sábado, 30 de junio de 2012

La transgresión razonable



La transgresión de las normas (prejuiciosas, morales, legales) es una opción que merece ser ponderada racionalmente.

Algunas personas disfrutan oyéndose decir «Prefiero pedir perdón a pedir permiso».

Disfrutan porque se disfrazan de audaces, temerarios, aventureros: personajes románticos, literarios, divertidos.

Efectivamente, es un disfraz porque quienes realmente «prefieren pedir perdón», no necesitan decirlo porque incurren en prácticas que merecerían un pedido de disculpas, por lo atrevidas, delictivas, abusadoras.

Más aún, quienes no lo andan diciendo, quizá sean incapaces de arrepentirse, por eso, transgreden sin pedir permiso ni perdón.

Es posible decir que si queremos ganar lo necesario para vivir, nos enfrentamos a tres tipos de normas restrictivas, que se oponen a que ganemos dinero. Esas normas son: los prejuicios, la moral y la ley.

Los prejuicios generan normas cuya violación parecería obligatoria. Por ejemplo, son prejuicios de violación obligatoria los que «afirman» ideas tales como:

— los judíos son avaros;
— los negros son indolentes;
— los hijos únicos son caprichosos.

Las normas morales son menos evidentes y en algún caso deben ser transgredidas, pero en otros no. No deberíamos:

— cobrarle intereses a quien notoriamente padeció dificultades ajenas a su responsabilidad para pagarnos una deuda a su vencimiento;
— arrepentirnos de cumplir una promesa no documentada (contrato verbal);
— no retribuir de alguna manera a quien nos beneficia con un gesto particularmente generoso y desinteresado (devolución de un objeto extraviado, prestarnos dinero con urgencia, ayudarnos con su esfuerzo, tiempo y talento).

Las normas legales son evidentes, están escritas y desconocerlas no exime su aplicación. La mayoría de las veces (pueden no estar reglamentadas), transgredirlas implica cometer una infracción, desacato o delito.

En este caso suele convenir una inteligente ponderación entre lo que se gana transgrediéndolas y se pierde pagando la sanción. A veces (pocas veces) es racional transgredir la ley. Corresponde estudiar esta posibilidad.

(Este es el Artículo Nº 1.597)

viernes, 29 de junio de 2012

Cuando los cuidadores nos acusan



Cuando los gobernantes o los médicos nos proponen una conducta preventiva, nos están diciendo que somos nuestro principal problema.

Está en nuestra naturaleza:

1º - evitarnos problemas;

2º - esperar que otros los solucionen cuando no podemos evitarlos;

3º - descargar nuestra furia contra quien suponemos que debería resolverlos y no lo hace;

4º - quejarnos de los nuevos problemas que nos acarrean los problemas sin resolver y,

5º - al final, cuando no nos queda otra alternativa, resolver nuestros problemas.

Así somos y sería un problema no saberlo o no aceptarlo.

Es por esta característica que unas pocas personas logran el bienestar económico al hacer todo lo contrario: aceptan los problemas, los resuelven sin enojarse y hasta se ofrecen para resolver los problemas ajenos cobrando por el servicio (1).

Como digo en otro artículo (2), la comodidad nos desmotiva. Cuando llegamos al bienestar, dejamos de esforzarnos. Nuestro cuerpo se queda sin energía cuando percibe que no necesita nada.

La ausencia de energía por falta de problemas graves y urgentes, nos introduce en un círculo vicioso porque, por inercia, cada vez tenemos menos ganas de enfrentar los problemas y por eso cada vez tenemos menos calidad de vida.

En este círculo vicioso, cada vez dependemos más de que otros nos ayuden, nuestra inteligencia refuerza la creencia en que son los demás quienes tienen que resolvernos los problemas: los gobernantes, los profesionales, los familiares.

Cuando estamos en esta situación (indolentes por exceso de comodidad), somos más propensos a creer cualquier promesa de los políticos que piden nuestro voto (aumenta nuestra credulidad), creemos que la medicina es infalible curándonos, que la policía nos mantendrá a salvo de los delincuentes.

Si rechazamos la medicina preventiva y las precauciones en seguridad es porque indirectamente nos están acusando de que nuestro problema somos nosotros.

   
(Este es el Artículo Nº 1.596)

jueves, 28 de junio de 2012

La vida cómoda nos hace indolentes





La prohibición del incesto es una molestia que nos autoimponemos para estimular nuestra productividad.

Tratemos de entender algo que todos padecemos pero que nunca nos explicaron por qué tenemos que padecerlo.

Todos nuestros compañeros mamíferos carecen de esta restricción tan penosa. A una oveja, a una yegua, a una vaca no se le ocurre averiguar los posibles vínculos familiares que tiene con el futuro padre de sus hijos.

Todos los seres vivos se reproducen sin ninguna prohibición del incesto. Lo único que se nos ha ocurrido es decir que los humanos somos diferentes, superiores al resto, y que si mezclamos nuestras «maravillosas» sangres familiares, seremos castigados por un ser también «maravilloso» (Dios), con una prole defectuosa, enferma, monstruosa.

Toda una historia «maravillosamente» disparatada.

Pero alguna razón debe existir para que, desde tiempos inmemoriales, una mayoría de humanos rehúse reproducirse con familiares (padres, hermanos, tíos).

Una hipótesis en la que podríamos apoyarnos transitoriamente, hasta que surja otra mejor, es que los humanos somos la especie más imperfecta, además de ser la más vulnerable porque nacemos varios meses antes de estar suficientemente aptos para valernos por nosotros mismos.

Somos la más imperfecta porque no tenemos «control de ambición instalado». Si bien comemos hasta saciarnos, dormimos hasta que recuperamos nuestras fuerzas y trabajamos hasta que nos jubilamos, no estamos conformes con nuestro rendimiento y con el rendimiento de los demás integrantes de la sociedad.

Efectivamente, los humanos nos presionamos mutuamente para que trabajemos más, ahorremos más, paguemos más impuestos, toleremos mejor los errores de los gobernantes, demos nuestras vidas defendiendo la patria (léase: defendiendo los intereses de los «dueños» de la patria).

La prohibición del incesto fue creada para estimularnos obstaculizando nuestra «única misión»: reproducirnos (1).

En suma: Obstaculizamos nuestra sexualidad porque si fuera más fácil (endogámica), seríamos aún más indolentes, perezosos, improductivos.

 
(Este es el Artículo Nº 1.595)

miércoles, 27 de junio de 2012

Los electrodomésticos que se rompen



Ya no vale la pena reparar los electrodomésticos descompuestos. La reparación es casi tan costosa como uno nuevo.

Es posible que ya no sea conveniente reparar los electrodomésticos que dejan de funcionar. Entre lo que cuesta una reparación y lo que cuesta uno nuevo, la diferencia puede ser insignificante.

Claro que los reparadores son experto en conservar su fuente de ingresos y argumentan a favor de la vieja maquinita descompuesta, alegando que las que ahora se venden están fabricadas con materiales más débiles.

Por su parte los clientes, sin darse cuenta, han desarrollado un cierto afecto por la máquina usada y descompuesta. Sus mentes piensan:

— Ya hace 14 meses que la estoy usando (es decir, el período de la garantía más dos meses),

— Quizá sea cierto que las nuevas son más débiles que las viejas porque yo soy viejo y necesito pensar que soy más fuerte que los jóvenes;

— Si bien la reparación es apenas un 10% menos de lo que me costaría nueva, «algo es algo», «un 10% es un 10%», «a nadie le gusta tirar la plata».

Esta historia se repite una vez tras otra y los propietarios de maquinitas viejas, fuertes pero descompuestas, seguimos pagando algo de dinero para beneficio de los reparadores.

Con estos mismos elementos podemos pensar que desde hace unas décadas a esta parte ya no compramos electrodomésticos sino que pagamos una cierta suma para usarlos (alquiler). Lo que antes parecía un objeto permanente ahora es un objeto que se consume, se evapora, se extingue.

Ese dinero que antes contabilizábamos en el rubro «Maquinitas mías» ahora tenemos que contabilizarlo en el rubro «Alquileres que pago».

Esto no es un simple cambio de rubro porque lo que antes formaba parte de nuestro Patrimonio ahora corresponde interpretarlo como una pérdida (alquiler) que disminuye ese Patrimonio.

(Este es el Artículo Nº 1.594)

martes, 26 de junio de 2012

Evitar problemas y pobreza



Es posible que la pobreza esté presente entre personas que no «disfrutan» enfrentando y resolviendo problemas.

Estamos de acuerdo usted y yo en que la población de personas ricas es infinitamente más pequeña que la población de personas pobres.

Estamos de acuerdo usted y yo en que la población de personas que disfrutan de los problemas es infinitamente más pequeña que la población de personas que los rechazan.

Para seguir adelante, necesitamos quitar de la vista la hipótesis según la cual los ricos son ricos porque históricamente les han robado sus bienes a los pobres.

No sé si esta hipótesis es verdadera o falsa, pero lo que sí sé es que hasta ahora solo ha sido útil para que nadie denuncie a los ricos como para que vayan presos, nadie les haya confiscado sus bienes mal habidos para restituírselos a las víctimas del supuesto robo, y con esa hipótesis la cantidad de pobres sigue siendo abrumadoramente superior a la cantidad de ricos. Por esto, sugiero «quitar de la vista la hipótesis del robo».

Con estos pocos datos les propongo pensar en algo para tener en cuenta.

Si una mayoría rechaza los problemas y una mayoría son pobres, podríamos pensar que «rechazar los problemas genera pobreza».

Sólo para no olvidarnos: si una minoría «disfrutan» los problemas y una minoría son ricos, podríamos pensar que «divertirse con los problemas genera riqueza».

Observemos algunos casos concretos:

— Pocas personas «disfrutan» de las enfermedades (médicos) y difícilmente sean pobres;

— Pocas personas «disfrutan» de los conflictos, líos familiares, reyertas entre ciudadanos (abogados) y difícilmente sean pobres;

— Pocas personas «disfrutan» negociando con intereses tan contrapuestos como son los que defienden los compradores, los proveedores y los empleados (empresarios) y difícilmente sean pobres.

En suma: para conseguir dinero trabajando, es útil «divertirse» enfrentando problemas.

(Este es el Artículo Nº 1.593)