No asumir que pertenecemos a la especie más incompleta e imperfecta nos impide entender que los humanos tenemos que esforzarnos mucho más que un vegetal o un animal. Esto también puede causar pobreza patológica.
Los humanos integramos la especie más débil y por eso somos quienes necesitamos realizar más cambios ambientales para sentirnos bien.
Las demás especies hacen modificaciones menores (telaraña, nido, galería subterránea) porque son tanto más fuertes que nosotros que necesitan menos cambios, accesorios, transformaciones, adaptaciones para vivir y sobrevivir.
Desde este punto de vista podemos decir que los más débiles tienen que trabajar más que los más fuertes y hasta podemos agregar que la debilidad es trabajosa, costosa, sacrificada.
Con estos pocos elementos es posible sacar una conclusión, tan escasamente verdadera como cualquier otra conocida o por conocer, pero que podría convertirse en genial si repentinamente fuera aceptada por una mayoría.
Esa conclusión es:
Las personas pobres son personas que no han comprendido aún que pertenecen a la especie más incapaz del reino animal.
Los pobres son (siempre hipotéticamente) aquella parte de los humanos que se creen tan evolucionados como una lombriz, un oso o un águila.
Al padecer esta ilusión, suponen que no tienen que compensar su lamentable debilidad con un esfuerzo que los demás animales no necesitan realizar porque son ricos, poderosos, especialmente capaces de vivir sin grandes preocupaciones (salud, economía, cataclismos, guerras, matrimonio, drogadicción, etc., etc.).
Esta ilusión (de ser tan perfectos como el resto de los animales), fue alentada (entre otros) por el llamado Sermón de la Montaña (Evangelio de San Mateo – Capítulo 5), donde Cristo señala que debemos confiarnos en la Providencia como si fuéramos lirios del campo o aves... sin tener en cuenta que dicha Providencia fue más perfeccionista con los lirios y las aves que con los humanos.
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12 comentarios:
Tan grande fue y es nuestra debilidad que nos vimos siempre obligados a desarrollar nuestro cerebro.
Todos los animales (no sólo los humanos) viven con la preocupación de conseguir alimento.
El problema de las plantas es que no pueden huir.
Muchos atravesamos la edad adulta sin incorporar el esfuerzo a nuestra vida. Todos intentamos hacer el mínimo esfuerzo posible, por eso cuando no queda otra posibilidad que esforzarse, nos sentimos desorientados.
Dios hizo al hombre a su imágen y semejanza. La única imperfecta es la mujer.
Por lo que he visto, son las personas ricas las que se creen más capaces.
Respecto a lo que dice Luciana, tengamos en cuenta que las apariencias engañan. Una persona puede mostrarse muy segura de si misma y eso ser sólo una fachada. El que tiene mucho dinero porque se lo ganó trabajando, cuenta necesariamente con un motor que lo impulsa a esforzarse. Se esfuerza en conseguir ese dinero que le dará bienestar y seguridad porque se sabe vulnerable.
A pesar de que estoy de acuerdo con Estéban, pienso que lo señalado por Luciana es importante. Hay un círculo vicioso entre ser pobre y tener baja autoestima.
Mi trabajo implica mucho esfuerzo y en relación a ese esfuerzo que demanda, está muy mal pago.
Tendré que aplicar mi esfuerzo a encontrar un trabajo mejor, pero no puedo descuidar el que tengo. Por lo tanto la cosa es brava; tendré que esforzarme el doble.
El tema no está en decidir esforzarse o no. El voluntarismo por si sólo no da resultado. Tiene que haber un trabajo interior que nos lleve a entender por qué hemos funcionado, a lo largo de nuestra vida, sin esforzarnos.
Las personas cambian. Yo he tenido períodos de mi vida en los que pude trabajar y esforzarme mucho, y otros en los que no; aunque quería no podía.
son los resultados de pensar demasiado en detrimento de las capacidades mas...animalescas
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