jueves, 30 de junio de 2011

La fe es un sentimiento enfermizo

La mitad de la energía laboral y productiva proviene de la fe en el ser humano, también llamada «optimismo».

Por todos lados encontramos abogados universitarios o silvestres que pregonan con total convicción algo que tiene la fuerza de un axioma: «Todos somos inocentes hasta que se demuestra la contrario».

¿Realmente tenemos tanta necesidad de mentir, ser hipócritas o ilusos?

Esta afirmación sólo pueden hacerla el sospechado y sus seres queridos aunque su juicio esté viciado de nulidad pues nadie puede ser juez de sí mismo.

Los adultos pensamos, sentimos y actuamos de forma totalmente distinta. Nuestra actitud sincera, profunda, natural piensa del acusado: «Si lo denuncian, algo habrá hecho». Si no expresamos este sentimiento es porque quien lo enuncia se convierte en alguien peligroso. Es decir que mentimos por miedo a que la sociedad nos considere difamadores, delatores o espías.

La historia de este triste sentimiento que anida en nuestro corazón (dudar de la bondad de la gente), también es triste.

Los niños nacemos provistos de fe, creemos en la bondad, suponemos que nuestros semejantes son todos iguales a mamá y a papá.

En su mayoría, las escasas experiencias de vida que tenemos nos conducen a confirmar esa creencia. La fe es tan abarcativa que suponemos que la existencia toda es benévola, generosa, siempre feliz.

Cuanto más elevada es la visión optimista del niño, más expuesto está a que sus primeras desilusiones sean catastróficas.

Esas malas experiencias son inevitables: papá nos denuncia ante mamá porque le teme, el gato me araña, Dios no me alivia el dolor de panza, el abuelo se fue al cielo y nadie hace nada para que vuelva.

La desconfianza se instala y se hace muy difícil ganar dinero con estas crisis de fe en el ser humano y en la vida.

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miércoles, 29 de junio de 2011

Ayúdame que te ayudaré

Ayudar sólo a quien pueda ayudarnos es ayudar a quien merezca nuestra ayuda. Reservemos nuestra ayuda gratuita sólo para quienes no podrían prescindir de ella y sólo hasta que puedan valerse por sí mismos.

En otro artículo (1) les comenté la idea de favorecer el enriquecimiento de los más capaces, entendiendo por «capacidad», no solo la inteligencia de optimizar la productividad y rentabilidad de los recursos que estén bajo su administración, sino también de saber compartir con otros esos buenos resultados.

Los humanos tenemos algunas reacciones raras que podrían ser explicadas razonablemente.

Por ejemplo:

— Existen normas legales que penalizan la omisión de asistencia, esto es, si alguien provoca un daño corporal a otro deliberada o involuntariamente, está obligado a prestarle asistencia.

Asimismo, si alguien encuentra a una persona caída, desvanecida, lastimada, sangrando, o en cualquier otra circunstancia que ella no pueda resolver por sí misma dado su estado, estamos obligados a prestarle asistencia aunque la causa de su desvalimiento sea ajena a nuestra responsabilidad.

Por lo tanto si existen esas leyes es porque los humanos ayudamos o no a un semejante que necesita asistencia, sin la cual su vida corre peligro o la demora en la atención especializada puede dejarle secuelas invalidantes.

— Contamos con un refrán que dice «La filantropía [limosna, caridad] empieza por casa».

Aunque el rango normativo de un refrán es mucho menor al de una ley, también nos está informando que los humanos somos capaces de perjudicarnos aplicando nuestro mayor interés (esfuerzo, responsabilidad, preocupación) a intereses ajenos a los propios.

En suma: Los humanos tanto podemos dejar tirado a un semejante que necesita asistencia como priorizar la atención de necesidad ajenas en desmedro de las necesidades propias o de nuestra familia.

Conclusión: Conviene conocer y atenernos a las variadas y hasta incoherentes actitudes que determinan nuestras acciones.

(1) La política de ayudar a los más capaces

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martes, 28 de junio de 2011

La fertilidad humana y agrícola

Existen personas productivas (fértiles) e improductivas (estériles). Los productivos son naturalmente generosos y los improductivos son naturalmente mezquinos. La agricultura nos provee de ejemplos casi perfectos.

Imaginemos a un agricultor experto en el cultivo de ciertos vegetales que deben ser plantados en tierras provistas de algunos nutrientes especiales y que si son plantados en lugares donde esas sustancias son escasas o nulas, el vegetal del ejemplo no nace o por lo menos no genera los frutos que son el verdadero objetivo de la siembra.

Este agricultor ofrece a los propietarios de esos terrenos una parte del producido de lo que coseche.

Entre los dueños de tierras existe un fuerte interés en atraer a este agricultor para que realice su ventajoso cultivo.

Los hechos han demostrado que los dueños de terrenos propicios para esta siembra que se han puesto de acuerdo con nuestro imaginario agricultor están muy conformes con él porque en esta asociación tienen excelentes ganancias.

Si logré explicar esta atípica situación para que usted la acepte como fantasía, hecho imaginario, negocio posible, paso al motivo principal de este artículo.

Una persona con afán de lograr los mejores ingresos para alcanzar un patrimonio aceptable que le permita vivir con una calidad de vida digna, sin tener que esforzarse al punto de arriesgar su salud, puede hacer algo similar al agricultor imaginario, pero no buscando terrenos especiales sino buscando personas especiales.

Existe la posibilidad (al menos en teoría) de que una persona se dedique a colaborar, ayudar, apoyar a personas capaces de ganar dinero (tierra fértil) y dispuestas a compartir sus ganancias con su colaborador (entregar parte de los frutos como las plantas del imaginario agricultor).

Simultáneamente no malgastará su esfuerzo en personas (terrenos) improductivas. Sólo aplicará su inteligencia, tiempo y energía «ayudando» a quienes generen y compartan ganancias (frutos).

Artículo vinculado:

La política de ayudar a los más capaces

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lunes, 27 de junio de 2011

La vergüenza de tener sentimientos

Para ganarnos la vida primero tenemos que saber quién somos … y no es fácil.

Estamos convencidos de que para poder ganar dinero es necesario tener alguna profesión (abogado, ingeniero, odontólogo) u oficio (carpintero, pintor, mecánico).

Para acceder a esas titulaciones existen empresas, instituciones, academias que, sometidas a ciertos controles estatales, están autorizadas a enseñar, evaluar y extender certificaciones que luego son admitidas por el mercado laboral como prueba de que el candidato posee las competencias propias de la profesión u oficio que dice poseer.

Desde mi punto de vista tenemos una noción incompleta de qué características debe tener alguien que aspire a cumplir una tarea merecedora del salario.

Veamos algunos detalles:

— Es necesaria la capacidad de comunicarse para entender lo que se le pide al trabajador y para hacer que el empleador comprenda qué tiene que proveerle además de salario: materiales, instrumentos, espacio, asistentes, etc.;

— Es necesaria la capacidad de llevarse bien con quienes sea preciso interactuar. Además de saber de comunicación son precisas actitudes personales que permitan sobrellevar la convivencia de forma agradable, sin frecuentes cambios emocionales, con sinceridad, simpatía, sentido del humor, paciencia, tolerancia;

— Es necesario estar convencidos de que la participación en un grupo de trabajo (en la empresa propia o ajena) no convierte a ninguna persona ni en máquina ni en engranaje de una máquina. Si bien suele usarse esta metáfora, nadie es una máquina ni una parte de ella. Por tanto es necesario saber cómo somos y como son los demás en tanto pertenecientes a la especie «ser humano»;

— Repito lo más importante: a todos nos cuesta aceptar los verdaderos sentimientos, deseos, intenciones propios y ajenos. Somos casi espontáneos en vínculos de altísima intimidad pero solemos ser víctimas de una creencia nefasta: la sinceridad afectiva nos conduce inevitablemente al desastre económico y personal.

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domingo, 26 de junio de 2011

La locura reproductiva

Existió y existe aún la fantasía inconsciente de que los espermatozoides que gestan niñas son menos viriles que los que gestan varones.

Estrictamente «loco» significa la condición de psicótico, deficiencia mental muy severa aunque la psiquiatría y el psicoanálisis logran resultados muy alentadores para que estos enfermos puedan integrarse mejor a su colectivo en roles familiares, sociales y laborales.

Metafóricamente «loco» significa informalidad, creatividad, disposición para los festejos, imprevisibilidad, alegría desbordante, entusiasmo, fanatismo.

Como insulto o descalificación sugiere carencia de sentido común, predisposición a hacer propuestas irrealizables, peligrosas, inútiles, contraproducentes, impopulares.

En suma: «loco» puede significar enfermedad, creatividad o actitud peligrosa.

Cuando el adjetivo «loco» alude a creatividad, es posible acceder a otras opciones de pensamiento que en la mayoría de los casos están vedadas para los humanos cuerdos, sensatos, equilibrados, populares.

En otro artículo les decía que inconscientemente es posible pensar que el dinero simboliza a los espermatozoides (1) y viceversa: en el inconsciente los espermatozoides pueden considerarse como una riqueza similar a la que aporta el dinero.

De hecho algunas formas de esterilidad masculina se deben a la escasez o baja movilidad (pobreza) de estas células germinativas.

Todavía existen millones de personas (cada vez menos) que se alegran más cuando nace un varón y que toleran resignadamente el nacimiento de una niña.

Este dato de la realidad que nos hunde en una mortificante indignación puede estar provocado porque (en esas culturas) se supone que los espermatozoides fecundan niñas cuando son débiles, pobres y escasamente viriles.

La institución de la «dote» (bienes que entrega el padre de la hija a quien se casa con ella) vendría a compensar (pagar, reparar) esa vergonzosa falta de virilidad demostrada al gestar una niña.

En suma: el padre de una niña entregaba una «dote» porque se lo consideraba mal «dotado» de virilidad.

(1) Los espermatozoides monetarios


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sábado, 25 de junio de 2011

La generosidad con el esfuerzo ajeno

La mala distribución de la riqueza está parcialmente provocada porque todos estamos convencidos de que otros (nunca uno mismo) deberían ganar menos, donar más, ceder privilegios.

Uno de los motivos por los que todavía no hemos mejorado la injusta distribución de las riquezas del planeta está relacionado con nuestra loca, atolondrada e insólita manera de buscar, obtener y conservar el amor de otros.

La inmensa mayoría tiene una teoría sobre cómo erradicar la pobreza definitivamente.

Si le preguntamos a cualquier persona qué opina al respecto, no tardará ni treinta segundos en darnos una respuesta categórica, firme, sin vacilaciones.

Otra característica de estas respuestas es que incluyen una única causa, grande, importante, muy visible.

Excepto quienes pudieran padecer alguna disfunción anímica (deprimidos), los demás también estamos seguros de que nuestras opiniones se caracterizan por lo sencillas, obvias, incuestionables.

Quienes discrepan con nuestras explicaciones rápidamente se convierten en sospechosos de algún padecimiento neurológico, grave desinformación o intenciones inconfesables.

Esta buena (¿excelente?) opinión de sí mismo no tiene en cuenta (sin querer) los notorios rasgos de mezquindad que han perlado su historia, la facilidad con la que defienden incondicionalmente a quienes comparten su punto de vista y atacan despiadadamente a quienes piensan lo contrario.

También nos autoevaluamos desconociendo que del dicho al hecho hay un gran trecho, que a la hora de hacer (ejecutar los anuncios) siempre aparecen obstáculos insalvables, preferentemente originados por la salud de un familiar.

En suma: Nuestra necesidad de recibir amor nos obliga a demostrar un interés desproporcionado por quienes sufren (de pobreza, por ejemplo). En la vorágine por llamar la atención suscribimos planes heroicos para ayudar a los menesterosos, para que los más desdichados pasen a ser los más privilegiados, para lo cual otros deberán presionar a otros distintos quitándoles lo que se habrá de redistribuir.

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viernes, 24 de junio de 2011

Mala noticia: No nacemos sabiendo

La condición de estudiante debería ser retomada cada cierto tiempo para actualizarnos, para tonificar nuestra humildad y para refrescarnos mentalmente compartiendo tareas con gente más joven.

Soy un asiduo cliente de las aulas estudiantiles y ya hace años que soy el más viejo de todos los alumnos.

Una vez más el sentido común se equivoca. Muchas personas mayores, grandes, viejas o ancianas no reingresan al sistema educativo porque imaginan que los jóvenes se burlarán de ellos. No es así.

Si se ríen es de las ridiculeces o los chistes que podamos hacer, pero sólo discriminan biológicamente para formar parejas amoroso-sexuales.

Aunque algunas jóvenes —por pura curiosidad o residuos edípicos—, gustan averiguar personalmente “qué pasa con este señor mayor”, la mayoría busca personas como para tener una relación reproductiva cuyos hijos no queden huérfanos prematuramente.

Otro inconveniente que padecen los veteranos para reingresar al sistema educativo tiene que ver con la edad de los profesores.

Mis docentes son casi todos menores que yo. También son respetuosos, considerados y no me discriminan, ni positiva ni negativamente.

Aclaro esto: algunos mayores de cuarenta años pretenden que los docentes de treinta años sean compinches, tolerantes o cómplices del alumno veterano y que sean especialmente benévolos a la hora de evaluar el desempeño.

Sólo los profesores jóvenes e inseguros (o directamente corruptos e inmorales) pueden dudar si le dicen o no a quien podría ser su padre, «mira, acá te equivocaste, tendrás que recursar». A los buenos profesores no les cuesta nada tratarnos como a cualquier otro estudiante.

En suma: diría que el 90% de la población imagina que nació sabiendo y se siente mal concurriendo a un centro de estudios formal porque se imagina muchos problemas inexistentes tan sólo para no confesarse que teme enterarse de que «no nació sabiendo» (humildad).

Artículo vinculado:

Cuando la sabiduría obstaculiza

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jueves, 23 de junio de 2011

No animarse a querer poder

Es posible que una creencia falsa nos mantenga incapacitados artificialmente para desarrollar nuestras capacidades.

Supongo que la afirmación «Querer es poder» constituye una síntesis cuyo significado no se limita a lo que dice explícitamente sino que su verdadero valor está en lo que sugiere, connota, inspira.

Por el contrario, muchísimas personas han optado por tomarla al pie de la letra y poseídas por un pensamiento mágico, místico, idealista, creen en la omnipotencia del pensamiento, imaginan que proyectar equivale a construir, que rezando con suficiente fe un ser superior nos concederá lo que pidamos de forma similar a la maravillosa Lámpara de Aladín.

Pero quien diga «no quiero comprarme un nuevo pantalón», nos está haciendo saber que su decisión es muy fácil de cumplir y que difícilmente encuentre obstáculos para cumplirla.

También es muy convincente quien diga «rechazo categóricamente toda forma de poder». En este caso tampoco están presentes intenciones voluntaristas, crédulas, supersticiosas.

Una cierta interpretación de la brevísima aseveración posee un significado particularmente realista.

Un paciente con talento superior a lo normal para la música, tenía una memoria asombrosa para recordar y evocar melodías, inclusive si deliberadamente lo hacían escuchar otra música para distraerlo.

Sin embargo, a sus casi treinta años, era incapaz de estudiar su instrumento preferido: el bandoneón.

Oculto por muchos otros contenidos inconscientes, un día apareció para sorprendernos a los dos una anécdota que destrabó la dificultad.

Cuando aún era muy pequeño e ingenuo, le preguntó a un estudiante avanzado de ese instrumento cuánto tiempo tuvo que estudiar para lograr el dominio que demostraba, a lo cual el consultado, por chistoso o fanfarrón, le respondió que aprendió todo eso en una tarde de domingo.

Como al niño se le instaló la creencia «nunca podré superar esa marca», inconscientemente «no quiso poder interpretar el bandoneón».

Nota: La imagen corresponde al popular bandoneonista argentino Aníbal Troilo (1914-1975).

Artículos vinculados:

Los estímulos del temor y la desilusión

Dejad que los perversos vengan a mí

Diálogo de gordos

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miércoles, 22 de junio de 2011

Cuando la sabiduría obstaculiza

Los pocos veteranos que retoman sus estudios a pesar de su gran experiencia, logran recuperar la perdida sintonía con la actualidad.

Los más jóvenes no tienen elementos para comprender algunas cosas que conocemos quienes hemos superado esa etapa (más de 40 años).

La experiencia funciona como base de datos y también como lastre.

— Nos beneficiamos de un mayor stock de conocimientos cuando estos conservan su vigencia. Por ejemplo: para lograr una cierta estabilidad económica es preciso trabajar durante muchos años; nadie puede adquirir todo lo necesario para vivir dignamente en tan sólo diez años. Por el contrario, esa «experiencia útil» nos permite comprender sin dudarlo que en menos de treinta o cuarenta años nadie llega a poseer una vivienda, un vehículo y la educación de los hijos totalmente pagados.

— Nos perjudicamos con los conocimientos de la experiencia (cuando esta funciona como un lastre) con aquellos componentes del stock de conocimientos que refieren a tecnologías obsoletas, a criterios empresariales desactualizados, a normas éticas que funcionaron en el pasado y que hoy sólo sirven para dificultar la capacidad de adaptación a los usos y costumbres vigentes.

Ocurre que las personas que valoran toda su experiencia (sin discernir la parte de conocimientos vigentes de la parte de conocimientos anticuados), están poseídas de la energía alocada que posee un místico, o un obsesivo delirante, o un hombre-bomba que se inmola para sentarse a la derecha de Alá.

Estos asalariados o empresarios son agentes perturbadores que tarde o temprano son expulsados del mercado por la vía de que sus empresas dan quiebra, o son despedidos masivamente o en el mejor de los casos son incentivados para anticipar su retiro jubilatorio.

Esta pasión endemoniada por valorar indiscriminadamente la experiencia personal requiere algún tipo de exorcismo, el que puede obtenerse retomando los estudios curriculares (post-grados, maestrías, doctorados).

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El desestímulo a la productividad

Las distintas formas de aprobación que vamos recibiendo como recién nacidos, luego niños en edad escolar, posteriormente adolescentes con capacidad de reproducción, pueden desestimular indirectamente la vocación por trabajar productivamente y ganar dinero.

¿Existen los niños feos? Entre personas que tienen mucha confianza, seguramente podrán sincerarse tomando mil precauciones para no ser escuchados y dirán: «Sí, algunos recién nacidos son feos o muy feos.»

Casi la totalidad de los humanos hacemos reverencias poco francas ante los padres, abuelos, tíos y hermanos del pequeñito diciendo con impostado entusiasmo ¡Qué hermosa criatura!

Este rasgo de la cultura continúa cuando el niño en edad escolar hace sus primeras obras de arte pictóricas y escultóricas, que seguramente tampoco son muy hermosas pero que para no desalentarlo, reconociendo su baja tolerancia a la frustración, le decimos que sus dibujos y adefesios de plasticina son un bello adorno.

Cuando el niño se convierte en adolescente y su romanticismo lo impulsa a crear poemas dedicados al amor, la paz y las injusticias, ya nos ponemos más realistas y nos animamos a decirle el escaso valor que tiene su producción, con lo cual su obra literaria pasa a formar parte del diario íntimo, cerrado con candado o cuidadosamente escondido.

Al mismo tiempo comienza la preocupación de los adultos por su potencialidad reproductiva sobre la cual no siempre sabemos cómo dialogarlo con ellos, ya sea por falta de información, por vergüenza o porque el joven nos rechaza agresivamente.

En suma: Somos recibidos con una aceptación incondicional de nuestro aspecto al nacer, luego aprueban la belleza de nuestro arte mientras carecemos de poder (el niño no tiene poder) y cuando aparecen las nuevas ideas impulsadas por las hormonas reproductivas y revolucionarias, la sociedad se torna policíaca y represora, desestimulándonos indirectamente la vocación por producir en términos económicos (ganar dinero).

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lunes, 20 de junio de 2011

La guerra interminable

La pobreza se parece a una guerra interminable y de baja intensidad, sin beneficios secundarios.

Bajo amenaza de muerte y sufrimiento los humanos somos altamente creativos.

Ya existe una frase muy conocida: «Somos hijos del rigor».

Si estas aseveraciones fueran correctas, entonces tenemos que deducir que cuando estamos bien, cómodos, sin amenazas de muerte o sufrimiento, si nada ni nadie nos apremia, los humanos somos indolentes, tontos, improductivos.

Son pésimas noticias, especialmente porque algunos hechos las ratifican de forma terminante.

Durante las guerras, las epidemias y las crisis, la creatividad trepa con una rapidez proporcional a la gravedad de las circunstancias.

Las dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945) le exigieron a la humanidad la realización de grandes descubrimientos e inventos.

Antibióticos; pesticidas; vehículos; optimización de recursos (técnicas para economizar energía); dispositivos, herramientas y pequeños artefactos livianos, baratos, de larga duración; técnicas de distribución y suministro (logística); materiales artificiales (plásticos), de bajo costo y para múltiples aplicaciones; nuevas técnicas de construcción de viviendas, caminos, aeropuertos.

En la lista de descubrimientos e inventos no puedo dejar de mencionar la bomba atómica cuyo uso es capaz de terminar con las guerras por su poder destructivo y principalmente disuasivo.

Esta arma tan destructiva fue creada por científicos militaristas utilizando las teorías de Albert Einstein sobre la transformación de materia en energía.

La historia se parece al uso bélico del que fue objeto la dinamita, inventada por Alfred Nobel quien quiso evitar la peligrosidad de otro explosivo llamado nitroglicerina.

En suma: es posible pensar que los humanos avanzamos en nuestra calidad de vida haciendo enormes y crueles inversiones en vidas humanas y estimulados por el miedo.

Conclusión: Considerando esta crueldad y muertes, es posible pensar que la pobreza es como una guerra aunque por su baja intensidad, ni estimula la creatividad ni logra la paz.

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domingo, 19 de junio de 2011

Los gobernantes son menos corruptos de lo que aparentan

El pueblo prefiere suponer que los gobernantes son ineptos o corruptos antes que aceptar que sus aspiraciones son irrealizables, desinformadas, a veces delirantes.

El poder no siempre corrompe. Me atrevo un poco más y digo: el poder casi nunca corrompe.

Aunque estoy convencido de que los humanos somos una gavilla de criminales precariamente controlados por el sistema judicial y penal de cada pueblo, igual puedo decir que el ser humano es más noble que despreciable.

Corresponde agregar que no creo en esto porque idealizo a nuestra especie en términos morales suponiendo torpemente que somos buenos, considerados, generosos por naturaleza.

Llego a la visión optimista indirectamente, entendiendo —como ya lo mencioné en otro artículo (1)— que siempre hacemos el menor esfuerzo posible y puesto que la corrupción y la delincuencia están especialmente gravados con obstáculos que interpone el mencionado sistema judicial y penal, entonces la mayoría somos gente de bien porque ser malas personas da mucho más trabajo.

¿Por qué entonces la casi totalidad de los gobernantes terminan su gestión sin haber complido totalmente sus promesas electorales?

Desde mi punto de vista los gobernados podemos justificar estos incumplimientos considerando por lo menos dos causas dignas de crédito:

1) Quienes se postulan a la gobernación son personas que pertenecen al pueblo y están convencidos de que las aspiraciones populares son legítimas, merecidas y —sobre todo— ¡realizables!, pero recién cuando llegan al poder se enteran de todo lo que ignoraban;

2) Quienes se postulan a la gobernación son personas que pertenecen al pueblo y saben que muchos de sus reclamos son totalmente descabellados, que sólo gente muy ignorante e ilusa puede pretender semejantes logros, pero que simultáneamente no está en condiciones de saber la cruda verdad y que el mal menor es mentirle para poder llegar al poder y hacer lo mejor posible.

Nota: La imagen ambivalente muestra al presidente electo (2011) del Perú Ollanta Humala y su esposa.

(1) Sobre la indolencia universal

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sábado, 18 de junio de 2011

La Biblia es cuestionable

Para muchos pobres la escritura es sagrada y creen ingenuamente en la sabiduría incuestionable del texto impreso.

Padezco la paranoica sospecha de que el poder es deseado por todos pero que sólo algunos son capaces de aplicar estrategias efectivas para poseerlo y conservarlo, mientras que los demás sólo aspiramos a que nos caiga del cielo, lo recibamos de regalo o lo obtengamos en un golpe de suerte de la fortuna (ganar en la lotería, por ejemplo).

Esos pocos capaces de desarrollar y aplicar una estrategia efectiva para obtener y conservar el poder, apelan a recursos ingeniosos. Los imagino con dotes para jugar al ajedrez, con talento para conocer las debilidades del ocasional contrincante, descubrir cuáles son sus puntos débiles, inducirlo para que se equivoque y provocarle el fatídico jaque mate, que al salir de esta comparación, equivale a dominarlo, tener más poder que él, subordinarlo.

Existe un refrán que dice: «Somos esclavos de nuestras palabras y amos de nuestros silencios».

Es probable que cualquier dicho popular esté diseñado para favorecer a los más poderosos en perjuicio de los más débiles porque los poderosos actúan globalmente, no descuidan ningún detalle, sólo quieren dar jaque mate sea como sea, aunque para lograrlo tengan que arriesgar y perder peones, alfiles, caballos y torres.

Voy al punto: una mayoría cree que la escritura es sagrada, que sólo está permitida para una élite, que cualquier mensaje recibido en letra de texto impreso es verdadero, que sólo unos pocos tienen el poder divino (sobrenatural) de escribir porque tienen el don de zafar de la esclavitud a la que refiere el refrán.

En suma: Los campeones del poder son dueños de los medios de comunicación, escriben y someten a quienes creen ingenuamente que un libro siempre trasmite verdades y que todo escritor es un sabio incuestionable.

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viernes, 17 de junio de 2011

El cerebro trabaja mejor bajo estrés

Solemos consolarnos con que para los chinos una crisis (imagen) es «un peligro que produce una oportunidad», sin embargo otros datos y razonamientos nos permiten llegar a la misma conclusión.

Aunque en principio «inspiración» significa el movimiento que hacen los pulmones cuando se expanden para forzar el ingreso de aire, también la conocemos como el estímulo interior que impulsa al artista a «encontrar» algo valioso que quizá no estaba buscando.

En otro artículo (1) les comentaba que algunos cerebros tienen la particularidad de que sus neuronas realizan conexiones involuntarias, creando asociaciones de ideas originales, novedosas, desconocidas hasta ese momento.

Naturalmente que este fenómeno observado con criterio cartesiano (2) rápidamente hace pensar en un fenómeno sobrenatural provocado por Dios, musa, numen.

Sobre estos temas gozamos de suficiente ignorancia como para que todos quedemos conformes adoptando tanto teorías materialistas como idealistas.

Sin embargo parece que la condición necesaria para ser creativos es la de tener un Sistema Nervioso Central porque muchos otros animales que lo poseen también son capaces de crear nuevas soluciones para sus problemas, especialmente referidos a buscar alimentación o refugio.

Y viceversa: los animales humanos también somos más creativos cuando estamos presionados por situaciones que ponen en riesgo nuestra supervivencia.

Hace tiempo publiqué un artículo (3) en el que les comentaba que la mayoría de las personas más creativas pertenecían a zonas geográficas de clima muy inhóspito o que las condiciones políticas los expusieron a los sufrimientos de la guerra, como es el caso de Europa, Estados Unidos, Japón.

Es posible suponer entonces que la creatividad es un fenómeno neuronal, que ocurre en algunas personas más que en otras y ahora agrego que estas ocurrencias (inspiración) aumentan en tiempos de crisis.

En suma: Más que un simple consuelo, es cierto que las crisis poseen efectos secundarios beneficiosos.

(1) Apuntes sobre la creatividad

(2) El dogma del dualismo cartesiano

(3) Algunos se calientan con la nieve

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jueves, 16 de junio de 2011

La regulación de las pasiones

Todas las clases sociales sufren una represión de sus pasiones.

No es pesimismo ni escepticismo: los seres humanos tenemos dificultades para convivir en paz.

Nuestras pasiones (amor, odio, ambición, codicia, celos, envidia) nos llevan a reacciones que en su mayoría son antisociales, destructivas, peligrosas. De las seis mencionadas entre paréntesis, sólo el amor parece la menos preocupante aunque si se frustra puede encender a las otras cinco.

Simultáneamente no podemos vivir aislados. El instinto gregario nos obliga a vivir juntos.

Con estos elementos podemos proponer —sin pesimismo ni escepticismo—, que estamos condenados a tener conflictos que estamos condenados a resolver porque estamos condenados por el instinto gregario a vivir juntos.

¿Entonces, cómo nos organizamos para que esta rutina esté más o menos organizada?

Propongo pensarlo de esta manera:

— Un grupo de personas está encerrada en cárceles. Fueron elegidas porque transgredieron leyes penales (robo, homicidio, violación);

— Un grupo de personas está encerrada en la pobreza. No sabemos por qué fueron elegidas para padecer esas limitaciones económicas, pero lo cierto es que se trata de un grupo generalmente mayoritario que cuando despliega sus pasiones humanas lo hace con mínimos recursos;

— Un grupo de personas está encerrada en la riqueza. Tampoco sabemos por qué fueron elegidas para padecer esas limitaciones económicas, pero lo cierto es que se trata de un grupo generalmente minoritario que cuando intenta desplegar sus pasiones humanas se ve amenazada por una educación que le impuso una mayor disciplina, su compromiso con la sociedad es máximo porque al tener solvencia económica es el blanco de máximas indemnizaciones, su patrimonio es muy vulnerable a la inconducta, cualquier error puede enviarlo rápidamente a la ruina económica, lo cual para su psiquis equivale a una muerte en vida.

— La clase media está sometida a una mezcla de los mencionados factores represivos.

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miércoles, 15 de junio de 2011

Dejad que los competidores se alejen de mí

Dentro de la selva capitalista la virginidad de María nos hace soñar con que deberíamos ser como Cristo, que no tuvo competencia ni del padre ni de hermanos.

Leí partes de la Biblia porque mi mamá me lo sugirió, quizá porque yo no me portaba tan bien como ella deseaba, porque se sentía en la obligación de educarme religiosamente o porque mi abuela había hecho lo mismo con ella.

Luego estudié la Biblia en el liceo (secundario). Esta instrucción formó parte de la larga lista de cosas que yo tenía que saber y que carecían de cualquier utilidad imaginable.

En ese entonces yo estaba perdidamente enamorado de una adolescente de apellido francés y de nombre romántico, su familia tenía campos, ganado, automóviles y para mí lo único importante era salir de la pobreza para poder ofrecerle algo que pudiera atraerla.

Sabía que leyendo la Biblia me alejaba del objeto de mi deseo.

Luego vino la etapa universitaria, revolucionaria, incendiaria, demoledora, castrista, sartreana y felizmente la aparición de una mujer con los pies en la tierra y con ganas irreductibles de formar una familia.

La necesidad de ganar dinero de verdad y dejar para más adelante el cambiar el mundo y construir el hombre nuevo, apareció nuevamente la Biblia.

Ante un inminente fracaso empresarial mi psicoanalista interpretó la desmoralización que me aquejaba diciéndome:

«La historia o leyenda de la Virgen María es el sueño de todo hijo que quiere ser único, sin competencia. Ella representa el mercado y tú aspiras a no tener competidores. Cristo ni siquiera tuvo que enfrentarse al padre porque San José no la había penetrado. Tu ahora sientes que es demasiado sacrificado tener que enfrentarte a los competidores que también quieren disponer del mercado para ellos solos como Cristo dispuso de la madre para él solo».

Nota: La imagen corresponde al óleo del pintor español Bartolomé Estaban Murillo (1617-1682), titulada La virgen de la servilleta.

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martes, 14 de junio de 2011

Ser rico sólo significa tener salud

Si podemos aceptar la hipótesis de que todo es orgánico y que el espíritu es una ficción, entonces riqueza es simplemente tener buena salud.

Podemos decir que alguien tiene riqueza desde por lo menos dos puntos de vista:

— Posee un patrimonio valuado en más de lo que posee el promedio de los otros ciudadanos;

— Posee un estado de ánimo que lo hace sentirse realizado, conforme, humanamente feliz.

La mayoría de las personas tiene una visión cartesiana de la realidad (1), esto es, cree que el ser humano está compuesto por dos partes: una material (el cuerpo) y otra inmaterial (espíritu).

Creo que esta premisa es falsa y que se sostiene a lo largo de los siglos porque nos conviene, nos gusta, nos permite creer en fuerzas mágicas omnipotentes, es coherente con la creencia en Dios como padre protector infalible que nos salvará de todo mal en tanto no hagamos algo que lo enoje.

Si pudiéramos desprendernos de esta interpretación fantasiosa de la realidad, tendríamos otra visión de qué significa poseer riqueza.

Con esta interpretación no cartesiana de la realidad, rico es quien tiene satisfechos sus necesidades y deseos con la tranquilidad de que sus futuras necesidades y deseos también serán satisfechos.

Esta situación es orgánica y no tiene nada de mágica ni espiritual ni inmaterial. Tiene riqueza quien posee la salud suficiente para seguir viviendo porque su respuesta a los obstáculos es eficiente, adecuada, oportuna.

Si cancelamos la existencia de algo tan poco explicable como son el espíritu, los poderes mágicos y el libre albedrío, podemos acceder a la riqueza de aceptarnos como somos, sin creernos superiores, sin temerles a otros que necesitan perjudicarnos para también sentirse superiores.

En suma: en un máximo de simplificación, ser rico es tener salud física (porque la psiquis también es orgánica).

(1) Matemáticamente, el cuco no existe

Pienso, luego ... sigo pensando

El dogma del dualismo cartesiano


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lunes, 13 de junio de 2011

El deseo de pagar

Todos deseamos gratificar de alguna manera a quienes amamos sin esperar a que ellos nos lo pidan. De modo similar, existen formas de vincularnos con nuestros clientes que también los inducen a pagarnos sin que intentemos cobrarles.

Es propio de un libro de autoayuda la frase que diga: «No debes preocuparte por buscar dinero. Él vendrá a tí.».

A un libro de autoayuda se lo reconoce porque mientras se lo lee nos invade la sensación de que ya logramos la solución a los problemas, pero una vez concluido todo queda igual que antes hasta el momento de leer otro libro de autoayuda.

Quienes los redactan aplican una fórmula que se basa en reavivar los residuos infantiles que tenemos según los cuales cualquier cosa es posible si trabajamos lo suficiente (voluntarismo). Logran convencernos de que los fracasos siempre son provocados por no usar las recetas del autor y que la muerte es el error más grave simplemente porque es el último.

Lo fascinante de este estilo literario (autoayuda) está en la habilidad del escritor para seducir con escenarios fantásticos presentados con realismo. La redacción simula los efectos de un video juego (Play-Station, Wii, Nintendo) porque el lector-jugador siente la ficción como real.

Sin embargo, algo de estas fantasías puede ser real.

En un artículo anterior (1) les decía que los proveedores tratan de elegir y retener a los mejores clientes a la vez que tratan de expulsar a los peores.

A los humanos nos gusta agasajar, regalar, premiar, aplaudir, halagar. Tenemos un fuerte sentido de gratitud hacia aquello que más nos sirve y no queremos perder.

El dinero, el salario, los honoraros, los premios económicos, nos llegan sin tener que ir a buscarlos cuando quien nos paga (cliente, empleador, paciente) se desvive por conservarnos como proveedor, empleado, asesor.

(1) El aprecio de los proveedores

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domingo, 12 de junio de 2011

La ignorancia de Estado

Los avances tecnológicos (celular, computadora) democratizaron el poder y los gobernantes necesitan compensar este desequilibrio inculcándonos la mayor ignorancia y mediocridad posibles.

Días atrás les decía (1) que el ser humano y cualquier otro ser vivo, trata de hacer lo menos posible para lograr su objetivo.

Los fenómenos naturales (viento, lluvia, sismos) no parecen regirse por ese criterio porque a veces pensamos que son innecesariamente devastadores, pero es posible pensar que tampoco ellos gastan energía de más.

El viento es un desplazamiento de aire generado por una pérdida de presión atmosférica. El aire corre hacia donde hace falta. Es un fenómeno compensatorio, nivelador, restablecedor de un equilibrio, ... pero la masa de aire que se desplaza para cubrir esa caída de la presión atmosférica es la mínima imprescindible. Cuando el desequilibrio deja de existir, el viento cesa.

En suma 1: es posible decir que todos los movimientos (de seres vivos o de objetos inanimados), siempre consumen el mínimo esfuerzo.

Ejercer el poder de gobierno es una tarea titánica. Los políticos que acceden a esos cargos no paran de aplicar criterios de ensayo y error para tratar de resolver el bombardeo de problemas que encuentran cada vez que se despiertan por la mañana.

Estos seres vivos de la especie humana (los gobernantes), tratan de resolver todo con el mínimo esfuerzo, aplicando el ingenio, la experiencia, la sabiduría, la violencia, la mentira, ... todo lo que pueda servirles sin consecuencias de lamentar (por ejemplo, no ser reelectos).

La informática, los avances en las comunicaciones están dificultando su tarea y algunos procuran compensar la pérdida de poder que esto les causa empobreciendo la enseñanza que reciben los ciudadanos para que la ignorancia contrarreste el poder que reciben al tener tanta información.

En suma 2: Si usted es un gobernado, comprenda que lo necesitan ignorante.

(1) Sobre la indolencia universal

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sábado, 11 de junio de 2011

El aprecio de los proveedores

Los controles de calidad se aplican a los proveedores (comerciantes, fabricantes, servicios) pero estos necesitan seleccionar a los mejores clientes-usuarios-pacientes para que su emprendimiento sea exitoso.

He comentado con ustedes (1) que en nuestra especie son las mujeres las que seleccionan a quien será el padre de sus hijos.

Les decía que a puro instinto ellas «se enamoran» de los varones que genéticamente podrán gestar ejemplares que mejoren la especie.

Este es un mandato de la naturaleza que ignoramos como lo ignoran el resto de las hembras de otros mamíferos.

En un nivel más consciente, ellas elogian que sea lindo, bueno, trabajador, cariñoso, protector, ni demasiado serio ni guarango, ni demasiado celoso ni indiferente y otras cualidades con las cuales ellas sentirán que su cuerpo se excita sexualmente, sienten el deseo de copular sin barreras anticonceptiva.

Cuando una mujer está conforme con el varón que eligió como padre de sus hijos, intentará retenerlo de la mejor manera que ella sea capaz.

Esa «mejor manera» dependerá de su inteligencia, habilidad y talento. Algunas son geniales y sutiles mientras que otras son torpes y brutas.

Si a todo esto le agregamos el infaltable factor «suerte», tendremos la explicación de por qué algunas parejas son más estables que otras.

De modo similar podemos decir que es el proveedor (comerciante, productor, industrial, profesional) quien elige al cliente.

Así como la mujer elige al varón cuya dotación genética le geste hijos sanos y bellos, el empresario trata de atraer a los clientes que enriquecerán su emprendimiento porque son capaces de reconocer y pagar generosamente lo que ellos son capaces de dar-fabricar-producir-resolver.

Por el contrario, mujeres y proveedores tratarán de alejar a quienes se caractericen por ser inútiles, inconvenientes, molestos, egoístas, desconsiderados, torpes, mediocres.

En general, es ventajoso ser reconocidos como buenos clientes, pacientes, cónyuges.


(1) Ellas tienen motivos para llorar ... y celar

«A éste lo quiero para mí»

«Soy celosa con quien estoy en celo»

«La suerte de la fea...»

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viernes, 10 de junio de 2011

Sobre la indolencia universal

Nuestra salud física y mental está en orden cuando procuramos hacer lo menos posible. Es la ambición la que nos convierte en esforzados trabajadores.

Es posible afirmar que todos somos igualmente vagos, indolentes y perezosos.

También es posible fundamentar esta afirmación, para lo cual comentaré con ustedes el siguiente razonamiento.

Nuestro cuerpo es el resultado final de una evolución de millones de años y por eso hoy en día está en su máximo nivel de desarrollo, lo cual no quiere decir que no siga evolucionando en los próximos milenios.

Esto significa que somos organismos con su máxima eficacia, es decir, nuestro cuerpo posee la «capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera», esto es conservar al individuo y a la especie.

Es condición de la eficacia que el proceso sea el más económico posible. Si conservar la vida del individuo y de la especie no fuera el más económico (con el mínimo gasto de recursos materiales y energéticos), no podríamos hablar de eficacia.

Les comentaba en el primer párrafo que todos somos igualmente perezosos y ahora voy al punto.

Es notorio que algunas personas son más trabajadoras que otras, que gastan más energía, recursos, que descansan menos, pero eso no quita que estén tratando de hacer siempre lo menos posible.

Lo que hace la diferencia es que ese que calificamos como muy laborioso, tiene unos objetivos de vida mucho más difíciles, complicados e inaccesibles que el otro que pasa muchas horas durmiendo.

Si alguien se deprime porque no es el dueño de una fábrica con mil obreros o lo único que desea es presidir el gobierno de su país, tratará de lograrlo haciendo lo menos posible que, inevitablemente, será mucho más que aquel otro que se conforma con ganar lo suficiente para autosustentarse sin pedir ayuda.

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jueves, 9 de junio de 2011

La trompa del elefante es un pene que da suerte

El dinero es asociado inconscientemente con la sexualidad especialmente masculina en cuanto a la relación billetes-espermatozoides. La superstición sobre el elefante de la fortuna corrobora esta fantasía.

El elefante es un animal que nos conmueve con mucha fuerza.

Es extraño, fuerte, enorme, pacífico. Se lo asocia con la suerte, con valores positivos: resistencia, longevidad, gran memoria.

En la India es utilizado para infinidad de propósitos, desde el duro trabajo hasta su endiosamiento encabezando ritos para los que son profusamente adornados con polvo de oro, plata, diamantes.

También es el medio de transporte de los grandes personajes humanos.

Los psicoanalistas estamos predispuestos a considerar que lo más importante para el ser humano es conservar su vida y la de la especie.

Por este motivo, por esta premisa fundacional de nuestras creencias-hipótesis, no podemos evitar la suposición de que el asombro y fascinación que nos produce este animal tiene mucho que ver con su trompa (probóscide) que nos recuerda un pene.

En otro artículo (1) he mencionado que el dinero puede ser comparado con el semen y observen que existe una superstición en gran parte de la humanidad según la cual trae buena fortuna en lo económico tener un pequeño elefante de cerámica (o cualquier otro material), con la trompa hacia arriba (¿erecta?), con un billete arrollado dentro de ella y apuntando hacia el centro de la casa.

La psiquis de quienes así proceden, sienten que colaboran responsablemente con el bienestar propio y el de la familia, si son trabajadores, cumplidores, eficientes, ahorrativos y poseen un elefante de la fortuna, con su billete arrollado en la trompa, el que preferentemente deberían renovar todos los días 29 de cada mes.

En suma: Podría ser este otro ejemplo que confirma la asociación inconsciente del dinero con lo sexual, con lo productivo y con lo reproductivo.

(1) Los espermatozoides monetarios

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miércoles, 8 de junio de 2011

Lo peor inmejorable

La huelga es una forma de lucha civilizada, propia de la democracia, pero que perjudica a quienes no tienen ni responsabilidad ni posibilidad de resolver algo. Lo peor es que nadie sabe cómo evitar las huelgas y perfeccionar la democracia.

Cuando los trabajadores integran un sindicato defienden sus intereses recurriendo a veces a la interrupción de sus tareas para presionar al empleador.

El procedimiento consiste en molestar a los usuarios para que estos se irriten y se enojen contra el proveedor que maltrata a los trabajadores.

La idea entonces es la de perjudicar al patrón, al empresario, al dueño, molestando a los clientes.

Es de suponer que el empresario tendrá miedo de que sus clientes lo abandonen y solucionará rápidamente los inconvenientes que han provocado la huelga.

Esta furia dirigida contra los dueños no es tan automática, ni tan generalizada, ni tan considerada.

Los ciudadanos que se ven privados del sistema financiero, los servicios médicos están restringidos a los casos de urgencia o los recolectores de residuos han convertido las calles y plazas en una pocilga, muy probablemente no razonen tanto como para culpabilizar a los máximos responsables de la situación (gobernantes, intendentes, directores de sociedades anónimas) sino que terminan enojándose contra los propio trabajadores.

El costo político que tienen los sindicatos suele ser muy alto y es frecuente escuchar en las filas de espera, en las paradas de ómnibus o en los medios de comunicación las peores ideas respecto a «…los trabajadores que dejan de cumplir sus obligaciones seguramente porque son unos vagos, que nada les viene bien, que tendrían que despedirlos».

La huelga y la democracia son las condiciones que permiten la ocurrencia de estas molestias, pero lo más grave es que por ahora no existen formas de lucha pacífica y de convivencia mejores que ellas.

Nota: La imagen es obra del pintor argentino Delesio Antonio Berni, titulada Manifestación.

Artículos vinculados:

La huelga de hambre y el chantaje

La lucha pasiva

Te perjudicaré obedeciéndote

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martes, 7 de junio de 2011

Las ganancias excesivas

La intención de perjudicar a un semejante sigue funcionando porque en algún momento cualquiera de nosotros procura aprovecharse de alguien que nos aventaja en malicia.

Es probable que nuestro hijo de seis años, con inteligencia normal, entregue su bicicleta a cambio de un vistosa figurita con la foto de un jugador de water-polo de Ucrania, calculando que poseer para siempre la imagen de un rubio enorme comiéndose una banana en actitud simiesca es algo fascinante y mucho más valioso que esa bicicleta que usa desde hace seis meses.

En su escala de valores hizo el gran negocio y no sólo poseerá el excelente trofeo sino que en las próximas reuniones familiares los padres orgullosos le pedirán que les cuente a los tíos una y otra vez, cómo fue que planificó y perpetró una transacción tan gananciosa.

Ya es lo suficientemente hábil como para esperar el mejor momento para comunicar la noticia. Quizá lo haga a la hora de la cena, interrumpiendo la discusión de los padres que tienen que renovar el contrato de alquiler con una suba en el precio que aún no saben si podrán pagar.

De paso aprovechará para que la hermana mayor se ponga verde de envidia y celos al ver que el más chico —a quien vive dando órdenes y denunciándolo con imperdonable infidelidad—, es mil veces más inteligente que ella y que tendrá un maravilloso futuro de prosperidad y que hará una gran fortuna dedicándose a negocios como este.

Con ese compendio de fantasías optimistas, cada uno se imaginará cuán doloroso será para este niño el aterrizaje en la realidad cuando los padres quieran matarlo por ingenuo y la hermana no pare de reírse de su hermano tonto.

¿Verdad que esto le puede pasar a cualquiera aunque tengamos veinte años más que nuestro amiguito?

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lunes, 6 de junio de 2011

La autocuración existe y es impopular

La autocuración existe pero no es rentable para las poderosas industrias de la salud y —peor aún—, nos debilita la deliciosa creencia en que podemos controlar la vida y la muerte.

Seguramente alguna vez utilizó varios métodos simultáneos para resolver un problema de salud.

El resfrío común, la gripe o la tos, nos inducen a poner en práctica las recetas de la abuela, de mamá, del jefe, de la compañerita más sexy, del compañero al que resulta más fácil decirle a todo que sí y del ocasional vecino de asiento en el colectivo porque, histérico al imaginarse invadido por millones de virus que lo sacarán de circulación por una semana, no sabe dónde meterse cada vez que usted estornuda, tose o se limpia la nariz ruidosamente.

Al final de esos siete o diez días de inflamación, decaimiento, que todo nos molesta, vuelve la salud. Casi la misma que teníamos antes de comenzar con los malestares.

El balance general nos termina confirmando que no sabemos qué fue lo que nos curó.

Existe una hipótesis muy probable pero que en general es descartada de plano. Según esta si no hubiéramos hecho nada nos habríamos curado en el mismo plazo y quizá también algunos días antes.

Hay dos poderosas razones para que no podamos imaginar que la autocuración existe.

1º) La industria farmacéutica, que integra el grupo de las tres más poderosas económicamente (las otras dos son la industria petrolera y la fabricación de armas).

2º) Sólo unas pocas tribus en vías de extinción confían en el poder casi mágico de nuestro sistema inmunógeno, capaz de curar desde un resfrío a un cáncer.

La necesidad de imaginarnos capaces de controlar nuestra vida (libre albedrío) nos condena a realizar miles de maniobras que entorpecen la solución que ya existe: la autocuración natural.

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domingo, 5 de junio de 2011

Las jefas de hogar crían hijos pobres

El natural conservadurismo femenino cría hijos propensos a la pobreza económica, inseguros, apáticos.

En otro artículo (1) les comento que los varones somos progresivamente más prescindibles (como ya lo son en el resto de la naturaleza).

Los avances tecnológicos permitirán que en poco tiempo será tan fácil fecundarse en el baño de la casa como hacerse un test de embarazo.

Postulo la idea de que si pudiéramos dejar de lado las creencias, prejuicios e ideologías que intoxican nuestra mente, podríamos aceptar serenamente que son las mujeres las que gobiernan el mundo humano, aunque los prepotentes varoncitos somos los que hablamos con más caudal de voz y damos portazos estruendosos.

Con el mencionado artículo pretendo decir que las mujeres suelen agruparse entre ellas (especialmente la madre con la hija) para obtener la fecundación de algún varón conveniente (físicamente sano y económicamente capaz de colaborar en la crianza de los hijos) para luego alejarlo y que deje de molestar con sus caprichos, exigencias, partidos de fútbol y otros asuntos que a las mujeres no les interesan.

En la crianza de los niños de ambos sexos donde predomine la presencia femenina, aumenta las posibilidades de que las nuevas generaciones sean más conservadoras, apegadas a las tradiciones, evitadoras de los riesgos, más precavidas.

Es cierto que las mujeres pueden criar por sí solas a los hijos, pero convengamos que no pueden ser tan varones como los mismos varones.

Los hijos son sentidos como muy vulnerables aunque ya sean adultos. Ellas son más arriesgadas con sus propias vidas que con estos otros seres (los hijos) cuya integridad, salud y bienestar siempre parecen depender de que ella esté ahí para aconsejarlos, observarlos, salvarlos.

Pero esa sobreprotección atrofia, subdesarrolla, infantiliza.


En suma: los niños de ambos sexos criados sin presencia masculina tienden a la pobreza.

(1) Los varones desechables

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sábado, 4 de junio de 2011

La propia putrefacción

El horror a la propia putrefacción por muerte nos aleja del dinero que puede ser el atractivo que nos «corrompa» o nos deje «podridos en plata».

En un artículo anterior (1) les mencionaba que a veces nos preocupan algunos pensamientos que son o parecen ser autodestructivos.

El propio vértigo es un temor a que un rapto de locura nos impulse a tirarnos al vacío.

Hemos aprendido —porque se respira en el aire de nuestra cultura occidental—, que los placeres nos llevan por mal camino.

La filosofía predominante dice que gozar, disfrutar de los placeres, darle satisfacción a nuestros deseos nos conduce inevitablemente a enfermarnos y sabemos que las enfermedades causan dolores ... y que los intentos de curarnos de la medicina suelen ser aún más dolorosos que la propia enfermedad.

La corrupción es ese fenómeno social con el cual algunos ciudadanos incurren en conductas deshonestas, delictivas, amorales, con el fin de enriquecerse.

Esas ideas de autodestrucción que mencionaba al principio suelen asociarse con el afán de enriquecernos utilizando la vía rápida, acortando camino, salteándonos los procedimientos más honrados porque son demasiado lentos y trabajosos.

Bajo este tipo de circunstancias alguien puede verse tentado a realizar ilícitos que aumenten sus ingresos violando la ley, traicionando la confianza, utilizando para sí dineros ajenos (públicos o privados).

La apropiación indebida de bienes ajenos es una forma de corrupción que está inducida por el deseo de enriquecer rápidamente, mejorar la calidad de vida, disfrutar de más y mejores placeres.

En nuestro idioma puede decirse que alguien está podrido en plata para significar que posee un gran patrimonio.

Observemos que esos pensamientos autodestructivos que mencionaba al principio, más las referencias a corrupción (descomposición) y estar podrido en plata aluden a muerte.

En suma: Es posible que algunas pobrezas patológicas existan para tomar distancia de este desenlace deseable pero mortífero.

(1) ¿Existe un instinto de muerte?

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viernes, 3 de junio de 2011

Las desilusiones según las aspiraciones

Si fracasamos teniendo modestas aspiraciones la desilusión es más dolorosa que si fracasamos teniendo aspiraciones muy ambiciosas.

Una persona dice: «Es muy poco lo que le pido a la vida. Tan sólo quiero encontrar una persona con quien vivir, hacernos compañía, desayunar juntos, hacer las compras, cocinar, limpiar, pasear, mirar televisión, ir al cine, visitar a nuestros amigos. ¿Es tanto lo que pido? ¿Por qué hace años que no lo consigo?»

Una persona dice: «Es muy poco lo que le pido a la vida. Tan sólo quiero encontrar a alguien que piense como yo, que tenga dinero, que podamos vivir en un palacio de mármol, con una cuenta bancaria abundante, que tenga belleza física, que sea buen amante, divertido, que me haga reír a menudo, que sea un monógamo fundamentalista, que me respete, me cuide, sea romántico, tenga buena cultura, que se lleve bien con mi familia, capaz de sorprenderme con actitudes originales, divertidas, que alegren mi vida. ¿Es tanto lo que pido? ¿Por qué hace años que no lo consigo?»

Quienes estamos abocados a conseguir el dinero suficiente para vivir dignamente, solemos hacer valoraciones erróneas y eso nos hace perder dinero, tiempo o entusiasmo.

En el primer párrafo oímos la voz de alguien que tiene modestas aspiraciones, no pide lujos, todos sus anhelos son accesibles. En el segundo párrafo estamos ante alguien que padece una ambición desmedida.

La pregunta que me hago en este artículo es: ¿Realmente es posible conseguir algo tan simple como una buena compañía o es más difícil que conseguir algo tan costoso como un multimillonario?

En suma: Quizá las modestas aspiraciones, cuando fracasan, nos producen un gran desánimo. Si fracasáramos conscientes de que pedimos demasiado, no sufriríamos tanto. Entonces, a la vida siempre tenemos que pedirle de más. Nunca de menos.

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jueves, 2 de junio de 2011

La biblia retocada

Los textos bíblicos también necesitan retoques por razones políticas, económicas y de marketing.

Mateo fue uno de los doce apóstoles elegidos por Cristo para salir a predicar su doctrina.

Casi todo lo que refiere al antiguo y nuevo testamento, es discutido, cuenta con varias versiones, no solamente porque son historias con más de 20 siglos sino además porque fueron escritos en lenguas de difícil o discutible traducción sino además por lo mismo que hoy los políticos cambian su discurso, apelando a que «no fue eso lo que quise decir», «mis palabras fueron sacadas de contexto», «eso nunca lo dije», «no ponga en mi boca algo que nunca pronuncié», «no recuerdo haber dicho semejante cosa», «los opositores hacen una interpretación tendenciosa, malintencionada y alevosa de mis ideas», etc.

Por haberme dedicado exclusivamente a investigar la relación que existe entre el dinero y nuestra psiquis, en varias oportunidades traje a colación algo que figura en el capítulo 19 (versículos 23 y 24) del Evangelio según San Mateo.

En ese lugar precisamente el escritor evoca una sentencia de Cristo realmente comprometida.

El hijo de Dios habría asegurado que sería más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico por la puerta del cielo.

Como vemos, hoy en día, interpretando linealmente la idea, estamos entendiendo que los ricos están condenados a perderse los beneficios del cielo, paraíso, vida eterna.

Puesto que la iglesia necesita que los ricos la apoyen económicamente, aparecieron por lo menos dos reinterpretaciones que suavizan definitivamente una sentencia tan terrible:

Los traductores tradujeron por camello una palabra que en realidad quiere decir cabo grueso usado en la marinería y tradujeron por ojo de la aguja donde debió decir puerta pequeña.

De esta forma, los ricos se sintieron incluidos y continuaron haciendo donaciones.

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miércoles, 1 de junio de 2011

El varón imita la audacia de su padre

El varón está mejor dotado para ser conquistador, luchador, defensor y proveedor de proteínas para su familia. Así intentará educar a sus hijos varones para que lo imiten.

Según parece se logra una mejor calidad de vida con audacia que con indecisión.

Un refrán dice «Quien no arriesga, no gana» y parece acertado en cuanto a que la actividad es más productiva que la quietud y que el miedo es paralizante, por lo tanto quien esté gobernado por el temor, seguramente hará pocas tentativas de conquistar, ganar, llegar, conseguir, acumular, proteger y otras acciones que parecen directamente vinculadas a la obtención y conservación de un patrimonio.

Claro que no importa cómo el temeroso evalúe su conducta porque nueve de cada diez, buscarán la forma de justificar su falta de iniciativa, despreciando —por ejemplo— la vida cómoda o denostando contra los conquistadores o condenando religiosamente a quienes «nunca pasarán por la puerta del cielo» (1).

En algunos artículos anteriores (2) describí cómo podría ser una familia psicoanalíticamente mejor constituida, para que la salud mental de cada uno y del grupo acceda a los mejores niveles.

Por naturaleza, el temperamento femenino es más conservador que el masculino aunque convengamos que el proceso de gestación y parto constituye una exposición bastante riesgosa, que sólo queda superada porque el instinto maternal las obliga a embarcarse en ese emprendimiento más de una vez.

En ese modelo propuesto de familia bien constituida, el padre debería ser alguien que se arriesga personalmente para obtener lo máximo y lo mejor para que el nivel de vida de su familia sea excelente.

A su vez, el trato que tendrá con sus hijos varones procurará inducirlos a la imitación, impulsándolos a que no sean miedosos, que superen la timidez, que soporten las pérdidas, que sean combativos física y discursivamente.

(1) Alusión a lo dicho por Cristo: «Pasará más fácil un camello por el orificio de una aguja, que un rico por la puerta del cielo». (Evangelio San Mateo capítulo 19, versículos 23 y 24).

(2) La familia psicoanalítica

Freud y Drácula

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