
Esta aspiración surge en los primeros meses de vida y dura quizá toda la vida aunque con intensidad muy atenuada después de los primeros 3 ó 4 años de edad.
Todos tenemos diferentes formas de reaccionar ante este deseo frustrado. Algunos lo aceptan y se dedican a otra cosa (al juego, al estudio, a buscarse novia o novio, a practicar deportes) y otros se quedan enojados dándole vueltas al asunto con una actitud desconsolada, reivindicativa, frustrada, triste.
El hecho es que nuestras primeras experiencias competitivas son bastante desalentadoras. Yo diría que frustrantes y traumáticas.
Los padres parecen muy amorosos pero no se casan con el hijo enamorado olvidándose de su cónyuge adulto como él desearía. Para esa tierna edad este es un fracaso muy doloroso. Mejor dicho: cualquier enamorado sufre mucho si sus aspiraciones no son contempladas.
Como menciono en el artículo de ayer titulado No a la competencia, ésta nos impone un esfuerzo estresante pero es imprescindible para lograr ciertas cosas mínimas en nuestra existencia.
Si aquel fracaso original fue muy traumático y aún no hemos podido superarlo, es de suponer que en la adultez tendremos serias dificultades para conseguir toda otra cosa que implique competir (trabajo, cónyuge, calidad de vida).
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Les creo pero no puedo recordar que me haya pasado.
ResponderEliminarLa niñez es maravillosa sólo gracias a la desmemoria. Entonces, corrijo, "la desmemoria es maravillosa".
ResponderEliminarLos fracasos de la infancia son demoledores. Me los recuerdo toditos.
ResponderEliminarBesos
Aprender a levantarse es algo que recomiendan mucho los libros de auto-ayuda. Ud dice lo mismo de otra forma.
ResponderEliminarYo sí tengo clarito cómo deseaba a mi madre y estaba aterrorizado de que ella tb se diera cuenta de eso.
ResponderEliminarMi primer fracaso fue no poder ser el mejor de mi clase ningún año. Tuve muchos primeros fracasos.
ResponderEliminarHace más de un año que en mi terapia estamos trancados en este punto y no puedo desempantanarme.
ResponderEliminarYa llevo más de la mitad de mi vida intentando superar esa herida.
ResponderEliminarMe parece que el deseo de protagonismo es un subsidiario de ese deseo primero de ocupar el lugar más importante frente a las personas que nos son más valiosas.
ResponderEliminarHoy cuando venía para el ciber vi a un muchacho sentado en el puente por donde pasa el tren, con las piernas hacia el vacío y llorando. ¿Sería una pena de amor? Tuve deseos de hacercarme a hablar con él, pero tenía cosas que hacer, además de venir a este ciber. No lo hice y sentí como mi alma envejecía.
ResponderEliminarAdemás de que fracasar en las pretensiones edípicas es muy doloroso, nos genera un conflicto culpógeno, porque el niño en realidad ama a su padre y a su madre.
ResponderEliminarLos que no aceptamos el NO en el edipo, luego tenemos serias dificultades en los distintos ámbitos de la vida, como bien ud. dice. Me dan envidia los aparatos psíquicos fuertes. ¿A que nunca escucharon a alguien que dijese tener envidia de eso? (busco autoestima hasta abajo de las piedras)
ResponderEliminarOtro de los problemas que trae un edipo mal procesado es la dificultad para decir "no". Querés quedar bien con dios y con el diablo. ¡Tanto es lo que añorás ese amor que nunca conseguiste! Eso hace que te vuelvas una persona mentirosa, indigna de confianza, sin principios sólidos. Luego los demás te desprecian por esas características y te sientes aún más solo.
ResponderEliminarEs doloroso admitir que uno debe competir por el cónyuge. La pretensión profunda sería que nos ame simplemente por ser, que nunca nos compare y que seamos siempre primeros a causa de un amor incondicional.
ResponderEliminarYo a ese deseo frustrado lo acepté a medias y me dediqué a la timba. ¿Quién dice? Capaz que un día gano el premio mayor y eso por algún tiempito funcionaría como haberme ganado a mi madre.
ResponderEliminarCreo que hay personas exitosas que sin embargo no han superado adecuadamente el edipo. Esa búsqueda incesante del amor incondicional del progenitor los lleva a destacarse, tener logros, que emulen el deseo insatisfecho.
ResponderEliminarNo estoy segura de si este planteo es otra forma de ver las cosas o si me estoy enredando.
Quiero reencarnarme en una sencilla maestra rural. Casada con un peón de estancia trabajador y bueno. Con una vida simple. Rodeada siempre de los mismos vecinos. Viviendo con la familia todos en un mismo pueblo, cerca de la casa de los viejos, los abuelos, los tíos, primos y cuñados. Rodeada de naturaleza. Con el tesoro de varias generaciones de alumnos a los que he visto crecer. Con hijos que sepan montar a caballo y se den maña para ser autónomos en las cosas esenciales de la vida.
ResponderEliminarQuisiera tener mucho menos dudas, más certezas, más cariños, un lugar con raíces, en fin, un sitio en este mundo.
Me parece que al papá de la foto se le pasó un poquito la mano.
ResponderEliminarPara los niños feos debe ser difícil superar el edipo, porque sus padres seguro que lo aman igual y lo ven lindo, pero después, cuando tenga que salir al mercado a buscar novia/o, se le va a complicar.
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