Hace falta sinceramiento para reconocer que un estudiante NO quiere recibirse (graduarse) para asumir responsabilidad como trabajador.
En algunas ocasiones podemos decir que un fracaso es un éxito.
Si le preguntamos a un estudiante avanzado si quiere terminar sus estudios, recibir un título y comenzar a trabajar, su respuesta será un rotundo y sonoro «SI».
Tan clara será su afirmación que hasta él mismo la creerá.
Sin embargo, casualmente la última prueba, el último examen, la tesis de grado o como se denomine en su lugar de estudio, no podrá aprobarla.
Un problema tras otro irán postergando ese último esfuerzo para recibir «el tan anhelado título habilitante para comenzar a trabajar».
Lo que acá podemos decir sin temor a equivocarnos es que el éxito de este esfuerzo por terminar los estudios ocurrirá cada vez que fracase en lograrlo.
¿Sería justo decir que este estudiante nos y se miente? Sería injusto. Él lucha responsablemente por terminar la carrera pero algo se lo impide, quizá la mala suerte, quizá un sabotaje organizado por los profesores responsables de evaluarlo, o cualquier otro motivo igualmente «razonable».
¿Por qué entonces este joven quiere pero no quiere? ¿Por qué triunfa si fracasa?
La situación que se le presenta es ambivalente.
Por un lado no quiere perder su condiciones de estudiante, teme sufrir, sabe que tendrá que elaborar un duelo si se terminan los motivos para reunirse con sus amigos-compañeros de estudio, desaparecerán las expectativas de futuro (recibirse, graduarse, conseguir trabajo), para tener que vivir en un presente real.
Por otro lado tiene que decir que desea terminar los estudios porque eso es lo que le impone la sociedad (padres, novia, profesores).
La situación demorará en llegar a una solución porque esta depende de un sinceramiento.
Deberá aceptar que no quiere trabajar, hacerse responsable, ser adulto.
●●●