sábado, 30 de junio de 2007

Don Salomón Stalin

En algún momento a alguien se le ocurrió la idea de que estaría bien donarle a la iglesia un 10% de las pertenencias. Por esto lo llamaron diezmo. No me extrañaría que la ocurrencia haya surgido de la misma iglesia porque esta integrada por gente muy inteligente.

Según me comentaron, los donativos se hacían con gran beneplácito de los amables donantes, porque no solamente entendían que con eso pagaban un servicio de intermediación con Dios muy confiable sino que además servía para demostrarle a los demás cuán rico uno era. Como nunca faltan los avivados, había gente que donaba más del diez por ciento para que todos imaginaran un poder económico mayor.

Las cosas han cambiado. La lógica actual nos lleva a que procuremos pagar de menos y además mejora nuestra imagen social cuanto menos riqueza exhibamos.

Para agravar aún más las cosas, aquel salomónico diezmo que automáticamente hacía que pagaran más quienes más tuvieran y viceversa, hoy se ha transformado en el stalinista «porcentaje progresivo»: a mayor fortuna mayor porcentaje.

Este estímulo fiscal al empobrecimiento es como un palo en la rueda para cualquier intento progresista.

Esta política de estado hacia la anemia económica es patológica y por eso insisto en que el psicoanálisis es una herramienta más idónea que la economía para sacarnos del subdesarrollo.

●●●

Fue un toro hasta que...

Pensemos en las palabras YUGO y BUEY.

El yugo es una madera que une a dos bueyes que tiran de un arado o carreta, y popularmente también significa TRABAJO. Por otro lado, un buey es un toro castrado, es decir, al que le fueron extirpados los testículos.

Es habitual imaginarse a uno mismo, unido a los compañeros de trabajo, tirando como un buey. Esta escena sugiere que existe una forma de esclavitud y también, aunque más indirectamente, una castración.

El ser humano huye despavorido de la castración. Es una expectativa terrible.

Concluyo: En la medida que la referida «imagen rural» habite en nuestras cabezas, seguramente tendremos fobia a trabajar. Esta fobia a veces se diagnostica como haraganería, otras veces como apatía, otras como falta de ambición. Sin embargo, no es más que una fobia; una de las patologías neuróticas mejor tratadas por el psicoanálisis.

Este es un argumento más de por qué algunas formas de pobreza son tratables por un psicoanalista y no por un economista.

●●●

domingo, 24 de junio de 2007

Es inteligente ser pobre

«¡La historia la escriben los vencedores!»
«¡Todos somos hijos del rigor!»
«¡La letra con sangre entra!»

Supongo que con tres ejemplos alcanza para consignar que la fuerza bruta, la violencia y el poder, son los dueños naturales del planeta. Son los que sacan a patadas a los moradores habituales, se instalan y luego se enojan muchísimo si alguien pretende cuestionarles la legitimidad de su asentamiento.

Pero además tenemos que reconocer que la mayoría de nosotros termina aplaudiendo a los ganadores y abucheando a los perdedores. La fidelidad a una determinada causa tiene que estar muy vinculada a nuestros intereses para que subsista después de las primeras derrotas.

Ahora pensemos por un momento en una pulseada entre la pobreza y la riqueza. ¿Cuál de ambas saldrá vencedora? ¿Cuál es la más fuerte y la más resistente?

Si hacemos el censo de cuántas personas hay en uno y otro bando, rápidamente tenemos que concluir que la pobreza posee un ejército infinitamente más populoso que la riqueza.

¿Qué esfuerzo enorme hay que hacer para llegar a la riqueza? ¿Qué fácil es llegar a la pobreza? ¿Con qué facilidad se puede pasar de la riqueza a la pobreza y con cuánta dificultad se puede hacer el recorrido inverso?

La economía de energía humana [esfuerzo] indica en forma contundente que es mucho menos cansador hacerse pobre que hacerse rico y termina reafirmando: es mucho más fácil perder una fortuna que ganarla.

Conclusión: según la economía de energía humana [esfuerzo], es inteligente ser pobre.

●●●

sábado, 16 de junio de 2007

Pobreza en defensa propia

Según he podido saber en mis múltiples sesiones de análisis lacaniano, yo le temo mucho a la muerte y además soy muy mezquino. No me gusta que otros vivan bien gracias a mí. Las donaciones me parece horribles; una pérdida insoportable. Cada uno tiene que trabajar para ganarse el sustento. Con la única excepción de quienes notoriamente no lo pueden hacer porque son niños, ancianos, o padecen algún tipo de invalidez, todos los demás tienen que ganarse lo suyo.

Mi filosofía egoísta para no morirme funciona así: con tal de no dejarle una herencia a nadie, soy capaz de no morirme.

¡Ya sé que esta estrategia no resiste el menor análisis! Pero eso no importa porque ninguna estrategia de vida la resiste. Todas tienen algo de disparatado. Los invito a que piensen en las suyas, y podrán comprobarlo.

Muchas personas se parecen a mí en esta manera de pensar, aunque todavía no lo sepan porque no se han puesto a pensar.

Para terminar quiero contarles una variante de esta estrategia alocada que muchos tenemos para evadir la muerte. Hay personas que se creen que teniendo pocos bienes para dejar en herencia, no son víctimas predilectas de la parca [la muerte]. Ustedes habrán visto muchas películas en las que se comente un crimen para cobrar un seguro o para recibir una fortuna. Eso que se muestra en la ficción tiene muchos espectadores porque en el fondo uno puede pensar que la muerte es como un castigo, como un crimen, como una injusticia que se comete con nosotros, y que uno de los móviles predilectos de la muerte es el robo de esos bienes nuestros que ella codicia. La pobreza entonces, puede ser una estrategia para no provocar la envidia de la muerte y que se olvide de nosotros, que no nos tenga en su lista.

Estimados: este pensamiento existe ¡créanme! No solamente es tan disparatado como el mío sino que además es generador de lo que podríamos llamar la «pobreza en defensa propia».

●●●

sábado, 9 de junio de 2007

Un Pro$ac cada seis horas...

Desde que apareció el Prozac en 1986 hasta ahora, pasamos de la euforia a la duda científica. De la creencia a pie juntillas en que este antidepresivo era realmente eficaz, a la suposición de que más bien mejora por sugestión, que sólo es un excelente placebo.

El hecho es que la humanidad vivió más de una década con la alegría esperanzadora de que se había sacado de sus vidas la insoportable depresión.

Lo que sí parece un antidepresivo milenario, que sigue dando buenos resultados a una mayoría de personas, es el dinero.

Efectivamente, no le produce el mismo resultado terapéutico a todo el mundo, pero a una mayoría lo saca del grupo de riesgo de contraer ese penoso desarreglo anímico.

El dinero no produce euforia, excepto cuando se recibe una gran dosis toda junta, en un momento en el que se estaba cursando un síndrome de privación económica (pobreza extrema, insolvencia, quiebra traumática, anorexia monetaria, disfunción eréctil financiera y otros). Cuando se produce un brusco ingreso de dinero en el transcurso de estos períodos, es probable que aparezcan fenómenos de euforia. Pero en general, quienes están acostumbrados a una dosis razonable durante períodos prolongados, suelen disfrutar de una estado de cierta beatitud, paz, serenidad, buen dormir, sexualidad reproductiva y recreativa.

Muchas personas no quieren consultar al psiquíatra. Es una especialidad que genera grandes resistencias en muchas personas. Parece que aprovechar sus aportes al bienestar, implica reconocer una debilidad muy descalificante. Sin embargo, es aún más numeroso el grupo de renuentes a reconocer que el dinero contribuye a la felicidad. Piensan que aprovechar el bienestar que aporta la riqueza demuestra que uno es amigo del deseo y esto, para muchas instituciones moralistas, es un pecado mortal.

●●●
Fin de Un Pro$ac cada seis horas...

sábado, 2 de junio de 2007

Un litro de angustia vale lo que cuesta

La cabeza de un psicoanalista suele estar mucho más desarmada que la cabeza de sus pacientes.

La mayoría de las personas piensa que estar desestructurado es un inconveniente, cuando en realidad, puede ser todo lo contrario.

Una psiquis (cabeza, mente, como ustedes quieran) en estado gaseoso (imaginemos que cada idea o sentimiento es una molécula que se mueve libremente dentro de un envase) estaría dispuesta a acomodarse a la forma de cualquier continente: botella, damajuana, frasquito, tarro, ánfora.

Una psiquis en estado líquido también puede adaptarse a cualquier tipo de envase, siempre y cuando no sea más chico, porque el líquido no se comprime como el gas. O sea que el líquido es maleable pero no tanto.

Una psiquis en estado sólido no se adapta a nada. O tiene un envase a la medida o queda desajustada. Una psiquis en estado sólido (estructurada, con todas las piecitas en su lugar, rígida, inamovible) sólo puede estar cómoda en un único y exclusivo envase (contexto, situación, circunstancia).

Fíjese qué curioso: popularmente es preferible una mente rígida, con escasas posibilidades de adaptación y que casi nada le viene bien. Son psiquis tan dependientes del entorno, como un pie lo es de su zapato preferido.

¿Sabe por qué popularmente es más valorada una personalidad rígida que una flexible? Porque es previsible. Una persona imprevisible nos produce miedo, incertidumbre y angustia. Uno mismo se siente más seguro cuando se maneja dentro de un dogma que lo explica todo, cuando vive dentro de una rutina inmutable. Entonces, todos queremos de los demás (y también de nosotros mismos), la más absoluta inalterabilidad.

El psicoanalista tiene prohibido ser inalterable. Debe tener su mente en estado gaseoso para poder entender a los variadísimos moldes rígidos que le vienen a pedir que por favor lo rescaten de ese estado inmutable y mineral, tan falto de vida y tan lleno de muerte. Por eso cobran tan caro.

Fin de Un litro de angustia vale lo que cuesta

●●●