Las dificultades para
entender la fijación de precios genera inhibiciones para hablar de dinero, para
ganarlo con eficacia, para negociar.
En otro artículo de reciente
publicación (1) compartía con ustedes algunos hechos que hacen difícil, y hasta
imposible, determinar el valor de las cosas que se transan en un mercado.
En un mercado libre los precios se fijan por la oferta y la demanda, un
poco caprichosamente, por casualidad, no todos los agentes cobran y pagan el
mismo valor por igual bien o servicio, tampoco permanecen iguales ante los
cambios de estación, de moda, de abundancia.
En un mercado dirigido los precios están fijados
administrativamente por alguna institución superior. Ella dicta cuánto valen
los artículos de primera necesidad y también los menos urgentes.
En un mercado mixto conviven algunos precios administrados
centralmente con otros sujetos al libre acontecer entre los agentes.
El mercado libre
genera ansiedad en la población porque es alta la posibilidad de que cambien
imposibilitando las previsiones. Este inconveniente se resuelve con el mercado dirigido, aunque en esta
modalidad ocurre que suelen producirse escaseces, (cuando el precio oficial es
inferior a las expectativas de los productores o intermediarios), o suele
aparecer el mercado negro, es decir,
un sector informal que no sufre desabastecimiento pero en él se cobran los
precios que habrían si el mercado fuera libre.
La fijación de precios es tan poco entendible que el creador
de la economía científica, el escosés Adam Smith, creó una idea muy adecuada.
Él dijo que los mercados libres se regulan por medio de una mano invisible. ¡Genial!
Esta dificultad en entender algo tan importante como es la
fijación de los precios es un factor influyente para que muchas personas tengan
inhibiciones para hablar de dinero, para ganarlo con eficacia, para negociar y
cerrar tratos con una mano invisible.
(Este es el Artículo Nº 2.060)
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