lunes, 28 de abril de 2014

Sobre las diferentes técnicas terapéuticas




Actualmente, estudiar un asunto tan importante como es la salud física y mental es posible gracias a Internet. No para poder discutir con los profesionales, sino para aprovechar las varias técnicas terapéuticas disponibles.

En esencia, lo que intento comentar con usted refiere a la salud.

¿Qué nos conviene más: un alivio inmediato pero de efecto poco duradero o un alivio lento pero de efecto vitalicio?

En nuestra cultura estamos estimulados para no tolerar, para querer todo ya.

“Lo rápido es bueno y lo lento es malo” es la consigna de nuestra cultura.

En la rapidez perdemos de vista la importancia que tienen la calidad, la duración, los costos secundarios.

Cuando de salud se trata, solemos dejar de lado algunas ofertas terapéuticas que no tienen tanta fama como la medicina: la homeopatía, la herboristería, la quiropraxia, la acupuntura, la medicina holística china, el psicoanálisis.

Quizá haya una cierta constante: cuando más fácil y rápido es el tratamiento, menos tiempo duran sus efectos.

El psicoanálisis toma muchos años, pero si lo comparamos con las modificaciones a la vida que deben hacerse después de algunas cirugías, quizá no encontremos grandes diferencias.

En todo caso, podría ser una buena práctica evaluar todas las opciones que encontramos en la zona donde vivimos, porque si bien la medicina clásica aporta buenos resultados, en algunos casos son convenientes otras técnicas curativas.

Actualmente, estudiar un asunto tan importante como es la salud física y mental es posible gracias a Internet. No para poder discutir con los profesionales, sino para aprovechar las varias técnicas terapéuticas disponibles.

(Este es el Artículo Nº 2.189)

sábado, 26 de abril de 2014

La concentración de poder es conveniente



 
Al comparar la longevidad de The Beatles y de The Rolling Stones deduzco que nos conviene la concentración del poder.

Pensando en aquellos curiosos y fanáticos de la música que compartimos la época actual, les comento que en el mismo año y en el mismo lugar surgieron dos excepciones jamás igualadas: The Beatles y The Rolling Stones.

Efectivamente, en 1962 y en Inglaterra surgieron estos dos conjuntos musicales, ampliamente exitosos aunque muy diferentes.

No lo sabemos todo sobre ellos porque las historias reales han tenido que competir desventajosamente con las historias comerciales. Estas son más creíbles porque son más atractivas y los consumidores no queremos verdades sino historias divertidas aparentemente verdaderas.

Es tan intenso nuestro apetito que seguramente los mismos protagonistas de esas historias dudan si lo que les pasó es lo real o aquello que nosotros creímos que les pasó después de consumir las historias comerciales, es decir: las leyendas, la mitología, lo fabuloso.

Algunos datos parecen ciertos:

Además del año y lugar de formación, The Beatles se separaron en 1970 y The Rolling Stones siguen juntos.

Otro dato aparentemente importante es que en The Beatles sus cuatro integrantes actuaban como líderes, mientras que The Rolling Stones se mantuvieron con el único liderazgo de Mick Jagger.

Este hecho me lleva a pensar que The Beatles eran anatómicamente monstruosos y que The Rolling Stones son normales.

Es posible suponer que la longevidad de uno y de otro grupo está determinada por su normalidad. Dicho brevemente, un ser vivo con cuatro cabezas vive menos años que otro con una sola cabeza, es decir con un único sistema nervioso central.

También podemos pensar que las instituciones fuertes (longevas) tienen el poder concentrado (cabeza única), mientras que en las instituciones débiles el poder está distribuido.

¿Sobrevivimos como especie porque muy pocos tienen poder?

(Este es el Artículo Nº 2.189)


viernes, 25 de abril de 2014

Fuimos un niño pobre



 
Somos ineficaces para resolver la desigualdad en el reparto de la riqueza porque nuestros sentimientos son definitivamente egoístas. No queremos ayudar a los pobres, queremos sentir lástima por las privaciones que padecimos en nuestra niñez.

Me atrevo a afirmar que el dolor que nos provoca la injusticia distributiva, la desigualdad económica entre pobres y ricos, recibe la mayor intensidad emocional de nuestro pasado, de cuando éramos niños y estuvimos casi permanentemente frustrados de la peor manera.

A todos nos ocurrió porque es inevitable: la niñez se caracteriza por una enorme fuerza deseante y, a la vez, por la casi total imposibilidad de que alguien logre darnos satisfacción. No podrían hacerlo ni con toda la fortuna planetaria.

La mentalidad fantasiosa nos hace pensar que los adultos son egoístas, que son millonarios que deliberadamente, con total maldad, se ensañan privándonos de eso que tantos necesitamos para ser definitivamente felices: «Esa muñeca o ese camioncito rojo, ¡qué les cuesta!, ¿por qué son tan miserables que no me lo compran?»

Los ricos, que poseen la mitad de la riqueza mundial, reciben estos mismos sentimientos cuando la prensa nos reitera los padecimientos infames que sufren injustamente millones de personas, especialmente niños.

Como nuestras frustraciones infantiles son tan horribles que terminamos olvidándolas para no seguir padeciendo, casi todos los adultos no pueden creer que su dolor actual venga desde su infancia. Por el contrario, están convencidos de que es la sensibilidad normal, propia de un ser humano mentalmente sano, la que no puede tolerar que unos pocos ricos sean los causantes de tanto dolor.

Quizá pueda decirse que, efectivamente, es lamentable que una mayoría sufra privaciones, pero de todos los sentimientos que nos dispara esta situación, probablemente tengan un 10% de realismo y un 90% de reactivación de lo que fue nuestra triste historia y que tuvimos que olvidar, (o por lo menos quitar de la conciencia), para no sufrir inútilmente.

No sería extraño que estemos perdiendo noción de realidad cuando nos dejamos llevar por sentimientos inadecuados. Si pudiéramos destinarle el interés que realmente se merecen las desigualdades socio-económicas, quizá podríamos tomar decisiones más acertadas pues, las que se han tomado en los últimos siglos, son totalmente ineficaces.

Somos ineficaces porque nuestros sentimientos solidarios son mayoritariamente egoístas. No queremos ayudar a los pobres, queremos sentir lástima por aquello que nos pasó y que tenemos reprimido en el inconsciente.

 (Este es el Artículo Nº 2.188)

 

jueves, 24 de abril de 2014

El enriquecimiento genético



 
En este artículo les propongo pensar que la distribución de la riqueza individual está estrechamente asociada al don de mando con el que cada uno nace. Si la irregular distribución de la riqueza responde a una característica natural de cada uno, podemos entender mejor por qué nos cuesta tanto mejorar lo que consideramos una injusta distribución de los bienes.

Este punto de vista no es muy original, pero lo comento con usted porque generalmente no está considerado como se merece.

No es lo mismo que alguien tenga ciertas particularidades porque la Naturaleza se ocupó de dárselas a que las posea por ineficiencia social.

La irregular distribución de la riqueza genera un fuerte malestar social por considerarla relativamente fácil de regularizar.

En nuestras cabezas está la idea de que si la sociedad se equivoca, la sociedad puede rectificarse. También está en nuestras cabezas que la Naturaleza es casi imposible de cambiar: cadenas montañosas, océanos, temperaturas, fauna y flora.

Lo que les propongo pensar es que la diferente distribución de la riqueza es una consecuencia del diferente don de mando que cada uno tiene.

En pocas palabras: puesto que unos pocos individuos son capaces de liderar, mientras que la abrumadora mayoría no somos capaces de ejercer roles de mando, entonces podríamos suponer que el patrimonio de cada uno está estrechamente vinculado a esas dotes naturales.

Desde este punto de vista, la irregular distribución de la riqueza acompaña la irregular distribución natural del don de mando.

Puesto que no podemos pretender igualarnos con los grandes jugadores de fútbol, o con los músicos excepcionales, quizá no hemos logrado mejorar el reparto de la riqueza porque esta está estrechamente asociada a características individuales que tampoco pueden ser socializadas o redistribuidas con más justicia.

Sería igualmente ilógico luchar para que la distribución de la riqueza del suelo o del subsuelo, presentes en cada país, estuviera mejor repartida.

(Este es el Artículo Nº 2.187)

martes, 22 de abril de 2014

Por qué cobrar y cuánto



 
Hablar de dinero es difícil para todos, pero teniendo algunas ideas claras, esa dificultad desciende considerablemente.

Es bueno tener las ideas claras. Cuando esto ocurre actuamos con más aplomo, seguridad, serenidad. A su vez, nuestros interlocutores sienten nuestro estado de ánimo y responden a él dándonos su aprobación, su preferencia y hasta su amistad.

Tener las ideas claras no significa disponer de alguna verdad indiscutible: ¡para nada! Las personas religiosas suelen tener ese aplomo contagioso que genera un halo de aprobación y, sin embargo, creen en algo tan inverosímil como es Dios. Por lo tanto acá tenemos dos ideas importantes:

1) Quienes tienen sensación de seguridad anímica inspiran confianza en los demás y estos reaccionan dando su aprobación, aceptándolos socialmente, brindándoles confianza, eligiéndolos como amigos;

2) Las ideas religiosas, que parecerían ser totalmente inútiles por su carencia de fundamento, son útiles para generar ese estado de seguridad, que no por su falta de realismo es menos efectivo.

En suma: cuando estamos seguros de todo, sin importar el realismo o el delirio utilizado para acceder a ese estado, generamos buenas relaciones interpersonales.

Otra forma de adquirir esa actitud beatífica es conociendo explicaciones de cómo y por qué hacemos lo que hacemos.

En este video les comento una historia personal en la que un razonamiento de mi madre es traído al presente y al Cyber-espacio.

En pocas palabras, esa idea de ella tenía que ver con el trabajo y la remuneración:

Cuando trabajo para otro puedo imaginar que trabajo para mí mismo y que, cuando el verdadero destinatario de mi producción me paga, lo que me paga es lo que dejé de ganar por hacerle el trabajo o, quizá también, como digo en el video, lo que me paga es lo que yo necesité para vivir durante esos días en los que le dediqué mi esfuerzo, tiempo y profesión.

El progreso económico ocurre cuando cada vez más personas nos piden ocupar su lugar haciendo algo para ellas, con el mismo amor que sentiríamos si el trabajo fuera para nosotros.

Hablar de dinero es difícil para todos, pero teniendo algunas ideas claras, esa dificultad desciende considerablemente.

(Este es el Artículo Nº 2.186)