sábado, 30 de noviembre de 2013

Hacer falta no significa faltar


Nos dan trabajo donde «hacemos falta» y no podemos ausentarnos, pues nos pagan por estar presentes y por no faltar.

Cuando decimos “Hace falta Fulano”, estamos queriendo decir que la ausencia de Fulano es notoria, perturbadora, problemática.

Tengo la sensación de que es una forma muy popular, pero a su vez muy poco clara, de expresarnos.

Si no pensamos qué quiere decir exactamente todo anda bien, pero si nos detenemos en el significado surgen dudas.

La palabra «falta» significa varias cosas parecidas:

— Carencia, escasez: «Falta de dinero; falta de lluvias»;

— Ausencia: «Falta el profesor; falta del florero que estaba acá»;

— Transgresión: «Fulano cometió una falta menor»;

— Error: «Falta de ortografía».

Estas acepciones podrían resumirse aun más para concluir que la palabra «falta» tanto sugiere ideas de «ausencia» como de «infracción».

La pregunta es: Si solo me darán trabajo donde ‘yo haga falta’, ¿me van a pagar por HACER ausencia o por HACER infracción?

Algo está fuera de lógica. No puede ser que «hacer falta» signifique «ser necesario».

Aunque, pensándolo un poco más, puede haber una forma de pensar que explique este sinsentido.

La familia Pérez-González está compuesta por María, José y Pedrito, hijo de ambos. Para que la familia esté completa deben estar los tres, la ausencia de uno nos llevará a decir: «Hace falta José», que es como decir: «Sin José la familia Pérez-González está incompleta». En otras palabras: hace falta quien forma parte obligatoria del grupo.

¿Dónde podemos conseguir trabajo? Solo donde exista una vacante, es decir donde un grupo esté incompleto por la ausencia de quien desempeñe cierto rol, porque sin esa tarea el equipo no produce.

«Hacer falta» es poseer la condición de imprescindible para completar un equipo.

Nos dan trabajo donde no podemos ausentarnos, donde nos pagan por estar presentes y por no faltar.

(Este es el Artículo Nº 2.079)


 

viernes, 29 de noviembre de 2013

La compra de necesidades


Personas iguales a nosotros hacen gastos para obtener problemas, dificultades, realizar esfuerzos o para exponerse a riesgos patrimoniales.

Aunque suene extraño, a veces pagamos para tener problemas.

En realidad lo poco frecuente es que alguien lo diga como yo acabo de hacerlo. Por ejemplo, cuando jugamos con algún juego electrónico podemos llegar a pagar cifras importantes en la compra de más niveles de dificultad.

Aunque es notorio que nunca es dicho de esta forma, cuando pagamos los costos de un club deportivo, estamos pagando para caminar en una cinta, para pedalear frenéticamente en una bicicleta sin ruedas y así cosas por el estilo.

Vuelvo al párrafo inicial y repito: a veces pagamos para tener problemas, dificultades, trabajos, para sacrificarnos, para sudar. En estos casos correspondería entonces modificar la condena bíblica para convertirla en «ganarás problemas con el sudor de tu frente», en vez de «ganarás el pan con el sudor de tu frente».

Como vemos, hasta cierto punto es normal la compra de problemas, es normal gastar dinero en la adquisición de dificultades, es conocida la compra de riesgos que realizan quienes practican juegos de azar.

Acá entramos en la puerta patológica de este tipo de compra de problemas.

Los juegos de azar son negocios negativos en los que, el (irónicamente llamado) inversor, compra posibilidades de suicidio patrimonial.

Las personas que compran pequeños o grandes problemas, son como nosotros. No son personas venidas de otra galaxia: son seres humanos que evalúan su proceder con un criterio diferente al que usamos nosotros para evaluarlos a ellos.

Así como nos parece bien que alguien pague la cuota de un club para ir a sacrificarse y nos parece equivocada la persona que hace apuestas en un casino, todos ellos opinan que están haciendo las cosas bien.

Solo cambian los puntos de vista.

Artículo temáticamente vinculado


(Este es el Artículo Nº 2.078)


jueves, 28 de noviembre de 2013

Relación entre vivienda propia y salud


En nuestro idioma están lingüísticamente asociados conceptos tan dispares como las enfermedades de mal pronóstico y la vivienda propia.

En otro artículo (1) les comentaba que, desde cierto punto de vista, las personas funcionamos con si fuéramos palabras cuya definición está compuesta por todas las opiniones que genera nuestra existencia.

Si esto fuera aceptable, como intenté demostrar en el mencionado texto, las palabras de nuestro idioma tienen una influencia especial en nuestra forma de ser, en nuestras creencias, en nuestras decisiones.

Claro que, así como en nuestra conciencia no está la idea de que somos palabras tampoco está la influencia que tienen las palabras en nuestra vida.

Todo lo que tiene que ver con el lenguaje funciona, según el presente punto de vista, a nivel inconsciente, esto es, funciona sin que lo sepamos, sin perjuicio de lo cual podemos elaborar hipótesis como estas cuya utilidad práctica también operará a nivel inconsciente.

Veamos el caso que justifica este preámbulo.

La palabra desahuciar (2) tiene los siguientes significados:

1 — Quitar a uno toda esperanza de conseguir lo que desea:
siento ser yo quien te desahucie de tus fantasías.

2 — Considerar el médico que un enfermo es incurable:
le desahuciaron sin atender a más pruebas.

3 — Despedir el dueño de un piso, local o finca a su inquilino mediante una acción legal:
lo van a desahuciar por falta de pago.

Como vemos, la palabra desahuciar tanto significa un mal pronóstico para nuestras expectativas en general y sobre la evolución de una enfermedad en particular, como ser expulsados a la calle de nuestra vivienda.

Con esta particularidad de nuestro idioma nos explicaríamos por qué es lógica la convicción según la cual quienes no poseen una vivienda propia se exponen a múltiples infortunios, pues la eventualidad de un desalojo está, lingüísticamente, asociada a la salud.



(Este es el Artículo Nº 2.077)


miércoles, 27 de noviembre de 2013

La propina y su explicación psicológica


La propina reproduce la escena en la cual una madre-cliente le promete algún premio-propina a su hijo-mesero, para que este sea obediente.

Por propina entendemos “Dinero que se da voluntariamente aparte del precio convenido por algún servicio”.

Es un concepto que todos conocemos bastante bien. Solo una minoría de nosotros ha recibido propinas y sabe qué se siente cuando eso ocurre.

Si trabajamos en un restorán y nuestro trabajo consiste en llevar de la cocina a la mesa del cliente lo que este solicita, seguramente cobramos un sueldo pagado por el dueño de la empresa.

Aunque se acostumbra dar propina a los conductores de taxis, a los maleteros de los aeropuertos, a los botones de los hoteles y a otros servicios, el mesero de una casa de comidas es el trabajador ideal para lo que intentaré comentarles.

En el rubro gastronómico, ese pago voluntario que hace el cliente está tan fuertemente instituido que en la negociación salarial el empleador y el empleado lo toman en cuenta para que la remuneración total esté dentro de ciertos valores razonables para cada mercado laboral.

La cantidad de dinero que deja el cliente está en función de sus hábitos en esa materia pero, fundamentalmente, de su real disponibilidad de dinero.

Ese dinero que el cliente paga voluntariamente tiene, como contrapartida beneficiosa para él, que el mesero se esfuerce por realizar su mejor desempeño para estimular una propina más generosa.

Este ejemplo es el ideal porque ningún otro imita mejor el origen psicológico del fenómeno. Me estoy refiriendo a lo que hace una madre con su hijo para que este tenga buena conducta.

La propina reproduce la escena en la cual una madre-cliente le promete algún premio-propina a su hijo-mesero, para que este se porte bien, para que no la contraríe, para que sea obediente.


martes, 26 de noviembre de 2013

La deseable incertidumbre del capitalismo


La incertidumbre que nos provoca la vertiginosa dinámica capitalista puede ser un atributo deseado aunque conscientemente la rechazamos.

El día que algún ser humano logre crear otro ser humano partiendo de los minerales primarios, recién ahí podremos comenzar a pensar que sabemos algo de biología. Por ahora solo podemos hacer que un espermatozoide fecunde un óvulo fuera de un cuerpo femenino. Comenzaremos a saber algo importante cuando también seamos capaces de crear un óvulo y un espermatozoide partiendo de elementos minerales (carbono, oxígeno, hidrógeno).

Como para vivir sin tantas preocupaciones nos unimos a quienes aseguran que ya hemos tocado el techo tecnológico, tratamos de imaginar con pasión que nuestra medicina lo sabe todo y que, si aún sigue habiendo fallecimientos, eso se debe a un ligero atraso tecnológico que estamos a punto de superar.

Sin embargo, nuestra psiquis también demanda la incertidumbre, la inseguridad, lo incógnito. Quizá no lo haga a nivel consciente pero el cerebro no busca seriamente saberlo todo pues le teme tanto a la felicidad completa como a la muerte.

En alguna neurona tenemos la idea de que la paz completa, que la serenidad perfecta, que el bienestar continuo, se parecen más a la muerte que a la vida.

Es muy probable que el fenómeno vida dependa de un movimiento binario del tipo prendido-apagado, alto-bajo, alegría-tristeza, tranquilidad-intranquilidad, y así por el estilo. En suma: el fenómeno vida, como un reloj mecánico, funciona con un inaudible tic-tac.

En otros artículos de reciente publicación (1) he mencionado algunas posibles explicaciones de por qué el capitalismo se presenta como un sistema de convivencia más longevo que otros (socialismo real, nazismo, fascismo).

En este artículo les comento que la incertidumbre que nos provoca la vertiginosa dinámica capitalista puede ser un atributo deseado aunque conscientemente nos molesta tanto que la rechazamos.





(Este es el Artículo Nº 2.075)


lunes, 25 de noviembre de 2013

La transitoria salud del capitalismo

  
La actual longevidad del capitalismo podría estar explicada por el acierto para entender cómo somos los seres humanos realmente.

En artículos anteriores (1) he mencionado que, por ahora, el capitalismo está siendo una forma de organización socio-económica exitosa. Algo que le aporta salud al sistema capitalista es que está pensado para la interacción de las personas como son y no como deberían ser.

Desde mi punto de vista, el socialismo concibe a un actor inexistente en la realidad pero existente en la imaginación de los idealistas, entre quienes querrían que fuéramos generosos, honestos, tolerantes, solidarios, austeros, modestos,  comedidos, respetuosos, humildes, sencillos, moderados, entusiastas, disciplinados, serviciales.

Repito: el ser humano que imaginan los socialistas solo existe en la imaginación de los socialistas, pero no existe en la realidad. Peor aún: la mayoría de los ideólogos y promotores del socialismo no saben que ellos tampoco tienen las características necesarias para poder vivir en dicho régimen.

Por el contrario, el capitalismo concibe a un ser humano codiciosos, individualista, hipócrita, inescrupuloso, proclive a evadir las normas, amante del poder, cómodo, orgulloso, ladino, avivado, acomodaticio, bastante infiel a la ética y a la moral, hedonista, cobarde aunque puede arriesgarse cuando la ganancia es tentadora, corporativista y eventualmente también mafioso, bastante avaro si no fuera porque para triunfar como avaro hay que esforzarse demasiado.

En otras palabras, la (transitoria) buena salud del capitalismo podría estar explicada por su realismo y la (transitoria) mala salud del socialismo podría estar explicada por su idealismo.

La ambición suicida del capitalismo lo condiciona para estimular fuertemente los cambios tecnológicos que lo autodestruyen e inmediatamente lo recrean.

Como el sistema está expuesto a cambios tan repentinos y a veces radicales, seguidos de un reacomodo que parece haberlo tonificado, las profecías confiables son casi imposibles y la incertidumbre es el estado predominante.




(Este es el Artículo Nº 2.074)


domingo, 24 de noviembre de 2013

El capitalismo y el miedo a morir

  
Según parece, viven más (combinando cantidad de años con intensidad de vida), quienes menos evitan la muerte.

El fracaso del comunismo no determinó el triunfo del capitalismo. El sentido común dice que sí, pero el sentido común se caracteriza por ser muy convincente a la vez que falso.

El mayor desafío para el sistema capitalista empezó cuando perdió a su compañero fiel, el comunismo real de la Unión Soviética (1989).

Al quedarse solo, el capitalismo se enfrenta a una prueba de fuego. Desde 1989, todos los errores y horrores ocurrirán en este régimen. La felicidad también, pero eso no cuenta porque las buenas noticias no son noticias.

Desde mi punto de vista la mayor longevidad del capitalismo obedece a su vocación de muerte. Obsérvese que el comunismo se postuló como el sistema que siempre gobernaría el mundo. Lo mismo le ocurrió al nazismo: se postuló como eterno e inmortal y padeció muerte infantil.

El capitalismo es mortífero, despiadado, brutal, cruel, indiferente a la muerte precoz hasta de sus participantes más mimados. Los gobiernos serios y comprometidos con el capitalismo no practican el proteccionismo de los agentes económicos que desaparecen devorados por la competencia, la mala suerte, la impericia.

La propia doctrina capitalista no parece tener mecanismos de defensa extremistas y desesperados. El libre mercado deja actuar a lo que su principal ideólogo (Adam Smith) llamó la mano invisible.

La libertad de los agentes económicos llega al extremo de que pueden conspirar contra el propio régimen sin que nadie los detenga. Las leyes que regulan las transacciones protegen a los agentes económicos de otros agentes económicos, pero no hay leyes que protejan al sistema capitalista de otros sistemas.

Quizá con los individuos ocurra lo mismo: viven más (combinando cantidad de años con intensidad de vida), quienes menos evitan la muerte.

(Este es el Artículo Nº 2.073)


sábado, 23 de noviembre de 2013

Sobre la envidia y la culpa


A mayor riqueza, menos envidia y más culpa; a mayor pobreza, más envidia e inocencia.

Pensemos en toda la humanidad y organicémosla según su riqueza material.
Ubicaremos a los pocos ricos en la parte superior y a los muchos pobres en la parte inferior.

No es que los ricos sean superiores a los pobres sino que este diseño nos provoca un triángulo, en cuyo vértice está el ser humano más rico del mundo y en la base están los millones de pobres.

Para que no irrite nuestra lógica, esta forma triangular molesta menos si la ponemos con la base hacia abajo y el vértice hacia arriba, porque si la invirtiéramos comenzaríamos a perder tiempo en pensar cómo es que un triángulo, o una pirámide, no pierden el equilibrio si se apoya en una base tan pequeña como es el vértice.

Por lo tanto, esta figura geométrica tiene la base abajo para no distraernos con pensamientos que no vienen al caso. De ninguna manera esa pirámide está afirmando que los pobres son inferiores a los ricos. Lo que sí está reafirmando es algo que todos conocemos: los ricos son muchos menos que los pobres.

Si usted logró imaginar ese triángulo, entonces le propongo pensar en cómo se sienten las personas que viven en los diferentes niveles y qué sienten de los que están arriba suyo y de los que están abajo.

Podríamos pensar que el que está en la punta más alta no padece envidia porque no tiene arriba de él a nadie a quien envidiar y también podríamos pensar que el que está en la parte inferior padece la máxima envidia porque casi todos están mejor que él.

A su vez: el superior puede sentirse más culpable que nadie y el que está en la base más inocente que nadie.

(Este es el Artículo Nº 2.072)


viernes, 22 de noviembre de 2013

Las ventas de garaje y el consumismo

  
El pueblo norteamericano utiliza las ventas de garaje con varios propósitos, todos muy generosos, divertidos, capitalistas, consumistas, militantes, coherentes, eficaces.

Si aceptamos que la perfección no existe y que la felicidad posible se reduce a algunos instantes muy especiales en la vida de un ser humano, podemos bajar las expectativas hasta convertirnos en «tolerantes de la realidad tal cual se nos presenta».

En otras palabras, estoy queriendo decir que podríamos vivir un poco mejor si no creyéramos en la perfección (de la salud, de los vínculos, de nuestro propio desempeño) y si no esperáramos un estado de felicidad de 24 horas diarias de lunes a domingos.

Días pasados publiqué un artículo (1) en el que intentaba explicar cómo funciona La justicia social del consumismo. Tal como confesé en el video, en realidad intentaba explicar por qué a la mayoría de los pueblos nos gusta el capitalismo y no nos gusta el socialismo.

Los norteamericanos suelen tener casas con garaje, pero sus vehículos quedan estacionados en el jardín o en la calle porque no caben en esas habitaciones que le son destinadas. Esos espacios suelen estar abarrotados de cosas que nunca se usaron o que apenas se usaron o que nunca fueron sacadas de sus cajas o que fueron recibidas como obsequio despreciable.

En las áreas suburbanas es una tradición salir a recorrer ventas de garaje, esto es, la exposición y venta de todo eso que sobra y que alguien podría comprar.

Por qué es divertida esta característica de lo que podríamos llamar consumismo filantrópico?

— El resultado de la venta podría ser donado a alguna iglesia;

— Los potenciales compradores observan cuántas  cosas inútiles tienen los demás;

— En caso de encontrar algo interesante, pondrán en práctica su capacidad para regatear personas que habitualmente nunca negocian nada;

— Los más pobres pueden abastecerse.


(Este es el Artículo Nº 2.071)


jueves, 21 de noviembre de 2013

La justicia social del consumismo

  
Un país capitalista como los Estados Unidos necesita el consumismo para vivir dignamente y para repartir la riqueza lo mejor posible.

Les contaré una descripción del capitalismo.

Digo que «les contaré» porque esta no será una visión académica, apoyada en lo que dicen los Premios Nobel que andan por ahí convencidos y convenciendo a los demás de que saben la verdad.

Entre usted y yo, con lo que usted sabe y lo que le propongo como interpretación, veamos qué podemos entender.

Lo que toda comunidad necesita es vivir en paz, con el menor nivel de conflictividad posible, con la mayor calidad de vida posible, haciendo el menor esfuerzo, con el sentimiento de que predomina la justicia, donde sea posible criar a los hijos y donde también haya suficientes motivos de diversión. En suma: necesitamos vivir en un lugar donde tengamos una vida digna, que nos demande un esfuerzo razonable y donde la diversión no falte.

Convengamos en que los Estados Unidos forman un país donde predomina el sistema capitalista.

¿Cómo hacen ellos para que la tasa de desocupación sea la menor posible? Estimulan, mediante la propaganda, que todos compren la mayor cantidad de bienes posible, dentro de la disponibilidad de dinero que tenga cada familia.

¿Qué logran comprando mucho? Logran generar fuentes de trabajo. Si los norteamericanos compran todo lo que pueden lo hacen porque les gusta, pero también porque es un rasgo cultural que tiene por objetivo un mejor reparto de la riqueza, en tanto más consumo implica más producción y de esa forma más personas pueden encontrar donde trabajar.

La mejor distribución de la riqueza finalmente se logra comprando y comprando: por eso son consumistas.

Todo haría pensar que lo pasan humanamente bien, muchas personas quieren vivir ahí, inclusive de forma clandestina y nadie transgrede para pasar mal.

(Este es el Artículo Nº 2.070)


miércoles, 20 de noviembre de 2013

La publicidad remplazó al látigo

  
El ingenio de los explotadores, apelando a la publicidad, convenció a muchos de que trabajar innecesariamente es inteligente.

Cuando el planeta está generoso vivimos una era de abundancia. La tierra es fértil, las condiciones climáticas favorecen el crecimiento de plantas y la reproducción de los animales, que utilizamos para alimentarnos.

Ante esta generosidad del planeta es relativamente fácil vivir, estamos contentos, alegres, distendidos, tranquilos de que ningún semejante está pasando hambre, las condiciones de vida son tan benignas que la colaboración entre nosotros se vuelve casi innecesaria, pues hasta los más vulnerables tienen energía suficiente para acceder a lo que precisa para subsistir.

Como a ningún ser vivo se le ocurre esforzarse de más, a nadie se le ocurre, (en períodos de auge), hacer trabajos innecesarios. Los seres vivos del reino vegetal y animal, funcionamos bien cuando hacemos lo suficiente, sin embargo, en la especie humana ocurre algo que nos confunde: algunas personas hacen más de lo imprescindible.

Seguramente existen muchas causas que provocan la ambición desmedida, la acumulación anormal de riqueza, pero propondré una sola (porque no alcanzo a imaginar otras).

A medida que las sociedades fueron reprimiendo más y más la esclavitud, el ingenio de muchos generó ideas sobre cómo lograr que otros se esfuercen, para explotar a seres humanos como si fueran animales de tiro (bueyes, caballos, burros).

El ingenio de estos explotadores se dedicó a buscar formas de persuadir para que los humanos pudieran trabajar de más, sin la presión del amo que azotaba a sus esclavos.

En otras palabras: como quedó prohibido azotar a los empleados se inventó el azote de la persuasión, las políticas de recursos humanos.

Mi hipótesis es que el ingenio de los explotadores, apelando a la publicidad, convenció a muchos de que trabajar de más (ser ambicioso y consumista) es inteligente.

(Este es el Artículo Nº 2.069)


martes, 19 de noviembre de 2013

Para los humanos las creencias son verdades

  
Todos tenemos un conjunto de creencia sobre cómo son las cosas, la vida, el ser humano, pero las consideramos verdaderas.

Odiado, descalificado y mil veces insultado, Jacques Lacan fue un psiquíatra francés que sigue influyendo el pensamiento de quienes practicamos el arte de hacer psicoanálisis como si supiéramos.

El muy antipático, dijo: La verdad tiene estructura de ficción.

¿Usted sabe qué quiso decir el muy desgraciado? Apuesto a que usted no lo sabe, aunque cree tener una idea, quizá esté seguro de cuál es la única interpretación posible, eventualmente juraría que alguien que usted conoce sabe todo lo que pensó y dijo ese desagradable francés.

Para comenzar, no descartemos la hipótesis de que Jacques Lacan tampoco sabía qué quiso decir, porque él mismo estaba convencido de que los humanos no hablamos sino que somos hablados, es decir, que al comunicarnos verbalmente o por escrito, no somos dueños de decir lo que se nos antoja sino que, por el contrario, algo inconsciente nos guía, nos gobierna, nos impone ciertos dichos, vaya uno a saber por qué.

Por lo tanto, cuando alguien dijo La verdad tiene estructura de ficción, no fue responsable de lo que expresó. Por algo, que nadie conoce, llegó a pronunciarlo, pero no podemos asegurar que el autor sabía realmente qué quería decir.

En este estado, veamos qué podemos hacer con el mencionado aforismo.

A mí solo se me ocurre una interpretación porque soy de imaginación corta.

Lacan quiso decir que todo lo que nosotros pensamos forma parte de nuestro relato personal. Este relato es una historia (ficticia) que nos explica todo. Por ejemplo, los comunistas tienen un relato que explica todo, es ficticio, pero ellos toman decisiones en base a esa creencia; lo cristianos creen en el Nuevo Testamento, etc.

Para todos, lo que llamamos verdad es pura ficción.

(Este es el Artículo Nº 2.068)


lunes, 18 de noviembre de 2013

El rugby y la competencia capitalista


En este artículo comparo a la competencia capitalista con la endurecida confrontación que es propia entre quienes practican rugby.

Copio y pego, del Diccionario de la Real Academia Española, la definición de rugby:

Deporte que se practica, con las manos y los pies, entre dos equipos de quince jugadores cada uno, con un balón ovalado que se debe depositar tras la línea que marca el final del campo o introducir entre un travesaño y dos postes que se elevan sobre los extremos de este.

Hay quienes dicen que este juego se practica en tres tiempos: 1) El entrenamiento; 2) La competencia en el campo de juego y 3) Una reunión de camaradería, entre los integrantes de ambos equipos, para suavizar cualquier molestia personal que hubiera quedado de la confrontación deportiva y para aprender de los errores que los ocasionales competidores nos señalen.

Este juego, de origen inglés, parece tener una característica que, prejuiciosamente, le asignamos al pueblo inglés, esto es la caballerosidad, la elegancia, los buenos modos.

Sin olvidarnos que el pueblo inglés se ha caracterizado por una conducta invasora, que no avasalló tantos territorios, a lo largo y ancho del planeta, tomando té con los líderes de los pueblos sometidos y que detentó el mayor poder marino a sangre y fuego; sin olvidarnos de todo esto, repito, convengamos que entre los amantes del rugby existe una mística que los obliga, a ellos mismos, a ser honestos, jugar limpio, evitar la violencia salvaje, inclusive cuando practican un deporte tan impetuoso como este.

Cuando salimos a ganarnos el sustento, en un mercado competitivo como es el capitalista, estamos practicando algo similar al rugby: luchamos cuerpo a cuerpo contra los ocasionales competidores, tratando de llevar algo tan escurridizo como el dinero o el balón ovalado, a nuestro bolsillo o portería.

(Este es el Artículo Nº 2.067)


domingo, 17 de noviembre de 2013

La venta de último momento


Como los vendedores y compradores quizá pertenecemos a una misma familia de gustos similares, el upselling aumenta ventas y satisfacciones.

Es posible pensar que entre los vendedores y compradores de ciertos productos y servicios existen algunos rasgos en común; metafóricamente, es posible decir que pertenecen a la misma familia.

Por ejemplo, los dueños de McDonald son personas que gustan comer hamburguesas, los vendedores de gasolina quizá se criaron en un negocio como ese, los carpinteros aman la madera tanto como quienes prefieren muebles de ese material.

Algo que también podríamos agregar a estas ideas es que, para fabricar o vender algo, es preciso tener, como uno de los recursos necesarios, el amor por eso que se fabrica y vende. Quien vende libros necesita, entre otras cosas, disfrutar de la lectura y tener memoria para recordar autores, títulos y argumentos.

De estas  consideraciones surge una explicación de por qué el upselling, es decir, de la venta de última hora, de la venta adicional, del ofrecimiento complementario.

Seguramente usted ya lo conoce: se trata de esa oferta que nos hace quien nos está vendiendo lo que fuimos a comprar:

Si intentamos cargar de combustible al vehículo, nos ofrecerá algún filtro, algún aditivo o alguna otra cosa que podría interesarle a quien compra gasolina.

El ofrecimiento se presenta como generoso y oportuno porque, al momento de hacerlo, también nos están informando sobre un atractivo beneficio que no obtendríamos fuera de esa puntual situación.

Cuando en McDonald’s pedimos un café, la cajera, casi inevitablemente, nos ofrecerá algo más. Lo mismo ocurre cuando compramos un libro en Amazon y nos dicen que otros compradores de eso que encargamos compraron además tal o cual otro libro.

Como los vendedores y compradores quizá pertenecemos a una misma familia de gustos similares, el upselling aumenta ventas y satisfacciones.

(Este es el Artículo Nº 2.066)


sábado, 16 de noviembre de 2013

El equilibrio de la pobreza patológica


Un pobre patológico no puede progresar porque lo bueno y lo malo que le ocurre se neutralizan y lo inmovilizan.

Una patología, o una enfermedad, son casi lo mismo y se refieren a alguna alteración del buen funcionamiento de algo o de alguien.

Pensemos en un reloj con péndulo. Funciona bien cuando, haciendo un mismo movimiento de vaivén, las agujas avanzan en coordinación con los relojes elegidos para determinar la hora oficial del meridiano correspondiente.

Ese reloj está sano  si el vaivén genera un cambio en sintonía con los relojes de referencia, pero está enfermo si el vaivén no genera el cambio de hora esperado. Está muerto si tampoco tiene el vaivén.

Ahora veamos cómo esta metáfora se corresponde con el tema que nos interesa.

La pobreza patológica se caracteriza porque, si bien existen ingresos y egresos en la economía del pobre, el resultado final es insatisfactorio para sus expectativas.

El pobre patológico tiene un vaivén de satisfacción y de insatisfacción, como el péndulo del reloj, pero no logra acceder a la calidad de vida que desearía tener.

Generalmente se habla de síntoma psicológico cuando, en la psiquis de quien lo padece, existen dos fuerzas que se oponen (me gusta-no me gusta, me sirve-no me sirve, avanzo-retrocedo, tengo esperanza-me desilusiono), pero de tal forma que casi se neutralizan o provocan mejorías que, en el mediano plazo, son insuficientes. En el caso del reloj: el vaivén del péndulo ocurre con regularidad pero la hora que informa es notoriamente diferente a la oficial, así como el paciente, trabaja, ahorra, se preocupa, pero termina desconforme, angustiado, deprimido, resentido, irritado, con eventuales malestares psicosomáticos.

Desde mi punto de vista, el pobre patológico adolece de un síntoma consistente en que está demasiado equilibrado, lo bueno y lo malo de su acontecer lo inmovilizan para progresar.

(Este es el Artículo Nº 2.065)


viernes, 15 de noviembre de 2013

La avaricia no materialista

Detrás de una ambición desmesurada podemos encontrar el temor a la muerte y, paradójicamente, un horrorizado rechazo al materialismo,

No es fácil comer sin hambre y no es fácil beber sin sed, sin embargo, por algún loco capricho de nuestra cultura, hay quienes consideran que es bueno beber sin sed.

Para no olvidarnos del medio vaso lleno, existen partes de nuestra cultura que aún se conservan sanas, de ahí que,  por ahora no tenemos personas mentalmente sanas que estén recomendando comer sin hambre. Esperemos que no ocurra.

Algo que siempre ocurrió es que algunas personas se esfuercen por conseguir más dinero del que necesitan. Esta conducta es similar a comer sin hambre, pero se parece más a beber sin sed, como aconsejan algunos respetados, (aunque no sé si respetables), profesionales.

Esta conducta contra natura parece alentada por un extraño afán de ser o aplaudir a los mártires, es decir, personas que hacen lo que nadie, en su sano juicio, desearía hacer.

Según comenté en otro artículo (1), nuestra mente está configurada para pensar que abajo está lo malo y que arriba está lo bueno. En otras palabras, la Ley de Gravedad atrae hacia el núcleo del planeta Tierra a todo lo malo, mientras que lo bueno no está alcanzado por tan grave ley: por eso (nuestra psiquis imagina que) flota en el aire, se va a las nubes, vive en el cielo.

Cualquier psicoanalista podría sugerir que las personas desmesuradamente acumuladoras de riqueza pueden estar fijadas a un trauma provocado por una alimentación inicial (lactancia) que generó demasiado angustia, inseguridad, abandono, hambre, pero también podemos pensar que un avaro es, paradójicamente, alguien tan temeroso de caer en el materialismo, que acumula riquezas para no caer en la pobreza, que está abajo, que está en la tierra...quizá enterrada como los cadáveres.


(Este es el Artículo Nº 2.064)


jueves, 14 de noviembre de 2013

La Ley de Gravedad no es tan grave


Si pensáramos que lo bueno está abajo y que lo malo está arriba no temeríamos descender.

Durante muchos años tuve, ubicado a los pies de mi cama, un globo terráqueo invertido, es decir, donde al Polo Norte se lo veía abajo.

Esa expresión artística no es novedosa pues muchos lo han hecho, contrariando el clásico diseño donde los países nórdicos están encima de los países sureños.

Quizá no sea pura casualidad que los países económicamente desarrollados se concentran en el hemisferio norte mientras que los subdesarrollados lo hacen en el sur.

En nuestra cabeza existe una jerarquización drástica e indiscutible: lo mejor está arriba de lo que está peor. El modelo piramidal se nos impone con fuerza axiomática. Parecería imposible suponer la legalidad de una subversión de ese orden, nuestras mentes se opondrían a pensar que los peor esté arriba de lo mejor.

A su vez, si hablamos de «modelo piramidal», estamos sugiriendo que la mayoría (la base de la pirámide) está abajo, quizá para darle estabilidad (base amplia) a la organización del colectivo humano.

En suma: con estas ideas innegables estamos dejando fuera de toda discusión que:

1) Lo mejor está arriba y que lo peor está abajo;

2) Lo mejor es cuantitativamente menor a lo peor, es decir, que la mayoría es menos buena que la minoría;

3) De lo anterior podríamos deducir que existe una relación inversa entre calidad y cualidad, de tal forma que más calidad se acompaña de menor cantidad y, viceversa, que menos calidad se acompaña de mayor cantidad;

Recordemos que también fue innegable nuestra ubicación en el centro del Universo.

Quizá todo esté influido por la definición inicial: Si pensáramos que lo bueno está abajo y que lo malo está arriba, no temeríamos descender y la Ley de Gravedad no sería tan grave.

(Este es el Artículo Nº 2.063)


 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El dinero es trabajo


Porque nuestro dinero antes fue nuestro trabajo, todo lo que pagamos está indirectamente hecho por nuestro propio esfuerzo y trabajo.

Como acostumbro, compartiré con usted reflexiones personales para que las pensemos juntos. No me tomo el trabajo de amplificar ideas ajenas. Usted y yo pensamos con nuestras cabezas, con lo que suponemos que es verdad, con las experiencias que hemos tenido. El pensamiento oficial, ese que está en los libros porque a alguien le interesa que usted y yo pensemos como el autor, no participa en este diálogo.

Podemos obtener dinero por dos vías:

1 — Vendiendo lo que extraemos de un terreno que nos pertenece, como podrían ser hortalizas, frutas, petróleo; o

2 — Trabajando, ya sea produciendo para quien nos paga un salario o trabajando para nosotros mismos, produciendo en nuestra propia fábrica.

Veamos qué ocurre con el dinero que obtenemos cuando trabajamos (opción 2).

En este caso podemos afirmar que el dinero que cobramos equivale a tiempo trabajado. Hasta cierto punto podemos adherir al refrán «El tiempo es oro», para lo cual tendríamos que retocar su redacción para decir «El tiempo trabajado es oro».

Simplificando aun más, es posible decir que el dinero es trabajo. Cuando tenemos dinero tenemos un equivalente al trabajo realizado. Estuvimos un tiempo haciendo algo con nuestro cuerpo (músculos, cerebro, ambos) y quien se benefició de nuestro esfuerzo lo remuneró con ese dinero que ahora tenemos en el bolsillo.

Cuando vamos a destinar ese dinero a comprar algo lo que en realidad estamos haciendo es realizando eso que compramos. Por ejemplo, si contratamos a un sanitario para que desobstruya una cañería, somos nosotros mismos quienes la desobstruimos a través de él, pues fue con nuestro trabajo que ganamos el dinero que él nos cobrará.

Cuando pagamos un trabajo ajeno es porque antes estuvimos trabajando.

(Este es el Artículo Nº 2.062)


martes, 12 de noviembre de 2013

El preocupante poder de los médicos


El poder de la corporación médica y de las empresas farmacéuticas constituye una situación que lamentablemente debería preocuparnos.

Una familia con muchos hijos sabe qué diferentes pueden ser las personas a pesar de poseer la misma genética y de ser criados en un mismo hogar.

Dos inmigrantes italianos, que llegaron a los Estados Unidos cuando en Italia pasaban hambre y en la joven nación todo era entusiasmo y oportunidades, tuvieron cinco niños, a todos los criaron con la misma devoción, pero el segundo, Bruno, nació en un crudo invierno de Chicago y cuando cumplió cuatro años no tuvo la fiesta que esperaba porque los padres eran muy pobres y el negocio de colocación de vidrios en invierno era cuando menos vendía.

Pero Bruno tuvo todo un año para pensar en su triste situación, en que debía hacer algo para que ese cumpleaños sin fiesta no volviera a repetirse y, gracias a su ingenio y audacia, logró tener su fiestita.

Las ventas comenzaron a subir cuando la fecha de su cumpleaños se acercaba.

Así ocurrió hasta los nueve años, cuando por exceso de ambición, cometió un error que le transformó el día de su cumpleaños en un día de severa penitencia. En lugar de romper tirando piedras las ventanas de tres casas cercanas, quiso tener una fiesta mejor y rompió los vidrios de cinco casas. Este hecho llamó la atención, los padres pensaron, preguntaron, y descubrieron al pequeño delincuente.

Me preocupa la condición humana, porque seguramente yo soy como ese niño aunque menos inteligente o menos ambicioso, pero qué pasa cuando los médicos pueden hacer y deshacer, encubiertos por su corporativismo y por un saber que los aísla de quienes sabemos poco y nada de anatomía, fisiología, medicamentos, cirugía.

¿Ellos priorizarán el cuidado de mi salud o de sus ventas?

(Este es el Artículo Nº 2.061)


lunes, 11 de noviembre de 2013

Una miteriosa mano invisible


Las dificultades para entender la fijación de precios genera inhibiciones para hablar de dinero, para ganarlo con eficacia, para negociar.


En otro artículo de reciente publicación (1) compartía con ustedes algunos hechos que hacen difícil, y hasta imposible, determinar el valor de las cosas que se transan en un mercado.

En un mercado libre los precios se fijan por la oferta y la demanda, un poco caprichosamente, por casualidad, no todos los agentes cobran y pagan el mismo valor por igual bien o servicio, tampoco permanecen iguales ante los cambios de estación, de moda, de abundancia.

En un mercado dirigido los precios están fijados administrativamente por alguna institución superior. Ella dicta cuánto valen los artículos de primera necesidad y también los menos urgentes.

En un mercado mixto conviven algunos precios administrados centralmente con otros sujetos al libre acontecer entre los agentes.

El mercado libre genera ansiedad en la población porque es alta la posibilidad de que cambien imposibilitando las previsiones. Este inconveniente se resuelve con el mercado dirigido, aunque en esta modalidad ocurre que suelen producirse escaseces, (cuando el precio oficial es inferior a las expectativas de los productores o intermediarios), o suele aparecer el mercado negro, es decir, un sector informal que no sufre desabastecimiento pero en él se cobran los precios que habrían si el mercado fuera libre.

La fijación de precios es tan poco entendible que el creador de la economía científica, el escosés Adam Smith, creó una idea muy adecuada. Él dijo que los mercados libres se regulan por medio de una mano invisible. ¡Genial!

Esta dificultad en entender algo tan importante como es la fijación de los precios es un factor influyente para que muchas personas tengan inhibiciones para hablar de dinero, para ganarlo con eficacia, para negociar y cerrar tratos con una mano invisible.


(Este es el Artículo Nº 2.060)



domingo, 10 de noviembre de 2013

Somos pobres porque nos creemos endeudados


Cuando cuentan nuestra historia insisten con los detalles de los terribles dolores del parto, pero nunca mencionan cuanto gozaron gestándonos.

El escritor Hans Christian Andersen (Dinamarca, 1805-1875), escribió varios cuentos para niños, alguno de los cuales quizá usted conoce: El patito feo, La sirenita, El traje nuevo del emperador.

Escribió cuentos para niños y también para psicólogos que no aprendemos solo de Freud.

En El traje nuevo del emperador se cuenta que dos caraduras convencieron a un emperador y a sus asesores de que eran capaces de tejer una prenda visible solo para personas de buen corazón.

Los hábiles estafadores se instalaron en el palacio, pidieron mucho dinero para la compra de materiales, comieron y bebieron todo lo que pudieron, dieron tiempo al pueblo para que la noticia fuera ampliamente conocida y, cuando llegó el gran día, el emperador salió a recorrer la comarca vestido con el traje que solo podrían ver las personas de buen corazón. Todos aseguraron que el traje era hermoso para demostrar que tenían un buen corazón y solo un inocente niño dijo: «El emperador está desnudo».

Mujeres y hombres seguimos creyendo que nuestras hembras sufren dolores terribles cuando paren.

Así como en el cuento de Andersen los pobladores tenían que ver algo invisible para demostrar que tenían buen corazón, quienes no crean que los humanos son los únicos mamíferos que paren con dolor, o no tienen buen corazón o son tontos o traicionan un mito sagrado.

Como en este blog están agrupados los artículos que refieren a las dificultades para ganar dinero les comento qué nos ocurre a los humanos.

Cuando comenzamos a enterarnos de cómo empezó nuestra existencia nadie nos dice todo lo que gozaron nuestros padres gestándonos, pero nos repiten hasta el cansancio todo lo que padecieron.

Somos pobres porque nos creemos endeudados.

Artículo vinculado


(Este es el Artículo Nº 2.059)


sábado, 9 de noviembre de 2013

Determinar el valor de un objeto es imposible


Es imposible determinar el valor de cualquier cosa pues este depende de múltiples factores que están cambiando casi permanentemente.

— ¿Cuánto pide por esta vasija de barro, pintada de verde con flores doradas?—, pregunta una señora al vendedor de la feria.

— 100—, responde lacónicamente el vendedor, quien seguramente se lleva mejor con la arcilla que con las personas.

— ¡Nooo, es carísima! —responde la compradora, cambiando de tono, mirando ahora con desprecio a lo que antes había acariciado enamorada por la belleza artística del objeto.

Ahora pensemos usted y yo, dejemos que ellos negocien, a ver hasta dónde llega la habilidad de uno y de otra.

¿Por qué el alfarero pide 100?, ¿qué tuvo en cuenta para llegar a esa cifra?, ¿en qué se basó la clienta para diagnosticar tan categóricamente que es «carísima»?, ¿alguno de los dos conoce el valor de la vasija?

Para responder estas sencillas cuestiones tendríamos que leernos varias bibliotecas de economía, mercadotecnia, contabilidad de costos y hasta de filosofía, psicología y psicoanálisis.

Como «lo perfecto es enemigo de lo bueno», bajemos las expectativas y dialoguemos distendidamente.

¿Por qué el alfarero pide 100?

1 – Porque es la cantidad de dinero que necesita llevar a su casa pues eso fue lo que le encargó la esposa cuando salió a vender su producción (la vasija);

2 – Porque el resto de los artesanos venden ese tipo de objetos más o menos en ese valor. Como no quiere ser deshonesto con sus colegas, vende al mismo precio que venden los otros;

3 – Porque al ver el aspecto de la señora se dio cuenta que es una turista, que nunca volverá a comprarle, que tiene que sacarle todo el dinero posible, porque así hacen todos los artesanos con los turistas del mundo entero;

En suma: nadie sabe cuánto vale la vasija.

(Este es el Artículo Nº 2.058)