lunes, 31 de mayo de 2010

Trabajo para que necesites mi bienestar

El complejo de Edipo se manifiesta de muchas formas.

La prohibición del incesto implica la prohibición de la endogamia, esto es, la unión sexual entre personas de la misma familia.

En nuestra cultura sólo está permitida la exogamia, esto es, la unión sexual entre personas de familias diferentes.

Pero como todos querríamos amarnos físicamente con nuestros seres queridos (padres, hermanos, tíos) y no nos dejan, entonces hacemos cosas parecidas (metáforas).

Esta es la explicación de por qué los científicos y artistas forman grupos aislados, incapaces de interactuar productivamente con los científicos y artistas de otras disciplinas, escuelas, ideologías, tendencias.

El resultado es que nuestros conocimientos avanzan a paso de tortuga. Todos defienden el punto de vista de su familia profesional o artística, y simultáneamente descalifican a todas las demás.

Metafóricamente los biólogos, físicos, psicoanalistas, se casan con su hermana.

Casi todos estos académicos incestuosos, son conscientes que están mirando la realidad a través de un caño de escopeta, no viendo el paisaje (realidad) completo, pero como el libre albedrío no existe, todos estamos determinados para hacer lo que la naturaleza nos impone, justificando las incoherencias con el primer argumento que se nos ocurra.

En suma: nuestra percepción restringida a un sólo punto de vista, ignorando sistemáticamente los puntos de vista de otros observadores, nos inhibe de saber más, entender mejor y optimizar nuestra calidad de vida.

Enterado de mi deseo, ahora buscaré otros puntos de vista.

He llegado a la conclusión de que mi bienestar depende de que otros —más poderosos— se beneficien con lo que yo haga y que además necesiten mi bienestar para seguir beneficiándose.

Observe lo que digo: mi bienestar actual y futuro depende de que otros tengan bienestar por lo que hago y que siempre deseen mi bienestar.

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domingo, 30 de mayo de 2010

La autoridad del dinero

Varias veces les comenté sobre cómo nuestro pensamiento aplica criterios metafóricamente iguales.

En el artículo titulado La cuidadosa preservación de los objetos rotos les decía, por ejemplo, que es posible pensar que las mujeres son un territorio del hombre porque este siembra semen en su cuerpo (1); o podemos pensar metafóricamente que las tareas manuales son como la construcción de un nuevo ser que realiza el útero (2).

A estas ideas del funcionamiento metafórico, le agregaré ahora un comentario sobre nuestra necesidad de tener límites, frustraciones, normas, disciplina.

Los límites siempre generan una opinión desfavorable, pero a veces, si están demasiado ausentes, podemos llegar a pensar que «nos hubieran hecho falta».

El ejemplo clásico es la lucha feroz contra un padre (o madre) muy severos, pero que, cuando por algún motivo, dejan de imponer sus restricciones, quienes se sentían víctimas, pueden notar lo difícil que es vivir en la anarquía.

Muy pocas personas entienden, aceptan o defienden las limitaciones, la disciplina, las normas, las restricciones o prohibiciones.

Dentro del grupo de los que no reconocen la necesidad del orden, hay un grupo que se auto-impone restricciones indirectamente y quizá, sin darse cuenta.

Son los que optan por tener escasez de dinero mediante el sencillo procedimiento de no trabajar lo suficiente o de gastar en exceso.

La falta de dinero aporta indirectamente una disciplina que no se podría aceptar de otra forma.

A veces los padres que ideológicamente no aceptan las normas, o no tiene la fortaleza de imponérselas a sus hijos, frustran sus interminables demandas de golosinas, juegos o cualquier otro antojo, alegando que no tienen dinero.

La pobreza patológica puede cumplir la función de compensar la carencia de autoridad o la creencia en que frustrar a los hijos es una señal de egoísmo desamorado.

(1) La mujer de Juan Pérez

(2) La creatividad y el miedo

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sábado, 29 de mayo de 2010

La pobreza es causada por la monogamia

Según el psicoanálisis, los varones descubrimos en algún momento que nuestra mamá no tiene pene como suponíamos.

Es por eso que los deseos destructivos que les comentaba en el artículo publicado con el título La depresión constructiva, nos provocarían el temor de ser castigados con esa castración que ya sufrió ella.

En otro artículo publicado hace meses, les comentaba que los varones somos menos necesarios que las mujeres para cumplir la misión de conservar la especie (1).

Les decía que unos pocos varones pueden fecundar a muchas mujeres, aunque nuestra cultura ha distorsionado esa característica —vigente en las demás especies—, imponiendo la institución matrimonial monogámica.

Uno de los motivos por el que los pobres son mayoría (quizá en una relación de 80 pobres cada 20 ricos, según el Principio de Pareto (2)), tenga relación con esta condición de los sexos: no hacen falta muchos varones (ricos) pero sí hacen falta muchas mujeres (pobres).

Si desconocemos la existencia de la institución matrimonial monogámica, si imaginamos a la humanidad organizada de otra forma, donde unos pocos son los encargados de fecundar a las mujeres, podríamos reencontrar el Principio de Pareto: un 20% de los varones fecundarían al 80% de las mujeres, y para aplacar el deseo sexual de los demás, entonces un 20% de mujeres (prostitutas), fornicarían con el 80% de hombres excluidos de la función reproductiva.

Suponemos que nuestra forma de organizarnos es la única posible; imaginamos que somos los animales más evolucionados; suponemos que la familia monogámica es la solución inmejorable y rechazamos las ideas cuando son tan desagradables como ésta (aunque fueran ciertas).

En suma: la (sensación de) injusticia distributiva, puede ser provocada por una monogamia anti-natural.

En vez de ser unos pocos los que fecundan, unos pocos (casi todos hombres) acumulan demasiados bienes.

(1) Es así (o no)

(2) El inexplicable Principio de Pareto

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viernes, 28 de mayo de 2010

La cuidadosa preservación de objetos rotos

En dos artículos recientemente publicados (1) (2), les decía que nuestra psiquis actúa metafóricamente, esto es, repite el mismo esquema, aunque de formas parecidas.

En otro artículo (3) les comentaba la teoría de Melanie Klein, según la cual a veces nos deprimimos porque imaginamos que nuestros deseos destructivos provocaron algún daño real.

El comentario de una lectora (Ingrid), me sugirió lo siguiente:

Ella dice que en las actuales circunstancias, suele ser más conveniente comprar objetos nuevos en vez de reparar los viejos deteriorados.

Comparto su preocupación, teniendo en cuenta el funcionamiento metafórico que describo en los dos artículos que menciono en el primer párrafo.

La tristeza que a veces sentimos sin una causa que la justifique (una pérdida, por ejemplo), suele provenir de esa reacción que tenemos cuando nuestras aspiraciones destructivas nos preocupan, angustian, nos hacen sentir culpa y arrepentimiento de algo que sólo imaginamos, que nunca hicimos, y que quizá nunca llegamos a conocer conscientemente porque sólo ocurrió en nuestro inconsciente y lo más próximo que conocimos fue un sueño perturbador.

La reparación de un objeto deteriorado (lavarropas, radio, bicicleta), alivia nuestra tristeza, acorta los períodos de depresión, nos alegra.

Como generalmente no podemos tomar decisiones antieconómicas (es decir, no nos permitimos pagar por una reparación una cantidad de dinero similar a la que gastaríamos comprando un objeto nuevo), nos sometemos a la racionalidad pero tratamos de conservar el objeto antiguo en algún lugar donde no moleste.

En suma: como nuestro inconsciente puede imaginar que las mujeres se parecen a la madre tierra por su capacidad de gestar (2) o nos entretienen las tareas manuales, en tanto nos sentimos tan creativos como una mujer embarazada (1), reparar objetos deteriorados nos alegra porque sentimos que compensamos nuestros deseos destructivos.


(1) La creatividad y el miedo
(2) La mujer de Juan Pérez

(3) La depresión constructiva

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jueves, 27 de mayo de 2010

El inexplicable Principio de Pareto

Cuando tenemos varios vehículos adelante, en espera de la luz verde que nos permita seguir circulando, sentimos la sensación de que los demás conductores no tienen reflejos, que están distraídos, que son lentos.

Desde lejos vemos cómo aparece la luz verde y nadie se mueve. Muchísimos milisegundos después, observamos que los que teníamos delante dejaron de hibernar y además se percataron de que estaban entorpeciendo la circulación.

La percepción subjetiva de lo que son cinco minutos, depende de qué lado de la puerta del baño uno se encuentre.

Esto fue verificado empíricamente desde que las puertas del baño se pusieron de moda.

También fue una observación empírica la que hizo un académico francés llamado Vilfredo Pareto (1848 - 1923).

Él estaba preocupado (igual que yo) por la distribución de la riqueza, e hizo importantes aportaciones a la economía y a la sociología.

Lo más curioso fue esa observación empírica que les adelantaba.

El Principio de Pareto dice que en la realidad se repite la proporción 80/20, de varias formas.

Por ejemplo, el 80% de la riqueza pertenece a tan sólo el 20% de la humanidad. O sea que el 80% de la población mundial sólo posee el 20% de la riqueza total.

Estos valores nunca son exactos, pero cantidades similares se repiten llamativamente.

Suele constatarse que el 80% de los problemas está provocado por tan solo el 20% de las causas posibles. El resto de las causas (80% restante), sólo provocan el 20% de los problemas.

Se repite con asombrosa regularidad, que sólo un 20% de los clientes generan el 80% de la facturación de muchas empresas.

Ocurre a menudo que el 20% de los procesos consumen el 80% del tiempo total.

Cuando observamos la realidad para posicionarnos y tomar decisiones, no está de más tener en cuenta estas inexplicables coincidencias.


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miércoles, 26 de mayo de 2010

Las cajeras no cobran

Desde que tenía 8 o 9 años, comencé a ir al cine y algo que intenté averiguar, fue porqué los sobornos, chantajes y honorarios de criminales a sueldo, siempre se entregan dentro de un sobre.

El dinero es algo que provoca fenómenos psicológicos que no hemos logrado describir con acierto.

En el artículo titulado Tocar dinero no es elegante les decía que este instrumento de pago parece adecuado sólo para varones o prostitutas.

A pesar de esto, muchos varones rehusan tomar el dinero entre sus manos.

Es habitual que:

— Los profesionales tengan una secretaria que se encarga de la desagradable tarea de recibir el dinero de los clientes o pacientes; y además

— La mayoría de las oficinas encargadas de cobrar o recaudar en comercios o instituciones, son atendidas por personal femenino.

Como a nadie se le ocurre pensar que las cajeras son prostitutas por recibir dinero, entonces nuestra percepción se confunde.

Cuando pagamos nuestras compras, impuestos u honorarios a una mujer que podría ser nuestra hija o esposa, nos hace suponer que esos billetes son otra cosa, no el sucio dinero cuya existencia y uso tanto nos perturba.

El hecho universal de que casi todas las cajas receptoras de dinero están atendidas por mujeres, sugiere —junto con el hecho de que los honorarios de los profesionales es cobrado por secretarias—, que la intención es disimular, distraer, confundir, atenuar la sensación de que alguien es tan materialista, avaro, interesado, grosero y poco elegante como para cobrarnos.

Piénselo al revés: Si nuestros proveedores cobraran directamente o encargaran de esa tarea a personal masculino, nuestra sensación de pago se volvería más nítida.

Este es un fenómeno que ocurre, pero que está tan reñido con la lógica, que cuesta entenderlo y aceptarlo.

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martes, 25 de mayo de 2010

Tocar dinero no es elegante

Es posible aceptar la hipótesis de que nuestra psiquis posee una parte inconsciente, que nos gobierna.

Aceptar esta hipótesis, implica aceptar que estamos determinados (sin libre albedrío).

Es posible suponer que para muchas personas es imperioso creerse superior al resto de los animales.

Suponer que un órgano inconsciente nos gobierna tanto como el instinto gobierna a los demás animales, puede provocar una herida narcisística tan profunda, que descompense a los más sensibles.

Para este enorme grupo de defensores de la racionalidad, de la autonomía y del libre albedrío, somos diferentes y superiores al resto de los animales.

A esas personas tan vulnerables, les puede interesar saber que estas no son más que hipótesis, que pueden o no verse confirmadas algún día.

Aunque nuestros pensamiento cotidiano (consciente), está permanentemente actualizado por el principio de realidad (sabemos que día es hoy, qué está pasando en el resto del mundo, a cuánto se cotiza la moneda extranjera), nuestra psiquis responde a criterios mucho más primarios, ancestrales, filogenéticos, históricos, quizá también simiescos.

En un artículo publicado hace poco con el título Menos orgasmos y menos salario, les decía que alrededor del 66% de las mujeres no tienen orgasmos. Algunas, nunca lo experimentaron.

Asociaba este fenómeno con la feminización de la pobreza, esto es, que la mayoría de los pobres son mujeres.

En nuestra cultura, en nuestro inconsciente, suponemos que el dinero es una cuestión de hombres y de prostitutas.

Ya sé que usted no piensa así, pero lo que le digo es que usted, yo, todos funcionamos así, aunque conscientemente opinemos lo contrario.

En ese núcleo primitivo de nuestra psiquis, las mujeres respetables no tienen que usar dinero. Si lo hicieran, se denigrarían como prostitutas.

Felizmente, existen las tarjetas de crédito, aún cuando sea un hombre quien tenga que cancelarlas.


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lunes, 24 de mayo de 2010

La miopía universal

Todos nuestros vínculos se caracterizan por la ambivalencia.

El amor convive con el odio, el deseo de construcción convive con el deseo de destrucción, el afán de protección convive con intentos de atacar.

Cuenta la Biblia, que el primer crimen fue un fratricidio: el primogénito de Adán y Eva, mató a su hermano Abel.

Nos esforzamos infructuosamente en tener una visión más favorable de nuestra especie, pero sólo logramos engañarnos con mayor o menor eficacia. En el fondo sabemos que somos recíprocamente peligrosos.

A esto se agrega otra particularidad de la psiquis, que influye nuestra filosofía, nuestras decisiones y nuestras acciones.

Imaginemos que el odio y el amor existieran por partes iguales, es decir, que los humanos fuéramos entre nosotros tan peligrosos y destructivos como amorosos y protectores.

Esa aludida particularidad de nuestra psiquis, hace que nuestra percepción subjetiva de todo lo negativo, se registre aumentada.

El imaginario mitad buenos y mitad malos, en realidad lo sentimos como que somos malísimos y apenas buenos.

La valoración intuitiva que hacemos del entorno, nos arroja resultados muy pesimistas.

Un factor ligeramente peligroso, lo vemos como muy peligroso, mientras que un factor muy favorable, lo vemos como apenas conveniente o sencillamente, no lo percibimos.

Esta distorsión de la realidad, se corrige bastante con la educación, la información y la investigación.

Quienes saben que por naturaleza de la especie humana, tenemos una visión errónea de la realidad, aplican mucho esfuerzo a corregirse y esta formación les permite volverse más ecuánimes, disminuir los miedos irreales y actuar con mayor acierto.

Todos evaluamos mal por naturaleza (nacemos así). Quienes no corrigen este defecto, no pueden competir en igualdad de condiciones con quienes sí lo corrigen (con la educación, la información y la investigación).

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domingo, 23 de mayo de 2010

La mujer de Juan Pérez

Casi todos los seres vivos (vegetales incluidos), somos territoriales en el sentido de que hacemos cosas para apoderarnos del territorio donde encontramos lo que necesitamos para vivir.

Los más territoriales son los vegetales porque echan raíces y se apoderan fuertemente de la tierra.

Los animales hacemos cuevas, edificios, túneles y expulsamos violentamente a los invasores.

Cuanto más grande es el animal, más dificultades tiene para apoderarse de una parcela de terreno y la pequeñez llega a convertirlos en invisibles e imbatibles.

Hasta acá estoy comentando ideas que se oponen al sentido común.

Según este, los vegetales no son tan posesivos como los animales, aunque la realidad demuestra lo contrario; y —según el sentido común— los animales son más poderosos si tienen mayor tamaño, olvidándose de que los microorganismos son casi invencibles.

Por lo tanto, el animal humano es tan territorial como cualquier otro vegetal o animal, y aplica sus propios modos de lograr su objetivo.

En nuestra psiquis, se procesan los pensamientos que terminan generando acciones.

Nuestra psiquis repite sistemáticamente ciertos modelos de conducta, aunque superficialmente parezcan diferentes.

Me explico mejor:

Necesitamos territorios para establecernos, construir una casa que nos abrigue y proteja, y lugares donde sembrar alimentos, cursos de agua donde obtener ese elemento esencial, vientos que renueven el aire.

La repetición de ciertos modelos de conducta, nos lleva a suponer que las mujeres también son territorios, porque en ellas el varón siembra su semen para cosechar hijos, que luego lo ayudarán en los trabajos y además trasmitirán su apellido, gratificándolo así con una fantasía de inmortalidad.

Las mujeres desean formar parte del patrimonio del hombre que aman y aman al hombre capaz de incorporarlas a su patrimonio.

Esto las convierte en objetos (cosas), pero eso les importa menos.

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sábado, 22 de mayo de 2010

Sonríe: Visa te ama

En un artículo publicado recientemente con el título Los pobres ayudados y explotados , propuse una síntesis extrema diciendo que los humanos necesitamos básicamente tres cosas: alimento, abrigo y amor.

Es fácil entender que con el dinero podemos conseguir el alimento y el abrigo que necesitamos para vivir.

No es tan fácil entender (en nuestra cultura), cómo conseguimos amor con dinero.

Nuestro cerebro segrega un pensamiento automáticamente: el amor comprado es prostitución (de quien lo vende y de quien lo compra).

Es importante comprender que no somos dueños de pensar libremente.

Tenemos la sensación de que nos guiamos por nuestro criterio, discernimiento, gustos, afectos, valores.

Esto es sólo una apariencia: nuestras opiniones están determinadas por la ideología que tenemos incorporada como si formara parte de nuestro cuerpo.

Para fundamentar esta aseveración, lo invito a que se observe cómo necesita pensar que el amor verdadero no se compra.

Pero no se desaliente: todo permite suponer que lo que usted lee, oye, piensa, sueña, imagina, puede modificar esa estructura neuronal que se corresponde con sus convicciones.

Le doy un argumento por si su biología lo encontrara digno de ser asimilado (aceptado, incorporado).

Existen dos tipos de amor:

1) el que recibimos de nuestros familiares porque nos sienten «sangre de su sangre»; y

2) el que recibimos de otras personas porque logramos satisfacerles sus necesidades o deseos.

Cuando nos aman por razones familiares, es un sentimiento que los otros siente por sí mismos y que nos incluye porque nos imaginan formando parte de ellos (como si integráramos su cuerpo).

Cuando nos aman porque somos útiles (serviciales, confiables), estamos ganándonos ese afecto.

Nuestro cónyuge, nuestros amigos, clientes o empleadores, nos retribuyen esa utilidad que les entregamos, con servicios, caricias, miradas, dinero, compañía, escuchándonos, divirtiéndonos.

Con estas retribuciones nos sentimos correspondidos, reconocidos, amados.

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viernes, 21 de mayo de 2010

El malvado gigante fue vencido por el niño-héroe

Es tan abundante el material sobre las molestias que tenemos que sufrir para que el fenómeno vida no se interrumpa, que creé un blog llamado Vivir duele.

Efectivamente, parece ser que el fenómeno vida depende de que hagamos cosas provocadas por la naturaleza, que nos estimula con molestias que pueden aliviarse si hacemos algo (comer, dormir, fornicar, rascarnos, correr, quedarnos quietos).

No podemos olvidar que todos los seres vivos formamos parte de la naturaleza. Por este motivo, tanto somos receptores de esas molestias como somos provocadores de dolor en otros seres vivos (podar, matar para consumir, alterar los ecosistemas, educar a nuestros hijos aunque se resistan).

Es probable que la prohibición del incesto que hemos inventado los humanos (y cuyo origen y justificación se desconocen), molesta mucho a los niños que desearían conservar eternamente la comodidad de la vida familiar.

Un padre ejerce su rol en tanto desee a la madre de sus hijos. No cumple su rol en tanto esté interesado en otros asuntos que impliquen dejársela a sus hijos.

Ese grandote gruñón (eficazmente representado en la literatura infantil precisamente por algún ogro, cruel y malvado, que felizmente termina siendo vencido por algún pequeño héroe), tiene que raptar a su esposa de la unión casi biológica que ésta conserva con sus hijos.

Cuando el padre malvado le roba a sus hijos la mujer que quieren para ellos solos, entonces estos no tienen más remedio que empezar a prepararse para conseguir en otra familia el amor que en la suya no consiguen con la abundancia que anhelan.

La naturaleza usa a los padres (varones) para molestar a los hijos hasta que aprendan a valerse por sí mismos.

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jueves, 20 de mayo de 2010

Mi gusto debe ser tu gusto

Para optimizar la producción de un grupo, es conveniente que lo integren defensores de puntos de vista contrapuestos.

La justicia podría practicarse con la sola intervención de un juez que conozca bien las leyes, sin embargo se busca la participación de un abogado acusador y un abogado defensor, para que asumiendo sus respectivos roles, extraigan de los códigos las interpretaciones más profundas.

Como resultado, es de suponer que la sentencia final será la más ajustada a derecho para todos los implicados.

Los inspectores del tránsito vehicular de una ciudad, se benefician jerárquica y económicamente si son capaces de detectar errores e infracciones de conductores que no quieren ser ni observados ni multados.

Como resultado, es de suponer que el tránsito funciona mejor gracias al ejercicio de esta oposición de intereses.

Ahora les comentaré sobre un trabajo en equipo, donde existe oposición de intereses, los resultados son óptimos, aunque el objetivo sea muy paradojal.

En dos artículos ya publicados (1) comentaba sendas hipótesis que pueden explicar los fracasos escolares.

Hoy comparto con ustedes otra sugerencia sobre el fenómeno educativo.

Sólo me referiré a quienes padecen los fracasos escolares y que en su totalidad, son jóvenes que no quieren aprender lo que se les enseña.

Estos alumnos están en oposición de intereses con sus padres y los gobernantes que les imponen estudiar lo que no les interesa conocer y también con los docentes que ejercen su vocación recibiendo dinero por hacerlo.

En el aula se produce una oposición de intereses que mejora un resultado como en los ejemplos de la justicia o de los inspectores de tránsito, mencionados más arriba.

Es un buen resultado, si el objetivo es (como imagino) hacer fracasar (castigar civilizadamente) a quienes se resisten a estudiar lo que no les interesa.

(1) La violenta violación educativa
Instituciones 007 (con licencia para educar)


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miércoles, 19 de mayo de 2010

Podemos tapar el dedo con el sol

El encandilamiento es una pérdida de la sensación visual, producida por un exceso de luminosidad.

Nuestros cinco sentidos funcionan dentro de cierto rango de estímulos. Si estos son demasiado débiles o demasiado intensos, perdemos la capacidad de registrar la sensación.

Fuera de los cinco sentidos, ocurren cosas parecidas y mencionaré una de ellas.

Si estamos interactuando en un grupo de personas (estudio, trabajo, familia), las sensaciones desagradables pueden llegar a ocultar a todas las demás.

La reacción natural, nos lleva a suponer que «en ese lugar no podemos seguir estando», porque nos hace daño, nos perturba, nos enferma.

La respuesta adaptativa más usada por todos es apartarnos, dar un paso al costado, renunciar, huir.

Cuando esa renuncia nos permite retomar la normalidad que habíamos perdido, notamos que en aquel grupo humano ocurrían cosas tan agradables como para extrañar su ausencia.

A partir de constatar que añoramos las circunstancias que abandonamos por insoportables, nos invade la convicción de que cometimos un error.

Comienzan entonces las auto-recriminaciones y reaparece el malestar que quisimos evitar, ahora provocado por el arrepentimiento.

Estos dolorosos acontecimientos ocurren porque no nos conocemos lo suficiente.

Cuando estuvimos padeciendo una situación que nos pareció insoportable, seguramente hicimos lo único que podíamos hacer: apartarnos.

A nivel psíquico, también ocurre algo parecido al encandilamiento: un estímulo excesivo nos impide registrar la existencia de otras sensaciones.

Sin embargo, aquello realmente sucedió, corríamos el riesgo de enfermarnos, sólo que al desaparecer el factor más irritante, aparecen otras percepciones que también existían, pero que no pudimos disfrutar.

Los casos típicos ocurren en relaciones laborales, conyugales, deportivas, políticas, religiosas. O sea: en cualquier interacción que incluya un factor excesivamente molesto (encandilante, abrumador).

Si luego sufrimos de arrepentimiento, es porque olvidamos las causas que justificaron la decisión.

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martes, 18 de mayo de 2010

Las epidemias culturales

Cada tanto ocurre algo que pone a prueba el sistema inmunógeno de los humanos.

En otras palabras, nuestra capacidad de sostener el fenómeno vida, pasa por algunos exámenes.

Todos sabemos que las enfermedades provocadas por agentes patógenos (microbios), provocan en nosotros una respuesta defensiva (a cargo del sistema inmunógeno), que combate a esos microorganismos.

Si nuestro cuerpo puede defenderse, es porque superó la prueba y seguimos vivos, si no puede defenderse, morimos.

Existen otros chequeos de nuestra capacidad para seguir vivos, que no dependen de la intervención de agentes patógenos.

Los cambios culturales, tecnológicos, políticos, económicos, nos demandan un esfuerzo similar al que tiene que hacer nuestro cuerpo contra los microbios.

De modo similar, nuestra capacidad adaptativa a las nuevas condiciones de vida, determinarán si podemos seguir vivos o no.

La forma en que nos afectan los cambios culturales, es menos visible que las afecciones orgánicas.

En el artículo publicado con el título Los pobres ayudados y los explotados les comentaba que los seres humanos necesitamos tres insumos básicos para mantenernos vivos: comida, abrigo y amor.

Ahí les decía que las necesidades básicas tangibles (comida y abrigo), son objeto de atención de la ciencia, los políticos y los medios de comunicación, pero que el insumo intangible (amor), no era tenido en cuenta.

Cuando son los cambios culturales los que ponen a prueba nuestra capacidad para seguir vivos, nuestro talón de Aquiles es la necesidad de amor.

Las nuevas generaciones imponen otros códigos de comunicación, estilos de vida, filosofías, valores, criterios, normas, modas, costumbres.

Los seres humanos más vulnerables, se caracterizan porque critican y combaten los cambios, endurecen su conducta frente a los que sí se adaptan, pero esa rigidez los vuelve más frágiles y ... quizá no aprueben el examen.

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lunes, 17 de mayo de 2010

La violenta violación educativa

Nuestra única misión consiste en defender la vida de la especie (1), para lo cual debemos cuidar a los que ya nacieron y tratar de generar nuevos ejemplares que reemplacen a los que inevitablemente iremos muriendo.

Por lo tanto, es legítimo afirmar que los sentimientos más importantes son el amor hacia lo que contribuya a cumplir la misión y el odio a todo lo que obstaculice su cumplimiento.

Desde este punto de vista, la sexualidad es la función esencial para el cumplimiento de la única misión, porque contiene el amor con el cual nos unimos para fecundarnos y el odio (agresividad) con el cual nos defendemos.

Los términos amor y odio se corresponden con las expresiones atracción sexual y rechazo sexual .

La educación forma parte de la única misión, porque para poder conservarnos y reproducirnos, tenemos que aprender a trabajar para conseguir los recursos que demanda existir.

Por lo tanto, la educación obtiene energía del amor y de la sexualidad.

La pasión por saber, por desarrollar destrezas, por satisfacer la curiosidad, el deseo de producir, de crear, inventar, descubrir, son impulsos amorosos y sexuales (aunque no genitales).

Para aprender, el alumno debe estar motivado para estudiar. Tiene que estar predispuesto a incorporar las ideas, nociones y datos que se le ofrecen.

Sin embargo, la cultura hace algo indebido.

Los sistemas educativos no piden el consentimiento a sus alumnos y —aunque sé que suena descabellado—, violan al estudiantado cuando imponen temas que no interesan a todos.

Los fracasos estudiantiles se explican como incompetencias de alumnos y/o profesores, pero la dificultad está en que sólo podemos aprender por amor a lo que nos gusta, nos atrae y nos excita.

Lo que no sea así, es una violación que genera la natural resistencia que llamamos fracaso escolar.

(1) Ver blog La única misión

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domingo, 16 de mayo de 2010

Error milenario

Vamos a escuchar dos comentarios para ver qué nos sugieren:

Señor A: «A los pobres tenemos que ayudarlos. Nosotros, los que tenemos lo suficiente (y hasta un poco más), debemos ceder parte de nuestra fortuna para que ellos dignifiquen su existencia».

Señor B: «Los pobres son personas que nuestro sistema de organización (democracia, capitalismo, liberalismo) no puede aprovechar. Nuestro sistema es ineficiente para recibir lo que ellos pueden y deben aportar».

Atrevidamente afirmo que el Señor A es más popular que el Señor B.

Me atrevo un poco más: Si alguien defiende al Señor B, lo hace discretamente, en silencio, hasta con cierta sensación de clandestinidad y subversión.

La arrogancia que padecemos es nefasta para nuestra conveniencia.

Luchando contra el sentido común, alguien dijo «No puedo comprar mercadería barata porque soy demasiado pobre» (aludiendo indirectamente a que «lo barato, sale caro»).

Otro dijo: «Lo que no se paga con dinero se paga con neurosis» (aludiendo a lo mismo, pero sólo en el plano psicológico).

Continuemos nuestra crítica a las posiciones de los Señores A y B.

La sola popularidad con la que cuenta el Señor A, me hace desconfiar.

Razono así: Hace milenios que tratamos de repartirnos los bienes del planeta de una manera más equilibrada y hace milenios que fallamos estrepitosamente.

Con este razonamiento llego a la conclusión de que la postura del Señor A, ha demostrado que no sirve porque su popularidad proviene de que «siempre se pensó y se hizo así».

La antipatía que nos inspira la postura del Señor B, debería considerarse como un dato alentador.

Si nunca quisimos hacer lo que él propone, podríamos pensar que «siempre estuvimos equivocados por no pensar como él».

Sería honesto de nuestra parte, reconocer que hace milenios que desoímos su opinión, y deberíamos darle aunque sea una oportunidad.

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sábado, 15 de mayo de 2010

Los profesionales no desean

La astrología fue una ciencia confiable para una mayoría de sabios de la antigüedad. Actualmente, es respetada por personas sugestionables de cualquier estrato socio-económico.

Algo de aquel prestigio aún se conserva secretamente escondido dentro de nuestro lenguaje.

La palabra sidus en latín significa estrella. La palabra con-siderar originariamente significaba «ser guiado por las estrellas» y de-siderare luego se convirtió en desear y significaba «NO ser guiado por la estrellas».

En su origen fue muy tranquilizador conocer cuál era el camino correcto para seguir en la vida y esto era posible gracias a una correcta lectura de las estrellas usando las técnicas de la astrología.

Este conocimiento de cuál era el camino más adecuado implicaba ser una persona con-siderada. Lo contrario era ser deseante (de-siderare o sea de-siderado, o sea, algo así como «carente de la información de las estrellas»), o sea, desnorteado, despistado, desorientado.

Actualmente, las personas que han pasado varias pruebas hasta obtener un título de alguna institución de enseñanza confiable (ingeniero, abogado, psicólogo, carpintero), posee —para el resto de la sociedad— características tan tranquilizadoras como aquella otra que antiguamente respetaba el destino impuesto por las estrellas (con-siderado).

Nuestra cultura sigue recelando (desconfiando, dudando, criticando) de quienes respetan su propio deseo, y continúa confiando en quienes respetan el deseo ajeno (de los gobernantes, de los religiosos, del sindicato).

En esencia no han habido cambios sustanciales en estos dos últimos milenios.

Valoramos a quienes repiten obsecuentemente (obedientemente) lo que ya fue dicho.

De esta manera, si ayer hubo mala distribución de la riqueza, hoy también deberá haberla para no cuestionar las creencias, métodos y acciones de nuestros antepasados.

Aunque parece predominar un espíritu laico y liberal, a la hora de contratar a un nuevo colaborador, queremos que sea tan respetuoso como un religioso y tan disciplinado como un militar.

Artículo vinculado:

Deseo desear con menos deseo

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viernes, 14 de mayo de 2010

No es «ver para creer» sino «creer para ver»

Muchas sensaciones de disconformidad que nos atacan, que nos debilitan, que empobrecen nuestra calidad de vida, provienen del incontrolable efecto de querer hacer coincidir lo que ocurre con lo que creemos que debería ocurrir.

La ciencia que hoy ocupa el pedestal más prestigioso, es la anglosajona, la que pregonan las universidades más caras de Estados Unidos e Inglaterra.

Sus egresados son verdaderos apóstoles de lo que les enseñaron y el estilo de pensar la realidad se propaga como una peste.

Son tan idealizados, que hasta cobran abultadas cifras de dinero por sus sermones, que en definitiva, no hacen otra cosa que repetir lo que ya dijeron en los libros, que compraron y recitan los diáconos regionales y que los monaguillos periodísticos nos hicieron llegar de una manera por demás entendible, fácil y gratuita.

La verdad anglosajona, se basa en estadísticas y las estadísticas resultan de ordenar datos que provienen de miles de encuestas y de cientos de casos observados.

Las encuestas son respondidas por devotos del pensamiento oficial y los investigadores ven en sus observaciones, lo que creen que van a encontrar en ellas.

En otras palabras, las miles de encuestas que fundamentan la verdad sacrosanta anglosajona, están respondidas por quienes saben lo que deben pensar y lo que deben responder para sentirse «normales».

Por su parte, la casuística es observada por científicos que no admitirían otra verdad que la que ya publicaron, comentaron e hicieron propia. En definitiva ven lo que necesitan ver para no contradecirse.

Un ejemplo grotesco: si el Papa tuviera evidencias de que Dios no existe, es difícil que él lo aceptara e imposible que lo publicara.

De esta forma, todo sigue igual, nada cambia, los ricos siguen siendo ricos y los pobres siguen siendo pobres.

Al menos, eso dicen las estadísticas.

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jueves, 13 de mayo de 2010

Esta “cosa” me provoca “cosa”

El hijo que pierde a sus padres, es huérfano y el padre que pierde a su hijo, es ... ¡No tenemos un vocablo para designar a quien padece uno de las peores tragedias que nos pueden ocurrir, cual es soportar el fallecimiento de un hijo!

En un terreno menos doloroso, tenemos muchos vocablos para hablar de sexo pero, mayoritariamente, las personas hablamos muy poco de esa función esencial, natural e imprescindible (para la conservación de la especie).

La función del habla tiene más de un objetivo. El más evidente, es el de comunicarnos. También lo usamos para ordenar nuestro pensamiento con la estructura gramatical que poseen los lenguajes.

Existe una utilidad menos conocida aún. Me refiero a representar las ausencias angustiantes.

Por ejemplo, si ahora evoco el nombre de una persona amada, aliviaré la angustia que me causa su ausencia.

Tan importante es esta función del lenguaje, que en algunas épocas y culturas llegó a prohibirse darle nombre a ciertas divinidades.

Los innombrables son aquellos personajes ideales que merecen tanta veneración, que ni siquiera se les puede dar un nombre, ya que dárselo, equivaldría a una forma de disponer de ellos, permitiría evocarlos sin el debido respeto, personas de cualquier rango social, podrían vincularse con él inmerecidamente (un no religioso, por ejemplo).

No faltan quienes llegan a decir que «la palabra mata a la cosa nombrada», exagerando de esta forma su valor representativo (por ejemplo, la palabra «vaso», representa al recipiente de vidrio) y lo que dicen estos extremistas es que, en la mente de algunos, la palabra es idéntica al objeto (persona o idea) que representa.

Como usted ve, hay varias ideas sobre las palabras y su utilidad.

Por alguno de estos motivos, quienes más veneran, idolatran, temen y admiran el dinero, se avergüenzan cuando hablan de él.

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miércoles, 12 de mayo de 2010

La felicidad tiene que ser breve

Decir que “el dinero no hace la felicidad” es una verdad a medias.

En realidad, nada hace la felicidad.

Por lo que observo (y pongo a su consideración), se cumple el hecho de que la naturaleza se vale de molestarnos y ofrecernos alivio para que hagamos cosas que mantienen activo el fenómeno «vida». (1)

Cuando pasamos del estado doloroso al placentero, ahí hay un momento de felicidad, de bienestar, de placer, satisfacción.

Sin embargo, el acostumbramiento al bienestar llega muy rápidamente. No sucede lo mismo con el acostumbramiento al malestar.

Dicho de otro modo: nos acostumbramos a pasar bien, pero difícilmente nos acostumbramos a pasar mal.

También podría decirse que el malestar no aburre pero el pasarla bien sí.

Nuestras predilecciones son poco beneficiosas. Si pudiéramos reinventarnos, perfeccionaríamos esto de aburrirnos cuando estamos bien.

De hecho, la felicidad es un fenómeno que —por los motivos expuestos— dura muy poco.

Por algún motivo (yo siempre tiendo a suponer que los ricos gastan en publicidad para desprestigiar los beneficios de tener dinero), hemos optado por decir que «el dinero no hace la felicidad», cuando en realidad, también correspondería decir que «viajar no hace la felicidad», trabajar, leer, vivir solo, hacer deporte, tener una mascota, o cualquier otra actividad, cosa o servicio, tampoco la hace (al menos por mucho tiempo).

Este refrán publicitario quizá beneficie a los grandes coleccionistas de dinero (ricos, avaros, devotos, aficionados), pero desalienta a quienes tenemos que trabajar para ganarnos la vida.

El proverbio es una metonimia, es decir, condensa en un solo detalle (el dinero) algo que pertenece a una realidad mucho mayor.

En suma: nada hace la felicidad (ni el dinero, ni la salud, ni el amor, etc., etc.), excepto por un cortísimo período, que termina cuando la naturaleza entiende que debe molestarnos para seguir vivos.



(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
El goce de sufrir
Loción infalible contra las molestias
La disconformidad universal
El budismo zen
Administración del desequilibrio
«¡Me alegra estar triste!»
Receta racional

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martes, 11 de mayo de 2010

La verdadera riqueza

Cada vez que alguien dice o escribe sobre la «verdadera riqueza», seguro que se está refiriendo a la espiritual, la intangible, la ideal.

Y por el contrario, cuando alguien se refiere a la «verdadera riqueza», no se está refiriendo a la riqueza material.

Por lo tanto, tenemos una dificultad en cuanto al significado de la palabra «riqueza».

La Real Academia, respetuosa de los usos y costumbres, acepta que la riqueza tanto puede ser de bienes como de cualidades.

El grupo de personas que defiende la existencia de una «verdadera riqueza», está postulando simultáneamente que existe una «falsa riqueza».

Todos sabemos que en este caso se alude a la riqueza material.

Desde mi punto de vista, es un costoso error descuidar la arrogancia que tenemos todos los seres humanos.

Es una de las consecuencias de ser tan vulnerables físicamente y tan vulnerables mentalmente.

La vulnerabilidad mental nos induce a negar la vulnerabilidad física.

Una de los métodos preferidos consiste en elevar imaginariamente el valor de esos rasgos intangibles que nos caracterizan.

Como la ciencia aún no ha logrado avanzar lo suficiente como para descubrir cómo pensamos, sentimos y soñamos, suponemos que estas funciones son cualidades, méritos, distintivos que nos ponen en una categoría superior al resto de los seres vivos.

Luego de imaginarnos como animales tan superiores que hasta algunos afirman que no somos animales —sino seres humanos—, y apoyándonos en la ignorancia sobre algunas funciones (pensar, amar, odiar, soñar), decimos que la «verdadera riqueza» no es la comida, el abrigo, el resguardo, la educación, la diversión, sino que la «verdadera riqueza» está en el espíritu, en el alma.

Esta definición de «riqueza», logra en muchas personas que apliquen su esfuerzo a trabajos que no cuidan el cuerpo sino que cuidan una entidad imaginaria (espíritu, alma, creencias, divinidades, supersticiones).

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lunes, 10 de mayo de 2010

Los profesionales del enema

Con algo de sentido del humor, alguno ya dijo que los humanos no hablamos sino que somos hablados.

El psicoanálisis es un arte-científico antipático, entre quienes necesitan tener la sensación de que controlan sus vidas como quien conduce un vehículo: avanza, se detiene, gira a la derecha, acelera, empuja, embiste.

El psicoanálisis es simpático, entre quienes creemos que somos una hoja en el viento, incapaces de controlar lo que nos sucede porque estamos determinados (gobernados, dirigidos) por causas que no podemos manejar.

Cuando algún simpatizante del psicoanálisis dijo que «somos hablados», estaba dejando en evidencia que esa acción —casi automática— (hablar) expresa ideas diferentes a las que creemos tener.

Veamos algunas palabras que usamos sin pensar en lo que significan:

Vilindigno, despreciable, poco confiable.
Servil – humilde, rastrero, que sirve con descuido.
Ser vil – ser indigno, ser despreciable, ser poco confiable
Servicial – que sirve con cuidado, (y también significa) enema (lavativa).

Con estos ingredientes, armaré una idea que puede ser interesante.

En el sistema en el que vivimos casi todos los hispanos-parlantes, se dice que para ganar el dinero suficiente, tenemos que ser serviciales pero no serviles.

Dicho de otro modo: el capitalismo requiere trabajadores (empleados o empleadores) que NO sean serviles (ser-viles) porque estos, si bien son humildes, adolecen de ser rastreros, indignos, despreciables y poco confiables.

Por el contrario, el sistema requiere trabajadores (empleados o empleadores) que sean serviciales, es decir que sirvan con cuidado.

Y termino con lo más curioso (llamativo, extraño).

El psicoanálisis sabe (cree, supone, asegura que) el dinero simboliza las heces (el excremento fecal, la caca).

El vocablo «servicial» significa «enema» (lavativa, líquido que se introduce por el ano para descargar el intestino).

En suma: el lenguaje «confirma» que alguien «servicial» obtiene (cobra, recibe) dinero (heces, caca).

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domingo, 9 de mayo de 2010

Los ricos son el basural de los pobres

Durante milenios hemos pensado que los ricos acaparan más riqueza de la que necesitan, abusando inhumanamente del poder que le da el dinero y que los pobres no tienen fuerza para tomar lo que necesitan.

La hipótesis opuesta, propondría que los pobres se sacan de encima la basura material, tirándosela inhumanamente a los ricos.

Esta segunda suposición suena francamente disparatada. Tendríamos que descalificarla antes de dedicarle un minuto a pensar en su posible validez.

La creencia universal en el libre albedrío, nos condiciona para suponer que dominamos la racionalidad, nos hipnotiza (¿idiotiza?) en la creencia de que pensamos con acierto.

En esta creencia, suponer que la despareja distribución de la riqueza está causada porque los pobres se la quieren sacar de encima, equivale a suponer que los seres humanos hacemos un uso torpe de esa libertad de albedrío.

Sin embargo, podemos suponer que la naturaleza, que funciona como funciona por causas que no conocemos bien, que viene acomodándose automáticamente milenio tras milenio, puede haber «determinado» que los seres vivos se desarrollan mejor con cierta escasez y que se debilitan con la abundancia.

Si así fuera, podemos suponer que los ricos necesitan mucho dinero para compensar los efectos negativos de la abundancia que padecen.

La naturaleza provee a los pobres del tino (intuición, inspiración, habilidad natural) suficiente como para evacuar (sacarse de encima, excretar) los excesos que perjudicarían la única función de la especie (conservarse).

Logrado esto (poseer la escasez necesaria), los pobres pueden tener más hijos y cumplir la única misión que tenemos (conservar la especie).

En esta hipótesis, podemos decir que existe una mayoría de pobres, porque son el verdadero sostén de nuestra especie, mientras que los ricos son los que —por su deficiencia—, necesitan más recursos para sobrevivir.

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sábado, 8 de mayo de 2010

Libre albedrío, venganza y justicia

Creo que sería un despropósito invertir energía en lograr que todos los seres humanos fuéramos idénticos.

Si la ciencia lograra que todos fuéramos de la misma estatura, talento, vocación, seríamos infelices porque caeríamos en el peor de los sentimientos: la indiferencia ( ya que nos daría lo mismo Fulana que Zutana).

Sin embargo, es posible que cada uno tenga sus necesidades básicas satisfechas.

Trabajar para mejorar la distribución del ingreso, parece más realista y de mejor pronóstico.

En el artículo titulado La envidia es progresista, les comentaba que «… la envidia es un sentimiento que busca la igualación …».

Cuando las diferencias en calidad de vida son interpretadas bajo el supuesto de que poseemos libre albedrío, no demoramos en concluir que alguien tiene la culpa de nuestras carencias.

La asociación de la envidia con la creencia en el libre albedrío, genera violencia (porque se cree que alguien es responsable de que tengamos que envidiar).

La violencia que genera la creencia en el libre albedrío, ante el hecho de que algunos pasan demasiado mal y otros obscenamente bien, instala los deseos reivindicativos de venganza.

Por el contrario, la creencia en el determinismo, nos haría buscar pacíficamente las causas de la pobreza en lugar de buscar a los culpables.

La agresividad puesta en juego para buscar causas, no incluye ataques personales como sucede cuando la agresividad es puesta en juego para buscar culpables.

En todas las culturas existe algún sistema de justicia que pretende evitar la relación directa (confrontación, justicia por mano propia, saqueos) entre los envidiosos que luchan por la igualación y los vengativos que atacan a los supuestos culpables de la mala distribución de la riqueza.

En suma: el sistema judicial amortigua la furia vengativa que provoca la creencia en el libre albedrío.

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viernes, 7 de mayo de 2010

La envidia es progresista

En un artículo publicado con el título Dime con quién andas y sabré tu patrimonio les comentaba que los grupos humanos tienen un cierto nivel de ingresos y de gastos.

Ponía como ejemplo aclaratorio, que en algunos grupos sus integrantes ganan y gastan (promedialmente) 10, en otros, 100 y así con las cifras que ustedes imaginen.

Es una necesidad para los integrantes, respetar las normas de afiliación. En un grupo de nivel 100, alguien con nivel 1000, será considerado como un avaro, amarrete, tacaño, egoísta y, por lo tanto, tendrá con los demás una convivencia conflictiva.

También sugería en ese artículo, que la envidia es un sentimiento determinante en este fenómeno socio-económico. La rivalidad que caracteriza a ese afecto, contribuye a uniformizar las condiciones de vida entre los integrantes de un grupo.

En el blog que creé para tratar sólo los temas que incluyan esta característica humana, trato de exponer todas sus aristas y no solamente las negativas, aunque sé que son las más populares.

Precisamente, ésta es una paradoja que favorece la permanencia de la pobreza patológica.

La envidia es el deseo de tener lo que el otro tiene y se llama de la misma manera el deseo de que el otro deje de tener lo que a mí me falta.

Si dejamos de lado la prejuiciosa antipatía que nos inspira, la envidia es un sentimiento que busca la igualación progresista.

Es progresista porque nunca se envidia lo malo que otro tiene (una enfermedad, una pérdida, un dolor), sino lo bueno que otro tiene (la salud, el bienestar, la riqueza).

Como la naturaleza se vale de provocarnos molestias para estimular el fenómeno vida (1), no descartaría que los seres humanos rechacemos la envidia para preservar el conflicto que nos provoca la irregular distribución de la riqueza.

(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
Loción infalible contra las molestias
La disconformidad universal
El budismo zen
Administración del desequilibrio
«¡Me alegra estar triste!»
Receta racional

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jueves, 6 de mayo de 2010

Dime con quién andas y sabré tu patrimonio

Nuestra relación con el dinero implica un compromiso afectivo. El dinero nos conmueve, emociona, altera.

Algunas personas no pueden hablar de él sin bloquearse, inhibirse o avergonzarse.

Me llegan muchos comentarios referidos a este tema tan emocionante.

El compromiso afectivo que provocan los asuntos económicos, tienen muchos aspectos, uno de los cuales es el estrés que nos provoca no ser amados incondicionalmente sino por lo que tenemos o podemos.

Acceder a ciertos círculos socio-económicos, implica respetar sus reglas, ser aceptado por sus integrantes y sentirse bien con ellos.

Me consta que yo no podría ser integrante de muchas agrupaciones, corporaciones, sindicatos, ideologías, equipos, familias.

Me animaría a decir que tampoco podría ser ciudadano de algunos países o vivir en ciertas ciudades.

La mayoría de las veces, esa dificultad comenzaría porque no me aceptarían por lo que pienso, expreso y hago.

Si fuera aceptado, tolerado, puesto a prueba por un tiempo, es probable que en muchos ámbitos me sentiría incómodo y terminaría yéndome.

En cada comunidad existe un cierto nivel de circulación económica.

Ese nivel está dado por la cantidad de dinero que habitualmente ganan y gastan sus integrantes.

Por ejemplo, en algunas comunidades, la mayoría de la gente gana y gasta 10, en otras gana y gasta 100, en otras 1.000.

En esos comentarios que me llegan, puedo ver que las personas integran grupos donde circulan grandes, medianas o pequeñas sumas de dinero. No faltan las comunidades donde predomina el trueque y las tarjetas de crédito no se usan.

Donde usted está ahora, circula cierta cantidad de dinero y si lo que actualmente usted posee no le resulta suficiente, tendrá que emigrar a otro colectivo.

No es sabio desconocer que somos influidos por la presión social.

Nuestro patrimonio nos hace lindos o feos, buenos o malos, amables o antipáticos.

Nota: encontrará temas complementarios en el blog La envidia: herramienta o arma.

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miércoles, 5 de mayo de 2010

Deseamos a quienes lo hacen mejor

En el artículo titulado Los intereses del deseo , le comentaba algunas ideas que tengo sobre cómo deberíamos crear una empresa de intermediación financiera (un banco) entre usted y yo.

No olvide que usted dispone de un espacio igual al mío para exponer sus ideas, agregando comentarios en el blog.

Los negocios que dan mejores resultados son los que hacen unas pocas personas, pero destinados a muchas personas.

Si lo que hacemos puede hacerlo cualquiera, tendremos miles de competidores y nuestras ganancias serían muy pequeñas.

Si lo que hacemos pueden hacerlo pocas personas, tendremos pocos competidores y nuestras ganancias serán las máximas que esa actividad genere.

A su vez, si lo que hacemos le interesa a pocas personas, tendremos pocos clientes y también tendremos pocas ganancias.

Si lo que hacemos le interesa a muchas personas, tendremos muchos clientes y también tendremos muchas ganancias.

En suma 1:

— lo mejor es hacer algo que pocos saben o pueden hacer y que le interese a la mayor cantidad de gente posible, y

— lo peor es hacer algo que muchos saben o pueden hacer y que le interese a poca cantidad de gente.

Los negocios financieros no tienen ningún misterio. Son elementales, fáciles, lógicos, sencillos.

De los seres humanos (clientes del sistema financiero), tenemos mucho por aprender.

En suma 2: Lo más difícil del negocio financiero, es entender cómo reaccionamos los seres humanos frente al dinero.

Los seres humanos no somos difíciles, pero nos ponemos complicados cuando pretendemos igualar modelos ideales, imaginarios, inexistentes, maravillosos, irreales.

Este artículo es el número 870 (ochocientos setenta) que publico, comentando con usted cómo podemos entender el vínculo que hay entre los humanos y el dinero.

Parecen muchos, pero el examen y descripción de qué nos sucede con este instrumento social (el dinero), recién está comenzando.

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martes, 4 de mayo de 2010

Los intereses del deseo

Si usted y yo creáramos un banco para recibir depósitos y prestar dinero, tenemos que invertir en publicidad.

Esto tiene que ser así porque nuestro negocio se basará fundamentalmente en la confianza que logremos inspirar

— entre quienes tienen más dinero del que necesitan (depositantes e inversionistas), y

— entre quienes tienen menos dinero del que necesitan (prestatarios).

En otras palabras, usted y yo, representados por nuestra institución financiera, nos colocaremos entre dos personas que están en situaciones opuestas (lo que a uno le sobra, al otro le falta).

Como comentario al margen, a usted y a mí nos conviene que estos dos ciudadanos no se conozcan pues podrían negociar dejándonos afuera.

El manejo de la publicidad es algo que quiero comentarle hoy.

Le propongo que gastemos una pequeña parte de nuestra inversión en convencer de que somos honestos y eficientes (como hacen nuestros competidores), y que gastemos la mayor parte de nuestra inversión publicitaria, en incitar (estimular, excitar) a que la gente tenga deseos muy intensos.

Trataremos —disimuladamente— de que los vendedores de bienes y servicios prescindibles, aumenten sus ventas al máximo, contando con nuestro financiamiento, por supuesto.

Estimularemos a los vendedores de artículos superfluos (vehículos lujosos, televisores, joyas) y de servicios prescindibles (cruceros, cementerios privados, organizadores de fiestas).

La prosperidad de nuestro banco depende de quienes tengan deseos muy intensos.

Es lo que hacen los organismos multilaterales de crédito con los países (Fondo Monetario Internacional [FMI], Banco Mundial [BM], Banco Interamericano de Desarrollo [BID]): los inducen a endeudarse y luego se dedican a tratar de cobrarle puntualmente los intereses, aunque prefieren no cobrar el capital, porque los países, cuando cancelan sus deudas, dejan de pagar los intereses.

Usted y yo tendremos que hacer lo mismo.

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lunes, 3 de mayo de 2010

La explotación de los patriotas

Mercenario, ria. 1. Dicho de una tropa: Que por estipendio sirve en la guerra a un poder extranjero. || 2. Que percibe un salario por su trabajo o una paga por sus servicios.

La palabra mercenario describe a un soldado que lucha a cambio de un salario, para defender los intereses de quien le paga aunque no sean de su incumbencia, es decir, que el mercenario no adhiere a ideologías, creencias o patriotismo: sólo defiende a quien le paga.

Como vemos, este vocablo también define a quien «percibe un salario por su trabajo o una paga por sus servicios».

La propaganda de que se valen los países en guerra, ha recurrido —desde hace siglos—, a esta definición del término, para desprestigiar a esos combatientes asalariados.

El vocablo fue desprestigiado por razones publicitarias en un contexto bélico.

Este fenómeno lingüístico y publicitario, genera el convencimiento de que el único trabajo digno es el que se hace gratis, voluntaria y desinteresadamente.

En otros términos, el único trabajo digno para estas personas, es el trabajo patriótico, solidario, sin afán de lucro y sienten que los trabajos remunerados, son propios de alguien moralmente condenable, ya sea por traidor a la patria, ambicioso o materialista.

Quienes organizaron el desprestigio del vocablo mercenario, intentaban desmoralizar a los soldados pagados por el enemigo.

La definición no es muy precisa si tenemos en cuenta que los ejércitos de todos los países, están conformados por profesionales que cobran por su capacitación, entrenamiento y trabajo (luchar defendiendo los intereses de quien les paga).

De hecho, no existen militares que no sean mercenarios.

En suma: lo que importa es la propaganda aplicada a descalificar una forma de trabajar por un salario en tanto contamina a cualquier otra forma de trabajo remunerado.

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domingo, 2 de mayo de 2010

La presión arterial es ilegal

Alguna vez he comentado con ustedes (1) que las prohibiciones que padecemos, son parte del mecanismo implementado por la naturaleza para hacernos funcionar.

La Ley de Gravedad, atrae todo hacia el centro de la tierra. Como la cabeza está en la parte más alta de nuestro cuerpo, tiene que existir una presión arterial que contrarreste esa atracción hacia los pies, de forma que nuestro cerebro también pueda ser alimentado por la sangre.

La Ley de Gravedad es la que nos prohíbe flotar en el aire (como sí pueden hacerlo quienes habitan una cápsula espacial).

Los fenómenos físicos están influidos por unas pocas leyes (gravitación, centrífuga, inercia y pocas más).

Los fenómenos sociales también están influidos por unas pocas leyes, la más importante de las cuales refiere a respetar los derechos ajenos.

La naturaleza tuvo que inventar la presión arterial para transgredir la Ley de Gravedad y resolver la necesidad de irrigar el cerebro (¡sobre todo el de las jirafas, como usted sabe!).

No es normal que pensemos a la presión arterial como una forma de transgredir la Ley de Gravedad, pero sin embargo no deja de ser coherente desde cierto punto de vista.

Cuando los humanos transgredimos las leyes que nos hemos impuestos a nosotros mismos, quizá estamos haciendo lo mismo que hace la naturaleza pues creó la Ley de Gravedad y la presión arterial.

Los humanos inventamos la monogamia y simultáneamente la prostitución, ante la cual tenemos una actitud explícitamente hipócrita.

Nuestra especie tiene cada vez más ejemplares, el planeta es siempre el mismo, la cantidad de alimento es finita y los seres humanos cada vez sufrimos más del estrés (presión psicológica, emocional).

En suma: El dicho popular «hecha la ley, hecha la trampa», describe un fenómeno de la naturaleza.


(1) Mamá es demasiado fácil

Ingeniería psicoanalítica

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sábado, 1 de mayo de 2010

Mi amo me ama

Cuando nos educan, nos sugieren algo así como «o haces lo que te digo o te abandono».

A escala de un niño, esto equivale a una situación entre adultos en el que un instructor, con su revólver puesto sobre la sien del alumno, le sugiere que recuerde lo que acaba de decirle si no quiere llevarse una sorpresa breve, pero desagradable.

Cuando nos enseñan criterios morales (las normas de convivencia, cómo ser educado, qué es portarse bien), nos hablan del «camino recto».

La «rectitud» es el cumplimiento minucioso de lo que para nuestros cuidadores, está bien. No seguir el «camino recto», es lo que para nuestros cuidadores, está mal.

Cuando (intentan) enseñarnos criterios racionales (cómo pensar, qué es deducir, cómo razonar), se remiten a «la ciencia de las ciencias»: la matemática.

Está asumido mundialmente que esta es una disciplina que generalmente no se entiende y en la que los alumnos fracasarán.

De todos modos, el intento se hace y es en ese contexto cuando se nos ofrece una verdad incuestionable, una verdad pura: «la distancia más corta entre dos puntos cualesquiera, es la línea recta».

¡Otra vez aparece la «rectitud»!

El principio de la rectitud es sagrado entre laicos y religiosos.

Todos parecen haber acordado que este punto no se discute.

Una aceptación ciega, obsecuente, apasionada de este criterio, nos impone descartar todo lo que no se nos presente directamente, ignorar lo que requiera un proceso, descalificar lo que esté fuera de ese dictatorial camino «recto».

El camino recto tiene las ventajas de ser previsible, obediente, sencillo.

El camino recto tiene las desventajas de ser necio, irreflexivo, automático, despersonalizado, desafectivizado, irresponsable.

Los buenos alumnos que siguen «el camino recto», se convierten en esclavos rentables y son felices porque el amo los ama.

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