viernes, 28 de febrero de 2014

Las desigualdades socio económicas explicables


Efectivamente, existen personas que ganan, razonablemente, mucho más que otras.

¿Cómo alguien puede llegar a tener una gran fortuna?

Por supuesto no daré una fórmula porque no la tengo. La intención de este artículo es describir un posible proceso de enriquecimiento.

Mariana es una joven que, desde pequeña, demostró gran aptitud para la música, el canto y el baile. Vivía en un país con muchos habitantes pero con muy pocos artistas. Los padres y ella llegaron a ese lugar desde muy lejos. Todos los familiares estaban dispersos en el mundo pues cada uno salió a buscar mejores condiciones de vida a la que tenían en su patria.

El sueño de Mariana era ver la alegría de los padres si pudieran reencontrarse con aquellos hermanos, tíos, padres, abuelos, que se habían separado cuando la niña emigró al lugar donde vive.

La muchacha comenzó a apasionarse más y más con las expresiones faciales de ese imaginario reencuentro y cada vez deseaba con mayor fervor encontrar la manera de traer a toda aquella gente para vivir sus últimos años al lado de ella y de los padres.

Estuvo sacando cuentas y llegó a la conclusión de que necesitaría 2.000 unidades monetarias (dólares, libras, euros, la moneda que usted quiera imaginar).

Para conseguir esos 2.000, ella tendría que trabajar dos mil horas, pues cada hora de trabajo se pagaba 1 unidad monetaria.

¿Cómo hacer algo tan trabajoso? Finalmente encontró la solución. Daría un concierto de una hora, de tal forma que, en tan breve lapso, ella pudiera exhibir su arte a 2.000 personas, cada una de las cuales pagaría 1 unidad monetaria por concepto de entrada al espectáculo.

Como vemos, en esa ciudad, cada entrada a un espectáculo artístico valía lo mismo que una hora de trabajo de cualquier otra persona. Sin embargo, como Mariana actuó una hora ante dos mil personas que la disfrutaron durante el mismo tiempo, ella terminó recibiendo la suma pagada por los dos mil asistentes.

Lo importante ya está dicho, pero para que usted no quede incómodo le digo que la muchacha pudo cumplir su sueño de reunir a todos los parientes.

El motivo del artículo es comentar una forma de ganar mucho dinero en poco tiempo.

Como se desprende de la historia, Mariana ganaba por hora lo mismo que 2.000 personas. O sea: ella ganaba 2000 veces más que cualquiera de los que asistieron al concierto.

Acá tenemos una explicación de cómo un ser humano puede ganar 2000 veces más que otros. También tenemos acá que esa situación pudo lograrla solo una persona (Mariana) entre dos mil trabajadores comunes (los asistentes a su concierto).

Ahora, dos comentarios finales:

1) Podríamos decir que Mariana ganaba dinero como lo ganan las personas  ricas y que los dos mil asistentes a sus conciertos ganaban dinero como lo ganan las personas pobres;

2) Auto obsérvese cómo una situación tan elemental se vuelve difícil de entender porque a todos nos cuesta manejar los asuntos de dinero.

(Este es el Artículo Nº 2.136)


jueves, 27 de febrero de 2014

Los especialistas se oponen al progreso


La memorización por repetición de una misma tarea es lo que transforma a ciertos ciudadanos en especialistas. Estos, saben mucho de pocas cosas y además se oponen tenazmente a los cambios tecnológicos o metodológicos generados por el progreso.

Si hiciéramos una traducción literal, la expresión francesa par coeur, en castellano significaría «de corazón», sin embargo ellos la utilizan para significar «de memoria».  Por ejemplo, si buscamos en el traductor de google la expresión «étudier par coeur», nos devuelve «estudiar de memoria».

Todos sabemos que la insistente repetición de una palabra o de una acción termina por convertirse en algo que recordamos. Parecería ser que para los franceses esa recordación es un fenómeno cardíaco. Sin embargo, es más probable que la expresión no se refiera al órgano anatómico sino a su condición de representante de las pasiones humanas.

En otras palabras, es legítimo pensar que los franceses...y cualquier otro ser humano, aprendemos de memoria, o más simplemente, «aprendemos» (a secas), lo que deseamos hacer muchas veces, lo que podemos encarar con pasión.

En lo que sí podemos apelar al corazón, como víscera, es en que, de tanto hacer lo mismo, nuestro cuerpo termina transformándose adaptativamente.

Por ejemplo, alguien que trabaja mucho con las manos, verá cómo estas aumentan de tamaño, de fortaleza, la piel se endurece si la tarea demanda una mayor protección. Seguramente, las manos de un trabajador manual están bien irrigadas por el sistema circulatorio, los músculos están tonificados, el sistema nervioso mejora la sensibilidad en esa zona. En suma: la repetición desarrolla el órgano más usado. Si lo que repetimos es un concepto, alguna parte del cerebro también se transformará para que esa idea sea evocada con mayor facilidad, es decir, se memorice.

Estas ideas de irrigación sanguínea, de repetición y de memorización, están, como dije, vinculadas al fenómeno adaptativo y esto justifica por qué un trabajador que realiza la misma tarea durante mucho tiempo termina mejorando su desempeño porque, mental y orgánicamente, está adaptado a realizarla.

Simultáneamente, a medida que alguien se especializa en una determinada actividad, también pierde destreza para todas las demás. Por esta especialización que nos ocurre, es que:

1) Alguien deja de ser una persona que sabe trabajar la madera para convertirse en un «carpintero». Deja de ser un ciudadano como cualquier otro y se convierte en un «carpintero».

2) Cuando alguien deja de ser un ciudadano común para convertirse en algo más específico, decimos de él que tiene ese atributo (dibujante, ingeniero, madre);

3) Esto también explica por qué existe la tradición de que alguien con mucha experiencia tenga salarios superiores a los novicios y también explica por qué es tan difícil conseguir trabajo para una persona que sabe mucho de un cierto oficio y casi nada de cualquier otra tarea;

4) Los cambios tecnológicos o los cambios en los sistemas de trabajo, generan desocupación en las generaciones adaptadas a la antigua modalidad y esta pérdida de trabajo es un motivo objetivo y comprensible de por qué los expertos son personas particularmente opositoras a los cambios, a los avances, al progreso.

En suma: los especialistas son enemigos del progreso.

(Este es el Artículo Nº 2.135)


miércoles, 26 de febrero de 2014

El dinero equivale a votos electorales


Después de muchas décadas de equilibrio en el reparto del poder, (Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Prensa), vuelve a concentrarse, ahora en manos  del poder financiero, desequilibrando otra vez la toma de decisiones.

En un artículo de reciente publicación (1), les comentaba:

«Lo que en realidad hace un inversor es dar una orden a muchos trabajadores para que hagan la tarea que es el objetivo de la inversión, por ejemplo: “construyan una escuela”, cuando invierte en educación; “planten árboles”, cuando invierte en forestación, etc.».

Hace muchos años, en Uruguay, la democracia representativa tenía un defecto gravísimo: los grandes empresarios concurrían al lugar de votación con sus empleados para que estos votaran al candidato que el patrón les ordenaba.

La solución que se encontró fue perfeccionar las condiciones del voto secreto. El organismo encargado de organizar el acto eleccionario (Corte Electoral) toma todas las precauciones para que los ciudadanos sean realmente libres de votar a quien quieran, sin tener que obedecer órdenes de nadie.

Como digo en el artículo mencionado al principio, los inversores son, en última instancia, personas que determinan dónde se aplicará el trabajo que está representado en el dinero que ellos invierten.

Obsérvese cómo a veces la historia se repite, con ligera variantes, pero se repite.

Quizá fue en el siglo 19 cuando se hicieron los intentos más serios de esparcir el poder y mejorar el sistema democrático. La creación de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, permitió un mejor equilibrio en la toma de decisión. A eso correspondería agregar el concepto libertad de expresión que, en los hechos, consolidó un cuarto poder: la prensa.

Todo esto funcionó más o menos bien, pero desde hace unas cuantas décadas el poder volvió a concentrarse y las decisiones volvieron a desequilibrarse porque ahora los únicos que gobiernan cualquier nación son unos pocos capitalistas de enorme fortuna. Usted habrá oído hablar del poder financiero.

En suma: aquellos ricos que les ordenaban a sus trabajadores que votaran al candidato que les daría más riqueza, ahora vuelven a hacer lo mismo si tenemos en cuenta que el dinero es, en realidad, trabajo acumulado.

El poder financiero funciona como si fueran los gobernantes absolutos de millones de trabajadores que, virtualmente colocan en las urnas de votación lo que el amo (el banquero, administrador de esa fuerza laboral concentrada en cada billete), les ordene.

Desde otro punto de vista, si un inversor dice dónde financiará construcciones que darán ocupación a los ciudadanos de un país, le pondrá condiciones al gobernante, que este no tendrá más remedio que obedecer.


(Este es el Artículo Nº 2.134)


martes, 25 de febrero de 2014

La ignorancia que necesita nuestra especie


Quizá necesitemos ignorar por qué existe la desigualdad socio-económica generadora de ricos y de pobres.

Les planteo una hipótesis que podría explicar la existencia de la pobreza.

1) Aunque somos animales mamíferos como tantos otros (perros, gatos, caballos), ninguna de las otras especies sufre tanta desigualdad en la disponibilidad de recursos como sufrimos los humanos. Por lo tanto, además de diferenciarnos porque hablamos, hacemos grandes construcciones y vivimos muchos años, también nos caracterizamos porque entre nosotros existen desigualdades significativas en la posesión de bienes;

2) Aunque existen muchas especies, —mamíferas o no—, que son gregarias (que viven en grandes comunidades), los humanos funcionamos como un todo, es decir, mantenemos una interacción entre los ejemplares que nos lleva a funcionar como si la especie fuera un gran organismo, que tiene cabeza, cuerpo, órganos vitales, aparato circulatorio;

3) Por esta condición de formar un gran organismo, cada uno de nosotros participa (sin darse cuenta) ejerciendo algún rol, ya sea de mando, de ejecución, de administración, de combate, de salvataje, de gestación de nuevos ejemplares, de curación, de legislación, y muchos otros;

4) Por esta condición de formar un gran organismos y de tener asignados roles, también tenemos asignados recursos materiales que determinan nuestras condiciones de vida. Sin que aun podamos explicarlo, muchos tienen que ser pobres, muchos menos tienen que ser ricos y varios tienen que tener posesiones de nivel intermedio. Proporcionalmente, muy pocos ejemplares migran de una condición a la otra, aunque todos deseamos la riqueza y huimos de la pobreza.

Como en un organismo humano, el aparato circulatorio de la especie nos asigna desiguales cantidades de sangre a cada ejemplar-célula.

En suma: así funciona nuestra especie. Esa desigualdad nos provoca reacciones necesarias para el funcionamiento orgánico. Si encontráramos una explicación satisfactoria sufriríamos un daño importante porque una parte de la energía vital surge de la disconformidad y de luchar por mejorar o defender nuestra situación. La incomprensión del fenómeno nos mantiene activos. Si lo entendiéramos perderíamos esa parte de la energía vital.

(Este es el Artículo Nº 2.133)


lunes, 24 de febrero de 2014

La voluntad de los poderosos


Las declaraciones voluntaristas de Ban Ki-moon son, para los más desfavorecidos económicamente, como un salvavidas de piedra para quien se está ahogando.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon (nacido en Corea del Sur en 1944), en un mensaje para conmemorar el Día Mundial de la Justicia Social, indicó que la brecha entre ricos y pobres se expande no sólo entre países, sino también dentro de estos. Destacó que las circunstancias en que una persona nace, donde vive o a qué género o grupo étnico pertenece no deben nunca determinar el nivel de sus ingresos o su acceso a la educación, servicios de salud, trabajo decente, vivienda, agua potable o participación política.

Esta información la extraje del diario digital El Arsenal.net, en su edición del 24-02-2014.

Es importante que exista un Día Mundial de la Justicia Social para asegurarnos de que la INjusticia social tendrá larga vida, en tanto este objetivo (lograr la Justicia Social) nunca podrá ser alcanzado dedicándole un día por año.

Al día siguiente de realizar los actos protocolares que se acostumbran en estos organismos mundialmente inútiles, todos habremos lavado nuestros pecados y seguiremos participando en la Injusticia Social, aunque solo sea como testigos irresponsables, es decir, cómplices.

¿Así que, según Ban Ki-moon, las circunstancias en que uno nace, dónde vive o a qué género o grupo étnico pertenece, no deben nunca determinar el nivel de sus ingresos o su acceso a la educación, servicios de salud, trabajo decente, vivienda, agua potable o participación política?

Parecería ser que “no deben nunca determinar” porque él lo dice, como un Dios que dijera “Hágase la luz” (y la luz se hiciera).

Los hechos parecen insistir en que todos esos factores que Su Majestad de la ONU enumeró, sí determinan y lo hacen fuertemente.

Propongo pensar que estos disparates sean desoídos, que no formen parte de lo que hablamos y escribimos para que las cosas mejoren. ¿Cuánto tiempo perdemos anestesiados por una alocución tan fuera de lugar, por el solo hecho que proviene de una personalidad importante?

Lo que dice Ban Ki-moon equivale a decir que las circunstancias personales nunca deben determinar cómo nos va en la vida. Para él, no es relevante ser católico en Israel, enano en los países nórdicos, tonto en una colectividad híper-competitiva, homosexual en una comunidad homofóbica, torpe pero con vocación deportiva, sordo o miope en cualquier país.

Según este gran personaje de una gran institución (lo digo con ironía), ninguna diferencia debe importarnos porque para eso están las intenciones igualitarias de los híper poderosos y voluntaristas.

Este tipo de declaraciones son, para quienes sufren la peor parte de las desigualdades en la distribución de la riqueza, como tirarle un salvavidas de piedra a quien se está ahogando.

(Este es el Artículo Nº 2.132)


domingo, 23 de febrero de 2014

Mitos sobre las causas de la pobreza


Las explicaciones de las causas de la desigualdad distributiva de la riqueza, son en realidad relatos, leyendas, mitos, que integran la sabiduría popular, pero carentes de indiscutible veracidad.

La pobreza es un problema por varios motivos. Uno de ellos, quizá el más importante, es que nos molesta a muchos, seamos pobres o no. Para algunos no es un problema porque no les parece un fenómeno relevante.

Por lo tanto, la pobreza es un problema solo para quienes nos sentimos molestos con su existencia, seamos o no pobres.

Lo digo de otro modo: no es obligatorio sentirse mal con que existan personas que no tienen nada junto a otras que tienen demasiado, así como para muchos no es un problema la existencia de desiertos, ni de océanos, ni de países con un territorio mínimo y otros con un territorio enorme, ni tampoco es irritante que existan países súper poblados junto a otros con muy baja densidad poblacional, ni que existan ejércitos con más cantidad de efectivos que la población total de algunas naciones y así por el estilo, las infinitas asimetrías que podamos observar en aspectos tan importantes como son la belleza, la salud, la inteligencia, la resistencia a la fatiga, las destrezas deportivas, la perspicacia, la creatividad, el desempeño artístico.

En suma: tenemos alergias específicas pero no somos alérgicos a todo. Algunas desigualdades nos molestan y a otras no les prestamos atención.

Precisamente la alergia es una sensibilidad inexplicable. Quienes intentan disminuir las molestias que provocan solo actúan por ensayo y error. Si algo da resultado, entonces ese algo podría ser una solución, pero sin que podamos saber a ciencia cierta por qué hace bien en tanto no sabemos qué es eso que alivia la alergia.

Como nuestra mente puede sufrir de horror al vacío, cuando no sabemos algo inventamos una explicación. Esta explicación tiene un estilo literario similar a un relato, a una leyenda, a un mito: debe ser verosímil, coherente, incluir datos probadamente conocidos y, sobre todo, debe ser fácil de comprender para muchas personas para que pueda ser incluido en la sabiduría popular.

Por ejemplo, no sabemos por qué el dinero se distribuye de manera tan despareja como la población, la inteligencia, la fertilidad de las tierras. Como necesitamos saber por qué ocurre eso que tanto nos irrita a una mayoría, inventamos relatos según los cuales los ricos roban a los pobres, suponemos que están mal distribuidas las oportunidades, pensamos que los políticos son corruptos y que abusan de los más débiles (los pobres) para favorecer a quienes les entregan sustanciosas coimas (los ricos).

Este relato tiene todos los ingredientes necesarios: es verosímil, coherente, atractivo, emocionante, incluye algunos datos confirmados, pero es un relato. Si fuera la verdad ya habríamos terminado con la irritante desigualdad distributiva.

(Este es el Artículo Nº 2.131)


sábado, 22 de febrero de 2014

Quién provocó esa lágrima

Es interesante saber que, cuando creemos ser la causa de alguna lágrima, estamos equivocados: nadie lloró, ni llora, ni llorará por nosotros.

Una de las tantas curiosidades que nos señala el psicoanálisis refiere a que nadie derrama una lágrima por pesares ajenos.

Cuando lloramos en el cine, ante una telenovela, leyendo un libro, escuchando una triste historia, mirando un cuadro, escuchando alguna melodía, siempre, (dije: siempre), lloramos por nosotros mismos.

Más de la mitad de la población mundial, con especial énfasis en las culturas hispano parlantes, está segurísima de que es posible llorar por dramas ajenos. Pues no es así: toda lágrima es originada por dolores personales y ninguna lágrima es originada por dolores ajenos.

Lo que puede llevarnos a confusión es que, a veces, nos angustian problemas ajenos (enfermedades, muertes, pérdidas). En estos casos, nuestro pesar surge por identificación con la víctima; nos duele profundamente imaginarnos en su lugar. Por algún resorte propio de nuestra psiquis, somos capaces de confundir datos que parecen tan claros como son «tú y yo».

Este fenómeno participa en otra extraña, pero frecuente, situación en la que alguien afirma negando («¿no es verdad?»), o junta el sí con el no, como si fueran sinónimos («No lo hizo Juan, sino Pedro»), o pide información por la contraria («¡No me digas!»).

Resumiendo, nuestra mente ve dificultada su eficacia porque confunde el «si» con el «no», generando las condiciones para que luego también confundamos yo con no-yo. En otras palabras: perdemos noción de identidad, dudamos sobre quién es quien.

Estas son algunas razones por las que suponemos que lloramos por dramas ajenos, desconociendo que jamás derramamos una sola lágrima que no sea por algo que nos concierna en exclusividad.

¿Para qué sirve este comentario referido a nuestra ambivalencia (si-no) y a cómo confundimos yo con no-yo? Ignoro para qué sirve porque millones de personas nacen, viven y mueren sin enterarse para quién trabajaron sus glándulas lacrimales.

Claro que, como el saber no ocupa lugar, para alguien puede ser interesante discernir claramente por qué llora. Sobre todo es interesante saber que, cuando creemos ser la causa de alguna lágrima, estamos equivocados: nadie lloró, ni llora, ni llorará por nosotros.

Esta noticia es muy tranquilizadora para algunos, pero algo deprimente para otros. En particular, algunos podrán sentirse liberados de algunas deudas morales, por ejemplo, cuando nuestro acreedor dice haber llorado por nuestra culpa y pretende cobrarnos dicha secreción.

Pensándolo bien, no es tan inútil este comentario.

Me quedo más tranquilo.

(Este es el Artículo Nº 2.130)


viernes, 21 de febrero de 2014

Un inversionista comanda un ejército de trabajadores

Lo que en realidad hace un inversor es dar una orden a muchos trabajadores para que hagan la tarea que es el objetivo de la inversión, por ejemplo: “construyan una escuela”, cuando invierte en educación; “planten árboles”, cuando invierte en forestación, etc..

Dejemos volar nuestra pesada inteligencia, como si fuera Dumbo, aquel elefante de Walt Disney que se valía de sus enormes orejas como si fueran alas.

Dumbo representa a la inteligencia, precisamente por lo pesada, por cómo aplasta todo lo que pisa. La imaginación vuela como una mariposa.

Es la cultura occidental, en la que vivimos, la que privilegia a la inteligencia y subestima a la imaginación. Quizá sea por esto que la creatividad es tan escasa y quizá también sea por esto que pasamos siglos repitiendo los mismos razonamientos, incapaces de levantar vuelo. Somos tan conservadores que la imaginación nos provoca vértigo.

Desde acá, sin arriesgar nada, imaginemos algo inteligente.

Es posible pensar que el dinero es trabajo. Solo tenemos dinero cuando trabajamos. El valor del dinero está dado por el trabajo que representa.

Expresado en forma sencilla, los 1.000 que me paga mi empleador a fin de cada mes, equivalen al esfuerzo que hice para ganarlos. Si los gastara íntegramente en la compra de algún objeto, este objeto tendría ese valor porque la persona que lo hizo también cobró 1.000.

Claro, al expresar esta idea de forma tan sencilla estamos dejando de lado una cantidad de otras intervenciones humanas, por ejemplo: fabricantes de insumos, transporte del objeto, fabricación de los billetes, policías que cuidaron que nadie robara, alquiler del local donde estuvo guardado entre que se terminó de construir y el momento en que pasó a mis manos, y así, una larga lista que fragmentan esos 1.000, dada la cantidad de trabajadores que intervinieron en la fabricación del objeto que se terminó vendiendo en 1.000.

Esos 1.000 condensan el trabajo de muchas personas.

La idea, un poquito novedosa, que deseo compartir con usted es la siguiente:

Cuando una persona tiene dinero, en realidad tiene el poder de la cantidad de trabajadores que intervinieron para formar ese valor.

Cuando llega un inversor con su dinero, lo que en realidad trae es como un ejército de trabajadores capaces de producir. Al traer el condensado de trabajo (dinero), lo que en última instancia trae el inversor es ese trabajo comprimido en el valor de cambio que poseen los billetes.

En suma: podemos pensar, como para entender algo sobre qué es el dinero, que este representa a los trabajadores que fueron capaces de generarlo. Podemos pensar que un capitalista dispone de muchos trabajadores que lo obedecen. El puede ordenarles:  “construyan esa escuela”, “fabriquen muebles de madera”, “planten hortalizas”... Todos los imaginarios trabajadores harán lo que el capitalista les ordene (según dónde esté invirtiendo su dinero).

(Este es el Artículo Nº 2.129)


jueves, 20 de febrero de 2014

El dinero es un instrumento bueno

De alguna manera, el Papa Francisco I propone trabajar gratis, o no estamos entendiendo qué quiere decir.

El próximo 25 de febrero de 2014, será presentado en el Vaticano un libro escrito por el cardenal alemán Gerhard Müller (imagen), titulado:  Pobre para los pobres. La misión de la Iglesia.

El título del libro evoca una de las primeras declaraciones del flamante papa Francisco I, en marzo del 2013: "¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!"

Del prólogo, redactado por el Papa, extraigo este pensamiento suyo: «el dinero es un "instrumento bueno en sí mismo" pero, si no es ofrecido a los demás, se vuelve contra el hombre».

Comparto con ustedes unos comentarios:

Es un gran avance que la principal autoridad moral de los católicos diga expresamente "el dinero es un instrumento bueno en sí mismo".

Como digo, es un avance, especialmente si tenemos en cuenta dónde están parados los más espirituales, esto es, repudiando «el vil metal» (como suelen llamarlo).

Otra frase importante: "¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!" No es mucho lo que pueden hacer los curas sin recursos materiales. Ni los curas ni nadie. Quizá lo que quiso decir Francisco I es «Cómo quisiera una Iglesia rica (como la que tenemos) para (empezar a) ayudar a los pobres».

Otra idea valiosa: «si (el dinero) no es ofrecido a los demás, se vuelve contra el hombre». ¿Estaremos refiriéndonos al mismo ser humano o él está pensando en algún otra especie? ¿Usted se imagina qué pasaría si ofreciéramos nuestro dinero? Dependiendo de la fortuna de cada uno, ingresaríamos en la indigencia en no más de 30 segundos, gracias a lo cual, pasaríamos a ser los menesterosos que otros tendrían que ayudar.

Imaginemos: Si un partido gobernante, —a quien el pueblo le pide que haga algo para contener una ola delictiva—, propone la inmediata evangelización de los encarcelados actuales y también de los que alguna vez estuvieron presos, ¿cuánto mejoraría la seguridad ciudadana?

Lo que intento decir es que los humanos no somos generosos por una simple razón: SOMOS DÉBILES, nacemos prematuros, necesitamos dos décadas para convertirnos en adultos jóvenes. Con esta debilidad congénita, ¿alguien puede pensar seriamente que vamos a ofrecer el dinero que tanto nos cuesta ganar?

Con este tipo de política, expuesta desde la máxima autoridad eclesiástica, que llega a muchos millones de fieles (1.214 millones de bautizados en 2011), la Iglesia Católica está patrocinando más pobreza (¡cada vez tenemos más pobres!), así como el imaginario Ministro de Seguridad Interior tendría una pésima gestión si solo tratara de persuadir a los humanos delincuentes que comiencen a portarse mejor.

Las referencias fueron tomadas de INFOBAE  del 19-02-14

(Este es el Artículo Nº 2.128)


miércoles, 19 de febrero de 2014

El realismo de la realeza del rey

Propongo una hipótesis según la cual, la pobreza está fuertemente vinculada a la pérdida de realidad, al excesivo idealismo y a la delirante espiritualidad.

Imaginemos un gran palacio, rodeado de muros muy elevados, como los que tienen las cárceles, pero destinados a que nadie entre, en vez de estar destinados, como en las cárceles, a evitar que alguien salga.

De más está decir que esta situación ocurre así porque dentro del palacio todos viven mejor que afuera de los muros, mientras que dentro de la cárcel todos viven peor que adentro de los muros.

Uno de los sentimientos que impulsa ingresar o egresar, según los casos mencionados, es la envidia. Los que están afuera del palacio envidian a los que están adentro y quieren entrar, mientras que los que están adentro de la cárcel envidian a los que están afuera y quiere fugarse.

Como toda regla general, existen excepciones: algunos que lograron ser aceptados para vivir en el palacio finalmente desistieron y prefirieron volver a vivir con el pueblo, así como algunos que lograron pagar la deuda con la sociedad y fueron aceptados por esta en calidad de ex-convictos, luego reincidieron en la actividad delictiva e ingresaron nuevamente a la cárcel.

Si logramos comunicarnos en este planteo, casi gráfico, del palacio y la cárcel, pasaré a compartir un comentario para que usted lo juzgue con su criterio personal.

En el palacio vive un rey con su corte, compuesta por familiares, colaboradores, auxiliares, artistas, asesores y algunos inútiles pero simpáticos.

Todo lo que concierna al rey merece el nombre de «realeza» y decimos que algo es «real» cuando proviene del rey.

«Realeza» y «realidad» significan cosas muy similares. Quizá, en su origen, los hispanoparlantes quisieron creer que las ideas del rey siempre eran buenas porque estaban inspiradas en la realidad.

Es posible pensar que en ese mundo inconsciente que nos gobierna, tan determinado por fenómenos lingüísticos, (como son el significado de las palabras, pero también por su etimología y hasta por las proximidades fonéticas), hayamos intuidos que la riqueza, el confort, el bienestar, la calidad de vida, están del lado de la realidad, mientras que la pobreza, la incomodidad y demás inconvenientes derivados de la escasez de recursos materiales, están fuera del castillo, alejados de la realeza y de la realidad.

En suma: es probable que la pobreza sea un fenómeno vinculado con el idealismo, con el alejamiento de la realidad material.

Es probable también, que los clérigos de más alto rango se alojen dentro del palacio porque a esa investidura la lograron asumiendo más realismo que los sacerdotes más idealistas.

(Este es el Artículo Nº 2.127)


martes, 18 de febrero de 2014

El rendimiento del ser humano y del dinero

Los trabajadores que contratamos no se desempeñan siempre igual a lo largo de la jornada o a lo largo de la semana, sin embargo nuestro dinero siempre vale lo mismo.

Les comentaré una idea absolutamente sencilla pero que, sin embargo, casi nadie la tiene en cuenta, como si fuera desconocida o compleja.

Las premisas de esta idea son dos:

1) Los seres humanos no somos máquinas (¡obviedad!);

2) El dinero posee un valor constante dentro de las 24 horas, es decir, a las 8 a.m. vale lo mismo que a las 8 p.m. (¡otra obviedad!)

Existe una notoria diferencia entre el rendimiento del ser humano y el rendimiento del dinero.

El rendimiento del ser humano decrece con el cansancio mientras que el rendimiento del dinero es constante.

Cuando pactamos la contratación de cualquier servicio, tales como sanitario, médico, mecánico o el que usted imagine, no será lo mismo que realice nuestro trabajo cuando él está descansado a que lo haga cuando está cansado o con el sueño que surge después del almuerzo.

Le pagaremos con un valor constante (dinero), pero él nos entregará un valor inconstante.

Por lo tanto, dependiendo de la precisión requerida por el trabajo solicitado o la edad del contratado o de la urgencia de la ejecución, no debería sernos indiferente que nos asigne cualquier horario. Nos convendría más si nos ubicara en su horario de excelencia y no nos convendría que nos ubicara en su horario de  menor rendimiento.

Si el trabajo insumiera más de una jornada, deberemos evitar los lunes y los viernes. Los mejores días son martes, miércoles y jueves.

Cuando tenemos que concurrir a un comercio o institución que nos atiende en forma permanente, debemos tener en cuenta que los mejores empleados están en los horarios centrales y que los peores empleados están en los horarios marginales. Por lo tanto, no sería bueno consultar un médico un día domingo al medio día porque ese trabajador es el que posee el peor desempeño.

Es sabido por todos que los trabajadores con menos méritos no acceden a las condiciones laborales más convenientes. Por eso deben desempeñar su tarea en días y horarios en los que nadie quiere trabajar.

De todas estas ideas tan simples y que, como dije, casi nadie tiene en cuenta, hay una idea que la mayoría conoce y que sí tiene en cuenta: los mejores técnicos están sobrecargados de trabajo y tenemos que esperarlos un largo tiempo. Esto lleva a que, aplicando este criterio, muchas personas elijan a quien más tengan que esperar.

(Este es el Artículo Nº 2.126)


lunes, 17 de febrero de 2014

Pueblos pobres en territorios ricos

Los humanos criados en territorios ricos están predispuestos para el  subdesarrollo económico e intelectual. Los humanos criados en territorios pobres están predispuestos para el desarrollo económico e intelectual.

Existe un refrán que enuncia: «La excepción confirma la regla». Es por esto que algunos dicen: «Si una regla no tiene excepciones, entonces no es una regla».

Pero, claro, los humanos somos tan confusos, erráticos y discutidores que no faltará quien diga, y con toda razón, «Hecha la Ley hecha la trampa», con lo cual podemos concluir que, si una norma no tiene excepciones, alguien se ocupará de crearlas (a las excepciones o a las trampas).

Con este prólogo estoy abriendo un paraguas intelectual para presentar una afirmación de mi cosecha, aunque no sé si soy el primero en pensarla.

Mi norma, regla o Ley dice: «Los territorios ricos gestan humanos pobres y los territorios pobres gestan humanos ricos».

En América Latina tenemos muchos casos en los que mi Ley se cumple: Los territorios que tienen yacimientos de minerales valiosos o vegetación exuberante, son habitados por pueblos pobres, empobrecidos, mediocres, indolentes, haraganes, apáticos.

En Europa tenemos muchos casos en los que mi Ley también se cumple: Los territorios que NO tienen riquezas minerales y ni siquiera poseen muchas tierras cultivables, son habitados por pueblos ricos, ambiciosos, conquistadores, aventureros, creativos, imperialistas.

Estados Unidos es un caso en el que la Ley se cumple en sus dos extremos más positivos: poseen un territorio rico, pero sus pobladores son tan ambiciosos que se comportan como los pobres europeos, que no tienen más remedio que enriquecerse porque su madre tierra no dispone de tantas riquezas para darles.

Lo que probablemente le ocurrió a Estados Unidos es que posee un territorio rico pero habitado por inmigrantes que nacieron en las pobres tierras europeas. Estos inmigrantes lucharon como pobres sin que la riqueza territorial los adormeciera (como nos adormece a los sudamericanos).

Claro que el concepto de riqueza que yo utilizo es el concepto capitalista occidental. Nuestros pueblos indígenas no se sienten pobres aunque vivan en chozas miserables porque para ellos la riqueza está en valores más espirituales, incomprensibles para los materialistas capitalistas como yo.

Esta reflexión, que anida en mi cabeza desde hace décadas, sale a luz ahora porque Venezuela es un territorio rico (en petróleo y en vegetación) poblado por gente pobre, en dinero y en expectativas de progreso.

Si comparamos a los suizos y su pobrísimo territorio con los venezolanos y su riquísimo territorio, obtenemos un ejemplo perfecto para fundamentar mi Ley.

(Este es el Artículo Nº 2.125)


domingo, 16 de febrero de 2014

La frugalidad sexual

El cristianismo católico profesa la pobreza hasta en el desempeño erótico de sus fieles.

En otro artículo (1) digo que los ancianos no tienen más remedio que ser monógamos. En este otro diré que un varón monógamo tampoco tienen más remedio que serlo porque es conformista, sedentario o escasamente atractivo para otras mujeres, además de la que lo posee.

Este otro tipo de varones funciona como los ancianos mencionados al principio.

La mujer que lo posee en exclusividad también es conformista, repele enérgicamente la incertidumbre, rechaza la idea de que pudiera ser comparada con otra. Para quitarse estos problemas, aplica un violento y dominante rigor para conservarlo para ella sola.

Quizá él sea hijo de una madre castradora que lo educó en una monogamia anti natural, para entregárselo a una nuera, igualmente castradora, que nada tuviera para criticar a la educación impuesta por la suegra.

Estas conductas matriarcales no están ni bien ni mal. Solo son así. Quizá solo gesten varones mediocres, inmaduros, escasamente creativos, muy obedientes, profundamente temerosos e inseguros, pero monógamos. Completamente monógamos.

Entre los católicos, el celibato de los sacerdotes indica, entre otras cosas, que las grandes tareas (como ellos creen que es el desempeño del sacerdocio), solo puede realizarse sin mujeres.

Quizá el monógamo católico sea casi un sacerdote, aunque de la más baja jerarquía eclesiástica porque no es célibe.

En esta ideología, un hombre perfecto no tiene mujer, uno imperfecto pero aceptable tiene una sola. Si tuviera más de una, está condenado como si fumara, bebiera o comiera hasta saciarse.


(Este es el Artículo Nº 2.124)


sábado, 15 de febrero de 2014

La poligamia y la desvalorización femenina

La mayoría de los occidentales considera, sin darse cuenta, que la mujer constituye, para los hombres, una compañía tóxica, que solo es admisible en la dosis mínima.

En otro artículo (1) les comentaba que los varones somos, básicamente, polígamos, pero que, al llegar a la ancianidad tenemos que buscar la compañía de una sola mujer porque ya nadie nos convoca para ser padres de sus hijos y, si alguna lo hiciera, nuestro cuerpo nos impediría un desempeño tan eficiente como cuando éramos jóvenes.

Aunque de baja intensidad, la guerra entre los sexos existe. Ellas nos critican y nosotros las criticamos. El propio acto sexual fecundante requiere algo de agresividad de parte del varón, que ella soporta excitándose aún más.

Mayoritariamente, ellas desean hombres en exclusividad, necesitan que él sea monógamo, no desean compartirlo con otras mujeres, como si fuera uno de esos objetos que tradicionalmente nadie presta: la moto, la guitarra, la ropa interior, los zapatos.

La Iglesia Católica es, en la cultura occidental, la que tiene más cantidad de fieles.

Observemos esto: Quienes no pertenecemos a esa congregación podemos pensar que para ellos lo mejor es no vincularse con mujeres porque, desde los sacerdotes de menor jerarquía hasta el Papa deben ser célibes, es decir: son hombres que evitan al sexo femenino para cumplir su tarea.

A continuación podemos pensar que los fieles masculinos no deberán tener más de una mujer cada uno. La Iglesia Católica profesa la monogamia. Aunque irracionalmente todos consideran que la monogamia enaltece a la mujer, la lógica me sugiere todo lo contrario pues la considera un ser bastante inconveniente, poco valioso, necesaria solo como vientre. De hecho, las monjas ocupan un lugar categóricamente secundario dentro de las jerarquías eclesiásticas.

En otras palabras: si los mejores varones de la Iglesia Católica no aceptan la convivencia con alguna mujer y a los varones no sacerdotes se les autoriza la convivencia solo con una, entonces esta restricción es protectora de los varones y no de las mujeres ni de la familia, como se alega insólitamente.

En suma: La iglesia que concita la aprobación de la mayor cantidad de personas está diciendo que la mujer para el hombre es inconveniente y que, si no hay más remedio, que se vincule con una sola (monogamia).

Para reafirmar este desprecio al sexo femenino, nos encontramos con que todos los religiosos entienden que un varón que se vincule con más de una mujer (polígamo) es alguien reprobable. Las mismas mujeres, en un gesto paradójicamente machista, repudian a los varones que las aceptan demasiado.

Todo esto es muy normal en una cultura 99% neurótica, que piensa una cosa, hace otra, pero desea una tercera. Es decir, predomina la neurosis. Puesto que esta organización psíquica patológica disminuye la eficacia productiva, podríamos estar ante una de las miles de causas (desvalorizar religiosamente a las mujeres) por las que no podemos erradicar la pobreza.


(Este es el Artículo Nº 2.123)


viernes, 14 de febrero de 2014

Solo recibimos algo cuando entregamos algo más


Los jóvenes no consiguen trabajo mientras no entienden que solo reciben dinero quienes entregan algo MÁS valioso que el dinero que reciben.

Amo estudiar, pero no estoy a favor de estudiar por razones éticas, cumpliendo un mandato patriótico, ciudadano, moral.

Quien estudia sin ganas funciona como una mujer que se expone a ser violada, que sufre por ser violada, pero que, en el fondo, le gusta porque se gratifica con la sensación del «deber cumplido».

La enseñanza es un negocio como cualquier otro servicio: sanitaria, limpieza, pintura de casas, mueblería, decoración.

Hay quienes se dedican a enseñar porque ganan dinero honradamente atendiendo la necesidad de algunas personas de aprender lo que más les gusta o atendiendo la necesidad de algunas personas de obedecer ese mandato cultural de «ser estudiante», «de aprender lo que le dicen que debe aprender», de ocupar su tiempo y energía como otros quieren, en desmedro del propio interés y deseo.

Quienes estudian por obediencia me entristecen. Son casos de esclavitud contemporánea. Quienes estudian por obligación han perdido parte de la dignidad humana. Siguen mereciendo el mismo amor que nos merecemos todos: quienes hacemos un trabajo con placer y quienes hacen un esfuerzo porque están obligados, pero esta igualdad en el merecimiento de amor no oculta la desigualdad que los perjudica: no son dueños de su deseo, tienen que alquilar su cuerpo para que otros lo usen para gozar a través de él. Igual que mis amadas prostitutas.

Por ejemplo: existen personas que aman el idioma inglés, sin embargo, muchos estudian como prostitutas, es decir, porque otros les insisten, los presionan, usan ese cuerpo juvenil para hacer lo que ellos no hacen: gozar el propio cuerpo, tiempo, energía.

Estudiar inglés actualmente es como perder tiempo recordando los resultados de todas las multiplicaciones, siendo que las máquinas de calcular están incorporadas hasta en el infaltable teléfono.

No busquen culpables. Esto ocurre de este modo porque así están organizadas todas las sociedades. Si los esclavos buscan culpables de su esclavitud es solo para alentar una imaginaria justicia que, por lenta, los mantendrá en la prostitución en forma crónica.

Uno de los motivos por el cual no existen culpables es que muchas de estas esclavitudes cuentan con la complicidad de los esclavos.

Cuando los jóvenes conservan la omnipotencia infantil son idealistas, se llevan el mundo por delante y se imaginan que pueden ganarse el sustento cuando quieran, con la misma facilidad que consumen los recursos que les proveen los padres.

La omnipotencia y la búsqueda de culpables son síntomas de la enfermedad más insidiosa que afecta a la humanidad: la esperanza. A veces los padres necesitan fallecer para que estos delirantes esperanzados logren entender que el dinero no se gana a pura voluntad. Solo se gana entregando algo que para otros sea más valioso que el mismo dinero. Si lo que entregan no es más valioso que el dinero, entonces se lo guardarán porque nadie es tan tonto de permutar una cosa valiosa por otra menos valiosa.

Lo repito: para recibir dinero de alguien tenemos que entregarle un esfuerzo que ese alguien valorice MÁS que el dinero que entrega. Dije «MÁS»: ni siquiera igual.

(Este es el Artículo Nº 2.122)


jueves, 13 de febrero de 2014

La mitad pobre alegra a la mitad menos pobre

La mitad de la población mundial disfruta enterándose de que la otra mitad está peor, que sufre, que es más pobre.

Cursa el mes de febrero de 2014 y, desde el mes pasado, la prensa destina un gran espacio de sus noticias a indicarnos que las 85 personas más ricas del mundo poseen el mismo patrimonio que posee la mitad más pobre de la población mundial.

El dato, desde mi punto de vista, directamente estimula la envidia, propia de la psiquis de cualquier ser humano y además alegra los corazones egoístas de la otra mitad de la población mundial.

El objetivo de este artículo es reflexionar sobre cómo manejan los medios de comunicación las desigualdades económicas que existen dentro de nuestra especie.

Aunque infaltablemente esas reiteradas informaciones abundan en alusiones a conceptos, tales como: «injusticia distributiva», «imperdonable avaricia», «pecaminoso egoísmo», «aberrante obscenidad», el fenómeno periodístico quizá tenga un motivo más profundo, además de condenar a la mencionada desigualdad económica.

En primer lugar, no creo que las empresas periodísticas estén interesadas en erradicar la desigualdad distributiva porque, si esto ocurriera, ellos tendrían menos para informar.

Si saliéramos del planeta por un momento y nos guiáramos por la mencionada información, podríamos decir que la mitad de la población mundial sufre y que la otra mitad mira cómo la primera sufre.

Desde la estratósfera, podríamos pensar que los únicos en condiciones económicas de comprar información son los integrantes de esa mitad de la humanidad que no es la más pobre. Por lo tanto, todo lo que se diga de los más pobres no llegará a ser conocido por los mismos, pues son tan pobres que no tienen dinero para informarse ni siquiera cuando se los menciona.

Es probable que la dimensión de las empresas informativas sea la adecuada para conservar su salud económico-financiera vendiéndole las noticias solo a la mitad de la población mundial. Estas empresas cuentan con que la otra mitad de la población no sea cliente.

Para que los clientes sigan comprando tienen que estar felices con las noticias. Las únicas noticias que compramos son las agradables, las que nos proveen algún tipo de placer. No compramos noticias que nos provoquen úlcera, insomnio, diarrea. Esto es así y debe ser aceptado como una verdad axiomática.

Si la mitad de la humanidad compra la noticia de que la otra mitad está pasando hambre es porque algún tipo de placer recibe con esa información. Por ejemplo, puede disfrutar pensando: «Yo no estoy tan mal como los otros»; «Tengo que cuidarme de no convertirme en pobre»; «Reafirmo que los gobernantes son todos unos inútiles porque no logran sacar de la pobreza a la mitad de la población»; «Si no integro el grupo de los 85 es porque me daría vergüenza ser tan rico»; «Quienes son más pobres que yo ‘algo habrán hecho’ para recibir ese castigo»; «¡Qué divertido es ver cómo se pelean los ricos y los pobres! Los de clase media somos los mejores».

En suma: Las noticias sobre la injusticia distributiva complacen a la mitad de la humanidad (tres mil quinientos millones de personas).
Bebito hace caca leyendo un diario.jpg

(Este es el Artículo Nº 2.121)


miércoles, 12 de febrero de 2014

Dinero, energía física, juventud y vejez


El dinero es energía laboral acumulada. Tener energía física es más placentero que sentirnos agotados. Por lo tanto, tener dinero es tan satisfactorio como sentirnos con energía y no tener dinero es tan insatisfactorio como sentirnos agotados.

Aunque cada etapa de la vida tiene sus luces y sus sombras, las mejores suelen ser las anteriores al presente. Por eso el dicho popular: «Todo tiempo pasado fue mejor».

Me atrevo a asegurar que esto no es así, aunque reconozco que parece así. Es una ilusión inevitable suponer que la juventud es mejor que la vejez y que la niñez es mejor que todas ellas.

En condiciones normales, todas tienen aspectos positivos y aspectos negativos.

En varios artículos he compartido con ustedes argumentos que intentan fundamentar una ley de hierro del fenómeno vida: vivir duele (1). Parece que la naturaleza nos pro-mueve, hace cosas para movernos, consistentes básicamente en provocarnos dolor que nos empuja y placer que nos atrae. Con ambos estímulos estamos mal o bien según cuál sea el estímulo que estamos recibiendo (el doloroso o el placentero).

Si logramos aceptar que el dinero es una forma de tiempo trabajado, podríamos pensar que, en la vejez, nos viene muy bien disponer del trabajo que fue ejecutado cuando nuestro cuerpo tenía más energía, se cansaba menos y se recuperaba con menos horas de reposo.

La vejez es menos penosa con dinero porque el dinero equivale a energía. Con dinero podemos comprar el trabajo que a nosotros nos cuesta hacer.

Todos los humanos deseamos conservar la juventud. Con la energía que indirectamente nos provee el dinero, (mediante la compra de trabajo ajeno), logramos funcionar como jóvenes.

Cuando nos quejamos de las desigualdades entre ricos y pobres, en el fondo también nos estamos quejando de que haya personas con poca energía-dinero (funcionalmente ancianos) y gente con mucha energía-dinero (funcionalmente jóvenes).

Quizá no sea razonable negar la comodidad que obtenemos con el dinero, así como sería tonto negar que tener energía física es más placentero que sentirnos agotados.

Estamos de acuerdo: «el dinero no hace la felicidad», pero tener energía física es más placentero que el cansancio. Si gracias al dinero podemos funcionar como si tuviéramos energía física, entonces tener dinero es más placentero que no tenerlo.

(1) Blog titulado Vivir duele

(Este es el Artículo Nº 2.120)