El deseo propio es temible porque es nuestro «talón de Aquiles». Quienes lo conozcan podrían dominarnos y es eso lo que queremos evitar.
Si es que no lo hizo, Esopo pudo haber creado una fábula en la que un pez tonto le cuenta a un pescador cuál es su carnada predilecta.
Luego de tan ingenua comunicación, el cazador correría a cargar sus anzuelos con aquello que el pez tonto morderá, para de inmediato ingresar a la panza del oportunista.
Cuenta una leyenda que sí escribió alguien y que Homero puso en la Ilíada, que un semidiós inmortal sólo tenía un punto vulnerable en los talones. De acá surge la expresión «el talón de Aquiles» para referirnos a ese punto más débil que todos tenemos.
Ese punto más débil no es precisamente orgánico sino psicológico.
Los humanos consideramos que nuestro «talón de Aquiles» es el deseo, es decir, ese impulso incontrolable que nos lleva a realizar proezas o equivocaciones inexplicables.
El amor, la pasión, el interés, la vocación, pueden presentarse con tal intensidad que tuerzan el curso de nuestros proyectos.
He mencionado nuestra fuerte vocación por el poder (1), que lo amamos, que nos complace dominar, decidir, mandar, subordinar, imponer, nuestra órdenes a otros.
Pues bien, la forma que tenemos para defendernos de esta intención que tienen todos, consiste fundamentalmente en ocultar nuestro «talón de Aquiles», es decir, nos cuidamos muy bien de que otros sepan cuál es nuestro punto flaco, aquello por lo que tenemos debilidad.
Por eso es que mentimos, simulamos, actuamos «como si» y las negociaciones económicas y amorosas exageran esta teatralización, cuidando que nuestro oponente no sepa cuáles son nuestros puntos vulnerables, nuestros secretos personales, historia, intereses.
Si existen posibilidades de perder (dinero, prestigio, vínculo), decimos sólo lo estratégicamente conveniente, jamás diremos «cuál es nuestra carnada predilecta».
Nota: La imagen corresponde a un cuadro de René Magritte (Perspectiva I: Madame Récamier de David) que para mí representa a un paciente que se analiza sin hablar de su deseo.
(1) Amor + envidia = divorcio
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Cuando mi novio supo que lo deseaba, recién ahí se animó a acercarse.
ResponderEliminarNo confundir deseo con punto débil.
ResponderEliminarConocer el deseo ajeno, vuelve al otro manipulable. A eso se dedican los publicitarios.
ResponderEliminarSólo mis mejores amigas saben cuanto amo el chocolate.
ResponderEliminarEl más vulnerable es el que más oculta sus puntos más vulnerables.
ResponderEliminarYo era tan débil... vivía tan temeroso... jamás revelé mi verdadera identidad. Tan oculta la mantuve, que un día me perdí de mi mismo.
ResponderEliminarTengo terrible lío. Lo que le oculto a A, es preciso que se lo muestre a B, pero debo manejarlo con prudencia si se trata de C.
ResponderEliminarLa poligamia no es moco de pavo.
Me asalta una curiosidad, Paty. Cuando tu novio supo lo que deseaba él o lo que deseabas tú?
ResponderEliminarJA,JA!
ResponderEliminarPensándolo bien, creo que ambas cosas, Elbio.
Algunos detalles de mi pasado sólo los revelo cuando tengo enfrente un público numeroso. (Son aquellos asuntos de los que me siento orgulloso). Otros se irán conmigo a la tumba.
ResponderEliminarEl equilibrista me confesó que sentía verdadero horror al andar por la cuerda floja.
ResponderEliminarAlgunos hombres tienen proyectos retorcidos, porque han puesto en ellos, la mayor de las pasiones.
ResponderEliminarMi verdadero deseo, se me estuvo ocultando a mi mismo, y así fue que perdí mucho tiempo sabotéandome, dado que estaba muerto de miedo.
ResponderEliminarA menudo es complicado porque el mayor oponente es a la vez un gran aliado.
ResponderEliminarHablo de mi eposa.