Si pensáramos que lo
bueno está abajo y que lo malo está arriba no temeríamos descender.
Durante muchos años tuve,
ubicado a los pies de mi cama, un globo terráqueo invertido, es decir, donde al
Polo Norte se lo veía abajo.
Esa expresión artística no es
novedosa pues muchos lo han hecho, contrariando el clásico diseño donde los
países nórdicos están encima de los países sureños.
Quizá no sea pura casualidad
que los países económicamente desarrollados se concentran en el hemisferio
norte mientras que los subdesarrollados lo hacen en el sur.
En nuestra cabeza existe una
jerarquización drástica e indiscutible: lo mejor está arriba de lo que está
peor. El modelo piramidal se nos impone con fuerza axiomática. Parecería
imposible suponer la legalidad de una subversión de ese orden, nuestras mentes
se opondrían a pensar que los peor esté arriba de lo mejor.
A su vez, si hablamos de «modelo piramidal»,
estamos sugiriendo que la mayoría (la base de la pirámide) está abajo, quizá
para darle estabilidad (base amplia) a la organización del colectivo humano.
En suma: con estas ideas innegables
estamos dejando fuera de toda discusión que:
1) Lo mejor está arriba y que lo peor está abajo;
2) Lo mejor es cuantitativamente menor a lo peor, es decir, que la
mayoría es menos buena que la minoría;
3) De lo anterior podríamos deducir que existe una relación inversa
entre calidad y cualidad, de tal forma que más calidad se acompaña de menor
cantidad y, viceversa, que menos calidad se acompaña de mayor cantidad;
Recordemos que también fue innegable
nuestra ubicación en el centro del Universo.
Quizá todo esté influido por la definición inicial: Si pensáramos que lo
bueno está abajo y que lo malo está arriba, no temeríamos descender y la Ley de
Gravedad no sería tan grave.
(Este es el Artículo Nº 2.063)
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