martes, 31 de agosto de 2010

Tres mil años a esta parte

Retrocedamos tres mil años en la historia de la humanidad.

Los varones se dedicaban a la caza y a la pesca, mientras las mujeres recolectaban alimentos de las inmediaciones a sus casas.

Ellos, quizá por no estar tan bien dotados como ellas para cuidar a los niños, los enfermos y a los ancianos, se alejaban de sus familias por varios días buscando las mejores presas terrestres, voladoras o acuáticas.

Las artes de la caza o de la pesca, requieren de gran pericia, experiencia, conocimientos, poder de observación, ingenio, paciencia, puntería, tomar riesgos, pasar privaciones.

Algo muy importante para desempeñar estas tareas, consiste en conocer los hábitos y ciclos de comportamiento de las presas, para ser oportuno, aplicar las técnicas adecuadas (trampas, señuelos, sorpresa), con el menor esfuerzo y máximo rendimiento.

Podríamos resumir esta búsqueda de suministros, en que las mujeres conseguían los alimentos de origen vegetal, aves de corral y lácteos, mientras que los hombres proveían principalmente los alimentos ricos en proteínas (grandes mamíferos, peces, aves silvestres).

Volvamos rápidamente a la época en que vivimos usted y yo para verificar que, tres mil años a esta parte, han cambiado los instrumentos aunque no los procedimientos.

Las mujeres siguen estando mejor dotadas para atender a los hijos, enfermos y ancianos (aunque ya muchas familias han tenido que distribuir de otra forma estas ocupaciones) y los varones están mejor dotados para ocuparse de tareas fuera de la casa (aunque muchos hombres están trabajando en sus casas e inclusive cuidando niños, enfermos y ancianos).

Actualmente, los varones también tienen que conocer los hábitos y ciclos de comportamiento del mercado, tienen que ser oportunos, aplicar técnicas adecuadas (informarse de las novedades, de las ofertas, demandas y oportunidades), quizá utilizando exclusivamente su computadora o teléfono celular como armas que le permitan capturar el dinero necesario.

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lunes, 30 de agosto de 2010

Las pérdidas de la ganancia

Los economistas (y cualquier otra persona que lo desee), llaman costo de oportunidad a lo que debe renunciarse para obtener una cosa.

También podría decirse: «Cuando queremos algo, tenemos que dar algo a cambio»; «nada es gratis»; «si quieres casarte con alguien, deberás privarte del resto».

Dicen que una tribu caza los monos porque estos no asumen el costo de oportunidad.

Efectivamente, construyen un cesto con una boca tan pequeña que permita entrar la mano de los simios. Adentro ponen una sabrosa banana y la tragedia sobreviene cuando el mono no puede sacar la mano agrandada por la banana que aprisiona.

En este caso, el animalito (del cual, descendemos según Charles Darwin), debería estar dispuesto a renunciar a la banana para obtener su liberación.

Para ganar dinero siempre hay que tener renunciamientos:

— renunciamos a dormir todo el tiempo necesario;

— renunciamos a ponerle los puntos sobre las íes al capataz autoritario e irrespetuoso;

— renunciamos a expulsar de nuestro local a esta señora que quiere ver y probarse todos los zapatos, aún cuando sabemos que no hará ninguna compra.

Las ocasiones en las que tenemos que renunciar (perder) para ganar, son infinitas.

Alguien podrían plantearse seriamente la siguiente interrogante: ¿cuánto debo pagar para cobrar?

Este artículo puede parecer demasiado obvio en sus postulados, pero está aquí porque, una cosa es comprender racionalmente lo que estoy diciendo y otra es tener presente cuánto necesitamos renunciar (¿morir?) para poder vivir.

El psicoanálisis utiliza otra expresión cuando quiere referirse al costo de oportunidad.

En psicoanálisis se habla de asumir la castración.


Es más, el psicoanálisis es de gran ayuda para mejorar nuestra calidad de vida en términos materiales, porque es excelente ayudándonos a elaborar los duelos inherentes a todos esos renunciamientos.

En suma: Asumir la castración es imprescindible para salir de la pobreza patológica.

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domingo, 29 de agosto de 2010

Las transacciones de un banco de sangre

Parecería ser que nuestro pensamiento trabaja en por lo menos dos niveles: uno consciente y otro inconsciente.

El psicoanálisis supone que esas cosas extrañas que ocurren en nuestros sueños, tienen esa apariencia porque se mezclan contenidos conscientes (del día anterior, por ejemplo) con otros inconscientes.

Los psicoanalistas —apasionados expertos en decodificar símbolos—, pensamos, dudamos (con gran fervor) y luego llegamos a ciertas conclusiones, tales como cuál puede ser el significado del sueño que nos contó nuestro consultante.

Haciendo uso de esta forma de pensar que caracteriza a los psicoanalistas, podemos también aventurar opiniones sobre cuál es el significado profundo de símbolos, señales, imágenes.

Sin temor a equivocarme, diría que podemos encontrar significados especiales en cualquier cosa, situación o suceso.

Los humanos nos alteramos cuando vemos sangre.

En condiciones extremas, estamos frente a una hematofobia.

No es extraño que alguien con esta fuerte aversión, se desmaye (abandone la escena, huya, padezca una reacción desproporcionada), ante una herida, una fotografía o una filmación.

En condiciones aún más extremas, hay quienes se descompensan anímicamente frente al color rojo (eritrofobia), por lo cual se conmocionan cuando ven sangre o se ruborizan.

Podemos pensar que la reacción asociativa de nuestra psiquis, hace que la causa de ciertos efectos (reacciones, fobias), pueda estar en categorías diferentes.

Por ejemplo, una pérdida de sangre debería estimularnos para asistir a quien la padece, sin embargo, en algunos casos, nos produce algo tan contraproducente como es un desmayo.

Indirectamente, también podemos padecer una aversión a tener y gastar dinero, en tanto puedan estar inconscientemente asociados dinero y sangre.

No sería incoherente que alguien posea esta idea, porque el dinero circulante le da vida económica a los mercados, tanto como la sangre les da vida a los organismos.

Cuando es así, gastar dinero equivale a una (temible, evitable, alarmante) hemorragia.

Artículos vinculados:

El injusto proveedor sanguíneo
Sangre y dinero
La felicidad bajo control
El río de la plata

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sábado, 28 de agosto de 2010

Los humanos, no inspiramos tanta humildad como Dios

El apremio físico (tortura, acoso, persecución), es un procedimiento casi infalible para doblegar la voluntad de cualquier ser humano.

La crueldad, utilizada para extraer información, para imponer un mandato, para provocar una conducta determinada, es efectiva.

Sin embargo, cuenta con el indignado repudio de todos quienes no se benefician de esos resultados.

En otras palabras, si una familia compuesta por excelentes ciudadanos, padece el rapto de uno de sus integrantes y sabe que la policía tiene en su dominio a quien posee información sustantiva para rescatar a la víctima, estará de acuerdo con aplicar cualquier método para salvar al familiar.

Por el contrario, el resto de los ciudadanos, exigirá que los interrogatorios se realicen con absoluto apego a los criterios humanitarios, esto es, respetando estrictamente los derechos humanos más abarcativos y exigentes.

Esta duplicidad de nuestra moral, no solamente le quita seriedad sino que ratifica sin lugar a dudas que no podemos confiar excesivamente en nuestro discernimiento y menos aún, en la solidez de nuestra escala de valores.

Tengo serias sospechas que me orientan a pensar que muchas personas adolecen carencias materiales por exceso de soberbia, arrogancia, engreimiento.

En otro artículo (1) propuse tener en cuenta la confusión que en este sentido puede provocarnos la doble significación del vocablo «humilde», pues tanto significa «pobre» como «sumiso» (dúctil, obediente, manso).

Cuando la naturaleza nos impone dolores tan intensos que se parecen a esa tortura que (bajo ciertas condiciones) repudiamos, nuestro orgullo se desploma y caemos de rodillas pidiéndole al Todopoderoso (Dios) que nos ayude.

Rogar un alivio es (lingüísticamente) dejar de lado la a-rrogancia (no rogar).

Pero ni bajo el apremio de una tortura abandonamos nuestro excesivo orgullo, porque somos humildes ante un personaje imaginado como Todopoderoso, pero no podríamos serlo con nuestro cliente, para ofrecerle (servirle) lo que él desea.

(1) Los dos significados de «humildad»

Artículos vinculados:

Yo deseo, tu deseas, ... todos deseamos
El dinero se evapora como el alcohol

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viernes, 27 de agosto de 2010

La empobrecedora prostitución

Si hacemos una fuerte simplificación, podemos decir que casi todo lo que nos ocurre, se resuelve cuando «algo entra dentro de algo».

Si tenemos hambre, la comida entra dentro de nuestra boca, los nutrientes entran en nuestro cuerpo, nuestros excrementos entran dentro de algo que los contiene (incluido el propio suelo, si así fuera el caso).

En otras palabras, podemos decir que ese «algo que entra dentro de algo», puede traducirse como «un contenido que entra dentro de un continente».

Por supuesto que la imagen básica de todos estos fenómenos, la que los representa merecidamente por todas las emociones que involucra, es «la penetración del pene en la vagina».

Entonces, casi todo lo que nos ocurre es —directa o indirectamente—, algo vinculado a la sexualidad.

También es posible hacer otra simplificación, diciendo que el motor que nos mueve es la carencia, el faltante, la ausencia.

Si nos movemos es porque nos convertimos en continentes —necesitados o deseantes— de algún contenido, generalmente muy específico, como es comida, abrigo, protección, amor, reproducción.

El hecho de que la sexualidad sea la función que mejor representa esta reiterada necesidad de que algo cancele (rellene, sature, satisfaga) nuestras necesidades o deseos, entra en conflicto con una idea menor, aunque muy cargada de prejuicios.

Cuando el contenido que viene a rellenar el continente es dinero, se enciende una luz roja de alarma: prostitución.

El dinero es un obturador polivalente de gran parte de nuestras carencias, porque con él logramos cancelar algunas necesidades y deseos.

Por todo esto, ahora le propongo suponer que, algunas personas que adolecen de pobreza patológica, están sometidas a esta asociación paralizante.

Efectivamente, cuando alguien asocia el dinero que recibe con prostitución, la carencia (el hueco, el continente, la falta), se contrae por la angustia y no puede recibirlo para satisfacerse.

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jueves, 26 de agosto de 2010

Gana quien hace más gole$

Pensemos en la comparación de dos situaciones aparentemente iguales.

Tenemos a una persona que está construyendo una pared, durante una hora, gastando mil calorías, y muy cerca de ahí, otra persona, está construyendo una pared idéntica, durante el mismo tiempo, con el mismo consumo de calorías.

¿Por qué uno está trabajando y el otro está jugando?

Según algunos pensadores, trabajar es realizar cosas por necesidad y jugar es hacer cosas por exceso de energía.

Trabajar requiere estar presionado por la necesidad (hambre, frío, deudas) y jugar es un modo de aliviarse, descargando energías excesivas.

Esta distinción parece interesante y digna de ser compartida contigo.

Si establecemos una relación entre trabajar-jugar-pobreza-riqueza, vemos que estas condiciones están en estado latente antes de que se manifiesten.

Quien produce porque se alivia moviéndose, haciendo ejercicio, pensando, es probable que llegue a generar utilidades mayores que alguien —en similares condiciones de arranque—, que no tiene energía en exceso, pero que está presionado, estimulado, atacado por la angustia que le causan las carencias.

Aquellos que tienen la suerte de tener un cuerpo (me refiero al cuerpo generador de fenómenos visibles y no visibles [pensamiento, creatividad]) lleno de vitalidad, activo, fuerte, resistente a la fatiga, con un alto umbral de tolerancia al dolor, ubicado en una sociedad capitalista, posee las mejores condiciones para enriquecerse ... o al menos, para no padecer carencias indignantes.

Por el contrario, quienes carecen de esa fortuna (fortaleza), están expuestos a sufrir las consecuencias inherentes a realizar movimientos, esfuerzos, tomar decisiones, soportar el estrés, bajo protesta, amenazados, violentados.

Estos puntos de vista coinciden con la definición de trabajo, cuyo origen como vocablo refiere a un instrumento de suplicio (1).

En suma: Quienes tienen energía de más, tienen dinero de más porque producen para aliviar el exceso, compitiendo con actitud deportiva, jugando.

(1) Me gusta más porque no me gusta

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miércoles, 25 de agosto de 2010

Baloncesto para enanos

Elegir que haremos para ganar dinero, no es tarea fácil.

Por ejemplo, si nos interesa mucho coleccionar las fotografías de los mejores jugadores de fútbol, pero es notorio que eso es un gusto personal carente de rentabilidad, difícilmente alguien lo tome como la fuente de ingresos principal.

Si nos tocó en suerte una estatura pequeña, el baloncesto no parece estar en nuestro futuro, excepto como espectadores.

Cuando nuestro oído musical es incapaz de lograr una mínima afinación, ese arte no podrá aportarnos ingresos económicos suficientes para tener una vida digna.

Las señales no son tan obvias cuando de potencialidades psíquicas se trata.

Si nuestras emociones son muy fuertes e inestables, deberíamos tomar distancia de las actividades que demandan serenidad y una baja reactividad a los estímulos afectivos.

— Las operaciones de bolsa (compra y venta de acciones en un mercado muy dinámico);

— las subastas (puja por la compra al menor precio, en competencia directa y simultánea con otros interesados [reales o puestos ahí para simular interés y hacer subir los precios]);

— la conducción (liderazgo, jefatura) de grupos humanos (en los que las personalidades de los subordinados requieren una atención individual sin descuidar la producción grupal).

Tiene una gran difusión la idea de que «todo es posible si hacemos el esfuerzo suficiente».

En otras palabras, esta corriente de pensamiento, desconoce la existencia de capacidades especiales y sobrevalora la eficacia de la voluntad, la insistencia, la perseverancia.

Pueden perderse muchos años tratando de cantar como un barítono, o tratando de integrar los planteles de la principal liga estadounidense de baloncesto profesional (N.B.A.), o tratando de desfilar como maniquí (imagen).

Detrás de este objetivo tan poco real, está la omnipotencia, esto es, la necesidad de creer que todo tiene solución, que nada es imposible y que, en definitiva, la muerte es evitable.

Nota: La imagen pertenece al mediático travesti argentino Zulma Lobato (Miguel Alfredo Dekleve)

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martes, 24 de agosto de 2010

La guerra y la paz

Para los varones, cuando todo anda bien, la vida deja de ser atractiva.

Un prolongado bienestar, la ausencia de preocupaciones, necesidades y deseos acuciantes, nos aburre.

Cuando estamos de vacaciones, disfrutando del paisaje, la atención del hotelero, mucamas, chefs, reposteros, servicio de playa, la ausencia de relojes, sin llamadas telefónicas, con música, baile, brisa tibia, piscina, reposeras al sol o a la sombra, perfumes afrodisiacos, … cuando todo ese bienestar paradisíaco nos rodea, algo ocurre que nos empaña tanta perfección.

Estos breves períodos de vacaciones, están ahí para recuperar energías, pero también para reforzar nuestro amor por las incomodidades, el estrés, las preocupaciones, los desafíos, la competencia, las contrariedades, las frustraciones, y hasta alguna dolencia orgánica por sobre-exigencia (fatiga, afonía, esguinces).

Los integrantes de un matrimonio, suelen tener opiniones distintas sobre estas dos etapas del año (laboral y vacacional).

Nuestra cultura nos obliga a decir que a todos nos gusta descansar, vacacionar, no tener problemas.

La anatomía femenina, capaz de gestar y alimentar, determina preferencias diferentes a las del varón, que sólo puede fecundar esa anatomía y que, a falta de otras posibilidades de desempeño, se espera de él que colabore proveyendo a la hembra lo que ella y los niños necesiten (alimento, abrigo, casa, protección).

Ante estas determinaciones anatómicas ineludibles, la mujer prefiere honestamente el período de vacaciones y desearía que este se prolongara todo el año, mientras que el varón, acepta algo de descanso pero prefiere que todo el año sea laboral.

Por algún motivo (quizá religioso, ya que la biblia cuenta que el trabajo es un castigo y no una bendición divina), el varón no está autorizado para decir que le gusta trabajar, luchar, competir y que disfruta del confort en dosis más pequeñas que la mujer.

Ella, por el contrario, necesita realmente tranquilidad, comodidad y confort.

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lunes, 23 de agosto de 2010

Permuto religión. Pago diferencia.

Tengo la suerte de ser amigo de un ex-alcohólico, pero no se lo digo porque él me corregiría.

Efectivamente, las veces que se lo he dicho, me rectifica: «Soy alcohólico, no ex-alcohólico».

Cuando llegó a mí utilizando la dirección de Messenger que publico en mis blogs, rápidamente me di cuenta de que él tiene más cosas para enseñarme a mí que yo a él.

Hace más de un año que conversamos usando el chat, y una de sus ideas más atractivas, es cómo logró ampliar los beneficios que le aporta su grupo de Alcohólicos Anónimos, en Lima-Perú.

En su imaginación creó Perdedores Anónimos.

— Pero Ramiro, ¿por qué no bautizaste con una denominación más benigna a tu imaginaria institución? — le pregunté cuando me habló de ella.

— Fíjate Fernando que se denomina Alcohólicos Anónimos y no se denomina Bebedores Anónimos — me respondió en seguida. — La antipática agresividad de la denominación existe para que no bajemos nunca la guardia, para que nunca imaginemos que nuestra enfermedad está superada — prosiguió.

Con esta lógica, él no considera inteligente denominar a su imaginaria institución como Desafortunados Anónimos, Pobres Anónimos o Miserables anónimos, porque el propio nombre cuenta con tantos simpatizantes, que dan ganas de quedarse en esa categoría en vez de luchar, día tras días, para salir de ella.

Ramiro hizo algo que yo publiqué en otro artículo y que varios lectores encontraron muy difícil.

Efectivamente, en Adicciones suntuarias yo les proponía apartarse de los amigos, familiares y conocidos que fueran pobres vocacionales, porque ellos serían un obstáculo insuperable para ascender a otra franja socio-económica.

¿Saben qué hizo Ramiro?

Él cree firmemente en la existencia de Dios, pero en la religión de crianza, los fieles trabajan para disfrutar en el más allá. Ahora adhiere a otra religión donde trabajan para el más acá.

Nota: Sin desconocer la seriedad que merecen las religiones y el humor, la imagen pertenece al Sacerdote de Springfield, ciudad imaginaria de la tira cómica Los Simpson.

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domingo, 22 de agosto de 2010

«Si fueras pobre, también te amaría»

Nicanor Jaimito es un personaje de ficción que acabo de inventar para contarles algo de nuestra psiquis.

Se trata de un delincuente, que tiene en jaque a la ciudad donde vive, porque es capaz de cometer toda clase de excesos, atropellos, abusos.

La policía de la ciudad lo persigue, ha puesto su fotografía en los muros, las columnas del alumbrado, en las oficinas gubernamentales.

Pero esto es inútil dada su increíble habilidad para disfrazarse.

Como nuestra imaginación y fantasía es capaz de ir un poco más allá de la realidad, sabemos que Nicanor Jaimito puede cambiar de estatura, de volumen, de sexo, la manera de caminar, el color de sus ojos, el timbre de voz, la cantidad y color de su cabellera.

El caso de este mal ciudadano es tan preocupante —y a la vez tan fascinante—, que en la universidad estatal han creado una asignatura para los estudiantes terciarios de criminología y psicopatologías.

Ahora volvamos a usted y a mí.

Este personaje recién inventado, representa —nada más ni nada menos— a un pensamiento, una idea, un deseo que tuvo que esconderse en el inconsciente por apetecer la homosexualidad, el incesto, la criminalidad, el robo, y un exuberante etc.

Tuvo que esconderse, porque la moral lo consideró antisocial e impresentable.

Nuestro deseo del tipo Nicanor Jaimito, quiere actuar, quiere llegar a nuestra conciencia y satisfacerse, pero sabe que nuestra moral (policía), lo encarcelaría, entonces se presenta disfrazado de mil formas:

Quien lo tiene en su inconsciente, dice por ejemplo: «no soporto la poligamia», «me opongo a la pena de muerte», «odio a los homosexuales».

Y estos sólo son sus disfraces menos creativos. Los más creativos, pueden consistir en ser abogado en vez de pendenciero, bancario en vez de asaltante, cirujano en vez de criminal, y un exuberante «etc.».

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sábado, 21 de agosto de 2010

«Los ricos ¿son incestuosos inimputables?»

Me referiré a las tribulaciones filosóficas a las que se ven enfrentadas algunas personas. No todas: sólo algunas.

Primera interrogante del niño: «¿Seguiré vivo o moriré?»

Primera respuesta a la primera pregunta: «Lo que me preocupa es no sufrir».

Segunda interrogante del niño: «¿Cómo hago para no sufrir?»

Segunda respuesta a la segunda pregunta: «Los adultos son tan poderosos que no sufren. Para no sufrir, tengo que ser como «ellos»».

El niño, enfrentado a esta preocupación —cuya gravedad e importancia es igual o mayor que la que puedan sentir algunos por una tercera guerra mundial—, trata de tranquilizarse inventando hipótesis, construyéndose creencia con los conocimientos que tiene y la capacidad inventiva que le tocó en suerte (talento).

Cuando piensa en «ellos», primero se refiere a los padres, pero a medida que va creciendo —y constata que crecer no disminuye la exposición al dolor—, comienza a pensar que no es la adultez, sino la estatura.

Una vez confirmado que tampoco es la estatura, piensa que lo que realmente evita el dolor, es el poder económico. Entonces piensa: «Tener dinero es la clave para no sufrir».

«El talismán (objeto mágico, amuleto, fetiche) que «nos libra de todo mal», es el dinero».

Y con esta conclusión, observa que ese instrumento (el dinero calmante de todo mal) es el que le ha dado al padre el poder suficiente para resolver el problema más apremiante: acostarse con la madre … pero eso es imposible por la misteriosa, sigilosa y ominosa, prohibición del incesto.

Acostarse juntos, como hacen «los que tienen dinero» (los padres), es lo más deseado, pero él corre mucho riesgo de sufrir un castigo.

En suma: (este grupo de hombres y mujeres, piensa que) … la solución para evitar el dolor, es privarse tanto del dinero como del deseo (incestuoso).

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viernes, 20 de agosto de 2010

El indignante gobernante elegante

Existen muchas probabilidades de que el psicoanálisis tenga razón cuando sugiere que cualquier oposición al poder (autoridad, ley, jerarquías), es en realidad una oposición al padre.

Y, a su vez, esta oposición al padre, está provocada por una vieja deuda, tan vieja que está olvidada en sus aspectos anecdóticos, aunque no en sus aspectos afectivos, porque «papá me quitó a mamá».

La infancia es una época feliz gracias a que la memoria es una función que se especializa en olvidar pero recordando algunas cosas, como para disimular su verdadera vocación amnésica.

Que «este señor de voz grave, rapte a quien me cuida, alimenta, higieniza y amo con locura», es un verdadero abuso de poder, una infamia, un acto deleznable, que se merece el peor castigo.

Si estos sentimientos los tuviéramos siempre presentes, nos suicidaríamos antes de los 10 años.

¿Por qué tantos ciudadanos inteligentes critican con furia los gastos que realizan sus gobernantes?

¿Por qué tantos ciudadanos inteligentes se enfadan al conocer los gastos de representación del servicio diplomático?

No importa que alguien sea inteligente o tonto, para sufrir las consecuencias del complejo de Edipo, o para olvidar aquella tragedia cuando «papá nos quitó a mamá».

Tampoco importa que nuestro presidente o cuerpo diplomático sean de sexo femenino o masculino.

Lo que está en juego es el afecto (sentimiento) que tuvimos que olvidar (reprimir) para no tener una vida hundida en la tristeza, el rencor, la sed de venganza.

El desánimo que padecen muchos buenos ciudadanos cuando observan que sus gobernantes (representantes del ciudadano), hacen gastos, mientras que él sufre de dolorosas privaciones, ocurre (según la hipótesis creíble del psicoanálisis) porque la desmemoria salvadora falla.

Cuando se nos escapa del olvido aquella infamia edípica, nos sentimos desmotivados para producir, trabajar, ahorrar, progresar, ser emprendedores, disfrutar. Tenemos síntomas de depresión.



Nota: La imagen corresponde al Príncipe Carlos de Inglaterra y su esposa, la Duquesa Camilla.

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jueves, 19 de agosto de 2010

El dinero se evapora como el alcohol

Insisto con la humildad y continúo mencionando el primer paso que deben dar los integrantes de Alcohólicos Anónimos (1) para obtener buenos resultados.

El primer paso es: reconocer que la bebida puede más que uno, que no hay voluntad que valga, que las actitudes arrogantes son las principales responsables de la dependencia destructiva.

Ante este tipo de situaciones, viene a mi mente la imagen de una casa cuyo techo necesita estar sostenido por postes para no caerse, haciendo que la circulación dentro de ella, sea incómoda.

Comprendo que muchas personas necesitan imaginarse autosuficientes para no caer en un pozo depresivo.

La omnipotencia es un obstáculo en la personalidad, como también lo es un poste en el medio de una habitación.

Esta introducción es necesaria para hacerles un comentario sobre el uso de la contabilidad, de los registros, de las anotaciones.

Con gran frecuencia, los trabajadores de cualquier tipo (empleados, empresarios, profesionales, artistas), consideran que es vergonzoso, inútil y una pérdida de tiempo, llevar un control riguroso de los ingresos y egresos de dinero.

Es vergonzoso porque suponen que sería una prueba de deterioro mental, tener que estar anotando obsesivamente lo que cobramos y lo que pagamos.

También sería vergonzoso porque ese control podría insinuar que alguien de nuestro entorno, nos roba. Interpretan los controles sobre el dinero como una desconfianza hacia la honestidad de nuestros socios, compañeros, cónyuge, hijos, familiares, amigos.

Sería inútil porque nada de todo eso ocurre realmente: somos capaces de no perder ni malgastar dinero y estamos rodeados de gente honesta.

Trabajar con números es engorroso, apegarse a una rutina metódica es aburridor, y «sólo lo hacen los avaros, miserables y mezquinos».

Conclusión: si usted no controla rigurosamente algo tan evaporable como el dinero, es probable que tenga pérdidas por falta de humildad (como los alcohólicos incurables).

(1) Yo deseo, tu deseas, ... todos deseamos
Los dos significados de «humildad»

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miércoles, 18 de agosto de 2010

El tabaquismo religioso

En otro artículo (1) comentaba las contraindicaciones de la popular esperanza.

Hace ya unos años, la población mundial recibe señales terroríficas contra el consumo de tabaco.

Así como en la antigüedad era necesaria la palabra de los religiosos para darle credibilidad a ciertas creencias convenientes para los poderosos, hoy tenemos a la medicina (como heredera de las religiones) embanderada con esa misión de salvar a la humanidad del terrible flagelo.

Es probable que el tabaco no sea una medicina tan beneficiosa como la aspirina, los antibióticos o los antiinflamatorios.

Digo «es probable», porque ignoramos hasta qué punto estos productos artificiales dañan nuestra salud.

¿Qué ocurre con la esperanza?

Es una enfermedad que:

— nos distorsiona fuertemente nuestra, de por sí, pobre registración de la realidad;

— nos alienta fantasías de omnipotencia, (siendo que la omnipotencia es el sentimiento por causa del cual se producen más accidentes, imprudencias, negligencias y acciones impulsivas);

— nos saca del presente, ubicándonos en un lugar irreal —el futuro—, para negar la existencia de lo que ‘aquí y ahora’ ocurre y sobre lo cual es posible realizar alguna acción eficaz que nos beneficie,

Los afectados por la esperanza, son utilizados por las religiones que están al servicio de desestimular la riqueza de los esperanzados, y así facilitar el enriquecimiento de los poderosos, realistas y acaudalados, quienes a su vez, retribuyen a esas promotoras de esperanza (las religiones), con generosas donaciones para remunerar la colaboración recibida (comparten las ganancias).

Como las religiones están perdiendo adherentes,

1º - los ricos agitan mediáticamente el temor al tabaco;
2º - se estimulan nuestros rasgos hipocondríacos;
3º - buscamos refugio en la esperanza;
4º - aceptamos con docilidad cualquier promesa;
5º - bajamos nuestra capacidad crítica;
6º - y (sin la colaboración de las religiones) aceptamos postergar nuestro bienestar para después de la muerte.

(1) La esperanza es una enfermedad


Artículos vinculados:

Pobreza es temer al deseo

Apagar el cigarrillo con 2 litros de agua

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martes, 17 de agosto de 2010

La esperanza es una enfermedad

Porque «la esperanza es lo último que se pierde», muchas personas pierden todo.

Lo bueno sería que la esperanza fuera lo primero que se pierde y así se evitarían males mayores.

Que el whisky, la cocaína y la esperanza sean insumos placenteros, no quita que provoquen algunos efectos secundarios indeseables.

El whisky nos provoca un estado de obnubilación (mareo, falta de lucidez y reflejos).

La cocaína nos provoca un exceso de actividad (temeridad, insomnio, irritabilidad).

La esperanza nos provoca pérdida de realismo, ilusión, voluntarismo.

Les comenté hace meses (1) que, según la mitología griega, Pandora abrió una caja que contenía todas las enfermedades.

Por esa infortunada maniobra, se escaparon los males que comprometen nuestra salud y sólo una quedó dentro de nosotros: la esperanza.

Interpreto que todas las enfermedades nos molestan excepto esta, porque nos endulza la vida, nos aparta de la realidad, nos vuelve optimistas, la contagiamos con entusiasmo a nuestros seres queridos, la usamos para negar los malos momentos, las malas noticias, los malos pronósticos.

Por este amor a la única enfermedad que nos viene de adentro nuestro, es que estos comentarios parecen falsos, negativos, pesimistas, injustos.

Para aumentar su efecto estimulante —pero a costa de una pérdida de realismo en su poseedor—, suponemos que esta es una enfermedad tan resistente a su erradicación, que cuando afirmamos que «la esperanza es lo último que se pierde», lo hacemos como tratándose de una buena noticia.

Nos curaremos de cualquier otra cosa, ¿pero de la esperanza?: ¡difícilmente!

Toda enfermedad tiene beneficios secundarios. Cuando es invalidante pero no pone en riesgo la supervivencia, permite descansar, ser atendidos, recibir dosis extras de afecto.

La resistente esperanza es amada porque aporta energía artificial, aunque genera adicción, tal como la cocaína y otras drogas (generalmente prohibidas).

Artículos vinculados:

«Compro enfermedad»

Por ahora necesitamos la pobreza
Sistema inmunológico explotador


(1) Si no fuera por Pandora

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lunes, 16 de agosto de 2010

La propiedad privada y la esclavitud

Cuando en un país no existe la esclavitud en ninguna de sus formas, los ciudadanos son propietarios de sí mismos y, por lo tanto, de su fuerza laboral.

Para que en un país no exista la esclavitud en ninguna de sus formas, es preciso que los derechos civiles estén reconocidos por las leyes y que además, esos derechos sean respetados.

Pero hace falta algo más para que la esclavitud no esté presente en alguna de sus formas.

Si en una nación sólo es posible trabajar para un único empleador y no existe —en los hechos— la libertad de vender la fuerza laboral a quien uno desee, en la realidad existe una forma de esclavitud, porque el trabajador-esclavo no puede irse (sin perecer por falta de recursos), ni puede desobedecer las órdenes que reciba del empleador-esclavista, porque si lo hiciera, podría ser privado de la oportunidad laboral.

Cuando en un país el índice de desocupación es muy elevado, la libertad de vender la fuerza laboral queda restringida o cancelada.

Es posible decir entonces que, cuando en un país algunos ciudadanos no pueden vender su fuerza de trabajo, están dadas las condiciones para que los que sí están empleados (y temen ser despidos), funcionen en realidad como esclavos.

Corresponde aclarar que los índices de desocupación merecen ser relativizados.

1) Los criterios de medición suelen ser presionados a la baja cuando los gobernantes necesitan ocultar que en su período de gestión, existen condiciones laborales que favorecen la esclavitud.

2) Los criterios de medición suelen ser presionados al alza cuando, entre los desocupados se incluyen personas que buscan trabajo y no lo encuentran porque su fuerza laboral no tiene demanda, por ser escasa, obsoleta o excesivamente especializada.

En suma: los adultos sanos somos dueños de nuestra fuerza laboral, aunque a veces no es respetada.

Artículo vinculado:

Origen de la desocupación laboral

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domingo, 15 de agosto de 2010

Estafas legales e ilegales

Existe un tipo de estafa que —por su estructura—, se denomina pirámide económica. (1)

La misma se construye al revés de las egipcias: El estafador primero crea la cúspide en la cual se instalará y luego va construyendo los pisos inferiores, que —como en toda pirámide verdadera—, deben ser progresivamente mayores.

Representamos la operación como una pirámide porque los integrantes de cada nuevo piso, aportan —entre todos—, una cantidad de dinero suficiente para pagarles embriagadores intereses a los inversionistas de los pisos superiores.

Sin saberlo, los nuevos inversionistas están haciéndoles donaciones a los inversionistas más antiguos.

En algún momento, la cantidad de nuevos inversionistas comienza a disminuir, los dineros recaudados no alcanzan para repartir entre el creciente número de inversionistas, entonces se descubre la maniobra y el estafador huye con su botín.

Pero observemos qué pasa en los casinos legalmente instalados.

Los apostadores que alguna vez aciertan, no reciben dinero propiedad del casino, sino de los apostadores perdedores. Más aún, parte de lo que cobran los ganadores, es dinero que fue suyo y que habían perdido.

Pero observemos qué pasa en la mayoría de las economías legalmente reguladas.

El capitalismo es una gran hoguera en la que arden los empresarios que fracasan, para darle energía a unos pocos que triunfan.

Dependiendo de las épocas y de los países, casi 9 de cada 10 empresarios da quiebra, perdiendo no sólo su capital, sino perjudicando económicamente a sus proveedores y bancos que no pudieron cobrarle.

El patrimonio perdido por esa mayoría que fracasa, no se esfuma, sino que termina en la billetera de unos pocos triunfadores.

El dinero cambia de mano rápidamente, pero lo que llama la atención es que algunas manos sólo dan y otras sólo reciben.

¿Usted ya sabe qué hacen sus manos?

(1) Esta maniobra está comentada en el artículo titulado Siempre aparece alguien más astuto

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sábado, 14 de agosto de 2010

Planificación de la lentitud

Si alguna vez se extasió mirando una puesta de sol, se habrá enterado de cuán rápido la tierra está girando.

Cuando falta un trocito muy pequeño de sol para desaparecer del horizonte, es fácil percibir que se oculta rápidamente.

Este momento del día, es —junto con el amanecer— el único que nos permite apreciar que estamos girando a mayor velocidad de la que percibimos.

También necesito recordar ahora la fábula de la liebre y la tortuga.

Jugaron una carrera, y la veloz liebre, confiada en su ligereza, se echó a dormir, mientras la lenta tortuga dio uno tras otro, sus parsimoniosos pasos hasta ganarle a la dormilona.

Este artículo tiene la intención de invitarlo a hacerle trampa a quienes lo rodean.

La mía no es una intención ni buena ni mala. Ya verá por qué se lo digo.

Recibimos más influencias de las que percibimos. Estamos muy pendientes de lo que opinan nuestros seres queridos, que van desde quien más amamos a quien menos nos llama la atención.

Cuando alguien está sumido en lo que llamo pobreza patológica, participa de un fenómeno que comprende a muchas personas.

No faltan estudiosos que afirman que todas las enfermedades son sociales, pero quizá estén exagerando un poco.

Lo que sí es cierto, es que las dificultades psicológicas tienen una especial dependencia del entorno social de quien las padece.

La trampa que le quiero proponer es que, con la mayor lentitud posible, sin despertar sospechas, con todo el sigilo del que sea capaz, comience a retirarse del grupo al que pertenece.

Sé que es difícil, pero también es difícil abandonar el alcoholismo pero el esfuerzo pequeño y constante que propone Alcohólicos Anónimos, es el único que logra resultados terapéuticos.

¡Aléjese —lento pero sin pausa— de quienes lo aferran a la pobreza!

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viernes, 13 de agosto de 2010

Unos contra otros a favor de todos

En otro artículo (1) comparaba el funcionamiento de una sociedad organizada con un organismo humano, haciendo especial hincapié en los recursos que cada ciudadano-célula necesitan para desempeñar el rol social o biológico (respectivamente) que tienen asignado.

Eso me lleva a pensar que la cantidad de riqueza está mal distribuida tanto en la sociedad como en la biología.

Y ahora digo que el error está en el adjetivo «mal».

Si en nuestra filosofía consideramos que algo está mal, seguramente estaremos pensando que eso se opone a nuestra existencia como individuos o como especie.

En otras palabras, dado que para los seres vivos no existe otra misión (2) que la de conservarse individual y colectivamente, entonces está mal (merece ese adjetivo) todo lo que de una u otra manera pueda constituir un obstáculo para el mejor desempeño de esa única misión.

Es posible agregar otro ingrediente a esta reflexión que comparto con usted.

Ese fenómeno vida depende de los estímulos agradables y desagradables que nos impone y ofrece la naturaleza.

Tanto el dolor como el placer (3), nos ponen en movimiento para realizar tareas que, si no las hiciéramos, dejaríamos de vivir (comer, evacuar, descansar, reproducirnos).

Estas ideas, tomadas como premisas válidas, nos permiten suponer que para que ocurra lo único que realmente importa (vivir),

1º) todos necesitamos recursos materiales (alimentos, abrigo, dinero);

2º) dados nuestros roles biológicos, sociales, naturales, algunos necesitan (consiguen y tienen) más recursos que otros (riqueza);

3º) estas diferencias de patrimonio entre unos y otros, causa indignación en muchas personas;

4º) la indignación proviene de interpretar como mala esa despareja distribución de los bienes terrenales;

5º) esa indignación genera malestares personales y colectivos;

6º) el malestar es necesario para que el fenómeno vida no se detenga;

Conclusión: la lucha entre pobres y ricos, felizmente molesta y es natural.

(1) El injusto proveedor sanguíneo

(2) Ver Blog La única misión

(3) Ver Blog Vivir duele


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jueves, 12 de agosto de 2010

Antídoto contra la delincuencia

La sabiduría popular nos informa que «la oportunidad hace al ladrón».

La máxima capacidad de robo de una persona, tiene relación directa con su desarrollo intelectual y educación.

Otro aspecto a tener en cuenta, es que los grandes ladrones pueden hacer robos pequeños (en un supermercado, en un hotel o avión), pero es casi imposible que un ladronzuelo cometa un gran robo.

Esto ocurre así porque el ciudadano menos favorecido con inteligencia y conocimientos, tendrá menos oportunidades (de esas a las que alude la sabiduría popular).

Si tuviéramos que representar gráficamente la población categorizada por su inteligencia y cultura, formaríamos un triángulo, con pocas personas en la parte más angosta y muchas en la más ancha.

Efectivamente, son más las personas con escasos recursos intelectuales y menos las muy inteligentes e informadas.

Las cárceles están llenas de pobres porque todos somos similarmente irrespetuosos con la propiedad privada.

Si en una comunidad hay muchos pobres y pocos ricos, como todos somos igualmente ladrones, la cárcel tendrá una población a escala de la estructura socio-económica de la población general.

La cárcel es como la población a la que pertenece, en pequeño. Con un poco más de fantasía, la población y la cárcel podrían representarse por una señora junto a su pequeña hija.

Como todos somos potencialmente delincuentes —aunque la mayoría no lo evidenciamos porque (felizmente) no hemos tenido las oportunidades suficientes (poca educación, experiencias estimulantes, ambiente delictivo, necesidades básicas insatisfechas, familiares a los cuales imitar por amor)—, buscamos evitar esas oportunidades.

Lo evitamos tanto como probar drogas estimulantes, participar en una orgía o experimentar la homosexualidad a ver qué se siente.

Un recurso muy generalizado para evitarnos caer en estas tentaciones tan humanas, es vivir con lo mínimo, disminuyendo nuestra ambición y —en definitiva—, atenazando nuestro deseo de progresar.

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miércoles, 11 de agosto de 2010

Yo deseo, tú deseas, ... todos deseamos

En un artículo publicado recientemente (1), les comentaba el primero de los Doce pasos y doce tradiciones de Alcohólicos anónimos: asumir que el alcohol es más fuerte que ellos.

Esta declaratoria explícita de humildad ante una evidencia, parece innecesaria, superflua, no muy difícil de cumplir, sin embargo es en este primer paso donde naufragan muchos tratamientos.

Es posible decir que algunas personas son tan débiles que no tienen fuerza para asumir su debilidad.

Como tantas otras vulnerabilidades humanas, la debilidad suele funcionar en círculo vicioso.

El dualismo cartesiano (según René Descartes, estamos constituidos por un cuerpo tangible y por un espíritu intangible), es un obstáculo intelectual para poder pensar al ser humano como un todo.

La mayoría de los pobladores de occidente, cree que estamos formados por esas dos piezas (cuerpo y alma), por lo cual, no es posible pensar, estudiar y atender al ser humano como un todo indivisible.

Con la filosofía cartesiana, si alguien tiene problemas estomacales, es preciso reparar el estómago mientras que el resto del cuerpo y de la psiquis, quedan ignorados.

Pensando al ser humano como un todo indivisible, podemos proponer que la debilidad que padece quien no tiene fuerza para reconocer su debilidad ante el alcohol, es de todo su ser.

El deseo es un impulso que nos mueve, del cual sabemos muy poco y sobre el que hemos escrito millones de libros, aumentando aún más la confusión.

Nuestra relación con el deseo es determinante de nuestra fortaleza.

La actitud omnipotente, arrogante y que pretende subestimar su influencia, nos conduce directamente al fracaso.

El primer paso de Alcohólicos Anónimos es de humildad y podemos imitarlo para decir que evitaremos la pobreza si reconocemos humildemente la importancia (predominio) del deseo en nosotros y en nuestros empleadores, clientes, proveedores, conciudadanos, vecinos, familiares y amigos.

(1) Los dos significados de «humildad»

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martes, 10 de agosto de 2010

El injusto proveedor sanguíneo

Es posible pensar que una sociedad y un cuerpo humano, funcionan de manera similar, aunque parecen diferentes porque están aplicadas por la naturaleza a situaciones muy distintas. La primera es una organización de personas y la segunda es una organización de células.

Es posible pensar que los individuos somos a la sociedad que integramos como las células son al organismo que integran.

Sólo me centraré en el aparato circulatorio.

La sangre hace dos grandes tareas: entrega alimentos a cada célula y retira los residuos. Lo realiza con la sangre arterial y venosa, respectivamente.

Más o menos una vez por minuto, llegan a cada célula los entregadores de alimentos (arterial), con oxígeno, vitaminas y otras sustancias.

Cada célula toma lo que necesitará para un minuto, mientras que, por una vía de salida, entrega los residuos que la sangre venosa descargará en órganos purificadores (pulmones, riñones, hígado).

Después de millones de años en constante autoperfeccionamiento, cada célula toma del proveedor sanguíneo lo que necesitará para seguir funcionando, hasta que el proveedor le traiga nuevas provisiones.

Algunas células consumen más que otras, según dónde estén ubicadas (huesos, músculos, sistema nervioso), la tarea que deban desempeñar (esfuerzo máximo, distensión, reposo), la edad del ser humano al que pertenecen (niño, adulto, anciano).

Comparación: el mercado de oferta y demanda, funciona como la sangre, que entrega (dinero, alimentos) y retira (trabajo, residuos).

En el organismo, no todas las células reciben (toman) la misma cantidad de suministros y así funciona perfectamente. Sin embargo en la sociedad, ocurre lo mismo, pero nos molesta que existan pobres y ricos.

Conclusión: Es probable que las dificultades que provoca el desparejo reparto de bienes, radique en que nuestra especie es tan subdesarrollada, que aún no ha podido asumir que la anatomía y el funcionamiento de las sociedad, así lo requieren.

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lunes, 9 de agosto de 2010

Los dos significados de «humildad»

Hoy pensé la siguiente reflexión:

1) Algunas personas puede estar siendo muy influenciadas por el doble significado del vocablo humilde.

Efectivamente, cuando decimos que alguien es humilde, podemos estar queriendo decir dos cosas bastante diferentes:

a) Que es sumiso, obediente, dócil, manso, carente de engreimiento o vanidad; o

b) Que vive en la pobreza, modestamente, con escasos recursos materiales.

2) Ingresar en la cultura nos da trabajo, nos impone restricciones, hasta podría decirse que nos mortifica.

Quienes no pueden hacerlo, terminan comportándose de tal manera que la sociedad los juzga, condena y castiga.

En los institutos correccionales (prisión, penitenciaría, reformatorio, hospital psiquiátrico), es habitual que a los internados se los obligue a realizar tareas humillantes (1).

El objetivo manifiesto de este procedimiento reeducador, se basa en la creencia según la cual, los actos antisociales derivan de un exceso de arrogancia, egoísmo y narcisismo.

3) La prestigiosa institución mundial por todos conocida como Alcohólicos Anónimos posee un texto de referencia titulado Doce pasos y doce tradiciones.

Nada menos que el primer Paso dice: «Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables. »

Esta no es otra cosa que una declaración de humildad.

Conclusión:

i) Nuestro idioma confunde docilidad con pobreza material. Los confunde porque resume en un mismo vocablo (humildad), ambos conceptos.

ii) Como consecuencia de esta confusión provocada por una ambivalencia lingüística, es razonable proponer que algunas personas prefieren soportar las carencias materiales en vez de moderar sus impulsos narcisistas.

Cuando digo «prefieren», quiero decir (basado en la premisa de que el libre albedrío es una mera ilusión), que «no pueden evitar» las carencias materiales porque tampoco «pueden evitar» ser arrogantes, orgullosos, vanidosos.

O sea, la cultura nos exige ser humildes. Los que no pueden lograrlo en su carácter, terminan siéndolo en lo económico.


(1) La humillación terapéutica

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domingo, 8 de agosto de 2010

La vida real es demasiado emocionante

Cuando mi padre me autorizó a participar en su empresa, lo que más me costó entender fue que mis conocimientos eras pobrísimos.

Nunca fui un buen estudiante, pero con veintinueve años, una novia muy emprendedora (en el sexo y en su deseo de fundar una familia) y un padre que me tenía prohibido entrar a su fábrica hasta que no terminara mis estudios como administrador, no tuve más remedio que acelerar mi marcha.

Les cuento una pequeña anécdota que me dejó una enseñanza que no puedo ni acepto creer.

Mi padre me permitió gestionar la asistencia financiera de un banco.

Gracias a la prolijidad de su actuación y a las buenas referencias, el trámite fue relativamente sencillo, aunque estuve un buen tiempo pensando que esta facilidad obedecía a mi habilidad para hablar con los banqueros.

Cuando estuvo todo pronto para empezar a recibir dinero, me asignaron un ejecutivo de cuenta.

Para retirar una primera cantidad de dinero, me alcanzó un block de vales para que los firmara.

¡No podía creer lo que estaba viendo!

¿Un banco tan prestigioso me pedía que firmara un vale en blanco? ¿Y si lo completaban con una cantidad mayor a la que me entregaban?

Pero no paró ahí. Cuando me sobrepuse a la primera impresión y le entregué un formulario firmado, me preguntó ¿no desea firmar algunos más así no tiene que venir cada vez que necesite un nuevo préstamo?

Sentí tanto miedo que sólo atiné a decirle: «No hay problema. Vendré las veces que haga falta. ¡Muchas gracias!»

Salí del Banco y desde el auto llamé al director del instituto de enseñanza para contarle horrorizado lo que me había pasado, y este me respondió risueño: «Es lo normal. La vida real es más emocionante que la estudiantil. Por eso te costó abandonarnos».

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sábado, 7 de agosto de 2010

El drama de los ricos y de los cerdos

El rico sabe que su fortuna es peligrosa. El cerdo sabe que su carne es peligrosa.

Ambos desearían pasar desapercibidos.

Sin embargo, al rico le cuesta ser anónimo y el cerdo suele fracasar cuando huye del matadero.

Los ciudadanos nos organizamos para poder vivir juntos, sin molestarnos sino más bien ayudarnos, protegernos de la naturaleza y también de otros humanos (porque algunos humanos forman parte de la naturaleza peligrosa).

En aras de obtener esos beneficios de la vida comunitaria organizada, toleramos muchos inconvenientes (respetar el derecho ajeno, pagar impuestos, prohibición del incesto).

Uno de los inconvenientes —aparentemente menos importantes—, es que el Estado nos asigna un número (identificatorio de identidad), como si estuviéramos en una fila.

Al ser identificados por un número correlativo (1, 2, 3, ...), prácticamente nos convertimos en cosas, en objetos inanimados, en no-personas.

Quitar los rasgos identificatorios (aquellos que marcan nítidamente quién es cada uno), es una forma de castigo.

Es una pena que se le impone a los presidiarios o a las víctimas de un campo de concentración.

Para algunos, esta sanción equivale a una «muerte en vida», o a una «muerte civil».

En suma: los humanos necesitamos algo más que la vida biológica para poder vivir. Necesitamos el reconocimiento social de nuestra existencia.

Por eso, cuando disfrutamos de nuestros derechos, tenemos un nombre, un apellido, un alias (apodo o sobre-nombre), la sociedad nos reconoce como propietarios de ciertos bienes, pertenecemos a familias, clubes, gremios.

Sin embargo, como digo en el primer párrafo, no queremos ser identificados por rasgos que podrían perjudicarnos, como es la riqueza.

El sistema financiero está obligado a guardar el «secreto bancario», precisamente para conceder ese anonimato que necesitan las personas poseedoras de mucho dinero.

Sin embargo, nada aporta más tranquilidad que tener fama de pobre, insolvente, menesteroso.

Artículo vinculado:

Los banqueros superdotados


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viernes, 6 de agosto de 2010

Te ruego que me respetes

El idioma castellano colabora sutilmente para que la pobreza patológica sea crónica.

Cuando hablamos, no reflexionamos sobre lo que cada vocablo sugiere, además de lo que el diccionario define.

Al exponer la idea, lograré explicar lo que intento decir.

El verbo rogar refiere a pedir en forma de súplica.

Quien ruega, está aceptando que el destinatario de la súplica es alguien superior, más fuerte, más poderoso, más rico.

Por lo tanto, cuando existe un ruego, se está poniendo de manifiesto una asimetría, una diferencia entre seres humanos, un desnivel de algún tipo en el que uno es más que otro.

En nuestro idioma, cuando agregamos el prefijo a-, estamos denotando negación o privación (moral y amoral; cromático y acromático; típico y atípico).

Observe ahora un fenómeno lingüístico curioso.

Si nos guiamos por esta lógica, el verbo arrogar debería significar no-rogar, sin embargo significa apropiarse indebidamente de cosas inmateriales (hacerse pasar por doctor, propietario o héroe, sin serlo).

Finalmente, el vocablo arrogante debería querer decir actitud de quien no ruega, sin embargo significa altanero, orgulloso, soberbio, … todas ellas, características que nuestra cultura considera negativas, antipáticas, de mala educación.

En suma: para nuestra percepción intuitiva e inconsciente, rogar es rebajarse ante otro o reconocer que el otro es superior, más valioso, dominante.

Simultáneamente, para nuestra percepción intuitiva e inconsciente, una persona arrogante es alguien que tiene una actitud negativa, orgullosa, condenable.

Desde estos puntos de vista, en nuestra cultura y con nuestro idioma, es digno de amor quien ruega, por oposición a quien no ruega (el a-rrogante).

Para ser simpáticos, amables (merecedores de ser amados), queribles, tenemos que tener una situación de inferioridad, para lograr lo cual, nada mejor que ser pobre, necesitado, menesteroso, débil.

Conclusión: el idioma castellano es empobrecedor, debilitante, humillante.

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jueves, 5 de agosto de 2010

Pobres Anónimos

Las personas podemos optar por vivir como queramos siempre que, con nuestra conducta, no estemos restringiendo esa misma oportunidad a otras personas.

Lo digo de otra manera: Obedeciendo a los dictados de mi propia conciencia (por razones filosóficas, por ejemplo), puedo decidir no ser empleado a cambio de un salario, porque me parece indigno esforzarme y que sea otro quien disfrute de parte de las ganancias que genero (explotación).

Bajo esta premisa, mis ingresos tendrán bloqueados una vía de acceso (ser empleado por alguien a cambio de un salario).

Si esta condición me impusiera disponer de poco dinero, pero igualmente lograra solventar los gastos necesarios para vivir, estoy tomando una opción que no molesta a nadie. Pero si me dedico a inspirar lástima, a chantajear emocionalmente con una actitud lastimera, a culpar a los demás por mi estado miserable, entonces la mía es una actitud delictiva, aunque no esté expresamente penada por la ley.

A esta última, la he denominado pobreza patológica e intento comprenderla para poder tratarla, curarla y así evitar el delito que, si bien no está reconocido ni sancionado por ninguna ley, es incuestionablemente perjudicial para gente inocente.

Alcohólicos Anónimos es una comunidad fundada (1935) por dos enfermos de alcoholismo y que, en su intento de curación, se apoyaron mutuamente con tal éxito, que rápidamente atrajo el interés de otros, hasta convertirse hoy en día (2010), en el procedimiento terapéutico más efectivo contra esta destructiva adicción.

La ingesta de alcohol provoca en algunos organismos un efecto que, hasta ahora, sólo puede compensarse mediante esta terapia entre quienes, con modestas ambiciones, se proponen apoyarse afectivamente para conservar la sobriedad sólo por el día de hoy.

El anonimato, el proyecto a cortísimo plazo («sólo por hoy»), y el apoyo recíproco, podrían aplicarse para decir «trabajo sólo por hoy».

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miércoles, 4 de agosto de 2010

Gestos a la carta

Una señal es una marca, un signo, un distintivo, un indicio, un vestigio, una cicatriz, una imagen representativa de algo característico, un aviso (semáforo, cartel).

Por ejemplo, el humo es una señal de que hay fuego, si vemos vehículos detenidos, es una señal de que algo impide la circulación, los aplausos son una señal de que hay un grupo de personas que demuestra su aprobación.

Simultáneamente, podemos suponer que encontraremos algunas señales si vemos fuego, un semáforo en rojo o la actuación de un artista.

Como tenemos necesidad de obedecer los dictados de nuestra cultura (normas de convivencia, costumbres, leyes), solemos confundir las señales con aquello que las provocan y además, podemos generar señales para hacer creer que estamos realizando aquello que otros piensan que las generan.

Trataré de explicarme.

Todos asociamos la risa con placer y diversión y todos asociamos la seriedad con preocupación o enojo.

Sin embargo, es probable que no exista nada más placentero y divertido que hacer el amor, aunque los participantes suelen estar muy serios y —en el mejor de los casos—, emiten sonidos que podrían ser de intenso dolor.

Quienes están preocupados por qué señal emitir para generar ciertas opiniones ajenas, se manejan con un código bastante precario y sólo creíble entre quienes comparten la misma estrategia.

La confusión en las señales alcanza a todos los usuarios. Si una situación requiere risa, se ríen y si requiere cara seria, usan ésta máscara. Quedan desvinculados de la espontaneidad. Estas personas adoptan el gesto correspondiente a cada ocasión, como si fuera una prenda de vestir.

Si en su catálogo corresponde trabajar con cara seria, padecerán del trabajo, si en una fiesta tienen que sonreír, lo harán, para cobrar una deuda, pondrán cara de disgusto y si se desnudan con su cónyuge, quizá se rían.

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martes, 3 de agosto de 2010

Origen de la desocupación laboral

Imaginemos por un momento que usted y yo estamos encargados de resolver asuntos de estado en nuestro país.

Podríamos pensar que los pobres eligen serlo y que por lo tanto no tenemos que preocuparnos de sus carencias.

Hablando con uno de ellos, nos enteramos que él no quiere ser pobre, pero no consigue trabajo.

Usted y yo nos miramos y pensamos: «¡Caramba! No habíamos pensado en eso. Podemos desentendernos de los pobres, siempre y cuando haya trabajo suficiente para todos los que quieran trabajar».

Conseguir trabajo para todos, no es fácil. Tenemos que lograr que muchos empresarios quieran invertir en algún emprendimiento que demande mano de obra.

Salimos a buscar inversionistas que quieran tener buenas ganancias en nuestro territorio, instalando fábricas y comercios que den ocupación a todos nuestros ciudadanos en condiciones de trabajar.

A poco de hablar con varios de ellos y contarles nuestra idea, notamos que les parece bien, pero no los notamos muy convencidos.

Con usted nos preguntamos ¿qué les pasa a estas personas que no quieren ganar más dinero? Los emprendedores se caracterizan por tener una ambición ilimitada. ¿Se habrán vuelto repentinamente sobrios? ¡Justo ahora que necesitamos que sean muy ambiciosos para darle trabajo a nuestros ciudadanos!

En una reunión de trabajo con un grupo de inversionistas extranjeros, nos enteramos cuál es la causa de que no tengan tantas ganas de darles trabajo a todos nuestros ciudadanos.

Resulta que cuando en un país la desocupación baja demasiado, es difícil conseguir buenos trabajadores (porque están todos ocupados), y para lograrlo, es preciso pagar salarios más altos, con lo cual las ganancias disminuyen y ya no es tan interesante arriesgar capital.

¿Entonces los que dan trabajo necesitan que haya gente sin trabajo para que los salarios no sean tan altos?

¡Quién lo hubiera pensado!

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lunes, 2 de agosto de 2010

Juguetones y estudiosas

La mejor forma de aprender es jugando, porque combinamos el entretenimiento y la diversión, con la capacitación.

Lamentablemente, no todos los aprendizajes pueden procesarse lúdicamente y algunos se tornan muy aburridos para la mayoría.

Los casos típicos, son las asignaturas que reclaman esfuerzos de razonamiento, como las matemáticas, la física y la química.

Existen pocos juegos entretenidos para enseñarlas y esta característica va de la mano de los altos índices de repetición y abandono.

Los juegos suelen ser diferentes para varones y para niñas.

Me interesa pensar en cómo jugaron-aprendieron, quienes hoy son los adultos que desempeñan las acciones más trascendentes de la sociedad (trabajar, estudiar, gobernar).

Una característica muy frecuente, es que las niñas jugaron con situaciones que emulan tareas (madres, consulta al médico, hacer visitas), mientras que los varones hemos jugado con situaciones que casi nunca serían tareas (deportes que incluyan fuerza, destreza y agilidad, simuladores informáticos de acciones bélicas, deportivas o de simple destreza).

Si dejamos de lado los juegos contemporáneos, dependientes de la computación, podemos decir que estas diferencias en los juegos de varones y niñas, tiene una larga historia. Quizá de siglos.

Pretendo compartir con ustedes la observación de que las mujeres siempre estudiaron (por la elección de sus juegos infantiles) para su rol adulto, mientras que los varones, siempre nos hemos dedicado a jugar priorizando la fantasía más despegada de la realidad.

No estoy lejos de afirmar que los varones estudiamos para ser Don Quijote, que llegó a ser famoso por sus extrañas hazañas, pero que habría tenido dificultades para formar una familia con su amada Dulcinea, simplemente porque su fantasía no era vendible, no era remunerable, no generaba ingresos económicos.

Mientras tanto, las niñas estudiaron para ser desconocidas amas de casa, maternales y poco aptas para ganar dinero (igual que Don Quijote).

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domingo, 1 de agosto de 2010

Rasco la espalda. Voy a domicilio.

En otro artículo (1), compartía con ustedes algunos comentarios sobre ciertos estados de ánimo que influyen en nuestras percepciones, en nuestras decisiones, y que pueden tenerse en cuenta para evitar los errores que pudieran resultar de esas alteraciones.

Si las adicciones (al alcohol, el juego, a las drogas psicotrópicas) existen, es porque nos producen un intenso placer del que a veces, quedamos prisioneros.

A casi todos nos gustan las sorpresas, en las que un evento aparentemente mágico, nos selecciona para agasajarnos, causarnos placer, provocarnos alegría.

No solamente disfrutamos cuando somos los beneficiarios de esa situación, sino que a nuestros alrededor muchas personas disfrutan del espectáculo que damos con nuestras risas, lágrimas, gratitud, saltos, carreras, gritos, abrazos, besos, demostraciones de amor.

Estos espectadores que disfrutan de nuestra exhibición, logran que se repita, perfeccionando su ingenio y sus inversiones (en tiempo, esfuerzo, dinero) para darnos más y nuevas sorpresas, donde predominen situaciones mágicas, milagrosas, inesperadas.

Si somos personas capaces de esas demostraciones de alegría tan disfrutables para los demás, estamos expuestos a que en nuestra vida recibamos muchos estímulos de nuestra gratitud espectacular y divertida ... en desmedro, a veces, de personas que carecen de esa cualidad y que —por lo tanto— reciben menos obsequios, sorpresas, agasajos.

En suma: en una simplificación casi absurda, hay personas que funcionan como un juego de autoservicio, al que se puede disfrutar tan solo introduciéndole una moneda en la ranura adecuada.

Estas personas tipo juguete-autoservicio, parecen más amadas, creen poseer una suerte especial, imaginan ser más dignas de aprobación... y no se equivocan.

Todos somos —en mayor o menor medida—, adictos a lo que nos complace, nos da placer, nos hace gozar.

Igual que las mascotas, no nos cansamos de los placeres, pero a diferencia de ellas, sentimos vergüenza y disimulamos.

(1) Cazar con viento, no es fácil

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