mientras que si esa función fue tratada con rechazo o indiferencia, no disfrutará de controlar sus deseos en beneficio ajeno.

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sábado, 28 de marzo de 2009

El dinero o la vida

Desde hace más de dos años estoy pensando sobre lo que defino como «pobreza patológica».

Hoy me cuestiono si la pobreza es de dinero o de vida.

El razonamiento es este: Para que nuestra vida siga funcionando, necesitamos el estímulo de las necesidades y el deseo. El hambre nos hace ir a buscar comida, el deseo sexual nos hace ir a buscar a otra persona, entablar un vínculo, seducirla y dejarnos seducir, el frío nos hace buscar una habitación y ropa.

Como la única misión de cada individuo es mantenerse vivo y reproducirse para mantener viva a la especie, parecería ser que es la insatisfacción que nos estimula la vida lo que efectivamente puede presentársenos en una dosis «patológica» (excesivamente alta o excesivamente baja).

Esto me lleva a pensar que una buena calidad de vida depende de contar con la insatisfacción adecuada.

Por lo tanto, es patológicamente pobre (de vida) tanto quien padece una insatisfacción excesiva como quien casi no cuenta con ella porque le son satisfechas (canceladas) todas las necesidades y deseos.

Si esta reflexión fuera correcta, tendríamos que la pobreza patológica no es de dinero sino de vitalidad y que los pobres patológicos podrían pertenecer a cualquier clase social.

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viernes, 27 de marzo de 2009

Los cambios de lo permanente

Hasta donde tengo información, los pobres son mayoría en todos los países.

Como decía en el artículo titulado El capitalismo comunista , el sistema comunista tiene en su etapa de mayor desarrollo la eliminación de las clases sociales, pero como no es muy eficiente generando riqueza, la mayoría de los países adhieren al sistema capitalista a pesar de que es ineficiente repartiendo la riqueza que produce.

Por su parte, de esa mayoría de países capitalistas que inevitablemente tienen en la pobreza a la mayoría de sus ciudadanos, si además se organizan con una democracia representativa, entonces los políticos que pretenden ocupar los cargos de gobierno saben que tendrán que lograr el apoyo de los pobres.

Para satisfacer la (legítima) ambición de poder de los políticos de un régimen democrático, tienen que utilizar la propaganda para convencer a esa clase social (pobres).

Los recursos económicos necesarios para invertir en la propaganda que convencerá a los pobres difícilmente pueden ser aportados por estos (dada su escasez de dinero). Por lo tanto habrá de ser recibida de las clases sociales más ricas quienes exigirán a cambio la conservación o aumento de los privilegios que ya tienen.

Este mapa muy simplificado puede servirle a usted para orientarse en caso de que esté desconforme con la clase socioeconómica que habita y desee mudarse.

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jueves, 26 de marzo de 2009

Más por menos

Recurro a otra ficción para comentarles una idea.

Imaginemos una persona amante del buen cine (Pedro), que disfruta de la vida cuando se reúnen con sus amigos para ver una buena película y luego se quedan varias horas comentándola. Eso es lo que más feliz hace a nuestro personaje.

En una conversación casual Pedro dijo que ciertas acciones deberían aumentar de precio en una semana y así sucedió.

Al principio pensaron que era una casualidad pero la continuidad de los aciertos los hizo pensar en otra hipótesis. La noticia circuló rápidamente entre los inversionistas.

La vida de Pedro pronto se convirtió en un infierno porque no tenía descanso y los amigos le sugirieron que comenzara a cobrar por sus predicciones para ver si disminuía la cantidad de consultantes.

Así lo hizo, pero para poder recuperar el tiempo que tenía cuando se reunía a mirar películas con sus amigos necesitó elevar muchísimo sus honorarios, a pesar de que a Pedro realmente sólo le interesaba el dinero para vivir con lo justo y nada más.

Con esta historia inverosímil pretendo decir que para conseguir el dinero que necesitamos para vivir tenemos que entregarle a quienes lo tienen algo que les resulte más valioso que ese dinero. (Los pronósticos de Pedro eran aún más valiosos que los elevados honorarios que cobraba por ellos).

Dicho de otro modo: Para que usted me entregue ese dólar que tiene en el bolsillo —y que yo necesito— tendré que darle algo que para usted sea más valioso que un dólar, porque si valiera lo mismo ¿para qué hacer el trueque?

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miércoles, 25 de marzo de 2009

Me doy trabajo a prueba

En un artículo de reciente publicación y titulado YO me casaría con YOlanda planteo la ficción de que usted viviera con su clon en una isla desierta.

Esta ficción pretende ser una especie de simulador de convivencia: si usted aceptara vivir con su clon es probable que otras personas también lo acepten, pero si usted no se aceptara, entonces tampoco otros lo harán.

El eje del razonamiento está en que es muy difícil vender algo que uno no compraría.

La fantasía de esa isla desierta también sirve para poder observar cómo se presenta usted ante quienes podrían darle trabajo (ya sea como empleado o como empresa).

La pregunta adaptada a este nuevo escenario es: «¿Usted contrataría los servicios de una persona como usted?»

Volvamos a la idea del clon suyo: ¿Le entregaría un bien valioso para que lo repare? ¿Creería en una promesa suya? ¿Le entregaría dinero para que lo deposite en un banco? ¿Confiaría en su puntualidad? ¿Le encargaría una tarea que requiera regularidad en el cumplimiento (por ejemplo, abrir el comercio todos los días a una cierta hora)? ¿Le permitiría que lo represente ante clientes muy importantes y que necesite conservar? ¿Podría encargarlo de hacer cobros y pagos? ¿Lo dejaría como encargado para tomarse unas vacaciones o para recuperarse de una enfermedad?

La confianza que usted le tenga a su clon es similar a la confianza que los demás tendremos en usted.

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martes, 24 de marzo de 2009

El capitalismo comunista

El capitalismo se basa en la idea de que los bienes de producción son de los particulares (propiedad privada de tierras, máquinas, industrias, comercios, servicios), sin perjuicio de que los estados puedan también ser agentes económicos. El gran rector de lo que suceda en el plano económico es el mercado, es decir, que la oferta y la demanda irán fijando en cada momento y lugar cuánto valen los bienes, los servicios, la mano de obra.

El comunismo se basa en la idea de que los bienes de producción son de los estados (no existe la propiedad privada excepto en los bienes de uso personal). No hay leyes de mercado porque todo está regido centralmente por quienes ejerzan el gobierno y determinen las políticas que los funcionarios (empleados del estado) harán cumplir.

De los países hispanoparlantes, el único que tiene un régimen comunista es Cuba. En todos los demás predominan los criterios capitalistas. Los diferentes gobiernos de turno tratan de atender lo mejor posible los problemas sociales que causa esta forma de organizarnos en el plano económico.

Podría decirse que un buen sistema sería aquel que combinara lo mejor de cada uno. El sistema capitalista es bueno produciendo riqueza pero malo repartiéndola y el sistema comunista es bueno repartiendo riqueza pero malo produciéndola.

De los dos parece que el que podría recibir un tratamiento con mejores resultados es el capitalismo porque lo que tiene para mejorar es la forma de repartir lo que genera. No soy tan optimista con el comunismo porque no imagino a un ser humano motivado para producir algo que no sea para él.

Quizá muchos piensen como yo porque el comunismo sólo está instalado en la convivencia de once millones de personas (Cuba), mientras que los demás 441 millones adhieren al capitalismo (sólo me refiero a los hispanoparlantes).

Otro dato: Observen la historia de la humanidad y verán que la mayoría de las matanzas fueron provocadas porque las víctimas no quería entregar su propiedad privada.

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lunes, 23 de marzo de 2009

La cotización del llanto

Planteo otro posible origen de las dificultades económicas.

El llanto del pequeño es una pedido, una demanda, una solicitud. Es la única forma que posee para restablecer algún equilibrio perdido ya sea por hambre, frío, suciedad, dolor, angustia.

La persona que está ahí para re-equilibrarlo (generalmente la madre), tiene una determinada forma de reaccionar ante el llanto. Imaginemos sólo tres bien sencillas: acude inmediatamente, acude tardíamente o se toma un tiempo intermedio entre esos dos.

Es muy probable que esta forma de reaccionar de la madre fije en el cerebro de niño algo así como «cuanto llanto le cuesta a él conseguir que los demás le devuelvan el equilibrio».

Este esfuerzo que él hace para solucionar su problema (hambre, frío, etc.), puede determinar —de ahí en más— cuánto es lógico «esforzarse» para solucionar las dificultades de la vida.

Simplifico: Si la madre acude inmediatamente, es probable que el niño llegue a la adultez con la idea de que si las cosas no son fáciles, no le sirven (las rechaza, las abandona); si la madre acude tardíamente, es probable que el niño llegue a la adultez con la idea de que la vida es muy sacrificada y estará dispuesto a realizar grandes esfuerzos o pensará que lo fácil no tiene valor.

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domingo, 22 de marzo de 2009

¿No hay luz o me decapitaron?

Mi hipótesis de que el psicoanálisis posee herramientas teóricas que pueden aliviar las dificultades económicas de algunas personas, tiene su razón de ser.

La idea-herramienta que más puede ayudarnos es la que tiene que ver con un mejor uso de los mecanismos de defensa que habitualmente usamos para poder compatibilizar nuestro deseo con las posibilidades de satisfacerlo.

Deseamos ser amados por todos, no enfermarnos, no perder, no morir, no cansarnos, no tener dolores, no sufrir contrariedades, no padecer frustraciones.

Los mecanismos de defensa son formas de pensar y de percibir que alivian el incumplimiento de nuestro deseo. En general las copiamos de quienes nos rodean o las elaboramos en edades muy tempranas. Luego de instaladas (esas formas de pensar y de percibir), pasan a formar parte de nuestra personalidad y por eso se vuelven invisibles. Creemos que no existe otra forma razonable de pensar y de percibir.

Para no sufrir por los desaires, indiferencia y abandonos afectivos, pensamos que esas personas no se merecían nuestra amistad, pensamos que la Medicina cura absolutamente cualquier enfermedad y que alivia cualquier dolor, pensamos que existen seguros que cubren cualquier pérdida (¡existen seguros de vida!).

Para sostener estas formas de pensar, percibimos cuántos defectos tenían las personas que «no merecían nuestra amistad», percibimos cuántas proezas curativas hace la Medicina, percibimos que muchas personas inteligentes contratan todo tipo de seguros y se las ven distendidas.

Según el psicoanálisis, estas formas de pensar y percibir equivalen a disminuir la cantidad de luz hasta que nuestros ojos ya no vean los defectos que a plena luz nos molestarían. Como está demostrado que vivir a oscuras disminuye la productividad, el psicoanálisis propone encender todas las luces pero de tal forma que pasemos a estar mucho mejor que a oscuras.

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sábado, 21 de marzo de 2009

La carnada generosa y el anzuelo mezquino

En el artículo de ayer titulado Nadar contra la corriente rinde menos, decía que para conseguir el dinero necesario en una organización capitalista (como la tenemos todos menos los cubanos) es preciso ser agresivo, mezquino e insolidario —con el único límite de las normas legales y morales—.

Para vender nuestra producción o nuestra fuerza de trabajo debemos tener en cuenta que necesitamos clientes (empleador o compradores).

Una ley de hierro en esta dimensión de nuestras vidas es que «el cliente siempre tiene la razón». ¿Qué significa ésto? Pues que él debe creer que priorizamos sus intereses en desmedro de los nuestros. Y dije «creer» porque el fenómeno debe cumplirse en el plano de las apariencias, no de la realidad.

¿Cuál es la realidad? Que para conservar un vínculo del que depende nuestra supervivencia, habremos de ser agresivos, mezquinos e insolidarios pero sin que se note. Más aún: debe parecer todo lo contrario.

Las técnicas de caza y de pesca tienen mucho de esta seducción depredadora que funciona permanentemente en nuestras relaciones comerciales o laborales. Lo habitual es que no pensemos en cuanta depredación tenemos que realizar para poder vivir dignamente. ¡Toda una paradoja!

(Para no resentir su productividad sería conveniente que usted se olvide de lo que acaba de leer. De hecho sé que lo hará.)


(Este artículo se complementa con otro titulado Están «regalando» queso)
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viernes, 20 de marzo de 2009

Nadar contra la corriente rinde menos

El 6 de marzo de este 2009 publiqué un artículo titulado Soy peor que perfecto (1) donde comento que «tenemos la mala costumbre de observarnos y compararnos con un modelo ideal. »

El malestar que nos genera esta práctica en la mayoría de los casos es lo que llamamos CULPA.

Para ganarnos el sustento necesitamos disponer de toda la energía posible y la coherencia de nuestras ideas y sentimientos es la mejor manera de organizar nuestra mente. En otras palabras: Quien sabe lo que quiere tiene más logros que aquél que no sabe lo que quiere.

Ese diálogo interior que todos tenemos, suele sabotear nuestro rendimiento. El conflicto entre lo que nos dice el «modelo ideal» y lo que nos exige el sistema capitalista equivale a nadar contra la corriente, escalar una montaña, navegar con viento en contra.

Resumiendo: Si en el ámbito donde usted debe conseguir sus ingresos de dinero se requiere ser agresivo, mezquino e insolidario —con el único límite de las normas legales y morales—, puede que tenga que rever su «modelo ideal» (ideología, filosofía, creencias), cuando éste se oponga a sus objetivos vitales: comer, abrigarse, alojarse, atender la salud.

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(1) A este artículo le siguieron otros de temática similar: Los mártires gozamos sufriendo ; Unidos venceríamos ; La queja existe sólo si da ganancias .

jueves, 19 de marzo de 2009

Los yacimientos energéticos del ánimo

Está presente en la conciencia de las personas que aportan el dinero para pagar los gastos familiares, cuánto esfuerzo hay que hacer para ganarlo y qué rápido se gasta.

Otra observación cotidiana es la que hace la persona encargada de cocinar para los demás, quien debe trabajar durante un cierto tiempo para que los comensales se coman todo en la décima parte del tiempo.

Todos sabemos que para poder ganar dinero hay que trabajar, que para trabajar hay que tener energía y que para tener energía es imprescindible estar bien de ánimo.

Las ganas de trabajar no solamente se estimulan por la agresiva obligación de las circunstancias, sino —y fundamentalmente— por el optimismo, la esperanza y a veces también la ilusión.

Estos datos sobre lo fácil que se gasta el dinero que tanto cuesta ganar y lo rápido que se comen los alimentos que tanto tiempo insume prepararlos son deprimentes, quitan energía y están siempre presentes de una u otra manera, haciéndonos perder energía que necesitaríamos para producir y disfrutar en los momentos de descanso.

Es bueno tener presente que esto nos pasa y que sin embargo, a largo plazo, todos podemos tener una buena calidad de vida en la medida que estemos en sintonía con la naturaleza y con la cultura —que en el plano económico está organizada con criterios capitalistas—.

Aunque es cierto que tenemos algunos motivos para ser pesimistas, el hecho es que una actitud laboriosa (capacidad de trabajo y buena administración) permite lograr una vida digna que vale la pena de ser vivida.

Para saber si esto es cierto, basta observar cómo la han pasado y cómo están hoy las personas que con más de 50 años viven en un ambiente similar al suyo. Este dato puede servirle para decidir si cambia de ambiente o se queda.

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miércoles, 18 de marzo de 2009

El señor árbol y la señora planta

En un artículo publicado ayer con el título ¡Hola bombón! les comentaba que existe en nuestro pensamiento profundo una especie de proverbio que podría decir «somos lo que comemos».

Según mis propias reflexiones, la moda de comer vegetales podría estar alentada por la creencia de que bajará nuestro estrés en tanto es claro que las plantas nunca están nerviosas, ni alteradas, ni son agresivas.

Por su parte, al capitalismo le resulta muy provechoso que esas personas que «hacen lo que le dicen» mediante la publicidad (ciudadanos respetuosos, sumisos), logra que baje la actitud competitiva, facilitándose así los resultados de su afán de lucro.

Estos ciudadanos obtienen el beneficio de sentirse aliviados del estrés (porque se supone que deberían comportarse como plantas), se sienten en armonía con la naturaleza (del reino vegetal), se conforman con lo que reciben ya que la principal característica de estos seres vivos (sigo refiriéndome a los vegetales), es la de no ir a buscar el alimento sino esperar que éste les llegue.

Tan cómoda es la vida vegetal que hasta no necesitan hacer un esfuerzo para reproducirse porque delegan la tarea de polinizarse en el viento, en las aves e insectos voladores.

La dieta vegetariana vino para quedarse entre quienes tienen vocación de planta y alientan la creencia inconsciente de que «somos lo que comemos».

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martes, 17 de marzo de 2009

¡Hola bombón!

Nuestra cabecita piensa disparates tan increíbles que hay que ir a un psicólogo para que nos diga: «Si señor, usted piensa esto pero en realidad actúa impulsado por este otro motivo, aunque sea todo lo contrario».

El consultante primero duda de la salud mental de su psicólogo, luego comenta con todos los amigos y conocidos que este profesional está loco y finalmente termina dándole la razón. En el medio pueden pasar horas o años.

Observen algo que pasa en algunas personas:

Lo contrario de «pobre» no es necesariamente «rico». No hay que ser rico para tener una razonable calidad de vida. O sea que ya arrancamos con un problema mundial: no tenemos una palabra para decir «no pobre pero tampoco rico».

Por lo tanto, nos tenemos que manejar con esta escasez de vocablos y el problema surge porque la palabra rico, no sólo significa opulento, acaudalado, acomodado, pudiente, adinerado, próspero, millonario sino que también significa gustoso, sabroso, apetitoso, exquisito, delicioso, agradable.

Y acá aparece el disparate mayúsculo: aunque usted no lo crea las personas podemos tener ganas de comernos a quien tiene cualidades que desearíamos poseer. Nuestro inconsciente cree que si uno come carne de león, será valiente, que si come carne de liebre, correrá velozmente.

La doble significación de la palabra «rico» nos está alertando (en lo más profundo de nuestra psiquis) que sería lindo poseer las comodidades de un «rico» y por eso parece que es «rico» para comérselo.

Para evitar ser comidos por alguien, preferimos ser pobres y no «ricos».

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lunes, 16 de marzo de 2009

Ahorrar atemoriza

Algunos filósofos muy escépticos opinan que las personas que hacen donaciones, lo único que hacen en verdad son «devoluciones».

La falta de certezas que caracteriza a nuestra mente hace que pongamos en duda inclusive criterios que están vigentes desde hace siglos.

Uno de ellos se refiere a la legitimidad de la propiedad privada. Hay personas que con total honestidad opinan que ésta es una norma injusta cuya permanencia se debe a que nuestra especie está muy retrasada en su desarrollo.

Por otro lado todos tememos a la muerte y a todo lo que se le parezca, que en general se trata de pérdidas de distinta índole: de seres queridos, de nuestra salud, de nuestros ahorros.

La angustia económica tiene como tema central el no tener para comer. El hambre es un estado terrible pero es aún peor si lo imaginamos en alguien que amamos y que depende de nosotros (hijos, cónyuge, padres ancianos).

Resumo: Queremos asegurarnos el alimento para lo cual es prudente generar ahorros para no pasar hambre cuando disminuyan o desaparezcan nuestros ingresos. Tener ahorros nos produce dos preocupaciones: 1) Que nos roben (porque en el fondo intuimos que lo que nosotros tenemos de más a alguien le está faltando y sería humanamente legítimo que intentara recuperarlo), o 2) que lo perdamos del mismo modo que podemos perder a un ser querido, a nuestra salud o a nuestra vida.

Entonces: sería bueno tener ahorros pero estos dos riesgos nos desaniman.

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domingo, 15 de marzo de 2009

El asesino plástico

Apelo a la exageración para tratar de ser más claro con pocas palabras. De paso les comento que siempre me gustó exagerar.

En el artículo de ayer (Lo malo de negociar con Colón) decía que inconscientemente puede sentirse como un abuso de poder, canjear objetos o servicios objetivamente valiosos por papelitos de colores (el dinero) que no tienen valor en sí mismos.

Si esto fuera cierto, entonces queda parcialmente solucionado con las tarjetas de crédito y para explicarlo recurro a una exageración.

Como para la mayoría de las personas es casi imposible matar a alguien, existen los «asesinos a sueldo» (sicarios), que se especializan en cometer homicidios por encargo.

¿Qué sucede con las tarjetas de crédito?: Cuando recibimos el bien o servicio valioso, simplemente firmamos un papelito, que no es dinero sino que es una orden que le damos a la empresa emisora de la tarjeta para que sea ella la encargada de ejecutar el «trabajo sucio» de entregarle «papelitos de colores» a nuestro proveedor.

En el artículo de ayer decía que para algunas personas puede generar culpa el uso del dinero, exagerando mucho hoy digo que algunos personas le pagan a otras para que realicen un homicidio y termino diciendo que con nuestra firma estamos dándole a una empresa la orden de que realice la desagradable tarea de entregarle dinero a este proveedor.

El razonamiento que hago es formalmente correcto (si aceptamos la extraña lógica de nuestro inconsciente). Faltaría confirmar (¡nada menos!) si es cierto que muchas personas se sienten haciendo un abuso de poder cuando pagan con insignificantes papelitos de colores.

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sábado, 14 de marzo de 2009

Lo malo de negociar con Colón

Desde que publiqué el primer artículo sobre el instinto de poder titulado Los instintos ¿están para ser reprimidos?, han ido surgiendo otros que también hacen su aporte interesante (ver nota al pie).

La idea que hoy quiero compartir con ustedes es la siguiente:

Este blog surgió porque hace unos años encontré que el psicoanálisis no había tratado suficientemente nuestra relación con el dinero. Desde entonces han surgido cerca de 500 ideas y los comentarios de ustedes suman varios miles.

El poder que nos da el dinero implica de alguna manera despojar al otro. Así como se reconoce burlonamente que los conquistadores se aprovechaban de la ingenuidad (o debilidad militar) de los indígenas para canjearles oro por «espejitos de colores», puede estar en nuestro espíritu una similar condena a esa actitud depredatoria cuando canjeamos bienes o servicios importantes por simples «papelitos de colores» (el dinero).

Cuando compramos somos los victimarios y cuando vendemos somos las víctimas.

En general, el canje de bienes y servicios valiosos por simples «papelitos de colores», puede recordarnos que somos responsables de un condenable abuso de poder (actores pasivos o activos, víctimas o victimarios, pero responsables al fin).

En suma: Una inhibición que padecen algunas personas en su vinculación con el dinero, puede estar asociada a los aspectos negativos que indudablemente tiene nuestro instinto de poder, en tanto su ejercicio suele representar una pérdida para un semejante.

En otras palabras, usar el dinero puede generar dolorosos sentimientos de culpa.

(Nota: Poco pero mío; «A éste lo quiero para mí»; Cómo tener poder; Los tres poderes.

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viernes, 13 de marzo de 2009

«El que guarda siempre tiene»

Si un león está satisfecho, quizá podríamos peinarle la melena sin correr mucho riesgo, pero si está hambriento, primero tendríamos que darle de comer.

Estos felinos tienen fama de ser muy agresivos, pero los seres humanos también lo somos, aunque nuestros rugidos sean menos impresionantes.

A pesar de que estamos mayoritariamente de acuerdo con las leyes que hemos redactado para proteger la propiedad privada, en el fondo sabemos que si tuviéramos hambre procuraríamos nuestro alimento sea como sea porque lo haríamos «en defensa propia».

El cerebro nos permite vivenciar imaginariamente escenas tal como si estuvieran ocurriendo.

El realismo de nuestra imaginación puede ser tan efectivo como para emocionarnos con solo suponer que algún día podríamos sufrir carencias que pongan en riesgo nuestra vida.

Sabemos que una carencia extrema nos obligaría a transgredir la ley (robar para comer), con lo cual pasaríamos a tener dos problemas en lugar de uno.

Un temor desproporcionado produce en muchas personas el afán de ahorro desmedido.

En la naturaleza vemos que en todas las especies existen diferentes maneras de prever épocas de escasez (algunos guardan comida, otros generan tejido adiposo, otros disminuyen su actividad), pero nosotros somos los únicos capaces de exagerar y provocarle escasez a los demás.

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jueves, 12 de marzo de 2009

Nuestros dos lenguajes

Hay quienes dicen que el ser humano es el animal más inteligente porque tiene un lenguaje. Hasta donde me dan los conocimientos, me inclino a pensar que es cierto que somos los más inteligentes y los que tenemos el lenguaje más complejo.

Todos los seres vivos tienen que interactuar eficazmente con la naturaleza que los rodea para poder sobrevivir.

Las mencionadas características de nuestra especie permiten suponer que el lenguaje es una forma de comprender la naturaleza porque mediante las palabras podemos representarnos cada cosa, cada situación. Podemos describirla, comentarla y así logramos —entre todos— un cierto dominio sobre el entorno.

Pero en realidad tenemos dos lenguajes: el de las palabras y el de los números. La matemática es un lenguaje que nos permite comprender y comunicar las dimensiones, proporciones y lógicas que existen dentro de este entorno natural que tenemos que conocer para poder sobrevivir.

Cada uno de nosotros gana en posibilidades de vivir dignamente cuanto más conoce estos lenguajes: el idioma y la matemática. Quienes no entienden de matemática, son rengos y quienes hablan español e inglés, tienen dos piernas derechas, pero también renguean.

Si algo de esto fuera cierto, acá tendríamos otra causa de la «pobreza patológica» porque los sistemas educativos tienen muy poco éxito en la enseñanza de nuestro idioma y de las matemáticas.

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miércoles, 11 de marzo de 2009

Los tres poderes

El sábado 7 de marzo pasado publiqué un primer artículo con el tema instinto de poder o apoderamiento, con el título Los instintos ¿están para ser reprimidos?

Como siguen apareciendo nuevos enfoques que merecen ser compartidos con ustedes, hoy les comento que el poder se manifiesta de tres maneras:

1) Muy a menudo imaginamos tener la posibilidad de cancelar definitivamente las molestas necesidades y deseos. Imaginamos un poder ideal, perfecto, total. Creer que alguien lo tiene (Dios) es una forma de disfrutar con esa fantasía y suponer que Dios es nuestro aliado, es aún más placentero.

2) Otra manifestación del poder es aquel que se nos presenta o que presentamos a otros como potencial. Tanto podemos decirle a alguien que si cumple con determinado desempeño utilizaremos nuestro poder para gratificarlo, como que —de lo contrario—, lo utilizaremos para castigarlo.

3) Finalmente está el poder que efectivamente tenemos y aplicamos para obtener lo que necesitamos de los demás. El dinero es un medio propio de nuestra cultura. Con él nos apoderamos de los bienes y los servicios que otros venden y premiamos o castigamos ciertas conductas.

Nota curiosa: la palabra «venal» tanto se refiere a nuestras «venas» como a la condición de ser «vendible o sobornable». Este doble uso me sugiere que entre «dinero» y «aparato circulatorio» imaginamos alguna asociación más sutil que la expresión «dinero circulante».

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martes, 10 de marzo de 2009

El dinero viril

Los psicoanalistas tenemos varias creencias que tomamos como verdades porque aplicándolas conseguimos muchos testigos que dicen mejorar su calidad de vida cuando se psicoanalizan.

Una de ellas dice que los niños varones, al enterarnos de que algunas personas no tienen pene (las niñas), pensamos que se lo cortaron para castigarlas o que todavía no les creció.

Con estas ideas, el varoncito comienza a temer por su pene y cada vez que hace algo que no debe, supone que podrán castrarlo como a las niñas.

Esta amenaza influye sobre cada uno de diferentes formas dependiendo del coraje del pequeño, de la actitud de los adultos que lo rodean, de cómo logre acomodar sus pensamientos con esta terrorífica amenaza.

A esta creencia de los psicoanalista se agrega otra: El fetichismo de los perversos (esos cuyo acto sexual puede limitarse a oler ropa interior, a mirar unos zapatos de tacón, a exhibirse desnudo) tendría por objeto igualar ese objeto-fetiche con el pene que «le falta» a la mujer.

Imaginando que el fetiche es el pene de la mujer, desciende en ellos su temor a ser castrados porque en su psiquis, ese sostén traspirado o esa mirada escandalizada ante la desnudez, equivalen al pene que no tiene la mujer.

Hasta cierto punto esta es una interpretación sencilla del fetichismo en la perversión, pero no podemos dejar de lado la hipótesis de que el dinero también es un fetiche que calma la angustia de castración de algunos varones.

La sobrevaloración de algo tan pequeño como es el pene, el horror a perderlo, la sensación de que las mujeres valen menos por no tenerlo, el orgullo por tenerlo, permiten suponer que el dinero (en tanto provoca sentimientos similares) pueda simbolizarlo (al pene) en estas características.

Observemos que predomina el género masculino entre los que tienen las mayores fortunas, entre los que delinquen atacando la propiedad privada, entre los que se suicidan en caso de quiebra.

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lunes, 9 de marzo de 2009

Cómo tener poder

Como decía estos días pasados cuando hacía referencia al instinto de poder (Los instintos ¿están para ser reprimidos? ; Poco pero mío; «A este lo quiero para mí»), es muy probable que exista dentro nuestro algo que nos impulse fuertemente al apoderamiento de aquello que cancele nuestras dolorosas necesidades.

Hoy quiero comentarles cómo tramitamos este instinto:

• El dinero nos permite conseguir lo necesario pero también es nuestra capacidad de endeudamiento una solución parecida. Si somos personas confiables, es probable que podamos contar con la fuerza que nos aporta el crédito al que podamos acceder. El dinero y el crédito, para cancelar necesidades, funcionan de igual forma.

• Si tenemos herramientas cuyo uso puede servirle a otros, obtenemos dinero por ese servicio (un tomógrafo, un taxi, las que me permitan construir objetos vendibles);

• Si tenemos un arma podemos resolver nuestras carencias usándola para obligar a que otros nos den su dinero (si la usáramos para defender a otros, el arma funcionaría como una herramienta);

• Los conocimientos especiales que podamos tener, pueden ponerse al servicio de otras personas quienes nos pagarían los honorarios correspondientes.

En suma: el dinero (o el crédito), las herramientas, las armas y los conocimientos son instrumentos que pueden permitir dar trámite a nuestro instinto de apoderamiento para saciar nuestras necesidades.

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domingo, 8 de marzo de 2009

«A éste lo quiero para mí»

En el artículo publicado ayer con el título Los instintos ¿están para ser reprimidos? les decía que según algunos «opinadores» sobre los fenómenos psíquicos, existen tres instintos: el de auto-conservación, el de reproducción (sexual) y el de poder (o apoderamiento).

Según cuentan los historiadores, la violencia ha ido cambiando de forma a través de los siglos: antes era más física que ahora.

Lo necesario o deseado era conseguido por la fuerza física mediante invasiones, violación, esclavitud y robo mientras que ahora que contamos con el dinero desde hace unos siglos, es posible aplicar otras formas menos visibles, como es la compra de esos bienes y muchas veces también voluntades, preferencias y a veces también amor.

En este punto quería detenerme.

Más allá de las apariencias que todos podamos percibir, es muy probable que en la especie humana también sea la mujer (hembra) la que determina cuándo procrear y que por lo tanto, sea ella la que elige al varón que la fecundará.

Si bien en nuestra especie no existen períodos de celo tan visibles como en otros mamíferos, podríamos suponer que ellas están instintivamente dotadas para seducir a un varón con quien formar una pareja y luego una familia.

Como los factores culturales influyen en nuestros instintos en tanto estos son sensibles al entorno (períodos de auge o escasez, guerra o paz, población escasa o superpoblación), es posible pensar que la mujer no solamente elije a su compañero por la riqueza genética que intuya en él sino también por una capacidad económica que les asegure a todos un razonable bienestar.

También es posible suponer que un buen ejemplar de nuestra especie sea fuerte económicamente.

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sábado, 7 de marzo de 2009

Los instintos ¿están para ser reprimidos?

La mayoría de los «opinadores» en temas psicológicos dicen que tenemos dos instintos principales: el de auto-conservación y el de reproducción (sexual). Una minoría agrega un tercer instinto que es el de poder (o apoderamiento).

Este último —del que se ha hablado menos—, se manifiesta por la fuerza que aplica el ser humano para cancelar sus necesidades, tratando de apropiarse de los objetos y personas que lo rodean.

Quienes agregan este tercer instinto se fundamentan en la visible actitud de los niños de llevarse cosas a la boca, de tomar entre sus manos, de mirar con avidez aquello que les llama la atención y que suponemos que desearían poseer. En la adultez se profundiza esta intención aunque se somete a las reglas de convivencia.

Claro que estos (supuestos) tres instintos después entran en conflicto con los mismos tres instintos de los demás. Acá surge la competencia y no todos logran satisfacer su instinto de poder (o apoderamiento).

Si fuera cierta esta suposición de los tres instintos, podríamos observar que en esa competencia de todos contra todos para ver quién logra satisfacer mejor sus instintos, observamos que la represión social se ejerce en el siguiente orden:

1º) El instinto más fuertemente reprimido es el de poder o apoderamiento. Una prueba de ellos es que son muy pocos los que toman decisiones y son pocos los ricos;

2º) El segundo instinto más reprimido es el sexual. Por algún motivo la mayoría de las colectividades condenan el deseo sexual e imponen severas normas morales. Se prohíbe terminantemente el incesto y a la sexualidad fuera de una pareja monogámica se la considera inconveniente;

3º) Felizmente, el tercer instinto, el de auto-conservación, está siendo bien tolerado y nuestras colectividades no han decidido restringirlo.

Observen cómo el instinto 1º) más fuertemente reprimido puede ser una causa más (no la única) de nuestra pobreza.

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viernes, 6 de marzo de 2009

Soy pobre por tu culpa

Es muy probable que cuando un niño aburrido en una tarde de lluvia se entretenga practicando fútbol en el bazar donde trabaja la madre, alegue que el jarrón se rompió porque fue tirado por la pelota.

Frecuentemente somos testigos de cómo algunas personas pretenden lavarse las manos cuando un damnificado por su torpeza, mala suerte o negligencia, le exige una indemnización.

Parecería ser que el origen de esta flagrante evasión del irresponsable surgiría en los primeros días de vida.

El pequeño siente hambre, llora y la mamá corre a darle su leche. En ese momento, el niño carece de las funciones más elementales del pensamiento, pero imaginen la siguiente escena:

Un señor llega al auto estacionado, ve que alguien chocó contra él y le estropeó la carrocería. Indignado comienza a vociferar y desde la multitud sale un señor que muy solícito ofrece pagarle la reparación de los daños. Obviamente que todos pensaremos que éste fue el responsable del accidente.

Por lo tanto, es probable que de alguna manera quede registrado en nuestra memoria desde la más tierna infancia que si alguien se ofrece rápidamente a solucionar nuestras dolorosas necesidades (generalmente mamá), ese alguien sea el responsable de ellas.

Luego, si nuestro pensamiento adulto está configurado para razonar en estos términos, es probable que tengamos enormes dificultades para trabajar y ganar dinero, porque algo nos estará diciendo en el fondo del corazón que no somos responsables de nuestra necesidad.

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jueves, 5 de marzo de 2009

Casamiento laboral

Les he comentado recientemente que al nacer con dolorosas necesidades impuestas por la agresiva naturaleza, es nuestra mamá quien las alivia, a partir de nuestro pedido-exigencia (llanto), desarrollando de esta forma la estrategia de pedir-exigir mediante algún método que «estimule» a nuestro proveedor y generándose en nosotros lo que será nuestro sentimiento de amor (hacia quien dé satisfacción a nuestras necesidades).

Condensado en un sólo párrafo tenemos varias ideas que están en el núcleo de nuestra habilidad para sobrevivir.

Pues bien, llegamos a nuestra adultez, terminamos nuestros estudios, las hormonas nos apremian para que busquemos con quién reproducirnos y surge la necesidad de ganar dinero para mantener a la familia que formaremos.

Aquellas ideas primarias del primer párrafo, procuraremos reciclarlas para que se adecuen a nuestro nuevo rol social: joven interesado/a en formar una familia.

Necesitaremos «una mamá proveedora» que podrá ser un empleador que nos dé trabajo o un emprendimiento por nuestra cuenta (empresa o profesión).

Pediremos-exigiremos un salario digno o una ganancia razonable. Tendremos que negociar, estimular al otro para que esté dispuesto a darnos aquello que calmará nuestra necesidad de dinero.

Estas comparaciones tienen un faltante: En el primer párrafo vemos que el amor surge ante el buen cumplimiento de la proveedora pero en el caso del empleador o de nuestra empresa, ese sentimiento está presente en quienes realmente aman su trabajo, su empresa o su profesión.

La ausencia de este sentimiento genera la «pobreza patológica».

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miércoles, 4 de marzo de 2009

Quien mata primero, come

El instinto de conservación nos impone dos criterios bien fáciles de comprender:

1º. Necesitamos comer.
2º. Necesitamos no ser comidos.

Con el 1º estoy abarcando todo lo que necesitamos del mundo exterior. Tanto sea comer un vegetal, abrigarnos con la lana de una oveja, que alguien seque amorosamente nuestras lágrimas.

Con el 2º estoy abarcando todo lo que tenemos que evitar para que otros no pongan en riesgo nuestra existencia. Debemos evitar que un león nos coma, que alguien robe nuestro abrigo, que alguien abuse de nosotros (explotación, violación, injusta culpabilización).

Lo que tienen en común estos dos criterios que nos impone nuestro instinto de conservación es la agresividad, en un caso aplicada por nosotros y en el segundo recibida de otros.

Existe un proverbio que nos paraliza: «No le hagas a los demás lo que no quieras que otros te hagan a ti».

Si aceptamos que la naturaleza nos obliga a matar para poder comer (un vegetal o un animal), y que tenemos que exigir (mediante el llanto, la reclamación gremial, la demanda judicial) que otros nos entreguen lo que necesitamos, estamos haciendo contra otros lo que no querríamos padecer.

Sin embargo, no hay más remedio que transgredir esa norma de hierro, haciéndole a los demás (vegetales, animales, personas) lo que no nos gustaría que nos hicieran.

La naturaleza nos obliga a ser incoherentes o estamos definiendo mal qué es ser incoherente.

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martes, 3 de marzo de 2009

La naturaleza es hermosa pero antipática

Una vez terminado el período de gestación (9 meses y más exactamente 40 semanas), se termina la etapa en la que tenemos todo solucionado y comienza el penoso período en el que padecemos necesidades (hambre, sueño, evacuación, conservación de la temperatura corporal, etc.).

Sólo hay dos manera de terminar con las agresivas necesidades: satisfaciéndolas o muriéndonos.

Las dos soluciones son bastante agresivas porque prácticamente se reducen a una sola (satisfacerlas) pues la otra (morirnos) es impensable.

Estas son las reglas de juego básicas con las que entramos a la vida y que se conservan hasta el último día en que la propia naturaleza se encarga de solucionarnos definitivamente el problema de las necesidades matándonos.

¿Por qué los niños no deben trabajar? Porque el régimen de estrés que demanda cumplir una tarea remunerada no sería soportada por una personalidad tan poco desarrollada.

Ellos adquieren la resistencia a lo largo de muchos años de experiencia, práctica y entrenamiento, en los juegos con otros niños, en el sistema educativo donde año a año se establece un gradualismo saludable en las exigencias y en su hogar donde se le van asignando roles progresivamente más complejos (y que ellos asumen total o parcialmente).

En suma: La vida se nos presenta como muy agresiva, es amenazante, cruel, drástica, despiadada, pero puede ser vivida satisfactoriamente siempre y cuando hayamos podido desarrollar una personalidad que la resista.

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lunes, 2 de marzo de 2009

Ven, lleva y tráeme. ¡Ahora!

La mayoría de los seres vivos pasamos por dos etapas que en los humanos llamamos niñez y adultez.

En la niñez completamos el desarrollo de las funcionalidades inmaduras y en la adultez, con todas las funcionalidades desarrolladas, podemos fundar una familia y reproducirnos.

No sé qué sucede en otras especies, pero al menos en la humana, siempre nos quedan algunas particularidades de la niñez.

Como de todo esto se sabe muy poco, andan por ahí teorías que intentan explicar nuestro afán de poder: En general las personas queremos organizar nuestro entorno a nuestro antojo, queremos que los demás nos obedezcan, nos enoja cuando alguien no nos obedece o, peor aún, pretende darnos órdenes.

Alguna de esas teorías propone que el maravilloso bienestar de la vida intrauterina y de la niñez, donde nos creemos muy poderosos y nuestra fantástica imaginación nos permiten ser protagonistas de aventuras extraordinarias, puede llegar a la adultez y hacernos actuar en consecuencia.

Los adultos podemos sentirnos omnipotentes, persistir con nuestro alocado afán de gobernar a los demás y con la pretensión de que los demás nos pertenezcan con actitud servicial ... como lo sentimos con nuestra madre.

Aunque sea obvio, igual lo digo: Un adulto que no esté al servicio de sus empleadores o clientes está condenado a la «pobreza patológica».

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domingo, 1 de marzo de 2009

El feto millonario

Ayer decía en Retorno al Paraíso que procuramos alcanzar un estado ideal que no sería otra cosa que un recuerdo inconsciente de una vida intrauterina libre de malestares.

Para acceder a esa vida perfecta —libre de preocupaciones, de molestias, de angustia, de incertidumbre, en una paz completa—, podemos suponer que el camino adecuado es tener mucho dinero.

Es fácil suponer que con el dinero se resuelve todo (lo cual es parcialmente cierto). Por esto es posible que algunas personas dediquen todo su esfuerzo a obtener la mayor cantidad de dinero posible.

Cuando esa perfección buscada no sea otra cosa que un recuerdo inconsciente, realizaremos inútilmente un esfuerzo real para alcanzar una situación imposible (la vida intrauterina), desembocando por esta vía en la “pobreza patológica”.

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