miércoles, 31 de marzo de 2010

Las arañas informáticas

El 80% de los animalitos que viven en este planeta, tienen muchas articulaciones.

Se los llama artrópodos, que en realidad quiere decir patas articuladas.

Bichitos muy articulados hay de muchas formas y son feísimos: cangrejos, ciempiés, moscas y en especial las arañas.

Todos son muy originales en su manera de conseguir la comida.

De las arañas sabemos bastante: ellas tejen una malla pegajosa en la que caen los insectos voladores que las alimentarán.

Los seres humanos somos los animalitos más vulnerables, los que tenemos el instinto más pobre pero estamos compensados por la sabia naturaleza con una gran capacidad de adaptación (nuestra anatomía soporta climas y condiciones muy variadas) y de la inteligencia, que consiste en observar, inventar, copiar.

Nuestras formas de conseguir alimento siempre han dependido de la recolección de alimentos vegetales y de la caza (o pesca).

La capacidad que tenemos de observar nos ha permitido inventar métodos (agricultura, trampas, estrategias) que en gran medida son una copia adaptada a nuestras posibilidades de lo que hacen las demás especies.

Internet fue inventada por los norteamericanos y la mayor cantidad de páginas web están en idioma inglés.

Para usted y para mí quizá no signifique mucho la palabra «web» pero para un angloparlante significa «telaraña».

Una representación gráfica de Internet, con todas las interconexiones de los grandes servidores, sería parecida a una telaraña. De ahí su nombre.

Como fuente de ingresos, Internet tiene todas las ventajas que tienen la formación de vínculos, según decía en el artículo recientemente publicado con el título Los clientes ¿me aman?.

Pero convengamos en que muchos usuarios se comportan realmente como arañas, porque les copian la conducta depredadora y utilizan la telaraña-web para cazar incautos, ingenuos, descuidados.

Claro que las víctimas suelen caer por un exceso de ambición.

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martes, 30 de marzo de 2010

El dinero necesitado y el deseado

La vida siempre nos impulsa a buscar.

Algo dentro de nosotros nos hace anhelar, averiguar, solicitar, investigar.

Esos impulsos que nos mueven, que nos inquietan permanentemente, podemos agruparlos en dos categorías.

1º) Los imprescindibles. Son aquellos que si no los conseguimos, nos morimos (comida, abrigo, salud). Acá están las necesidades.

2º) Los prescindibles. Son todos los demás anhelos, intereses, aspiraciones. La frustración de estas demandas no es mortífera. A este grupo los llamamos deseos.

La percepción subjetiva puede ser más confusa.

Existen deseos que se nos presentan como imprescindibles para seguir viviendo.

Alguien podría decir por ejemplo: «Si no me caso con Penélope Cruz, me muero».

Sabemos que esto no es verdadero aunque quien lo desea esté convencido de que «no puede vivir sin ella».

Una anoréxica podría pensar que se puede vivir sin ingerir las calorías suficientes, porque imagina que la necesidad de comer es controlable.

Como vemos, no es fácil discernir cuando tenemos una necesidad y cuando tenemos un deseo, porque la percepción subjetiva de ambos no es tan clara.

El dinero participa intensamente en esta confusión.

Por tratarse de un instrumento económico que puede satisfacer tanto necesidades como deseos, nos cuesta discernir cuánto precisamos.

De modo similar, para vivir debemos conseguir la cantidad de dinero necesaria y mejora nuestra calidad de vida en la medida que podemos conseguir también la cantidad de dinero deseada.

Por lo mismo que digo más arriba, si no conseguimos la cantidad de dinero necesaria, nos costará la vida (en tanto no podamos adquirir lo necesario para vivir) y si no conseguimos la cantidad de dinero deseada, perderemos calidad de vida, pero no la vida misma.

En suma: conseguir el dinero necesario es vital pero el deseado no.

Más aún: las necesidades pueden saciarse pero los deseos no.

Nota: la imagen es de Penélope Cruz con Javier Bardem.

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lunes, 29 de marzo de 2010

Los ricos son buenos amantes

En un artículo publicado ayer con el título Los clientes ¿me aman? expuse una síntesis.

Decía que los seres humanos, desde que dejamos de vivir en una selva natural y pasamos a vivir en una selva de cemento, necesitamos dinero para satisfacer nuestras necesidades y deseos, que eso nos obliga a vincularnos y que, en última instancia, desde que nacemos sobrevivimos gracias al AMOR (porque es imperioso tener buenos vínculos con los demás semejantes).

La reflexión que quiero proponerles hoy es que si continuamos por esta línea de razonamiento, podemos concluir que el dinero tiene una equivalencia con el amor.

Si para poder vivir en la selva de cemento preciso establecer vínculos amorosos con quienes me darán dinero (clientes, proveedores, empleadores), entonces es el amor la causa primera de ese dinero.

Dicho de otra forma: si no puedo vincularme (por falta de amor hacia los demás), no tendré dinero y —al revés—, si tengo amor, establezco vínculos que me aportan dinero, entonces puedo decir: amor = dinero.

En caso de aceptar estas premisas, puedo continuar diciendo que la acumulación de dinero es una forma de acumular amor.

Casi todo el año hago un esfuerzo por mantener mis vínculos comerciales en su mejor nivel (me las ingenio para llevarme bien con clientes, proveedores, empleados, socios, gobierno, competidores), lo cual me exige un esfuerzo de negociación constante, pero cuando llegan mis vacaciones, gasto parte de mis ahorros (amor = dinero), en que me sirvan, me agasajen y me mimen, en un hotel con servicio «todo incluido».

Si bien amar es un sentimiento que tenemos o no tenemos, incluye una cierta dosis de esfuerzo (trabajo): ser atentos, escuchar, tolerar, agasajar, estimular.

En suma: el patrimonio es la diferencia que hay entre el amor que damos y el que merecemos.

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domingo, 28 de marzo de 2010

Los clientes ¿me aman?

Un ser humano siente hambre. Está en un lugar donde hay árboles frutales, un río con agua y peces, animales que pueden ser atrapados. Con un poco de esfuerzo, ingenio y tiempo, podrá comer.

Miles de años después, un ser humano siente hambre. Está en un lugar donde hay una gran variedad de alimentos pero encerrados en cajas herméticas y refrigeradas, que sólo expenden el alimento que uno elija si se introducen en una ranura una cantidad de monedas.

A semejanza del primitivo, esta segunda persona podrá calmar su hambre si aplica un poco de esfuerzo, ingenio y tiempo, en conseguir esas monedas.

Para conseguir esas monedas tendrá que interactuar con por lo menos otra personas, la que deberá tener monedas, además de necesidades y deseos que nuestro personaje deberá satisfacer a cambio de las monedas que le pide la máquina despachadora de alimentos.

Observemos que el primitivo podía actuar solo mientras que el moderno no puede actuar solo. Está obligado a vincularse con otros.

Para poder vincularnos ponemos en juego nuestros sentimientos.

Lo digo de una forma más drástica: para poder comer dependemos de nuestra afectividad.

Pero puedo exagerar otro poco y decir que en los tiempos modernos, quienes vivimos alejados de los alimentos naturales ubicados en sus fuentes, no tenemos más remedio que preocuparnos por los sentimientos que sentimos y que inspiramos.

Cada mañana, cuando nos reconocemos en el espejo del lavatorio, nuestro inconsciente —instintivamente preocupado por la supervivencia y más específicamente, por el hambre—, hace la misma pregunta: ¿soy un ser querido por los demás? ¿soy capaz de querer a los demás? ¿cuánto me valoran?

Si bien los sentimientos en juego son simpatía, apego, amistad, cariño, respeto, interés, etc., etc., todo se sintetiza en AMOR.

En suma: desde que nacemos, sobrevivimos gracias al AMOR.

Artículos vinculados:

El despotismo amoroso
El verdadero amor verdadero
Los hombres no lloran
Amor, pasión, odio, indiferencia

El amor del odioso
«¿Cuánto te debo mamá?»
El desprecio por amor

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sábado, 27 de marzo de 2010

El bote salvavidas de piedra

Los paliativos (calmantes) cumplen una gran función:

— una aspirina calma dolores leves;

— el acompañamiento solidario alivia la angustia;

— el embellecimiento artístico vuelve más tolerable la desventura.

Evocaré un chiste clásico que señala las consecuencias de las soluciones ineficientes.

Un señor padecía insoportables dolores de cabeza desde su adolescencia. Consultó a muchos médicos y todos concordaron en que la única solución era extirparle los testículos.

Las circunstancias se dieron para que tuviera que resignarse a tan sensible pérdida.

El hecho es que —una vez operado—, los dolores de cabeza desaparecieron.

Con el tiempo terminó reconociendo que aquella dramática solución había sido satisfactoria.

Cierta vez concurrió a una tienda de ropa para hombres, donde fue atendido por un experto vendedor quien captó intuitivamente sus preferencias y medidas corporales.

Le ofreció zapatos muy cómodos, el pantalón le calzó exactamente y así con el resto de la vestimenta, pero cuando llegaron a la ropa interior, surgió una discrepancia: el vendedor le ofrecía un talle mayor al que nuestro señor conocía.

Con paciencia profesional, el vendedor le explicó: «Debe usar un talle mayor al que usted dice porque de lo contrario se le comprimen los testículos y eso produce insoportables dolores de cabeza».

Vuelvo al tema de la pobreza patológica:

Los paliativos o calmantes disimulan los síntomas penosos y terminan siendo tan contraproducentes como eliminar la causa equivocada.

La pobreza indeseada es dolorosa, desagradable, triste, pero si se la embellece o se le asigna un perfil heroico como se hace con cierto arte musical y poético, la pobreza aparenta ser tan bella y heroica como para convertirse en deseable.

En suma: El arte aplicado a embellecer y glorificar la pobreza, la torna tan irreversible como una castración.

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viernes, 26 de marzo de 2010

El dinero aburre a los niños

Circunstancias personales hicieron que hoy tenga mis neuronas copadas por el concepto felicidad.

Por eso escribí el artículo titulado La búsqueda del tesoro y éste.

En un artículo de reciente publicación titulado «¿Estoy bien o mal?» , termino diciendo textualmente:

«Es oportuno saber que la psiquis de cada uno resuelve su relación con la realidad de la mejor manera posible y que no siempre está mal negar, reprimir un deseo o ser obsesivo.»

Algo que tampoco está mal es conservar rasgos infantiles.

Hace unos meses, en el artículo titulado Pablo Picasso pregunta: recordaba dos frases de él que vuelvo a citar:

1) "A los doce años sabía dibujar como Rafael, pero necesité toda una vida para aprender a pintar como un niño."

2) "Lleva tiempo llegar a ser joven."

Este blog está dedicado a buscar las causas de la pobreza patológica, que en última instancia es tratar de contestar la pregunta: ¿por qué algunas personas son infelices cuando buscan la felicidad?

El cerebro humano está diseñado para buscar incansablemente el bienestar, la alegría, el entusiasmo, la felicidad.

La niñez es casi siempre una etapa feliz y la naturaleza parece que usara con nosotros una técnica de venta: nos muestra la felicidad (la niñez), luego nos la quita disimuladamente, y a partir de ahí, tratamos de volver a tenerla.

Desde que la perdemos en adelante, tratamos de recuperar aquella felicidad pero en el mundo de los adultos se vuelve imposible porque en aquella niñez no había dinero y los adultos no tenemos más remedio que usarlo o nos convertiremos en pobres patológicos.

En suma: Trabajamos duramente para recuperar la felicidad, pero al usar la receta de volver a ser niños otra vez, omitimos advertir que los niños no necesitan dinero pero los adultos sí.

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jueves, 25 de marzo de 2010

Los trabajos de mierda

La limpieza de los baños públicos (subterráneos, centros comerciales, terminales de ómnibus), es una de las tareas menos solicitadas, apreciadas, buscadas y por lo tanto, menos remuneradas.

Cuando los trabajadores aceptan esa función es porque padecen un hándicap social importante (emigrantes, ex-convictos, discapacitados).

En el artículo titulado El amor propio y la caca ajena les comento que esas tareas son asignadas en institutos correccionales (penitenciarías y hospitales psiquiátricos) como terapia para inculcar la humildad en los internados más rebeldes.

También les decía en otros dos artículos publicados recientemente (1), que en el inconsciente tenemos asociado el excremento fecal y el dinero (caca = dinero).

Comentaba en ellos que esa idea llega al inconsciente porque cuando somos pequeños tenemos que aprender a evacuar el intestino como nos ordena quien nos da de comer.

Esta experiencia es el inicio de la posterior actitud laboral de «hacer lo que nos piden» para que «nos paguen».

Acá surge un conflicto. Si hacemos caca de cierta forma para que nos paguen dinero (sueldo, honorarios, propina), entonces podemos pensar que esto que cobramos también es caca.

Es muy frecuente que podamos hacer trabajos honorarios, voluntarios, sin cobrar y eso nos hace sentir buenos ciudadanos.

Voy al punto: podemos ser audaces vendedores de rifas a beneficio de terceros, pero jamás lo haríamos en beneficio propio.

La explicación clásica que damos a esta actitud contradictoria es que «ganar dinero para quien lo necesite, es más honroso (elegante, solidario) que ganarlo para uno mismo».

Sin embargo, esta actitud tan noble es impropia de un ser humano. No es normal que alguien ame más al prójimo que a sí mismo. El instinto de conservación nos lo impide de forma terminante.

La explicación más humana y confiable es que conseguimos caca sólo si es para otros.

(1) El dinero que da asco; Defecar a cambio de comida.

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miércoles, 24 de marzo de 2010

El negocio de la sinceridad

En el artículo titulado Palabra de honor les comentaba que la sinceridad se convirtió en una especie de marca registrada de los nobles y caballeros, es decir, de la clase social más privilegiada, con más poder, más dinero, mayor educación.

Las expresiones claves son:

Palabra de honor: Es lo que dice alguien que tiene honor y que merece ser creído sin vacilación.

Persona de palabra: Es aquella de la que se puede creer todo lo que dice. Es alguien que posee sinceridad garantizada.

Concesión bajo palabra: Es el acto por el cual se confía en lo que promete quien se considera honorable. Por ejemplo: libertad bajo palabra es la que concede un instituto carcelario a quien promete no transgredir la ley.

Se diría que el instituto de la palabra de honor fue creado para mejorar la convivencia porque la mentira aporta una incertidumbre que impide la solidez de los vínculos.

Como decía en el artículo mencionado, los propios nobles y caballeros inventores de este concepto, tomaron la precaución de dejar bien en claro que el mérito de tener palabra de honor sólo correspondía a quienes tuvieran la valentía de poder decir siempre la verdad.

También aclararon que las clases menos pudientes (los pobres, lacayos, la plebe) no podían tener palabra de honor porque para poder subsistir con sus precarios recursos personales, no tenían más remedio que mentir.

Este razonamiento es muy popular porque casi todo el mundo piensa que la sinceridad es menos rentable que la actitud mendaz (mentir).

Una vez perfeccionada toda esta ideología e instalado el prejuicio de que los nobles y caballeros son sinceros, vino la etapa en la cual se buscó sumar las ventajas de ser creíble y las de hacer negocios mintiendo.

Entonces se creó el marketing.

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martes, 23 de marzo de 2010

La cobardía de los jueces

Existe enriquecimiento ilícito cuando un servidor público (empleado, funcionario, parlamentario electo por la población) no pudiere justificar el legítimo aumento de su patrimonio o la legítima procedencia de los bienes a su nombre.

Por ejemplo, el funcionario que autoriza la construcción de una obra pública, puede quedarse con una parte de la inversión y enriquecerse ilícitamente.

En todos los países existieron, existen y existirán personas que aprovechen el cargo que ocupan para beneficiarse personalmente.

Todos ellos aceptaron el cargo enterados de que cobrarían una cierta remuneración a cambio de realizar una tarea específica.

¿Por qué esos funcionarios o gobernantes abusan del poder que tienen, perjudicando (robando) a toda la población al apoderarse del dinero que aportaron con el pago de impuestos?

¿Qué diferencia existe entre un punguista que nos quita dinero del bolsillo en la calle y un «ladrón de guante blanco»?

Una de las diferencias está en que el importe que nos lleva el punguista es mucho menor que el que nos llevan los funcionarios y gobernantes corruptos.

Otra de las diferencias está en que el robo que nos hace el punguista solemos descubrirlo cuando notamos la inesperada ausencia de nuestra billetera, mientras que el robo que perpetra el jerarca no lo percibimos en absoluto. Sólo suponemos que se apoderó de nuestro dinero porque los medios de comunicación informan sobre el proceso y condena por «apropiación indebida de fondos públicos».

Podemos ver además que nuestra reacción es mucho más violenta contra el punguista que contra el corrupto, porque:

— Nos robó en forma expresa y personalizada. Fuimos elegidos por él y el daño se convierte en algo personal entre el punguista y yo.

— Contra el delincuente nos sentimos fuertes pero frente al gobernante nos sentimos débiles y los cobardes siempre atacamos a los débiles y toleramos a los fuertes.

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lunes, 22 de marzo de 2010

Las dos billeteras de mamá

Nuestra madre es uno de los personajes más importantes que pasan por nuestra vida. Podría decir que es el más importante, pero reconozco que en algunos casos los vínculos se deterioran tanto que es posible llegar a odiarla.

En nuestro pensamiento pueden distinguirse (si observamos con detenimiento) dos madres (1): el ser humano mujer que conocemos un poco y que nunca terminamos de conocer del todo, y el ser humano imaginario, al que suponemos con todos los atributos deseados (amor incondicional, abnegación, sabiduría).

Doy por seguro que nuestras primeras experiencias de vida son decisivas en la formación de nuestras ideas, sentimientos, inteligencia, carácter, costumbres.

Lo que en esa primera etapa observamos es que alguien (nuestra madre), nos alimenta con su propio cuerpo. Ella sólo nos acerca al pezón, comenzamos a succionar y la desesperante sensación de hambre, ¡desaparece!

Estas primeras vivencias ubican en nuestro discernimiento la idea de que es posible solucionar las necesidades básicas sin hacer nada. Para el discernimiento de un niño «la vida es así».

Los humanos comenzamos nuestra existencia calmando nuestra hambre tomando la leche de nuestra madre y seguimos haciéndolo (con algunos cambios en el procedimiento) de la vaca.

Nuestra percepción es que ellas (mamá y la vaca) no tienen que hacer nada para calmar nuestra hambre. Ellas no sufren, no son explotadas.

Más aún: alimentándonos, aliviamos el dolor que les causa la acumulación de leche.

En síntesis: ¡aliviándonos, aliviamos!

Cuando crecemos, continuamos buscando otras «madres» o «vacas lecheras» (empleo público, cónyuge adinerado, empresa rentable, profesión lucrativa), que cubran nuestras necesidades básicas, procurando —hasta donde nos sea posible—, no hacer más esfuerzo del que hacíamos para alimentarnos de nuestra madre o de la vaca.

(1) El desprecio por amor

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domingo, 21 de marzo de 2010

«Lo que abunda, no daña»

«Todos los extremos son malos» dice un proverbio, y existen suficientes pruebas de que esa ley se cumple en muchos casos.

Es tan mala la sequía como las inundaciones, un régimen autoritario tanto como la anarquía, la diabetes tanto como la hipoglucemia.

Desde que creé la expresión «pobreza patológica» no encontré motivos para dudar de su existencia.

Más aún, sería legítimo suponer que también existe la «riqueza patológica».

En varios artículos (1) hice referencia a que la naturaleza nos provoca dolor y placer para imponernos el dinamismo que requiere el fenómeno vida para seguir funcionando.

Los extremos «malos» son las zonas donde la naturaleza nos provoca el malestar estimulante de la vida.

Cuando digo «malos» en realidad debería decir «desagradables», «dolorosos», «irritantes», porque por «malo» debería entenderse sólo lo que pone en riesgo nuestra integridad pero no aquello que nos molesta tanto que nos obliga a movernos (favoreciendo la continuidad del fenómeno vida).

Teniendo en cuenta estas reflexiones, por pobreza patológica deberíamos entender aquella situación económica que irrita en exceso a quien la padece o a quienes tienen que tratar de paliarla (ayuda familiar, instituciones de beneficencia, recursos del estado).

En otras palabras, existe un estímulo molesto que es el suficiente para provocar el dinamismo que necesita el fenómeno vida para seguir existiendo, y un estímulo molesto excedente, innecesario, superfluo, que no contribuye en nada a la conservación de la vida.

La pobreza (o riqueza) patológica existe cuando el estímulo penoso (o placentero) excede la cantidad necesaria, sin agregar el beneficio que lo justifique.

Es decir: es natural y necesario padecer molestias y disfrutar placeres para conservar la vida, pero los excesos que no aportan este beneficio, son patológicos y merecen ser evitados.

(1) El budismo zen; Administración del desequilibrio; «¡Me alegra estar triste!»; Receta racional.

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sábado, 20 de marzo de 2010

Las causas del sobre pe$o

La delgadez está de moda hace siglos.

Hipócrates, el padre de la medicina, opinaba hace 25 siglos, que la obesidad es una patología que debe ser tratada.

Galeno, hace 22 siglos, opinaba más o menos lo mismo.

De ahí para acá, la obesidad estuvo pocas veces de moda.

A nivel popular, seguimos pensando que el fenómeno se produce por un desequilibrio entre lo que ingerimos y las energías que consumimos. El excedente se transforma en tejido adiposo (grasa) que se acumula para provocar la obesidad.

Sabemos por el psicoanálisis que el inconsciente influye en nuestras creencias y por lo tanto en nuestra conducta.

Además sabemos que en el inconsciente actúan las metáforas.

Una metáfora válida es comparar el alimento con el dinero (o la riqueza en general).

Si combinamos ambas ideas, podemos decir que la riqueza es una forma de obesidad porque se produce cuando alguien gana más de lo que gasta.

Por lo tanto, lo que viene diciendo la medicina desde hace 25 siglos, es que la riqueza (obesidad) es una patología que debe ser tratada.

Casualmente yo busco las posibles causas de lo que denomino la pobreza patológica (aquel estado de escasez material que genera malestar en quien lo padece) y acá nos encontramos con que es planteable la hipótesis según la cual la ideología de la medicina incluye evitar las reservas alimenticias del cuerpo (tejido adiposo, grasa).

Conclusión: No podríamos descartar la hipótesis según la cual la medicina pregona la delgadez corporal sin darse cuenta que lo que en realidad está patrocinando es que los seres humanos no acumulen riquezas.

Opinión:

Es razonable no acumular bienes neuróticamente porque eso contribuye a dificultar una distribución más equilibrada.

La medicina hace 25 siglos que inconscientemente intenta equilibrar la distribución de la riqueza pero lo hace combatiendo el sobre-pe$o.


Nota: El tema «obesidad» también está tratado en los siguientes artículos:

Los mimados por la Ley de la Gravedad

Un cuerpo holgado

Alcancía ultra-light

La comida es amor

Diálogo de gordos

La belleza clandestina

El embaraso adiposo

Obesidad extra corporal


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viernes, 19 de marzo de 2010

Ya no eres la misma persona

Reiteradas veces recurro a señalar la similitud que tenemos con el resto de la fauna porque la soberbia que padecemos (creernos la especie superior) puede ser una causa más de la pobreza patológica.

Por un lado, todo desconocimiento del entorno opera como un obstáculo para nuestra mejor adaptación a él. Es decir, si tenemos ideas erróneas sobre los demás seres vivos, los fenómenos climáticos, las características del suelo en que vivimos, es probable que nos agreguemos riesgos vitales.

De modo similar, la soberbia es un sentimiento que nos distorsiona la autopercepción. Nos vemos más fuertes, más independientes y en algún caso, invulnerables. Con esta actitud también agregamos riesgos vitales.

En el artículo titulado Yo sé por qué no me entiendes digo que nuestro lenguaje (escrito y hablado) equivale a los mensajes olorosos que se envían ciertas especies, particularmente cuando la hembra está en celo y utiliza ese medio para convocar a todos los machos de una vasta región.

Esa sustancia química (el olor) activa terminales nerviosas especializadas de la nariz de los machos que los pone en movimiento hacia la hembra emisora.

Dicho de otra forma: un agente excitante (olor), altera un sistema nervioso, a partir de lo cual se producen ciertas acciones concretas (ir al encuentro de la hembra en celo).

Es razonable postular que el libre albedrío (1) no existe porque todas nuestras acciones están determinadas por situaciones predisponentes (conformación del cerebro de cada ser humano) que reaccionan cuando son excitadas por estímulos desencadenantes de acciones concretas.

En los humanos esos estímulos desencadenantes pueden ser una señal de alarma (un cartel, una tormenta, un grito), o las palabras que oímos o leemos y que cambian la conformación de nuestro cerebro tanto como el olor cambia la de otros animales.

Si leyó hasta acá, su cerebro cambió.

(1) ¿Qué libertad? , Soy libre de hacer lo que deba, Lexotán con papas fritas, Cállate que estoy hablando; Lo que la naturaleza no da, nadie lo presta; El enfermo acusado; El ensañamiento justiciero

jueves, 18 de marzo de 2010

Loco de remate

El dinero es una mercancía más (1), aunque con la particularidad de que puede permutarse por casi cualquier otra.

Una subasta pública (2), es un evento en el que un determinado bien se expone durante varios días para que los interesados en comprarlo informen hasta cuánto dinero estarían dispuestos a pagar por él.

Al finalizar el tiempo de exposición, el subastador vende el bien a quien hizo la oferta mayor.

Como el dinero es una mercancía más (3) podemos pensar que también él puede estar expuesto a ser subastado, sólo que los interesados en comprarlo deberán informar hasta cuánto trabajo están dispuestos a pagar por él.

Si podemos compartir este punto de vista, entonces también podemos decir que el dinero está expuesto a una subasta permanente, porque siempre hay interesados en adquirirlo.

El ofrecimiento de trabajo como medio de pago es de difícil cotización porque posee muchos valores subjetivos (por ejemplo, lo que es eficiencia para unos puede no serlo para otros).

Sin embargo encontramos en esta subasta un elemento común con la subasta tradicional. Me refiero a la puja: los interesados en comprar dinero pagando con trabajo también tratan de hacer la mejor oferta, es decir, tratan de que el subastador (que en este caso debería llamar empleador) desestime a los demás ofertantes porque ofrecen menos trabajo.

Sin embargo encontramos en esta subasta un elemento que no es común con la subasta tradicional. Me refiero a la puja: Los interesados en la subasta tradicional desean más al bien subastado que al dinero que pagarían por él, pero cuando lo que se subasta es el dinero, los interesados primero ofrecen mucho trabajo por el dinero, pero al poco tiempo suelen perder el interés inicial.

(1) Este concepto también es tratado en «Hoy actúa John Money».

(2) Este concepto también es tratado en Perder por temor a perder.

(3) Comprar dinero.


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miércoles, 17 de marzo de 2010

Caca extra para publicidad

Podría decirse que «la publicidad es el arte de generar necesidades».

Todos sabemos qué es publicidad y sabemos que para que nos llegue, alguien paga los insumos y horas de trabajo que cuesta.

Insumos son las fotografías, pinturas, tiempo en emisiones de radios y canales de televisión, mientras que las horas de trabajo son las que utiliza el creativo de la agencia de publicidad, los artistas, los productores.

Resumiendo el escenario para poder apreciarlo más fácilmente: el fabricante de galletitas invierte dinero en publicidad para que yo tenga necesidad de sus galletitas y las compre.

Naturalmente que el precio que pagaré por ellas incluye la inversión en publicidad.

Por lo tanto, simplificando la descripción, yo pago para que me generen una necesidad.

Hace unos días publiqué un artículo titulado Defecar a cambio de comida en el que les comentaba el hecho de que el esquema mental con el que encaramos todas nuestras relaciones de intercambio adultas, surge en la primera infancia cuando aprendemos que nuestra madre nos alimenta a cambio de que defequemos como ella quiere.

Ampliaba esta síntesis diciendo que inconscientemente trabajar (hacer lo que nos piden) es una forma de defecar y cobrar por nuestro trabajo es una forma de recibir el alimento de nuestra madre.

Veamos ahora cómo esta idea se asocia con lo que dije de la publicidad.

Los consumidores (ciudadanos en general, personas que vivimos en una sociedad de consumo), pagamos lo que nos cobran (defecamos como nos pide mamá) las galletitas, pero incluyendo en el precio una parte (el costo de la publicidad) para que nos generen el hambre (necesidad de comer esas galletitas).

En otras palabras: sin publicidad, trabajamos (defecamos) y cobramos (nos alimentan), pero cuando se agrega el costo de la publicidad, hacemos lo mismo pero sobrecargando el proceso natural.

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martes, 16 de marzo de 2010

El cobro anticipado es universal y constante

En un artículo de reciente publicación titulado Primero cobro y después hago comentaba que la naturaleza nos remunera con un orgasmo como pago por nuestra reproducción. Finalmente concluía diciendo que:

«Para que el sistema capitalista se parezca más a la naturaleza, tendríamos que ubicar la ganancia-orgasmo al principio del proceso de fabricación y venta.»

En otro artículo más reciente titulado Mala puntería les decía que nos cuesta entender a nuestro cliente (proveedor, empleador, empleado) porque primero nos imaginamos poseedores de ciertas características muy favorables y a partir de ahí, los imaginamos a ellos como los que mejor podrían realzar nuestra bella imagen por contraste.

De forma ultra resumida: si creemos que somos blancos, entonces creemos que ellos son negros.

Como ven, partimos de un error (imaginar que somos como nos gustaría ser) y sobre este error construimos otro al imaginar al otro como si fuera el contraste ideal para realzar por contraste nuestra imagen más optimista.

Seguramente pudo parecer descabellada la propuesta del primer artículo en cuanto a establecer algún procedimiento de producción por el cual primero cobramos y después producimos (copiando a la naturaleza que primero nos paga con un gratificante orgasmo para que después le aportemos un nuevo ejemplar de la especie).

Podemos pensar sin embargo que este procedimiento descabellado es lo que hacemos aunque con resultados pobres o nulos.

Efectivamente, cuando imaginamos que nuestro cliente es el contraste ideal para realzar nuestra figura, lo que hacemos es anticipar un cobro, tomarnos una ganancia, arrebatar un beneficio.

En suma: una de las posibles causas de la pobreza patológica puede estar en que algunas personas, en su afán de cobrar la ganancia lo antes posible, imaginan que el cliente posee defectos útiles para realzar las virtudes que imagina poseer.

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lunes, 15 de marzo de 2010

Es una verdadera mentira

Observo que —en el mundo de los negocios—, algunas personas aparentemente normales, no pueden decir las cosas como son:

— «Quiero comprar su casa porque es más linda que la mía»;
— «Vendo el auto porque estoy necesitando dinero urgente»;
— «No tenemos esa mercadería porque nadie la solicita».

La necesidad de mentir los lleva a decir en cambio:

— «Estaba buscando algo más nuevo y más grande pero quizá con su casa podría arreglarme por un tiempo»;
— «Acostumbro vender los autos con poco kilometraje para poder obtener un mejor precio»;
— «Lo que me pide se terminó hace un momento. Mañana recibo más».

Cuando el interlocutor es un niño, entonces nos convertimos en tan niños como ellos.

No podemos decir que el abuelo falleció, que dejó de existir, que ya no lo veremos, que sólo podremos recordarlo, hablar de él, mirar sus fotos, llevarle flores al cementerio.

Por el contrario inventamos extrañas alegorías de que se fue al cielo, que se convirtió en un ángel, que nos está mirando desde allá arriba pero que nosotros no lo podemos ver, que quizá algún día vuelva, que a veces nos visitará en los sueños.

El engaño sistemático se vuelve fundamentalista cuando llegamos a los mitos de Papá Noel, los Reyes Magos o el Ratón Pérez.

Si algún padre (o madre) propusiera terminar con estas creencias, seguramente sería juzgado como inhumano, cruel, frío, materialista, desafectivizado, insensible, brutal, maligno, enfermo, peligroso.

No intento ser novedoso pero todo lo que se aparte de la realidad tal cual la conocemos, no es otra cosa que una mentira.

Una cultura de la mentira inevitablemente es tóxica, retarda el crecimiento mental y afectivo, genera inseguridad cuando más necesitamos confiar en los demás.

Conclusión: Cultivamos la falsedad sin tener en cuenta que en los mundos de fantasía, no circula dinero verdadero.

Artículos vinculados:
Quizá sí, pero más bien no
¿Por qué me mienten?
Hay mentiras con patas largas
El consumo de mitos analgésicos
Dudo si soy lo que creo ser
El nacimiento de las mentiras
Aspirina con Coca-Cola

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domingo, 14 de marzo de 2010

Mala puntería

Si alguien necesita desplazarse de un lugar a otro usando un cierto vehículo, deberá abordarlo en el lugar de partida antes de que se vaya.

Más genéricamente: para cumplir ciertos objetivos es preciso realizar ciertas acciones.

Vuelvo al principio: Si llega tarde al lugar de partida, no podrá abordar el vehículo y el plan se verá cancelado o postergado.

Abandonemos este ejemplo y pasemos a otro más concreto.

Si usted da por terminada su vida como hijo dependiente de sus padres y decide convertirse en una persona autosustentable, deberá hacer ciertas cosas en tiempo y forma.

El dinero que usted necesita está en bolsillos ajenos.

Sus dueños se lo darán bajo ciertas condiciones y no otras.

Se lo darán si usted se los pide a cambio de entregarles algo que ellos estén dispuestos a pagar.

No se lo darán si usted se los pide a cambio de nada.

Usted deberá averiguar cómo funciona el cerebro de los dueños del dinero para saber qué estimula la entrega del dinero que poseen.

Esto es muy difícil. Realmente difícil. Es tan difícil porque para entender cómo funciona el cerebro de otros es preciso saber cómo funciona el cerebro propio.

Ni usted ni yo queremos aceptar que nuestras decisiones son irracionales.

Estamos seguros de que nuestras decisiones son inteligentes, objetivas, coherentes, justificadas.

También imaginamos que somos honestos, considerados, generosos, ecuánimes, respetuosos.

Y el problema en entender a los demás no está en imaginar que se nos parecen sino todo lo contrario.

La dificultad en saber cómo funciona el cerebro de quienes podrían entregarnos su dinero (comprar lo que vendemos, ofrecemos, hacemos) está en que los imaginamos poseedores de las características opuestas para tener la sensación de que nuestras cualidades imaginarias se realzan por contraste.(1)


(1) No están todos los que son
El desprecio por amor

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sábado, 13 de marzo de 2010

Defecar a cambio de comida

He mencionado ya (1) que nuestra madre, con sus cuidados, atención y satisfacción de nuestras necesidades más tempranas (nacimiento, infancia, adolescencia y a veces más) nos inspira el sentimiento que llamamos «amor».

De esa relación primaria tan importante, surgen otros sentimientos, ideas, actitudes, formas de ser, reflejos condicionados, aprendizajes.

Observen esto: el niño siente calmar su hambre con la comida que le da su madre y ella misma, cuando el pequeño tiene unos cuantos meses de desarrollo, le pide:

— que intente expulsar la caca en un recipiente especial;
— que no la toque; y
— que higienice el ano al terminar.

Estas primeras exigencias molestan al niño. Preferiría continuar evacuando en cualquier lugar, jugar con las heces y no perder el tiempo limpiándose el ano.

A partir de estas experiencias de alimentación, evacuación y exigencias de la madre, se instala una lógica que podría resumir así: recibimos comida a cambio de cumplir las obligaciones que nuestra madre nos impone sobre la evacuación intestinal.

En otras palabras: tenemos que defecar como nos piden para recibir la comida que necesitamos.

Con criterio psicoanalítico podemos pensar que ésta es la matriz de nuestras relaciones de intercambio con los demás. Intercambios de bienes y servicios, tangibles y no tangibles.

Por ejemplo, el dinero que recibimos por nuestro trabajo equivale a la leche que recibíamos del cuerpo materno y el trabajo que realizamos equivale a las heces que defecamos siguiendo las instrucciones de mamá (en una bacinilla, higiénicamente, etc.).

De esta manera de comprender las relaciones de intercambio, pueden surgir explicaciones para muchas conductas que nos caracterizan.

Por ejemplo, los criterios higiénicos incluyen sentir asco por nuestra propia materia fecal y si ésta representa «el trabajo que hacemos», inconscientemente también sentiremos asco por trabajar.

Cuando así sucede, tendremos otra causa de la pobreza patológica.

(1) Cónyuge hay una sola
¿Cuánto te debo mamá?
El desprecio por amor

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viernes, 12 de marzo de 2010

¿Cuánto valgo para tí?

En mi estilo de exagerar un poco para mejorar la visibilidad de algunas ideas que no nos explican en la escuela, le propongo pensar que lo único que nos importa a los seres vivos (además de seguir vivos) es establecer un vínculo con por lo menos otra personas (si es con muchas, mejor).

Al menos una vez al día, nos preocupa saber cuánto valemos para los demás, cuánto nos tienen en cuenta, cuánto están dispuestas a hacer para conservar el vínculo que nos une.

Hay personas tan inseguras que se lo preguntan hasta al portero del edificio y hay otras —aún más inseguras que las anteriores— que dicen no preocuparse por esas tonterías.

Aún cuando alguien nos dice de mil formas que nos ama, la gravedad del asunto nos puede poner suspicaces, paranoicos, híper sensibles.

Una de las formas de manejar tanta ansiedad y angustia, es alterar los valores objetivos hasta que se conviertan en datos subjetivos.

Me explico: Cuando la realidad se presenta difícil de manejar, somos capaces de alterarla hasta que se convierta (imaginariamente) en tolerable.

Los mecanismos de defensa son un conjunto de estrategias psíquicas que usamos para transformar los hechos penosos en aceptables.

El dinero es un instrumento de medición groseramente objetivo.

Cuando un vínculo incluye cobrar dinero, la valoración que recibimos puede llegar a ser insoportable (porque necesitamos que nos paguen-valoren-amen más).

Si como respuesta a nuestra angustiada pregunta «¿Cuánto valgo para tí?» recibimos una cantidad de dinero muy pequeña, no podemos usar los mecanismos de defensa que nos permitan imaginar que somos muy valorados.

En suma: el dinero puede ser rechazado porque es capaz de valorizarnos con excesiva objetividad.

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jueves, 11 de marzo de 2010

El desprecio por amor

Aprendemos a amar con nuestra madre. Ella nos satisface las primeras necesidades y la complacencia que nos proporciona se convertirá en amor.

Luego amaremos a quienes nos provean algunas de las infinitas necesidades y deseos propios de nuestra existencia (cónyuge, hijos, amigos, etc.).

Primero conocemos a nuestra madre de una manera irracional, quizá por el olor, la voz, el tacto, luego, nos enteraremos cuál es su nombre, qué preferencias tiene, cómo reacciona ante los estímulos.

Debo precisar que en realidad tenemos dos madres:

— una es la real, la de carne y hueso, ese ser humano que nos cuidó y nos inspiró un sentimiento muy fuerte (amor); y

— otra madre que es la imaginaria, la ideal, la que nosotros suponemos que es, con atributos que desearíamos que poseyera: que nos amara incondicionalmente, que nos prefiriera, que nos comprendiera, que nos tolerara, que nos aceptara tal cual somos y no tal como deberíamos ser.

Varias veces he mencionado que nuestra percepción se logra por contraste (1): vemos una figura blanca sobre una negra; una construcción fuerte al lado de una débil; una persona amable junto a una antipática.

Procuramos placer buscando estos contrastes para realzar los estímulos agradables. Por ejemplo:

— Nos complace que existan delincuentes para sentirnos honestos;

— Nos complace que existan locos para sentirnos cuerdos (2);

— Nos condolemos hipócritamente de la desgracia ajena para sentirnos a salvo.

Es mucho menos obvio el placer que sentimos al realzar el amor por nuestra madre contrastándolo con un inconsciente desprecio hacia el dinero.

Favorece este desprecio, una comparación bastante irracional: si bien ambos son dignos de amor porque nos satisfacen (necesidades y deseos), ella es conocida y puede llegar a amarnos con exclusividad como pretendemos, mientras que el dinero es anónimo y cambia de manos con total indiferencia (desapego, desamor) por nosotros.


(1) Felizmente existen los feos
Mejor no hablemos de dinero
La indiferencia es mortífera
«Obama y yo somos diferentes»
«Soy fanático de la pobreza»
El diseño de los billetes
Amargo con bastante azúcar

(2) No están todos los que son

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miércoles, 10 de marzo de 2010

Ser varón es más barato

Parto de la siguiente hipótesis: ningún ser vivo derrocha su energía. Todos gastamos lo imprescindible.

Los animales humanos, provistos de un pobre instinto pero compensados por el razonamiento, utilizamos el ingenio para buscar los caminos más cortos, delegar tareas en otros animales, inventar máquinas y herramientas que nos ahorren esfuerzo.

Entendió bien: estoy diciendo que un vago está alineado con la naturaleza y que un hiper trabajador, no.

En el artículo titulado Nadie es mejor que mi perro incluyo un párrafo que transcribo:

«El varón satisface su deseo sexual y continúa con sus asuntos personales. La mujer, en caso de quedar embarazada, comienza un largo proceso que puede terminar 20 años después, con el casamiento de su hijo

En otras palabras: existe una diferencia abismal entre el compromiso vital del género femenino y el del género masculino.

En otras palabras: las mujeres hacen mucho más que los varones por la conservación de la especie.

Como es propio de cualquier ser vivo normal gastar la menor cantidad posible de energía, es lógico suponer que las mujeres desearían tener responsabilidades similares a las de los hombres y que estos estén muy conformes con lo poco que tienen para hacer.

Los homosexuales de ambos géneros realizan este mismo cálculo con especial rigor porque ninguno de los dos incurre en el gasto que hace la diferencia: ni conciben ni colaboran con un semejante durante 20 años.

Por lo tanto, todos queremos ser varones cuando evaluamos lo que cuesta en gasto de energía uno y otro género. Y, al revés, nadie quiere ser mujer.

El machismo (preferencia por el sexo masculino) entonces no es más que la consecuencia inevitable de observar con criterio económico un mal reparto de la obligaciones que la naturaleza impone a cada género.

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martes, 9 de marzo de 2010

El más rico del cementerio

Los impuestos son donaciones obligatorias que los gobiernos les imponen a los ciudadanos.

Esta función es compleja porque nadie quiere pagarlos. Los ciudadanos tenemos en cuenta la legislación fiscal para tomar nuestras decisiones.

Es tan importante la reacción negativa que produce todo lo que refiera a la política tributaria, que es utilizada para estimular ciertas acciones.

Por ejemplo, la exoneración de impuestos es un poderoso aliciente:

—Si el estado quiere estimular a la educación, decide no cobrarle impuestos a las empresas dedicadas a este rubro;

— Si quiere favorecer la inversión productiva de capitales extranjeros, ofrece amistosos privilegios impositivos;

— Si procura defender la industria nacional, le agrega antipáticos impuestos a la mercadería importada.

En suma: todos pagamos impuestos, lo hacemos bajo protesta y organizamos nuestra vida económica buscando evitar esa pérdida.

La muerte es algo que entendemos cuando le pasa a los demás, pero entender la propia muerte es otra cosa. Creo que nunca llegamos a comprenderla tan bien como entendemos la ajena.

Nuestra mente se resiste tanto a trabajar sobre este tema que terminamos con hipótesis, teorías y creencias bastante incoherentes, ilógicas, fantasiosas.

Esta escasa producción intelectual puede llevarnos a pensar que la naturaleza tiene un criterio impositivo desestimulante para la productividad económica pues, al morir nos quedamos sin nada.

Quienes tienen esta postura filosófica viven fuera del presente y se privan de una buena calidad de vida actual porque lo que les importa es no perder nunca.

Seguramente también piensan que «es malo todo lo que termina mal», sin sentirse atraídos por el bienestar esporádico que llamamos vida feliz.

También pueden sentir que es vergonzoso y ridículo esforzarse para terminar siendo «el más rico del cementerio».

El psicoanálisis es un arte científico útil para disfrutar la vida aceptando la realidad, inclusive con sus rasgos más antipáticos.

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lunes, 8 de marzo de 2010

«¿Cuánto te debo mamá?»

El amor es un sentimiento que surge de la gratitud y la dependencia.

Aprendemos a amar con lo que sentimos hacia nuestra madre cuando nos provee de alimento, abrigo, caricias. En síntesis: cuando nos satisface.

Entonces: el amor es algo que sentimos hacia quien nos satisface (y por lo tanto, no sentimos amor hacia quien no nos satisface).

Todos sabemos qué es la satisfacción de una necesidad (comer cuando tenemos hambre, dormir cuando tenemos sueño, abrigarnos cuando tenemos frío) y de un deseo (pasear, recibir un regalo, ser acompañados).

Para explicar lo que es el amor, digo que es lo que sentimos hacia un proveedor de satisfacción.

Los sentimientos (como el amor y otros) están bastante desvinculados de la racionalidad. A veces queremos controlar los sentimientos tratando de razonar, pero perdemos el tiempo.

Como decía al principio, esa necesidad de agradecer es tan incontrolable como el apego (dependencia) que sentimos hacia esa persona que nos inspira amor porque nos provee satisfacción.

Esa dependencia es casi idéntica a la que padecemos con las drogas adictivas (alcohol, cocaína, opio). Éstas también proveen una satisfacción y por lo tanto son amadas por el consumidor.

¿Y qué sucede con el pago que les hacemos a los buenos proveedores de satisfacción (almacenero, odontólogo, peluquero)?

El pago con dinero mata al amor porque éste se siente solamente cuando de alguna manera quien ama puede encontrar algún parecido con el amor que sintió hacia su madre cuando lo proveía de satisfacciones.

Quizá quienes amamos a alguien, entregamos mucho más de lo que recibimos, pero lo esencial es que las satisfacciones no se paguen con dinero.

La mercadería-dinero es la que determina que una satisfacción recibida forme parte de un trueque y el amor (a nuestra madre y similares) escluye el trueque (pago, toma y daca, retribución explícita).

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domingo, 7 de marzo de 2010

El miedo al deseo

El complejo de castración significa muchas cosas pero una de ella es el temor a que la satisfacción de una necesidad o un deseo muy anhelados, nos provoque una pérdida demasiado dolorosa, incluso la propia vida.

En particular los deseos, por ser tan personales y aparentemente superfluos (la necesidad de comer es universal pero el deseo de escuchar un concierto de piano es muy personal y parece prescindible), son los que provocan más miedo.

Por esta causa es que surge una paradoja: lo más temido es lo más deseado.

Lo repito por si alguno se distrajo: Cuando sentimos un deseo muy fuerte, nos ataca el miedo a que su satisfacción sea seguida de pérdidas terribles para nuestro bienestar y hasta para nuestra supervivencia.

Por eso los deseo producen miedo, y —al revés— cuando tenemos miedo es muy probable que estemos deseando eso que nos atemoriza (y que nos provoca la atracción deseante).

Algunos ejemplos:

— Deseo tener una embarcación donde podamos hacer fiestas mis doce mejores amigos... pero eso será criticado, será envidiado, pueden surgir conflictos por la ingesta de alcohol, por celos ... ¡qué horrible! ¡qué miedo!

— No quisiera morirme sin saber qué sienten los homosexuales, pero eso me obligará a vincularme con personas que pueden chantajearme, mejor lo hago en otro país, pero y ¿si caigo en una red mafiosa? Tengo esposa, hijos, una trayectoria, ¿y si eso trasciende? … ¡qué horrible! ¡qué miedo!

Conclusión: las personas que tienen un marcado rechazo hacia el dinero, la riqueza, el poder económico, podrían temer el dinero porque lo desean intensamente.

El temor al deseo (y por tanto al placer, al bienestar, a la riqueza) que padecemos los hispanos fue y es eficazmente estimulado por el catolicismo español y las ideologías de izquierda latinoamericanas.

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sábado, 6 de marzo de 2010

Los indígenas neurocirujanos son escasos

En el artículo titulado La selección natural y laboral les decía que las pruebas de selección de personal deben captar la natural correspondencia que exista entre las destrezas requeridas para desempeñar adecuadamente el cargo vacante y las destrezas que auténticamente posee el candidato que lo ocupará.

A esa idea agrego ahora que la capacitación no es tan imprescindible como habitualmente se piensa.

Ésta suele ser relativamente sencilla y económica cuando se puede aplicar sobre la persona adecuada, ya ubicada en el lugar de trabajo real.

Los títulos habilitantes muy pocas veces son realmente necesarios. Lo que importa es la esencia, la forma de ser verdadera, las condiciones naturales del trabajador.

Un trabajador es el adecuado cuando realiza la tarea con facilidad, sin cansarse demasiado y se lo ve a gusto haciéndola.

A esto agrego hoy también que cuando se crea una organización como la que describía en una publicación reciente (1), los cargos deben diseñarse teniendo en cuenta la posibilidad de conseguir personas que puedan desempeñarlos.

La inteligencia a la hora de pensar un nuevo emprendimiento, incluye tener en cuenta las aptitudes de los trabajadores disponibles.

Las tareas que requieran trabajadores muy escasos en la zona donde funcionará, padecerá un encarecimiento que le restará competitividad al precio de venta pues, si es necesario traer trabajadores de lugares lejanos, se pagarán remuneraciones elevadas más los costos requeridos para darle una adecuada ubicación a los familiares que seguramente vendrán con él.

Para hacer una síntesis entre el artículo mencionado en el primer párrafo y el diseño de cargo propuesto en éste, todo comienza cuando se crea la empresa.

La realización de una tarea compleja habrá de programarse teniendo en cuenta los recursos más accesibles, uno de los cuales son los (recursos) humanos.

(1) Diferentes pero iguales

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viernes, 5 de marzo de 2010

Ser hombre es mejor que ser mujer

El estado de desarrollo humano por el que estamos transitando, conserva elevadas dosis de violencia física.

La persona cuya fuerza física lo hace capaz de matar, herir, castigar, obligar y/o detener a otro, posee sobre éste el poder de exigirle que dé satisfacción a sus necesidades y deseos.

La capacidad de someter a un semejante continúa siendo una característica que genera privilegios en desmedro de los sometidos.

Debo dejar constancia de que parecería existir una tendencia a revertir esta situación. La sociedad cada vez apoya más decididamente a quienes detentan capacidades intelectuales y le quita respaldo a quienes sólo se valen de la coacción bruta.

Sin embargo aún prevalece el sentimiento colectivo de que una persona fuerte es preferible a una persona débil y no faltan quienes creen amar cuando en realidad sólo temen al amado.

El poder militar y económico de los países influye en su capacidad de liderazgo mundial respecto a los débiles. De modo similar ocurre con las empresas y con los individuos.

Por lo tanto es posible afirmar que los varones continúan siendo más respetados y valorados que las mujeres.

De esto podemos deducir que toda aquella particularidad que sea característica de uno y otro género, recibirá similar valoración.

Me explico mejor:

En la relación sexual, el varón entrega el semen y la mujer lo recibe.

Esta característica básica de los géneros hace que todo lo que sea entregar, (dar, ofrecer) sea asociado con el género masculino y que todo lo que sea recibir (aceptar, pedir) sea asociado con el género femenino.

Naturalmente, los hombres no solo entregan ni las mujeres solo reciben. Lo que señalo es que estas acciones se asocian inconscientemente con cierto género.

Por lo tanto: muchas personas rechazan recibir dinero porque recibir es cosa de mujeres.

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jueves, 4 de marzo de 2010

El despojo cotidiano

En el artículo titulado Obesidad extracorporal compartía con ustedes una reflexión referida a nuestro cuerpo y su representación mental.

Antiguamente, los asaltantes usaban un arma para atemorizar a sus víctimas mientras le decían: «¡El dinero o la vida!».

Al avanzar la inteligencia del ser humano, nos dimos cuenta que en realidad esa opción no era válida ya que en caso de entregar la vida, el ladrón igualmente tomaría el dinero.

Este avance simplificó el diálogo en los atracos. Actualmente ellos sólo muestran el arma y todos sabemos lo que tenemos que hacer.

El despojo de nuestros bienes es cada vez más frecuente y el acostumbramiento está logrando paulatinamente que nos provoque menos angustia. Algunas víctimas han dejado de denunciar el hecho a la policía y hasta existen quienes ni se lo cuentan a los amigos para no aburrirlos.

Sintetizando las ideas presentadas, podemos acercarnos a otro asunto que es mucho más cotidiano y popular.

Hasta hace 70 años los comercio disponían de una barrera que separaba claramente a los clientes de los comerciantes.

Esa pequeña muralla se utilizaba para que los vendedores mostraran su mercadería a los compradores. Por eso se la denominó «mostrador».

Cada comprador pedía lo que necesitaba, el comerciante lo mostraba, lo envolvía, cobraba y recién después el cliente se apoderaba de la mercadería.

La técnica de ventas de los super-mercados cambió el orden: primero nos apoderamos de lo que necesitamos hasta sentirlo como propio, pero cuando queremos abandonar el local, una cantidad de personas sólo nos dejan salir quitándonos parte de nuestro dinero (alegando que es una valor semejante al de esa mecadería que ya sentíamos como nuestra).

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miércoles, 3 de marzo de 2010

La selección natural y laboral

En varios artículo (1) he propuesto la idea de que el libre albedrío no existe, que es sólo una construcción social porque el determinismo al que estamos sometidos según el ordenamiento general de la naturaleza, nos dificulta la organización social que hasta ahora hemos sido capaces de crear.

¿Qué deben averiguar de cada postulante las pruebas de admisión para ocupar un cargo, una responsabilidad, una tarea?

Las diferentes pruebas necesitan conocer cómo es esa persona, cómo está conformada, cuál es su esencia humana.

Me explico mejor:

— La inteligencia, la velocidad mental y el ingenio caracterizan a una persona tanto como cualquier otro rasgo personal;

— La tolerancia de la frustración, la perseverancia y la resistencia a la fatiga, caracterizan tanto como cualquier otro rasgo personal;

— La habilidad para vincularse, para trabajar en equipo, para liderar o ser liderado y para delegar responsabilidades, caracterizan a una persona tanto como cualquier otro rasgo personal.

En suma: lo que estas evaluaciones deben averiguar son las condiciones naturales, que no se aprenden en ningún lado, tan naturales y poco transferibles como la estatura, el color de los ojos o la forma de las manos.

Lo que hace falta saber es si este ejemplar de nuestra especie, es o no adecuado para atender con naturalidad el cargo, la responsabilidad o la tarea que se le encomendará.

Repito especialmente: si se adapta naturalmente a ese puesto.

Las pruebas no sólo deben detectar a estos ejemplares, sino también apartar a los que no se adecúen naturalmente y también a los que aparentemente (por disimulo, entrenamiento, actuación) podrían cumplirlo.

Y ahora lo insólito: El que es aceptado gana al conseguir un trabajo y el que no es aceptado, gana al salvarse de participar en una situación que le haría daño.


(1) ¿Qué libertad? ; Soy libre de hacer lo que deba ;Lexotán con papas fritas; Cállate que estoy hablando.

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martes, 2 de marzo de 2010

El gobierno de las mayorías

El ser humano es tan gregario (vive en comunidades) como los demás animales.

Otra particularidad nuestra es que nos vinculamos por identificación, es decir, que amamos a quienes poseen rasgos (creencias, aspiraciones, deseos) similares a los nuestros.

También es cierto que nos desvinculamos por desidentificación porque ignoramos o rechazamos a quienes no poseen nuestras creencias, aspiraciones y deseos.

Si nos vinculamos (acercamos, convivimos, asociamos) con personas que poseen rasgos similares a los nuestros, disminuimos las posibilidades de cambiar nuestra forma de ser.

Por lo tanto lo que genéricamente llamamos resistencia al cambio es una consecuencia de nuestro instinto gregario, de nuestra sociabilidad, de nuestra forma de establecer lazos afectivos.

Es claro que el instinto gregario está alimentado por el instinto de conservación porque nos sentimos más seguros si estamos con los nuestros (familia, vecinos, compatriotas).

Estos impulsos instintivos son incontrolables y nos obligan a tomar ciertas decisiones.

Sin embargo, culturalmente nos sentimos mejor disimulando este sometimiento a nuestros instintos.

Más aún: creemos que los instintos son algo propio del resto de los animales y que los humanos no somos animales. Para demostrarlo, tratamos de ignorar nuestra ciega obediencia a los impulsos instintivos.

Una forma de disimular esta condición que nos avergüenza, consiste en inventar explicaciones racionales que justifiquen esas conductas instintivas que no queremos reconocer como tales.

La estadística nos ayuda informándonos qué hace la mayoría.

¿Qué nos informa la estadística [que es una rama de la única ciencia verdaderamente exacta: la matemática]?

Los números dicen que la mayoría de los seres humanos tienen resistencia al cambio y que son pobres.

Por lo tanto, quienes se guían por la estadística y consideran que las mayorías no se equivocan, seguramente procurarán ser pobres y se resistirán a cambiar (dejar de ser pobres).

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lunes, 1 de marzo de 2010

Diferentes pero iguales

Nuestra forma de pensar nos predispone a distinguir entre los objetivos de la organización y los objetivos de quienes en ella trabajan, aunque desde cierto punto de vista podrían coincidir.

El objetivo de un emprendimiento con fines de lucro es la búsqueda de utilidades.

En cuanto al reparto que se haga de esa ganancia, el pago al mensajero puede tener el mismo estatus que los dividendos que reciben los accionistas.

Veámoslo con un ejemplo:

Un grupo de amigos se reúnen un fin de semana a comer, beber, jugar a las cartas y conversar.

Alguien comenta que un familiar está buscando distribuidores de los productos que fabrica.

La conversación se convierte en algo más divertido que el juego de naipes y entre bocaditos y bebidas estimulantes, comienza una lluvia de ideas.

A última hora del domingo tienen la idea muy adelantada:

— Los suegros de uno de ellos se comprometieron telefónicamente para hacer el aporte del dinero suficiente.

— Un amigo que no pudo concurrir por dificultades de último momento, ofreció un gran local adecuado para depositar mercadería.

— Otro de los reunidos llamó a sus empleados para preguntarles si tendrían inconveniente en hacer un trabajo similar al actual pero en una empresa nueva. Todos aceptaron menos uno que renunciaría en breve.

En suma: varias personas decidieron participar en el nuevo emprendimiento con la expectativa de mejorar sus ingresos haciendo un trabajo agradable, con gente de su confianza y —naturalmente— arriesgando a que la inversión pudiera fracasar.

El interés de unos pocos se hizo extensivo a varios.

Por lo tanto, el mensajero y los accionistas tendrían estatus similares aunque ingresos diferentes porque también serían diferentes sus responsabilidades (tareas, esfuerzo, riesgo).

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