domingo, 31 de enero de 2010

El verdadero amor verdadero

El Diccionario de la Real Academia Española nos informa sobre los múltiples significados de la palabra amor. Sólo reproduciré los tres primeros:

1) Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.

2) Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

3) Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

En síntesis:

El amor es lo que sentimos por las personas o cosas útiles.

Observe que en 1) se justifica que alguien sienta amor “partiendo de su propia insuficiencia”, por lo tanto, el amor surge de nuestra debilidad, miedo, prematuridad.

De lo anterior se deduce claramente que una persona sin necesidades ni deseos, no necesitaría ayuda y por lo tanto no surgiría en ella el sentimiento de amor.

De lo anterior también se deduce que en nuestro idioma, el amor es un sentimiento utilitario, de conveniencia.

Como se indica en la acepción 2), es un sentimiento que se siente “procurando reciprocidad”, esto es, en forma de trueque, de toma y daca, de negocio.

Me parece digno de destaque un pequeño detalle que podría pasar desapercibido en la acepción 3) porque dice que es un sentimiento que se dirige “a alguien o algo”. Al incluirse un «algo» se reafirma el carácter utilitario del sentimiento pues está igualando a las personas y a las cosas.

Conclusión: La pobreza patológica puede afectar a quienes por alguna razón ideológica, desconocimiento o equivocación, piensan que el amor y la conveniencia están divorciadas.

Me animo a proponer una consigna que diga: “Amar es identificar y cuidar lo que nos sirve”.

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sábado, 30 de enero de 2010

El chantajista de Alá

A falta de noticias más importantes, un diario español informó a sus lectores que un modesto musulmán había encontrado 800 euros junto a un cajero automático y que los entregó al banco administrador.

Luego se constató que efectivamente, el aparato había tenido una falla mecánica por la que expulsó un depósito recibido en vez de guardárselo.

El periodista que cubrió esta noticia se enteró de que el joven vivía modestamente con su esposa y dos hijos así como también que sus ingresos mensuales eran aproximadamente 1.000 euros.

Estas historias siempre son ambivalentes y por eso dejan en los demás una sensación de incomodidad moral.

— Si el dinero es entregado a la policía, surge el temor de que ésta se lo quede;

— Si el afortunado propietario hace un regalo en agradecimiento a quien le restituyó la pérdida, enseguida nos cuestionamos si no habrá sido demasiado poca la gratificación, pero si fuera excesiva, entonces uno se pregunta ¿para qué se lo habrán devuelto si se lo gastó todo en el premio?

— El musulmán confesó que esperaba que algún día Dios le premiaría por su buena acción, con lo cual tenemos que pensar que el suyo no fue un acto de honestidad sino un negocio oportunista: Devolvió 800 euros esperando que Dios lo gratificara, seguramente, con un importe mayor.

¿Qué hacer entonces si nos pasa algo así a usted o a mí?

Tengo pensado hacer lo siguiente: guardo el dinero que haya encontrado durante un tiempo prudencial (quizá un año), pasado el cual incorporo esa cifra a mi patrimonio, olvidándome del asunto.

Creo que este musulmán tuvo miedo de ser descubierto y que además es un chantajista de Alá.

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viernes, 29 de enero de 2010

La omnipotencia de quien inspira lástima

Cuando los hijos comienzan a salir solos de sus hogares para ir a estudiar, trabajar o divertirse, la mamá suele hacerles recomendaciones de último momento: «Abrígate que hace frío»; «No hables con desconocidos»; «Aléjate de las reyertas».

Los consejos maternales quizá no sean tan acertados en lo que refiere a la violencia del sistema capitalista, a que no somos todos iguales ante la ley o que el estado no puede ponernos un policía al lado de cada uno.

La agresividad sorpresiva de la que podemos ser objeto y de la que no fuimos suficientemente advertidos, da lugar a que cuando somos víctimas de algún abuso, abandono, desprotección o violencia, sólo atinamos a quejarnos, llorar, despotricar.

Creo que por algún motivo, contamos con que nos pondremos a llorar y a pedir que nos tengan lástima, para no reconocer que los ataques a la propiedad privada, la “injusticia de la justicia” o la escasa eficacia de la policía, son parte inevitable de la realidad que nos toca vivir.

Dicho de otro modo: Suponemos que llorar, quejarnos e inspirar lástima son antídotos eficaces contra cualquier infortunio que podamos padecer.

Quizá el niño se atreva a realizar juegos más riesgosos cuando tiene cerca a personas que sabrán consolarlo, calmarlo, mimarlo, curarlo y tomará más precauciones cuando esas personas están lejos.

De modo similar, un adulto ingenuo puede pensar que está protegido si cuenta con que alguien le tendrá lástima, lo consolará o escuchará sus quejas.

Conclusión: Inspirar lástima, protestar o llorar no neutralizan ningún infortunio. Sin embargo es posible conservar nuestra calidad de vida si aceptamos sinceramente la realidad tal cual es y nos preparamos para vivir en ella sin apelar a ilusiones o autoengaños.

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jueves, 28 de enero de 2010

El fracaso perseverante

Para poder cambiar algo de lo que viene ocurriendo en la humanidad desde hace miles de años, tenemos que pensar y hacer cosas diferentes a las que ya pensamos e hicimos con los resultados insatisfactorios que hoy constatamos.

Un ejemplo de mi agrado refiere a Copérnico [imagen] quien cometió el desacato intelectual de suponer que la Tierra no está en el centro del universo.

Otro ejemplo interesante es el de Darwin quien cometió el desacato intelectual de suponer que el ser humano no es una creatura de Dios sino que es un descendiente del mono.

Uno ejemplo que me divierte especialmente es el de Freud quien cometió el desacato intelectual de suponer que el ser humano no hace lo que se le antoja (libre albedrío) sino que obedece a su inconsciente.

Pero estos son sólo datos anecdóticos. Lo cierto es que los geniales investigadores de todas las épocas no produjeron ideas que resolvieran la injusta distribución de la riqueza.

Por lo tanto la forma de analizar el problema de la pobreza recurriendo a lo que ya fue pensado y aplicado, no va por buen camino.

Casi la totalidad de quienes investigan un fenómeno que los apasiona (como a mí me apasiona la pobreza patológica y los posibles abordajes terapéuticos), estudian todo lo que hayan dicho los autores más reconocidos como importantes y luego realizan interpretaciones y recombinaciones de aquellas ideas ... aunque no dieron resultado.

Esta es una causa de por qué casi no cito autores y de por qué mis hipótesis, conjeturas y propuestas parecen traídas de los pelos o disparatadas o directamente locas. Las que parecerían mejores ¡fracasaron!

Los irónicos dicen que siempre es bueno cambiar algo para que todo siga igual. A mí me entusiasma ironizar sobre esta ironía.

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miércoles, 27 de enero de 2010

¡Un día de vida, es vida!

Los chistes que analiza el psicoanálisis no son particularmente graciosos pero se los elige porque ponen en evidencia algún mecanismo psicológico interesante.

Cuentan que un señor pedía al mesero un café muy-muy amargo. Luego de un tiempo, el mesero le preguntó porqué lo pedía tan amargo y el señor explicó que disfrutaba agregándole mucho azúcar.

En este caso el chiste señala una característica que tenemos casi todos: disfrutamos con algunas sensaciones fuertes.

Por ejemplo, puede ser placentero comer con mucho apetito, descansar con mucho cansancio, tener sexo después de un período de abstinencia.

En general se trata de conductas poco planificadas pero inconscientemente buscadas.

La escasez casi permanente de dinero puede ser utilizada con un propósito similar.

Muchos trabajadores agotan la paga que reciben en los primeros días y luego se las ingenian para sobrevivir sin dinero hasta que llega el próximo día de cobro.

Algunos trabajadores de la salud con experiencia, están convencidos de que muchos enfermos no quieren curarse a pesar de exhibir una búsqueda casi desesperada de soluciones.

El «beneficio secundario» (así le llaman a la causa de este auto-sabotaje) de los problemas que afectan seriamente la calidad de vida, puede ser el motivo tan difícil de remover.

Es probable que muchas personas pidan el café muy amargo para agregarle mucho azúcar, o que prefieran padecer una escasez dramática de dinero para gozar intensamente el día de cobro.

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martes, 26 de enero de 2010

¿En verdad? ¡Me amo más que a ustedes!

Parece que hace muchos años (quizá miles) nos pusimos de acuerdo en mentirnos.

La mentira consiste en negar que espontáneamente nos amamos más que al resto del universo (personas y objetos).

También es mentira cuando decimos o creemos que podemos amar a alguien igual que a nosotros mismos.

Como para poder disfrutar de ese amor máximo que sentimos por nosotros mismos tenemos que ser coherentes (porque de lo contrario nos perderíamos la protección de la sociedad), organizamos toda nuestra conducta de tal forma que nadie descubra nuestros verdaderos sentimientos.

Imaginemos un caso sin esta gran falsedad.

El padre de familia se asegura de que no les falte nada ni a él mismo ni a su compañera.

Ambos hacen lo posible para que lo que les sobra de lo que ganan, alcance para que los hijos tengan lo mínimo imprescindible para crecer sanos y fuertes, pero sin las necesidades y deseos tan cubiertos como para que nunca deseen desarrollarse y ocupar esos lugares de privilegio que detentan sus padres.

Hay consenso en que los hijos criados en la abundancia se convierten en adultos vagos, deprimidos y casi inútiles.

También estamos de acuerdo en que el consumismo es dañino... pero simultáneamente tratamos de que a nuestros hijos «no les falte nada», hacemos regalos erosionando nuestra economía o —además de pagar impuestos— hacemos donaciones para carenciados que el Estado debería atender.

El psicoanálisis siempre trata de quitar la causa de los problemas y no pierde tiempo en eliminar los síntomas. Sabe que estos se irán definitivamente cuando desaparezcan las causas que los provocan.

Opino que el (síntoma) consumismo desaparecería si pudiéramos aceptar

— que cada uno se ama a sí mismo más que a nadie,

— pero que lo disimulamos haciendo exactamente lo contrario.

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lunes, 25 de enero de 2010

El mayor hospital psiquiátrico

Se cuentan por millones las personas que creen en la ley del karma, según la cual cada una de las reencarnaciones quedaría condicionada por los actos realizados en vidas anteriores.

Esas personas también creen que poseemos una parte inmaterial (mente, alma, energía), que no muere junto con el cuerpo sino que se reencarna en otro que nacerá más adelante, y así hasta que se termine el largo y trabajoso proceso de perfeccionamiento (de la mente, el alma, la energía).

Estos millones de creyentes no tienen por qué ser hinduistas o budistas sino que cualquiera de nosotros —angustiados por el temor a una muerte definitiva—, tenemos estas ideas con diferentes grados de conciencia.

Si nuestra vida terrenal es una etapa de perfeccionamiento, superación y purificación de esa parte inmaterial, entonces también podemos pensar que el planeta es como un hospital psiquiátrico en el que tratarán de curarnos las enfermedades de la mente.

Es parte de la lógica de los hospitales psiquiátricos que los enfermos que menos molestan al personal sean los que tienen más privilegios mientras que los perturbadores demuestran con su actitud que aún siguen necesitando la internación.

Conclusión: La conducta de quienes —con diferentes grados de conciencia— creen que nuestro planeta es una especie de hospital psiquiátrico al que venimos varias veces (reencarnaciones) para curar las imperfecciones mentales, podrá ser:

1) Los que quieren tener privilegios por buena conducta, quizá opten por conformarse con lo mínimo imprescindible (pobreza material), mientras que

2) Los que prefieren asegurarse una vida terrenal (internación) lo más larga posible, adoptarán una conducta perturbadora (avaros, delincuentes, revolucionarios, litigantes, etc.).

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domingo, 24 de enero de 2010

La psiquiatría financiera

En el artículo publicado hace pocos días con el título La fortaleza del carácter comentaba sobre la posibilidad de que un carácter débil sea una causa de la pobreza patológica.

El instinto de conservación actúa teniendo en cuenta nuestro talento, los recursos anímicos y las condiciones existenciales actuales.

Es posible pensar que el sistema financiero (bancos, casas de crédito, prestamistas) puedan ser utilizados para evitar las consecuencias indeseables de una debilidad (transitoria o permanente) del carácter.

En tanto el dinero es una forma de energía (porque con él podemos influir en nuestra calidad de vida), es posible pensar que algunas personas necesitan administrarlo de tal forma que, sin llegar a perderlo, siempre resulte escaso.

Cuando recibimos dinero prestado quedamos sometidos a los controles que sobre nuestra vida realizará el acreedor.

La presión que ejercerá sobre nosotros para rescatar el capital que nos prestó y para cobrarse las ganancias que espera tener (los intereses), funciona como un apoyo externo que termina tonificando la debilitada estructura de carácter.

Hay quienes sostienen que «somos hijos del rigor» y esto es así justamente cuando a nuestro carácter le falta el rigor natural que necesitaría tener (disciplina, autocontrol, perseverancia).

La administración del dinero se convierte en algo muy complejo para quienes poseen una debilidad de carácter. En casos extremos como son ciertos enfermos mentales o con déficit intelectual, esta característica es especialmente notoria.

Pero también las personas sanas (aunque con un carácter débil) recurren a internarse en el sistema financiero porque éste, con sus exigencias, cuidará indirectamente al prestatario-cliente-paciente obligándolo a quedarse con poco dinero después de cumplir con el pago de las cuotas que se hubieran pactado.

En suma: El endeudamiento puede ser una conducta destinada a conseguir un rigor, disciplina o capacidad de administrarse que el endeudado de otra manera no tendría.

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sábado, 23 de enero de 2010

Las leyes inviolables

Durante los escasos cien años que tenemos de vida, estamos sometidos a las leyes naturales igual que las demás especies de seres vivos animales y vegetales.

Los humanos nos convertimos en la especie más rica en inteligencia porque somos la especie más pobre en instinto.

Decir que somos la más rica no implica hablar de una ventaja, un mérito o un don maravilloso sino que es el resultado de una simple comparación cuantitativa: los demás seres vivos tienen menos inteligencia simplemente porque no la necesitan.

Formamos parte de un todo universal, que a su vez está regido por ciertas leyes de funcionamiento sobre las que no influimos en absoluto sino todo lo contrario: estamos permanentemente influidos (determinados, gobernados) por ellas.

Claro que nuestra conducta natural produce cambios en el universo. Por ejemplo:

— podemos cambiar el recorrido de un río (algo que también hacen los castores [imagen]);

— combinamos productos para fabricar otros nuevos (algo que también hacen las abejas);

— matamos a otros seres vivos para alimentarnos (algo que también hacen todos los demás seres vivos integrantes de alguna cadena alimentaria);

… y la lista podría continuar con otros ejemplos que usted conoce.

También son propios en casi todas las especies los cambios de conducta adaptativos:

— los peces responden a las corrientes submarinas;

— los vegetales se mueven buscando la mayor cantidad de luz;

— las mascotas aprenden a controlar sus evacuaciones para seguir aprovechando del amo que los alimenta.

Si bien los humanos no disponemos de libre albedrío porque estamos sometidos a esa leyes naturales que condicionan el universo que integramos, sí disponesmos de conductas adaptativas como los demás seres vivos.

Por eso, si descubrimos que nos conviene evitar la pobreza (escasez de recursos), haremos todos los intentos posibles para evitarla.

Este es mi caso y quizá también el suyo.

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viernes, 22 de enero de 2010

La fortaleza del carácter

El carácter de una persona está formado por el conjunto de características psicológicas que la distingue —por su modo de ser o de actuar—, de las demás.

Ese carácter es el resultado de su desarrollo físico, mental, emocional, afectivo, intelectual.

Los factores que inciden en el carácter son los hereditarios (fortaleza, adaptabilidad, velocidad de reacción, etc.) y las experiencias de vida que le toquen en suerte a cada uno.

En psicoanálisis se habla de yo fuerte o yo débil cuando el carácter es o no capaz de adaptarse satisfactoriamente a las circunstancias.

Esas particularidades que nos caracterizan (el carácter, el yo) tienen ciertas capacidades limitadas.

Por ejemplo, la tolerancia a la frustración hace que una persona se ponga a llorar si perdió un examen o que comience a estudiar en el mismo momento en que se enteró del resultado adverso.

Otro ejemplo es la tolerancia al estrés. Alguien puede ser el sostén emocional de su familia al mismo tiempo que se enfrenta a una competencia despiadada que pone en riesgo su estabilidad económica o puede caer en un pozo depresivo si el jefe le pide que termine una tarea prorrogando la carga horaria habitual.

Nuestro instinto de conservación nos indica permanentemente hasta dónde es saludable esforzarnos sin correr riesgos y perfectamente puede indicarnos que seamos pobres.

Efectivamente, la escasez de recursos materiales puede ir acompañada de menores exigencias a nuestro yo o carácter.

En un caso extremo, las personas que viven apartadas de la vida civilizada, durmiendo en la calle y alimentándose de la ocasional misericordia de algunos ciudadanos, también padecen frustraciones y estrés, pero en montos más adecuados y más tolerables para su capacidad.

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jueves, 21 de enero de 2010

El deseo del cachorro

Todos los seres recién nacidos son muy vulnerables y requieren de cuidados especiales.

Nuestra especie se diferencia de las demás precisamente por esto: porque somos los más débiles, los que nacemos más incompletos y los que necesitamos más cuidados especiales.

Carecemos de información sobre qué piensan los cachorros de las demás especies, pero sobre la nuestra tenemos algunas ideas.

En algún momento de nuestro desarrollo (quizá al nacer, quizá al año o a los dos años, no lo sabemos con exactitud), tomamos conciencia de nuestra debilidad y por lo tanto, de cuánto necesitamos de la protección ajena (nuestra madre en casi todos los casos).

El sentimiento de seguridad no es constante y cuando los seres queridos quedan fuera de nuestro campo visual, nos vuelve la angustia y la inseguridad.

Para terminar con estas sensaciones tan molestas elaboramos una estrategia que algunos siguen usando por el resto de sus vidas.

Razonamos así: «si (por ejemplo) mamá cuida, ama y trata de mantenerse cerca de lo que necesita (comida, alimentos, protección, etc.) y de lo que desea (diversión, reconocimiento, la fidelidad de papá, etc.), entonces trataré de ser todo eso que ella necesita o desea».

Una vez que descubrimos esta fórmula para asegurarnos que ella siempre nos cuidará, buscamos la manera de ponerla en práctica (portándonos bien, averiguando qué espera de nosotros, regalándole una casa, etc.).

De esta manera desarrollamos una estrategia de vida por la cual deseamos ser deseados porque nos convencimos de que para estar seguros tenemos que ser el objeto de deseo, primero de mamá, después de papá, de los maestros, profesores, clientes, empleadores, etc.

Si esto no se interrumpe en algún momento, nunca viviremos para nosotros sino para los demás, con lo cual la búsqueda de tanta seguridad nos dejó sin deseo propio.

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miércoles, 20 de enero de 2010

El que las hace las paga

Reconozco que puede parecer redundante, superfluo e innecesario exponer ideas que están en la cabeza de todos.

Sin embargo tengo que decirle que una vez descripto un concepto con todas las palabras, lo que parecía obvio deja de serlo y se convierte en algo que «nunca habíamos pensado».

Es bien conocida la sentencia que dice «El que las hace las paga».

Rápidamente nos damos cuenta que esta pequeña oración está incompleta. Si le agregáramos lo que le falta quedaría: «Quien comete una transgresión es castigado».

Pero lo habitual no es usar la versión más larga y explícita sino conformarnos con la más breve, popular y ambivalente.

Así funciona nuestro pensamiento. Cuando una expresión es ambigua, no se toma el tiempo suficiente para aclarar a qué se refiere sino que se deja llevar por la interpretación que siempre consideró la correcta, la verdadera, la única posible.

En este caso puedo asegurar que para muchas personas esta pequeña oración funciona como un desestímulo para su productividad.

No es disparatado pensar que la idea completa podría expresarse diciendo: «El que las hace [las fabrica, las construye, las inventa], las paga [tiene una pérdida, debe duplicar su esfuerzo, se perjudica]».

Observen por ejemplo cuántas veces alguien se niega a capacitarse alegando que si aprende una nueva destreza, otros (familiares, compañeros de trabajo, amigos), se aprovecharán de él.

También podemos pensar que otra interpretación posible es «El que las hace [la fortuna, la riqueza], las paga [corre el riesgo de perderlo todo, “no se llevará nada cuando muera”]».

Para terminar, no puedo olvidarme de la condena bíblica según la cual el hombre quedó obligado a “ganarse el pan con el sudor de la frente [trabajando]” con lo cual no es tan difícil pensar que “hacer” es un castigo.

Es decir que cuando la sentencia dice “El que las hace ...” no sólo se refiere a transgresiones sino también a trabajar, producir, crear.

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