El dinero y el honor son elementos remunerativos complementarios y excluyentes: Cuando abunda uno, escasea el otro y viceversa.
Les propongo una consigna: El honor sustituye al dinero y el dinero sustituye al honor. Por lo tanto, el dinero y el honor son equivalentes aunque incompatibles (cuando está uno, el otro debe ausentarse: no se llevan bien).
Los combatientes, revolucionarios, guerrilleros, que luchan para alcanzar el triunfo de su ideal, se conforman con tener algo de comida para subsistir, pero más les interesa tener recursos económicos para continuar luchando.
Los militares que hacen una carrera profesional e integran los ejércitos nacionales, suelen tener un elevado sentido de patriotismo aunque necesitan cobrar un salario digno para solventar sus gastos personales y familiares.
Los mercenarios pueden tener algunos ideales pero su principal compromiso es con la abundancia de dinero que puedan cobrar de sus ocasionales contratistas.
Si lo llevamos a los números, el guerrillero no cobra nada, el militar empleado público quizá cobre 50 dólares diarios y el mercenario entre 1.000 y 2.000 dólares diarios.
Les propongo pensar que los integrantes de las tres categorías tienen ingresos similares, aunque los guerrilleros reciben mucho honor y poco dinero así como los mercenarios reciben solamente dinero y nada de honor.
Podemos hacer un razonamiento similar comparando a las mujeres que viven con su esposo, y las prostitutas.
Una mujer que ama a su compañero, entrega todo de sí para que la familia esté bien, disfrute de la vida y probablemente tolere con paciencia las dificultades económicas que no puedan evitar.
Una mujer trabajadora sexual condiciona su trabajo a los honorarios que cada cliente esté dispuesto a pagarle.
Es posible repetir la conclusión: ambas tienen ingresos similares en tanto una se gratifica con el honor y la otra con una cantidad de dinero equivalente.
(Este es el Artículo Nº 1.510)
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