
Por lo tanto los dos instintos que predominan en nuestras existencias son el de conservación y el de reproducción (sexual). El resto de nuestras preocupaciones no hacen más que remitirse directa o indirectamente a estos dos únicos objetivos vitales.
La búsqueda de nuestros recursos materiales para atender estas dos exigencias principales hace que a veces tengamos que movernos, cambiar de actitud, de mercado, de país, de amistades, de clientes, de proveedores y sobre todo tengamos que cambiar nuestra forma de ser.
Observe que el conflicto acá es inevitable porque el instinto de conservación por un lado nos obliga a conservarnos, pero resulta que este mismo instinto, enfrentado a ciertas circunstancias, nos obliga a cambiar (que es una forma de no conservarnos como éramos).
Cuando sabemos que nos enfrentamos a un conflicto previsto por la naturaleza, éste puede vivirse con menor desgaste emocional porque el conocimiento siempre disminuye el dramatismo.
●●●
El ejercicio de la flexibilidad suele ayudar al permanente cambio que nos exige el mundo actual.
ResponderEliminarSabe que me rechina bastante (y no sé bien por qué) su insistencia en que los únicos motivos que tenemos para estar acá sean "conservarnos vivos el mayor tiempo posible y reproducirnos".
ResponderEliminarMe deprime pensar esto, pero a su vez descalifico por inconsistentes todos las otras "misiones" que se me ocurren como más importantes.
Aunque parezca mentira, pero me parece que voy a tener que dejar de ser honesta. Me cuesta mucho reconocerlo pero la actitud recta en caminos torcidos, me hace que viva fuera del asfaltado.
ResponderEliminarEn La vuelta de Martín Fierro (José Hernández) dice:
ResponderEliminar"No andés cambiando de cueva;
Hacé las que hace el ratón.
Conserváte en el rincón
En que empezó tu esistencia:
Vaca que cambia querencia
Se atrasa en la parición."
Ah, se pusieron léidos, ahí va otro, pa' no quedarme atrás:
ResponderEliminarEs tenaz en su barbarie:
No esperen verlo cambiar;
El deseo de mejorar
En su rudeza no cabe;
El bárbaro solo sabe
Emborracharse y peliar.
ja, qué tal eh?
Muy lindo todo y tb se me ocurre que la inmovilidad es más bien de los vegetales no? Pero la inmutabilidad es sólo de los minerales.
ResponderEliminarYa lo dijo Lavoisier: «Nada se crea, nada se pierde; todo se transforma.»
ResponderEliminarNo fue Lavoisier sino un burócrata innominado quien dijo "Nada se hace, nada se pierde; todo se traspapela."
ResponderEliminarLo de Lavoisier fue la ley de la conservación de la materia que me parece tiene poco que ver con el sentido del artículo.
ResponderEliminarTengo la teoría de que la resistencia al cambio también se produce porque el cuerpo se acostumbra a ciertas rutinas, sensaciones, alimentos, olores y todo se puede resumir en cuánto uno ama esos zapatos viejos que no desearía cambiar jamás.
ResponderEliminarAlguien se acuerda con cuánta angustia vivieron algunas personas el cambio de milenio?
ResponderEliminarPertenezco al círculo de informáticos de Argentina y acá fue todo un drama que terminó sin consecuencias.
El que acierta, acierta. Todavía no tengo una buena explicación de por que la novela de Giuseppe Tomasi Il Gattopardo, pasó a la historia porque en cierta parte un personaje dice como al pasar aquello de que «Algo debe cambiar para que todo siga igual».
ResponderEliminarMi marido dice que yo solo poseo el instinto de CONVERSACIÓN.
ResponderEliminarEs malo pero lo amo.
Estoy más de acuerdo con usted que nunca en eso de que el conocimiento y la sabiduría hacen que las vida se vuelva menos caótica. El conocimiento mata a los fantasmas más terroríficos pero conozco gente que no estudia porque imagina que se enterará de cosas que prefiere no saber.
ResponderEliminarLos que piensan que el saber es terrorífico no tienen salida.
Para nosotros lo importante no es aceptar que hay que cambiar para seguir viviendo sino que lo que está antes que el reconocimiento sincero de que para vivir hay que pasar por muchos inconvenientes. Está equivocado quien piense que la felicidad existe. Es probable que haya tantos minutos de felicidad como minutos de luz producida por una tormenta eléctrica.
ResponderEliminarEs verdad que a veces tenemos que padecer la tortura de hacer cambios muy penoso, pero no nos olvidemos que solemos hacerlos cuando el dolor y la desesperación del continuismo se vuelven insportables.
ResponderEliminarSi tenemos una espina en el pie, no queda otra que sacarla aunque duela.
ResponderEliminarLa forma de ser te cambia, no es que uno la cambie. ¿Cómo vas a cambiar la forma de ser? Lo que podés cambiar es lo que hacés.
ResponderEliminarMe fui del país para cambiar y nunca seguí más igual a mi mismo que en esos años. Sería el instinto de conservación, supongo.
ResponderEliminarHaciendo uso de mi libertad decido desafiar el instinto reproductivo y carecer de descendencia. Mi opción es muy humana. Si ante un embarazo no deseado decido abortar, no merezco la excomunión.
ResponderEliminarMe gustaría trabajar de ayudante de suicida. Brindaría un invalorable servicio a la comunidad que nace con el instinto de conservación averiado.
ResponderEliminarTengo el mismo espíritu que a los quince, sin embargo mi cuerpo no quiere darse por enterado.
ResponderEliminarDe seguir igual corre peligro nuestra conservación como especie.
ResponderEliminarEl miedo al cambio está ligado al instinto de conservación. Los humanos somos unos mutantes muy lentos. Deberíamos aprender de las cucarachas.
ResponderEliminarLlegada la menopausia el instinto de reproducción se deprime cansado de no obtener resultados.
ResponderEliminarEn los países pobres hay que esforzarse tanto por sobrevivir que todos nos vemos obligados a cambiar nuestra forma de ser. Nos volvemos más astutuos y creativos. (Los que sobrevivimos claro)
ResponderEliminarSiempre me tildaron de frívola, porque trato de conservarme bien. Ahora ya tengo un buen motivo. Les explicaré que mi instinto de conservación es muy fuerte. Tengo una vitalidad arrolladora.
ResponderEliminar