lunes, 30 de abril de 2012

Lo diferente ¿debe ser igual?



El verbo «discriminar» tiene definiciones contradictorias que nos dificultan saber qué está bien y qué está mal.

El diccionario de la Real Academia Española (R.A.E.) (1) define el verbo «discriminar» diciendo que:

1. tr. Seleccionar excluyendo.

2. tr. Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc.

Por su parte, Word Reference (2) describe el verbo «discriminar» diciendo que:

1  tr. Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, de sexo, de clase social o casta u otros motivos ideológicos:
discriminar a una persona por cualquier motivo es un acto inconstitucional.

2  Separar, diferenciar una cosa de otra:
discriminar lo verdadero de lo falso.

En la cultura occidental pensamos que la acción de «discriminar» es condenable, a tal punto que en la primera acepción indicada por Word Reference agrega un ejemplo aclaratorio, que R.A.E. no incluye. Dice: «Discriminar a una persona por cualquier motivo es un acto inconstitucional».

El presente artículo tiene por núcleo analizar esta última acepción donde Word Reference dice: «Separar, diferenciar una cosa de otra: discriminar lo verdadero de lo falso».

Esto es gravísimo!!

El idioma nos dice que «discriminar» significa «excluir», «inferiorizar» y que es un acto «inconstitucional». Simultáneamente nos dice que «discriminar» es «diferenciar», por ejemplo, lo verdadero de lo falso.

Conclusión:

Nuestro idioma nos alienta a no diferenciar, a no discriminar, a igualar, a no categorizar, a no distinguir, a que consideremos que las personas, las cosas y las ideas sean todas iguales, inclusive sin diferenciar «lo verdadero de lo falso».

Si basándonos, nada menos que en los diccionarios, llegamos a la conclusión de que no debemos «discriminar», diferenciar, separar, nos dará lo mismo ser ricos que pobres, eficientes que ineficientes, honestos que deshonestos, útiles que inútiles.

Nota importante: sin «discriminación» no hay percepción (3).


 

(Este es el Artículo Nº 1.540)

domingo, 29 de abril de 2012

Los hábitos heredados



Si los seres humanos somos seres exclusivamente biológicos, tanto la genética como las costumbres determinarán nuestra actitud frente al dinero.

Mi propuesta de suponer que somos exclusivamente seres biológicos, implica desconocer el llamado «dualismo cartesiano» (1).

Desde este otro punto de vista intento ver algo que nos ayude a terminar con la pobreza patológica, es decir, aquella carencia económica que el resto de la sociedad tiene que, injustamente, esforzarse por compensar.

Al suponer que sólo somos seres biológicos, podemos decir que el pensamiento (ideas, creencias, prejuicios, criterios, actitudes) es segregado por algún órgano especializado, probablemente el cerebro.

Tradicionalmente sólo pensamos que herencia es la genética (además de la económica en bienes) pero descuidamos la herencia propia de la educación, los ejemplos, las tradiciones.

Más de la mitad de los adolescentes admite hacer compras impulsivas. La familia es fundamental en este tema.

Si usted hace compras y sus hijos ven que no las usa, seguramente los estará educando para ser compradores impulsivos.

Si usted compra bienes importantes (electrodomésticos, vehículos, muebles) sin consultar otros precios, está educando a sus hijos a no cuidar el dinero, a dejarse llevar por la comodidad del despilfarro.

Si usted está en un país donde es costumbre que ciertas transacciones estén obligatoriamente precedidas de regateos pero usted no tiene ese hábito, estará educándolos con la mejor pedagogía para no participar de esa práctica en desmedro del rendimiento del dinero.

Las costumbres pueden ser hereditarias, tanto como los genes.

Por el contrario, y en concordancia con mi propuesta de suponer que somos exclusivamente seres biológicos, corresponde decir que así como no se trasmiten genéticamente todas las características de los padres, no todos los jóvenes «copiarán» la política (buena o mala) frente al dinero. Algunos hijos quizá se esfuercen por hacer todo lo contrario a las enseñanzas recibidas.


(Este es el Artículo Nº 1.539)

sábado, 28 de abril de 2012

Los ricos carecen de necesidades y deseos vitales



La humanidad no está reconociendo que los ricos carecen de los vitales beneficios que nos aportan las necesidades y los deseos.

De buenas a primeras resulta que el cigarrillo es el enemigo público número uno. En horas, a la humanidad le atacó una fobia paranoica delirante y hasta el olor a tabaco produce cáncer con metástasis, incurable, terminal, fulminante.

Mi pequeñito Uruguay, con apenas tres millones y pico de habitantes, tuvo la dudosa suerte de estar gobernado nada menos que por un oncólogo católico (Tabaré Vázquez) quien nos convirtió en abanderados de la hipocondría occidental.

Ya habrán adivinado que adoro el tabaco hasta como infusión digestiva y que no simpatizo con el autoritarismo médico-religioso.

Pero comencé diciendo esto porque me olvidé que a ustedes no les interesa cuáles son mis creencias personales respecto a los criterios de salud.

Quizá pueda interesarles un poco más acompañarme a pensar que este fenómeno de fobia inducida con la velocidad de un relámpago, puede ser usado con otros fines: para inducirnos conductas masivas en brevísimo tiempo.

Mi razonamiento es que si este hábito (fumar) fue exterminado en pocas horas luego de tener una vigencia de siglos, algo por el estilo podría hacerse respecto a un fenómeno económico-social aparentemente muy importante.

Me refiero a lo que les comentaba en otros artículos (1) cuando les decía que las necesidades y los deseos son imprescindibles para conservar la vida.

La población se divide en tres sectores, cuyos tamaños son muy diferentes.

— una mayoría son los pobres: personas que poseen y conservan muchas necesidades y deseos;

— una cantidad algo menor son los indigentes: personas que padecen necesidades y deseos desproporcionadamente grandes, excesivamente penosos, peligrosamente exagerados; y

— un grupo más pequeño integrado por los ricos: personas que padecen una carencia exagerada de las vitales necesidades y deseos.


(Este es el Artículo Nº 1.538)

viernes, 27 de abril de 2012

La carencia de necesidades y deseos



Las necesidades y los deseos son estímulos imprescindibles para conservar la vida y los ricos son personas carentes de necesidades y de deseos.

El famoso burrito estimulado por una sabrosa zanahoria que lo acompaña a todos lados, representa la actitud humana cuando tenemos que movernos en busca de aquello que satisfaga nuestras necesidades y deseos.

Los menesterosos, integrantes de la mayoría, siempre estamos necesitando algo que de satisfacción a nuestras necesidades y deseos: comida, abrigo, alojamiento, amistad, música, viajes, diversión.

Los ricos, integrantes de la minoría, siempre están necesitando algo que los saque del hastío, el aburrimiento, el desinterés: necesidades y deseos.

Dicho de otro modo: los «pobres» buscan elementos para satisfacer sus necesidades y deseos mientras que los ricos, por el contrario, buscan las necesidades y deseos que les faltan porque los tienen suficientemente satisfechos.

Insisto con esto porque la mayoría no sabemos de qué se trata: hay gente que necesita tener más necesidades y más deseos, porque los normales de cualquier persona, los tienen cancelados, satisfechos, hastiados, bloqueados por la abundancia.

Para quienes siempre estamos tratando de «tapar agujeros», preocupados por si podremos o no darle satisfacción a nuestras necesidades y deseos, por si tendremos o no dinero para cubrir los gastos hasta la próxima fecha de cobro de nuestro salario, jubilación o pensión, es difícil de entender que algunas personas tengan carencias de necesidades y deseos.

La explicación está en que la mayoría de no-ricos, no sabemos que tener necesidades y deseos es una especie de fortuna, porque sin ellas no podríamos vivir.

El problema que tienen los ricos es que son pobres en necesidades y deseos pues los tienen excesivamente cancelados, atrofiados, desactivados.

Es por este extraño fenómeno que los ricos sufren por falta de necesidades y deseos.

Esta dolorosa falta suelen aliviarla haciendo donaciones filantrópicas.

Otras menciones al concepto «necesidades y deseos»:




(Este es el Artículo Nº 1.537)


jueves, 26 de abril de 2012

Buscar y encontrar



Hay personas que tienen más talento para «encontrar» que para buscar. No todos poseen ambos talentos.

No vayas a pensar que todos los relatos de ficción que redacto y publico cada semana, me gustan. Por el contrario, muchos no me agradan pero los publico igual si mis allegados me animan «sin dejar de reconocer que no es de los mejores».

En 2006 publiqué uno titulado Lo paterno (1) en el que el protagonista (Benito Loyarte) logró conseguir un empleo cuando menos lo pensaba, por pura casualidad. No porque lo buscara sino porque «lo encontró».

Esto no es muy frecuente pero tampoco es tan raro: los artistas pueden llegar a lograr una sola creación que les permita ganarse la vida hasta el último día.

En el ambiente musical, a estas piezas originales y súper-rentables se las denomina one-hit-wonder, cuya traducción significa algo así como «maravilla única».

Todos conocemos muchas de ellas. Sin ir más lejos en Wikipedia podemos acceder a 100 de las mejores en el artículo titulado 100 Gratest One-hit (2)

Quienes andamos por la vida buscando oportunidades laborales para solventar los gastos familiares y personales, solemos adolecer de ciertos prejuicios que podrían privarnos de alguna solución interesante.

Efectivamente, acostumbramos salir a la vida laboral después de haber terminado los estudios, buscando que alguien nos contrate en relación de dependencia (empleado) o buscando asociarnos con algún amigo para llevar adelante un emprendimiento rentable.

Buscar empleo y buscar oportunidades rentables debe estar asociado a la actitud de «encontrar», para que tenga posibilidades de éxito.

Aunque suene extraño, muchas veces es tan intenso el afán por buscar soluciones que desactivamos nuestra predisposición a «encontrar».

Tanto el personaje del cuento (Benito Loyarte), como los creadores de esas «maravillas únicas» son personas con más talento para «encontrar» que para buscar.

(1) Relato titulado Lo paterno


(Este es el Artículo Nº 1.536)

miércoles, 25 de abril de 2012

Sobre la eficacia ridícula



Necesitamos reclamar la máxima eficacia de los demás y simultáneamente evitarla.

Imaginemos un país donde:

— Nunca se produzcan cortes de luz;
— Los bomberos prevengan eficazmente los incendios;
— Los responsables de la salud pública controlen todas las epidemias;
— Los funcionarios públicos ejecuten sus cometidos;
— La policía sea eficaz en la prevención del delito;
— Los pocos delitos cometidos sean aclarados y los responsables cumplan las penas legales.

Este sueño pesadillesco podría tener infinidad de ejemplos, pero no tengo por qué ser exhaustivo. Con lo mencionado alcanza para comentarles la enorme tristeza y angustia que padecerían los ciudadanos del imaginario país.

Aunque solemos despotricar contra las ineficacias del Estado, de los proveedores de servicios y de la gestión gubernamental, nada más lejos de nuestra intención que eliminar los errores ajenos.

Por el contrario, en lo profundo de nuestro corazón no queremos que los demás hagan las cosas bien, que el nivel de errores descienda, que gobernantes ejemplares nos administren.

Esta hipótesis se explica porque necesitamos protestar contra la ineficacia ajena, al mismo tiempo que deseamos su continuidad para que nunca nos veamos enfrentados a la desgracia de ser los únicos que nos equivocamos.

Porque nuestro perfeccionamiento es casi imposible, cuanto mayor sea el caos reinante, la mediocridad vigente y la ineptitud gubernamental, más libertades nos tomaremos para

— no estudiar;
— ser impuntuales;
— vivir sobreendeudados;
— incumplir nuestros compromisos;
— faltarle el respeto a los demás;
— difundir cualquier rumor a sabiendas de que es falso aunque corrosivamente destructivo para alguien.

En suma: la tan preciada libertad, la mil veces reclamada paz social y la tranquilidad de los ciudadanos, necesitan que los demás (gobernantes, empresarios, sindicatos y el pueblo en general), hagan todo mal... y si alguien intenta hacerlo mejor, disimuladamente trataremos de disuadirlo o de favorecer las circunstancias para que haga el ridículo.

(Este es el Artículo Nº 1.535)