lunes, 31 de octubre de 2011

Producir y reproducirnos

El coeficiente intelectual mide nuestra inteligencia aunque en última instancia esta depende de cuánto podamos privarnos de las ilusiones.

La lógica psicoanalítica es más discutible que la lógica matemática porque es más flexible, cuenta con premisas no confirmadas y sobre todo, porque nuestros cerebros padecen una tendencia muy fuerte a rechazar lo desagradable y a creer lo conveniente, lindo, fácil.

Aunque nuestro cerebro considera más conveniente, lindo y fácil suponer que nuestra especie es maravillosa, insuperable y mimada por un ser infinitamente poderoso, bueno y justo como es Dios, tendríamos que poder admitir que somos una especie más y que nuestras únicas funciones, misiones y destino son reproducirnos para que la especie sea inmortal (1) y producir para alimentarnos el tiempo necesario para que podamos gestar y criar a los nuevos ejemplares.

Los humanos vivieron bien mientras creyeron

— que el planeta Tierra era el centro del universo,
— que somos una estatua viviente esculpida por Dios, y
— que tenemos libre albedrío.

Los humanos sufrieron las pérdidas de estas tres creencias (ilusiones) cuando

— Copérnico demostró que nuestro planeta gira en torno al sol;
— Darwin nos convenció de que descendemos del mono;
— Freud propuso la existencia del inconsciente cuya función psíquica determina nuestras decisiones.

La desilusión provocada por estas novedades generó grandes protestas, descalificaciones, intentos de «matar al mensajero» (Copérnico, Darwin, Freud).

Muchas personas consideran inadmisible que sólo seamos portadores del ADN que le da inmortalidad a la especie y que una vez entregado nuestro legado a la próxima generación (reproduciéndonos), como si fuéramos participantes de una carrera de relevos (1), ya no tenemos motivos para seguir corriendo (viviendo).

Por este tipo de resistencia a las malas noticias, seguimos diciendo que «el sol sale por el este» en vez de reconocer que, en nuestra rotación, comenzamos a verlo por el este.

(1) El espíritu en realidad es la sexualidad

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domingo, 30 de octubre de 2011

La prohibición del incesto y su conveniencia

El funcionamiento del animal humano mejora y prolonga su vida cuando está sometido a presiones, dificultades, escaseces, estrés, incertidumbre, prohibiciones.

Nadie puede decir con certeza qué habría sido de nuestra especie si el incesto no fuera prohibido.

Aventuro una hipótesis: la población mundial no ascendería a 7.000 millones de personas como afirma Naciones Unidas y probablemente aún no se habría inventado la rueda o estaríamos por entender la fórmula del agua tibia.

¿Por qué esa odiosa prohibición es tan necesaria que si no existiera viviríamos en un primitivismo mayor al que padecemos?

La hipótesis que propongo en este artículo es que la represión es una fuente de energía humana aún no superada.

Olvídense de que la prohibición del incesto obedece a causas genéticas y que no debemos tener sexo con personas de la familia porque engendraríamos monstruos. Esto es un mito disparatado que sigue generando adeptos.

Según algunos antropólogos el origen de esta norma de hierro vigente en casi todas nuestras colectividades respondió a la necesidad de establecer lazos familiares pacificadores de las continuas luchas entre tribus vecinas.

Si nuestras mujeres quedan reservadas para los varones de la tribu vecina y ellos hacen lo mismo, terminaremos rodeados de tíos, sobrinos, nietos, cuñados, yernos, suegros, con los que la guerra podrá continuar pero con muchos menos derramamientos de sangre (como actualmente ocurre).

Sin embargo, esta explicación antropológica no está indicado el verdadero origen que nos llevó a establecer la prohibición.

Los humanos funcionamos bien cuando tenemos que superar ciertas resistencias (1). Las facilidades nos atrofian, nos vuelven apáticos, indolentes, aburridos, deprimidos y nada más complicado que renunciar a la madre, al padre o a los hermanos para saciar nuestro pujante deseo reproductivo (sexual).

En suma: los humanos somos la única especie que prohíbe el incesto porque necesitamos dificultades para mantenernos activos.

(1) Dependemos de la injusticia distributiva

Artículos vinculados:

Comprender equivale a legislar

La medicina preventiva como fuente de temor

Los hijos asalariados

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sábado, 29 de octubre de 2011

Dependemos de la injusticia distributiva

Las luchas sociales, económicas y políticas por eliminar la «injusticia distributiva», son necesaria, no para superar dicha injusticia sino porque necesitamos «luchar».

Cuando hablamos de «injusticia distributiva» sobreentendemos que nos estamos refiriendo a una supuesta causa de que existan ricos y pobres.

También estamos sobreentendiendo que existe una sola justicia según la cual todos deberían tener el mismo derecho a disfrutar de los bienes del planeta.

Dicho de otro modo: en este mes de octubre de 2011, según una agencia especializada de las Naciones Unidas (UNFPA), la población mundial es de 7.000 millones de personas. Por lo tanto, «justicia distributiva» podría llamarse al reparto de la riqueza planetaria entre esa cantidad de habitantes.

Como esto es impracticable podemos concluir que la «justicia distributiva» en términos matemáticos es imposible.

Si esta «justicia distributiva» es imposible podemos concluir que existe más de una forma de reparto con lo cual ingresamos en el terreno de lo opinable y donde el pensamiento único sería arbitrario.

Podemos estar seguros que existen agrupamientos de personas que se han puesto de acuerdo en darle una definición concreta al concepto «justicia distributiva» para luego trabajar (luchar) por alcanzarla.

Acá tenemos un dato interesante: si se han puesto de acuerdo en una definición y tienen que trabajar (luchar) para alcanzarla, es porque esa definición responde a algo que aún no tienen, que en todo caso tienen otros o que sólo está en el mundo de las ideas (fantasías, ideales, utopías).

Si aceptáramos que las personas necesitamos las necesidades y los deseos para poder vivir (1), entonces es posible pensar que las molestias causadas por la «injusticia distributiva» son necesarias y que el trabajo (lucha) para eliminarlas es el objetivo verdaderamente buscado.

En suma: los humanos necesitamos la disconformidad provocada por la «injusticia distributiva» para poder luchar y mantenernos vivos.

(1) La escasez como fuente de vida

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viernes, 28 de octubre de 2011

La alegría mortífera

La satisfacción puede ser un fantasma terrorífico para personas que huyen de la holgura económica, del bienestar, de las alegrías.


— ¿Cómo te va, Juancito?
— ¡Muy bien y hasta con miedo a que me vaya mejor!

Este chiste popular, no conservaría algo de gracia si no fuera porque está condimentado con un poquito de verdad.

¿Dónde está esa pizca de verdad? Está en la parte donde se dice «tengo miedo a».

El abominable «sentido común» es ese prejuicio que sirve para ocultar alguna verdad preocupante. El prejuicio en este caso es pensar que todos seríamos felices mediante situaciones alegres.

Lo real no es eso. Un conjunto muy grande de personas no quiere progresar, evita (inconscientemente) tener más dinero, conseguir un buen trabajo, llevarse bien en la vida familiar, tener hijos que sólo den satisfacciones.

Efectivamente, a este numeroso grupo de evasores del placer les da miedo caer en un estado de bienestar que podría hacerlo «estallar de alegría», «morirse de la risa», «disfrutar como loco», y demás desgracias asociables al bienestar.

En períodos de crisis económica, es frecuente detectar el vertiginoso aumento de los juegos de azar.

Esta forma de ganarse la vida tiene una particularidad que es casi infalible: nunca el apostador tendrá mejor suerte que el administrador de los sorteos (para el caso en que por «suerte» sólo se entienda «ganar»).

Jugar a la lotería es una manera segura de mantenerse a salvo de la cruel, repentina y sorprendente solvencia.

La vía racional, repetida hasta el cansancio por los educadores, los padres y demás consejeros (incluidos los textos de autoayuda), consiste en trabajar duro, invertir y arriesgar siempre con moderación y llevar una vida frugal, asegurándose de que los ingresos siempre serán iguales o superiores a los gastos.

Pues no, muchas personas temen morir (estallar, fragmentarse) de alegría.

Artículo vinculado

Dolor sin masoquismo

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jueves, 27 de octubre de 2011

Los fanfarrones disfrazados de valientes

Los varones, quienes culturalmente debemos ser valientes y arriesgados, no cuidamos prudentemente el patrimonio familiar beneficiando así a los ricos.

Con un estado de ánimo que varias veces me he autocriticado como paranoico, escéptico, patológicamente desconfiado, he compartido con ustedes la suposición de que la pobreza también es cultivada sigilosamente por quienes desean generar condiciones favorables para su mejor y más fácil enriquecimiento.

En ese estado de ánimo les he comentado que el cristianismo hace milenios que nos viene diciendo que lo mejor es ser pobre, entre otros motivos porque de ellos será el reino de los cielos, un promisorio sitio al que sólo se accede después de morir (1).

También comenté (2) que algunos filósofos griegos han sido convertidos en «grandes pensadores de la antigüedad» porque desestimulan el enriquecimiento y tratan de concentrar nuestros intereses en los asuntos inmateriales.

Me provocan mucha desconfianza las ideologías de izquierda (3), que se muestran como muy amorosas, protectoras y justicieras con los pobres, alentando las soluciones al estilo Robin Hood, cuando lo que en realidad quieren es conservar a esa mayoría como votantes cautivos que los mantengan en el poder gubernamental.

Estas teorías de estilo confabulatorio que intentan explicar la interminable pobreza patológica, salen a luz una vez más en este artículo para comentarles la siguiente idea:

Es muy alto el porcentaje de personas que se avergüenza de su cobardía.

De cien avergonzados, noventa y ocho son varones. Esto es así porque nuestra cultura reconoce que las mujeres no sólo pueden abrigar temores sino que con ellos se las admira por su «femineidad».

Los varones, generalmente administradores del patrimonio familiar, tenemos que ser audaces, temerarios, valientes, gracias a lo cual, un significativo grupo de nosotros hace transacciones perjudiciales, negocios fracasados, se cree omnipotente, todo lo cual termina logrando que los ricos enriquezcan.

(1) La ineficiencia de nuestra especie
(2) La pobreza filosófica
(3) El robo y las ideologías de izquierda

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miércoles, 26 de octubre de 2011

La justicia vengativa y la pobreza envidiosa

Del uso del lenguaje depende que los cambios sociales y económicos ocurran o queden bloqueados por décadas.

Alguna vez he comentado sobre los «eufemismos» (1): esos vocablos que comienzan a utilizarse para sustituir otros antiguos y que por algún motivo han generado una connotación desagradable. Así tenemos el caso de «personas grandes» para sustituir a «personas ancianas», «hacer el amor» para sustituir a «copular», «películas condicionadas» para sustituir a «películas pornográficas».

La connotación desagradable de los antiguos vocablos que caen en desuso puede referirse a cuestiones de amor propio, a no querer reconocer que hubo un error.

Un manejo inteligente del lenguaje puede permitir que algo ocurra mientras que un uso torpe del lenguaje puede impedir un hecho.

Estas reflexiones están inspiradas por algunos usos idiomáticos que se hacen en Cuba para poder ir cambiando el modelo revolucionario hacia una economía que mejore el nivel de vida de la población.

Sería contraproducente que los líderes comunicaran un «cambio del modelo revolucionario» porque eso causaría la impresión de que estuvieron equivocados durante medio siglo.

Es más inteligente decir que la nación ingresa en una etapa de actualización del modelo económico.

Algo similar ocurre con el concepto de justicia. Si decimos la cruda realidad, no podemos evitar concluir que se trata lisa y llanamente de una venganza organizada, burocratizada, sistematizada por el Estado.

Para evitar este choque frontal contra la realidad, todos somos educados para creer que la justicia es un valor sublime, excelso, superior. Haciéndolo así, podemos mejorar la convivencia pues efectivamente tramitamos la venganza, aplicamos la Ley del Talión y nadie se siente atacado en su sensibilidad.

Volviendo al caso cubano, es mejor dulcificar paulatinamente la furia que hace medio siglo se desató contra los ricos a reconocer que esa furia no es más que una envidia inconfesada.

(1) Dios es [hacer el] amor

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martes, 25 de octubre de 2011

La pobreza filosófica

Los grandes filósofos, ideólogos de nuestra cultura actual, aconsejaron la pobreza y no molestar a los ricos.

Palabras tales como Bien, Idea, Verdad y Sabiduría, han sido escritas con Mayúscula para darles prestigio, no solo al vocablo sino al concepto que las define.

Los filósofos que han llegado a nuestros días (Sócrates, Platón, Aristóteles), han sido personas de una cierta corriente ideológica, de tal forma que para los que estudiamos la filosofía sin llegar a ser expertos, nos queda la sensación de que esas fueron las únicas formas de pensar que dieron origen al pensamiento moderno.

Aunque existían esclavos y las mujeres eran menos importantes e influyentes que los varones, ese es el modelo que seguimos tomando.

La idea fundamental que deseo comentar es que esos personajes tenían desprecio por lo material, la riqueza, el dinero y sólo privilegiaban el plano de las ideas, lo espiritual, lo religioso.

Por lo tanto, en la actualidad estamos influidos por las ideologías más modernas referidas a cómo administrar los dineros de producción colectiva (capitalismo o socialismo) y por las que parecen ser las originarias, el comienzo, lo básico.

Históricamente podemos ubicarnos cinco siglos antes del comienzo de nuestra era cristiana.

En un intento de sintetizar (resumir, condensar, concluir), los grandes pensadores como los mencionados han sido personas que tuvieron ideas buenas, pero sobre todo, tuvieron ideas útiles para quienes poseyeron el interés y los recursos para hacerlas famosas, populares, «verdaderas».

Efectivamente, las religiones y los filósofos han pregonado la conveniencia de no apegarnos a los placeres mundanos, terrenales, materiales para dedicarnos a trabajar, obedecer, prepararnos para una vida posterior a la muerte, dejando así el terreno libre para que los inversionistas que patrocinaron a los grandes filósofos, puedan enriquecer, tener una excelente calidad de vida, la mejor educación para sus hijos.

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lunes, 24 de octubre de 2011

Víctimas de la injusticia

Una interpretación filosófica equivocada de los sufrimientos inherentes al funcionamiento biológico de la vida, puede provocarnos pobreza patológica.

A falta de explicaciones mejores, la humanidad se explica las dificultades propias de existir diciendo que son castigos por haber pecado, que son una condena porque somos culpables de algo.

Nuestro cerebro sólo puede percibir humanizándolo todo. Esto es inevitable. Y también es inevitable que todos nuestros inventos sean humanoides (con rasgos antropomórficos). Por eso el o los dioses, tienen características humanas.

Vivir tiene varias molestias (1), y como los humanos castigamos haciendo sufrir, entonces todo sufrimiento es un castigo provocado por alguien que tiene características humanas, sólo que en grados superlativos, pues los dioses son súper humanos: o muy buenos o muy malos.

Desde la desobediencia que cometieron Adán y Eva (comer una manzana prohibida), sufrimos porque fuimos castigados a ganamos el pan con el sudor de la frente y a parir con dolor.

Otro castigo recibido de los dioses condenó nuestra inagotable arrogancia. Es por eso que los hombres y las mujeres somos personas separadas y nos buscamos desesperadamente. Para peor, cuando nos encontramos, el vínculo no es del todo satisfactorio.

Por lo tanto, los humanos explicamos las molestias propias de vivir como si fueran castigos por culpas que cometieron personas fallecidas hace miles de años.

Esto nos lleva a la conclusión de que padecemos injustamente.

Cuando un ser humano padece injustamente, suele ponerse de mal humor, agresivo, reivindicativo, peleador, ofuscado, vengativo (eligiendo alguna víctima suficientemente débil para asegurar el éxito) o, por el contrario, puede sentirse abatido, deprimido, resignado, desmoralizado, desvitalizado, apático.

En aquellos seres humanos que se creen víctimas de un castigo injusto y que reaccionan con agresividad o depresión, ven su capacidad productiva severamente afectada y se convierten en candidatos seguros de una pobreza patológica.

(1) Blog especializado en las molestias de vivir.

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domingo, 23 de octubre de 2011

El amor y el odio asociados

Ganamos nuestro dinero vinculándonos con quienes amamos y con quienes odiamos, mientras no ganamos ni perdemos nada con quienes no tenemos algún vínculo (indiferentes).

Una forma de plantear el problema de cómo ganar el dinero que necesitamos para autosustentarnos puede ser la siguiente:

1. Los sentimientos que nos unen son dos: el amor y el odio.

2. El sentimiento que nos separa es la indiferencia.

3. El dinero necesario para autosustentarnos proviene de quienes amamos y de quienes odiamos y no proviene de quienes mantienen con nosotros una relación de indiferencia.

4. El amor es productivo por razones que parecen obvias y por eso las enuncio someramente:

4.1. El amor es esencial entre quienes se unen para reproducirse.
4.2. Estimula la simpatía, comprensión, empatía.
4.3. Estimula la cooperación, asociación, confianza.

5. El odio es más difícil de comprender porque el «sentido común» lo asocia con factores exclusivamente negativos, sin embargo:

5.1. Estimula la discriminación (yo/tu), la diferenciación de intereses (me sirve/no me sirve), la propiedad (mío/tuyo).
5.2. Estimula el afán competitivo, mejora la producción, la oferta, los precios.
5.3. Le da transparencia y previsibilidad a las actitudes (amistosas/no amistosas).

Repito: con quienes no tenemos sentimientos de ningún tipo (indiferencia), no podemos vincularnos, transar, negociar, ganar dinero.

Aunque es muy desagradable hablar de odio y enemigos, es preferible hacerlo a quedarnos sin entender en qué situación estamos.

— Cuando tenemos un negocio, no somos amigos de los competidores;

— Cuando concursamos para la obtención de un trabajo, no amamos a quienes pueden dejarnos sin él;

— Si no contáramos con esos antagonistas (enemigos), la calidad de los servicios y las mercancías sería el peor posible pues nadie se esfuerza innecesariamente (1);

— En la competencia mercantil (como empresarios o asalariados), funciona la «suma cero» (2) en tanto lo que gana uno, otro deja de ganarlo.

(1) Sobre la indolencia universal

(2) Los ricos son campeones

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sábado, 22 de octubre de 2011

La escasez como fuente de vida

El sentido común asegura que la saciedad es el estado ideal, pero el sentido común se equivoca: algunas personas prefieren (funcionan mejor con) la carencia o la escasez.

La necesidad puede ser un hueco o un tapón que tapa ese hueco.

Me explico:

Lo que mueve la vida son las necesidades y los deseos.

Las necesidades son esas carencias de elementos vitales sin los cuales no hay vida (aire, alimento, agua, evacuación de residuos alimenticios, descanso).

Los deseos también son carencias pero cuya satisfacción es menos urgente, perentoria, imprescindible que las necesidades. Son deseos: escuchar música, investigar, compartir, abrazar.

Volviendo a la primera oración, la necesidad es un hueco cuando se expresa naturalmente, cuando nos obliga a llenarlo para resolver la urgencia, aunque sabemos que tarde o temprano se repetirá la historia: comemos, damos por satisfecho el hambre, pero en unas pocas horas la sentiremos de nuevo.

Volviendo a la primera oración, la necesidad es un tapón que tapa el hueco cuando por algún motivo alguien necesita la necesidad, es decir que la persona con esta característica busca la ansiedad de la carencia, se moviliza para sentir hambre, cansancio, privaciones.

Lo digo de otro modo: las necesidades y los deseos son estímulos naturales para que se produzca el fenómeno vida (1), son la «zanahoria» que hace mover al ingenuo burro (2), son el atractivo que nos presenta el futuro para que avancemos hacia él, movidos, motorizados, dinamizados, empujados por ese hueco que nos genera malestar, del cual queremos salir (aliviarnos) con algo parecido a la mítica «zanahoria».

Para quienes ese atractivo futuro (la «zanahoria») es la necesidad, la carencia, el malestar por no tener, entonces se satisfacen saludablemente con la pobreza (no padecen pobreza patológica).

En suma: algunos se concentran en cancelar la carencia y otros se concentran en conservar la carencia.

(1) Los perjuicios de las donaciones

(2) Deseo besarte o practicar equitación

Comprar es sedante

Pobreza epidémica

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viernes, 21 de octubre de 2011

Hijos: inversión o pérdida

Cuando los padres se debilitan física y económicamente, los hijos quedan enfrentados a cuánto se valoran a sí mismos.

Al menos en los pueblos rioplatenses (argentinos y uruguayos), puede decirse «Fulano, regalado es caro», para significar que «Fulano» no tiene valor, que es una persona despreciable, inútil, inservible.

En condiciones normales, nadie se alegra de recibir esta cotización. Por lo tanto, de una u otra manera, todos tratamos de ser «ciudadanos meritorios», «grandes compañeros de trabajo», «buenos amigos», «hijos maravillosos».

Retomo un tema del que he compartido con ustedes dos o tres comentarios (1) y que refiere a la supuesta deuda de gratitud o económica que tenemos hacia nuestros padres por habernos gestado, criado, alimentado, educado y, en definitiva, destinado parte de su esfuerzo a pagar lo que hemos gastado hasta que pudimos autosustentarnos con nuestros propios ingresos.

A partir de esa expresión popular, que seguramente tiene su semejante en otros países hispanoparlantes, y en el entendido que todos preferimos ser valiosos, no queremos que nuestros padres piensen que «regalados, somos caros», que no tenemos valor.

Dicho de otro modo, si llegamos a la conclusión de que no tenemos ninguna deuda con ellos, seguramente no tenemos valor y, en el peor de los casos, quizá tengan que disculparse con el resto de la sociedad por haberles entregado un ciudadano tan inútil. Todo lo que invirtieron en su hijo inútil fue un error, una pérdida.

Los padres más afortunados son los que en la ancianidad pueden gozar de una vida feliz gracias a las ganancias generadas por su hijo rentable.

En suma: Si queremos sentirnos valiosos, con la autoestima elevada, podemos darles el mayor placer, comodidad y si fuera posible lujo a nuestros padres y así demostrar y demostrarnos cuán acertados estuvieron en gestar y criar a su «hijo maravilloso».

(1) La deuda imposible de pagar

La normalidad teórica (aunque posible)

La supuesta deuda con los padres

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jueves, 20 de octubre de 2011

El endeudado nace, no se hace

Algunas personas gozan endeudándose de más y una opción que pueden elegir es la de creer que tienen una deuda (impagable) con sus padres.

La deuda imposible de pagar es el título de un artículo (1) que refiere a la deuda que los hijos generarían con sus padres.

El resumen inicial del artículo dice:

«La tradición de que los hijos mantengan a los padres cuando envejecen, puede convertirse en una responsabilidad tan deprimente, agobiante y desestimulante, como para causar pobreza patológica

Estos comentarios refieren al compromiso, tan profundo que parece genético, por el cual durante milenios los hijos (o algunos hijos) han asistido a sus padres ancianos en todo lo necesario: alimentación, alojamiento, cuidados médicos.

En aquella ocasión les decía que si aceptamos que lo que nuestros padres hicieron por nosotros nos generó una deuda, entonces estamos técnicamente en quiebra porque sería una fortuna.

Hoy cambio el eje del razonamiento para ponerme en «la vereda de enfrente», no sólo porque también existe sino porque tiene sus atractivos.

Muchas personas quieren estar endeudas y otras (quizá menos) quieren estar muy endeudadas.

El motivo confesable de quienes disfrutan endeudándose es que ciertas circunstancias ineludibles (compromisos, gastos en salud, generosidad de carácter) obligaron al deudor a contraer deudas que en el momento de contraerlas, él y muchos otros, sabían que no serían pagadas.

Ayuda a comprender este encarcelamiento financiero recordar que el placer humano puede estar radicalmente divorciado del sentido común: alguien puede gozar vomitando, yendo a la cárcel o casándose con la peor opción.

Por lo tanto, aquellos hijos que gozan sintiéndose enterrados en deudas, que ni en cuatro reencarnaciones podrían pagarse (como es el caso de la deuda que imaginariamente alguien podría tener si la gestación y crianza hubiera que pagarlas), hará lo posible por sentirse financieramente obligado con sus padres.

(1) La deuda imposible de pagar

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miércoles, 19 de octubre de 2011

«Todos lo sabían menos yo»

Ser el último en enterarse es una situación generalmente terrible, pero ocurre.

Usted y yo tenemos la ingrata obligación de dejar sin trabajo al gerente de personal porque venderemos el 51% de la empresa y el nuevo propietario puso como condición que ese cargo sea ejercido por su yerno, quien actualmente está desocupado, que la hija está esperando lo que será su primer nieto, que es una persona muy capacitada, que la sustitución de uno por otro no solo no causará problemas sino que por el contrario, los resultados favorables no se harán esperar.

Hace años que González trabaja con nosotros, nos ha solucionado una enormidad de conflictos gracias a su indiscutida capacidad y, sobre todo, a la fidelidad que siempre ha tenido para con nuestra compañía.

Sin embargo, para la familia de usted lector y la mía, fue una oportunidad que no pudimos dejar pasar. Nuestros hijos están próximos a ingresar a la universidad, necesitamos el dinero de la venta para darles lo mejor y no podemos responsablemente priorizar los merecidos intereses de González en desmedro de las economías familiares de usted y mía.

Sabemos que González conoce mucho de nuestros negocios, tiene vínculos personales con nuestros competidores, se lleva muy bien con los líderes naturales de nuestro personal y por eso no podemos avisarle a González que será despedido, a pesar de su excelente desempeño, trayectoria y que con sus 50 años le será muy difícil volver a emplearse.

Aunque ni a usted ni a mí nos gusta lo que vamos a hacer, tenemos que manejar nuestra decisión en la más absoluta reserva y reconocer que todo esto que tan injustamente perjudica a nuestro leal colaborador no es otra cosa que la mala suerte de él.

Por lo tanto, González será el último en enterarse de su despido.

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martes, 18 de octubre de 2011

El precio justo

El valor de los componentes de un precio no es fácilmente determinable.

Los profesores a veces abusan del poder que tienen sobre los alumnos.

Les cuento un caso:

Para una evaluación escrita, el docente, deseoso de burlarse de sus alumnos de nivel universitario, les puso una pregunta sorprendentemente sencilla. Esta decía «¿Que es el precio justo?».

Los alumnos comenzaron a llenar hojas y hojas con lo que habían leído sobre mercados, comercio, autores. Solamente uno de ellos se mostró angustiado y entregó su hoja firmada con un lacónico: «No sé».

Cuando el docente trajo la devolución de los trabajos corregidos y calificados, dejó para el final a nuestro «angustiado» quien lógicamente había recibido un «cero».

El desdichado levantó la mano y le preguntó al docente: ¿Cuál era la respuesta correcta?

El profesor, pensando que el alumno se estaba burlando, leyó de mala gana algunas de las respuestas de los mejores trabajos y nuestro protagonista comenzó a preguntar:

Si gran parte del precio del producto corresponde a la mano de obra, ¿hay precio justo si los trabajadores son explotados?

¿Quiénes determinan qué es salario justo? ¿... y calidad de vida digna? ¿... y otras condiciones laborales como salubridad, seguro por desempleo, previsiones por invalidez, enfermedad y vejez?

En el «precio justo», ¿no habría que considerar también que los países productores de materia prima reciban el mismo trato que los países del primer mundo?

¿Cómo intervienen los subsidios, las políticas arancelarias, los monopolios y el dumping en la determinación de un precio para que podamos denominarlo «justo»?

¿Hay precio justo cuando es el productor quien tiene que pagar los intereses del financiamiento o el comprador siempre debería dar un adelanto para asegurar su compra (seña) y financiar la producción?

¿Comprende por qué no sé que es «precio justo»?

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lunes, 17 de octubre de 2011

Sobre la adivinación

Quienes pronostican el futuro en realidad expresan su propio deseo y luego harán lo posible para que su vaticino (deseo) se cumpla.

Es cierto que la incertidumbre (1) es molesta y hasta puede llegar a torturarnos si la expectativa refiere a algo tan preocupante como es el resultado de una biopsia.

La intensidad de ese estado ansioso depende no solamente de cuán importante sea la expectativa, sino también

— de nuestra tolerancia a la ansiedad (algunas personas son más ansiosas que otras) y

— de cómo sean las otras dudas sobre el futuro: no es lo mismo esperar el resultado de un examen escuchando música a esperarlo cuando han ocurrido sismos y son posibles réplicas (reiteración de un sismo).

El antídoto (calmante) más utilizado para aliviar la incertidumbre es la adivinación del futuro, el pronóstico, la futurología.

A partir de que la humanidad ha nacido en un sistema solar relativamente estable y en un planeta que no ha variado su ritmo desde que existimos como especie, podemos extrapolar (extender, comparar) esta previsibilidad de los días, las noches, los meses, los años, como también podemos saber cómo estarán las agujas de un reloj en cualquier momento futuro si nunca se detuviera.

Esta previsibilidad tan confiable (la del sistema planetario), cuando se suma a nuestra imperiosa necesidad de bajar la ansiedad que nos produce la incertidumbre, nos compele a un fuerte abandono de la racionalidad para creer que el futuro puede ser pronosticado en cualquier tema.

Cuando intentamos ganar dinero nos encontraremos con que:

— Nos dirán qué ocurrirá en el futuro aunque en realidad no puedan saberlo,
— Luego de emitido su pronóstico, los adivinos harán lo posible para que se cumpla su pronóstico, ya sea alterando los acontecimientos o la información sobre los mismos,
— Tendremos muchas ganas de creer en esas farsas.

(1) La enfermedad que nos alivia

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domingo, 16 de octubre de 2011

El poder beneficia a quien lo tiene

Quienes detentan el poder suelen ejercerlo mediante la administración de dinero y siempre deciden según su conveniencia personal.

El poder, tan deseado por todos, es la parte humana que siempre está compitiendo con otros semejantes. Nuestra cuota de poder trata de imponerse a la cuota de poder que poseen quienes nos rodean:

Por ejemplo: Quién pone la mesa, quién lava la vajilla, quién compra los zapatos que necesita el hermanito más chico, quién habla con el vecino para que repare la pérdida de agua que nos está estropeando el techo del apartamento, a quién elegimos como director de la empresa, a quién como presidente del sindicato o de la república.

El poder es el derecho que tenemos sobre quienes nos rodean, tanto sea para lograr que nos ayuden como para evitar que ellos ejerzan su cuota de poder sobre nosotros (neutralizarlo).

La administración del dinero es una herramienta de poder que sirve para beneficio del administrador, aunque el discurso habitual relativiza este hecho que me animo a plantear como categórico.

Lo repito: Los administradores de dinero trabajan en beneficio propio.

— El asalariado que trae el sueldo para los gastos propios y de la familia, decide qué deseos o necesidades se atienden y cuáles no, aunque la mano ejecutora de estas decisiones sea otra persona;

— El director de una empresa la administra para sacar la mayor ventaja, sin perjuicio de que deberá contemplar los deseos de los accionistas y de quienes trabajan para él, porque esta es la forma en que más beneficio extrae de su posición de poder:

— Lo mismo ocurre con el presidente del país: hace lo que más le conviene, sin olvidar que muchas veces le conviene que sus gobernados sean felices con él para que vuelvan a elegirlo y le permitan conservar los privilegios del poder.

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sábado, 15 de octubre de 2011

La enfermedad que nos alivia

Cuando nuestra mente construye historias terroríficas a partir de datos imaginarios, la vida se convierte en un tormento insoportable. En estos casos, buscar certezas puede ser una actitud desesperada que no repara en costos. Por eso la aversión a la duda y a los riesgos, puede ser causa de enfermedad y el consiguiente empobrecimiento.

La convicción nos genera un gran alivio, inclusive cuando el yerro y las consecuencias materiales de esa convicción sean notoriamente perjudiciales.

Para no pensar en todo lo que nos puede pasar, para eludir la mortificación que nos provoca la inseguridad, la duda, el no saber si estamos próximos a sufrir, usamos algunas técnicas:

— Quienes adhieren al «pensamiento único», se oponen a la libertad de expresión y sólo admiten un partido político, una sola religión, una sola opinión. Es la anulación total de la libertad, de la diversidad, de la tolerancia;

— Una «idea fija» es una patología psíquica muy severa que padecen pocas personas aunque en muchos casos diagnosticamos «artesanalmente» esa característica en quienes sólo piensan en una sola cosa (el sexo, la corrupción, la envidia);

— La obsesión tiene semejanzas con la idea «idea fija» pues el obsesivo pierde la capacidad de modificar su conducta para adaptarse mejor a las circunstancias cambiantes. No es temerario suponer que la obsesión (como los ya mencionados), tiene como estímulo privilegiado el control de la mortificante incertidumbre;

— Desde mi punto de vista, podemos padecer cualquier enfermedad, padecimiento o accidente para «ayudar» a nuestra mente a que se fije, concentre, focalice en recuperar la salud, aunque el motivo desencadenante haya sido el apartamiento de la incertidumbre. Una fuerte preocupación «encarcela» el pensamiento cuando su libertad es fuente de dolor.

En suma: Los diferentes procedimientos para eludir la incertidumbre, siempre limitan la potencialidad productiva y por eso son causa probable de empobrecimiento.

Nota: La imagen es un autorretrato de la pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954), titulado «La columna rota».

Artículos vinculados:

La incertidumbre, el cuerpo y el patrimonio

La ambivalencia de la figura materna

¿Por qué un círculo es perfecto?

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viernes, 14 de octubre de 2011

Redactar para resolver

La mitad de un problema queda resuelto con un buen planteo.

«En esa aldea la gente sale a caminar portando un cartel con el problema que la aqueja porque nunca falta quien la aborde para darle la solución.»

En esta brevísima historia se muestra algo que puede servir para ganar dinero.

Los habitantes de esa aldea expresaban su problema dentro del breve espacio que permite un cartel de uso personal. Me lo imagino grande como una tarjeta postal (24 cms. de ancho por 11 cms. de alto).

¿Cuál es la dificultad que ofrece dar un mensaje con pocas palabras?

La dificultad está en que debemos pensar mucho para encontrar las palabras más significativas y ordenarlas en una oración que sea clara de entender.

Si usted hace el intento, podrá comprobar que para encontrar esa breve frase tan comunicativa deberá pensar muy intensamente sobre las particularidades de lo que quiere comunicar.

Le pongo un ejemplo:

— Si usted vende pescado, seguramente no necesitará escribir nada porque el propio olor de su mercancía hablará por usted.

— Si usted se dedica a curar enfermedades con los recursos de la medicina tradicional, alcanza con que el cartelito diga «médico».

— Si usted se dedica a curar enfermedades del aparato digestivo, empiezan los problemas porque en el cartelito deberá ingresar una palabra tan extensa como «gastroenterólogo».

— Si usted se dedica a vender cierta mercadería especial, tendrá que describirla, para lo cual tendrá que conocerla hasta determinar sus características esenciales y que otros puedan entenderlas.

— Si además usted ofrece a los compradores algún tipo de financiación, deberá resumir claramente esta facilidad.

En suma: para poder ganarnos la vida, es imprescindible saber qué ofrecemos, expresarlo brevemente y que los demás lo entiendan.

Seguramente, los aldeanos del cuentito encontraban la solución cuando intentaban poner en palabras cuál era su problema.

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jueves, 13 de octubre de 2011

El reclamo de los quejosos

Quienes se caracterizan por dedicar mucho tiempo a quejarse, se dirigen a Dios porque suponen que Él los tienen un poco olvidados.

Lo real es que para ganarnos la vida tenemos que trabajar: cultivar la tierra, ordeñar las vacas, tejer los hilos de algodón o lana, confeccionar prendas de vestir, fabricar y vender utensilios de cocina, manejar camiones, financiar estas actividades, gobernar.

Para realizarlas es preciso dedicarles tiempo de aprendizaje, tiempos de elaboración, interrumpir otros entretenimientos, diversiones o descanso, arriesgar inversiones, enfrentarnos a nuestros potenciales compradores, convencerlos, competir con otros que hacen lo mismo, pagar los impuestos.

El verbo casi único es «hacer».

Sin embargo para algunas personas no es esto lo que hay que hacer para ganarnos la vida (dinero para comprar alimentos, abrigo, alojamiento, estudios).

Para esas personas en las que estoy pensando lo que hay que hacer es conseguir la aprobación del dueño de todo, caerle simpático, obedecerlo, decirle piropos, demostrarle sumisión, respeto y miedo. Adularlo, hacerle publicidad mencionándolo («Gracias a Dios», «Si Dios quiere», «¡Ay, por Dios!»).

Para esas personas el dinero no llega a nuestras manos por lo que hacemos sino por quienes somos. Si somos hijos de Dios, hijos de un padre rico, amigos de gente influyente, entonces ocurrirá lo que debe ocurrir: el dinero llegará a raudales, muy pocos proveedores querrán cobrarnos por sus mercancías y servicios, los propios organismos recaudadores perdonarán nuestros compromisos fiscales.

Algunos personajes con estas características son visibles, van y vienen sin que nadie sepa qué están haciendo además de mostrarse y cobrar.

La mayoría no son visibles sino audibles.

Efectivamente, todos los quejosos, plañideros y protestones son personas cuya tarea consiste en hacerle saber a su Dios amoroso, proveedor y justiciero, cuánto están sufriendo, cuánto necesitan, cuán pobres mártires son, llorando por sentirse abusados, víctimas, desfavorecidos, postergados.

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miércoles, 12 de octubre de 2011

Nadie, en su sano juicio, desea pagar

Este comentario refiere al vínculo que existe entre quien paga (comprador, empleador, paciente) y quien cobra (vendedor de bienes o servicios).

Para ir directo al tema podemos tomar como punto de partida las siguientes premisas:

— Todos queremos cobrar pero no queremos pagar;

— Todos queremos que nuestro trabajo sea muy valorado pero que los demás trabajen para nosotros en forma gratuita.

A partir de estos datos generales, surgen diferencias, distorsiones, excepciones, rarezas, tales como:

— Si no se puede evitar, pagaremos (bajo protesta, contrariados, frustrados) por las mercancías o servicios que nos entregan;

— Aunque parezca obvio que los intercambios son justos cuando ambas partes se entregan valores equivalentes, tendremos que luchar en cada ocasión para que nuestro cliente, paciente o empleador no intente quedase con nuestro dinero, honorario o salario.

Este clima de tensión que describo aparenta ser exagerado, imaginario o imposible porque ya estamos acostumbrados a vivirlo con naturalidad y los actores económicos acostumbrados a pagar y a cobrar dan por sentado que dependerá sólo de su vigilancia que el otro no lo perjudique, robe o estafe.

Ya todos sabemos que tenemos que contar el dinero recibido antes de que el pagador se aleje, que deberemos ir a cobrar personalmente a quien nos pagará en forma diferida (compra a crédito, a plazo) y que no podemos quedarnos cruzados de brazos esperando que llame a nuestra puerta para entregarnos el dinero con una imborrable sonrisa de satisfacción.

Este artículo sirve para no perder de vista el dato más importante de nuestras transacciones económicas: que nadie quiere pagar, que todos queremos recibir los bienes y servicios en forma gratuita y que nuestro deudor (quien nos debe dinero) encontrará razonable que tengamos que perseguirlo, insistirle, rogarle, esperarlo, hacerle regalos, avisarle con anticipación, cumplir puntualmente con el día, hora y lugar en que prometió pagarnos.

Artículo vinculado:

Sólo una reja marca la diferencia

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martes, 11 de octubre de 2011

El rechazo a la ayuda externa

Salvo excepciones de brevísimo plazo, es imprescindible que cada uno gane su dinero y cierre sus heridas corporales sin trasplantes ajenos.

Existen abundantes posibilidades de que el dinamismo (que otros llaman «alma» o «ánimo») está provocado fisiológicamente por las carencias (1) que ocurren en nuestro organismo, de forma similar a lo que ocurre en un vehículo cuando el medidor de combustible hace parpadear una luz roja indicándonos que debe hacerse la reposición correspondiente.

El hambre es como esa luz roja, pero también lo son el cansancio para descansar, el ardor para detener lo que excita demasiado la piel, el aburrimiento para saber que ya es hora de irnos de la fiesta.

Cuando aparecen estas sensaciones quedamos obligados a realizar acciones concretas (reales) y específicas (adecuadas a lo que hace falta).

Y eso que «hace falta» (provoca carencia, genera insuficiencia) es algo propio, personal, exclusivamente nuestro.

Podemos compararlo con una herida.

Un corte en la piel es una falta que reclama reparación, un agujero que exige relleno. El tejido abierto deberá cerrarse, cicatrizar.

En suma: Lo que llamamos ánimo (alma, ánima), son provocaciones naturales que nos obligan a movernos en busca de una solución.

Con este prólogo, vamos a ver qué ocurre con el dinero.

Para que el ánimo realmente dé vida (revitalice), esa carencia movilizadora debe provocar una reacción en quien la sufre y no en otros.

Se parece a cuando es necesario hacer un trasplante de tejido para cerrar una gran herida (quemadura, por ejemplo): lo más adecuado y saludable es el auto-trasplante (utilizar tejido sano del propio cuerpo). Por su parte, un tejido ajeno provocará el rechazo inmunológicamente.

En suma: Lo natural, saludable y quizá imprescindible, es que cada uno reaccione con su propio cuerpo a las carencias impuestas por la naturaleza. La ayuda externa es inútil o contraproducente.

(1) Los perjuicios de las donaciones

La tolerancia a la saciedad

Las molestias vitales

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lunes, 10 de octubre de 2011

Delitos para saldar una culpa

Si alguien piensa que la muerte biológica es una condena a muerte por un delito que no cometió, tratará de cometerlo para justificar la «condena».

En otros artículos (1) he comentado que es normal sentirnos angustiados porque este malestar es propio de estar vivos, pero que nuestra mente suele interpretarlo como una culpa para lo cual tenemos que salir a buscar un delito (imaginario) que justifique dicha mortificación.

De esos artículos surge que es muy probable que alguien cometa una falta que no pensaba cometer simplemente porque necesita darle una explicación razonable al misterioso sentimiento de culpa que no es otra cosa que angustia existencial.

Pensémoslo con un ejemplo similar:

Alguien recibe un cheque obsequio por valor de 1.000 que podrá ser gastado en un determinado centro comercial.

Es razonable que el beneficiario piense cuál podría ser la mejor forma de gastarlo, sobre todo porque ese regalo sólo es utilizable si se gasta y no puede ser ahorrado ni tampoco gastado fuera del centro comercial que lo emitió.

Hasta podría gastarlo en algo que no necesita.

Ahora pensemos esto al revés: si alguien cree que es culpable porque ya tiene asignado un castigo que se ejecutará inevitablemente (la muerte biológica), parecería ser que ese futuro fallecido tiene una deuda con la sociedad que esta se la cobrará en algún momento.

Es la sociedad la que tiene un cheque obsequio por valor de su vida. Como se dice de cualquier infractor, este tiene una deuda con la sociedad, pero como nunca cometió ningún delito, querrá cometerlo sólo para que la condena se justifique.

En otras palabras, si es que lo van a matar (muerte biológica), entonces cometerá faltas que justifiquen esa pena capital.

En esta lógica el sujeto podría enfrascarse en una carrera delictiva cuyos resultados económicos son casi siempre negativos.

(1) Los delitos que alivian

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domingo, 9 de octubre de 2011

La incertidumbre, el cuerpo y el patrimonio

Para el inconsciente, el patrimonio económico forma parte de nuestro cuerpo y seremos ricos o pobres según nuestra preferencia corporal.

Razonemos:

— Vivir nos produce algunas molestias físicas y psicológicas, de las que queremos librarnos cuanto antes.

— Entre las molestias psicológicas, la incertidumbre es particularmente irritante, persistente, difícil de eliminar.

— Algunos (muchos) pensamos que para bajar la incertidumbre, es bueno saber, aprender, conocer, informarse.

— Uno de los métodos que usamos para aprender es estudiar leyendo libros, concurriendo a escuelas, liceos, academias.

— Otro de los métodos que usamos para aprender es tener experiencias: actuar en la vida real, participar en equipos, involucrarnos en ideologías, enfrentarnos a riesgos inherentes a conocer gente, comunicar los sentimientos, negociar, confiar.

— Las acciones (estudiar, experimentar) desencadenadas por el deseo de abatir la incertidumbre, están condicionadas por las posibilidades que nos ofrezca el entorno pero fundamentalmente por nuestra vocación (gustos, preferencias, talento) ya que nadie puede hacer cualquier cosa (alpinismo, filosofar, ser dirigente político), sino que todos hacemos lo más que podemos ... para quitarnos de encima la molesta incertidumbre.

Nuestras acciones (estudiar, experimentar) conducentes a quitarnos la angustia que provoca la incertidumbre, se parecen a las que realiza el comprador de un supermercado, quien visita algunas góndolas y otras las ignora porque contienen mercancías que no necesita o no puede comprar.

Les comenté en otro artículo (1) que los vehículos, ropas y demás bienes parecen formar parte de nuestro cuerpo, al menos para el inconsciente.

En esta línea de razonamiento, el dinero es una parte esencial de nuestro cuerpo.

Así como algunas personas suponen que se sentirían mejor (menos angustiadas por la incertidumbre), adelgazando, quitándose las arrugas, tiñéndose las canas, también se ven mejor con dinero, con riquezas, con lujo, o por el contario, consideran que esos «adornos» de su cuerpo la afean y lucharán para evitarlos.

Nota: La imagen es de la pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954).

(1) La imagen corporal

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sábado, 8 de octubre de 2011

La violación metafórica

La vocación y el deseo no son tan flexibles sino que sólo ceden como cede alguien violado.

La violación es un delito sancionado con máximo rigor. A tal punto es repudiable que los violadores también son castigados por los compañeros de reclusión.

Dicen que la prohibición del incesto está fundamentada porque la descendencia podría presentar malformaciones, lo cual no es cierto. Los motivos parecen ser más bien económicos, pero lo que ahora me interesa comentar es que las transgresiones a esta prohibición son menos castigadas, excepto que estén asociadas a una violación.

En otros artículos (1) les he comentado que la fecundación ocurre (en la mayoría de los casos), porque la mujer intuye qué varón tiene los mejores genes para gestarle los mejores ejemplares.

Cuando ella desea a un hombre, este concurre a copular con ella con un deseo que, por su inevitabilidad, se parece a una necesidad.

En el momento del encuentro ella también está preparada física y mentalmente y así ocurre este fenómeno tan natural que resulta insólita la dramatización que hacemos de él.

Como lo único importante para los seres vivos es la inmortalidad de la especie (2), la función sexual es también la más importante y todas las demás funciones derivan de ella.

Explico mejor esto de «derivan de ella».

Los humanos actuamos metafóricamente. Nuestra conducta está determinada por el nivel de coherencia de esas metáforas.

La predisposición al coito, el amor, la atracción, la excitación, el deseo, la necesidad de reproducirnos tienen su correlato en el resto de nuestras actividades.

Si nuestro instinto desea trabajar al aire libre, estudiar botánica, tener una familia, gestar varios hijos, metafóricamente será una violación (frustración) todo lo que tengamos que hacer y no se parezca a esa atracción que la mujer siente por el hombre genéticamente más conveniente (satisfacción).

Nota: La imagen es un óleo de René Magritte, titulado La violación.

(1) «A éste lo quiero para mí»

«Soy celosa con quien estoy en celo»

«La suerte de la fea...»

(2) El espíritu en realidad es la sexualidad

Dios es [hacer el] amor

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viernes, 7 de octubre de 2011

El costo del orgullo

El orgullo (patriótico, racial, intelectual, ideológico, partidario, gremial) anula la humildad necesaria para aprender, capacitarse, estudiar.

Las teorías confabulatorias son todas aquellas que tienen como principal componente la hipótesis de que algunas personas malignamente conspiran para obtener ciertos beneficios en perjuicio de otros.

Aunque no es posible confirmar estas teorías, suelen ser realistas en la medida que todos queremos beneficiarnos «caiga quien caiga» y sólo a último momento, la educación pero sobre todo los castigos legales, nos disuaden y nos abstenemos escrupulosamente de provocar reacciones defensivas que podrían causarnos pérdidas en vez de la ganancia que buscamos.

Algunas veces he sugerido en este blog (dedicado a la búsqueda de las causas de la pobreza involuntaria) que somos persuadidos cristianamente para que repudiemos la riqueza ... y de esa manera facilitarle el acaparamiento a quienes financian esa propaganda.

Poseído por esa actitud emocional (imaginar fantasmas conspiradores) hoy les comento que otra forma que tenemos de actuar en contra nuestra (e indirectamente a favor de los más privilegiados) es siendo orgullosos, es decir, no siendo humildes.

Imaginen esta situación:

Aparece en escena un hombre, golpea las manos para llamar la atención y nos dice: «A ver, vengan para acá que intentaré sacarlos de la ignorancia».

Antes de que empiece con lo que tiene para decir, reaccionaríamos con el orgullo herido.

Aunque no sea explicitado, todo alumno es considerado alguien que no sabe y todo maestro es considerado alguien que sabe.

La situación estudiantil inevitablemente marca estos roles jerárquicamente diferentes, asimétricos, diferenciadores.

En suma: Los saboteadores de los pobres son aquellos que alientan el orgullo de clase, de raza, de ideología, de hincha deportivo, de patriotismo. Ese orgullo impide aceptar que tenemos que estudiar para no ser mascotas de gobernantes, líderes, empresarios, quienes sí tienen humildad para capacitarse (sólo para capacitarse).

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jueves, 6 de octubre de 2011

Nuestros datos secretos

El deseo propio es temible porque es nuestro «talón de Aquiles». Quienes lo conozcan podrían dominarnos y es eso lo que queremos evitar.

Si es que no lo hizo, Esopo pudo haber creado una fábula en la que un pez tonto le cuenta a un pescador cuál es su carnada predilecta.

Luego de tan ingenua comunicación, el cazador correría a cargar sus anzuelos con aquello que el pez tonto morderá, para de inmediato ingresar a la panza del oportunista.

Cuenta una leyenda que sí escribió alguien y que Homero puso en la Ilíada, que un semidiós inmortal sólo tenía un punto vulnerable en los talones. De acá surge la expresión «el talón de Aquiles» para referirnos a ese punto más débil que todos tenemos.

Ese punto más débil no es precisamente orgánico sino psicológico.

Los humanos consideramos que nuestro «talón de Aquiles» es el deseo, es decir, ese impulso incontrolable que nos lleva a realizar proezas o equivocaciones inexplicables.

El amor, la pasión, el interés, la vocación, pueden presentarse con tal intensidad que tuerzan el curso de nuestros proyectos.

He mencionado nuestra fuerte vocación por el poder (1), que lo amamos, que nos complace dominar, decidir, mandar, subordinar, imponer, nuestra órdenes a otros.

Pues bien, la forma que tenemos para defendernos de esta intención que tienen todos, consiste fundamentalmente en ocultar nuestro «talón de Aquiles», es decir, nos cuidamos muy bien de que otros sepan cuál es nuestro punto flaco, aquello por lo que tenemos debilidad.

Por eso es que mentimos, simulamos, actuamos «como si» y las negociaciones económicas y amorosas exageran esta teatralización, cuidando que nuestro oponente no sepa cuáles son nuestros puntos vulnerables, nuestros secretos personales, historia, intereses.

Si existen posibilidades de perder (dinero, prestigio, vínculo), decimos sólo lo estratégicamente conveniente, jamás diremos «cuál es nuestra carnada predilecta».

Nota: La imagen corresponde a un cuadro de René Magritte (Perspectiva I: Madame Récamier de David) que para mí representa a un paciente que se analiza sin hablar de su deseo.

(1) Amor + envidia = divorcio

Artículos vinculados:

Las necesidades y los deseos son nuestro talón de Aquiles

El talón y el oído de Aquiles

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miércoles, 5 de octubre de 2011

La rentabilidad de la franqueza

Pocas personas poseen el arte de generar en los demás (cónyuge, empleador, cliente) la confianza para informarnos qué tenemos para mejorar.

«Nosotros y nosotras» queremos ser muy competentes en las relaciones sexuales.

Deseamos que nuestro ocasional partenaire (o cónyuge definitivo, único y vitalicio), nos admire por nuestro erotismo, resistencia, pasión y demás cualidades excitantes, seductoras, fascinantes.

Claro que si de imaginar se trata, también queremos poseer los mejores atributos en cualquier otra área de nuestra vida: inteligencia, rapidez, valentía.

Con la sexualidad nos ocurre algo particular: como las demás especies la practican sin pudor, nosotros, para diferenciarnos, la dramatizamos al extremo de reprimirla, sin considerar que el verdadero rasgo inmortal está en la capacidad de reproducirnos (1).

Las demás habilidades y actividades son secundarias a la sexualidad que es «nuestra única misión» (2).

Observemos sin embargo que esta represión que tradicionalmente le hemos impuesto culturalmente a la única función importante que tenemos (reproducirnos para conservar la especie), no ha sido tan drástica ni contraproducente pues la población mundial aumenta.

Por lo tanto podemos afirmar que estamos haciendo las cosas bien, lo cual no significa que no podamos mejorarlas.

Lo que quiero proponerles es que para satisfacer nuestro deseo de ser los mejores amantes tenemos que tener una actitud tal que nuestros ocasionales (o definitivos) compañeros sexuales puedan contarnos sus preferencias y molestias, sin que tengamos que adivinarlas y molestarnos con las sugerencias.

La actividad sexual es una forma de comunicación, sin embargo la mayoría tenemos problemas para comunicarnos en asuntos de dinero (en primer lugar), en asuntos sexuales (en segundo lugar) y en asuntos varios (en tercer lugar).

En suma: Tendríamos una actitud rentable si los demás pudieran ser sinceros con nosotros, sin temor a nuestra ofensa, enojo o venganza. Mejoraríamos los vínculos en asuntos económicos y sexuales.

(1) El espíritu en realidad es la sexualidad

(2) Blog destinado a nuestra única misión (conservar la especie)

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martes, 4 de octubre de 2011

Los celos propician una vida precaria

Los celos están justificados aunque éticamente son tan humillantes como la apropiación de un ser humano por otro, como si fuera un objeto (cosa).

Existen algunos argumentos que justifican la cultura, es decir, ese conjunto de usos y costumbres que en gran medida cuestionan, combaten y logran anular el menú instintivo que poseemos como los demás animales.

Uno de los argumentos más influyentes destaca nuestra vulnerabilidad, debilidad, premadurez, es decir, el desvalimiento que tenemos y que nos obliga a protegernos, vivir en comunidades con instituciones que nos protejan de los fenómenos naturales incluidas nuestras propias acciones antisociales y antihumanas que en algunos son particularmente peligrosas.

La cultura instaló el derecho de propiedad según el cual los ciudadanos podemos ejercer el uso y abuso sobre ciertos objetos en forma exclusiva, por ejemplo, puedo hacer con mi guitarra lo que desee.

El instinto no piensa lo mismo. Para nuestro inconsciente, para nuestra esencia más profunda, el planeta y sus contenidos no tienen dueño y todos podemos tomar de él lo que necesitemos.

Del conflicto entre la cultura (derecho a la propiedad) y el instinto según el cual no existen propietarios exclusivos de nada, surgen los delitos (1), que en este caso son, por ejemplo, robo, defalco, apropiación indebida, usurpación.

Para ganar el dinero necesario para subsistir, podemos actuar dentro o fuera de la cultura.

Los resultados no ofrecen dudas: la vida fuera de la cultura es muy precaria y dentro de ella puede llegar a ser digna.

Los celos son tan naturales, primitivos e instintivos como el deseo de robar.

Como la persona celosa imagina que su ser querido le pertenece y la cultura dice que ningún ser humano puede ser propiedad de otro, entonces:

Una persona celosa está fuera de la cultura y se expone a una vida precaria.

Artículos asociados:

Las soluciones para la delincuencia son primitivas
La compra-venta de objetos robados
El robo y las ideologías de izquierda

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lunes, 3 de octubre de 2011

Los perjuicios de las donaciones

Cuando un rico hace una donación, estimula su propia vida; cuando un pobre recibe esa donación, padece un desestimulo para su vida. Donar desvitaliza al beneficiario.

En un mundo capitalista, las ideas de Jacques Lacan (psicoanalista francés – 1901-1981) parecen anticapitalistas.

Pero esta forma de organizarnos económicamente no tiene por qué ser un referente válido para entender lo que pensó este señor.

Explicado a mi manera (porque si lo hiciera como él, no se entendería casi nada) la vida funciona por vacío. Es la carencia lo que produce el movimiento del que depende el «fenómeno vida» (1).

Por ejemplo, el viento se produce porque en una zona lejana se produjo un vacío causado porque el aire se calentó y ascendió.

Cuando el aire corre a llenar ese hueco, se produce el viento (2).

El viento produce la lluvia, mueve molinos, participa en la polinización de los vegetales, mueve los cursos de agua y también es causa de algunos desastres (sólo para la conveniencia humana pues para la Naturaleza nada está ni bien ni mal).

En suma 1: el hueco, el vacío, la carencia, activa una serie de movimientos.

Los seres vivos también nos movemos por la carencia (hambre, dolor, curiosidad, aburrimiento).

Desde este punto de vista entonces, las carencias constituyen un factor dinamizador.

Así como el aire está en permanente movimiento por los vacíos que se producen en distintos puntos del planeta, los seres vivos también estamos permanentemente buscando alivio, comprando y vendiendo, seduciendo, discutiendo, negociando, teniendo hijos, muriendo.

Lo que va a rellenar un vacío se mueve (vive), el vacío rellenado, se aquieta, pierde el movimiento (muere).

Cuando un rico hace una donación, se mueve (re-vive) y cancela una carencia vitalizante (des-vive) de un pobre, pues este pobre no tendrá que moverse (re-vivir).

Gana quien da y pierde quien recibe.


(1) La tolerancia a la saciedad

Las molestias vitales

La propia putrefacción

(2) El erotismo de las abejas

La lotería con millones de bolillas y miles de premios

La ignorancia de estado

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domingo, 2 de octubre de 2011

El robo y las ideologías de izquierda

Los gobiernos de izquierda incluyen entre sus prácticas asistencialistas no dificultar la venta de bienes baratos aunque robados.

En otros artículos (1) hice comentarios sobre el eterno problema del robo y las soluciones ineficaces que intentan evitarlo.

Digo por ejemplo que las personas que compran bienes robados son actores muy importantes del fenómeno comercial ilegal (receptación).

Los gobiernos de izquierda son particularmente ineficaces en las limitaciones de esta actividad comercial ilegal, seguramente porque anida en el espíritu de sus ideólogos y afiliados un sentimiento de aprobación en tanto y en cuanto el robo podría ser un procedimiento eficaz para resolver algo que es un eje central en la filosofía de izquierda. Me refiero a la injusta distribución de la riqueza. (2)

Cuando accede al gobierno un partido político de izquierda, procurará cumplir con su promesa preelectoral de compensar hasta donde la realidad se lo permita, esa injusta distribución del ingreso, capaz de generar clases socio-económicas que acceden a diferentes calidades de vida.

Por la vía legal, los gobiernos de izquierda procurarán profundizar la contribución impositiva de los más privilegiados, al mismo tiempo que implementarán soluciones asistencialistas para mejorar la deteriorada calidad de vida de los indigentes y los pobres.

Observemos que las repúblicas democráticas representativas posibilitan una cierta autorregulación en lo que refiere a la alternancia de los gobiernos de izquierda y de derecha: cuando los pobres e indigentes son mayoría, llegará al poder un gobierno de izquierda que intentará mejorarlos económicamente.

Aunque la pobreza no sea la causa de los robos, tenemos que reconocer que la escasez de dinero convertirá a los pobres en compradores privilegiados de objetos robados porque su precio es infinitamente menor al de uno nuevo vendido por el sector formal.

A su vez, los gobiernos de izquierda ideológicamente procurarán no privarlos de esta «ventaja».

(1) La compra-venta de objetos robados
Las soluciones para la delincuencia son primitivas
(2) Robin Hood, presidente
Dr. Robin Hood
El hurto es un delito simpático

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sábado, 1 de octubre de 2011

La compra-venta de objetos robados

El robo es una actividad tan antigua como la prostitución, que seguirá funcionando siempre y cuando siga siendo rentable.

El verbo «receptar» significa simplemente recibir, sin embargo contiene un matiz dramático porque también significa «Ocultar o encubrir delincuentes o cosas que son materia de delito.»

Como en cualquier otra actividad productiva y con fines de lucro, el robo necesita la comercialización de los bienes robados.

Quien fabrica pan, debe vincularse con sus compradores mediante la instalación de un local al que llamamos «panadería»; quien compra y vende electrodomésticos, también tendrá un local o una página web en la que puedan establecerse los contactos personales entre los fabricantes o importadores de heladeras (por ejemplo) y quienes necesiten comprarlas.

El motivo principal de la fabricación (panadería) o de la intermediación (venta de electrodomésticos), es el lucro, ganar dinero, eventualmente enriquecerse.

El robo es un negocio que posee características similares a las mencionadas actividades lucrativas y dejaría de existir si perdiera su cualidad de generar ganancias.

Si le bajamos el ruido escandaloso que estimula la delincuencia, quizá podamos comprenderla mejor.

Sin ir más lejos, entenderíamos que necesita mano de obra vocacional y capacitada. No cualquiera puede robar.

Este personal (ladrones) posee cualidades de observación, agilidad física, reflejos (reactividad neuro muscular), sentidos agudos (visión, oído, tacto), resistencia al estrés, tolerancia al trato policial y eventual reclusión.

Por su parte, los expertos en comercialización de objetos robados poseen el talento específico de cualquier comerciante, más la habilidad para moverse fuera de la ley.

El negocio funciona desde que el mundo es mundo porque hay una asociación implícita entre ladrones y compradores de objetos robados, esto es, personas que compran objetos diez veces más baratos que su valor de mercado, sin preguntarse por qué esa diferencia y sin preocuparse por ser cómplices.

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