miércoles, 30 de junio de 2010

La psiquis según el materialismo

Hay quienes piensan que es necesario tener fracasos, para obtener la idoneidad suficiente.

¿Cuántos puentes se le deben caer a un futuro buen ingeniero?

¿Cuántos pacientes se le deben morir a un futuro buen médico?

Quienes han recibido la doctrina del martirio pedagógico, del sufrimiento educador, de «la ley con sangre entra», están constituidos para suponer que el dolor es un gran maestro y que provocarlo permite acelerar (controlar) el proceso de maduración (desarrollo, crecimiento personal).

De nuestra especie sabemos poco.

Conocemos nuestro cuerpo hasta donde nuestros sentidos y tecnología lo permiten, pero ignoramos lo que nuestros sentidos y tecnología no perciben.

Es posible pensar que las creencias (prejuicios, ideología, fobias) son las que son porque nuestro cuerpo es como es y funciona como funciona (¡perdone la obviedad!).

En otras palabras: si yo creo que existe Dios, es porque mis células tienen tal morfología (forma, estructura, característica) que segregan ese pensamiento.

Por el contrario, si soy ateo es porque mis células son y funcionan de tal manera que descartan la existencia de un ser superior.

El psicoanálisis demuestra que el habla cambia (a veces en forma definitiva) esa estructura anatómica y fisiológica (células y su funcionamiento).

Por su parte, la psiquiatría demuestra que la ingestión de ciertas sustancias, provocan transformaciones con mayor rapidez (y menor estabilidad) que las palabras oídas o leídas.

En suma: quienes están anatómica y fisiológicamente constituidos para provocarse dolor y fracasos, lo hacen porque su cuerpo (especialmente el cerebro y ciertas glándulas), funciona bien así.

El cuerpo de los demás está constituidos para pensar que la mejor estrategia consiste en aprender de los errores ajenos y de los propios que no se pudieron evitar.

El cuerpo de algunos lectores podrá aceptar este punto de vista y el de otros, no.

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martes, 29 de junio de 2010

Se lo digo por millonésima vez

Para ganarnos el sustento, contamos con nosotros mismos, igual que el resto de los seres vivos.

Las plantas orientan sus hojas hacia donde encuentran luz, para realizar el proceso digestivo (fotosíntesis) y hunden sus raíces para ganar firmeza e «ingerir» líquidos nutrientes.

Las flores son —por su forma y su función—, vaginas.

O sea que, cuando uno quiere agasajar a una dama, le regala una docena de hermosas vaginas, rojas, aromáticas y ella, narcisísticamente, queda encantada y lo agradece con amor.

Me fui del tema.

Luego de referirme a la lógica básica de los vegetales, quiero continuar con la lógica básica de los animales (humanos incluidos), los que, en condiciones salvajes, hacemos más o menos lo mismo: recolectamos, comemos, digerimos, (regalamos flores) fornicamos, nos reproducimos.

La debilidad de nuestra especie, es compensada con miles de artilugios que convierten a nuestra existencia en una interminable cadena de ideas, estudio, reflexiones, creencias, tanteos, decisiones, aciertos y fracasos.

Por ser tan débiles, tenemos un instinto de conservación híper sensible, reactivo, crispado.

Los demás animales no son tan miedosos, conservadores y precavidos como nosotros.

De hecho, podemos encontrar actitudes neuróticas sólo entre mascotas contagiadas por sus amos.

El exceso de celo, nos lleva a que nuestra percepción subjetiva sea totalmente diferente a la percepción objetiva.

En otras palabras: si evaluamos un riesgo subjetivamente (por lo que nos parece, «a ojo de buen cubero», intuitivamente), podemos tener resultados diametralmente opuestos a la evaluación de ese mismo riesgo observado con procedimientos objetivos y —con exactitud— una vez ocurrido el evento evaluado.

Para ganarnos la vida, es bueno tener en cuenta que nuestra percepción subjetiva de los peligros siempre es exagerada, sobredimensionada, dramatizada.

En suma: Cada uno debe conocer su «factor de exageración» y usarlo (al revés) para rectificar las evaluaciones dramáticas que lo inhiban.

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lunes, 28 de junio de 2010

Vendo secretos

Nuestros antepasados indígenas, salvajes, bárbaros, eran muy ignorantes.

Ellos no sabían nada de lo que nosotros sabemos.

No tenían idea de cómo una mujer quedaba embarazada, los objetos eran atraídos hacia el suelo por la exclusiva voluntad de un espíritu poderoso que tenía esa costumbre, las estrellas nos miraban curiosas, atentas, admiradas de nuestra maravillosa perfección.

Recuerdo que cuando cursaba segundo año de escuela, no podía imaginar que la maestra tuviera algo más para enseñarme el día siguiente. Tenía la sensación de saberlo todo.

También me preguntaba —con mucha mayor angustia—, por qué algunos niños eran traídos y llevados en auto, o por qué algunos niños tenían novia y yo no, o por qué algunos niños recibían mejores calificaciones por sus trabajos.

A partir de estas preocupaciones, desarrollé una teoría simple y perfecta: «algunas personas poseen el secreto del éxito».

¿Cuál era ese secreto? ¿Cómo podría descubrirlo? ¿Quién me lo diría?

La respuesta también fue muy sencilla: «El secreto del éxito se descubre estudiando».

Los maestros, profesores, sacerdotes, lectores en general, son personas que saben, poseen la verdad, conocen los secretos.

Entonces, si ellos poseen las claves ¿por qué no las informan? ¿por qué se las guardan? ¿por qué dan tantas vueltas para compartir sus secretos?

La respuesta también fue muy sencilla: «Para entender los secretos hay que estar preparado, tener conocimientos previos, desarrollar ciertas capacidades mentales».

Con esas conclusiones (prepararme para poder recibir de los sabios el secreto del éxito), estudié, leí, medité, consulté, escuché atentamente hasta las conversaciones más triviales.

Parloteaba sobre este interminable y laborioso recorrido desde mi diván, mirando siempre la misma ventana, sin saber si mi analista me escuchaba o no, si se había dormido, si estaba leyendo, si había fallecido, cuando me dijo (quizá con tono burlón):

— ¿Verdad? ¿Secreto? ¿De qué está hablando?

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domingo, 27 de junio de 2010

Las generosas donaciones al casino

El sentido común nos arruina.

La sabiduría popular nos obliga a creer ciertas cosas erróneas.

Si nos asegurara que podemos volar con solo tirarnos de un décimo piso, no nos haría tanto daño porque a muy pocos se les ocurriría probar.

Las falsedades que nos aporta el sentido común son más discretas, muy alineadas con nuestras fantasías, deseos, anhelos, preferencias.

Por eso nos domina, nos convierte en ilusos y nos lleva a cometer errores.

En varios artículos (1) he denunciado a este enemigo tan amistoso, que se quedó a vivir en nuestro menú de creencias.

El sentido común nos informa que rechazamos el dolor, que evitamos los problemas, que nos oponemos a los sufrimientos.

Veríamos las cosas de otra forma si aceptáramos que está en nuestra naturaleza exponernos a tener dificultades, que sentimos placer cuando el infortunio nos habilita para quejarnos, para mostrarnos como víctimas, para reclamar con serena legitimidad que se nos mime, se nos proteja, se nos tenga consideración.

Todos los juegos de azar echan sus raíces precisamente en esta atracción que tenemos por las pérdidas.

Cualquiera que sepa ganar dinero posee la inteligencia suficiente como para saber que los juegos de azar sólo le dan ganancias a quienes los administran.

La persona que tenga ganancias como apostador, aún no nació. Lo sabemos todos. No estoy dando ninguna novedad. No estoy descubriendo nada.

Por su parte, la especulación, comprar algo suponiendo que luego podrá venderse a mejor precio, cuenta con el sinsentido de que alguien pueda saber qué sucederá (conocer el futuro).

Es descabellado suponer que alguien puede conocer el futuro, más allá de suponer que mañana volveremos a ver el sol, ... como hace miles de años viene ocurriendo.

En suma: sin llegar a ser masoquistas, TODOS deseamos sufrir un poco, pero en secreto, sin enterarnos.

Artículo vinculado:

Dolor sin masoquismo

(1) La mujer de Juan Pérez
Error milenario
El drama nuestro de cada día

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sábado, 26 de junio de 2010

Los cómplices de los cobardes evasores

Veámoslo «en blanco y negro», no porque la realidad sea tan polarizada, sino para ser claro y breve.

Imagínese que nuestro país (el suyo y el mío, si fuéramos compatriotas), está siendo invadido por un enemigo.

Sería una responsabilidad indeclinable, que todos los que no estemos postrados en una cama, tengamos que salir a repeler la invasión con armas, trozos de madera, cuchillos de cocina o con aceite caliente.

Usted y yo somos testigos de que un conciudadano se esconde para no arriesgar su vida.

Es casi seguro que trataríamos de persuadirlo para que nos ayude, pero si persistiera en su cobardía, comenzaríamos a tratarlo como un enemigo más.

Ahora cambiemos de escenario para ingresar en una situación (aparentemente) menos dramática.

Tenemos que resolver la situación de los ciudadanos que —por algún motivo que todos podamos conocer, comprender y justificar—, no disponen de los recursos materiales que les permitan vivir dignamente (les falta alimentación, vestimenta, habitación, salud, educación, higiene).

Hace años que nos hemos puesto de acuerdo en que es el Estado (la administración central de nuestro imaginario país) el que se encarga de proveerlos de lo que les falte.

Cualquiera que gobierne, tiene derecho a elegir los criterios y procedimientos que se usarán, pero el objetivo (ayudar a los menos favorecidos), no podrá ser cambiado.

Para realizar su tarea, el Estado necesita recursos económicos provistos por los habitantes capaces de generar más dinero del que necesitan.

Los ciudadanos que no hacen la contribución económica que pueden, actúan igual que el ciudadano que se esconde para no arriesgarse defendiéndonos de un invasor.

En los hechos, eso hacen los evasores de impuestos junto con quienes son testigos-cómplices de su cobarde mezquindad.

Conclusión: Otra causa de la pobreza patológica, es la generalizada actitud de los testigos-cómplices de los cobardes evasores.

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viernes, 25 de junio de 2010

Pobreza preventiva

Supongo que tanta gente cree en el libre albedrío porque:

— imaginan que hacen lo que desean, que son dueños de sus actos, que pueden tomar auténticas decisiones;

— prefieren diferenciarse de los animales que parecen esclavos de sus instintos;

— prefieren diferenciarse de los animales domésticos que parecen esclavos de sus amos;

— es una hipótesis necesaria para el ordenamiento social ya que, suponiendo que los humanos son culpables de sus delitos, es posible aplicar castigos ejemplarizantes además de aplacar la sed de venganza de las víctimas.

El psicoanálisis parte de la base de que estamos determinados, que todas nuestras acciones responden a móviles que están fuera de nuestro control (pulsiones, instintos, deseos, necesidades orgánicas, creencias, fantasías).

La misma teoría supone que tenemos interés en negar ese determinismo.

El dinero es un recurso que nos concede libertades.

Expresado así, parece flagrantemente contradictorio con lo dicho anteriormente.

Sin embargo, estamos determinados por muchos factores (como participantes de la dinámica natural) y el dinero, es un recurso natural exclusivo de la nuestra especie.

Este recurso está integrado a nuestra naturaleza, como las herramientas, las armas, los medicamentos.

Los humanos que tienen dinero, cuentan con un factor más que influye (determina) su conducta, desempeño, actitud.

Por el contrario, los humanos que carecen de ese recurso, tienen un campo de acción más limitado.

En cualquier otra especie, también podemos observar que algunos ejemplares cuentan con más tamaño, fuerza, temeridad.

Dentro de nuestra especie, es probable que una mayoría de ejemplares (los pobres son esa mayoría), no sepa qué hacer con la libertad que les concedería el dinero si lo tuvieran.

En suma: la ineptitud natural (biológica y funcional) para usar la libertad que da el factor dinero, podría ser una condición protectora de los pobres patológicos.

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jueves, 24 de junio de 2010

Ya es tiempo de que me vaya un poco mal

¿Le gusta jugar en la Montaña Rusa?

Quizá sea el juego más temible y apasionante de cualquier parque de diversiones.

El vértigo que provoca la velocidad del carro, las caídas libres y las curvas muy cerradas, se asocian para provocarnos sensaciones y emociones fortísimas.

El efecto es tan impresionante si «el viaje» se realiza pocas veces, porque quien la use con frecuencia, se adapta, pierde el factor sorpresa y deja de ser tan emocionante.

He escrito tantos artículos sobre las molestias que nos provoca la naturaleza, que hoy se reúnen en un blog.

Ahora les comento algo que hacemos casi todos para defendernos de las desagradables sorpresas que nos da la vida, que aparentemente son por nuestro bien, pero ¡cómo nos perturban!

Una es divertirnos en la Montaña Rusa. Pagando una pequeña suma, nos exponemos a un conjunto de alarmantes aventuras que sin embargo son absolutamente previsibles, controladas, con riesgo nulo.

En el otro extremo, sin concurrir a ningún parque de diversiones, lo que muchos hacemos es sabotearnos deliberadamente cuando las circunstancias comienzan a ser favorables, cuando ingresamos en un período de auge (de bonanza, de bienestar, de suerte en la salud, el dinero y el amor).

Conocemos por experiencia propia y ajena, que la vida tiene semejanzas con las subidas y bajadas de la Montaña Rusa, pero sin querer, involuntariamente, inconscientemente, combatimos las supresas desagradables por un exceso de ansiedad.

Tenemos la certeza de que después de un mal momento, suele venir uno bueno, pero también sabemos del insoportable recorrido inverso. Después de algo agradable (fiesta, abundancia, plenitud), viene algo molesto (cansancio, austeridad, esfuerzo).

En suma: La mayoría hacemos lo mismo, cuando nos va bien, nos saboteamos para compensar un esperable malestar, aumentándolo y anticipándolo innecesariamente, por pura ansiedad y afán de tener todo bajo control.

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miércoles, 23 de junio de 2010

Entre Cantinflas y Olmedo

Mario Moreno (1911-1993) fue un actor mexicano, que filmó muchas películas, la mayoría de las cuales lo tenían como protagonista en el personaje que lo llevó a la fama: «Cantinflas».

El éxito se debió principalmente, a las incuestionables dotes actorales, a que el personaje representaba a los pobres y que —al representarlos—, obtenía (en la ficción) logros anhelados por sus representados, esto es: ser amado por una mujer, conservar la dignidad, ser reconocido con justicia, aún por los personajes ricos de perfil más antipático.

Alberto Olmedo (1933-1988) fue un actor argentino, que filmó muchas películas, la mayoría de las cuales lo tenían como co-protagonista en personajes caracterizados por su hedonismo, su escasa vocación al trabajo, la predilección por el champagne, la vida nocturna y los enredos propios de una intensa actividad sexual.

Este actor, no representaba a los pobres como Cantinflas, sino que se hacía querer por integrantes de cualquier estamento socio-económico, realizando (actuando) lo que la mayoría soñamos tener: una vida alegre, divertida, aventurera, con pocos fracasos, muchos éxitos y —sobre todo—, con muchos amigos.

Mario Moreno y Alberto Olmedo fueron actores muy queridos por millones de personas, aunque sus personajes eran radicalmente distintos.

Cantinflas era muy sincero, humilde, luchaba por la justicia social, su principal objetivo era tener un buen trabajo (aunque sin pretensiones económicas elevadas) y formar una familia con una buena mujer.

Los personajes de Alberto Olmedo, eran fundamentalmente mentirosos, atrevidos, inescrupulosos. Tenían por principal objetivo, divertirse continuamente, derrochar cuanto dinero cayera en sus manos, vivir como un rico gracias a ingeniosas acciones oportunistas.

Ambos actores-personajes, lograron un amor casi devocional entre sus seguidores. Continúan en el recuerdo y sus películas aún compiten con las nuevas.

En suma: No amamos ni al honorable ni al pícaro, sino a quien nos da alegría.

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martes, 22 de junio de 2010

Economía cardíaca

Siempre me llamó la atención un libro de Plutarco (hace veinte siglos) titulado Vidas paralelas, porque además de muchas biografías similares, también existen fenómenos similares.

Hoy le propongo un paralelismo entre culturas diferentes y no entre personajes.

Los aztecas vivieron en México, hace aproximadamente seis siglos.

Descollaron por su cultura y hoy se los elogia, no solamente dentro de ese país (donde quedaron tantos descendientes), sino también fuera de él.

Me llaman mucho la atención los cultos religiosos que practicaban.

Para obtener la colaboración de sus dioses, ofrendaban sacrificios humanos, en los que el común denominador consistía en extraer el corazón de la víctima para hacer algo con él (quemarlo, comerlo, exhibirlo).

La colaboración esperada de esos dioses tan sedientos de sacrificios extremos, consistía en propiciar buenas cosechas.

Y como mencionaba en el primer párrafo, encuentro un paralelismo con lo que sucede actualmente en los países capitalistas.

La mayoría de las muertes prematuras ocurren por trastornos del sistema cardiovascular.

Una de las causas mencionadas por la medicina, refiere al sedentarismo, el sobrepeso, el tabaquismo, pero esencialmente, no habría nada peor que el estrés.

Me consta que a ningún intelectual contemporáneo le está permitido imaginar que existan motivos psicológicos muy primitivos como causa principal de la endemia (enfermedad que se produce frecuentemente) cardiovascular que padecemos.

Como pasan los años y lo único que ha ocurrido es que los cardiólogos atacan a la población imponiéndole severas restricciones al estilo de vida, en la hipótesis de que «los ataques al corazón son provocados por errores humanos», me animo a proponer que, si los aztecas y los capitalistas buscan la prosperidad económica en el corazón, el error puede estar justamente ahí.

En suma: Es probable que nuestro inconsciente suponga que, para ganar el sustento, «hay que poner el corazón».

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lunes, 21 de junio de 2010

Lo urgente es enemigo de lo importante

Una escena familiar que suelo imaginar, es la de dos cónyuges que dialogan sobre cómo afrontar gastos por 1.000 con ingresos de 500, mientras sus hijos, juegan y a veces intervienen con frases que denotan preocupaciones de otro orden: «¿puedo comer de la torta que trabajo abuela?», «mañana no quiero ir a la escuela», «Luisina dice que ustedes la quieren más a ella».

Días pasados les comentaba (1) que el fútbol es un juego competitivo en el que se despliega una estrategia similar a la que utilizan en sus vidas cotidianas quienes lo disfrutan como espectáculo deportivo.

Les decía que la lógica en ese juego consiste en destinar un 80% de energía a evitar que el contrincante haga goles y con el 20% de energía restante, buscar y aprovechar los descuidos que el oponente pueda tener en la defensa de su valla.

Concluía suponiendo que los que gustan del fútbol son personas que prefieren defenderse en vez de conquistar y que obtienen sus ganancias de los descuidos ajenos.

En el terreno de las ideas sucede algo muy parecido a lo que pasa en el fútbol.

Quienes nos dedicamos a comprender la realidad para sacar conclusiones que nos permitan mejorar nuestra calidad de vida, también estamos vinculados entre nosotros con una lógica futbolera.

Los reflexivos pensadores (grupo al que pertenezco), destinamos un 80% de nuestra energía a defender nuestras ideas, ideología, conclusiones y supuestas verdades.

Asimismo, destinamos un 20% de nuestra energía a demostrar que los que no piensan como nosotros, están equivocados, no conocen la verdad y sobre todo, se contradicen.

Reconozco que la búsqueda obsesiva de las contradicciones ajenas, es infantil.

Mientras en la naturaleza todo ocurre con o sin nuestra intervención, nos preocupamos (como los niños del primer párrafo), por nuestras urgencias no tan importantes.

(1) Los descuidistas se llevan el trofeo

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domingo, 20 de junio de 2010

Estar privado de propiedad privada

En la infancia aprendemos que cuando alguien dice «mi juguete», «mi casa» o «mi mamá», está haciéndoles saber a los oyentes que es poseedor del juguete, la casa o la mamá.

Los criterios de posesión son muy amplios, genéricos e imprecisos y siempre que sucede esto, nuestra inteligencia adopta la definición mejor alineada con nuestro deseo: ser dueños absolutos de algo.

En este caso, «mi juguete» significa que nadie más que yo puede hacer uso y abuso de él, excepto que yo se lo autorice expresamente.

Lo mismo con mi casa y mi mamá.

Esta definición tan alegre, no tarda en demostrar sus fallas y nos toca observar cómo nuestra madre nos quita nuestro juguete y se lo entrega a nuestro hermano quien, en un gesto por demás indignante, deja de llorar y nos mira con un gesto burlón que nos indigna mucho más.

A continuación, imaginamos formas de matar a ese desgraciado (mi hermano) y a esa traidora (mi mamá) quienes, a pesar de ser míos, no hacen lo que deseo.

Estas trágicas historias vividas cuando nuestra psiquis era mucho más débil y omnipotente que ahora, pueden marcarnos un decisivo rechazo a cualquier cosa o persona que se nos quiera ofrecer como propio.

Sabemos que tras esa seductora propuesta hay una frustración, un doloroso desengaño, la desilusión caerá sobre nosotros como un castigo de la naturaleza.

De ahí que, muchas personas, sin saberlo (inconscientemente), prefieran eludir, evitar, tomar distancia de toda situación en la que se nos quiera hacer creer que algo nos pertenece.

La pobreza patológica podría ser una consecuencia de esta actitud.

No querer nada como propio, equivale a no tener bienes, no tener dinero y a desconfiar del sacrosanto principio de la propiedad privada, que es la columna principal del sistema capitalista en el que vivimos.

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sábado, 19 de junio de 2010

Derogar «matrimonio»

Un hombre y una mujer deciden unirse. Con el primer hijo se inauguran la familia y los roles de «padre» y «madre» respectivamente.

El hombre y la mujer forman un matrimonio y al conjunto de bienes adquiridos, se le llama patrimonio.

Por como empiezan ambos vocablos, podemos pensar lo siguiente:

A la madre, le corresponde encargarse (administrar, gobernar, cuidar), los aspectos institucionales del vínculo, esto es, el matrimonio en cuanto a su integridad, bienestar, duración.

Asimismo, al padre le corresponde encargarse (administrar, regentear, cuidar) de los aspectos económicos de la institución matrimonial, esto es, el patrimonio en cuando a su utilización, conservación, crecimiento.

Dejando de lado los usos, costumbres y modas de cada época, los vocablos que usamos, provocan algunos sobreentendidos que nos influyen.

Así como los vocablos informático, herrero, jefe nos remiten a personas del sexo masculino que se dedican a la computación, a las artesanías con hierro y a dirigir un equipo, los vocablos matrimonio y patrimonio, también remiten a madre y padre respectivamente, y a categorías bien distintas: el matrimonio es una institución y el patrimonio es un conjunto de bienes.

Ahora observemos esto otro. Desde hace unos años a esta parte, han aumentado las uniones libres (concubinato) y los divorcios.

Es posible pensar que, al menos una de las causas de este fenómeno, está en que la madre no puede, no quiere o no desea continuar con aquel rol de administrar, gobernar y cuidar la institución matrimonial.

Si en lugar de matrimonio, usamos (asignamos, creamos) otra denominación que no le imponga a la madre responsabilidades que actualmente se entiende que deben ser compartidas por ambos cónyuges, ganaremos en estabilidad familiar.

Las familias funcionarán mejor, si derogamos palabras como matrimonio y patrimonio, que asignan injustificadamente roles por sexo.

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viernes, 18 de junio de 2010

La prohibición del silencio

La esclavitud es un buen negocio para todos.

Es bueno para los esclavistas pues venden con ganancia, la producción de los esclavos que obedecen sus órdenes (plusvalía).

Es bueno para los esclavos porque sólo saben obedecer y se salvan de morir de hambre.

El verbo obedecer tiene su origen en ob-audire, esto es: «escuchar lo que dicen afuera». En otras palabras, quien obedece, no actúa por lo que piensa (desea), por lo que se diría a sí mismo, sino por lo que piensa (desea) otro.

La libertad de expresión es una de las banderas más agitadas por los defensores de la democracia.

¿Cómo funciona en los hechos?

El sistema educativo de los países democráticos verifica estrepitosos fracasos en el aprendizaje del lenguaje. Por lo tanto, la mayoría de los ciudadanos carecen del único instrumento adecuado para comunicarse y por eso sus deseos quedan encerrados en sus cabezas (insatisfechos, frustrados).

O sea, no pueden usar la libertad de expresión porque no saben cómo hablar o escribir de forma eficaz.

Los medios de comunicación (televisión, radio, Internet, editoriales), carecen de silencio. Los comunicadores están permanentemente hablando, mostrando, convenciendo profesionalmente.

O sea, no podemos usar la libertad de expresión por falta de silencio.

Conclusión

Esquemáticamente, el panorama queda planteado en estos términos:

— la mayoría que obedece (oye, escucha el deseo ajeno) gana menos dinero que la minoría que da las órdenes (habla o escribe, sabe cómo satisfacer su deseo en un régimen capitalista y democrático, donde libertad de expresión significa otra cosa diferente a lo que podría interpretarse con ingenuidad, credulidad, ignorancia, inocencia);

— la actitud obediente está causada por incompetencia verbal y porque en los hechos, la libertad de expresión está restringida para los pocos que acceden a un micrófono, a una cámara de televisión o a una imprenta y saben cómo usarlos.

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jueves, 17 de junio de 2010

Las primeras horas

La leche que tomamos al nacer, nos provocó una sensación única, resultado de la combinación del producto en sí (leche de mamá, de vaca, de cabra) y nuestro sentido del gusto.

La dieta que nos prepararon al finalizar la época en que tomábamos sólo leche, es casi seguro que influirá en nuestras preferencias alimenticias de toda la vida.

La comida que nos dieron, fue de digestión más compleja, a medida que nuestro sistema digestivo se fue desarrollando como para asimilarla.

Esa dieta, no consistió solamente en la ingesta de alimentos (leche, papilla, jugos), sino que también estuvo acompañada de un contexto emocional (afecto, caricias, miradas), físico (olfativo, acústico, temperatura) y otros como por ejemplo, la oportunidad (sin dejarnos llorar demasiado, etc.).

Muchos psicólogos suponemos que esas primeras experiencias determinaron nuestros gustos, preferencias y expectativas.

De ahí en más (de siete años en adelante), conoceremos, buscaremos, elegiremos, los estímulos placenteros y evitaremos los displacenteros.

Como les mencionaba en otros artículos, nuestro cerebro funciona con metáforas y metonimias (1).

Por lo tanto, cuando comenzamos a influir en nuestra vida para conseguir lo que preferimos y evitar lo que nos disgusta, lo haremos, en casi todas las ocasiones, aplicando metáforas.

Esto ocurre así porque las situaciones originarias, ya no volverán a repetirse (leche materna, higiene asistida, escaso vocabulario).

Muchas de esas metáforas pueden incluir contenidos económicos.

Por ejemplo, el temor a la pobreza, puede presentarse porque la ocasión del destete (privación de la leche tomada directamente del seno materno), fue particularmente traumática.

Una disfunción mamaria que provoque irregularidades en la generación de leche y la privación prematura de esta alimentación ideal, puede gestar la personalidad de un avaro.

(1) El adulto con título habilitante
¿Cuánto pesa Urano?

En otoño los árboles tienen calvicie

Artículo vinculado:

La causa del sobre pe$o

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miércoles, 16 de junio de 2010

A Perfecto se lo llevaron preso

Los novelistas, cada vez que leen su obra, le encuentran defectos para corregir.

¿Por qué les pasa esto a los escritores?

Existen dos buenos motivos (y quizá alguno más que yo no veo).

1) Aunque no sea perceptible, estamos cambiando continuamente. El libro publicado siempre es el mismo, pero los que cambian son el autor y los puntos de vista con que lee.

2) El lenguaje también es mutante. Continuamente los vocablos están teniendo pequeñas modificaciones en su significado, especialmente en lo que connotan.

Por ejemplo,

— la palabra «gripe», para algunos significa ‘malestar que se cura con tres días de reposo’ y para otros significa ‘enfermedad grave’;

— un «homosexual» era una persona que debía ser curada pero hoy es una persona con una opción sexual respetable;

— Barack Obama le cambió el significado a la palabra «negro».

Todos conocemos el refrán que dice «Lo perfecto es enemigo de lo bueno».

En nuestra cultura, se gasta mucho dinero publicitando la perfección, lo infalible, lo inmejorable.

¿Por qué hacemos esto?

1) Pedagógicamente, nos piden la perfección con la esperanza de que nos esforcemos al máximo;

2) Quien exalta la perfección, en realidad dice: «Hablo de perfección porque soy perfecto»;

3) Mucha gente deja de competir cuando observa que los demás tienen expectativas demasiado altas. Por lo tanto, la publicidad del perfeccionismo le es útil a quienes procuran desestimular a los competidores.

4) Los que prefieren no hacer, no participar, no exponerse, alegan: «O lo hago perfecto o no lo hago».

En suma: La naturaleza es un buen referente porque tiene millones de años de evolución y sin embargo, luego de nueve meses de gestación, entrega a los seres humanos tan incompletos, que ni en noventa años logramos la perfección.

Artículos vinculados:

La buena salud no existe
¿A qué hora te crucifican?
Mi mamá y mi marido mi miman
Soy peor que perfecto
«Los mártires gozamos sufriendo»
La imperfección productiva

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martes, 15 de junio de 2010

Una discreta forma de comprar amor

Cuentan que al cantante argentino Jorge Cafrune (1937-1978), le presentaron una condesa que —según quien los presentó—, acababa de donar unos terrenos de la familia al gobierno de Sevilla, para construir un gran parque.

Fue entonces cuando el «turco» Cafrune, preguntó: «¿donó o devolvió? »

La costumbre de hacer regalos es tan antigua, que no sabemos cuándo comenzó.

Tampoco sabemos de dónde salió la palabra aguinaldo.

Lo más probable es que provenga del estribillo (hoc in anno [en este año]) de algunos villancicos que se cantaban en las fiestas de fin de año.

El aguinaldo es una remuneración extra que entrega el empleador a sus empleados, una o más veces en el año, generalmente coincidiendo con fechas religiosas o patrióticas, en las que se producen gastos extras en festejos, vestimenta, obsequios.

En algunos países, este regalo o retribución, es obligatorio y en otros es voluntario.

También existe la costumbre de aumentar discrecionalmente el pago obligatorio.

Me interesa comentar que en este obsequio, sería oportuno recordar el desplante de Jorge Cafrune ante la generosa condesa, y así preguntarnos: ¿El aguinaldo es un regalo o la cancelación de una deuda que el empleador tenía con sus empleados?

La necesidad de recibir regalos está presente en muchas personas, que lo interpretan como un gesto de aprecio, interés, amor y deseo.

Quienes disfrutan con los regalos, se saltean la obligación de devolver su valor aproximado en poco tiempo, para concentrarse exclusivamente en la sensación mencionada (aprecio, interés, amor y deseo).

Estos cuatro sentimientos son comprados compulsivamente, pues quien nos hace el regalo nos impone un gasto (retribuirlo).

Es interesante comprender la fuerza obligatoria que asume este compromiso (retribuirlo), pues está demostrado que los seres humanos de todas las culturas y épocas, no asociamos ‘regalo recibido’ con ‘gasto a realizar’.


Artículos vinculados:

¿Qué es un regalo?
Lo regalado sale caro

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lunes, 14 de junio de 2010

El fútbol es un calmante

Aunque hace siglos que los humanos jugamos con un objeto redondo para introducirlo a patadas dentro de algo, fueron los ingleses los inventores del fútbol que conocemos hoy en día.

Como vemos, no fueron creativos para darle un nombre, pues se limitaron a juntar dos palabras alusivas. Sumaron foot y ball (pie y pelota), dando por resuelto el asunto.

Claro que los hispanos tampoco hicimos un gran aporte, porque sólo tradujimos literalmente. Sumamos balón más pie y ¡listo!: balompié.

En otro artículo titulado Los descuidistas se llevan el trofeo les comentaba que, en tanto la estrategia principal de este juego consiste en replegarse defensivamente y esperar algún error del contrario para «perjudicarlo» y de esta manera asegurar nuestro éxito, podría pensarse que esa mayoría de fanáticos, ven en esa actitud una teatralización (alegoría) de su filosofía de vida.

Observemos la oposición radical que existe entre esta apasionante exhibición deportiva y lo que habitualmente se propone para mejorar las relaciones de intercambio entre personas o entre países.

La técnica de negociación más elemental consisten en asegurar beneficios recíprocos. El vínculo perdura sólo cuando ambos ganan.

Es probable que el fútbol canalice las frustraciones de varios deseos que no pueden satisfacerse en la vida laboral o comercial.

Nuestra aspiración es tan depredadora como la de otros animales.

La propiedad privada no está en nuestros genes.

Nuestro niño interior cree que todo le pertenece y acepta, con cierta resignación que, por debilidad, no pueda defender más que una pequeña parte del planeta.

Cada uno es dueño de lo que es capaz de conquistar primero y defender después.

Cuando llegamos al mundo, no tenemos nada. Luego vamos haciendo todas las conquistas que podemos y nos quedamos con las que nuestra fuerza nos permite retener.

Igual que en el fútbol.

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domingo, 13 de junio de 2010

Los descuidistas se llevan el trofeo

En otra artículo publicado hoy (1), les comento la similitud (metáfora) que existe entre las invasiones conquistadoras de los pueblos imperialistas y el fútbol.

Cuando se realizan campeonatos mundiales como el que se está realizando ahora en Sudáfrica (año 2010), se ponen de manifiesto aspectos culturales de la época en que vivimos.

La F.I.F.A. (Fédération Internationale de Football Association), centraliza el poder de todas las federaciones de fútbol del mundo.

A contrapelo de la recesión que padecen la mayoría de los países, la F.I.F.A. está en un momento de grandes ganancias.

Como decía en el artículo mencionado en el primer párrafo, este deporte teatraliza las guerras conquistadoras, tan frecuentes siglos atrás.

El juego lo gana quien convierta (penetre) más goles (eyaculación) en la portera (vagina) del contrario (territorio que se pretende conquistar).

Este espectáculo bélico-erótico, no es pornográfico porque a casi nadie se le ocurre suponer que todo se trata de una alegoría, es decir, una ficción en virtud de la cual algo representa o significa otra cosa diferente.

La lógica de la competencia también responde al Principio de Pareto (2) pues se dedica el 80% del esfuerzo a impedir que la valla-vagina sea penetrada, y el 20% del esfuerzo a aprovechar los descuidos del contrario para hacerle, por lo menos un gol más de los que se hayan recibido.

En otras palabras: en este juego se aplica el mayor esfuerzo a defenderse del oponente y a beneficiarse con los errores del oponente.

Conclusión: Los expectadores que se apasionan con esta teatralización (alegoría), son personas

— más defensivas que atacantes (más pasivas que activas, expertas en huir e inexpertas en enfrentar) y

— lucran con los descuidos de quienes procuran extraer sus ganancias (cliente, paciente, competidor).

Nota: La imagen corresponde a la película El descuidista (Pickpocket).

(1) Los goles embarazan
(2) El inexplicable Principio de Pareto

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sábado, 12 de junio de 2010

El cuerpo y sus prolongaciones

Nuestro cuerpo posee la anatomía que todos conocemos, pero además existe el esquema (o imagen) corporal.

Este segundo concepto incluye lo que imaginamos de él.

La imaginación es tan creativa, que existen bibliotecas dedicadas a describir lo que suponemos que nuestro cuerpo es.

La poesía se llena de energía cuando de idealizar se trata, la medicina describe la «verdad» de cada época, el arte muestra lo bello y lo feo, según la moda.

Diré simplemente que nuestro cuerpo imaginado, también incluye a los seres y bienes queridos (familiares, amigos, mascotas, auto, caña de pescar, etc.).

Necesito agregar ahora el concepto identidad.

Todos necesitamos que este cuerpo y sus prologaciones (familia, patrimonio, etc.), contribuyan a definirnos como únicos y exclusivos.

El estado uruguayo me ha asignado un número, que figura en el documento de identidad que uso dentro del país.

También me ha asignado otro número, que figura en el documento de identidad de uso internacional (pasaporte).

Muy pocas personas tienen mi cara, nadie tiene mis huellas digitales, la combinación de mi estatura, color de piel y peso, seguramente no la posen otros.

Se agrega, que a mis familiares, amigos, conocidos, también puedo sentirlos como «míos» en tanto me identifican, me hacen distinto a los demás seres humanos del planeta.

Lo mismo sucede con mi vehículo, los muebles de mi casa, etc., etc.

¿Qué es el dinero para la identidad de cada uno?

Algunas personas tratan de fotografiarse con estrellas de cine, otros con jugadores de fútbol, otros con sus compañeros de estudio, otros con la familia, otros con los delincuentes más peligrosos, otros mientras le pegan a un policía caido en el piso.

Claramente, el dinero aporta orgullo o vergüenza. Entre unos es un mérito tenerlo y entre otros, es un mérito despilfarrarlo.

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viernes, 11 de junio de 2010

Que de eso no se hable

Es conocido por todos el proverbio que dice «perro que ladra, no muerde».

Quizá no sea tan popular la interpretación de esta idea.

Brevemente significa que las amenazas (ladrido) nunca se cumplen (no muerde).

Mi experiencia contradice estas aseveraciones: mi madre me amenazaba y luego me zurraba. Lo probé varias veces y el proverbio siempre me falló. Al menos con ella.

De todos modos, algo de verdad hay en todo esto.

Hace unos meses les comentaba en otro artículo (1) que los seres humanos manejamos el lenguaje no solamente con el uso de las diferentes expresiones lingüísticas, sino también —y de forma mucho más efectiva—, no usándolo, es decir, con los silencios, no hablando de ciertos temas.

Quiero comentarles algo referido a este uso de la no-palabra.

1) Es muy poco probable que en nuestra vida, hablemos del incesto. Excepto quienes por algún motivo personal se vean en la situación de tratar el tema, casi nunca se habla ni se escribe sobre él.

Este silencio genera el más estricto cumplimiento de la prohibición del incesto. No se habla de eso precisamente para asignarle la mayor imperatividad posible a la norma.

2) ¿Cuántas buenas descripciones del orgasmo ha oído o leído usted? ¿Pocas? No, ¡ninguna!

Se habla del él pero no se lo describe porque el lenguaje aminora deliberadamente su eficacia comunicativa con aquello que se deteriora cuando se verbaliza, se pone en palabras, se simboliza.

3) En castellano existen la palabra rico y la palabra rica. En este vocablo tenemos la expresión masculina y la femenina. Sin embargo, para la palabra pobre, no tenemos distinción de géneros.

He aquí otra carencia lingüística que podría colaborar para preservar la pobreza.

En suma: Tenemos limitaciones lingüísticas en aquello que inconscientemente queremos conservar (prohibición del incesto, orgasmo, pobreza).


(1) Esta “cosa” me provoca “cosa”

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jueves, 10 de junio de 2010

La clase media es la excepción

Los líderes son personas que se ubican delante de la gente, haciendo gestos de que los sigan cuando en realidad, todos avanzan guiados por sus propios intereses.

En la confusión, ese grupo que avanzaba sin líder, le delega la conducción del movimiento, porque él posee el carisma suficiente como para persuadirlos.

Paulatinamente, la masa deja de ser una suma de voluntades para transformarse en seguidores del líder, porque se sienten confortablemente representados por él.

La «unión les da fuerza», y este beneficio consolida el fenómeno social del liderazgo.

El maniqueísmo se convirtió en religión porque mucha gente iba por la vida pensando que las cosas son blancas o negras, pero jamás grises, o que las personas son buenas o malas, pero jamás ambas cosas alternadamente.

La incapacidad emocional de permitir la convivencia de los opuestos, es padecida por la mayoría de la población mundial.

Todos somos esencialmente dualistas, aunque haciendo el esfuerzo suficiente, podemos llegar a tolerar el hecho de que alguien que nos ama a veces nos odia y que los alimentos que siempre comimos, en alguna ocasión puedan resultarnos indigestos.

El maniqueísmo es una religión que pretende liderar a quienes conservan un alto grado de dualismo y viven bien ignorando los matices intermedios que existen entre todas las cualidades extremas.

Como digo, esa religión pretende liderar, pero no lo logra. La mayoría de los que sólo perciben la realidad en términos binarios (bueno-malo, lindo-feo, etc.), van por la vida sin líder, sin templos, o eventualmente acompañan con su voto a quienes aprovechan esa característica tan popular.

Dado que los humanos somos una parte de la naturaleza que la transforma más que otras especies, buscamos adaptarla a nuestra conveniencia.

Si estamos bien pensando que las cosas son buenas o malas, blancas o negras, también procuramos que existan pobres o ricos.

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miércoles, 9 de junio de 2010

La incoherencia nuestra de cada día

Tenemos una buena solución para cuando no vemos correctamente: los lentes (anteojos, gafas), corrigen casi todas las pérdidas de nitidez de nuestra visión.

Tenemos una solución aceptable para cuando no oímos correctamente: los audífonos aumentan selectivamente los sonidos que le llegan al tímpano, corrigiendo bastante las pérdidas de nitidez de nuestra audición.

Tenemos una solución pésima para cuando no razonamos correctamente.

La capacidad de entender qué está pasando, de tomar decisiones acertadas, de juzgar con ecuanimidad, no se resuelve con prótesis.

Si bien los sentidos están influidos por nuestras necesidades, deseos, intereses, no lo están tanto como nuestro raciocinio.

Uno de los motivos es que todo lo que nos rodea nos concierne de una u otra forma.

Como especie, hemos postergado siglos la investigación de nuestra anatomía porque preferíamos suponer que éramos obra de Dios.

Más que entender cómo somos y funcionamos (anatomía y fisiología), escogíamos imaginarnos como la obra preferida de un ser provisto de todas las virtudes, incluida la más salvaje crueldad hacia quienes le faltaran el respeto (por ejemplo, abriendo el cuerpo de un cadáver para observarlo).

Las manchas solares fueron descubiertas por los chinos porque los occidentales necesitábamos creer en un cielo inmaculado (sin manchas).

La justicia debe ser impartida por persona afectivamente indiferentes hacia los involucrados, porque tanto el amor como el odio, nos quitan casi totalmente la capacidad de pensar.

La democracia es el sistema de convivencia «menos malo», pero dista de ser eficiente.

Los poderes (legislativo, ejecutivo, judicial) deben ser independientes, cada uno tira para su lado hasta convertirse en una monarquía de la incoherencia.

Conclusión: Si un marino pretendiera en su barco la quietud de tierra firme, viviría contrariado, agotando toda su energía en quejas, protestas, reivindicaciones.

Si un trabajador (de tierra firme), pretende vivir en la coherencia, no puede producir.

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martes, 8 de junio de 2010

Las mujeres fecundan “gratis”

Hace unos meses, les comentaba (1) que dos de cada tres mujeres, no tienen orgasmos.

En ese mismo artículo, les decía que esa escasez de gratificación sexual (especie de salario de la naturaleza que remunera lo que hacemos para conservar la especie), se corresponde (casualmente o no) con el hecho de que las mujeres ganan (promedialmente) un 17% menos dinero que los varones.

Los humanos formamos parte de la naturaleza. Por lo tanto, puedo decir que «somos naturaleza» y que nuestras acciones son «fenómenos naturales».

El ecosistema conserva su armonía gracias a la intervención de todos sus integrantes, sean seres vivos u objetos inertes.

Quiere decir que es muy probable que nuestro pensamiento contenga la lógica de la naturaleza.

Por lo tanto, si nosotros tenemos a unos trabajadores que, si no cobran no trabajan (los hombres, sin orgasmo no eyaculan y —por lo tanto— no fecundan) y otros que, cobren o no cobren, igual trabajan (las mujeres, con o sin orgasmo, pueden gestar), entonces —imaginando a la naturaleza como una empresa donde los humanos somos los trabajadores abocados a la tarea de autosustentarnos y reproducirnos (2)—, las trabajadoras son más explotadas que los trabajadores.

Esto mismo podemos describirlo de otra manera:

Los humanos no creamos nada, sino que hacemos adaptaciones, nos inspiramos en lo que ya existe para reformularlo.

Más aún, como decía más arriba, somos parte de la naturaleza y por eso, todo lo que hacemos (vacunas, rascacielos, postres de chocolate), está hecho en realidad por la naturaleza (con nuestra intermediación).

Estas consideraciones, referidas a la diferencia de los sexos y a que somos agentes (representantes, obreros) de la naturaleza, nos podrían dar una hipótesis (posible explicación, pista, orientación), que nos explique la injusta distribución de la riqueza que tanto lamentamos.

(1) Menos orgasmos y menos salario

(2) Este tema está desarrollado en el blog titulado La única misión.

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lunes, 7 de junio de 2010

Pasó lo que tenía que pasar

Si sumamos la cantidad de historiadores y sumamos la cantidad de adivinos del futuro (con profecías confirmadas), observaremos que los primeros ganan por abrumadora mayoría.

Es un dato de la realidad. Nadie podrá negar lo que digo.

Sin embargo, aparecen algunos hechos que sí me contradicen.

Cada vez que ocurre algo interesante (un éxito deportivo, un tsunami o el abatimiento de dos grandes edificios de Nueva York), germinarán como hongos una cantidad de adivinos a posteriori que nos dirán por qué estos eventos llamativos, era obvio que ocurrirían.

Simultáneamente, hay quienes siguen instalándose en las orillas de los ríos que suelen desbordarse, reconstruyen sus casas abatidas por un desmoronamiento o permanecen en la ciudad de Los Ángeles, a pesar de que hace años que se anuncia lo que ellos llama The Big One (un sismo que no dejará piedra sin mover) (1).

Todos le tememos al futuro y a los cambios. Por eso tratamos de adivinarlo y evitarlos, respectivamente.

Quienes creen que lo que ocurrió era previsible, quedan convencidos de que hoy están ocurriendo cosas que anuncian con total claridad ciertas calamidades futuras.

Esas personas —totalmente normales desde el punto de vista de su salud mental—, tienen la certeza de que están rodeados de señales elocuentes, nítidas, inconfundibles, que sin embargo, no pueden captar, tener en cuenta o utilizar para evitarse eso que descubrirán cuando ya sea tarde.

El mismo funcionamiento mental nos lleva a suponer que esa sensación que nos surgió hoy en el dedo más pequeño del pie derecho, puede ser una señal de algo terrible. Entraremos más tarde a trabajar para que —cuanto antes— un médico (imagen) descarte un mal pronóstico irreversible.

Para esas personas, los noticieros y periódicos sensacionalistas son de consulta obligatoria y destinan mucha energía a cualquier tipo de prevención.

(1) Se puede ampliar este tema consultando Wikipedia sobre la Falla de San Andrés .

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domingo, 6 de junio de 2010

¿Delegar o abandonar?

Los refranes (proverbios, sentencias, adagios, aforismo, dichos populares, máximas), son construcciones lingüísticas muy eficaces, pero que no contienen verdades universales.

En pocas palabras —y a veces con cierta rima o juego de palabras que le aportan belleza de estilo—, enuncian ideas útiles para algunos casos e inútiles para todos los demás.

Cotidianamente nos vemos enfrentados en la vida social, hogareñas y laboral, a la delegación de tareas: «Fulano, tráeme el perióco», «Fulana, hazme este transplante de corazón», etc.

Casi todos los que tenemos que delegar una tarea, la habríamos realizado de otra forma. La manera de trabajar es tan personal como la firma o las huellas digitales.

Si tenemos en cuenta este hecho, podremos delegar tranquilamente. Si no aceptamos que los demás hacen las cosas de forma diferente, entonces nos agarraremos un dolor de cabeza.

Desde un punto de vista diferente, les comentaba en otro artículo (1) que las personas que imaginan tener los mismos gustos y afectos que el resto de la humanidad, se mueren de celos porque también imaginan que otros desean tanto a su cónyuge como ellos mismos.

Existe un proverbio que nos aclara bien todo esto: «Si lo deseas, hazlo; si no lo deseas, delégalo».

En pocas palabras resume las alternativas claramente.

Más aún, puede aclarar nuestra propia situación frente a una acción: cuando la estamos haciendo, sabemos que la estamos deseando y cuando la delegamos, sabemos que no la estamos deseando.

También neutraliza las críticas que alguien pueda hacer sobre cómo fue cumplida la acción encomendada a otro.

Efectivamente, la responsabilidad cae sobre quien, antes que criticar al delegado, debe reconocer que, si encargó a otro una tarea, eso demuestra que su interés por el resultado no era tan importante.

En suma: La satisfacción de nuestro deseo es personal e intrasferible.


(1) Los amantes de mi cónyuge

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sábado, 5 de junio de 2010

Las cualidades envidiables del dinero

Una manera de razonar interesante, consiste en pensar cómo serían las cosas si fueran exactamente al revés.

Por ejemplo, un señor que está harto de que la suegra viva en su casa, puede pensar cuántas cosas perderían sin ella.

El dinero genera muchos malestares en nuestra vida. Especialmente cuando la suerte hace que nos llegue con escasez o se nos vaya con excesiva velocidad.

Jugando con el lenguaje, estoy en condiciones de decirle que lo opuesto al dinero es la mentira.

Si aceptamos esto un par de minutos solamente, podemos dialogar sobre por qué es así.

Un billete de banco con el que hacemos compras y nos convertirnos en dueños de la mercadería, no es otra cosa que una constancia de fe, credibilidad, sinceridad, honestidad, verdad.

Si ese billete no inspirara la confianza que inspira, rápidamente saldría de circulación y nadie suficientemente informado lo aceptaría como forma de pago.

Perdería su valor de canje.

Cuando vamos a pedir un préstamo, el banco estudia nuestra solicitud y averigua si somos buenos o malos pagadores.

Si no lo fuéramos, nadie nos daría crédito.

En otras palabras, si somos dignos de crédito es porque somos sinceros, decimos la verdad. Los demás pueden confiar en nosotros porque cuando prometemos, cumplimos.

Esta es una característica del dinero que nunca es comentada.

Es normal decir que el dinero es sucio, que corrompe, que deteriora nuestros valores espirituales, que siempre acompaña al delito o al pecado, pero no decimos que el dinero es un símbolo inequívoco de la verdad, la sinceridad, la credibilidad, la honestidad.

Es probable que la pobreza patológica tenga como una de sus causas, nuestro interés en descalificar ciertas cualidades del dinero que no estamos seguros de poder igualar.


Artículo vinculado:

Dinero emitido por un supermercado
El costo del desprestigio
El árbol se atravesó en mi camino
Siempre aparece alguien más astuto

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viernes, 4 de junio de 2010

¡Basta!

Solemos criticar a los intolerantes.

Son los que no aguantan a un niño travieso, a un anciano conversador, a un joven ruidoso, a un conductor de ómnibus que hace maniobras muy bruscas, al ruido que hacen los aviones que aterrizarán cerca de su casa, a las ramas de los árboles que le quitan luminosidad a los focos de luz, y una larga lista de incomodidades, insatisfacciones, estímulos para la queja.

Todos necesitamos ganar dinero para atender los gastos personales y familiares, necesarios para tener una calidad de vida satisfactoria.

El joven que termina sus estudios, se para en la puerta del instituto de enseñanza que le entregó el tan deseado título y se pregunta: — Y ahora: ¿qué hago?

Las opciones parecen muchas, pero para ese joven parecen muy pocas.

La creencia en que «ayudar es rentable», conduce a muchos trabajadores hacia las tareas de la intermediación.

Así como en nuestra cultura es normal criticar a los intolerantes, es normal alabar a los que ayudan.

Colaborar es una acción que connota superioridad, generosidad, solidaridad.

— El productor de hortalizas no tiene tiempo de venderla, entonces aparece un voluntarioso intermediario que lleva su producción al mercado, cobrando una cierta comisión por la tarea.

— Cientos de fabricantes, necesitan a los comercios que venden pocas cantidades a muchas personas, quedándose con una cierta ganancia.

— La naturaleza nos dota de muchos recursos para la autocuración, pero nos aliviamos antes si un médico nos suministra un calmante, cobrando honorarios razonables.

Aceptada la existencia de intermediarios, llega la segunda etapa: estos procuran ganar más dinero.

¿Cómo lo hacen? Un procedimiento que está funcionando muy bien consiste en estimular la intolerancia.

Los intermediarios invierten bien su dinero si nos estimulan (por medio de la propaganda) para que no aguantemos ninguna molestia, demora, esfuerzo y compremos su intermediación, ayuda, solución.

Artículos vinculados:

El arte de vender
La pasión de Pedro
Los 40 ladrones chinos
La teoría del «bolsillo tibio»
Justicia tributaria por mano propia

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Mi hijo millonario

Mi hijo me dijo con un gesto solemne y demasiado serio para sus 9 años, que quería ser rico.

Eso me provocó una reacción inesperada.

Abrí los ojos con sorpresa y lo abracé con gran entusiasmo.

Él no entendió mi actitud y me preguntó directamente si estaba pensando recibir muchos regalos del hijo rico para ponerme tan contento.

«De alguna manera es un regalo que me hace la vida saber que uno de mis hijos está pensando en convertirse en rico.»

«Fíjate que para ser rico tendrás que ser un ciudadano interesado en saber qué deseamos los demás para poder satisfacer nuestras aspiraciones y recibir nuestro dinero a cambio.»

«Muy pocas personas dejan de mirarse el ombligo para dedicarse a entender las verdaderas necesidades ajenas.»

«Los que buscan el aplauso haciendo obras de caridad, sólo buscan descalificar las preferencias ajenas e imponer las propias como si fueran mejores».

«Antes se decía que Dios había hecho al hombre a su imagen y semejanza. Ahora, son estas personas las que se creen Dioses porque hacen donaciones para que otros también consuman a su imagen y semejanza

«No es que los filántropos trabajen desinteresadamente. Por el contrario, lo que hacen no merece ninguna remuneración porque desconoce egoístamente los intereses de los beneficiarios».

«Me alegro mucho de que quieras ser rico porque eso me asegura que serás tan generoso como para vender o entregar lo que tus semejantes realmente quieren, desean y piden.»

— ¿Entendiste por qué me puse tan contento?

— No.

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miércoles, 2 de junio de 2010

Me quiere mucho, poquito, nada ...

Todos los días, al levantarnos, tenemos una cantidad limitada de energía.

Esto es así para todos, jóvenes, viejos, hombres y mujeres.

Esa energía la necesitamos para cumplir nuestra única misión: conservarnos como individuos y como especie.

Para cumplir ambas tareas, aplicamos parte de esa energía a conseguir y conservar vínculos, porque siempre necesitamos la compañía de por lo menos una persona más. Solos, podríamos sobrevivir poco tiempo.

Conseguir y conservar los vínculos, nos consume energía de dos maneras:

1) Haciendo lo que nuestros compañeros aman en nosotros (trabajar, escuchar, acariciar, dejarnos mirar, permitirles que nos ayuden, alimentarlos, defenderlos, etc.), y

2) Demostrando o aparentando la existencia de esas cualidades que desean de nosotros quienes nos aman (exhibir resultados concretos, hacerles regalos, prometerles, maquillarnos, auto-publicitarnos, adularlos, etc.).

Necesitamos a los demás, pero la proximidad de la compañía depende de cada uno.

Hay personas que pueden sentirse acompañados por personas físicamente lejanas, mientras que otros casi no toleran la falta de contacto visual.

También es diferente la cantidad de esfuerzo que hace falta para atraer y conservar los vínculos.

Algunas personas son naturalmente atractivas, pero otras tienen la necesidad de hacer o aparentar grandes proezas para lograr atraer y retener los vínculos.

En relación con esta otra particularidad que nos caracteriza, es oportuno recordar la fábula de la liebre y la tortuga.

Al correr una carrera, la liebre —muy confiada en su natural velocidad (atractivo) —, se echó a dormir pero se despertó cuando la tortuga había traspasado la meta.

Hasta acá, estuve haciendo un prólogo que fundamente la creencia en que la inseguridad personal es necesaria.

Culturalmente criticamos a la gente insegura, pero me atrevería a decir que las personas prosperan cuando temen el abandono y no prosperan (pobres patológicos) los arrogantes y altaneros como la liebre.

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martes, 1 de junio de 2010

La riqueza que no paga impuestos

Las utopías y la esperanza, se parecen a los medicamentos: pueden ser útiles aplicados en el momento oportuno y en las dosis adecuadas, así como pueden ser perjudiciales en cualquier otra circunstancia.

El deseo de tener una buena calidad de vida, depende en gran medida de recursos psicológicos.

Alguien llegó a decir que «el subdesarrollo está en la mente de los subdesarrollados».

A la postre, esto es lo que quiero decir cuando pienso que existe una pobreza patológica, en tanto hay personas que tienen oportunidades de vivir humanamente bien, pero no pueden aprovecharlas.

Nuestro cerebro produce ideas, creaciones, entusiasmo, energía, voluntad, perseverancia, resistencia o, por el contrario, nos deja tirados en una cama, tan inertes como una planta.

La causa original de todo esto, es la suerte: de haber recibido una buena dotación genética, una familia estimulante, de vivir en un país próspero, haber nacido en una época de auge mundial, más una infinita serie de pequeños factores, que aparecen o no aparecen, como los números de una lotería.

Leí un cuento cuyo principal personaje es un joven muy ambicioso, que esperaba la muerte de su tía millonaria para enriquecerse.

Cuando el albacea abrió el sobre con el testamento, encontró una carta más otro sobre.

En la carta, la anciana había determinado que su único heredero era este ambicioso sobrino, pero ordenó al albacea abrir el segundo sobre, cuando el joven hubiera ganado y ahorrado un millón de dólares.

El resto del cuento narra todo el esfuerzo que hizo este muchacho para cumplir la condición de su caprichosa tía.

Finalmente, pudo lograr esa gran fortuna con su propio esfuerzo, y corrió a demostrárselo al albacea, quien al abrir el segundo sobre, leyó: «Mi legado fue la utopía y la esperanza que te estimularon».

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