sábado, 30 de abril de 2011

Causa lingüística de la pobreza patológica

Algunas personas pueden ver inhibida su capacidad de realización económica porque inconscientemente sienten que ser «ejecutivo», significa «ajusticiar», «ejecutar una pena de muerte», «matar», ser «homicida».

Rara vez intentamos matar a alguien y en todo caso, la decisión es de escasa duración.

Son pocas las personas homicidas aunque su actitud resulta tan terrible que cada vez que alguien comete un crimen, nuestra inteligencia registra el hecho con una magnitud enorme.

Es decir, la actitud homicida no es frecuente aunque terrible.

Sin embargo a nivel verbal las cosas son muy diferentes.

El homicidio verbal es altamente frecuente, de larga duración, pero sus consecuencias son prácticamente nulas.

Entre ambos extremos existe una tercera posibilidad que si bien carece de consecuencias inmediatas, no deja de ser digna de tener en cuenta.

Esta tercera posición es el deseo secreto o manifiesto de que otros maten.

Los ciudadanos comunes deseamos y hasta aprobamos

— que los soldados maten a todos los enemigos posibles,
— que algún infortunio termine con la vida de los opositores ideológicos,
— que el gobierno extermine a los inmigrantes que provocan xenofobia o
— que se implante la pena de muerte para los delincuentes más temibles y reincidentes.

Por lo tanto,

1) nuestra moral frente a la pena de muerte es dual, ambivalente, imprecisa; y

2) a nivel verbal, todos somos homicidas virtuales («¡Te voy a matar!»; «¡Ojalá mueras!»; «Tendríamos que acabar con ellos»).

El verbo «ejecutar» significa tanto «realizar» como «ajusticiar».

El sistema capitalista depende de que los agentes económicos «realicen» (produzcan, negocien, exporten, importen, construyan).

Algunas personas no pueden ser «ejecutivas» porque sus mentes sólo asocian la acepción que significa «ajusticiar» (matar), por lo cual su productividad y generación de ingresos se ven moralmente inhibidas.

En suma: el lenguaje puede provocar pobreza patológica.

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viernes, 29 de abril de 2011

El empobrecimiento por razones ideológicas

El rechazo politizado e ideológico a quienes tienen poder económico, puede ser una causa de la pobreza patológica. Ejemplo: la izquierda glorifica la pobreza.

Según el psicoanálisis, el rechazo a los poderosos (gobernantes, militares, policías, empleadores, ricos), tiene su origen en nuestra más tierna infancia.

Esquemáticamente, nuestra psiquis padece una traumática situación cuando descubre que su objeto de amor, imprescindible para seguir viviendo pero también infinitamente amada como a un cónyuge ideal, nos abandona para irse con nuestro padre.

Todos reaccionamos de diferente manera a esta inefable frustración, pero un estilo habitual de rebelarnos contra esa injusticia, traición, infortunio, es dedicar toda nuestra existencia a combatir a quienes simbolizan aquella figura maldita que nos quitó nada menos que el amor imprescindible de nuestra madre.

Esto nos ocurre de forma diferente a varones y niñas. Los varones demoramos más tiempo en cicatrizar las heridas. Las niñas, generalmente, se consuelan más rápido.

Es probable entonces que los varones seamos más necios, vengativos y rencorosos hacia cualquier cosa que se nos muestre como una figura paterna.

Acá tenemos un motivo aceptable de por qué existe una clara intolerancia, discriminación y desprecio hacia los ricos, poderosos y famosos.

Este sentimiento negativo puede comenzar a manifestarse en la adolescencia y disminuye en pocos años ... o nunca.

En el último siglo la humanidad está dividida en ideologías de izquierda e ideologías de derecha.

Es posible decir que líderes famosos de la izquierda son Stalin, Mao y Castro y líderes famosos de la derecha son Hitler, Mussolini y Franco.

Es posible decir que la izquierda combate la riqueza individual y la derecha la propicia.

Es posible decir que para la izquierda es un orgullo ser pobre y que para la derecha es una vergüenza.

En suma: la pobreza patológica puede estar provocada por razones ideológicas.

Nota: “Descamisados” es el nombre cariñoso que el peronismo-justicialismo argentino le da a los trabajadores que los siguen.

Artículos vinculados:

Odiar es un placer costoso

El proselitismo empobrecedor de la izquierda

Similitudes y diferencias entre izquierda y derecha

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jueves, 28 de abril de 2011

Los vegetarianos son ricos (sabrosos)

Las dietas vegetarianas convierten a sus seguidores en psicológicamente herbívoros, esto es, en personas fácilmente explotadas (devoradas) por quienes se conserven psicológicamente carnívoros.

La desconfianza, la insatisfacción, la duda, la paranoia son estímulos valiosos para el progreso del ser humano aunque en grandes dosis lo convierten en un ser insoportable que pasa de un fracaso a otro.

En Uruguay no somos muy religiosos pero sin embargo una mayoría aprovecha los ritos divertidos, convenientes, folklóricos.

Nuestra escasez religiosa no impide que festejemos Noche Buena y Navidad, nos tomemos casi toda la Semana de Turismo (Santa) para descansar, pasear, y que tengamos el Carnaval más prolongado del mundo, superando inclusive al más espectacular que organiza Brasil.

Por lo tanto los uruguayos comemos pescado el día Viernes Santo.

Esta vez fue el hazmerreír de la prensa un grupo de gente que concurrió a las pescaderías para alentar a los clientes a no comer pescado, arengándonos con expresiones que incluían palabras tales como «crimen», «cadáver», «sacrificio».

Estos herbívoros fundamentalistas luchan contra el consumo de cualquier alimento de origen animal.

No conformes con ceñirse personalmente a esa dieta, también atacan verbalmente a quienes no adhieran a su ideología.

Las causas de las actitudes extrañas siempre son conjeturales. Es casi imposible acceder a la certeza cuando queremos comprendernos a nosotros mismos.

Una hipótesis que comparto con ustedes dice lo siguiente:

— Las tecnologías digitales han puesto al alcance de todo el mundo el poder de la comunicación, información y difusión, que antes eran exclusivas de los más ricos;

— La progresiva imposición de las dietas vegetarianas podrían estar intentando que una mayoría abandone la ingesta de carnes;

— En la naturaleza, los animales herbívoros son el alimento de los carnívoros.

En suma: Las dietas vegetarianas apuntan a retomar el poder que las tecnologías digitales están democratizando.

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miércoles, 27 de abril de 2011

Amar la vida provoca trabajar poco y ganar mucho

Quien tenga una vida equilibrada y se mantenga en armonía consigo mismo y la naturaleza, sólo buscará y aceptará tareas bien remuneradas.

Para tomar las mejores decisiones, para que nuestra forma de encarar la vida sea la mejor, tenemos que tener en cuenta varias cosas:

— no nacemos sabiendo;

— a veces creemos haber descubierto la verdad y luego la experiencia nos demuestra que no lo era;

— el intelecto funciona generando una buena opinión del intelecto mismo.

Por ejemplo,

— no necesitamos casi ninguna preparación para entender que un martillazo sobre un clavo hace que este penetre la madera;

— los panaderos saben que algunos productos orgánicos mejoran el sabor pero tienen que permitir su acción durante una o dos horas;

— si fornicamos con una persona de otro sexo puede ocurrir que nueve meses después nazca otro ejemplar de la especie;

— en caso de que nuestra existencia sea mayor a 65-70 años, es probable que no tengamos ni ganas ni fuerza para seguir ganándonos el sustento, por lo que es conveniente que 40 años antes pensemos en tener ahorros jubilatorios.

En general, muchos efectos no se nos presentan tan claramente acompañados de sus causas y es en estos casos cuando nuestro intelecto debe ser más sutil que para entender los efectos inmediatos de un martillazo.

Según les comentaba en otros artículos (1), el aburrimiento nos dificulta psicológicamente para buscar y conseguir trabajos bien remunerados porque nuestra prioridad es conseguir cualquier entretenimiento.

Quienes rechazan trabajar pueden ser vagos o personas que se sienten bien consigo mismos, que valoran la vida, curiosas, observadoras, de buen humor, optimistas, entusiastas.

En suma: Quien ama la vida que tiene, está predispuesto para hacerle pagar muy caro a quien necesite comprarle esa libertad, lo que indirectamente (a mediano o largo plazo) significa buscar y aceptar sólo tareas bien remuneradas.

(1) El valor personal de la libertad

El arte de decir «NO»

Vivir es molesto

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martes, 26 de abril de 2011

La simpatía es más rentable que el profesionalismo

Porque «Más vale caer en gracia que ser gracioso», las razones políticas suelen predominar sobre las razones técnicas.

Según el diccionario, la palabra política significa varias cosas.

Cuando un vocablo significa muchas cosas, lo que en realidad ocurre es que casi no tiene significado porque precisamente, las palabras están para definir asuntos, acciones, cosas.

— ¿Conoces a Juan?
— ¿Cuál de ellos?
— Juan Pérez
— ¿Cuál de ellos?
— ¡Bah! Ya veo que no lo conoces.

Un nombre usado por muchas personas difícilmente identifica a su dueño.

Intentaré acotar la definición de político-ca haciendo hincapié en nuestro interés por encontrar las miles de causas que provocan la pobreza patológica.

El desempeño laboral de una persona puede ser evaluado desde dos puntos de vista: desde el punto de vista técnico y desde el punto de vista político.

Desde el punto de vista técnico podemos ser buenos, regulares o malos profesionales.

En este sentido, sabremos nuestro oficio, tendremos fama de expertos, cumplidores, responsables o de aprendices, inconstantes y descuidados. Alguien que precise nuestros servicios nos evaluará según la información que tenga sobre nuestras competencias.

Desde el punto de vista político podemos ser agradables, intrascendentes o desagradables.

La evaluación desde este punto de vista es más subjetiva que la evaluación desde el punto de vista técnico.

Depende en gran parte del criterio de quienes nos evalúan. La calificación apunta a cuestiones de gustos, de preferencias, de ideología, de creencias, de simpatías.

Un trabajador puede funcionar muy bien técnicamente en un equipo pero contar con el rechazo de sus compañeros y generar una baja en la productividad colectiva que termine con su expulsión.

Por el contrario, alguien ligeramente mediocre pero muy simpático, suele tener más chances que conseguir y conservar una fuente laboral.

En suma: Generalmente, lo político (simpatía) predomina sobre lo técnico (profesionalismo).

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lunes, 25 de abril de 2011

La venta de libertad

En definitiva nuestros ingresos se obtienen vendiendo parte de nuestras libertades individuales (disponer del tiempo, atender nuestras preferencias, decir y actuar según nuestro pensamiento).

Los humanos vivimos de los recursos naturales que poseemos.

Estamos familiarizados con la imagen de los agricultores que salen a la carretera más próxima a su casa y ahí se instala el más joven de la familia a vender (canjear por dinero) lo que han cosechado: hortalizas, frutas, huevos.

Quienes vivimos en la ciudad hacemos algo similar aunque lo que ofrecemos en venta son bienes intangibles.

Los urbanos canjeamos por dinero en forma de salario, algunos derechos a los que estamos dispuestos a renunciar vendiéndolos.

Si los agricultores tienen productos genéricamente denominados «agrícolas», quienes vivimos en la ciudad tenemos productos derivados fundamentalmente de la libertad.

— En tanto mi empleador me paga un salario para realizar ciertas tareas dentro de cierto horario, estoy cediendo, vendiendo, renunciando a ese tiempo libre que tendría si no trabajara.

Por lo tanto aquí tenemos un producto del rubro libertad que llamamos «tiempo».

— En tanto mi empleador me paga un salario para realizar ciertas tareas que él necesita, estoy cediendo, vendiendo, renunciando a hacer lo que tenga ganas en cada momento.

Por lo tanto aquí tenemos un producto del rubro libertad que llamamos «opción» (elección, preferencia, gusto).

— En tanto mi empleador me paga un salario para realizar ciertas tareas según los procedimientos elegidos por él, estoy cediendo, vendiendo, renunciado a mis personales maneras de hacer las cosas.

Por lo tanto aquí tenemos un producto del rubro libertad que llamamos «expresión» (hacer o decir mis pensamientos, ideas, creencias).

Todo lo que vale para un empleador, también vale para atender la demanda de los clientes.

En suma: Los trabajadores ganamos dinero vendiendo libertades a las que no tenemos más remedio que renunciar.

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domingo, 24 de abril de 2011

Las necesidades son proveedoras

Las necesidades y los deseos no son enemigos sino oponentes, estímulos, desafíos, activadores. No merecen odio sino actitud productiva.

Ante cualquier fábula que ande por ahí sin autor conocido, alguien dirá con total firmeza que es «una fábula de Esopo».

A su vez, aunque parezca extraño, no hay seguridad de que este gran fabricante de fábulas haya existido.

Una de las fábulas de Esopo (¿?) refiere a la gallina de los huevos de oro.

Brevemente: un granjero detectó que una de sus gallinas ponía huevos de oro y estimulado por la ambición, buscó en su interior una mina que lo sacara de la pobreza, con lo cual ... ya sabemos cómo termina la historia.

Varios siglos después los humanos ya estamos en condiciones de pensar que a veces la ambición desmedida resulta contraproducente, generando más infortunio que riqueza.

A medida que la humanidad fue haciendo más y mejores conquistas en el dominio de la naturaleza, también se fue envalentonando.

Parece que los humanos tenemos una clara predisposición a creernos omnipotentes.

Por eso la Revolución Industrial y otras conquistas nos llevaron a la convicción de que estábamos a un paso de lograr el gran anhelo: vivir sin trabajar, eternamente felices, dándole satisfacción a todas las necesidades y los deseos.

Y es en este punto donde retomo la fábula de Esopo y al ingenuo granjero.

Existen algunas señales de que las necesidades y los deseos más que molestias inútiles son nuestra verdadera fuente de energía, la que nos estimula para trabajar, pensar, reflexionar, estudiar, asociarnos, investigar, arriesgar, luchar, innovar y demás acciones que son las verdaderas características de la vida.

En suma: Ni es una buena estrategia matar a la famosa gallina para resolver de un plumazo nuestras carencias ni estas carencias son tan negativas como el sentido común nos sugiere pensar.

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sábado, 23 de abril de 2011

La delincuencia y sus atenuantes

Los guerrilleros son técnicamente delincuentes comunes que también deben ser juzgados considerando la intención que los anima para exponerse a las condenas más severas.

Los humanos queremos vivir en libertad aunque evitando sus efectos indeseables, esto es, queremos vivir en libertad sin hacernos responsables de las consecuencias que pudieran tener nuestras libres decisiones.

Cuando hablamos de libertad, debemos incluir genéricamente las restricciones a nuestro bienestar.

Por lo tanto, luchamos por sentirnos libres de presiones, limitaciones, dolores, carencias.

Los niños de muy poca edad manifiestan con energía su rechazo a las molestias.

— Cuando no saben de dónde proviene la causa del malestar, lloran.

— Cuando creen que sus tutores son la causa del malestar, intentan combatirla utilizando los escasos recursos de que disponen (incontinencia fecal o urinaria, anorexia, romper objetos, ensuciar, desobedecer, golpear, morder, etc.).

A lo largo de nuestras vidas continuamos con esta actitud, adaptándola a las circunstancias que nos tocan en suerte.

— Si vivimos en una sociedad donde está autorizada la libertad de expresión, haremos manifestaciones, huelgas, golpearemos cacerolas.

— Si vivimos en una sociedad donde no está autorizada la libertad de expresión, tramitaremos la agresividad y la frustración como podamos, alentados por la esperanza de que «ya vendrán tiempos mejores».

La rebelión de los pueblos oprimidos por la estrechez económica suele estar liderada por alguien que los convence de que, si lo obedecen ciegamente, él les devolverá la libertad que los actuales detentores del poder le robaron.

La propuesta es fácil de comprender porque todos recordamos qué sentimos cuando en nuestra infancia fuimos injustamente tratados por los adultos.

La vulnerabilidad infantil nos permitió apelar al criterio de que «el fin justifica los medios» y la réplica que encontramos en la guerra de guerrillas, no es otra cosa que delincuencia inescrupulosa por falta de recursos que permitan acciones reivindicativas más honestas.

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viernes, 22 de abril de 2011

Sobre la posible existencia de la muerte

Hace un par de siglos que suponemos alegremente que la muerte quizá sea evitable, que no tenemos que ser tan pesimistas como para tenerla en cuenta.

En filosofía también existen las modas.

El mundo occidental estuvo reflexionando durante siglos acerca de la muerte pero a partir del siglo 18 se produjo un cambio de rumbo.

Ya durante el siglo 19 nuestra cultura se encuentra abocada a no pensar más en la muerte y comenzó a pensar en la ciencia como el instrumento eficaz para conservar la vida.

Este cambio en las preferencias reflexivas también incluyó un desplazamiento del interés por la religión al interés por la medicina.

Como se puede observar, estos cambios en la moda filosófica no son radicales: siempre hubo gente interesada en la medicina y conservamos algo de religiosidad. Lo que cambio es el énfasis, la predominancia, el interés de la mayoría.

Por lo tanto el pensamiento que está en el aire que respiramos desde que nacimos cada uno de los que seguimos vivos, es que la muerte es un desenlace evitable, o por lo menos eficazmente postergable.

Con este formato cultural, es lógico que aquella devoción que nuestros antepasados sintieron hacia los sacerdotes, hoy la tengamos hacia los médicos.

Si evitar la muerte es un objetivo racional, popular, inteligente, entonces organicemos toda nuestra vida para evitarla (o postergarla, si correspondiere).

Como no quiero excederme de las 300 palabras que tienen mis artículos, corto por lo sano y digo: esta filosofía es un reverendo disparate porque la muerte es un fenómeno inevitable con el que tenemos que contar para organizar toda nuestra vida.

Ese límite existe, todo lo que tengamos para hacer (desarrollarnos, reproducirnos, disfrutar) está encerrado en un entorno de tiempo. Nada es eterno. Las postergaciones son exactamente una pérdida de tiempo, de vida, de oportunidad.

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jueves, 21 de abril de 2011

La defensa del salario

El mismo billete tiene más valor para quien lo defiende. No sólo tenemos que esforzarnos para ganarlo sino también tenemos que esforzarnos para que otros le asignen el mayor valor de pago.

A partir de un determinado día Pablo —un trabajador como cualquiera—, se despertó con una filosofía diferente y empezó a actuar según ese nuevo criterio.

Él comenzó a pensar así:

«Mi dinero tiene un valor fijo y cuando compro algo lo que estoy haciendo es un trueque.

El dinero que tengo en el bolsillo tiene el mismo valor dentro de mi país. Tampoco importa quién tenga ese dinero. Posee un valor oficial, impuesto por la autoridad monetaria, sin importar quién lo tenga.

Sin embargo (sigue pensando Pablo), antes no me preocupaba mucho si la mercadería o los servicios que me entregaban a cambio de mi billete (de valor único y nacional) era buenos, regulares o malos.

En otras palabras, cuando entregaba un billete de 100, algunos me entregaban el mismo valor (100), pero otros me entregaban un poco menos (90) y algunos mucho menos (50).

Por ejemplo: si viajaba en un taxi, no me importaba si el vehículo iba despacio o rápido, si estaba limpio o desaseado, si el chofer llevaba la radio encendida a todo volumen o me preguntaba qué era lo que yo quería escuchar.

Otro ejemplo: nunca se me ocurrió averiguar con mis hijos si el colegio les entrega todos los servicios que me cobran.

Otro ejemplo: Las compras a crédito pueden ocultar cobros abusivos (intereses, comisiones, gastos) a cuyo control, cálculo y reclamo había renunciado por su complejidad».

En suma: El cambio de Pablo consistió en comenzar a defender el valor de su dinero que a la postre es el valor de su salario y de su esfuerzo.

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miércoles, 20 de abril de 2011

La pobreza hispanoparlante

Somos educados para ser humildes y para no ser arrogantes. Según el diccionario de la Real Academia Española, nos educan para ser pobres.

Creo que una de las causas de que existan pobres involuntarios (pobreza patológica) está en nuestro idioma.

Si hablamos español, estamos propensos, proclives, expuestos a tener menos dinero del necesario para tener una vida digna, con las necesidades básicas (alimento, abrigo, habitación, salud, información) satisfechas.

Las culturas hispanas patrocinan, estimulan, nos enseñan a ser humildes y para reforzar el efecto, nuestras culturas critican, condenan, repudian a las personas soberbias, altivas, arrogantes.

Estas enseñanzas que recibimos cuando somos pequeños nos condicionan de forma casi irreversible.

Ahora veamos con más detalle qué es lo que nuestro idioma dice de la humildad.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, el vocablo
humildad
, significa:

1. f. Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.
2. f. Bajeza de nacimiento o de otra cualquier especie.
3. f. Sumisión, rendimiento.

Ahora veamos qué nos dice del vocablo

Bajeza

(De bajo).
1. f. Hecho vil o acción indigna.
2. f. Cualidad de bajo (‖ ruin o mezquino). Bajeza de ánimo, de miras, de nacimiento.
3. f. Abatimiento, humillación, condición de humildad o inferioridad.
4. f. ant. Lugar bajo u hondo.


Ahora veamos qué nos dice del vocablo

Rendimiento

1. m. Producto o utilidad que rinde o da alguien o algo.
2. m. Proporción entre el producto o el resultado obtenido y los medios utilizados.
3. m. cansancio (‖ falta de fuerzas).
4. m. Sumisión, subordinación, humildad.
5. m. Obsequiosa expresión de la sujeción a la voluntad de otro en orden a servirle o complacerle.

Conclusión: Si nos educan para ser humildes, nos educan para ser pobres.

Artículos vinculados:

Los dos significados de «humidad»

Los trabajos de mierda

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martes, 19 de abril de 2011

La comunicación es un rompecabeza

Las frases que usamos para comunicarnos se parecen a un rompecabezas porque indirectamente muestran cuál es nuestra edad y madurez mental (de 3 a 5 años, de 5 a 10, etc.).

Llego a reunirme con dos amigos y cuando ingreso a la sala siento que uno le dice a otro «lo más difícil es el cielo».

Por pura curiosidad tuve que preguntar de qué estaban hablando y rápidamente compredí el sentido de una frase tan fácil de comprender pero que suele oírse pocas veces en la vida.

Ambos son fanáticos de los rompecabezas (puzzles) y la frase alude a que la minuciosa construcción de paisajes con piecitas que sólo encajan en un único lugar, se torna más difícil cuando todas tienen el mismo color (azul cielo en este caso).

Asocio esta anécdota mientras recuerdo otro artículo (1) en el que señalaba la llamativa coincidencia que existe entre el nivel económico y el léxico de las personas. Es casi seguro que alguien que sólo cuenta con cien palabras para comunicarse, tenga menos recursos económicos que otra que cuenta con mil.

Claro que el asunto no está en aprenderse de memoria las mil palabras necesarias sino en saber qué significan para el diccionario, cómo se resignifican según de qué palabras estén acompañada, en qué momento sean dichas, con qué entonación (serenidad, enojo, ironía).

La comunicación necesaria para pedir un empleo o para vender un objeto, se parece a resolver un rompecabeza, porque es preciso expresar un pensamiento (dibujo terminado) ubicando en el lugar adecuado las palabras que ya existen (la piecitas que suministra el fabricante del juego).

Cuando le mostramos a nuestro potencial empleador o cliente qué comunicación-rompecabezas hemos armado, le hacemos saber nuestra edad mental (niño de 3 a 5 años, joven de 15 a 20 años, etc.).

(1) La riqueza verbal y la riqueza económica

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lunes, 18 de abril de 2011

La riqueza verbal y la riqueza económica

Hay una llamativa coincidencia entre la escasez de dinero y la escasez de vocabulario; entre la dificultad para ganar dinero y la dificultad para expresarse verbalmente.

Las causas de la pobreza seguramente son muchas. Por lo tanto sería un error hablar o buscar «la causa» de la pobreza, en singular, como si fuera una sola.

A nivel individual es más probable que alguien padezca de escasez por una sola razón, por ejemplo, ha sido su decisión personal, está impedido física o intelectualmente de hacer tareas remuneradas.

Si lo propuesto fuera cierto, podríamos pensar que el conjunto de personas incapaces de producir el equivalente de lo que consumen, admitirían una cierta clasificación. Por ejemplo:

— algunos tienen tan mal carácter que no pueden vincularse con un empleador o cliente;

— otros rechazan visceralmente todo lo que sea ejercicio, esfuerzo, sudor, movimiento;

— unos pocos prefieren gastar todos sus ingresos en juegos de azar, en los que indefectiblemente terminan quedándose sin dinero.

La cantidad de categorías tiende a infinito.

Este blog incluye artículos en los que procuro compartir hipótesis con motivos inconscientes causantes de esa condición económica.

Parece un dato de la realidad que el capital verbal de las personas se correlaciona con su capital económico.

Quizá usted concuerde conmigo en que la mayoría de los económicamente pobres también tienen un bajo nivel cultural, difícilmente sean lectores de libros, les resulta casi imposible comunicar ideas abstractas (belleza, amor, libertad, poder, educación).

— Los niños son naturalmente incapaces de ganar dinero pero no solemos hacer hincapié en que coincidentemente tampoco han desarrollado aún su capacidad para comunicarse;

— Los adolescentes tienen grandes dificultades para encontrar fuentes de ingresos económicos, hablan y escriben mucho pero con poquísimas palabras, entre las cuales predominan las exclamaciones que admiten significados imprecisos;

— Los adultos menos instruidos inevitablemente acceden a tareas mal remuneradas.

Artículo vinculado:

La estupidez y el capital verbal

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domingo, 17 de abril de 2011

Las apreturas económicas y los abrazos

Las acciones de hablar y actuar parecen intercambiables. Muchas veces pensamos que decir y hacer es lo mismo. Por eso, alguien puede buscar las apreturas económicas cuando en realidad busca ser abrazado (apretado).

Copio y pego de Wikipedia:

«El sentido del tacto o mecanorrecepción es aquel que permite a los organismos percibir cualidades de los objetos y medios como la presión, temperatura, aspereza o suavidad, dureza, etc. En el ser humano se considera uno de los cinco sentidos básicos. El sentido del tacto se halla principalmente en la piel, órgano en el que se encuentran diferentes clases de receptores nerviosos que se encargan de transformar los distintos tipos de estímulos del exterior en información susceptible de ser interpretada por el cerebro». (1)

Agrego que la piel es el órgano más grande del cuerpo cuya importancia no requiere ser fundamentada.

Me detendré en la relación que podemos constatar entre nuestra piel y las emociones. Más precisamente con los abrazos.

La presión que recibe nuestro cuerpo en los abrazos y en las relaciones sexuales, es generalmente placentera.

Somos muchos los que preferimos un apretón de manos firme a uno fláccido. Podemos llegar a imaginar que una mano floja, desvitalizada, apática, denota desinterés o falsedad.

Por lo tanto es posible pensar que nuestro cuerpo presta especial atención a la presión que se ejerza sobre él, especialmente si es provocada por el cuerpo de un semejante.

El lenguaje utiliza la expresión «apreturas económicas» para referirse a la escasez de dinero.

Es oportuno recordar además que en otro artículo (2) les comentaba que el dolor puede generarnos placer sin que eso pueda diagnosticarse como masoquismo (incapacidad de excitarse sexualmente sin sentir dolor).

En suma: Es posible pensar que algunas personas buscan ser abrazadas tan sólo procurándose apreturas económicas (pobreza patológica).

(1) Wikipedia

(2) Ciertos infortunios son indirectamente placenteros

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sábado, 16 de abril de 2011

El salario no es una mesada de padres inhumanos

El dinero que los padres entregan a sus hijos para que aprendan cómo administrarlo (mesada), suele confundirse posteriormente con el salario recibido de los empleadores (que no son los padres).

La ciencias siempre están al servicio del ser humano sólo que a veces estudia la naturaleza (para gobernarla) y otras veces estudia al ser humano mismo, (también para gobernarlo).

A este segundo grupo lo integran: economía, política, antropología, sociología, geografía, historia, medicina, psicología y filosofía.

Las ciencias humanas mencionadas ya saben que a su objeto de estudio (el ser humano) no se le pueden decir las cosas como son sino como a él le gustan, de lo contrario se enoja, puede ponerse agresivo y atacar al mensajero, esto es, combatir a quien le viene con la noticia de que tiene baja tolerancia a la frustración.

También es cierto que para que nos ganemos el sustento trabajando, necesitamos estímulos complementarios en tanto no es suficiente con la simple información de que quien no trabaja, no come.

Uno de los estímulos más elementales consiste en no pagar nunca por adelantado.

Efectivamente, los empleadores siempre pagan una vez que recibieron el esfuerzo productivo del empleado, nunca antes.

Esta técnica tan básica tampoco es infalible.

En el proceso educativo de los niños y jóvenes, algunas familias incluyen el proveerles una cierta suma mensual (mesada) para que —mediante la administración de ese dinero—, aprendan cómo usarlo.

Esta prestación familiar suele ser un donativo y no una remuneración que pague la realización de alguna tarea.

Cuando el adolescente ingresa al mercado laboral, los padres continúan con su aporte hasta que el joven cobre su primer sueldo, que no siempre lo interpretarán como retribución por su trabajo.

Muchos continuarán pensando que el salario es una mesada que ahora le entregan otros padres más antipáticos, avaros, inhumanos.

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viernes, 15 de abril de 2011

El control de calidad y la obsesión perfeccionista

Los humanos somos competitivos y amantes del éxito. La obsesión es una patología psicológica útil para el perfeccionismo mercantil (control de calidad, calidad total).

Seguramente poseemos un instinto de apoderamiento. Algo en nuestra naturaleza mamífera nos induce compulsivamente a ser territoriales, a tener posesiones, a defender con pasión nuestras pertenencias.

Este instinto es tan irracional e incontrolable como cualquier otro (de supervivencia, de reproducción).

Esa tendencia es causa de conflictos porque todos lo tenemos y no podemos evitar ejercerlo.

Cuando queremos acordar estamos peleándonos por un trozo de terreno, por una curso de agua, por la autoría de una idea o por la validez de una creencia.

El capitalismo es un sistema de convivencia en el que el supuesto instinto de apoderamiento encuentra su mejor habitat.

Cuando concurrimos al mercado a buscar lo que necesitamos (alimentos, vestimenta, dinero), cuidamos nuestras pertenencias cuando concurrimos a venderlas y cuando retornamos con el producido.

En el momento de la transacción (comprar o vender) discutimos, regateamos, desvalorizamos, criticamos, simulamos desinterés, hacemos un uso abundante de argumentos, adjetivos, gestos, exageraciones, teatralizaciones.

El dinero posee una calidad única, siempre la mejor. Todo billete de curso legar y forzoso, es inmejorable.

Los bienes y servicios pueden tener calidades muy variadas.

Hace décadas, los estudiosos de la calidad han creado criterios de perfeccionamiento que me animo a calificar como de obsesión profesional.

La obsesión es una patología psicológica que focaliza la atención de quien la padece en muy pocos objetivos, impidiéndole percibir otros.

No faltan quienes consideran que este rasgo puede ser beneficioso para sacarle provecho, especialmente en el control de la calidad de los bienes y servicios comercializables.

La política de «cero defecto» (control de calidad, calidad total) ya está impuesta y no es otra cosa que la obsesión aplicada al marketing para optimizar el poder competitivo.

Artículos vinculados:

Los instintos ¿están para ser reprimidos?

El conocimiento sublime

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jueves, 14 de abril de 2011

La suerte de encontrar un lugar

En nuestra vida social, comercial o laboral, podremos tener o no la suerte de encontrar disponibles las ubicaciones que mejor se adecúen a nuestro gusto, talento, vocación, capacidad, ambición.

Subimos a un ómnibus colectivo que aún conserva algunos asientos desocupados, elegimos el que más nos gusta por la ubicación y el aspecto del acompañante desconocido y esperamos llegar a destino.

Algo de esto nos ocurre en la vida aunque la presentación de los hechos es tan diferente, que nuestra percepción y capacidad intelectual no atinan a reconocer la semejanza con lo que ocurre al utilizar un ómnibus.

Pensemos que los asientos del vehículo representan roles, puestos de trabajo, profesiones, viviendas, clases socio-culturales y económicas.

Si lo pensamos así, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que no podremos ocupar un asiento que ya está ocupado.

Ahora apelemos a otra comparación. Nuestro cuerpo funciona porque tiene un conjunto de órganos interrelacionados: necesitamos una cabeza, estómago, pulmones, corazón.

Un grupo humano también tiene integrantes que cumplen funciones: está el líder; el rebelde; el chistoso; el conciliador; el severo vigilante; el criticón moralista; el que más habla; el que menos habla; el que más trabaja; el que disfruta recibiendo órdenes; el que disfruta haciendo tareas menores, auxiliares, rutinarias; el saboteador; el comedido, adulón o murmurador.

Estos son sólo algunos de los roles presentes en casi todos los grupos conformados para realizar una tarea o para generar una producción.

En suma: Cuando alguien llega a un grupo (como quien sube a un ómnibus), encuentra ciertos roles vacantes, que pueden coincidir o no con su vocación, talento o aspiración.

Ante estos hechos, podrá encontrar una ubicación buena, regular o mala. Depende de la suerte ... como ocurre al tomar un ómnibus.

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miércoles, 13 de abril de 2011

Sobre la esclavitud maquillada

A los humanos nos gusta creer que somos libres, independientes, que nos auto-gobernamos, que nadie nos manda, que hacemos lo que queremos. Este autoengaño es un vicio que verdaderamente nos esclaviza.

De tanto tropezar ya tenemos claro que en la relaciones laborales «Más vale un mal acuerdo que un buen pleito».

La satisfacción de todos los participantes del mercado (agentes económicos) mejora la rentabilidad general y de sus participantes (empresarios, obreros, sindicalistas, estado, clientes).

La psicología está jugando —desde hace siglos—, un papel preponderante.

Bajo el rótulo de relaciones humanas (RRHH), la agresividad dañina propia de nuestra especie ha sido canalizada para evitar desbordes (abusos) traumáticos y antieconómicos.

Sin embargo es ilusorio, ingenuo e infantil pensar que estamos frente al añorado hombre nuevo de los socialistas.

La ingeniería psicológica logra los mejores objetivos presentando sus ideas de tal forma que las víctimas —sean quienes sean: trabajadores, empresarios, clientes—, no se den cuenta de que están siendo depredados.

Por ejemplo:

— un cliente puede ser inducido a comprar algo como bueno porque la publicidad se lo hace creer;

— Los líderes sindicales puede extremar su lucha para que los trabajadores terminen pidiendo un cese de las hostilidades … tal como los gremialistas habían acordado secretamente con los empresarios.

¿Qué tiene de malo la esclavitud? Es fea, tiene mal aspecto, antiestética, genera polución visual, es demasiado explícita, sincera, obscena.

La psicología (1) logró disimular la esclavitud (embellecer, decorar, maquillar) y podemos decir muy ufanos ¡somos libres! Con esta apariencia estamos contentos.

Reforzamos la sensación visual repudiando ostensiblemente la esclavitud.

En suma: Para no tener que engañarnos, es más corto el camino asumiendo que siempre somos esclavos: de nuestros instintos, del inconsciente, del deseo, de la moda, de la opinión ajena, de los líderes, de las creencias y muchos etcéteras más.

(1) La psicología como arma

Artículos vinculados:

La fobia al dinero es una vacuna

La digna prostitución obligatoria

La esclavitud de los animales no humanos

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martes, 12 de abril de 2011

La ineficiencia de nuestra especie

No asumir que pertenecemos a la especie más incompleta e imperfecta nos impide entender que los humanos tenemos que esforzarnos mucho más que un vegetal o un animal. Esto también puede causar pobreza patológica.

Los humanos integramos la especie más débil y por eso somos quienes necesitamos realizar más cambios ambientales para sentirnos bien.

Las demás especies hacen modificaciones menores (telaraña, nido, galería subterránea) porque son tanto más fuertes que nosotros que necesitan menos cambios, accesorios, transformaciones, adaptaciones para vivir y sobrevivir.

Desde este punto de vista podemos decir que los más débiles tienen que trabajar más que los más fuertes y hasta podemos agregar que la debilidad es trabajosa, costosa, sacrificada.

Con estos pocos elementos es posible sacar una conclusión, tan escasamente verdadera como cualquier otra conocida o por conocer, pero que podría convertirse en genial si repentinamente fuera aceptada por una mayoría.

Esa conclusión es:

Las personas pobres son personas que no han comprendido aún que pertenecen a la especie más incapaz del reino animal.

Los pobres son (siempre hipotéticamente) aquella parte de los humanos que se creen tan evolucionados como una lombriz, un oso o un águila.

Al padecer esta ilusión, suponen que no tienen que compensar su lamentable debilidad con un esfuerzo que los demás animales no necesitan realizar porque son ricos, poderosos, especialmente capaces de vivir sin grandes preocupaciones (salud, economía, cataclismos, guerras, matrimonio, drogadicción, etc., etc.).

Esta ilusión (de ser tan perfectos como el resto de los animales), fue alentada (entre otros) por el llamado Sermón de la Montaña (Evangelio de San Mateo – Capítulo 5), donde Cristo señala que debemos confiarnos en la Providencia como si fuéramos lirios del campo o aves... sin tener en cuenta que dicha Providencia fue más perfeccionista con los lirios y las aves que con los humanos.

Artículos vinculados:

Errores de la valoración subjetiva

El llanto ingenuo y llanto protector

«Mis mascotas hacen lo que yo no puedo hacer»

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lunes, 11 de abril de 2011

Un solo cónyuge y un solo Dios

La monogamia fundamentalista, los celos radicales y la furia desproporcionada ante las infidelidades, están justificados y reforzados fuertemente por el monoteísmo impuesto en el primero de los diez mandamientos.

El sentimiento de monogamia es muy fuerte y popular. La creencia en Dios también es muy fuerte y popular.

Diría que la mayoría de las personas desean la monogamia y de alguna forma creen en Dios.

Seguramente los diez mandamientos están ubicados en orden de importancia y no es casual que el primero refiera a que Dios tiene que ser uno solo («Amarás a Dios sobre todas las cosas»).

Por lo tanto es posible concluir que la relación de cada ser humano con Dios es y tiene que ser monogámica.

Si pudiéramos pensar a Dios como un ser humano, entonces tendríamos derecho a decir que Él es celoso. El primer punto del contrato religioso (los diez mandamientos que los creyentes aceptan) es la radical exclusión de otros dioses en la adoración de los mortales.

También es posible pensar que el arraigo y popularidad de esta creencia en un ser superior tiene como una de sus causas el hecho de que cada uno tiene la libertad de diseñar al Dios que más le conviene.

Si bien Dios es uno sólo, también es cierto que si pudiéramos ir al fondo del asunto, tendríamos que reconocer que cada uno cree en Él de una manera personal.

Los teólogos son estudiosos que han logrado encontrar cuáles son las características que todos le atribuyen a ese ser superior (omnipotencia, justicia, inmortalidad). Gracias a estos criterios unánimes es que pueden juntarse muchos creyentes en una misma institución eclesiástica (católicos, protestantes, judíos).

En suma: La fobia universal a compartir con otros a nuestro cónyuge, se refuerza con la creencia en un Dios que nos exige monogamia y fidelidad.

Artículo vinculado:

Intercambio de órganos genitales

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domingo, 10 de abril de 2011

Las profundas causas de la desconfianza

Nos cuesta asociarnos productivamente porque desconfiamos de la honestidad ajena a partir de la propia deshonestidad y su relación con la infidelidad conyugal.

Una forma bastante efectiva de ganar dinero es asociarse con otros.

Si dos o más personas se unen con el propósito de ganar dinero la producción del grupo es superior a la suma de las producciones individuales. Por ejemplo, si dos personas producen 10 unidades cada una, trabajando en quipo no producirán solamente 20 sino 21 o más.

Es decir que el trabajo en equipo es rentable excepto que ocurran fenómenos reñidos con la ética, como por ejemplo que algunos socios se apropien de ganancias superiores a las pactadas.

En otros artículos (1) les comentaba que es casi seguro que en el inconsciente tenemos asociados como si fueran de la misma especie o categoría, la leche materna, el semen humano y el dinero.

Incorporemos ahora a nuestra reflexión que, como los humanos tenemos deseos, intenciones y tentaciones similares (depredadoras, hedonistas, mentirosas), es muy frecuente que desconfiemos de quienes se nos parecen.

Esto tiene por consecuencia que la asociación con otros para perfeccionar nuestra productividad (mejorar los ingresos económicos) esté obstaculizada por el temor a ser víctimas de algún dolo, infidelidad, estafa.

Por lo tanto:

— Dado que sabemos (consciente o inconscientemente) que somos potenciales traidores;

— Que los demás son similares en tanto se nos parecen (son semejantes):

— Considerando

  • a) lo que digo en (2) respecto a que la sociedad conyugal tiene por objeto imaginar la posesión del cuerpo del otro y
  • b) agregando ahora que esas secreciones corporales (leche y semen) son comparables al dinero;

Es posible la siguiente

Conclusión: Si nos sabemos proclives a ser infieles con nuestro cuerpo, esto equivale inconscientemente a pensar que también podremos serlo con el dinero de los socios.

(1) El dinero es metáfora o símbolo de la leche materna

El dinero es metáfora o símbolo del semen humano

Problemas económicos y/o sexuales

Las fantasías sexuales y el dinero

(2) Intercambio de órganos genitales

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sábado, 9 de abril de 2011

La psicología como arma

La ciencia de la psicología es más utilizada como arma que como herramienta y este uso agresivo es disimulado descalificando, negando, despreciando su verdadero valor y uso.

En cualquier sociedad la psicología es una ciencia, especialidad o arte que está al servicio de la productividad, la rentabilidad, el lucro.

El funcionamiento mental tiene particularidades que aparentan ser fáciles de entender pero sin embargo es bien conocido por unos pocos, que además detentan mucho poder.

Con la psicología ocurre lo siguiente: todos nos desvelamos por conocer los deseos e intenciones de los demás y simultáneamente evitamos darle a la psicología tanta importancia.

Esta desvalorización ocurre porque la verdadera intención en saber de los demás está severamente condenada por nuestra moral.

Lo cierto es que todo lo que pretendemos saber de nuestros semejantes será aplicado a su manipulación y explotación así como también a cuidarnos de ellos porque intuimos que los demás querrán hacer lo mismo con nosotros (depredarnos).

En este contexto de tono deliberadamente agresivo, quiero decir que la psicología es muy usada por todos los seres humanos, la mayor parte del tiempo como un arma y en algunas ocasiones como una herramienta.

En otras palabras, esta ciencia-especialidad-arte tiene su mayor aprovechamiento en actos bélicos aunque por razones de ética, estrategia y hasta de vergüenza, todos decimos que no es muy útil, que nos interesa poco o nada, y que estudiar psicología es una pérdida de tiempo.

Estas acciones descalificativas tienen por objeto bajarle la guardia a nuestros potenciales víctimas (clientes, empleados, cónyuge) o atacantes (proveedores, gobernantes, vecinos).

Este estado de cosas explica por qué los psicólogos también somos menos valorados que los ingenieros, los médicos o los abogados.

Para no defraudar este consenso popular, la mayoría de los profesionales psicólogos efectivamente tienen (¿tenemos?) un mediocre desempeño.

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viernes, 8 de abril de 2011

Preservamos la delincuencia y la pobreza

La mayoría quiere (¿queremos?) que existan delincuentes y pobres.

Si amaré al ser humano que no tengo mascota a pesar de reconocer que los animales son verdaderamente hermosos.

También me considero un hombre sociable aunque en los hechos tengo fuertes dificultades de integración porque no puedo adherir a ninguna ideología.

Parece que mi intelecto no logra acomodo con las ideas que conocemos (cristianismo, comunismo, capitalismo).

Es inevitable para mí observar las dos caras de todo acontecimiento, quizá porque nunca pude siquiera suponer que la perfección exista.

Por eso no puedo afiliarme, no puedo elegir una bandera como propia, me resulta imposible defender o atacar alguna idea, creencia, doctrina.

Todos tienen un poco de razón aunque me molesta sobremanera la incapacidad de tanta gente para ver los aspectos desfavorables de su opción.

Para mi es evidente que la monogamia es insoportable para muchas personas que la defienden a ultranza, creo ver con total nitidez las aspiraciones homosexuales de casi todo el mundo y el esfuerzo que hacen para no enterarse, no puedo dejar de reconocer que la energía gastada por la humanidad desde hace milenios para erradicar la delincuencia y la pobreza han sido y siguen siendo hipócritas porque los necesitamos siempre.

Los delincuentes son necesarios para que una mayoría los usen como contraste para enaltecer una precaria honestidad y los pobres son necesarios para sentirnos superiores aprovechando que están «abajo» sin esforzarnos por escalar.

Los indigentes alegran la vida de los pobres, los pobres alegran la vida de la clase media y todos ellos satisfacen las aspiraciones monárquicas de los ricos.

Esto que acabo de pronunciar es inaceptable por la misma razón que aún no hemos logrado solucionar ni la delincuencia ni la pobreza: porque nos sirven.

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jueves, 7 de abril de 2011

El imperialismo respetable

En un colectivo organizado democráticamente, logran mejores condiciones laborales los trabajadores que realizan tareas muy necesarias y están organizados en sindicatos incuestionablemente poderosos.

Quienes nos interesamos en los fenómenos sociales, sindicales y políticos, estamos acostumbrados a recibir información referida a una extensa lista de reclamos, conflictos, enfrentamientos, luchas, idas y venidas, huelgas, marchas callejeras, volantes, anuncios, amenazas, represión policial, y otros hechos por el estilo que perturban la convivencia, interrumpen la vida tranquila que todos deseamos.

Cuando no son los taxistas que están hartos de la inseguridad, son los bancarios que aspiran a ganar mejores salarios o son los obreros de la construcción que exigen disminuir los riesgos de su profesión.

En el mediano plazo, es difícil que alguien no haya manifestado su reclamo de tal forma que el resto de los ciudadanos nos demos cuenta cuántas molestias nos causan si no atendemos sus necesidades.

Nadie pasa desapercibido, todos pedimos, reclamamos, gritamos, aplicamos medidas de fuerza, mostramos lo imprescindibles que somos, dejamos en claro que al resto de la población le conviene mantenernos contentos.

Si nos apartamos por un momento del griterío para sacar cuentas, seguramente llegaremos a la conclusión de que los ciudadanos mejor considerados por todos, son aquellos que tienen más fuerza, que más pueden molestarnos. Resumo: en cualquier colectivo democrático, ganan mejor los ciudadanos más temibles.

Por lo tanto podemos aconsejar a nuestros hijos que están en edad de elegir la mejor forma de ganar dinero, que se dediquen a realizar tareas muy necesarias —preferentemente imprescindibles— para la población y que se afilien a sindicatos tan poderosos como para arrancarle a quien corresponda los beneficios que consideren más justos aunque subordinen el interés colectivo a su interés corporativo.

Esta opción amoral es legal y convertirá a nuestros hijos en ciudadanos respetados por ciudadanos respetables.

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miércoles, 6 de abril de 2011

Las glándulas suprarrenales y la pobreza

El capitalismo genera un contexto poco favorable para la actitud sumisa y favorable para la agresiva.

En otro artículo (1) hice mención a que algunos judíos se sienten avergonzados de que sus antepasados hayan sido tan cobardes de no cobrarles a los alemanes un alto precio por su ataque devastador.

Este dato me recuerda que para muchas personas, somos valientes o cobardes a voluntad. Según ellas, sólo tenemos que tomar la decisión de ser héroes y lo demás depende de esperar que las circunstancias nos permitan demostrarlo.

Por el contrario, existen elementos para pensar que esta característica es una más de nuestra complexión orgánica.

Nuestro cuerpo puede ser de piel oscura o clara, nuestra voz melodiosa o inarmónica, nuestras glándulas suprarrenales pueden segregar ríos de adrenalina o proveernos lo mínimo para superar el temor a recibir una inyección intramuscular.

El arrojo, una pobre evaluación de los riesgos, un instinto de conservación alterado, un estado de hiperquinesia (movilidad corporal difícil de organizar), pueden ser la causa de que una persona se tire al agua sin saber nadar, entre a una casa de madera incendiada para rescatar un gatito o continúe el vuelo sabiendo que ya no tiene combustible.

Estas particularidades que nos tocan en suerte se manifiestan claramente en la vida económica de cada uno.

Quienes defienden muy agresivamente su esfuerzo laboral podrían tener una actitud similar a la que algunos hipercríticos le reclaman a las víctimas del holocausto, cuando señalan que «… hubiesen hecho pagar al enemigo un alto tributo en sangre por su matanza».

Toda evaluación de las conductas con los resultados a la vista, es injusta porque los actores, cuando actuaron, no sabían cómo iba a resultar su gestión.

De todos modos, parece cierto que en el capitalismo, es más rentable la actitud combativa que la sumisa.

(1) De qué dependen la valentía o la cobardía

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martes, 5 de abril de 2011

El patriarcado y la pobreza

Las mujeres tienden a ser más igualitarias que los varones. Con un régimen matriarcal habría mejor distribución de la riqueza.

Como lo he comentado en otros artículos, los varones y las mujeres somos tan diferentes, que podríamos pertenecer a especies distintas (como también son diferentes la cebra y la jirafa o el perro y el león) (1).

Uno y otro sexo somos muy distintos si dejamos de lado los imperativos moralizantes que nos obligan a engañar y a engañarnos presentándonos como personas que sienten lo que está bien sentir.

Parece obligatorio decir que tenemos bondad, tolerancia, solidaridad y esto es falso la mayoría de las veces.

En algo tan esencial como es el trato que nos damos entre los mismos seres humanos, ahí tenemos diferencias abismales en lo más profundo de nuestra esencia.

Si bien es cierto que en las conductas conscientes, hombres y mujeres podemos ser igualmente amorosos o despiadados, el hecho de poseer un útero y dos glándulas mamarias, hace que las mujeres tengan sentimientos esencialmente distintos a quienes sólo gozamos fornicando.

Aunque en el fondo ellas saben que ninguno de sus hijos es igual al otro y aunque en el fondo también saben que ellas no los aman de forma idéntica (aunque juren lo contrario), el desapego natural que sentimos los varones por «eso» que ellas nos dicen que fecundamos, nos comienza a interesar realmente cuando se inscriben en nuestros proyectos de poder.

Nos interesa el hijo varón portador del apellido o el más hábil como socio confiable o la hija muy bella o la hija estudiosa, la que nos dé más nietos.

Los varones somos fríos y violentos defensores del poder, las jerarquías, el mando, el patrimonio y podemos utilizar al más débil para explotarlo.

En suma: la pobreza es una consecuencia natural del patriarcado.

(1) Los monos degenerados

Una hipótesis de lo peor

Nadie es mejor que mi perro

Ya sé por qué no me entiendes

Ser varón es más barato

Los orgasmos inútiles

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lunes, 4 de abril de 2011

Ascender socialmente es más difícil que emigrar

Cambiar de país (emigrar) es traumático, pero sin embargo subjetivamente parece más fácil que ascender a una clase social superior del propio país.

Con apoyo en las consecuencias emocionales, afectivas e intelectuales que provoca lo que el refrán «Dime con quién andas y te diré quién eres» resume tan bien, pienso que si en algún momento deseamos cambiar de franja socio-económica, tendríamos que modificar los vínculos afectuosos que tenemos con personas que no desearían mudarse con nosotros (1).

La idea es muy similar a quien emigra buscando mejores mercados para vender su fuerza de trabajo.

Estos cambios son tan radicales que exigen de sus actores motivaciones especialmente altas.

Los fenómenos emigratorios conocidos han sido provocados por hambre o persecución ideológica (política, religiosa).

Mudarse a otro país (sólo o con la familia) es un esfuerzo tan importante que requiere una motivación también importante.

Sin embargo, estas motivaciones externas pueden ser imitadas (en fuerza, intensidad, eficacia) por motivaciones internas.

A veces las penurias materiales no son tan intolerables en el país de origen e igualmente las personas emigran.

Lo determinante es la percepción subjetiva de quien toma esa decisión. De hecho, personas con similares situaciones optan por quedarse y logran sobrevivir, mientras que otras se van.

Lo que pretendo resaltar es la existencia de factores internos determinantes. Estoy dejando de lado los factores externos (persecución, por ejemplo) que incluyen poco menos que una expulsión forzada del país.

Pero para emigrar no necesariamente es preciso apelar a la solución extrema de abandonar el país de nacimiento.

Es algo parecido a cambiar de país, cambiar de cultura dentro del mismo país.

Efectivamente, en nuestro propio país existen subculturas (clases socio-culturales o socio-económicas) que sintonizan mejor con nuestras aspiraciones (ambición, afán de logro, anhelos de progreso).

También es difícil emigrar hacia ellas, pero no imposible.

(1) Dime con quién andas y sabré tu patrimonio

En todo tiempo pasado fui peor

La construcción de anécdotas

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domingo, 3 de abril de 2011

Los placeres y costos de odiar

Los humanos hace milenios que somos ineficaces combatiendo la pobreza porque seguimos disfrutando del odio (saqueo, cargas tributarias, acusaciones, desprecio) a los ricos.

Seguramente ya habrás notado que los fanáticos hinchas de un club deportivo que cuenta con un rival clásico (tradicional), en algún momento dejan de interesarse por los éxitos deportivos propios y comienzan a festejar los fracasos del adversario.

Tan fuerte es este sentimiento de antipatía que cuando el equipo enemigo representa al país en una competencia internacional, también desean que pierda.

Las fantasías de muerte, desaparición, ruina total suelen condimentar esta furia contra el otro.

Estos hechos también pueden describirse diciendo que algunas personas odian por algún motivo a un equipo de fútbol y que para poder expresar mejor ese rechazo, adhieren al equipo que tradicionalmente lo enfrenta.

En la literatura (novelas, telenovelas, cine) es habitual que exista un personaje bueno que en circunstancias inventadas por el autor tiene que enfrentarse a un personaje malo.

Estos fenómenos estudiados por la psicología del individuo, también tienen manifestaciones a nivel de psicología social (de masas, colectiva, grupal).

La propaganda es muy utilizada en tiempos de guerra entre países para que el ardor defensivo se vea aún más potenciado por una exacerbación del odio al enemigo.

Aunque el odio parece ser un sentimiento negativo, no siempre es desagradable para quien lo experimenta.

Muchas personas, cuando odian, sienten un intenso placer narcisista imaginando que su imagen es bella, buena y digna de amor en proporción a la fealdad, malignidad y desprecio que le asignan al oponente. (Ver Teoría de la Gestalt [1])

Estas reflexiones que recuerdo contigo son para concluir que si la pobreza sigue como hace siglos, es porque hemos destinado casi toda la energía en odiar a los ricos para imaginarnos (los no ricos) superiores, mejores, maravillosos... ¡Pobres pero felices!

[1] Felizmente existen los feos
Mejor no hablemos de dinero
La indiferencia es mortífera
«Obama y yo somos diferentes»
«Soy fanático de la pobreza»
El diseño de los billetes
Amargo con bastante azúcar
El desprecio por amor

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sábado, 2 de abril de 2011

Las funciones orgánicas vitales no se delegan

Exagero diciendo: ES SUICIDA DELEGAR LA TAREA DE PENSAR. No exagero diciendo: Los que piensan sólo piensan para beneficiarse.

Una paloma que tenía muy buena relación con los dioses, aprovechó este vínculo para informarles que el aire le ofrecía mucha resistencia y que eso la cansaba.

Los dioses consideraron la situación de su amiga y suprimieron el aire. La paloma ya no pudo volar y recién ahí se dieron cuenta que eso que ellos veían como obstáculo, no lo era tanto.

Para ganar dinero tenemos que aplicar todo nuestro ingenio para entender las cosas como son y no como

— nos enseñaron que son;
— nos gustaría que fueran;
— sería más fácil que fueran;
— la mayoría dice que son;
— proponen los libros;
— los gobernantes y poderosos indican.

Consideremos que actualmente, con la eficiente intercomunicación que podemos disfrutar, una comunidad incluye a casi todos quienes hablan nuestro mismo idioma.

Es normal que entre los integrantes de nuestra comunidad expandida hagamos trabajos para otros y que otros hagan trabajos para nosotros.

Unos se dedican a buscar información y difundirla, algunos preparan comida para que otros ingieran, aquellos refinan petróleo para nuestros medios de transporte.

Es esencial que deleguemos en otras personas la satisfacción de algunas de nuestras necesidades y deseos. Nadie puede abastecerse por sí mismo.

Esta interdependencia es razonable, inteligente, imprescindible... aunque es preciso elegir con cuidado qué satisfacciones personales tercerizamos.

Aunque parezca ilógico, paradojal y peligrosísimo, delegamos en otros una de las tareas más importantes: pensar.

Entiendo que la tarea de buscar por uno mismo la forma de ganarnos la vida, es trabajoso, sobre todo cuando tantas personas simpáticas parecen generosamente dispuestas a indicarnos el camino: científicos, expertos en autoayuda, psicólogos, docentes, gobernantes y una larga lista de «amigos», que intentan ayudarnos como los dioses ayudaron a la paloma.

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viernes, 1 de abril de 2011

Dos estrategias de vida

Las personas que divulgan sus carencias reales son abusados por las personas que ocultan su carencias reales. Los quejosos son esclavos.

En otro artículo (1) decía que en ese afán que tenemos los humanos por aprovechar el esfuerzo ajeno y reservarnos el nuestro para cuando no haya más remedio que recurrir a él, buscamos —casi sin darnos cuenta—, qué necesitan o desean otras personas, enterados de que esta condición los predispone para hacer un esfuerzo extra hostigados por el apremio de satisfacer dichas necesidades o deseos.

De hecho no estoy diciendo nada nuevo, sólo utilizo otras palabras para que un dato conocido como este pueda ser pensado desde otro punto de vista.

Por lo tanto, todos prestamos atención a las frustraciones ajenas, no para condolernos y ayudarlos, sino porque sabemos que los necesitados y deseosos están predispuestos a trabajar, esforzarse y hasta luchar para calmar las molestias y la frustración.

En esto es posible dividir la humanidad en dos partes:

— Una aplica el mayor esfuerzo para ocultar sus pesares, molestias, frustraciones, porque ya entendió que si las muestras aparecerán en su entorno, de forma sigilosa, personas que tratarán de sacar partido de su mala situación;

— La otra aplica el mayor esfuerzo para declamar ostentosamente todos y cada uno de sus pesares, molestias, frustraciones, porque aún no entendió que mostrándolas aparecerán en su entorno, de forma sigilosa, personas que tratarán de sacar partido de su mala situación.

Estos dos grandes grupos de personas poseen filosofías diferentes y por lo tanto estrategias de vida distintas.

Los más discretos, están convencidos de que ellos no son una excepción a la regla tan humana de aprovecharse de los semejantes, mientras que los más llorones, plañideros y quejosos creen merecer de los demás el mismo amor incondicional que recibieron de sus padres.

(1) Las necesidades y los deseos son nuestro talón de Aquiles

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