miércoles, 21 de diciembre de 2011

Licencia neuro-dactilar

Me tomo un pequeño descanso pero no se abstengan de agregar o leer comentarios, pues algunos están muy buenos. Vuelvo el 20/01/2012. Un abrazo!

martes, 20 de diciembre de 2011

Los omnipotentes prescinden del dinero

El subdesarrollo neurológico o educativo conserva la omnipotencia infantil que «no necesita» del dinero.

En el mes de marzo de 2010 (1) les comentaba que los adultos tenemos la convicción de que «todo tiempo pasado fue mejor» y más genéricamente suponemos que la niñez fue nuestra mejor época.

Conscientes o no, hacemos muchos esfuerzos por recuperar aquella etapa infantil en la que según recordamos, éramos inmensamente felices.

Hay quienes hasta se hacen operaciones estéticas para retener la imagen que tenían cuando eran más jóvenes.

Por suerte o por desgracia tengo bastante presente mi historia y no comparto la afirmación de que «todo tiempo pasado fue mejor».

En cada época, la humanidad, mis conciudadanos, mi familia y mis amigos, vivían situaciones tristes, preocupantes, divertidas, felices. Cuando hoy hablamos de eso con los que sigo frecuentando, resulta que no recuerdan los tragos amargos que compartimos.

Por suerte o por desgracia, una mayoría borra de su memoria las vivencias penosas y conserva las más agradables.

Algo maravilloso, desde el punto de vista de los adultos, fue no estar pendientes del dinero. Hasta podría decir que los niños son más felices que los adultos porque no necesitan, no entienden, no usan, no tienen que ganar dinero.

Esto nos podría llevar superficialmente a suponer que «el dinero hace la infelicidad», pero quizá tengamos una explicación más profunda.

Los niños son felices porque la omnipotencia les funciona a pleno. En la mente de ellos todo es posible: volar, vencer a un ejército, frenar un huracán, comprar todos los caramelos, tener hijos con la madre o el padre, matar a los hermanos invasores.

Esta poderosa omnipotencia sólo funciona cuando el cerebro está subdesarrollado y nos quita objetividad.

En suma: Es probable que la pobreza patológica sea causada por la omnipotencia propia del subdesarrollo neuronal o educativo.

(1) El dinero aburre a los niños

Artículo vinculado:

El espíritu es una construcción defensiva

La neurosis nos ayuda a fracasar

●●●

lunes, 19 de diciembre de 2011

La frágil lógica de hierro

Nuestras decisiones (criterios, filosofías, opiniones, creencias) referidas a la pobreza están orientadas por una lógica escasamente confiable.

Es una particularidad de nuestro pensamiento categorizar todo lo que ocurre como «normal» o «anormal».

Al realizar esta selección encontramos bienestar, alivio, satisfacción.

Apoyados en algún instinto estadístico del que estamos naturalmente dotados, decimos que lo que ocurre casi siempre es «normal» y lo que ocurre raras veces es «anormal».

Nuestro cerebro también necesita excepciones para darle mejor sabor a este alimento tranquilizador. Porque «La excepción confirma la regla» logramos incluir algunos casos que parecen escaparse del rebaño que pastoreamos (como si los casos frecuentes fueran ovejas blancas y las excepciones ovejas negras).

Pero qué nos ocurre cuando «las ovejas negras» parecen más importantes que «las ovejas blancas».

Me refiero a los ricos.

Vemos que los ricos son unos pocos si los comparamos cuantitativamente con los pobres que constituyen una mayoría abrumadora.

Esta evidencia les trae un problema a esos pocos pero ricos: inevitablemente saben que son «anormales» porque los pobres son los «normales».

En suma: si nos olvidamos de las distorsiones provocadas por las ideologías, tenemos que asumir que en la naturaleza «ser pobre» es ser «normal».

Ocurre entonces un fenómeno paradójico: los humanos «anormales» pueden revertir (o al menos generar dudas sobre) esta calificación, destinando el dinero que sea necesario para convencernos mediante el uso de recursos idóneos (propaganda, arte, adoctrinamiento educativo).

De esta manera llegamos al estado actual, en el que la mayoría (pobres) es de gente «normal» como corresponde a la lógica más elemental, pero sin embargo, nuestro pensamiento puede ser confundido al punto de aceptar pasivamente que

— los ricos son «normales»; o que
— no siempre es inconveniente ser «anormal»; o que
— es mejor ser «anormal» y peor ser «normal».

En suma 2: no podemos confiar en la lógica.

●●●

domingo, 18 de diciembre de 2011

La picardía de los futuros altruistas

Los humanos necesitamos sentirnos individuos, libres, autónomos pero soñamos con volver a fusionarnos como las aguas oceánicas.

Bailar en pareja, abrazarse y hacer el amor, son placeres sublimes que necesitan por lo menos dos personas.

Estas sensaciones apoyan la teoría ya comentada (1) según la cual, hasta cierta edad (18 meses aproximadamente) nos imaginamos formando parte del universo.

Aquellas sensaciones de pertenecer al todo debieron ser muy placenteras (2).

La palabra «yoga», que hace décadas está de moda, significa «unión». Más exactamente significa «yugo», ese trozo de madera que une las cabezas de los bueyes para que tiren juntos del arado o de la carreta.

No puedo olvidar el proverbio: «La unión hace la fuerza».

Esta recomendación de la sabiduría popular nos está advirtiendo de los inconvenientes del individualismo, especialmente en lo que refiere a que por ese camino no lograremos compensar adecuadamente la natural debilidad que tenemos los humanos.

A modo de resumen, por un lado gozamos uniéndonos y por otro lado sentimos el impulso a ser individualistas.

La resolución a esta dualidad de intenciones solemos resolverla uniéndonos cuando nos conviene y siendo individualistas cuando nos conviene.

La cultura condena esta actitud, calificándola de incoherente, oportunista, abusadora y otros adjetivos aún más corrosivos.

En nuestra intimidad sabemos que nuestra voluntad hará vanos esfuerzos por corregir esta «incoherencia», pero no perdemos la esperanza de que algún día podamos superarnos, así como hemos dejado de usar pañales, de caminar en cuatro patas y sabemos usar una bicicleta.

Somos optimistas y contamos con que algún día seremos totalmente generosos, solidarios y nos fusionaremos de cuerpo y alma a nuestros compañeros de especie, a la naturaleza, al universo.

En esta convicción optimista, empezamos a «gastar a cuenta» criticando a esos que se arriman al sol que más calienta, a los avivados, egoístas y mezquinos capitalistas.

(1) La burbuja del amor

(2) La vida es placentera gracias a la placenta

●●●

sábado, 17 de diciembre de 2011

Los impuestos desestimulantes

Es posible encontrar similitudes entre las sanciones penales de los delitos y las políticas fiscales desestimulantes de algunas actividades.

En otro artículo (1) comenté que la política fiscal de una nación no sólo es utilizada para recaudar los fondos necesarios para solventar los gastos comunes sino también para orientar algunas políticas de estímulo y desestímulo.

Tendrán beneficios quienes hagan lo que al colectivo más le conviene (maternidad, cuidados, filantropía, altruismo) y pagarán más impuestos aquellas actividades que la sociedad no tenga más remedio que permitir pero que en realidad desearía prohibirlas (alcoholismo, juego, pirotecnia).

Los impuestos más severos se cobran privando de la libertad a los «contribuyentes».

En el caso del encarcelamiento tenemos que hacer un esfuerzo intelectual para poder categorizarlo como formando parte de la política fiscal, pero este esfuerzo podría estar justificado si nos permite conocer algunas ideas inaccesibles por otro camino.

Aunque resulte irritante, la delincuencia participa activamente en la economía y por lo tanto los delincuentes son agentes económicos.

Mucho dinero cambia de manos a causa de los robos, asaltos, arrebatos, rapiñas, chantajes, estafas, secuestros extorsivos, evasiones fiscales, delitos informáticos.

De todas estas actividades, sólo algunas llegan a conocerse como para que los estados puedan intervenir aplicando las leyes previstas para sancionar a los responsables.

La política fiscal aplicada en estos casos consiste en recuperar lo que la sociedad haya perdido por la acción delictiva más un plus que desmotive la reiteración.

El encarcelamiento es un costo que los delincuentes tienen en cuenta y, como cualquier otro empresario, es considerado a la hora de iniciar el emprendimiento delictivo (asaltar un banco, introducir mercadería de contrabando, sobornar a un funcionario).

Por lo tanto podemos encontrar similitudes entre los impuestos que se usan para desestimular ciertas actividades (alcoholismo, juego, pirotecnia) y las sanciones disuasivas de la delincuencia.

(1) Los síntomas generan pobreza

●●●

viernes, 16 de diciembre de 2011

Pedir ayuda en forma explícita o sugerida

Quienes piden ayuda aceptan el capitalismo mejor que quienes sólo comentan sus problemas a la espera de ofrecimientos desinteresados.

En mayor o menor grado rechazamos la incertidumbre.

Por este motivo anhelamos leer descripciones sin ambivalencias, que tengan una única interpretación y que abarquen todos los casos, es decir que no haya excepciones a la descripción.

Es una importante dificultad, tan importante como la miopía severa, o la hipoacusia (sordera), o la baja resistencia a la fatiga, perder la estabilidad emocional (enojarnos, llorar, huir) cuando la vida nos enfrenta a estas situaciones de dualidad, inseguridad conceptual, imprecisión.

Compartiré un comentario con ustedes que lamentablemente está cargado de excepciones.

Les decía en otro artículo (1) que nos hacemos amigos de quienes nos prestan alguna utilidad, esto es que nos dan su ayuda o que nos piden su ayuda.

Con las imprecisiones y abundantes excepciones ya advertidas digo que hay dos tipos de personas:

1º) Las que comentan sus angustias, preocupaciones, carencias, simplemente porque necesitan compartirlas con alguien, sentirse escuchadas, y

2º) Las que comentan sus angustias, preocupaciones y carencias porque no saben cómo pedir expresamente la ayuda que necesitan.

Los del primer grupo sólo quieren poner en palabras, aliviarse, sentir que alguien los escucha y nada más; los del segundo grupo no quieren pedir ayuda porque sienten que están molestando, porque no quiere «endeudarse» (deber favores) o se avergüenzan de ser débiles, carenciados, imperfectos.

En suma: Los primeros piden lo que necesitan con claridad y los segundos sólo insinúan la petición.

— Los primeros pueden participar de los ambientes capitalistas porque aceptan negociar, comprar, reclamar, exigir, pagar, lucrar; mientras que

— Los segundos pueden participar en ambientes socialistas, solidarios, sin fines de lucro, cooperativos.

Estas descripciones ambivalentes y llenas de excepciones, afirman que los integrantes de un grupo poco lograrán fuera de su ambiente.

(1) La necesidad de recibir y de dar

●●●

jueves, 15 de diciembre de 2011

El acoso padecido o provocado

Nuestro cerebro es incompetente para determinar cuándo es víctima y cuando procura serlo.

Antiguamente teníamos la certeza que todos los seres vivos habían sido creados por un ser superior, un personaje de poderes sobrenaturales, un gran padre.

En ese entonces a nadie se le ocurría hacer el planteo más contemporáneo sobre «¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?» pues ya se sabía que había sido la gallina, creada a su vez por el dios de ese pueblo.

La ciencia le quitó terreno a las creencias mágicas, místicas, fantásticas, pero como los seres humanos vivimos mejor si nos reunimos en torno a una convicción y la palabra «religión» deriva de religiosus = escrupuloso, contrario a la negligencia, terminamos creyendo que la ciencia sí nos provee verdades incuestionables, lo cual, a largo plazo, tampoco es cierto porque las «verdades» científicas se renuevan con lo cual podemos decir que las anteriores no eran tan verdaderas.

En suma: la ciencia es una religión, con muchos devotos y hasta con inquisiciones, porque los «científicos fundamentalistas» suelen ponerse muy agresivos con quienes cuestionan sus «verdades».

Con esta introducción sólo intento quitarle un poco de luz al encandilamiento religioso de la ciencia para decir que el ser humano no es apto para acceder a la verdad, aunque sí está dotado para soñar con ella al punto de creer que ese sueño es realidad.

Voy al punto: como dije en otro artículo (1), tenemos una actitud tan ambivalente hacia nuestro padre que hasta podemos imaginarnos sexualmente acosados (hijos e hijas), sin dejar de amarlo y respetarlo.

En ciertos casos esto se resuelve desplazando esos sentimientos a otros personajes y circunstancias, como por ejemplo a otras figuras paternas (gobernantes, clientes, competidores, maestros, jefes), sin saber qué ocurrió primero: si él quiso abusarnos o nosotros buscamos esa prueba de amor.

(1) La inadaptación al «maldito» dinero y la pobreza

Artículo vinculado:

El acoso del deseo

●●●

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La oposición de intereses bajo control

No conocerse a sí mismo (1) es peligroso para la sociedad porque ignoramos nuestra saludable agresividad.

En otro artículo (2) pasé muy bien comentando la relación que supuestamente existe entre las novelas policiales y el odio a nuestro padre porque se lleva las culpas de todas las frustraciones infantiles.

Los sentimientos que inspira nuestro padre parecen peores porque contrastan con los que inspira nuestra madre.

Pensemos en que la «figura materna» suele estar asociada a lo gratificante de la existencia: alimentación, abrigo, caricias, abrazos, arrullos, tolerancia, comprensión, compañía, solidaridad, alivio.

La «figura materna» es una imagen psíquica vinculada con lo bueno que recibimos. Ella parece más buena de lo que es porque contrasta con la «figura paterna» que asociamos con las insoportables responsabilidades, cumplir y hacer cumplir la ley, «ponerle el pecho a las balas» o los glúteos a las espeluznantes inyecciones.

El odio feroz que nos inspira este culpable de todas nuestras desgracias (papá) nos llena de preocupación porque tenemos claro que a tan corta edad moriríamos si tuviéramos que prescindir de su ayuda.

Aumenta nuestra desesperación percibir que los adultos son telépatas.

Efectivamente, cuando somos niños tenemos el convencimiento que ellos nos leen la mente porque no nos damos cuenta aún que somos muy obvios en nuestros gestos. Por ejemplo, no es tan portentoso para un adulto darse cuenta que deseamos comer caramelos si ponemos cara de éxtasis ante las golosinas de un kiosco.

Si suponemos que también se enteraron de nuestros deseos homicidas, tratamos de disimular (ocultar) adulando, siendo hipócritas y hasta autoconvenciéndonos de que ese grandote es un buen tipo.

Entre quienes esto no mejora (inmadurez), encontramos trabajadores adulones, delatores, no sindicalizados, incapaces de asumir que se oponen a los intereses del empleador (cliente) pero que igualmente serían confiables si se conocieran a sí mismos.

(1) Conocerse y responsabilizarse habilita más poder
Mariposas en el estómago
Gente que ladra, no muerde
(2) La inadaptación al «maldito» dinero y la pobreza

●●●

martes, 13 de diciembre de 2011

La inadaptación al «maldito» dinero y la pobreza

Las leyes a las que nos oponemos porque restringen nuestra libertad, son inconscientemente simbolizadas por la figura paterna.

Según opinan muchos expertos en literatura, el género policial reedita de mil maneras diferentes el homicidio del padre.

De más está decir que todos estos expertos opinan así porque están contaminados (lo sepan ellos o no) por el psicoanálisis.

La mayoría de estas obras literarias están redactadas (voz del narrador) por alguien que está por fuera de los acontecimientos. Casi todas comienzan cuando algún crimen misterioso ya ha ocurrido.

Fundamentalmente el texto está destinado a descubrir cómo se las ingenió el asesino para perpetrar su acto delictivo sin ser descubierto ... hasta que el detective diseñado por el escritor lo descubre en el último párrafo de la novela, mostrándole al lector que todas las hipótesis que había creado estaban equivocadas. Cabe destacar que si hubiera acertado, nunca más leerá otra novela de ese estúpido escritor.

Pero el eje de este artículo no es la novela negra (como se le ha llamado porque los ambientes descriptos son mayoritariamente nocturnos) sino qué puede provocar la pobreza patológica y cómo resolverla (curarla).

Como les decía más arriba el resorte inconsciente tensado por las novelas en las que alguien comete un crimen tratando de no ser penado por la ley, refiere inconscientemente al deseo que tuvo o tiene el lector de matar al padre en particular pero sobre todo, de acabar con todas las leyes que le imponen prohibiciones.

Aunque el psicoanálisis es muy explícito cuando dice que los niños de ambos sexos son homicidas imaginarios (1) de ese grandote malo que viene a quitarles la madre, debemos comprender que toda esa furia termina manifestándose en la discapacidad que algunas personas tienen para adaptarse al sistema capitalista, a las normas legales y al «maldito» dinero.

(1) Protegerse dentro de una idea fija

●●●

lunes, 12 de diciembre de 2011

Los desafíos provocados por la saciedad

La pobreza existe porque aún no aceptamos que el fenómeno vida (1) también se ve estimulado por la búsqueda de necesidades y deseos.

En otros artículos he comentado que los seres humanos conservamos el fenómeno vida en la medida que nuestro funcionamiento biológico pueda reaccionar huyendo de los dolores y dirigiéndose hacia la búsqueda del alivio, placer, goce.

La muerte ocurre cuando nuestro funcionamiento biológico no puede reaccionar huyendo de los dolores y atrayendo las sensaciones disfrutables.

Clásicamente decimos que la situación penosa ocurre cuando no podemos dar satisfacción a una carencia, cuando tenemos hambre y no podemos comer, cuando un gobernante hace mal su trabajo y no podemos cambiarlo por otro, cuando no podemos curarnos de una enfermedad invalidante.

Es menos frecuente el caso de quienes necesitan producir cambios en su vida porque lo que no tienen son necesidades y deseos (2).

El primer caso (el que todos conocemos por escasez, pobreza, carencia) es aquel en el que lo penoso ocurre por frustración de las necesidades y los deseos, ahora me estoy refiriendo a que las molestias ocurran precisamente porque todas las necesidades y deseos han sido cancelados por la abundancia de recursos. Me estoy refiriendo al malestar de la riqueza, de quienes lo tienen todo y han caído en el hastío, el aburrimiento.

Este grupo de personas satisfechas necesitan buscarse desafíos, necesidades, curiosidades, dificultades, juegos entretenidos, situaciones en las que puedan encontrar las necesidades y deseos de los que están siendo privados por la abundancia de recursos, por la desaparición de frustraciones.

Aunque suena de «ciencia ficción», no es tan disparatado suponer que el planeta posee recursos suficientes para cancelar todas las frustraciones de los seres vivos que lo habitan (incluida nuestra especie), como para que el desafío estimulante del fenómeno vida sea la búsqueda de necesidades y deseos.

(1) Blog destinado al «fenómeno vida»: Vivir duele

(2) El sufrimiento por «saciedad extrema»

●●●

domingo, 11 de diciembre de 2011

Los carenciados explotan a los trabajadores

Los pobres e indigentes incapaces de producir lo que necesitan consumir, presionan a los trabajadores en beneficio de los capitalistas.

El la Asamblea General de las Naciones Unidas reunida el 31 de marzo de 1993 se resolvió que el 17 de octubre de cada año se celebrará el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.

De esta manera la humanidad consagró la inmortalidad de este flagelo en beneficio de los capitalistas que se benefician con mayores ventas.

Como nada ocurre porque sí, aventuro una explicación que podría ser verdadera.

De toda la población mundial sólo produce riqueza el conjunto de trabajadores que tienen entre 20 y 70 años. Los demás viven de lo que ellos hacen.

Por lo tanto este grupo de personas son los que pueden ser explotados por quienes a eso se dedican, es decir, por las empresas que fabrican y/o venden mercancías y servicios.

Como los explotables (humanos en edad productiva de 20 a 70 años) tienen una limitada capacidad de consumo (personal y familiar), se los convence (obliga) de que tienen que hacerse cargo de los desvalidos como si formaran parte de su cuerpo, es decir, deben producir para atender sus propias necesidades personales más las de esos otros humanos, expandiendo la mencionada capacidad de consumo en beneficio de quienes fabrican y/o venden mercancías y servicios.

Dicho de otra forma:

Esas personas que están en edad productiva deben consumir para sí mismos y para esa población de pobres cuyo crecimiento se favorece para que los trabajadores tengan más bocas para alimentar, cuerpos para vestir y enfermedades para consumir medicamentos.

En suma: Cada 19 de octubre nos acordamos de los carenciados explotadores (pobres e indigentes) para reforzar el compromiso económico que la población trabajadora y explotada tiene con ellos, en beneficio de los fabricantes y/o vendedores.

●●●

sábado, 10 de diciembre de 2011

La salud con fines de lucro

Los profesionales de la salud que trabajan gratis, quizá necesiten imaginar que son intermediarios de Dios al estilo de algunos sacerdotes.

«No soy yo quien te cura, es Él».

Así se expresan los sanadores que producen curaciones reales que probablemente sean sanaciones psicosomáticas.

Me explico:

Quienes creemos que existen enfermedades psicosomáticas porque el cuerpo puede expresar una desilusión mediante un ataque de asma, o un abandono mediante una alergia o algo peor mediante un cáncer, estamos en condiciones de suponer que también existen curaciones psicosomáticas, es decir, tanto la sugestión provocada por rituales mágicos como un abrazo en contexto místico, pueden alterar el cuerpo favorablemente (sanación).

Pero la intervención divina de un ser inmensamente superior como es Dios, modifica el estatus de los sanadores.

No es lo mismo aplicar técnicas terrenales de masajes, acupuntura, homeopatía, antibióticos, antiinflamatorios, psicoanálisis, a intermediar en el sobrenatural poder de un ente omnipotente como es Dios.

Todo parece indicar que en este último caso los seres humanos que han sido elegidos para realizar esa intermediación tienen el mandato expreso de Dios de no lucrar con ese don celestial.

En nuestra cultura occidental rechazamos la comercialización de los servicios de intermediación con el poder sanador de Dios.

Cada tanto nos escandalizamos al enterarnos que tal o cual gurú religioso resultó ser un ambicioso oportunista.

Lo que no parece tener mucha coherencia es al actitud de algunos trabajadores de la salud que se resisten a cobrar por su trabajo.

En los países hispanosparlantes está presente la idea de que la salud no es un servicio comercializable.

Donde esto ocurre, quienes vocacionalmente estudian térnicas curativas (medicina, psicología, herboristería), quizá tengan que encarar su trabajo con espíritu sacerdotal y terminar creyéndose que son intermediarios de Dios en el ejercicio de su profesión, con el consiguiente empobrecimiento de los trabajadores.

●●●

viernes, 9 de diciembre de 2011

La naturaleza también crea disconformes

Es probable que la lucha contra la injusticia distributiva sea imprescindible porque forma parte del orden natural.

La riqueza y la pobreza dividen a la humanidad y no descarto la hipótesis de que necesitemos esa división para poder vivir.

El íntimo deseo de que todos seamos iguales no está atendido por la naturaleza porque nacemos inevitablemente con distintos talentos, fortalezas, salud.

Según he mencionado en varios artículo reunidos en el Blog titulado Vivir duele, parecería ser que el fenómeno vida depende entre otras cosas de que los beneficiarios de ese fenómeno (los seres vivos) tengamos molestias y placeres que nos estimulen para buscar comida cuando tengamos dolor provocado por el hambre y así con todos los otros padecimientos propios de la existencia y que nos provocan reacciones sin las cuales pereceríamos (alejarnos del fuego, dormir, huir de las inundaciones en las que podríamos ahogarnos).

Por lo tanto, la naturaleza ha creado una mala distribución de dones (fortaleza, inteligencia, belleza, salud) para que conviva con un ser humano cuyos gustos rechazan esta situación.

El cerebro humano creado por la naturaleza incluye la funcionalidad de rechazar ciertos fenómenos naturales.

En otras palabras, para los seres humanos es desagradable que existan enfermos, débiles, pobres y las condiciones naturales están dadas para que nunca falten estos estímulos que agreden (estimulan) nuestra sensibilidad.

Es posible pensar que esta contrariedad es «deliberada», necesitamos estar en desacuerdo con esta despareja asignación de dones.

Por el contrario, si los humanos fuéramos naturalmente felices sabiendo que algunos no tienen comida, que otros están sufriendo dolores corporales muy intensos, que hay madres que mueren en el parto, quedaríamos privados de esas molestias que el fenómeno vida requiere para no detenerse.

En suma: La lucha contra la injusticia distributiva forma parte del orden natural.

●●●

jueves, 8 de diciembre de 2011

Elegir los enemigos más convenientes

En nuestra infancia podemos comenzar a desplazar el odio a las prohibiciones de papá a objetos externos, variados, cambiantes.

En otro artículo (1) les comentaba que las peripecias de todo niño, enfrentado a situaciones que para ellos son atroces, pueden dar lugar a soluciones que lamentablemente luego se conviertan en muy costosas.

Como seguramente ocurre en casi todos los órdenes de la vida, es una cuestión de suerte: es suerte que hayamos recibido una buena dotación genética, es suerte que nuestros padres nos hayan deseado, es suerte que los acontecimientos fortuitos tengan una dimensión adecuada a nuestra posibilidades.

Cuando esas vicisitudes son muy desfavorables o nuestra dotación (fortaleza) es escasa, algo tenemos que hacer para sobrevivir porque el instinto de conservación se opone férreamente a que muramos.

Por lo tanto, aunque muchas veces quisimos morirnos, el instinto de conservación nos presionó duramente y tuvimos que recurrir al autoengaño, inventarnos alguna «verdad» (creencia, imaginación, historia, relato, novela), para no claudicar.

En el mencionado artículo (1) les comenté el caso de un niño imaginario que «resuelve» (entre comillas) su angustia, pensando que su enemigo no es papá, sino que es otra cosa más controlable que él.

Alguna vez les hable del extraño «Síndrome de Estocolmo» (2) en el cual los rehenes hacen una alianza con su secuestrador para que la policía no los rescate.

Nuestro cerebro aterrorizado puede llegar a esa solución así como el pequeño puede «decidir» que su papá son los ratones, los espacios abiertos, las aglomeraciones de gente.

A partir de ese momento podrá hacerse amigo (hipócritamente) de quien lo está desplazando de su lugar junto a la amada, irremplazable, imprescindible mamá.

Como el objeto fóbico (ratones, etc.) no es tan eficiente, su productividad económica se verá resentida por un permanente y difuso temor a casi todo.

(1) Protegerse dentro de una idea fija

(2) El síndrome de Estocolmo

●●●

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Protegerse dentro de una idea fija

La vida infantil es tan compleja y angustiante que necesitamos inventarnos historias, novelas, guiones (1), que si bien nos ayudan calmándonos, a menudo nos quitan rendimiento productivo (económico).

Toda ficción tiene por objetivo darnos placer, aún cuando se trate de películas de terror, cuentos de vampiros o novelas policiales.

El psicoanálisis cree esto, nos da mucho resultado creerlo, hasta parecería que podríamos demostrarlo, sobre todo porque los pacientes mejoran, tienen una vida menos sobrecargada de tristezas, temores, esclavitudes.

Los diversos estilos literarios que todos conocemos funcionan de manera parecida a los estilos psicológicos que fuimos desarrollando a medida que la vida nos fue poniendo en aprietos.

Estos estilos son el histérico, el obsesivo, el fóbico, el perverso, el psicótico, el psicopático, pero déjenme borrar con el codo esto que escribí con la mano: no les recomiendo que piensen con esas etiquetas porque terminarán creyendo que saben algo, como me pasó a mí cuando fui joven, omnipotente y pedante.

Veamos un caso que pudo ocurrirnos y que explicaría por qué hoy somos como somos.

— Quisimos a mamá en exclusividad;

— Apareció papá y reclamó su parte de mamá alegando que es su esposa y que, entre otras cosas, quiere darnos varios hermanitos más;

— Quisimos matarlo. Nuestras «tiernas» intenciones para con él fueron horrendas, merecedoras de cadena perpetua;

— Estábamos entre la espada y la pared, desesperados, la angustia nos dio mucho miedo, la oscuridad estaba llena de monstruos antropófagos;

— Las palabras con la voz de papá, cuando nos ordenaban «vete a jugar», taladraban nuestros oídos;

— La solución fue tratar de controlar nuestros pensamientos concentrándolos en alguna idea fija: lavarnos las manos, evitar las baldosas oscuras, contar millones de ovejitas para quitarnos el insomnio, y todo esto, durante décadas, en desmedro de nuestra capacidad productiva, generándonos una pobreza económica patológica.

(1) Nuestra novela y nuestro protagonismo

●●●

martes, 6 de diciembre de 2011

El fútbol también simboliza el robo

El fútbol simboliza el apoderamiento de un objeto deseado (la pelota) y sólo permite sublimar el deseo de robo entre quienes son capaces de simbolizar.

La «propiedad privada» es una imposición cultural opuesta a nuestros instintos.

Como he sugerido en otros artículos (1), la transgresión a la propiedad privada genera:

— malestar entre las víctimas;

— ambivalencia («Me disgusta pero siempre existió») entre los observadores que aún no fueron perjudicados;

— dolores de cabeza en los jerarcas que prometieron «terminar con el flagelo de la delincuencia»;

— apasionamiento entre quienes luchan por mejorar la distribución de la riqueza al estilo Robin Hood (2);

— fuentes de trabajo entre quienes venden promesas de seguridad en forma de «guardia permanente», enrejados, alarmas.

También he sugerido que un individuo con la función simbólica subdesarrollada (3) (escaso lenguaje, pobre interpretación del entorno, dependencia de los prejuicios), tiene también subdesarrollada la relación causa-efecto. Me explicaré:

— el fútbol es un deporte apasionante para millones de personas;

— el juego representa, teatraliza, simboliza varios sentimientos, fantasías y deseos inconscientes (4);

— los mejores jugadores de fútbol son aquellos capaces de apoderarse y no perder una pelota que representa (simboliza) «el objeto deseado», «la riqueza», «la vida»;

— los fanáticos del juego concurren, se emocionan, aplauden a esos jugadores que con destreza física, fuerza, audacia, creatividad, atrevimiento, desprecio por los contrarios, se apoderan del objeto deseado (la pelota) para introducirla justamente donde esos contrarios no quieren: en su propio arco.

Quienes tienen desarrollada la capacidad simbólica, calman su deseo de apoderamiento tan sólo disfrutando del espectáculo deportivo que lo teatraliza, lo representa, lo simboliza.

Quienes no tienen desarrollada la capacidad simbólica, no calman el deseo de apoderamiento porque no lo subliman con esta metáfora deportiva. Sólo calman el deseo de apoderamiento robando, comprando objetos robados, venerando a Robin Hood, evadiendo impuestos, ignorando los actos vandálicos.

Nota: «Sublimar» significa satisfacer un deseo prohibido con acciones permitidas, por ejemplo, canalizar los impulsos agresivos practicando boxeo.

(1) Envidiamos a los ladrones

Sanciones económicas para delitos económicos

(2) Robin Hood, presidente

El robo y las ideologías de izquierda

(3) Hijos que enriquecen e hijos que empobrecen

La ignorancia impide percibir

(4) Los insultos sexuales alivian frustraciones

●●●

lunes, 5 de diciembre de 2011

El sindicalismo es un mal necesario

El sindicalismo tiene dos defectos: está compuesto por seres humanos y necesita engañar para convocar trabajadores muy apegados al individualismo.

Cuando era mentalmente muy joven (inmaduro), pedí una entrevista con el gerente máximo de la empresa para la cual trabajaba como empleado administrativo.

La secretaria, muy profesional, consultó su computadora y me dijo que en treinta días el gerente podría concederme una entrevista de cinco minutos.

Para mi sorpresa, me sobraron cuatro minutos.

Apremiado por la cruel necesidad de ganar más dinero para solventar mis gastos, le dije con mi mayor capacidad de síntesis:

— Si no me aumenta el sueldo, renuncio.

El gerente me miró por sobre los lentes y me preguntó:

— ¿Cuándo?

Fin de la entrevista.

Aún siento gratitud hacia aquel personaje que con una sola palabra cambió mi vida.

Al elaborar mi estrategia contundente para obtener un éxito fulminante, pensé que yo era tan imprescindible para los demás como era imprescindible para mí mismo y aparentemente para los familiares y amigos que se alegraban al verme.

Este fracaso me obligó a reconsiderar cuánto vale mi trabajo para quienes estarían dispuestos a pagarlo con dinero.

Una de las causas de mi retardo emocional fueron las dulces palabras de mis dirigentes políticos y sindicales, quienes me hicieron creer que mi autoevaluación era realista pero que el mercado laboral, plagado de personajes mezquinos, abusadores y explotadores, quería estafarme, pero ahí estaban mis salvadores (políticos y sindicalistas) para evitar esa estafa.

Quizá usted crea que me encamino a condenar a estos dirigentes. No, terminaré de otro modo.

Estos dirigentes políticos y sindicales, si bien no son ningunos santos, tuvieron que engatusarme, engañarme, seducirme para que yo abandonara mi omnipotente e inmadura creencia de que individualmente podía conseguir lo que tiempo después obtuve uniéndome (colectivizando mi necesidad) a los otros trabajadores como yo.

●●●

domingo, 4 de diciembre de 2011

Cuidar los bienes ajenos es imposible

Es ley natural que los seres humanos descuidamos los bienes ajenos creyendo cuidarlos como si fueran propios.

Cuando alquilamos una casa de veraneo la usamos para descansar, inclusive de nuestra agotadora responsabilidad, de los neuróticos hábitos higiénicos. También dejamos de pensar que mañana podríamos estar vivos para recibir los reclamos judiciales de un indignado propietario.

Cuando alquilamos un automóvil sin chofer, lo usamos como si fuera indestructible o como si lo hubiésemos encontrado tirado en un terreno baldío o como si el fabricante nos hubiera contratado para practicarle una prueba de estrés, es decir, someterlo al peor tratamiento para detectar cuáles son los puntos más débiles.

Cuando los gobernantes acceden al poder sienten algo similar a quienes alquilan una casa de veraneo o a quienes alquilan un vehículo sin chofer.

Si bien prometieron un excelente cuidado de los bienes públicos, colectivos, de todos los ciudadanos, debemos saber y tolerar con sabia paciencia que ni ellos ni nadie está dispuesto a cuidar lo ajeno como un buen padre de familia.

El monto de dinero que tiene que administrar, obtenido por el cobro de los impuestos, no les concierne realmente, no les importa tanto como su propio salario o su propio patrimonio familiar.

En las repúblicas democráticas representativas, quienes no obtienen la mayoría de los votos como para acceder al máximo poder, tienen la función de controlar, vigilar, auditar las prácticas de quienes toman las decisiones. Sin embargo, esta noble función tampoco pueden ejercerla a cabalidad, no solo porque el dinero público les importa tan poco como a los máximos gobernantes sino porque además tienen un secreto deseo de castigar (perjudicar) a quienes no los votaron (resentimiento).

En suma: como he mencionado en otros artículos, para los seres humanos es casi imposible gobernar porque inevitablemente hacemos lo que no debemos.

(1) Un gobernante necesita mentir
La falsedad imprescindible
La injusta venganza de la culpa imaginaria

●●●

sábado, 3 de diciembre de 2011

Lo involuntario e inevitable

El determinismo (1) hace que yo piense y publique diariamente ideas sobre cómo resolver la pobreza involuntaria y el mismo determinismo provocará algunos cambios.

«Si usted cree en el determinismo, ¿para qué publica diariamente ideas sobre la pobreza patológica?», preguntan algunos lectores poseedores de la energía suficiente como para comunicarse conmigo.

La respuesta no es sencilla pero «no hay peor gestión que la que no se hace».

Defino al determinismo como la postura filosófica según la cual todo está determinado por la naturaleza en un régimen de azar puro.

Los humanos somos títeres gobernados por esas fuerzas naturales (físicas y químicas), aunque poseemos la posibilidad de observarnos y describirnos con bastante imprecisión.

Yo, Fernando Mieres, buscador y publicador de las causas de la pobreza patológica, no puedo dejar de hacerlo porque estoy determinado. Si se rompe mi computadora o pierdo el suministro de energía eléctrica y ADSL, busco dónde poder trabajar. Es obvio que no hago este trabajo porque lo he decidido con libre albedrío.

Además, eso que a mí me ocurre (pensar, observar, escribir sobre temas de economía pensada con criterios del psicoanálisis), produce textos que son leídos por ustedes, provocando en vuestros cerebros alteraciones neuronales y químicas, escasamente verificables pero inevitables.

Esos cambios neuronales y químicos en los cerebros que casualmente hayan sido estimulados por mis ideas, ordenarán acciones inevitables (determinadas y no voluntarias), que en pocos años, en pocas generaciones o en pocos milenios, terminarán provocando (o no) la desaparición de la pobreza, la desaparición de la riqueza obscena que ofende la dignidad de la especie o cualquier otro cambio inevitable, fortuito, azaroso, casual.

En suma: la naturaleza y el azar hacen que yo piense y publique todo esto y la misma naturaleza y azar harán que algo ocurra (o no) con prescindencia de la voluntad humana.

(1) Blog destinado al Libre albedrío y determinismo

●●●

viernes, 2 de diciembre de 2011

Riqueza y lesbianismo

Los varones ganan más dinero que las mujeres porque están menos frenados por la vocación homosexual inherente a la condición femenina.

Observemos algunos datos de la realidad en los que estaremos todos de acuerdo, para luego interpretarlos de forma inevitablemente discutible.

Es indiscutible

— que los varones tenemos órganos genitales externos, lo cual contrasta con nuestras compañeras de especie en las que son internos;

— que en la casi totalidad de los casos es la madre quien se encarga de alimentar y cuidar al recién nacido, continuando de esa forma lo que estuvo haciendo con el útero hasta el nacimiento;

— que existe una prohibición de cometer incesto.

Datos discutibles (pues el psicoanálisis solo es una teoría), son:

— la visibilidad de los órganos genitales masculinos instala en su portador el temor a que le sean cortados, dañados, robados. Esta es una de las tantas características que conforman el «complejo de castración»;

— que sea una mujer la que presta los primeros servicios post parto, muy probablemente conduce a que varones y niñas aprendamos a amar a una persona de sexo femenino;

— por esta razón las mujeres son propensas a la homosexualidad (1) y los varones propensos a la heterosexualidad;

— puesto que nuestra única misión (2) es la de conservar la especie, ellas sienten contrariado el instinto maternal por la vocación homosexual;

— por su parte, los varones desearían copular con la madre (complejo de Edipo) pero se ven inhibidos por la prohibición del incesto y por sentirse expuestos a un castigo que amenaza la conservación de los genitales.

Estos hechos (indiscutibles o no), hacen que los varones estén más decididos a la reproducción (porque desean a una mujer), las mujeres sientan más dudas frenadas por la homosexualidad (que no es reproductiva) y que por eso hayan más varones ricos que mujeres ricas.

(1) Si yo fuera mujer
Sabemos mucho de gays y poco de lesbianas

(2) Blog especializado en Nuestra única misión

●●●

jueves, 1 de diciembre de 2011

El dinero: obstáculo o solución

Algunos sienten que ganar dinero equivale a ser amados y para otros constituiría un obstáculo para conquistar la aceptación de su grupo de pertenencia.

En otro artículo (1) les comento que uno de los motivos principales por los que somos heterosexuales, bisexuales u homosexuales, tiene que ver con el amor, esto es: Si en nuestra infancia observamos que «nos conviene» más actuar como alguien de nuestro mismo sexo, seguramente optaremos por ser heterosexuales (opción inconsciente, ¡por supuesto!), pues nada es más importante para nosotros que asegurarnos el amor de nuestra familia, sociedad, especie.

Nos va la vida en pertenecer a comunidades porque intuimos (sabemos instintivamente) que de esa forma podemos compensar la vulnerabilidad que caracteriza a nuestra especie.

Si observamos la naturaleza, los animales más fuertes suelen andar solos y solo se juntan para aparearse, mientras que los más débiles suelen agruparse. En el reino vegetal ocurre algo similar aunque no es tan evidente.

En suma 1: inconscientemente «elegimos» el rol sexual que suponemos más conveniente para conseguir esa cuota de amor, protección y socialización que cada uno siente a su manera.

Tomando como eje de nuestras opciones la búsqueda de amor, es posible deducir que el dinero puede considerarse una prueba de amor para muchas personas.

Podemos saber cuánto nos aceptan como trabajadores, artistas o deportistas midiendo el éxito económico.

Es una conclusión válida reconocer que el éxito comercial, artístico y deportivo constituye una demostración altamente tranquilizadora de ese temor a la soledad que nos impulsa a buscar enérgicamente el amor, la aceptación, el reconocimiento.

En suma 2: una causa posible de la pobreza patológica es que el afectado considere al dinero como un obstáculo insalvable para obtener y conservar el amor de quienes él valora como los mejores acompañantes, amigos, socios, protectores, vecinos, correligionarios, familiares.

(1) Imitamos la opción sexual de los ganadores

●●●

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Los maridos proveen mal

Las mujeres ganan menos dinero que los hombres porque nuestro sistema de convivencia desconoce algunos hechos.

Muchas decisiones dependen del criterio de valoración que utilicemos. Es más: muchas veces no usamos ningún criterio sino que confiamos en la valoración publicitaria.

También necesitamos desvalorizar a los demás para calmar los sentimientos de vulnerabilidad que nos atacan cuando padecemos algún pico de realismo agudo (y que raramente deviene crónico).

Me interesa compartir con ustedes el hecho innegable de que en nuestro mercado laboral las mujeres ganan promedialmente menos dinero que los varones.

Este es un fenómeno antipático pero de estricta justicia pues, desde el punto de vista del empleador, aunque ambos sexos tenemos capacidades productivas similares, ellas tienen más compromisos vitales que los varones y por eso es normal que falten para alimentar a sus hijos, para cuidar a los familiares enfermos y hasta para recuperarse ellas mismas de la sobrecarga vital a la que están sometidas por imperio de las leyes naturales.

Es normal que cuando un sistema está mal diseñado y da malos resultados, surjan voces defensoras del sistema gritando el slogan «Los sistemas son perfectos pero los que siempre fallan son los humanos» (nótese que el eslogan excluye tendenciosamente a quienes lo pronuncian).

Propongo pensar que los humanos somos perfectos en el diseño y la construcción aunque intelectualmente deficitarios, al punto que no percibimos este déficit.

Nuestro sistema de convivencia no contempla:

1º) Que nuestra única misión es conservarnos como individuos y como especie (1);
2º) Que en esta única misión, la mujer es, por lejos, la más comprometida;
3º) Que es un despropósito que además tenga que trabajar para sustentarse;
4º) Que los varones no tenemos mucho interés en mantener económicamente una familia.

La injusticia distributiva de responsabilidades vitales entre hombres y mujeres, causa pobreza patológica.

(1) Blog sobre nuestra única misión 

●●●

martes, 29 de noviembre de 2011

Todo está vinculado a todo

La condición económica (pobreza o riqueza) está en armonía con el resto de la biología personal.

Me animo a decir que la Torre Eiffel es un verdadero atentado al buen gusto y una inequívoca representante del imperialismo francés en lo que refiere a la moda pues, este enorme adefesio le ganó a nuestro buen gusto y ahora decimos que es bella.

Mide más de 300 metros de altura y está construida con hierro de muy buena calidad, que si no estuviera permanentemente protegida contra la oxidación, ya habría desaparecido.

La componen 18.000 piezas unidas por dos millones y medio de remaches.

¿Podemos imaginar qué ocurriría si cambiáramos alguna de esas 18.000 piezas por otra de diferente tamaño, distinta flexibilidad, o con otra resistencia a los cambios de temperatura?

Sí, podemos imaginarlo: si esa nueva pieza fuera de diferente tamaño modificaría su altura, equilibrio o verticalidad; si fuera más flexible, toleraría de otra forma los vientos; si tuviera diferente reacción ante el frío, podría torcerse en invierno y enderezarse en verano.

En suma 1: las 18.000 piezas unidas por dos millones y medio de remaches, conforman, todos juntos, esa famosa, horrenda pero bellísima montaña de hierros.

Nuestro cerebro nos permite modificar (metaforizar) estos datos para usarlos en una comparación de otro orden.

Es posible suponer que nuestra psiquis está conformada por miles de piezas no metálicas sino intelectuales, unidas por millones de asociaciones.

Una pieza puede ser nuestro amor por la justicia, otra puede ser el rechazo a la violencia, otra puede ser la resistencia a los cambios.

En suma 2: Es posible suponer que estamos diseñados y construidos para tener la pobreza o riqueza que tenemos y que podemos cambiar esa «pieza» (dejar de ser pobres, por ejemplo) solo si la integramos armónicamente con las otras 17.999.

●●●

lunes, 28 de noviembre de 2011

El patrimonio seminal o económico

Es posible que nuestra capacidad simbolizante encuentre semejanzas entre tener mucho dinero y eyacular abundante semen.

En otro artículo (1) comentaba que la función simbólica es propia del cerebro humano y puede tener diferentes grados de desarrollo.

En el artículo referido decía que un escaso desarrollo puede ser la causa de que tantas personas de poca formación intelectual tengan muchos hijos porque no pueden simbolizar su instinto reproductivo para tramitarlo como vocación productiva, por lo cual tienen muchos hijos (reproducción) y una escasa producción con la cual ganar el dinero que los mantenga.

Hace tiempo compartí con ustedes la hipótesis según la cual el dinero puede simbolizar al semen y viceversa (2).

Algo que llama la atención es que en las películas pornográficas la eyaculación se muestra por fuera del cuerpo femenino, como si ellas sintieran un placer real cuando reciben el líquido seminal sobre los senos o en la cara.

Es posible pensar que esas escenas son reclamadas por los clientes de ambos sexos porque aluden simultáneamente a la reproducción y al bienestar económico.

También es algo que a muchos nos llama la atención cómo algunas mujeres jóvenes prefieren unirse a hombres tan mayores que podrían ser sus padres.

Estas constataciones (la eyaculación visible y los matrimonios entre diferentes generaciones), nos permiten suponer que efectivamente el semen y el dinero están asociados en nuestro inconsciente.

Podría afirmarse que ellas disfrutan cuando el varón «las llena de semen». Instintivamente prefieren eyaculaciones muy abundantes, pero este mismo placer puede ser simbolizado (reemplazado) cuando el varón «las llena de dinero».

Observemos que en nuestras economías lo normal es que los jóvenes tengan menos dinero que los mayores de cincuenta años, lo cual se compensa con la producción de semen.

En suma: cuando el varón produce mucho semen, produce poco dinero y viceversa.

(1) Hijos que empobrecen e hijos que enriquecen

(2) El dinero es metáfora o símbolo del semen humano

●●●

domingo, 27 de noviembre de 2011

Todos nos proponemos ganar aunque en diferentes momentos

En la novela personal (vida imaginaria) jugamos para ganar. Algunos queremos ganar ahora y otros queremos ganar después.

Les comentaba en otro artículo (1) que los humanos nos construimos una novela donde somos protagonistas y cuyo desenlace nos permite «saber» qué nos ocurrirá.

Con este guión cinematográfico, podemos calmar el dolor de la incertidumbre.

Para que usted conozca cuál es su historia-novela-guión cinematográfico, piense en cómo se imagina que son las cosas, cómo son los otros personajes (padres, hermanos, amigos, cónyuge), cuál es el criterio de justicia, qué piensa de usted su gobernante (rey, presidente, Dios).

Millones de personas tienen una novela similar a la siguiente:

Se imaginan integrantes de una gran familia, con un padre inmensamente justo, poderoso, observador, que sabe cómo premiar y castigar a sus hijos.

Como habrá adivinado, estoy diciendo que en millones de personas la figura paterna de sus novelas, es Dios.

Quienes viven como protagonistas de una novela de este perfil literario, suelen imaginar que papá-Dios premia a los hijos más generosos, buenos, pacíficos, disciplinados. En suma, ama y premia a los hijos más obedientes, solidarios, trabajadores, que se conforman con muy pocos bienes materiales, que no compiten con sus hermanos y que no son dados a las diversiones, excesos y mucho menos, a la avaricia.

Quienes viven como protagonistas de una novela así, eluden las oportunidades porque «algún otro hermano las necesitará más que yo», nunca pelearán por posesiones materiales, ayudarán a los demás y tendrán un gran temor de disfrutar porque suponen que el placer será mal visto por papá-Dios y muy probablemente también tengan el temor a que el goce pueda ser tan grande (explosivo), que los desintegre físicamente (1).

Estos «hijos», son pobres y su estrategia consiste en ganar más que todos sus hermanos cuando papá-Dios los evalúe.

(1) Nuestra novela y nuestro protagonismo

●●●

sábado, 26 de noviembre de 2011

La confusión (indiscriminación) patrimonial

La vocación de pedir o prestar (dinero, favores, objetos), puede ser causante de la pobreza patológica.

Existen dos vocablos que suelen ser confundidos hasta por los expertos: «deudor» y «acreedor».

Aunque lo dejaré escrito, igual seguiremos confundiéndolos.

Cuando yo le debo a alguien soy su deudor y cuando alguien me debe a mí, es mi acreedor.

Para evitar confusiones en este breve artículo, sólo hablaré de «mí» o «yo», (Fernando Mieres).

«Yo» podría tener dos vocaciones marcadas:

— puedo tener vocación de ser deudor (le debo a los demás); o
— puedo tener vocación de ser acreedor (otros me deben a mí).

Ambas vocaciones pueden conducirme a la pobreza patológica (aquella escasez que desearía evitar pero no puedo).

Si tengo vocación de deudor, andaré por la vida:

— pidiendo dinero u otros objetos prestados;
— comprando a crédito; y
— solicitando favores, colaboración, solidaridad.

Con mi vocación de «deudor» trataré de estar en deuda con los demás, procuraré que ellos me recuerden la deuda, los habilitaré para que me cobren intereses normales o intereses de mora y multas si incumplo con los plazos pactados. Puedo llegar al extremo de excitarlos para que se pongan violentos, groseros y agresivos para que les devuelva lo que me prestaron.

Con mi vocación de «acreedor» trataré:

— de que los demás estén en deuda conmigo;
— los estimularé para que me pidan (dinero, objetos, favores);
— tendré motivos para cobrarles intereses, alquileres, multas y recargos, o
— tendré motivos para pedirles o exigirles (recriminar) favores.

Esta vocación de fusionar mi patrimonio con el de otros difícilmente mantenga las cuentas claras y equilibradas («me diste 10 y te devuelvo 10»), sobre todo cuando de valores intangibles se trate (favores).

En suma: Este artículo describe qué suele ocurrir cuando me cuesta distinguir mi patrimonio («yo») de los patrimonios ajenos («tú-ustedes»). Quizá tampoco sepa quién soy.

●●●

viernes, 25 de noviembre de 2011

Inhibición sexual y económica

El acto de negociar honorarios y exigir el pago puede adolecer de inhibiciones similares a la frigidez o la impotencia.

La psiquis humana es compleja pero también es cierto que a quienes nos interesa describirla nos falta talento para ser claros.

Este podría ser uno de esos casos en que intentaré describir algo que a mí me parece complicado, aunque quizá no lo sea tanto.

Algunas personas son muy eróticas por cómo actúan, se visten, se perfuman y modelan su cuerpo.

Así vemos mujeres y hombres que exhiben físicos esculturales, bellamente ataviados, simpáticos, cariñosos, seductores, insinuantes, generosos con las miradas, las caricias y los abrazos.

Sin embargo, muchos de ellos no podrán ir más allá de esas exhibiciones. Quien intentara aproximarse al punto de intimar sexualmente con ellos, podría padecer una sorpresa desilusionante.

A veces ni siquiera es posible llegar a intentar el acto sexual frustrante porque antes que eso, quien parecía ser un maravilloso objeto sexual, ante una insinuación puede enojarse, sentirse atacado, sin descartar que padezca inocultables sensaciones de asco.

Si usted conoce personas así o está dispuesto a confiar en mi descripción, podrá entender algo similar que ocurre en la relación con el dinero.

Así como algunas personas son muy eróticas pero son incapaces de sentir placer genital, también encontramos personas que trabajan con esfuerzo, capaces de brindar extraordinarios servicios a sus clientes, artistas que subyugan a multitudes, deportistas capaces de notables proezas, que sienten rechazo, miedo, frigidez, impotencia y quizá también asco por concretar con su público, cliente o empleador, una transacción económica justa, razonable, equilibrada.

En muchos casos, estos bellos ejemplares, capaces de seducirnos con sus dones (profesionales, artísticos, deportivos), tienen que contratar los servicios de un gerente que se encargue de negociar los contratos, fijar los honorarios y exigir el cobro.

●●●

jueves, 24 de noviembre de 2011

La arrogancia en defensa propia

El orgullo es un sentimiento que nos defiende cuando estamos débiles para seguir viviendo.

Nuestra psiquis tiene una cierta capacidad para recibir y administrar información. Se parece al disco duro de una computadora: posee un cierto tamaño y una determinada velocidad de procesamiento de los datos.

Me rectifico: el disco duro de una computadora se parece a la psiquis humana porque su diseño fue copiado de ella.

Sin embargo, aunque hubo una copia, la diferencia de complejidad entre la mente humana y la computadora más sofisticada, es la misma diferencia de complejidad que existe entre una nave espacial y un destornillador.

Contar con ideas, nociones, información e hipótesis aumenta las posibilidades de que el cerebro pueda hacer producciones más interesantes y rentables (1).

Pero como menciono en el mismo artículo (1), son muy importantes nuestras creencias.

Si creemos que ya lo sabemos todo, nuestro interés por averiguar, informarnos, inventar, estará totalmente desestimulado. Esa gran maquinaria (la mente) será inútil porque no tendrá combustible (estímulo, energía).

Si creemos que nos queda mucho por conocer, la avidez por estudiar trepará a niveles máximos.

Como la psiquis dispone de una capacidad limitada, todo lo que no pueda recibir lo desechará y en esto actúa el instinto de conservación: si la ignorancia nos agobia, nos deprime, automáticamente desarrollaremos la creencia en que ya lo sabemos todo o en que lo que nos falta por conocer es irrelevante.

En otras palabras: los automatismos biológicos de auto-protección se encargan de generarnos ideas, sentimientos, reacciones defensivas cuando nuestra capacidad de respuesta está llegando al límite.

Por eso muchas personas son arrogantes, orgullosas, se jactan de saberlo todo.

Cuando observamos estas conductas en nosotros mismos o en los demás, debemos saber que se han traspasado los límites de esfuerzo biológicamente disponibles y necesitamos engañarnos (arrogancia) «en defensa propia».

(1) La ceguera por convicción
 
●●●

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La ceguera por convicción

Las creencias, prejuicios, dogmas que nieguen la realidad, lograrán que hasta lo evidente se convierta en imperceptible.

En dos artículos anteriores (1) comenté que ningún estímulo proveniente de nuestros cinco sentidos puede convertirse en percepción si no existe una creencia previa que les dé significado.

Necesitamos creer en la dureza del suelo porque alguna vez nos caímos, para percibir lo sólido; recurrimos a las primeras experiencias de cuidados maternales para luego percibir el amor que nos inspiran quienes nos benefician; alguna vez nos metimos en un hueco pequeño y adquirimos nociones de espacio, volumen, tamaño con las que percibiremos «pequeñez», «inmensidad», «angosto».

En suma: la percepción, la captura subjetiva de nuestro entorno, el fenómeno psíquico por el que conceptualizamos los estímulos de los cinco sentidos, depende de creencias, nociones, información previa.

Es probable que estos dos artículos anteriores cobren importancia si retomamos la situación inversa, esto es: no percibimos aquello que no tiene en nuestra mente alguna referencia previa (creencia, noción, haber oído hablar de...).

Dicho de otro modo: los cinco sentidos pueden cansarse de enviar señales a nuestro cerebro (psiquis, inteligencia) sobre objetos, situaciones, colores de los que carecemos de antecedentes y nunca se formará una percepción. Para nosotros ningunos de esos estímulos sirvió para algo.

Y termino: la pérdida de los estímulos sensoriales por falta de referencias previas también ocurre cuando esos estímulos llegan a nuestro cerebro y se encuentran con creencias, nociones y referencias que nos informan que nada de eso existe.

Por ejemplo, si en nuestra psiquis tenemos instalada la creencia según la cual un pobre debe vivir como pobre, tener hijos pobres y morir en la pobreza, ningún estímulo que le envíen sus cinco sentidos con oportunidades de mejorar su calidad de vida, serán percibidos. Esas oportunidades im-perceptibles, no existen.

(1) Nadie sabe y todos opinamos

●●●

martes, 22 de noviembre de 2011

Paranoia, escepticismo y credulidad

La duda razonable, alejada de la paranoia y de la credulidad extremas, es indicadora de salud psíquica.

La normalidad psíquica «es una cuestión de medida».

Esto mismo puede decirse de otra forma: La salud mental es relativa

— al bienestar o malestar que manifieste la persona evaluada,
— a los criterios culturales,
— al punto de vista de quien haga la evaluación,
— a la corriente filosófica que se tome como referencia,
— al bienestar o malestar que la persona evaluada aporte a la sociedad que integra.

Este preámbulo intenta darle contexto a otra afirmación:

Una persona puede ser paranoica, escéptica o crédula según los criterios con los que sea observada.

Desde el punto específico de los temas que trata este blog, puedo agregar otro que no mencioné directamente:

— (La salud mental es relativa) a la calidad de vida que logre obtener en el mercado donde actúa.

Una persona paranoica es aquella que posee una desconfianza tan elevada que difícilmente encuentre a alguien que pueda coincidir con ella en la magnitud de los problemas que afirma percibir, como por ejemplo, sentirse perseguida.

Una persona escéptica posee un grado de desconfianza notoriamente menor a la paranoica y está dispuesta a dudar hasta de sus propias afirmaciones, percepciones y conclusiones.

Una persona crédula suele sentirse en un mundo tan fantástico como el paranoico pero en el polo opuesto en cuanto a la desconfianza. Se imagina súper protegida por seres míticos, por ritos que le atribuyen poderes mágicos, se siente omnipotente, poseedora de recursos personales invulnerables y atribuye los fracasos más estrepitosos a una especie de cuenta corriente con seres superiores que le imponen sacrificios posteriormente ventajosos.

En suma: en un entorno capitalista podría entenderse que la salud mental se asocia con una cierta humildad respecto a la validez (certeza) de las propias ideas y percepciones.

●●●

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuando nuestro cuerpo parece enemigo

El perturbador impulso erótico provocado por las hormonas infantiles y juveniles, puede generar repudio hacia el propio cuerpo.

La ciencia es la rama del saber que nos promete certezas, verdades, seguridad.

Es probable que la «Señora Ciencia» sea una dama presumida, pretenciosa y altamente seductora, que en los hechos no es mejor que miles de señoras que han gestado y criados hijos verdaderos, sin tanta publicidad.

El prestigio de esta «Señora» se debe a que efectivamente tiene algunos logros, pero sobre todo porque dice ser totalmente racional.

Gran parte de la humanidad cree en que el razonamiento es infalible a pesar de que no ha podido terminar con la diferencia entre pobres y ricos.

El Señor Psicoanálisis no es ni mejor ni peor que la Señora Ciencia pero es bien distinto porque no cree demasiado en el razonamiento, muchos menos en el libre albedrío y supone que sólo podemos pasar de una hipótesis a otra aceptando que la verdad definitiva y concluyente es utópica (ideal, imaginaria, inaccesible).

Les contaré una locura psicoanalítica.

Millones de personas creen que fueron violadas o víctimas de un abuso sexual (1).

Es cierto que esto pudo ocurrir (es verosímil), pero existen suficientes argumentos para pensar que el origen de ese «recuerdo» es pura imaginación provocada por otro hecho bastante diferente.

Nuestro cuerpo infantil se excita eróticamente, tiene deseos sexuales que la psiquis no puede procesar adecuadamente por su inmadurez y porque la cultura reprime severamente esos impulsos.

Por estos desafortunados acontecimientos puede ocurrir que algunas personas sientan que su cuerpo es un enemigo, algo que las pone en problemas, que les generan angustia.

Si razona de esta forma, difícilmente tendrá ganas de darle calidad de vida a un enemigo.

En suma: algunas formas de pobreza están causadas por una mala relación con el cuerpo.

(1) Lo que otros afirman que me conviene

El dolor natural y la culpabilidad imaginaria

La violación metafórica

●●●

domingo, 20 de noviembre de 2011

La insubordinación ciudadana

La democratización de los medios de comunicación puede incapacitarnos para convivir y producir si nuestra psiquis carece de la madurez suficiente para administrar la nueva sensación de poder.

Nuestra especie estuvo siempre cambiando pero desde hace unos cinco años (escribo esto en 2011), el cambio es mayor y más acelerado.

Quizá hubo épocas con esta aceleración en los cambios psicológicos cuando la Revolución Industrial (a mediados del siglo 18), durante las dos grandes guerras mundiales (1914 y 1939) y cuando se inventaron los anticonceptivos (a mediados del siglo 20).

En otro artículo (1) les comentaba que si no fuera porque la cultura nos induce a tener una percepción desnaturalizada de la sexualidad, los niños podrían observar a los adultos haciéndose el amor como si los vieran trabajando, comiendo o dialogando. Sin embargo, en casi todos los países hispanos se considera que los niños pueden ver escenas de sexo explícito después de los 18 años.

Algo que nos está cambiando aceleradamente es un incremento en nuestra cuota de poder debido a la popularización de nuevas herramientas de comunicación de una eficacia extraordinaria.

Si bien un niño sano podría ver sexo explícito sin que eso lo afecte, no ocurre lo mismo si a un niño sano se le asigna más poder.

En algún momento he mencionado (2) que la libertad es muy perturbadora cuando aún no hemos desarrollado una personalidad que nos permita administrar la posibilidad de elegir, decidir, protestar y hacer valer nuestros derechos.

Cuando una psiquis apta para la subordinación propia de un ciudadano que respeta de buen grado la autoridad de un gobierno legítimo, siente que puede criticar impune e irrespetuosamente a sus líderes, pierde el control de sus actos, se torna anárquico e incapaz de trabajar en equipo, cooperar, seguir un plan, ser puntual, esperar su turno, diferir sus anhelos.

(1) La vergüenza sexual y comercial

(2) Las tiranías benefactoras

●●●

sábado, 19 de noviembre de 2011

La vergüenza sexual y comercial

Las culturas que necesitan distorsionar la condición natural de la función sexual agregándole prohibiciones e interpretaciones morbosas (malsanas, patológicas, desagradables), indirectamente también distorsionan la aptitud natural para negociar, cobrar, transar, ganar dinero.

En otras ocasiones he comentado que la sexualidad es jerárquicamente una de las funciones más importantes(1) porque contribuye a una de las dos misiones (2) que tenemos los seres vivos, esto es, conservar la especie (la otra función es conservarnos individualmente).

Los humanos estamos gobernados por dos fuertes impulsos. Uno es el instintivo, el que tenemos como animales y el otro es la cultura, el impulso que tenemos por pertenecer a la especie humana.

Desde otro punto de vista, porque somos los animales más vulnerables, la naturaleza nos compensó con el talento suficiente como para crear un equipamiento instintivo artificial que nos permite adaptarnos al medio igual y hasta mejor que otras especies menos vulnerables.

Este segundo equipo instintivo (la cultura, las normas de convivencia, las tradiciones, las religiones, las instituciones administrativas de la convivencia), suele apartarnos de los instintos básicos.

Me explico mejor: como dije al principio, la sexualidad es una de las funciones más importantes junto con la de conservarnos, pero la cultura (este equipo instintivo artificial que nos creamos para compensar la vulnerabilidad que padecemos), suele distorsionarla.

Desde muy pequeños podríamos presenciar los actos sexuales adultos, así como presenciamos cuando trabajan, comen, discuten, juegan, sin embargo la cultura necesita desnaturalizar el desempeño sexual hasta convertirlo en «prohibido para menores de 18 años».

La práctica sexual entre adultos también se denomina «comercio sexual», porque implica un intercambio.

En suma: como la cultura necesita distorsionar el «comercio sexual», indirectamente también distorsiona perjudicialmente nuestra aptitud natural para interactuar en otras relaciones interpersonales económicamente rentables, al punto que muchas personas sienten pudor (vergüenza, inhibición) al hablar de dinero, precio, honorarios.

(1) La represión de las coincidencias

(2) Blog dedicado al tema La única misión

●●●

viernes, 18 de noviembre de 2011

La naturaleza humana indignada

El movimiento 15-M o Los indignados, constituye un fenómeno natural que procura recuperar (revuelta) el equilibrio ecológico-económico que tenía.

El 15 de mayo de 2011 un grupo de manifestantes españoles protestaron pacíficamente por lo mal que les va.

Claro que para protestar, aunque sea pacíficamente, es necesario hacerlo «contra» alguien.

Los destinatarios de las protestas fueron (y siguen siendo seis meses después), los que figuran como culpables de esas condiciones desventajosas que ya resultan intolerables: los políticos, los banqueros y demás personajes capaces de tomar decisiones en beneficio propio y en contra de los menos privilegiados.

Retomando conceptos que mencioné en otro artículo (1), no se trata de una revolución porque es pacífica y sí puede calificarse de «revuelta» porque los manifestantes quieren recuperar los valores morales que tenía la sociedad antes de la crisis que los afecta.

Este movimiento, denominado 15-M porque se produjo un 15 de Mayo, se extendió a otros países (Francia, Inglaterra, Estados Unidos).

Fue muy oportuna la aparición de un libro (¡Indignez-vous!) del diplomático francés (aunque nacido en Alemania en 1917 y víctima de la Gestapo por su condición de judío), llamado Stéphane Frédéric Hessel (2).

Ese libro, que como su título indica, estimula la indignación de los ciudadanos, le dio un segundo nombre a este movimiento popular: Los indignados.

La filosofía de estos movimientos es protestar contra el sistema capitalista, manifestar insistentemente la disconformidad, abandonar la actitud pasiva pero no la pacifista.

Estos acontecimientos pueden ser considerados fenómenos naturales, con alta participación de la «naturaleza humana»: por causa de una acumulación de frustraciones, como si se tratara de un caudal de agua que crece, esta «masa» (conjunto de manifestantes), «encausa» su presión para producir cambios en el escenario que habitan (países), para que se vuelva más apto.

Seguramente algo ya está cambiando.

(1) Las revueltas psicoanalíticas
(2) En noviembre de 2011, puede consultarse el libro Indignaos, en línea.

●●●