sábado, 20 de diciembre de 2008

Licencia neuro-dactilar

Me tomo un pequeño descanso pero no se abstengan de agregar o leer comentarios, pues algunos están muy buenos. Vuelvo el 21/01/2009. Un abrazo.

No somos máquinas

Los compromisos son una carga muy pesada para cualquiera. En lo único que nos diferenciamos es en que para algunos esa carga pesada los deja avanzar y a otros los aplasta. Es todo cuestión de fortaleza anímica.

Uno de los compromisos pesados tiene que ver con la venta de nuestra fuerza laboral. Cuando suscribimos un contrato de trabajo estamos poniéndonos sobre los hombros una responsabilidad difícil de llevar.

La dificultad mayor está en que nos comprometemos a canjear algo de valor constante como es el dinero por algo de valor inconstante como es nuestras ganas de trabajar.

Por muchos motivos la cantidad de energía disponible fluctúa. Hay días en que nos levantamos con ganas de mover una montaña y al día siguiente nos resulta difícil darnos una ducha.

Nosotros sabemos que somos así y los días en que la energía nos abandona (por motivos generalmente desconocidos), tenemos que hacer un esfuerzo de voluntad muy penoso para cumplir con los compromisos.

El dinero es muy necesario pero esa constancia nos resulta preocupante pues sabemos que no siempre podremos mantener nuestro desempeño como lo conserva él. Es como si tuviéramos que competir con una máquina: ésta no se enferma, no se cansa, todos los días está igual. No es posible competir con una máquina.

Cuando vendemos nuestra fuerza laboral, estamos asumiendo que canjeamos un valor constante (el del dinero) por un desempeño que fluctúa, varía, a veces está alto y otras veces está bajo.

Es inconcientemente lógico odiar (o envidiar) al dinero porque siempre está igual. Si lo odiamos, querríamos que salga de nuestra vida y es así como aparece la pobreza.

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viernes, 19 de diciembre de 2008

El miedo a lo desconocido

La ignorancia es una condición de gran valor para quienes cuentan con ella. Tiene mala fama pero es imprescindible para que ciertas cosas sucedan.

Por ejemplo, todas las personas que creen en Dios están obligadas a no entender algunas ideas. Por ejemplo, deben desconocer por qué Dios permite que una madre que está amamantando a su niño, se enferme, lo contagie, y sucedan una serie de tragedias incompatibles con la bondad y la omnipotencia de ese Dios.

Los sacerdotes necesitan que esto sea así porque si todos entendieran fácilmente los actos de fe inherentes a la religiosidad, entonces ellos estarían desocupados.

De forma similar es necesario que una mayoría de ciudadanos no entienda qué es el dinero para que los banqueros y ciertos privilegiados con ese conocimiento puedan continuar ejerciendo el control de una mayoría felizmente ignorante.

La comparación con el fenómeno religioso no es casual. Usted y yo tenemos que tener fe en que esos papelitos (billetes) o esos trozos de metal (monedas) tendrán valor de cambio si pretendemos canjearlos por lo necesario (comida, vestimenta, etc.).

El por qué esos pequeños objetos (billetes y monedas) tienen valor de cambio suele ser tan poco entendible como la causa por la que un Dios bueno y poderoso, permite (¡o decide!) que un ser humano sufra un dolor que se parece tanto a una condena injusta porque nada malo hizo para merecerlo.

Los misterios de la religión nos vuelven temerosos de Dios porque no sabemos bien qué hacer para que no nos castigue como a esa pobre madre. Los misterios sobre el dinero nos vuelven temerosos de él, de quienes lo poseen en abundancia, de quienes pueden influir sobre su valor, de quienes pueden falsificarlo y en general, temerosos de un grupo de personas desconocidas.

Este temor que surge de la ignorancia nos vuelve inseguros, débiles, frágiles, es decir: fácilmente gobernables y explotables.

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jueves, 18 de diciembre de 2008

Las categorías como presidio

En el artículo de ayer titulado El Yo olímpico decía que lo imposible de medir (como son ciertas características de la psiquis) son igualmente medidas mediante el recurso de establecer categorías.

Así tenemos al que logró mayor entrenamiento, al que pudo hacer mayor esfuerzo, al más dotado.

El nivel olímpico y la clase de los más ricos del mundo, están escasamente poblados. La gente excepcional es muy poca. Su rareza inspira más curiosidad que deseos de imitarla.

Todos los demás también nos incluimos en categorías por género, profesión, tenencia de auto, categoría de vivienda, edad, tipo de familia, etc.

Nadie queda fuera de alguna (o varias) categoría y nos complace que así suceda porque sentimos que nuestra identidad queda reforzada, podemos ser reconocidos y esto lo interpretaremos como un síntoma de inclusión social que, si no la tuviéramos, nos haría sentir muy angustiados.

A los efectos prácticos es muy conveniente tener en cuenta una consecuencia negativa de estas categorizaciones: es frecuente que alguien que pertenece a la categoría «mayor de 30 años» no quiera seguir estudiando porque de esta categoría se espera que no lo hagan; las que pertenecen a la categoría «madre de dos hijos pequeños» pueden considerar que no deberían trabajar fuera de la casa; si pertenecen a la categoría «mujer», no deberían estudiar para cardiocirujanas porque no conocen a ninguna mujer con esa profesión, etc.

En suma: Saber que pertenecemos a una cierta categoría puede imponernos todas las condiciones que supuestamente deben cumplirse aunque en realidad no sea obligatorio hacerlo.

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miércoles, 17 de diciembre de 2008

El Yo olímpico

En el artículo de ayer titulado La fuerza interior propongo la comparación entre el Yo de nuestro aparato psíquico y el gerente de una empresa.

Decía entonces que la fortaleza del Yo es comparable con la capacidad de un gerente para resolver adecuadamente las variadas tensiones a las que se ve enfrentado minuto a minuto en su vida laboral.

Para precisar aún más la idea es posible establecer categorías como se hace en otros ámbitos. Las olimpíadas son eventos deportivos multidisciplinarios que miden —cada cuatro años— los máximos rendimientos en cada especialidad.

Otra forma de medición —más afín al tema de este blog—, es la publicación que hace la Revista Forbes listando el nombre de las personas más ricas del mundo.

Naturalmente que sólo se trata de aproximaciones porque es imposible medir una capacidad humana con tanta precisión como se mide el largo de un camino o la densidad de un líquido.

Con esas aproximaciones igualmente podemos establecer que cada uno de nosotros es capaz de administrar una cierta cantidad de tensiones, de estrés, de dificultades, de incertidumbre, de angustia y todo lo que constituye el esfuerzo al cual está expuesto este Yo-Gerente sobre el que vengo escribiendo desde ayer.

En conclusión: nuestro nivel económico puede estar vinculado con la fuerza de nuestro Yo. Si tenemos un escaso patrimonio significa que el yo es débil y si tenemos mucho es porque el yo es fuerte. Si quisiéramos aumentar nuestros ingresos o nuestro patrimonio, es una condición previa fortalecer el yo, madurar, crecer, desarrollarnos, preparar nuestra psiquis para el nivel económico al que queremos acceder.

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martes, 16 de diciembre de 2008

La fuerza interior

La psiquis de una persona se parece mucho a una empresa.

El gerente de la empresa (el Yo de la psiquis) es alguien que tiene que tener la fortaleza de carácter suficiente como para organizar y coordinar la existencia simultánea de muchas tensiones.

En la empresa, algunas tensiones son: El dueño de la empresa quiere ganar lo más posible; los proveedores desean lo mismo y por eso ofertan muchos productos para que les sean comprados; los clientes quieren ser atendidos inmediatamente, pagar a largo plazo sin intereses y que cualquier desperfecto en la mercadería les sea resuelto enseguida; los empleados procuran tener grandes sueldos, muchos días de licencia y que no se les pidan esfuerzos extras; el gobierno procura el cobro en fecha de impuestos.

En el individuo, algunas tensiones son: Deseamos pasarla bien; la publicidad nos bombardea con ofertas realmente tentadoras; nuestra familia y nuestro empleador (que serían nuestros clientes), esperan nuestro mayor esfuerzo y rendimiento; las personas que nos ayudan (servicios que compramos como el transporte, la limpieza, etc.), desean que no seamos muy exigentes con ellos; el gobierno también nos cobra impuestos a los individuos.

La pobreza es un estado en el que puede estar un individuo para que todas estas tensiones bajen y su desempeño como gerente sea el mínimo. No es que los pobres sean indolentes ni que busquen irresponsablemente no cumplir con lo que «el cargo de gerente» les impone, simplemente pueden no tener la fortaleza de carácter suficiente como para organizar y coordinar tantas tensiones.

Lo que en psicoanálisis se llama «Yo débil» en una empresa es un «gerente con poca fortaleza de carácter».

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lunes, 15 de diciembre de 2008

¿Qué represento para la sociedad?

En el artículo publicado ayer con el título El símbolo y lo simbolizado, digo que el símbolo es el representante de otra cosa y pongo los ejemplos del diplomático (embajador) que representa a su país ante otro o del diputado que representa a sus votantes.

Estos conceptos eran accesorios para explicar que el dinero también es un símbolo: es un papel (o moneda) que representa un valor económico (1 dólar, 1 euro, etc.)

Siguiendo con los ejemplos, es claro que el diplomático debe ser un fiel representante de los intereses de su país. El embajador es un funcionario que obedece las órdenes de su presidente. De igual forma, el diputado no puede tomar decisiones por sí mismo sino que siempre hará lo posible por cumplir las promesas pre-electorales que sus votantes tomaron como un compromiso.

El dinero por su parte es confiable en la medida en que conserve el valor que representa.

Por tanto cada símbolo tiene que serle fiel a lo que representa. Si no lo fuera, caería en descrédito y la sociedad lo apartaría, lo sancionaría expulsándolo.

Cuando asumimos que somos pobres también estamos siendo representantes de una condición y si tomamos esta responsabilidad, luego tendremos que cumplirla o seremos expulsados de la sociedad (con el olvido, el rechazo).

En suma: podemos convertirnos —sin querer, por descuido, por no entender lo que está pasando— en representantes de una condición que luego tendremos que cumplir para no ser sancionados por la sociedad. Para zafar de tan penoso encargo, es preciso organizar una salida prolija de esa responsabilidad. La sociedad no autoriza tan fácilmente los cambios de símbolo.

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domingo, 14 de diciembre de 2008

El símbolo y lo simbolizado

Un símbolo es un representante. Es algo perceptible que representa otra cosa. Los embajadores son personas que representan un país ante otro. Los diputados son personas que representan el pensamiento de sus votantes. La palabra «camión» es la representante de un vehículo de carga, etc.

El lenguaje es un conjunto de símbolos con los que podemos pensar y comunicarnos, en forma oral o escrita.

Esos símbolos tienen diferentes grados de complejidad. La palabra-símbolo «camión» es de uso sencillo porque rápidamente entendemos qué representa, podemos llegar a imaginar un camión con su carga, desplazándose, conducido por alguien.

Sin embargo, la palabra-símbolo «libertad» puede requerir para su entendimiento un esfuerzo mucho mayor. De hecho, el estudio que hacemos durante muchos años tiene como uno de sus principales objetivos aumentar nuestra destreza en el uso de los símbolos.

El dinero es un símbolo y para algunas personas es de muy difícil comprensión. Dado que es un bien que representa un valor (el que está escrito en el billete, por ejemplo, 1 dólar, 1 euro, etc.), quienes no hayan podido desarrollar la capacidad de manejarse con símbolos tendrán grandes dificultades para usarlo.

Seguramente estamos de acuerdo en que las personas que no saben ni hablar ni escribir padecen una severa limitación para vivir en sociedad. Lo mismo sucede cuando el analfabetismo se refiere a la comprensión y uso de este otro símbolo: el dinero.

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sábado, 13 de diciembre de 2008

La suerte de la fea

Hace dos días publiqué el artículo titulado No a la competencia y ayer otro titulado El primer fracaso.

Hoy sigo más o menos por el mismo lado pero desde otro punto de vista.

Dice el refrán que «La suerte de la fea la bonita la desea».

Es probable que las mujeres muy atractivas no sean tan solicitadas como las menos atractivas porque una mayoría de hombres supone que tendrán que hacer un gran esfuerzo para competir con muchos otros interesados en ella.

Los machos de nuestra especie estamos menos dispuestos a luchar por lo más valioso y menos dispuestos aún a tener que continuar esa lucha por un tiempo indeterminado ya que si la bonita nos prefiriera, intuimos que será preciso continuar el trabajo de seducción y retención para que ella no se vaya con otro competidor que también la desea por lo bonita que es.

No deja de ser un infortunio el ser linda y por ese motivo quizá reciba menos ofrecimientos de compañía. Como dice el refrán, ellas envidian a quienes por tener menos belleza resultan más accesibles para una mayoría de hombres.

En este caso la belleza y la riqueza se parecen porque ambas son estresantes mientras que la intrascendencia y la pobreza son más serenas.

Lo mismo sucede con cualquier otra cosa que queramos ofrecer, incluida nuestra fuerza laboral. Estar tapizados de títulos es un embellecimiento que puede ahuyentar a la mayoría de potenciales empleadores que no se cree en condiciones de pagar tanto lujo.

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viernes, 12 de diciembre de 2008

El primer fracaso

Opinamos los psicoanalistas que los seres humanos desearíamos casarnos con nuestro padre o madre (según cual sea nuestra opción sexual) y formar con ellos una familia, desplazando al que sobre. En general el varoncito quiere casarse con su madre y echar a su padre de la casa así como la niña quiere casarse con su papá y echar a su madre de la casa.

Esta aspiración surge en los primeros meses de vida y dura quizá toda la vida aunque con intensidad muy atenuada después de los primeros 3 ó 4 años de edad.

Todos tenemos diferentes formas de reaccionar ante este deseo frustrado. Algunos lo aceptan y se dedican a otra cosa (al juego, al estudio, a buscarse novia o novio, a practicar deportes) y otros se quedan enojados dándole vueltas al asunto con una actitud desconsolada, reivindicativa, frustrada, triste.

El hecho es que nuestras primeras experiencias competitivas son bastante desalentadoras. Yo diría que frustrantes y traumáticas.

Los padres parecen muy amorosos pero no se casan con el hijo enamorado olvidándose de su cónyuge adulto como él desearía. Para esa tierna edad este es un fracaso muy doloroso. Mejor dicho: cualquier enamorado sufre mucho si sus aspiraciones no son contempladas.

Como menciono en el artículo de ayer titulado No a la competencia, ésta nos impone un esfuerzo estresante pero es imprescindible para lograr ciertas cosas mínimas en nuestra existencia.

Si aquel fracaso original fue muy traumático y aún no hemos podido superarlo, es de suponer que en la adultez tendremos serias dificultades para conseguir toda otra cosa que implique competir (trabajo, cónyuge, calidad de vida).

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jueves, 11 de diciembre de 2008

No a la competencia

Algo que gusta a pocas personas es la competencia permanente y corriendo el riesgo de padecer pérdidas dolorosas.

El desagrado surge fundamentalmente del desgaste de energía física y emocional que impone la competencia. Obliga a los participantes a un grado de estrés que a la mayoría de nosotros nos desagrada. Se parece demasiado a un estado de guerra permanente.

Como forma de solucionar esto, muchas personas tratan de llegar a un acuerdo para no pelearse entre ellos y acuerdan que todos aplicarán el mismo criterio de precios u otras condiciones. Esto da lugar a otro fenómeno que también tiene sus detractores: El monopolio.

A los consumidores o usuarios no les conviene que sus proveedores dejen de competir entre sí porque eso hará que los precios sean más altos.

Por lo tanto todos tenemos un criterio que parece injusto: Queremos que nuestros proveedores compitan entre sí pero hacemos lo posible para no participar en ninguna competencia.

La realidad parece indicar que no es posible evitar la tan desagradable competencia en situaciones como son conseguir un trabajo para el que se postulan varios interesados, aprobar exámenes para los que tenemos que demostrar que sabemos lo que se nos exige, obtener la preferencia de alguien con quien desearíamos tener un proyecto de vida, etc.

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miércoles, 10 de diciembre de 2008

«Déme dos»

Tener poder parece una vocación generalizada aunque no muchas personas trabajarían intensamente para conseguirlo y luego mantenerlo.

A todos nos gustaría poder ordenarle a los demás que hicieran lo que a nosotros nos conviene o nos gusta. Una imagen adecuada sería la del jinete. Hasta un niño de corta edad, puede montar un caballo —y con ciertos conocimientos—, hacerlo avanzar, retroceder, girar, caminar, trotar, correr, detenerse, caracolear, etc.

El inconveniente para realizar este sueño es precisamente que todos lo tenemos y que entramos en competencia para ver quien manda a quien. Pero el hecho es que la intención de tener poder está siempre presente en todos y que unos pocos logran que sus esfuerzos sean coronados por el éxito.

Como les he comentado varias veces, el dinero no es más que una mercancía sólo que puede ser canjeada por casi todas las demás. El dinero da poder a quien lo tiene porque le permite cambiarlo por cualquier otro bien (o servicio).

Esto nos lleva a una conclusión más: Vender es una forma de obtener poder puesto que cuando vendemos estamos entregando un bien que sirve para una sola cosa mientras que el otro (quien nos compra) nos está entregando algo que sirve para infinitas cosas. Quien vende entrega algo muy poco útil y recibe algo (el dinero) muy útil.

Como la publicidad siempre nos está estimulando para que compremos, lo que en realidad nos está proponiendo es que cambiemos algo muy útil (nuestro dinero) por algo casi inútil (un objeto o servicio).

Concretamente: Vender da poder y comprar quita poder.

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martes, 9 de diciembre de 2008

«Niño, alcánzame la pinza»

El invento de máquinas capaces de multiplicar la producción de bienes modificó el campo laboral en Europa a partir de 1750.

Lo que antes se hacía en los hogares fue dejando lugar a las concentraciones obreras en los establecimientos industriales.

La idea de explotación surgió rápidamente porque este fenómeno, comúnmente llamado Revolución Industrial, produjo grandes acumulaciones de riquezas en pocas familias.

El ambiente se caldeó y los sindicatos fueron (y siguen siendo) organizaciones que lucharon contra esas familias para mejorar el reparto de tantas ganancias.

Por supuesto que surgieron pensadores nostalgiosos que comenzaron a recordar y proponer el retorno a la perdida producción familiar, imaginada como plena de amor y felicidad.

En verdad no es tan así. La producción familiar también tiene sus conflictos, molestias, injusticias y sobre todo, ineficacias porque los padres de familia no siempre son los mejores gerentes del emprendimiento.

De todos modos y por lo que puedo ver, esta idea algo romántica está prevaleciendo y lo que hoy llamamos Mypes (de hasta 10 trabajadores) y Pymes (de hasta 20 trabajadores) son algo muy parecido al trabajo en familia.

Más aún, está en pleno desarrollo el Teletrabajo que permite que mucha gente produzca y negocie desde su casa y para todo el mundo utilizando la tecnología informática.

Quizá estemos recuperando algo agradable que tenía el siglo 18.

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lunes, 8 de diciembre de 2008

Entre los esclavos nos aplaudimos

La esclavitud se asocia con un sistema económico social en el que unos seres humanos disponen de menos derechos que otros a quienes sirven sin remuneración alguna. El esclavo es alguien que trabaja como si fuera un animal o una máquina. Si se le da dónde dormir, se atiende su salud o se le da de comer es para que siga entregando su trabajo sin interrupciones.

Este modelo genera indignación entre una mayoría de ciudadanos del mundo sin reparar que sigue vigente aunque con algunas modificaciones que lo vuelven menos visible.

En muchos casos la diferencia que existe entre una persona próspera y otra decadente está en el mismo espíritu del sujeto.

Se dice que los mercaderes, comerciantes y personas en general que encaran la vida con un ostensible afán de lucro, son acomodaticios en asuntos de conciencia, tienen una moral más elástica, pueden vincularse con gente de las más variadas ideologías, creencias, religiones, razas, actitudes, antecedentes, prestigios.

Termino diciendo que la incapacidad para admitir el trato con cualquier otro semejante, no es más que eso, una incapacidad, una limitación, una falta de libertad, una esclavitud.

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domingo, 7 de diciembre de 2008

Madre hay una sola

Imaginemos dos nenes con sus madres. Uno llora porque siento el dolor propio del hambre y en cinco minutos cuenta con un seno lleno de leche tibia y deliciosa que le quita el dolor produciéndole por eso un enorme placer. El otro llora durante veinte minutos para obtener el mismo resultado.

Dada su corta edad, ninguno de los dos sabe del otro y por eso no pueden hacer comparaciones. Por ejemplo, el que tiene que llorar durante veinte minutos no sabe que hay otro pequeño igual que él que logra lo mismo con la cuarta parte de esfuerzo (llorar y soportar el dolor del hambre).

Como usted y yo ahora somos adultos, podemos entender que si estos niños hubieran podido saber del otro y comparar, se habrían enterado de que para uno las cosas son más sencillas que para el otro.

Se puede suponer que una mayoría de personas prefiere conseguir lo que necesita con la mayor facilidad posible y que una minoría de personas prefiere conseguir lo que necesita con la mayor dificultad posible.

Se puede suponer que así como existen madres que pueden atender el llanto de su niño en 5 minutos (mientras que otras no pueden hacerlo en menos de 20 minutos), también existen regiones, países, gremios, que exigen distintos grados de dificultad para obtener lo necesario para vivir (salarios, honorarios, ganancias) y que por eso las personas buscan dentro del planeta el lugar que más les conviene para radicarse y trabajar.

Los pequeños no tienen tanta suerte porque «madre hay una sola».

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sábado, 6 de diciembre de 2008

Compras que empobrecen

En el artículo de ayer titulado «La historia se repite» nos encontramos con un Aristóteles que decía cosas que para la mentalidad hipócrita de hoy suenan terribles (en cuanto a la legitimidad de la esclavitud y a la subordinación de la mujer al hombre).

Ese mismo filósofo (cuya fama actual obedece a que fue el primero en decir lo que hoy se sigue pensando) tenía dos criterios respecto al cobro de intereses.

Si alguien pide un préstamo para hacer un negocio o para realizar una producción cuya venta le generará ganancias, es legítimo que el prestamista participe en esas ganancias (cobrándole interés), pero si el préstamo se produce por la diferencias de poder económico (el rico le presta al pobre), no es ético cobrarle intereses porque él entendía que esto era lucrar con la dificultad de un semejante.

Ayer nos pudo parecer terrible lo que postulaba el padre de la filosofía sobre esclavos y mujeres, pero ahora podemos pensar que la actualidad es un poco peor porque aceptamos que se cobren intereses por préstamos al consumo.

En estas fiestas que se avecinan, muchas personas se endeudarán (comprando a crédito o pidiendo un préstamo en una financiera) para comprar una cantidad de bienes y alimentos que seguramente se agotarán antes de terminar de pagarlo.

Nadie debería endeudarse para comprar bienes de rápido consumo porque estarán agravando las dificultades económicas que lo llevaron a tener que pedir un préstamo. Estos productos financieros son definitivamente empobrecedores de quienes los compran debido a los intereses que deben pagarse.

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viernes, 5 de diciembre de 2008

La historia se repite

El presente siempre contiene residuos del pasado y por eso puede ser interesante conocer algo de historia.

Transcribo a continuación un texto de alguien muy conocido.

«Los de más baja índole son esclavos por naturaleza, y ello redunda en su benenficio, pues como a todos los inferiores, les conviene estar bajo el dominio de un amo... En verdad, no hay gran diferencia entre la utilización de los esclavos y la de los animales domesticados»

Y añade:

«Es pues evidente que algunos hombres son por naturaleza libres y otros esclavos, y que para estos últimos la esclavitud es a la vez conveniente y justa» y redondea incluyendo el siguiente asunto: «Una vez más, el varón es por naturaleza superior, y la hembra, inferior; y mientras que uno domina, la otra es dominada; este principio, necesariamente se extiende a toda la humanidad».

Estas ideas están escritas por Aristóteles (384 a.C a 322 a.C) en su obra titulada Política (Libro 1).

La redacción del texto hoy suena cruel, dura e indignante, pero considerando que proviene de hace 24 siglos, me parece que sólo hemos cambiado algunas formas pero los contenidos se mantienen.

Hay personas que viven igual o peor que algunos animales, una mayoría de personas prefiere trabajar para un patrón y rehusa enérgicamente ser independiente y , si bien es cierto que algunas mujeres están ocupando lugares similares a los hombres, una mayoría desearían pertenecer a un hombre pero lo niegan porque es difícil encontrar un hombre que no quiera ser esclavo.

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jueves, 4 de diciembre de 2008

Mamás que trabajan

¿Deben trabajar las madres con hijos pequeños?

Dos grandes respuestas tengo para darles.

1) Si a la sociedad le conviene que trabajen, es maravilloso que lo hagan.

2) Si a la sociedad no le conviene que trabajen, es condenable que lo hagan.

No les habré aclarado mucho pero reconozcan que son respuestas bien claras.

Dejando un poco de lado el humor, podemos ver que en la mayoría de las elecciones entre dos (o más) opciones, siempre existen cosas buenas y malas en ambas y que cuando se elije una, inevitablemente se pierden la ventajas de la otra.

Por lo tanto, haga lo que haga, siempre tendrá de qué quejarse y de qué alegrarse. Aceptando que la perfección no existe, esa queja podrá ser más moderada y no verá tan comprometida su estabilidad emocional.

E insisto en las demandas de cada coyuntura histórica. Por ejemplo, en épocas de guerra fue fundamental que las mujeres con hijos trabajen, pero cuando los hombres regresaron del frente de batalla, fue muy necesario que ellas retornaran a sus casas para que ellos tuvieran una ocupación de tiempo completo pues venían recargados de adrenalina y si no se ocupaban en algo, enloquecían.

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miércoles, 3 de diciembre de 2008

La gimnasia consumista

Nuestro cuerpo, cuando goza de buena salud, está permanentemente haciendo transacciones económicas.

Recibe alimentos (aire, líquidos, sólidos) y los transforma en energía para solventar los gastos que hace el dueño del cuerpo para conseguir esos mismos alimentos.

Nuestro cuerpo no para de trabajar. No sería justo decir que es como una máquina porque en realidad inventamos las máquinas copiando el funcionamiento de nuestro cuerpo.

Los desarreglos orgánicos se parecen mucho a los desarreglos económicos. Cuando gastamos más de lo que ganamos, nos empobrecemos. Cuando comemos menos de lo necesario, nos debilitamos.

Esta comparación entre la economía doméstica y la alimentación está presente en nuestros inconcientes pero nuestra cultura no acostumbra asociarlos y por lo tanto los consideramos temas independientes, desvinculados entre sí.

Les comento un argumento para fundamentar mi intención de comparar la economía doméstica con el funcionamiento de nuestro cuerpo.

En nuestra cultura está de moda —desde hace más de 100 años—, la delgadez (esto es, ingerir lo imprescindible) y también está de moda no ahorrar, esto es, ganar lo imprescindible.

Para mantenernos en forma, está de moda hacer mucha actividad física, es decir, gastar y gastar energía voluntariamente. Simultáneamente también está de moda comprar todo lo posible, consumir, gastar y gastar dinero voluntariamente.

La moda es tener cuerpos y billeteras lo más «flacas» posible. La gran pregunta es: ¿Nos conviene seguir esta moda o esta moda sólo le sirve a quienes utilizan su poder de generar tendencias culturales con fines de aumentar sus patrimonios?

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martes, 2 de diciembre de 2008

Gracias a Dios soy ateo

Muchos lectores me han hecho saber sus discrepancias sobre las hipótesis que se basan en las creencias cristianas para explicar algunos tipos de pobreza.

Sus principales argumentos apuntan a que existen muchos pobres que son ateos, otros que no conocen nada sobre la biografía de Cristo y otros que, aún creyendo en la existencia de un Dios, están por fuera de toda religión.

Con la precaución de conservar siempre algo de duda sobre la validez intelectual de lo que pienso, en este caso puede ser interesante compartir con ustedes que, habiendo comenzado el mes de diciembre, ya es notoria la aparición del espíritu navideño.

Gran parte de la población mundial comienza a prepararse para que se produzca un cambio de hábitos durante unos cuantos días.

Es probable que el principal motor de toda esta revolución de nuestra especie sea pura y exclusivamente el sector comercial e industrial que se prepara para aumentar su actividad y sus ganancias.

Esta efervescencia la vivimos todos en mayor o menor medida, recordemos o no que se origina en un fenómeno místico, mágico, milagroso, carismático, religioso.

El brusco cambio de intensidad emotiva, sentimental, económica y digestiva no es un hecho menor en nuestras existencias que son mucho más monótonas y repetitivas el resto del año.

Los invito entonces a pensar que nuestras vidas están estrechamente vinculadas con el cristianismo, independientemente de nuestra posición religiosa.

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lunes, 1 de diciembre de 2008

Las inundaciones de dinero perjudican a los pobres

Cuando los españoles descubrieron América a finales del siglo 15 provocaron algo muy perjudicial para los asalariados de toda Europa.

Puesto que los metales preciosos (fundamentalmente oro y plata) comenzaron a entrar a España en cantidades enormes, el precio de estos metales bajó. Esta es una regla clásica de la economía: cuando algo abunda disminuye su precio y cuando escasea, aumenta su precio.

Como también sucede actualmente, esas fortunas traídas de América fueron a parar a los reyes y a pocas personas más, pero estas pocas personas comenzaron a pagar precios muy altos por cualquier cosa que quisieran comprar, incluidos los alimentos.

Los precios de los alimentos en Europa, a los pocos años del descubrimiento, llegaron a multiplicarse por tres, pero no aumentaron en la misma medida los ingresos fijos de los asalariados. Por este motivo éstos se vieron perjudicados por la proeza de Colón.

Hoy tenemos otro fenómeno parecido al descubrimiento de América, que —por supuesto— también perjudica a los asalariados. China e India, que son los países con mayor población de la Tierra, están aumentando su poder adquisitivo y por eso los precios de los alimentos están subiendo para todos nosotros.

El objetivo de este artículo es señalar que pertenecer al grupo de los trabajadores con ingresos fijos y dotados de la menor cuota de poder (fundamentalmente por la ausencia de sindicatos fuertes), fue, es y seguirá siendo un mal negocio.

Este blog procura que ese lugar que ocupan los pobres de una sociedad, quede desierto de potenciales víctimas, así como sería bueno que las zonas inundables no estén pobladas por personas como usted y como yo.

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domingo, 30 de noviembre de 2008

Un discreto mensaje de afecto

El ser humano tiene características que se manifiestan en todas la épocas.

Antiguamente las monedas valían por su valor intrínseco. Valían por el metal que contenían. Las más valiosas eran las de oro, luego seguían las de plata, cobre y hierro.

Como no era fácil saber qué contenían realmente, los más sagaces estafadores empobrecían el valor real conservando el valor aparente para quedarse con la diferencia. Por ejemplo, si recibían monedas de oro puro, se las ingeniaban para fundirlas y volver a acuñarlas pero agregándole plata. Últimamente la proporción de oro era casi insignificante.

Como este deterioro sobre la moneda estaba complicando el uso de las monedas porque cada vez había menos comerciantes que las aceptaban, se crearon instituciones que se responsabilizaron de acuñar monedas confiables. Así fue como aparecieron los bancos emisores. Una vez creadas estas instituciones, los agentes económicos pudieron volver a confiar en las monedas y el comercio recobró el dinamismo perdido.

Modernamente esos bancos tienen que aplicar más y más tecnologías para evitar que los billetes sean falsificados por cualquier inescrupuloso propietario de una imprenta. Aún así, siempre aparecen billetes falsos que perjudican a los menos observadores.

Una práctica que conservan incluso los ciudadanos más honestos, es elegir los billetes más nuevos para pagarle a quienes aprecian (proveedores simpáticos) y los billetes más deteriorados a quienes menos aprecian (proveedores antipáticos).

Los siglos pasan, pero los seres humanos conservamos algunas características sin modificar.

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sábado, 29 de noviembre de 2008

La cotización del sudor

Cuando Dios se enojó con Adán y Eva por comer frutos prohibidos, los condenó a ellos y a todos sus descendientes (nosotros) a parir con dolor y a ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente.

Ésta también es una metonimia como otras que he mencionado en este blog: el sudor, siendo que es una parte del proceso laboral, se toma como todo él. Dios también podría haber dicho: ... ¡para comer tendrás que trabajar!

Lo que quiero resaltar es que «el sudor» equivale al trabajo y como suponemos que éste siempre es remunerado (para poder comprar el pan...), entonces también podemos entender que en nuestra psiquis «sudor» equivale a «dinero». (Sudor es una expresión metonímica de dinero).

Las personas y familias que logran ganar más de lo que gastan, ahorran. Sus ahorros suelen depositarlos en un banco confiable, por su seguridad edilicia y por la honestidad de sus dueños.

Cualquier duda sobre la solvencia del banco que cuida nuestros ahorros, eleva fuertemente nuestra preocupación y corremos a retirar nuestro dinero-sudor (corrida bancaria).

Este celo que manifiestan los ahorristas suele ridiculizarse diciendo que «el dinero es cobarde».

El objetivo de este artículo es resaltar el siguiente hecho: Si el dinero representa una parte de nuestro cuerpo (el sudor), entonces aquellas personas que cuidan la conservación de sus ahorros están cuidando la conservación de sus cuerpos y, por el contrario, quienes desprecian su cuerpo por alguna razón filosófica, religiosa o patológica, seguramente serán también desaprensivos con su dinero-sudor.

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viernes, 28 de noviembre de 2008

La riqueza traidora

Vivimos en una cultura judeo-cristiana y esto significa —entre otras cosas— que tenemos ciertos tipos de creencias que para nuestra psiquis son verdades.

Las creencias instaladas en una cultura ni siquiera se comentan: simplemente se toman como datos de la realidad. Para nuestras mentes, los evangelios no son leyendas imaginadas sino textos que incluyen información verdadera.

Cuentan estas “leyendas verdaderas” que Judas Iscariote, siendo uno de los apóstoles de Jesús de Nazaret, aceptó «30 monedas de plata» a cambio de señalar el paradero del líder a quienes procuraban capturarlo y que para identificarlo con precisión, lo besó en la mejilla.

En nuestra cultura es muy determinante de nuestra moral la traición de Judas y constituye un modelo condenable.

Varias veces he mencionado que en nuestro inconciente existe un fenómeno que se llama metonimia, consistente en que una parte representa a todo (por ejemplo, hablamos de «cabezas de vacunos» cuando queremos decir «vacas»).

Pues bien, si usted busca la palabra plata en el Diccionario de la Real Academia Española (ir) podrá comprobar que en nuestro idioma significa «dinero y riqueza».

Conclusión: Algunas personas rechazan lo que recuerda la infame recompensa que cobró Judas traicionando a quien (según la leyenda-verdad de nuestra cultura) dio su vida para salvarnos. Estas personas hoy en día rechazan la plata como algo demoníaco, condenable, maligno. En su inconciente, ‘plata’ es la metonimia de ‘traición’.

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jueves, 27 de noviembre de 2008

Amores clandestinos

Si el abuelo está comprometido a llevar y traer del colegio a sus nietos, esto le hace acreedor a una cierta consideración por parte de los padres de los niños que encuentran en él una valiosísima colaboración.

Sin embargo el abuelo, que se jubiló (en realidad «lo jubilaron») porque la experiencia ha demostrado que después de cierta edad los trabajadores bajan drásticamente su rendimiento y las remuneraciones que perciben ya no están a la altura de su productividad, asume una tarea que le es pagada con afecto.

Diariamente la hija le dice: «gracias papá, ¿andas bien? ¿necesitas algo? ¿cómo está mamá?»; o es el yerno quien le dice: «gracias don Roberto, ¿anda bien? ¿vio que su cuadro de fútbol nunca puede ganarle al mío, ja-ja-ja? Hasta mañana».

Los supermercados, que trabajan con grandes superficies de exposición y venta, con miles de artículos y miles de clientes, observando situaciones como éstas han inventado un sistema de premiación por puntos que se van acumulando en proporción a las compras que hace el abuelo (o cualquier otra persona).

Portarse bien con un supermercado consiste en comprarle todo lo necesario (y si es posible también lo innecesario). Portarse bien con la familia es hacer favores y ayudar ‘desinteresadamente’.

En la psiquis de don Roberto se establece una comparación inevitable: En un caso ‘trabaja’ gratis y en el otro ‘le pagan por comprar’. Esto logra que en esa psiquis exista un conflicto: El supermercado compite con la hija por obtener los favores de don Roberto, pero ella le paga con un intangible (el afecto) y el supermercado le paga con algo tangible (los regalos que puede retirar cuando haya acumulado suficientes puntos).

Está terminantemente prohibido pensar en este conflicto, es moralmente condenable comparar a una hija con el supermercado, es pecado mortal comparar el afecto intangible con los regalos tangibles, sin embargo nuestra afectividad está todo el tiempo practicando estas actividades clandestinas.

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miércoles, 26 de noviembre de 2008

«Permuto papel picado por Mercedes Benz nuevo»

La paranoia es una desconfianza reforzada en cuanto a intensidad y duración.

El estado de alerta está presente en cualquier animal que pueda ser atacado y convertido en alimento de otro animal hambriento.

El ser humano no escapa a estas condiciones y por eso el instinto de conservación incluye la desconfianza, el estado de alerta, la precaución, la preocupación.

Como ven, esta descripción de la desconfianza no es muy preocupante. La situación inversa sería la ingenuidad, el descuido, la torpeza.

En la paranoia los valores de la desconfianza están inflamados, tienen más importancia, mayor tamaño y duración. En casos muy extremos, podría incluir una pérdida del principio de realidad, esto es, un delirio de persecución.

El dinero —como ya he mencionado— es un papelito que no vale nada por sí mismo sino por lo que todos creemos (o nos obligan a creer) que vale. Los gobiernos emiten sus billetes y nos obligan a creer en ellos. Se dice que la moneda de ese país es legal y de curso forzoso.

Pues bien, todos tenemos claro que nos pueden obligar a muchas cosas y no tenemos más remedio que obedecer, pero cuando nos imponen una creencia las cosas se complican.

En suma: Muchas personas, en su razonable resistencia a creer por obligación, pueden tener un rechazo inevitable por el dinero ya que ese papelito para ellos no vale realmente lo que el gobierno le dice que vale. Sienten, por ejemplo, que entregar el esfuerzo a cambio de esos hojitas rectangulares, es una burla y por tanto no quieren trabajar sólo para no sentirse estafados.

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martes, 25 de noviembre de 2008

El hermano oso y el hermano dinero

En mi artículo de ayer titulado Economía psicoanalítica, sugería que las Ciencias Económicas ya tuvieron su oportunidad de solucionar el problema de la pobreza en los últimos tres siglos y que es hora de que el psicoanálisis pueda hacer su intento.

En el espíritu de muchos contemporáneos existe la creencia de que los semejantes que nos precedieron fueron unos tontos porque no habían inventado la telefonía celular y no habían visitado la luna.

No fueron unos tontos. Por ejemplo, hace tres siglos tenían conocimientos de matemática que hoy no logramos entender aún cuando nos los explican con mucha paciencia.

El totemismo es un complejo sistema de ideas, símbolos y/o prácticas, entre un grupo de personas y un animal, un vegetal o incluso un objeto.

En su origen la palabra tótem indicaba la consanguinidad y la prohibición de casarse entre sí. Por lo tanto el tótem representaba a una madre común que los convertía en hermanos.

Algunos pueblos totemistas se erigían en únicos consumidores autorizados del tótem (por ejemplo, el oso, la manzana, etc.) mientras que otros tenían el tabú de no consumir jamás a ese tótem sagrado.

Resumo: Asumiendo que los pueblos primitivos eran tan inteligentes y sabios como nosotros y que creían en las cualidades especiales de algún animal, vegetal u objeto, ya sea consumiéndolo especialmente o privándose de él especialmente, postulo que el dinero (en tanto que con él podemos satisfacer algunas necesidades y deseos, como lo hizo nuestra madre en la niñez) pueda ser un tótem moderno, para el que algunos se sienten únicos consumidores autorizados (ricos), mientras que para otros es un objeto tabú (pobres).

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lunes, 24 de noviembre de 2008

Economía psicoanalítica

El dinero en sí es un objeto muy sencillo: se trata de una mercancía capaz de intermediar en el trueque de todas las demás mercaderías. En lugar de canjear un saco de lana por una cabra, primero vendo el saco de lana (hago la permuta del saco por dinero) y esta mercancía-dinero después la permuto por una cabra.

(Esta idea comencé a comentarla en el artículo titulado Compro cabra urgente).

El tema más importante del dinero —y de cualquier otra cosa— es cómo los humanos nos vinculamos con él. Cada vez que desconocemos el fenómeno psíquico en cualquier situación humana, estamos ignorando torpemente la parte cualitativamente más significativa de ella.

Considerando al dinero como una mercancía más, evaluando solamente si es suficiente o insuficiente, si está bien o mal distribuida, si genera conflictos o no, estamos como estamos: muchos semejantes son muy pobres y unos pocos semejantes son muy ricos y ambos padecen diferentes formas de insatisfacción. Como dice el refrán: «Todos los extremos son malos».

Sin dejar de reconocer que la economía tiene cosas importantes para opinar sobre este factor de disconformidad (el dinero), estoy seguro de que llegó la hora de que reconozcamos que varios siglos de insistencia no han dado frutos suficientes y que es hora de darle la palabra a quienes más saben de este animal psíquicamente condicionado: los psicoanalistas.

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domingo, 23 de noviembre de 2008

Pobreza preventiva

Un lector chileno me llamó por teléfono para contarme que había sido víctima de un hurto con violencia (rapiña).

Dos jóvenes lo habían tirado al suelo de un empellón, quitándole el dinero, un par de lentes de sol y el calzado deportivo.

Como fue a plena luz del día y en una zona relativamente concurrida, la segunda sorpresa desagradable que padeció fue que nadie hizo algo para ayudarlo.

Mis comentarios sobre su peripecia los comparto ahora con ustedes: Le llevará unos días —quizás semanas— restablecer la estabilidad emocional que fue alterada por la experiencia traumática; corresponderá que revea algunos hábitos suyos para disminuir la posibilidades de que esto vuelva a ocurrirle y deberá asumir que la suerte es algo que nos afecta o nos beneficia sin que podamos hacer mucho al respecto.

El tema central está en poder reconocer que el derecho a la propiedad está severamente cuestionado por muchas personas sin que los gobiernos puedan tomar medidas eficaces sin transgredir compromisos internacionales que refieren a los derechos humanos.

Quizá la mejor manera de entender estas circunstancias es compararlas con un quebranto de salud. Por ejemplo, tomamos precauciones para no contraer una gripe y con ellas logramos disminuir las posibilidades de enfermarnos pero cada tanto tiempo tendremos que hacer reposo obligado durante una semana para poder sanarnos.

El chileno me decía indignado: «¿Y por qué yo no puedo tener un coche lujoso si tengo el dinero que gané con mi trabajo honesto?». Sin dejar de comprender su molestia, me permití recordarle que si posee ese vehículo se expondrá a que un vándalo le estropee la pintura rayándolo con una simple moneda, o a que alguien se lo robe para vender sus piezas, o a que el gobierno le impida conducir a la velocidad para la que está diseñado.

De modo similar, es conveniente no desabrigarse para no engriparnos.

La realidad no es como debería ser sino simplemente como es.

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sábado, 22 de noviembre de 2008

Estrellas y estrellados

Jennifer López y Benicio del Toro son dos hermosos ejemplares de nuestra especie que están siendo ilimitadamente solicitados por su belleza física y sus aptitudes actorales.

Éstas —y otras— estrellas son las que nos confirman la creencia en que es posible recibir todo ese amor que anhelamos.

Una vez confirmada nuestra creencia en que es posible ser infinitamente amados, pasamos al mundo real y observamos que nuestras reservas se están agotando porque no paramos de consumir alimentos, luz, teléfono, artículos de limpieza, etc.

Reconocer que aún no ha llegado nuestro momento de ser mantenidos por alguien para quien somos imprescindibles es algo muy doloroso. Es como si la sociedad entera —nuestros semejantes—, nos despreciaran, nos ignoraran, nos trataran con una indiferencia homicida.

Cuando nos resignamos a que las cosas son así —al menos por ahora—, compramos el diario y salimos a buscar compradores de lo que tenemos para vender: espíritu de colaboración, actitud servicial, humildad, modestia, puntualidad, perfil bajo, simpatía, honestidad, buen humor, productividad.

El dolor (herida narcisista) de tener que caer en esta situación puede llevarnos inclusive a pensar si será cierto que las cosas siempre fueron tan fáciles para Jennifer y Benicio o —por el contrario— alguna vez habrán tenido que empezar de abajo como lo estamos haciendo nosotros.

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viernes, 21 de noviembre de 2008

Trabajar es una pesadilla

La vida de los niños es muy dramática pero no nos damos cuenta, entre otras cosas porque de tan horrible, los adultos la hemos olvidado.

Ser paridos debe ser algo muy angustiante, no solamente porque nos expulsan de donde estábamos muy cómodos sino porque todo lo que recibíamos sin tener que hacer algún esfuerzo, tuvimos que empezar a conseguirlo por medio de nuestra respiración, ingestión y digestión.

Dentro del útero vivíamos muy bien pero sin motivo conocido nos mandaron a pelear por la supervivencia.

Piénsenlo un momento: ¿puede comprender lo que eso significa para cualquiera? A lo que se imagine para usted, agréguele la infinita vulnerabilidad del recién nacido.

Los problemas no paran ahí. Después vienen los dolores sin que podamos comunicarlos porque no sabemos hablar, cuando soñamos cosas horribles no sabemos si son verdaderas o imaginarias, no tenemos datos sobre cuán responsables y diestros son nuestros padres. Imagínese internado en un hospital de gente desconocida, que no habla una palabra de nuestro idioma.

Como digo al principio, si no olvidáramos todo esto, viviríamos en un tormento constante.

Claro que el olvido no es total. Lo que realmente sucede es que el recuerdo de aquellas vivencias es reprimido. Todo lo reprimido aparece de una u otra forma. Una de esas formas es la metáfora. Se nos presenta bajo otro aspecto, como si estuviera disfrazado.

Las actividades comerciales, el intercambio de dinero, el ganarnos la vida, son metáforas de la pesadilla por la que pasamos. Por eso suele ser tan perturbador para muchas personas conseguir un buen trabajo y ganar el dinero suficiente. Estas actividades pueden ser para ellas una metáfora de las penurias que tuvieron que pasar al comienzo de sus vidas.

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jueves, 20 de noviembre de 2008

El fantasma transformista

Observado con serenidad, el dinero es una mercancía como cualquier otra (alimento, vestimenta, etc.).

Debemos reconocerle sin embargo que es la única que puede ser canjeada por cualquier otra.

Un quilo de arroz puede ser canjeable por diez bananas, siempre y cuando el tenedor de éstas esté interesado en el quilo de arroz.

Por el contrario, quien tenga un euro puede comprar un quilo de arroz o diez bananas porque los poseedores de estos alimentos seguramente estarán dispuestos a permutarlos por el euro.

Como he comentado en artículos anteriores, la psiquis produce metáforas, es decir, que puede comparar dos elementos parecidos e igualarlos. Alguien puede referirse a «la primavera de la vida» y todos entenderemos que se refiere a una «etapa floreciente» y de ahí sabemos que se refiere a la época más productiva y reproductiva de esa existencia.

Pues bien, el dinero y su poder para darle satisfacción a nuestras necesidades y deseos es una mercancía ideal para que nuestra psiquis la procese en términos metafóricos, sobre todo a nivel inconciente.

Cuando en la adultez recibimos dinero por nuestro trabajo, nunca sabemos con certeza qué es lo que estamos haciendo para merecerlo y por lo tanto, el temor a que algún día nos priven de él nos mantiene en un estado de ansiedad irritante. (¿Qué estoy entregando? ¿Productos terminados? ¿Simpatía? ¿Que mi padre es amigo del dueño? ¿Que soy hermosa y sirvo como adorno?)

El dinero también se compara con nuestra madre en tanto ella fue quien al comienzo de nuestra existencia dio satisfacción a nuestras necesidades y deseos.

La necesidad de amor que todos tenemos nos lleva a suponer que esa mercancía posee en sí misma una característica que desearíamos poseer: que todos nos acepten.

Estas son sólo tres razones por las que el dinero es una mercancía cuyo valor simbólico (por lo que puede representar en nuestra psiquis) es tan perturbador.

En suma: Nuestra psiquis compara cosas diferentes pero las registra como iguales pero resulta que el dinero puede ser comparado con tantas cosas que nos confunde y por tanto, nos causa angustia.

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miércoles, 19 de noviembre de 2008

El amor (solo), no mueve ni un grano de arena

Podemos decir que un adulto es un niño grande pero no podemos decir que un niño sea un adulto pequeño.

Los adultos conservamos en algún rincón de nuestra memoria, de nuestros hábitos, de nuestro inconciente, todas y cada una de las etapas por las que fuimos pasando.

La presencia de esos recuerdos no es pasiva sino que influye en nuestro ánimo, en nuestras conductas, en nuestro carácter.

En términos prácticos usted podría permitirme una comparación a pesar de esa parte ineficiente que tiene toda comparación.

La idea es esta: para poder llevarse bien con usted mismo es necesario que se conozca, así como el mejor usuario de una máquina es aquel que conoce cómo funciona y sobre todo sabe cuáles son todas sus potencialidades y sus limitaciones.

Aunque puede ser muy conveniente que usted haya terminado su educación básica y que tenga al menos nociones de algún oficio o profesión, nada hay más importante en su vida que conocerse, saber con qué cuenta en realidad, hasta dónde puede llegar y hasta dónde no puede llegar, sin ilusiones, sin voluntarismo, sin delirios.

Esta es una conclusión estadística porque muy pocos ilusos viven bien en un mundo capitalista.

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martes, 18 de noviembre de 2008

Matrimonio por conveniencia

Los llamados «matrimonios por conveniencia» son aquellos en los que por lo menos uno de los cónyuges busca en el otro un beneficio determinado. El ejemplo clásico es aquel en el que una persona ambiciosa se casa con una persona adinerada con el único propósito de disfrutar su riqueza.

La literatura (libros, cine, teatro, teleteatros) han usado exitosamente este tema con lo cual podemos asegurar que una mayoría del público disfruta con esa situación aunque muy pocos la deseen para sí mismos.

Me corrijo: una mayoría procuramos realizar «un matrimonio por conveniencia» sólo que no lo hacemos concientemente.

La persona con la que nos unimos para toda la vida es alguien que nos promete un servicio muy valioso y que incluye fidelidad, honestidad, solidaridad, buen humor, responsabilidad.

Si tiene dudas, piénselo al revés: ¿Usted uniría su vida a alguien que no fuera capaz de ofrecerle esas prestaciones sino todo lo contrario?

Claro que en el momento del casamiento quizá no estén presentes todas esas particularidades pero el recién casado tiene la casi total certeza de que logrará desarrollarlas porque su partenaire dispone de ellas en estado latente o potencial y él se siente plenamente capaz de sacarlas a luz.

Con un criterio similar es que hoy en día se hacen la mayoría de las contrataciones de personal: Se procura que los nuevos empleados tengan la potencialidad de llegar a cumplir satisfactoriamente la tarea para la que son empleados y no les preocupa mucho que tengan los conocimientos específicos, pues capacitarlos es sencillo, pero si no poseen las potencialidades (de ser fieles, honestos, solidarios, con buen humor y responsables) NUNCA alcanzarán un desempeño aceptable.

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lunes, 17 de noviembre de 2008

El animal ambicioso

Los economistas observan la realidad económica desde muchos puntos de vista para tratar de sacar sus conclusiones, hacer previsiones y encontrar políticas que mejoren nuestro vínculo material con el planeta.

Uno de estos puntos de vista consiste en determinar cuanto del presupuesto de una persona está destinado a los gastos básicos (comida, alojamiento, vestimenta).

Estos gastos básicos se componen de lo que cualquier animal necesita conseguir para poder llegar vivo al día siguiente.

Repito algo que ya he dicho en otros artículos: no es denigrante ser un animal y por tanto vivir como uno de ellos. Sin embargo somos una mayoría los que aspiramos a algo más. Vivir como un perro, un caballo o un ave nos resulta desagradable, nos genera malestar, aún cuando respetamos sinceramente a cualquier ser vivo copropietario del planeta.

La inteligencia racional de los economistas también averigua cuánto le cuesta a cada ser humano conseguir lo imprescindible para llegar con vida al día siguiente.

Toman como período de análisis los 30 días de un mes y acá se verifican distintos logros que obtiene cada ejemplar de nuestra especie.

Algunas personas consiguen todo lo que necesitan para vivir un mes en menos de un día y otros trabajan todo el periodo para poder sobrevivir. En este caso se dice que son personas que «viven al día» ... igual que los animales.

En realidad depende de cada uno establecer en qué nivel de confort desea vivir, aunque también son mayoría quienes piensan que las personas no podemos elegir libremente cuánto queremos mejorar nuestra calidad de vida sino que son los demás (la sociedad, el gobierno, los países ricos e imperialistas) los que nos imponen cómo debemos vivir.

Personalmente pienso que lo mejor siempre es más costoso y que adquirirlo nos demanda más energía y esfuerzo. A veces nuestra imaginación nos hace pensar que podemos tener lo mismo que tiene otro sin considerar que ese otro es alguien que posee más energía, fuerza, motivación o suerte.

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domingo, 16 de noviembre de 2008

Investigador privado

¿Dónde está mi príncipe azul? se pregunta ella angustiada. ¿Dónde está mi princesa rosada? se pregunta él anhelante.

Podríamos asegurar que existe por lo menos una persona en el planeta que sería nuestra compañía ideal para toda la vida, pero ¿dónde encontrarla? Más aún: quizás haya muchas personas que tengan esa característica, pero la dificultad en encontrarlas continúa.

Una vez formuladas estas pregunta, podemos hacer dos cosas: apagamos el despertador y reacomodamos nuestro cuerpo para seguir durmiendo, o nos levantamos de una salto a buscar esas personas que tienen en sus manos nuestra felicidad.

La diferencia de actitud y energía que hay en una u otra opción es la decisiva. Para reaccionar como un resorte necesitamos algún incentivo, estímulo, deseo, interés y además algo no menos importante: permitirnos pasar a la acción.

En suma, tienen que haber dos condiciones: que exista algo que nos mueva y que NO exista algo que nos frene. En un vehículo es muy fácil hacer el diagnóstico: el motor funciona o no funciona y los frenos trancan las ruedas o las dejan libres. En nuestra psiquis es menos fácil darse cuenta qué está impidiéndonos salir a buscar a esas personas que nos harán felices.

Pero atención: que sea menos fácil no quiere decir para nada que sea muy difícil y mucho menos imposible.

Exactamente el mismo razonamiento puede aplicarse a la búsqueda de esa fuente de ingresos que nos permita una calidad de vida digna. También existe, sólo que hay que encontrarla.

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sábado, 15 de noviembre de 2008

Semejanzas entre los trabajadores y las mujeres

Existen ciertas condiciones que parecen inalterables, propias de la naturaleza.

Una de las condiciones más trascendentes es que un hombre puede fecundar a una mujer por la fuerza pero ésta no puede hacerse fecundar por la fuerza. Ellos pueden violar pero ellas no.

En el fenómeno de la reproducción (imprescindible para la conservación de la especie), ellas están más comprometidas biológicamente que ellos. El embarazo y la lactancia les imponen severas limitaciones.

Cuando las sociedades gozan de una buena convivencia, ambos géneros se complementan gratamente y ese mayor compromiso de la mujer se ve compensado por suministros narcisísticos, apoyo, estímulo, admiración, prestigio, privilegios.

El capitalismo (o economía de mercado) es una forma de convivencia que podría describirse como una guerra de baja intensidad. La actitud competitiva que le impone a los ciudadanos conduce inevitablemente a que la convivencia no sea todo lo pacífica que sería de desear.

En la mayoría de los países existe un cierto porcentaje de desocupación mínimo debido al cual los trabajadores tienen la libertad más restringida que los dueños de los medios de producción (patrones, empleadores, empresarios). Es más fácil conseguir un trabajador sustituto que un empleador sustituto.

Aunque parecen cosas que no tienen ningún punto de comparación, en realidad sí hay similitudes con la condición de ser mujer.

Ni los trabajadores amenazados por la desocupación ni la mujer comprometida por la anatomía que la vuelve pasible de ser violada (pero no de violar) y le impone un largo compromiso biológico con la reproducción y lactancia, pueden evitar una posición desventajosa frente a los patrones y varones respectivamente.

Estas circunstancias (de trabajadores y mujeres), en tiempos de paz pasarían desapercibidas pero en tiempos de capitalismo (guerra de baja intensidad), se manifiestan permanentemente.

Este artículo tiene el propósito de enunciar una causa de la injusticia social sobre la que no se hace suficiente hincapié a pesar de lo determinante que es.

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viernes, 14 de noviembre de 2008

El grato oficio de fornicar

La hipótesis de que la única misión del ser humano es cuidarse a sí mismo y a la especie, sigue dándome temas para pensar.

No es sencillo entender que la naturaleza tiene sus propias leyes de funcionamiento y que cuando nos referimos a ella no podemos evitar imaginarla como si tuviera comportamientos humanos. El propio lenguaje con el que no tenemos más remedio de comunicarnos, nos obliga a darle formato humano a casi cualquier cosa que pensemos.

Por lo tanto, no es que la naturaleza tenga conductas humanas sino que los humanos tenemos conductas naturales. Lo sepamos o no, lo tengamos en la conciencia o en el inconciente, nosotros le copiamos a ella y los mejores inventos no son más que adaptaciones de lo que ya existe.

Por ejemplo, imagino que el genial inventor de la rueda se inspiró observando como bajaba rodando una roca desde lo alto de la montaña. Lo único que hizo fue alisarle los bordes hasta darle forma circular y ahí tuvimos «nuestro invento».

Como la única misión (trabajo) es conservarnos a nosotros y a la especie, tenemos que las sensaciones voluptuosas que acompañan la eyaculación no aparecen antes de que esta se produzca. Millones de años demoramos en darnos cuenta que nunca se puede pagar por adelantado porque eso desestimula al trabajador.

Como ven, estoy comparando fornicar con trabajar y al placer del orgasmo con el cobro del sueldo.

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jueves, 13 de noviembre de 2008

Lo fácil es enemigo de lo bueno

En un artículo publicado hoy con el título Más amor con menos gasto propongo que revisemos a qué modelo queremos copiar en ese intento que todos hacemos para ser amados.

Digo ahí que los mártires que han pasado a la historia son modelos cuya copia incluye tener una vida muy penosa, llena de carencias, con dificultades de toda índole.

Por el contrario existen otros modelos muy amados que prometen menores padecimientos. Me estoy refiriendo a quienes han llegado a tener éxito económico porque dedicaron mucho amor (hacia sí mismos y hacia los demás) tratando de entregarles los bienes y servicios que satisfacían sus necesidades o deseos.

Claro que por algo una mayoría elige a los mártires, a las víctimas, a los sufrientes, a los pobres.

El motivo está en que siempre es mucho más sencillo igualar hacia abajo que igualar hacia arriba. Emular a quien está mal es más fácil que emular a quien está bien. Convertirse en víctima no requiere amarse a sí mismo y a los demás. Conseguir enemigos que nos victimicen no es tan complicado.

Hacer llorar es más fácil que hacer reír. Arrebatar es más fácil que negociar. Esclavizar es más fácil que estimular la cooperación. Desconfiar es más fácil de confiar.

En suma: Hay más pobres que ricos porque la igualación con ídolos sufrientes (como forma de conseguir el amor que ellos consiguieron) es una tarea accesible a más personas.

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Los que sufren aman mejor

El hambre de comida y el hambre de amor tienen para nosotros una importancia parecida.

Usted puede reaccionar diciendo: «Si alguien no come, se muere y ¿para qué quiere el amor alguien que está muerto?» La explicación está en que cuando estamos vivos no pensamos tan claramente en nuestra propia muerte. Sólo pensamos claramente en la muerte de los demás, pero la propia muerte es un hecho que cae dentro de la convicción de que «a mi no me va a pasar».

Amor significa renunciamiento, padecimiento, esfuerzo. Para sentir que alguien nos ama tenemos que percibir que se sacrifica por nosotros. No es muy convincente que alguien nos diga desde un cómodo sillón: «Te amo». Si alguien llega todo transpirado, con cara de agotamiento por haber caminado durante horas al rayo del sol por caminos polvorientos, sin una gota de agua que aplaque su desesperante sed y lo primero que nos dice es «Te amo», a éste sí le creemos.

Si usted comparte conmigo que el amante debe mostrar dolor (de hecho, la crucifixión de Cristo es el modelo de amor a nuestra especie), entonces es más difícil que sintamos ese maravilloso sentimiento de alguien que nos lo exprese desde una camioneta 4x4, con vidrios polarizados y aire acondicionado.

Como el amor es un sentimiento (subjetivamente) tan importante como el alimento, queremos amar para ser amados y para que nuestro amor sea valioso para nuestro ser amado tenemos que demostrarnos sufrientes. Si me muestro con un buen patrimonio, con una vida cómoda, gozando de excelente salud, mi amor tendrá poco valor para los demás y por lo tanto el amor que me devolverán será también escaso.

Conclusión: Como cada uno de nosotros necesita tanto el amor como el pan, están dadas las condiciones para que tengamos que dar lástima para que nuestro amor sea creíble y nos genere abundantes créditos en la misma especie, es decir, que nos amen tanto como necesitemos ser amados.

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martes, 11 de noviembre de 2008

«Haz el bien mirando bien a quién»

Muchos de ustedes habrán oído el refrán que dice «El dar es honor; el pedir, dolor».

He tenido la suerte de conocer comunidades donde el dar, el ofrecer, forma parte de la ética obligatoria.

Como he mencionado varias veces, nuestra inteligencia no es muy inteligente y es fácil el autoengaño.

Esta ética de convivencia exige la bondad hacia el vecino y para cumplirla todos actúan 'como si' fueran espontáneamente generosos y desinteresados. La consigna es «hacer el bien sin mirar a quien».

La mayor carencia de la que adolecen estas comunidades es de sinceridad. El 'como si' implica desconocer radicalmente la profunda aspiración que tiene cada uno de recibir más de lo que da, ya sea en este mundo real o en algún mundo imaginario.

El resultado de ignorar sistemáticamente cuáles son los móviles que caracterizan a nuestra especie podría compararse con el fracaso continuado que tendría un agricultor que pretendiera de sus plantíos resultados que éstos nunca podrían entregarle. El dicho popular para este caso sería: «es como pedirle peras al olmo».

Sigue siendo válido que «dar es un honor» como dice el refrán, pero si evitamos los autoengaños, el otro refrán quedaría redactado así: «haz el bien mirando a quien te lo sepa retribuir». Esta es una clave para no padecer la pobreza patológica, es decir, la que se produce por un autoengaño.

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lunes, 10 de noviembre de 2008

Las molestias lucrativas

El cerebro humano tiene muchos defectos de funcionamiento, siendo el más importante el que no se da cuenta cuán impefectamente funciona.

Ya he comentado qué es la metonimia (confundir el todo con una parte de éste, condensar en un detalle las cualidades de la totalidad). Este defecto nos hace pensar que si perdimos un examen entonces «somos malos estudiantes», si un atleta jamaiquino batió un record corriendo pensamos que en ese país la gente es muy veloz; si al día siguiente de comer algo delicioso tenemos malestares digestivos, supondremos que aquella comida no deberemos seguir comiéndola; etc.

La naturaleza se vale del dolor y del placer para que cada individuo actúe procurando la supervivencia suya y de la especie.

El hambre produce malestar que nos impulsa a comer. Comer nos da placer hasta que comemos en exceso y este nuevo malestar nos impone dejar de comer. El cansancio nos produce dolor y buscamos alivio descansando. El placer sexual produce en varios casos la reproducción y las dificultades en mantener una prole numerosa nos impone un control de la natalidad.

La cultura altera en parte esta lógica imponiendo molestias beneficiosas. La obtención de recursos materiales para cumplir el mandato de la naturaleza de conservarnos personal y colectivamente, hace que debamos soportar las molestias de complacer al prójimo para que éste sea nuestro cliente.

Acá deberemos superar la reacción natural de rechazar el dolor y deberemos aprender a tolerarlo. Las reglas de juego de nuestra sociedad nos obligan a disciplinarnos para poder superar el impulso natural de rechazar airadamente a quien nos pide que hagamos algo para él.

No todos lo logran y los que no lo logran suelen padecer la pobreza de recursos materiales. Por no poder soportar la molestia de esforzarse por intereses ajenos (aliviarle el dolor a otro), se someten a penurias económicas que a veces son más dolorosas.

El defecto mental de la metonimia actúa cuando generalizamos la consigna «evitar el dolor» y suponemos que nunca debemos sacrificarnos, esforzarnos, aceptar el dolor, ni aún cuando se presenta como una inversión que nos dará ganancias que lo justifiquen.

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domingo, 9 de noviembre de 2008

«Fabricaré la sopa que más me agrada»

Algo que dio muy buenos resultados económicos hasta hace un tiempo fue la venta de muebles y máquinas para instalar un comercio que al poco tiempo cerraban sus puertas por falta de clientes.

Este negocio ha ido perdiendo rentabilidad porque cada vez está más difundida la técnica de investigación de mercado, evitando la instalación de emprendimientos carentes de futuro.

La técnica de investigación de mercado consiste en averiguar mediante encuestas, estudios estadísticos, observación y entrevistas, cuántas posibilidades de éxito tendrá la intención de vender ciertos productos o servicios para un determinado público.

La incorporación de esta técnica a nivel de las empresas unipersonales o familiares es tan reciente porque hasta hace poco los emprendedores estaban convencidos de que su imaginación era confiable.

Era común que varios amigos se entusiasmaran con algo que sólo a ellos les interesaba o que una familia con necesidades económicas gastara gran parte de sus ahorros en intentar la venta de lo que ellos deseaban producir y vender, suponiendo ingenuamente que —por ese sólo hecho— existirían personas que lo comprarían.

En la incorporación de la «investigación de mercado» ha participado el psicoanálisis porque logró convencer a los agentes económicos de que la percepción subjetiva está cargada de deseos personales que coinciden con la realidad tantas veces como es posible acertar en una lotería.

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«Lléneme el tanque»

En un afán por simplificar lo complejo, muchas personas adhieren al criterio económico neoclásico que se caracteriza por considerar que el trabajo es un insumo más en los procesos productivos.

Para esta corriente de pensamiento —no sólo económico sino también filosófico y político— la producción es una especie de cocktail compuesto por tres ingredientes: materias primas (hierro, madera, plástico, etc.), herramientas y mano de obra.

Como nunca falta alguien que trate de simplificar lo simplificado, algunos dicen que la mano de obra y las materias primas podrían considerarse como una misma especie.

Es bastante claro que el ser humano es el objetivo de todo esfuerzo que se haga. Conservar al individuo y a la especie es la única misión que tenemos. Todos pretendemos que la sociedad y sus gobernantes nos reconozcan estos derechos y que actúen en consecuencia.

Cuando alguien piensa que nuestro esfuerzo es una mercancía más, nos tratará como a objetos, como a cosas inertes, provocándonos una desvalorización no solamente molesta sino que para muchos equivaldrá a un intento homicida.

En la fantasía de muchos gobernantes (sin distinción de ideologías), los trabajadores somos máquinas cuyo tanque de combustible es la billetera. Pero lo más grave no es esto. Lo más grave es que muchos trabajadores suponen que trabajan sólo por el dinero y se creen muy inteligentes cuando centran sus reivindicaciones laborales exclusivamente en torno de los aspectos económicos.

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