sábado, 5 de abril de 2014

Hablar de dinero sin inhibiciones


Para poder hablar del dinero sin inhibiciones primero tendríamos que poder complacernos sin inhibiciones.

Los trabajadores intelectuales somos obreros de la construcción que procuramos edificar teorías utilizando ideas como si fueran ladrillos.

Como todas las ideas son diferentes no podemos juntarlas indiscriminadamente, como hacemos con los ladrillos que son todos iguales.

El resultado de nuestro trabajo es útil para algunos e inútil para todos los demás. Por este motivo, nuestro oficio es igual a cualquier otro.

A partir de una idea intentaré construir una teoría, que deberá ser fácil y breve, para no aburrir.

La idea madre dice: «Es útil todo lo que produce alivio o placer».

Ejemplos: es útil un alimento porque alivia el hambre; es útil un juego porque produce placer.

Agrego otra idea-ladrillo, que dice: «El dinero puede ser canjeado por cualquier mercancía».

Por este camino, avanzo: si una mercadería es útil porque alivia o complace y si el dinero puede ser canjeado por cualquier mercadería, entonces el dinero es útil porque indirectamente alivia o complace.

Con estos pocos elementos ahora digo: si el pan es útil porque alivia el hambre y puede ser comprado con dinero, este es indirectamente útil.

Resumo: el pan y el dinero son básicamente iguales porque, directa o indirectamente, alivian. Ambos son útiles para cualquiera porque alivian o complacen.

Si podemos hablar serenamente del hambre y del pan, estaríamos en condiciones de hablar con similar tranquilidad del dinero.

Nuestro razonamiento nos indica que podríamos hablar asuntos de dinero con la misma libertad que hablamos de cómo aliviarnos, sin embargo, acá aparece algo inesperado: si no podemos hablar de dinero es porque este también es útil para complacernos y nuestra cultura no alienta el disfrute, más bien lo condena.

En suma: para poder hablar del dinero sin inhibiciones primero tendríamos que poder complacernos sin inhibiciones.

(Este es el Artículo Nº 2.169)


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