domingo, 28 de marzo de 2010

Los clientes ¿me aman?

Un ser humano siente hambre. Está en un lugar donde hay árboles frutales, un río con agua y peces, animales que pueden ser atrapados. Con un poco de esfuerzo, ingenio y tiempo, podrá comer.

Miles de años después, un ser humano siente hambre. Está en un lugar donde hay una gran variedad de alimentos pero encerrados en cajas herméticas y refrigeradas, que sólo expenden el alimento que uno elija si se introducen en una ranura una cantidad de monedas.

A semejanza del primitivo, esta segunda persona podrá calmar su hambre si aplica un poco de esfuerzo, ingenio y tiempo, en conseguir esas monedas.

Para conseguir esas monedas tendrá que interactuar con por lo menos otra personas, la que deberá tener monedas, además de necesidades y deseos que nuestro personaje deberá satisfacer a cambio de las monedas que le pide la máquina despachadora de alimentos.

Observemos que el primitivo podía actuar solo mientras que el moderno no puede actuar solo. Está obligado a vincularse con otros.

Para poder vincularnos ponemos en juego nuestros sentimientos.

Lo digo de una forma más drástica: para poder comer dependemos de nuestra afectividad.

Pero puedo exagerar otro poco y decir que en los tiempos modernos, quienes vivimos alejados de los alimentos naturales ubicados en sus fuentes, no tenemos más remedio que preocuparnos por los sentimientos que sentimos y que inspiramos.

Cada mañana, cuando nos reconocemos en el espejo del lavatorio, nuestro inconsciente —instintivamente preocupado por la supervivencia y más específicamente, por el hambre—, hace la misma pregunta: ¿soy un ser querido por los demás? ¿soy capaz de querer a los demás? ¿cuánto me valoran?

Si bien los sentimientos en juego son simpatía, apego, amistad, cariño, respeto, interés, etc., etc., todo se sintetiza en AMOR.

En suma: desde que nacemos, sobrevivimos gracias al AMOR.

Artículos vinculados:

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Los hombres no lloran
Amor, pasión, odio, indiferencia

El amor del odioso
«¿Cuánto te debo mamá?»
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10 comentarios:

Sarita dijo...

Se lo siente muy bien inspirado, doc...

Malena dijo...

Los que viven alejados son los que producen esos alimentos; y no nos preocupamos por los sentimientos que nos inspiran.

Luis16 dijo...

En cuestiones de negocios, los sentimientos quedan afuera.

Alfonso dijo...

Lo que siento y lo que inspiro, va por carriles diferentes, y ni siquiera son paralelos! En cualquier momento vamos al choque.

M. Eugenia dijo...

Y el espejo del lavatorio, le contesta como el espejo de la bruja de Blancanieves?

Toribio dijo...

La simpatía, el respeto, el interés... algunos sólo lo encuentran en la cárcel; lo encuentran con sus iguales. De ahí que se esfuercen por volver.

Mauro dijo...

En mis primeras experiencias por el mundo, obtuve atención de las cuidadoras del orfanato, porque de lo contrario ellas se arriesgaban a perden ese dinero que necesitaban ganar para sobrevivir. Pero a los efectos no importa, la atención la recibí.

Zufriategui dijo...

Yo no me reconozco en el espejo del lavatorio; dada esa pequeña dificultad, vivo cada día consciente de que es el último.

Aurelia Dálmata dijo...

Ve! ud me da la razón. Yo siempre le digo a mi marido que no salga a vender a cara de perro.

Fabián dijo...

En mi caso no necesito vincularme. Teletrabajo, hago mis pedidos desde la compu, deposito mi dinero del mismo modo, y vivo sin tener que comprometerme con nadie.