domingo, 30 de septiembre de 2012

Cuando los deseos incestuosos empobrecen




 
La prohibición del incesto puede generar pobreza personal cuando solo se encaran emprendimientos tan imposibles como satisfacer deseos incestuosos.

Aunque el cerebro conozca que una perla es una esfera nacarada que se forma dentro de la caparazón de algunos moluscos, cuando oye la expresión «las perlas del rocío», no se detiene a pensar en las esferas nacaradas que habitualmente embellecen algunas joyas, sino que entiende que se trata de una comparación y que las costosas formaciones no pueblan por miles la pradera llena de rocío.

Este fenómeno mental no ocurre solamente en textos poéticos sino que funcionan mucho más a menudo.

Voy al fondo del asunto: la prohibición del incesto es una norma social muy conmovedora porque inhibe dolorosamente los deseos sexuales que circulan dentro de la familia.

Metafóricamente, esta prohibición aparece cuando queremos satisfacer deseos que están fuera de nuestro alcance. Pondré un ejemplo:

Varias veces he mencionado que en nuestra especie es la mujer la que desea tener hijos con ciertos varones de su entorno y no con otros (1).

Si una mujer tiene la mala suerte de que uno de esos pocos varones sea su papá, como difícilmente pueda explicitar sus pensamientos («quiero tener un hijo con mi padre») y dado que la prohibición del incesto funciona como un tabú, es decir que muy seguramente no se lo confiese ni a sí misma, es probable que:

— Tenga una pésima relación con su papá porque los impulsos inconsciente a seducirlo sean difícilmente controlables y el enojo sistemático podría ser una manera de alejarse de él;

— Haga múltiples intentos de vincularse con otros hombres para sacarse de la cabeza a su único amor (su papá), con lo cual su vida afectiva, familiar y económica seguramente serán caóticas, con una permanente tendencia a insolventarse (empobrecer).

En suma: lo imposible es costosísimo.

           
(Este es el Artículo Nº 1.685)

sábado, 29 de septiembre de 2012

Los dinosaurios y nosotros




 
Los cambios de cualquier tipo, (climáticos, políticos, económicos, tecnológicos), nos asustan por temor a no poder sobrevivir adaptándonos.

Si llega a nuestros oídos la teoría de que los dinosaurios desaparecieron porque no pudieron adaptarse a los cambios climáticos, no podemos decir que sabemos qué ocurrió con esas especies, pero si podemos opinar que actualmente creemos que la inadaptabilidad al medio es una causa de ineficiencia y, eventualmente, de muerte.

En otras palabras, no podemos considerar que una teoría sea verdadera pero sí podemos suponer que las personas que la trasmiten creen que esa hipótesis es lógica, creíble, confiable. No sabemos de la teoría misma pero sí sabemos de quienes las aprueban.

Continuando con el razonamiento, es posible suponer que muchos de nosotros pensamos que los animales más grandes, aunque se los supone también más fuertes, tienen su punto de vulnerabilidad en su capacidad de adaptación.

De la mano de esa teoría que refiere a los dinosaurios va otra teoría según la cual las cucarachas tuvieron mejor capacidad de adaptación y por eso sobrevivieron hasta nuestros días.

Si está en nuestra psiquis la tendencia a suponer que los cambios, (climáticos, por ejemplo), son nefastos para los seres vivos de mayor tamaño y, puesto que tendemos a suponer que los humanos somos los seres vivos de mayor importancia, de mayor inteligencia y los predilectos de Dios, es lógico que muchas personas se sientan especialmente amenazadas cuando se habla de nuevos cambios planetarios y cuando son notorios los cambios tecnológicos que modifican fuertemente el mercado laboral.

Por otro lado, llama la atención como muchos niños se sienten fascinados por los dinosaurios, quizá por una suerte de identificación con la grandiosidad que los caracterizaba.

En suma: Los cambios de cualquier tipo, (climáticos, políticos, económicos, tecnológicos), nos asustan por temor a no poder sobrevivir adaptándonos.

(Este es el Artículo Nº 1.684)

viernes, 28 de septiembre de 2012

Ventajas de la inseguridad ciudadana



   
La sensación de que es peligroso utilizar dinero beneficia a las empresas administradoras de tarjetas de crédito y a los gobiernos.

Alguien con suficientes recursos podría modificar las creencias, sentimientos y formas de reaccionar de una población.

Sin embargo esto es impracticable la mayoría de las veces porque ni los gobiernos tienen tantos recursos como los que serían necesarios.

En suma: la publicidad («Divulgación de noticias o anuncios de carácter comercial para atraer a posibles compradores, espectadores, usuarios») y la propaganda («Asociación cuyo fin es propagar doctrinas, opiniones»), pueden, con suficiente duración, amplitud, insistencia, habilidad, cambiar algunas creencia, sentimientos y formas de reaccionar de una población.

La publicidad y la propaganda pueden trasmitirse a través de los medios de comunicación tradicionales (diarios, radio, televisión, Internet) o en los centros de estudio, en las congregaciones religiosas, en los partidos políticos, en los sindicatos, en los clubes deportivos, en los lugares de trabajo.

Las empresas administradoras de tarjetas de crédito se especializan en emitir estos medios de pago que en definitiva procuran sustituir a los billetes bancarios, los papeles monetarios, el dinero efectivo.

Como hacen esta administración con fines de lucro, harán lo posible para que sean muy aceptadas por la población. El objetivo es que todos las usemos aunque para ello tengamos que pagar los costos de su administración más la mencionada ganancia de las empresas que las emiten.

También se benefician los gobiernos porque así logran tener un infalible control de cuánto gasta cada ciudadano que la usa (el tarjeta-habiente). De esta forma la evasión fiscal disminuye y se obtienen datos interesantes sobre los hábitos de consumo de los gobernados.

Sería una buena publicidad de las tarjetas y una buena propaganda de los gobiernos, generar una sensación de inseguridad para que usemos tarjetas de crédito en vez de dinero robable.

Otras menciones del concepto «tarjeta de crédito»:

       
(Este es el Artículo Nº 1.683)

jueves, 27 de septiembre de 2012

La actitud abusiva lingüísticamente influida

   
Aunque suena paradójico, lingüísticamente  estamos influidos para decir que todo ser vivo corresponde que sea abusador (vivo).

La décima acepción de la palabra «viveza», según el D.R.A.E., dice: «Agudeza y prontitud para aprovecharse de todo por buenos o malos medios» (1).

La única acepción de la palabra «avivado», según el D.R.A.E., dice: «Aprovechado, que actúa rápidamente en beneficio propio (2)».

En otro artículo (3), digo textualmente: «Si nos molesta pagar, si nos molesta el afán de lucro, si esperamos que insistan en pagarnos...nuestra vida laboral será un desastre!»

En varios países hispano-parlantes (o quizá en todos) utilizamos las expresiones «viveza» y «avivado» para referirnos a la condición o a la calificación de quienes utilizan como medio de vida aprovecharse de los demás, esto es, maniobrar de tal forma que, sin transgredir normas penales (aunque sí morales), se apropian de bienes, beneficios, privilegios, sin merecerlos, actuando con desfachatez, desvergüenza e inescrupulosidad.

Aunque el «vivo» o «avivado» puede contar con algunos votos aprobatorios por parte de otros «avivados» o ingenuos, no deja de ser un ciudadano condenable, que no mejora sino que empeora la convivencia. En general son personas cuyo mejor aporte al colectivo consiste en abandonarlo, irse, desaparecer.

Sin embargo, algo tienen a favor estos personajes de triste condición.

Cuando aludimos a la palabra «vivo», tanto estamos refiriéndonos a la condición biológica de existente como a la condición social de abusador.

Esta dualidad entre conceptos tan distantes conceptualmente, nos permite suponer que el lenguaje alienta la condición de «avivado» porque parecería ser que una persona que esté viva, debe ser «avivado», es decir: lingüísticamente podría deducirse que cualquier persona viva, tiene que ser «un vivo», corresponde que sea «avivado» y, en resumidas cuentas, lingüísticamente  estamos predispuestos a decir que todo ser vivo corresponde que sea abusador (vivo).

     
(Este es el Artículo Nº 1.682)


miércoles, 26 de septiembre de 2012

La pobreza de quienes no quieren pagar



Si nos molesta pagar, si nos molesta el afán de lucro, si esperamos que insistan en pagarnos...nuestra vida laboral será un desastre!

Casi todos ... o todos, tenemos por costumbre asumir que los demás nos igualan, piensan lo mismo, nos imitan. Por lo tanto, suponemos:  «Si yo sé lo que pienso, entonces sé lo que piensan los demás» (1).

Por otra parte ocurre que los demás suelen tratarnos en función de cómo los tratamos a ellos, es decir, si confiamos en ellos, casi seguro que se mostrarán dignos de confianza, pero si desconfiamos de los demás, aumentarán las probabilidades de que los demás no se esfuercen por ser dignos de nuestro crédito.

Con estos elementos podemos suponer que si preferimos no pagarle a los demás por los servicios que recibimos de ellos (profesionales, técnicos, asesoramiento), es muy probable que cuando intentemos cobrar por nuestro trabajo, encontraremos dificultades:

— Que no sabemos cómo plantear el tema;
— Que nos parece éticamente inadecuado;
Que las personas que cobran no deberían hacerlo;
— Que el tráfico de dinero es sucio, amoral, vil;
— Que cobrar por nuestro trabajo es propio de materialistas, avaros, inescrupulosos.

Esta situación nos obstaculiza ganar dinero con nuestro oficio porque soñamos que, si bien no debemos cobrar, el otro, en un gesto de justicia, debería insistir en pagarnos una cantidad razonable, generosa, abundante.

Por lo tanto, si 

— esperamos que los demás satisfagan nuestras necesidades y deseos gratis (como lo hizo nuestro madre);

si nos molesta la frialdad miserable de quienes trabajan por dinero;

— si repudiamos la actitud desconsiderada de quienes no se avergüenzan de trabajar con fines de lucro;

— si estamos convencidos de que en un mundo de gente sana, nadie debe cobrar por su trabajo aunque sería entendible no ofrecer excesiva resistencia a quienes desean pagar;

...nuestra vida laboral será un desastre!


(Este es el Artículo Nº 1.681)