domingo, 31 de agosto de 2008

El Señor sólo está en el Cielo

¿Alguna vez escuchó que alguien diga «Acá todos somos jefes» ó «Habemos más caciques que indios»?

Está en nuestra lógica pensar que los que mandan no trabajan y que el trabajo lo hacen solamente los que no dan órdenes.

La palabra «señor» corresponde a un título de nobleza y hasta hace unos pocos siglos era utilizada exclusivamente para designar a los propietarios de tierras y administradores del trabajo de siervos, vasallos o esclavos.

El título les llegaba en forma hereditaria así que sólo tenían que tener la suerte de ser hijos de otro señor. Si eran hijos de siervos, vasallos o esclavos, nunca podrían convertirse en «señor».

Si será importante este título que también se usa (aunque con mayúscula) para designar —en la cultura judeocristiana— a Dios (y más recientemente también a Jesús).

Como nuestra cultura democratizó el uso de este titulo nobiliario y hoy todos somos «señor» o «señora», es probable que también podamos tener la creencia íntimamente arraigada de que no nos corresponde trabajar y que también por eso tengamos veleidades de jefe aún cuando no sea ese nuestro rol actual.

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sábado, 30 de agosto de 2008

La siembra sobre mármol

Para ser fiel es preciso poder hacer lo mismo que se piensa. La mentira parte de un engaño que padece el mismo a quien acusamos de mentiroso.

Recuerdo un médico encargado de certificar las ausencias por enfermedad en una empresa para la que trabajé unos años. Él decía: «Los que faltan haciéndose los enfermos, están enfermos pero ellos se creen que me engañan a mí».

A estas lógicas que están a punto de ser irracionales pertenece otra que ya les comento.

Si ustedes fueran agricultores ¿pondrían buenas semillas sobre la roca estéril o dentro de la tierra fértil?

La respuesta debería coincidir con la que se dan los banqueros cuando hacen sus préstamos.

En el sobrentendido de que —al igual que el agricultor— quieren tener una ganancia con su trabajo, sólo podrán colocar su dinero en empresas ricas, eficientes, donde —al igual que en la tierra fértil— ese dinero pueda reproducirse, darle abundante ganancia a quien recibe el préstamo, generando así las condiciones óptimas para que pueda devolver lo recibido más los intereses pactados.

Estaremos de acuerdo en suponer que una mayoría de personas piensa que los buenos banqueros deben prestarle a quienes no tienen dinero. Pues no: esos serían los malos banqueros.

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viernes, 29 de agosto de 2008

Juan José Juanijó

Creo devotamente en la suerte. Aunque sea en pequeñas dosis, siempre tiene que estar. Sin suerte todo es más difícil.

Es una suerte que se hayan encontrado cierto espermatozoide y cierto óvulo. Nuestro capital genético arranca con una buena dosis de azar y a partir de esos cimientos, los sucesivos acontecimientos van haciendo lo suyo: ¿Somos hijos únicos o nos encontraremos con hermanos? ¿Nuestros padres deseaban nuestro nacimiento o fuimos un accidente? ¿Les caímos simpáticos o antipáticos? ¿Nuestros hermanos nos querían para jugar con ellos o nos odiaban con varios intentos de homicidio frustrados?

¿Nuestro aspecto físico está de moda cuando nos toca ingresar en la vida social? ¿Nos ponen un nombre atractivo, fácil de recordar, que suena melodioso junto al apellido? ¿Tenemos la suerte de que la gente nos agrada o tenemos la mala suerte de que nos cuesta encontrar gente que nos guste?

Quienes pasean con nosotros, ¿se enorgullecen de hacerlo y caminan lentamente o no se enorgullecen y tenemos que pasar nuestra vida corriendo detrás de alguien que huye de nuestra compañía?

Aunque me consta que puede parecer exagerado, sucede algo parecido con las empresas o marcas cuando nacen, aunque las posibilidades de fracaso son mucho mayores porque la naturaleza es infinitamente más eficiente para generar nuevos ejemplares.

Esa mayor eficiencia de la naturaleza hace que el factor suerte sea menos gravitante. En escala humana (que, como dije, somos infinitamente más ineficientes que la naturaleza), sucede algo parecido: la suerte de una empresa o de una marca está relacionada con la mayor o menor eficiencia de quienes las construyan.

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jueves, 28 de agosto de 2008

Pérdida para no perder

Como he mencionado en algún artículo anterior, en una economía de mercado, donde los precios se regulan por la oferta y la demanda, es normal que algo muy ofrecido y poco demandado, tenga un precio bajo o que algo escaso pero muy demandado, tenga un precio alto.

Esto sucede también con los salarios. Cuando hay muchas ofertas de mano de obra en un determinado sector de la economía, es probable que se consigan salarios bajos pero que sean cada vez más elevados a medida que existan pocos trabajadores capaces de hacer una cierta tarea.

La fijación de salarios depende de muchas variables, aunque la oferta y la demanda es la más influyente en la determinación de esos valores.

Otra de las variables determinantes de esos valores es la seguridad laboral.

Los empleados públicos suelen tener salarios más bajos que los empleados del sector privado y esto suele mantenerlos en una casi constante reivindicación por mejores remuneraciones.

Una empresa privada puede irse del país, cambiar de actividad o cualquier otra decisión que implique el despido masivo de toda su plantilla. Las instituciones del estado también podrían hacerlo pero es casi imposible que eso suceda.

Si una misma tarea se paga 10 en una empresa del sector privado y 9 en una empresa del sector público, la diferencia puede estar justificada porque al trabajador público le están descontando 1 por algo que podríamos llamar «seguro contra despidos».

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miércoles, 27 de agosto de 2008

Deseo que no desees

¿Cómo sentimos la deliciosa sensación de que tenemos poder? La respuesta es sencilla: logrando frustrar el deseo de otra persona.

La lucha por el poder es en definitiva una lucha entre deseos. Mi deseo de poder trata de vencer el deseo de satisfacción del otro. Si logro esto, entonces puedo percibir que mi deseo de poder queda satisfecho. La señal inconfundible consiste en ver que el deseo del otro es frustrado.

Para poder satisfacer nuestro deseo de poder apelamos a todo tipo de estrategias, que van desde las más violentas y descaradas (por ejemplo, interponiendo un obstáculo a la libre circulación de los demás o escondiendo lo que el otro busca o negándome a hacer lo que el otro tiene el derecho de exigirme) a las más sutiles y disimuladas (por ejemplo, sugiriendo que ese helado de chocolate que el otro desea comer le va a provocar daños terribles e irreparables o provocándole gastos de dinero tan altos que agote su fortuna y no pueda comprar lo que tanto desea).

Otra forma sutil de complacer el deseo de poder es demonizando la tenencia de dinero, criticando con acidez la riqueza, desestimulando la actitud emprendedora, aplaudiendo la pobreza y a quienes se privan de disfrutar de la vida.

En suma: La pobreza puede estar provocada por quienes satisfacen su deseo de poder inhibiendo con sutileza y disimulo el deseo de otros.

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martes, 26 de agosto de 2008

Prefiero los caramelos de sal

Todos hemos visto que cuando el domador trata de lograr ciertas conductas atípicas de un animal, lo premia con un bocado sabroso (azúcar, por ejemplo) o lo castiga produciéndole un fuerte dolor (un golpe de látigo, por ejemplo).

Como los animales no tiene expresión facial que denote la contrariedad que padecen cuando tienen que comportarse como seres humanos porque de lo contrario recibirán un castigo, los amantes del circo adoramos a ese elefante que juega al fútbol o a esa foca que aplaude y miles de destrezas más.

Adiestrar a un animal es relativamente sencillo porque son muy coherentes, pero adiestrar a un ser humano es mucho más complicado porque no somos coherentes. Cada uno tiene un particularidad personal y el supuesto domador (entrenador, coach) tiene que estudiar uno por uno a sus alumnos para poder lograr alguna destreza valiosa.

Una extraña particularidad que tenemos es que no todos disfrutamos de lo mismo. Hay consenso en que a la mayoría nos gustan que nos reconozcan con justicia cuando hacemos algo bien. Hay consenso en que a la mayoría nos gustan los piropos, las galanterías, los aplausos. Sin embargo esto no es una regla. Existen personas que reaccionan exactamente al revés. Si los eligen como empleado del mes, se deprimen; si alguien aplaude su gestión, agradecen con aparente sinceridad pero al poco tiempo su rendimiento cae en picada; si pasan a trabajar con jefes despóticos, se conviertien en empleados brillantes.

Como no puedo contener mi apasionamiento, debo decirles que el psicoanálisis casualmente hace especial hincapié en que somos todos únicos y por eso los tratamientos son tan personalizados.

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lunes, 25 de agosto de 2008

El futuro de hoy

No podría decir que todos los problemas tecnológicos de las empresas están solucionados porque sería una exageración, pero no lo sería si dijera que son mínimos si los comparamos con los que teníamos hasta la década de los ’80 (del siglo XX, por supuesto).

Rápidamente la ingeniería mecánica, eléctrica, electrónica e informática han dado un tremendo salto cualitativo, dejando atrás las dificultades que en este orden teníamos hasta no hace mucho tiempo.

¿Cuál es el problema ahora? Lo que queda por solucionar es la ingeniería humana. Hoy las empresas tienen dificultades pertenecientes a las ciencias humanísticas.

La administración de los recursos humanos es un hueso duro de roer. Los expertos que clásicamente se dedicaron al asesoramiento de empresas no saben mucho de filosofía, psicología, antropología, política, sindicalismo, dinámica institucional y de grupos, motivación, selección, plan de carrera funcional, plan de retiro, estímulos, protección del medio ambiente, seguridad, enfermedades profesionales, administración del descanso y del ocio, capacitación, y seguramente me estoy olvidando de otros ítems que también son importantes.

Parecería ser que Google se encuentra a la vanguardia en la atención de estos temas. En la web hay infinidad de artículos que refieren al diseño de sus oficinas, estilos de trabajo, etc.

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domingo, 24 de agosto de 2008

Chinito deprimente

Para producir hay que tener energía. No se me ocurre ningún caso en el que una producción pueda hacerse sin algún tipo de energía transformadora.

Incluyo en este concepto la energía que pone alguien para hacer un cultivo, o la que pone un empresario para fabricar un objeto, o la energía que pone un trabajador intelectual para administrar. Seguramente que también incluyo en este concepto la energía para mover las máquinas (petróleo, electricidad, viento, etc.).

El factor «energía» es esencial para cualquier emprendimiento productivo y transformador. Por lo tanto, cualquier factor que nos quite energía, se constituirá en un obstáculo importante.

Algo así es lo que está sucediendo a nivel mundial con los precios que ofrece China por una infinidad de productos industriales.

Su mercadería es tan barata —inclusive después de pagar los fletes más lejanos—, que produce un desaliento generalizado entre los potenciales fabricantes que piensen en aplicar su energía a la fabricación de productos que puedan competir con los de ese país.

Puede decirse que la industria de China provoca una depresión anímica en los agentes económicos que pretendan competir con ella.

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sábado, 23 de agosto de 2008

«¡¡Fracasad hermanos!!»

Flotando junto con otros en un mar de refranes, sentencias, aforismos, máximas y demás saberes condensados, hay uno que se le atribuye a un imaginario sacerdote y que dice «Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga».

La recomendación sugiere con malicia anticlerical que los curas no predican con el ejemplo sino todo lo contrario. No trabajan, se dan todos los gustos y sexualmente detentan una incontenible actividad.

Sin embargo podemos encontrar en esta situación algo muy humano y comprensible.

Ellos son la parte tangible de un fenómeno absolutamente intangible. Su forma de vida se basa en la difundida creencia de que existe un ser superior (Dios) que interactúa con los humanos usando a la iglesia como la intermediaria oficial.

Pero no es ésta la única forma de vida que depende de algo imposible de demostrar y donde predomina un pensamiento mágico propio del ser humano más primitivo.

Todos los institutos de enseñanza, las empresas de asesoramiento y la gran cantidad de libros técnicos que se comercializan día a día, responden a la sentencia: «Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga».

Efectivamente, es un hecho demostrado que «los conocimientos se compran pero que los artes y oficios se roban».

Quienes realmente quieren ganar dinero con un cierto arte u oficio, deberán contar con ciertos conocimientos básicos pero la habilidad para vender esa destreza y poder vivir de ella surge de la experiencia propia, de superar fracasos, de correr riesgos, de insistir, de tener paciencia y de un poquito de suerte.

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viernes, 22 de agosto de 2008

¡Combatid a los tiranos ya!

A las personas nos gusta que los demás tengan una conducta previsible pero simultáneamente nos gusta contar con la libertad de poder cambiar algunas promesas que hayamos formulado.

Cuando denunciamos que alguien es incoherente, lo que queremos decir en realidad es que está usando un derecho que desearíamos poseer sólo nosotros. Por ejemplo, siento ganas muy intensas de no trabajar hoy a pesar de que yo prometí venir 8 horas de lunes a viernes, pero me enfurece si a fin de mes el empleador no me paga en la fecha convenida.

Estamos todos de acuerdo con que la matemática es una ciencia difícil pero en realidad esta es una forma disimulada de decir que es antipática. No es que nos falte talento para comprender sus fórmulas sino que nos negamos a reconocer la legitimidad de un código tan insoportablemente coherente.

Y también nos llevamos mal con algunas indicaciones del maldito reloj. Queremos que la función teatral empiece en hora pero no soportamos tener que interrumpir el sueño porque a él se le ocurre hacer un ruido estridente.

Y que no decir del dinero que no solamente se lleva bien con la matemática (ya que siempre se está sumando, restando, dividiendo y multiplicando) sino que también es socio inseparable del reloj («El tiempo es oro»).

Una persona mentalmente sana tiene que llevarse mal con estos instrumentos de tortura que ha creado la imaginación maligna del ser humano: La matemática, el reloj y el dinero. Claro que como vivimos en una «dictadura de las mayorías», cualquier intento nuestro de rebelión será aplastado cruelmente.

Yo no lo intentaría.

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jueves, 21 de agosto de 2008

La riqueza y la aspirina

Al menos en Argentina y Uruguay existe la expresión popular «jugar por algo que duela» para significar que el perdedor deberá desprenderse de algo con valor económico. Por ejemplo, los perdedores de un partido de fútbol amistoso pagan la comida de todos los participantes.

Si perder en un juego es doloroso en sí mismo, cuando existe este acuerdo entre los contendientes se duplica el riesgo y por lo tanto el estrés, la preocupación y el interés por ganar.

Pero también existe la reacción inversa: Algunas personas prefieren no participar en una competencia «por algo que duela». Su rechazo a cualquier tipo de padecimiento los mantiene alejados de toda actividad que incluya la referida amenaza.

Una regla natural del capitalismo es que la ganancia siempre está asociada al riesgo. Cuando el riesgo es alto, se puede ganar más y perder más. Cuando el riesgo es bajo, se puede ganar menos y perder menos.

Con algunas modificaciones, un juego amistoso tiene semejanzas con las actividades económicas desarrolladas cotidianamente para solventar nuestros gastos básicos (alimentación, vestimenta, alojamiento, etc.). La diferencia es que SIEMPRE se trabaja «por algo que duela».

Nuestro salario (cuando trabajamos para un empleador) o nuestra ganancia (cuando trabajamos por nuestra cuenta), tendrán un valor proporcional a cuánto estemos dispuestos a padecer el dolor de perder.

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miércoles, 20 de agosto de 2008

La imperfección es perfecta

Cualquier forma de vida que usted elija será imperfecta. Si observamos cuidadosamente, nada es perfecto.

Cuando piensa en cómo ganarse la vida, en qué trabajar, cómo conseguir los recursos necesarios para comer, alojarse, vestirse, tener una familia, criar a sus hijos, y muchos etcéteras más, siempre-siempre habrá de encontrar soluciones que —por perfectas que parezcan— incluirán alguna imperfección.

No está de más dejar constancia que las imperfecciones también alcanzan a lo que no nos sirve. Dicho de otro modo: nada es «perfectamente» imperfecto. Por lo tanto, lo que parece totalmente inútil, por ser imperfecto, algo útil puede contener.

Antes de seguir mareándolo/a, resumo:

Contar con la imperfección de las personas, de las cosas y de las soluciones, es algo que nos convierte en personas expertas en el arte de vivir.

Receta 1: Según datos de la realidad, no corresponde alarmarse (o desanimarse) porque el negocio maravilloso nos sorprendió con una falla inesperada, o el automóvil no arrancó cuando más lo necesitábamos, o el mejor amigo sedujo a nuestro único amor o las promesas del gobierno no terminan de cumplirse, o tantos cuidados de nuestra salud no fueron suficientes para evitar esta gripe, y así sucesivamente.

Receta 2: Cuando usted se sienta alarmado o desanimado, revise primero si no estará incumpliendo la Receta 1.

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martes, 19 de agosto de 2008

Tomates con «Trámite urgente»

Para ser productor agropecuario hacen falta muchos recursos (un campo, construcciones, herramientas, dinero para la compra de semillas, pesticidas, pago de jornales, etc.).

También hace falta tener vocación para trabajar en el medio rural. La actividad física es predominante. Quienes parecemos haber nacido para estar frente a un monitor de computadora, sólo disfrutamos del aire libre cuando nos tomamos unas vacaciones.

La naturaleza tiene sus reglas y esa tarea implica estar dispuesto a vivir según ellas. Los cambios de clima sólo pueden contrarrestarse con algún cambio en la vestimenta, pero pocas veces con un equipo de aire acondicionado. El resto de los seres vivos despliegan sus actividades y los seres humanos estamos en condiciones casi de igualdad con insectos, alimañas, depredadores, animales salvajes.

El tiempo en la actividad agropecuaria tiene un ritmo escasamente modificable. Los animales y los vegetales crecen y alcanzan el punto de comercialización en un determinado plazo sobre el que poco se puede hacer para lograr aceleramientos.

Además de la vocación específica para poder trabajar en ese medio, también es preciso contar con la paciencia que imponen esos ritmos naturales tan rígidos.

Claro que en esto empezamos a parecernos los que trabajamos en una oficina con los que trabajan en una hacienda: La ansiedad siempre genera pérdidas.

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lunes, 18 de agosto de 2008

¡Qué maravilla! ¡Me pagaste!

Ayer terminé el artículo titulado «Alguien se regaló mi celular» con la oración: «Podría decirse de ellos [los regalos] que son robos al revés. »

Efectivamente son un truque con una contrapartida de valor cero. Entrego algo a cambio de nada ... como el ladrón se llevó mi celular sin pagármelo.

Pero, claro, entre personas inteligentes y con la cultura suficiente para tener incorporados los criterios de valor y de comparación de valores, no es esperable que exista un error como le sucede al ladrón analfabeto.

Por lo tanto debemos suponer que la contrapartida del regalo existe, sólo que no es dinero sino que es alguna otra cosa que no parece asociada al regalo inicial.

Efectivamente, esa contrapartida se genera porque quien recibe el regalo recompensará al regalador algo de valor equivalente, en otra ocasión y simulando que se trata de un impulso afectivo provocado por el aprecio que el beneficiado inspira en quien hace el regalo.

En realidad se realiza un trueque simple, pero con un ritual que permita la ilusión de que entre ambas acciones de regalar no hay reciprocidad sino pura casualidad.

Esta pantomima se reafirma con teatralizaciones de sorpresa, alegría ligeramente exagerada, y alguna expresión del tipo «¡Muchas gracias!¡No te hubieras molestado!¡Es precioso!¡Es justo lo que estaba necesitando!».

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domingo, 17 de agosto de 2008

Alguien se regaló mi celular

A partir del 21-06-07 estuve publicando algunos artículos que refieren al trueque y el dinero.

Para que alguien pueda participar en un mercado que utiliza el dinero, tiene que haber desarrollado conceptos de valor y criterios de comparación de valores.

Esto parece muy sencillo para quienes lo tienen incorporado a su cultura personal, pero muchas personas no acceden a ese conocimiento. La mayoría de las personas que carecen de él han interrumpido su educación prematuramente.

Por ejemplo, no pueden precisar si lo que el vendedor les pide es razonable o abusivo. Una chica que quiere ir a un baile puede canjear un lápiz labial usado por una plancha y dos ventiladores.

De estas personas puede decirse que carecen de un criterio objetivo. Sólo se guían por criterios subjetivos, emocionales, coyunturales, impulsivos.

Una mayoría de ladrones padece esta carencia. No pueden intercambiar pero como necesitan lo que necesita cualquier persona, suelen recurrir al robo.

Aunque parezca paradójico, los regalos también se caracterizan por ser actos de valoración subjetiva. Podría decirse de ellos que son robos al revés.

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sábado, 16 de agosto de 2008

Mujeres súper-dotadas

La dote es una institución por la que los familiares de la novia entregan al futuro esposo de ésta una cierta suma de dinero para que el novio la administre y sirva de ayuda a los gastos del matrimonio. Está previsto que si se divorcian, el novio habrá de devolver ese patrimonio a los padres de la ex-esposa.

Como se verá, la mujer no está autorizada para administrar bienes. También puede entenderse que tener una hija es más costoso económicamente que tener un hijo.

En el derecho romano se entendía que el marido recibe la dote de los familiares de la novia en compensación del aumento de cargas que lleva consigo el casamiento y se supone que sin ella no habría contraído matrimonio.

Felizmente en la cultura occidental esta práctica está abolida. En la India sin embargo, está legalmente prohibida pero continúa aplicándose, hasta el punto de que es motivo de aborto de muchos fetos femeninos creando un desbalance entre la cantidad de hombres y de mujeres (novecientas mujeres por mil hombres aproximadamente).

Si lo pienso un poco mejor, no estamos tan bien en occidente porque cada vez existen más mujeres profesionales que llegan al matrimonio con la doble función de procrear y solventar personalmente con los gastos que antes cubría la dote.

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viernes, 15 de agosto de 2008

«Soy adorable»

Las personas nos amamos de dos maneras: una directa y otra indirecta.

La directa es aquella por la que disfrutamos de nuestra imagen, de nuestras cosas, de nuestras decisiones. Es un amor entre yo y yo. Me amo a mí mismo sin tener a nadie más en cuenta (como la imagen de Narciso en el agua).

La indirecta es cuando nos amamos porque notamos que tenemos algún tipo de éxito social. Nos queremos porque nos quieren. Nos sentimos unidos a quienes nos aman y nos amamos como uno más de ellos.

Son dos formas de disfrutarnos a nosotros mismos. Estoy de acuerdo con ustedes en que no existe una separación drástica entre un tipo de amor y el otro. Son fáciles de confundir.

Estas ideas tan extrañas se aclaran otro poquito si introducimos el dinero. Cuando nos amamos porque somos ricos o porque somos pobres, estamos amándonos indirectamente.

Caso 1: Nos aman porque tenemos dinero y si no lo tuviéramos, nos olvidarían. Aman nuestra capacidad para acumular riquezas, por nuestro buen gusto, por las fiestas tan divertidas que solemos organizar, por la exquisitez de nuestros obsequios, porque pueden beneficiarse con nuestro poder.

Caso 2: Nos ama porque tenemos muy poco dinero y si fuéramos ricos nos despreciarían o nos tratarían con recelo. Aman nuestra capacidad para arreglarnos con pocos recursos, porque valoramos a los que se acercan a nosotros sin esperar nada a cambio, porque repartimos lo poco que tenemos, porque sabemos de sacrificios, de privaciones, de solidaridad.

La búsqueda del amor indirecto influye para que procuremos tener o no tener dinero. El público que nos aplaude nos pide que representemos un personaje u otro... y preferimos satisfacer su deseo porque sin su amor no podríamos ni amarnos ni vivir.

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jueves, 14 de agosto de 2008

La señora Lirio de los Campos

Copio y pego de la Biblia (Nuevo Testamento)

Mateo 6:25-27
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”

Así les hablaba Jesús a sus discípulos, tratando de que entendieran que lo único importante en la vida de un ser humano es adorar a Dios y que todo lo demás viene solo.

De hecho su prédica consistía en reformular la escala de valores de sus oyentes. Agregaba la información de que nosotros somos la especie más amada por el creador y permanente gobernador de todos los asuntos terrenales. Terminaba afirmando que todo esfuerzo es vano porque nadie podrá agregar un sólo día a su vida (añadir a su estatura un codo).

Todo hispanoparlante conectado a Internet está influido por esta prédica, aunque se sepa ateo radical. Descalificar esta doctrina sería un autoengaño. Podremos estar en desacuerdo concientemente, pero de que estamos influidos por esta tradición milenaria, no tengan duda.

Entonces, así como un ciego puede tener una vida plena si sabe cómo compensar la pérdida de un sentido tan importante como el de la vista, todos tenemos que saber cuál es la influencia ideológica que hemos recibido y que nos induce a copiar las formas de vida de aves, animales y plantas así como también entender por qué a veces nos creemos seres superiores y nos sentimos indignos cuando tenemos que trabajar, sudar, preocuparnos, ahorrar, y otros bajezas que no se merecen los hijos predilectos de Dios.

La vida en sí es una lucha, pero con esta prédica instalada en nuestros intelectos, tenemos que enfrentarnos a las dificultades cotidianas como si tuviéramos una mano atada o estuviéramos ciegos sin saberlo (que es aún más grave que sabiéndolo).

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miércoles, 13 de agosto de 2008

Optar por la mala suerte

Es entendible que alguien participe en una peregrinación de devotos y que camine kilómetros porque considera que de esa forma tonifica su espíritu en un acto religioso que lo reconforta.

Sin embargo, alguien puede caminar la misma distancia pero contrariado debido a que no pudo encontrar un medio de transporte que lo llevara en condiciones menos sacrificadas.

La escasez de recursos puede vivirse como una forma de tonificar el espíritu o —por el contrario— tratando por todos los medios de terminar con ella.

La mente tiene algunas conductas extrañas: no falta quien padezca la escasez de recursos pero que, en lugar de sincerarse y despotricar contra su mala suerte, se invente la idea de que «no hay mal que por bien no venga», que en realidad él siempre quiso vivir con poco, que así se demuestra lo ingenioso que puede llegar a ser, que «rico no es quien más tiene sino quien menos necesita», y una infinidad de otros engaños.

Quienes recurren a estas mentiras, seguramente no tendrán tanta iniciativa y laboriosidad para tratar de revertir la situación como aquel otro que se reconoce incómodo, que no soporta tantas limitaciones y que tarde o temprano terminará con ellas porque son una molestia que no tolera.

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martes, 12 de agosto de 2008

«Acá mando yo»

Es una fantasía muy generalizada que si nos permitieran organizar el planeta las cosas andarían mejor de lo que andan.

Los intentos por concretar este anhelo suelen postergarse indefinidamente porque la competencia a la que nos vemos enfrentados es abrumadora. Comprendemos —con bastante realismo— que hay demasiados candidatos a ese cargo de «presidente universal». Este estado de cosas nos quita estímulo para proponer nuestra candidatura.

El deseo de gobernar el planeta tiene una primera conveniencia que sería acomodar el entorno para que no nos moleste tanto como nos molesta. Si mandamos nosotros, ordenamos que se hagan las cosas en concordancia con nuestras preferencias y punto. ¡Ya no tendremos más frustraciones!

¿Cómo se resuelve este no poder gobernar el planeta? Cuando las personas no pueden realizar sus fantasías de poder, se van conformando progresivamente con menos, tratando de achicar sus aspiraciones hasta que coincidan con sus posibilidades reales.

Recordemos ahora que con dinero se accede a un cierto poder.

Algunas personas que renuncian a tener poder porque ven que les resulta imposible conquistarlo, inconcientemente también renuncian a tener dinero sin entender que es posible ambicionar una buena calidad de vida renunciando a tener poder sobre los demás.

Repito: el dinero puede usarse como una forma de poder pero quienes prefieran renunciar a tener poder no tienen por qué renunciar a tener dinero ya que éste puede usarse o no como una forma de poder.

En suma: inconcientemente algunas personas aceptan ser pobres porque suponen que renunciar a tener poder implica necesariamente renunciar a tener dinero.

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lunes, 11 de agosto de 2008

«Apago el despertador sólo 5 minutos»

Nos avergüenza pedir para ser empleados porque nuestra fantasía nos hace creer que merecemos ser patrones, dueños, presidentes, reyes.

El acto de pedir que contraten nuestra colaboración es una señal inequívoca de que no somos tan grandiosos como estábamos creyendo.

Buscar empleo es como despertar de un dulce sueño. Es comprensible que pongamos todos los obstáculos posibles para que no se produzca tan frustrante despertar. Actuamos como los niños que al final del recorrido del juego en el parque de diversiones, hacen una gritería atronadora porque no quieren bajarse.

La actitud de este niño escandaloso es la más transparente, sincera, genuina. Los adultos no podemos tener un berrinche sino que tenemos que apelar a acciones más disimuladas. Una de ellas es buscar infructuosamente. Nadie nos necesita. Enviamos muchos curriculums y nadie se interesa por nuestro ofrecimiento. Tan disimuladas pueden ser estas acciones que ni el mismo candidato se da cuenta cómo está postergando el despertar.

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domingo, 10 de agosto de 2008

Porque como decía Sócrates...

La filosofía parece una disciplina para gente extravagante, que fuma en pipa y que vive en una burbuja despegada de la realidad cotidiana.

Sin embargo son simples obreros del pensamiento. Alguien que se dedica a pensar para determinar cuál es la realidad de la vida puede ver con claridad cómo algunas personas piensan que cuando van a obtener algo que necesitan, habrá otro que lo está perdiendo y que reaccionará enérgicamente para recuperar lo que le están quitando.

Los vendedores desean mucho que el cliente les compre pero no piensan que si se cumple su deseo el cliente se va a dar cuenta de cómo fue estafado y que luego se vengará con toda crueldad. No lo piensan porque están seguros de que ellos plantean una transacción en la cual las dos partes saldrán ganando. Cuando rematan una venta se alegran mucho por su suerte y simultáneamente siente admiración por el cliente que tuvo la inteligencia de comprarles.

Cuando una persona emprendedora va a ofrecer su trabajo, sabe con toda claridad que le dará una gran alegría conseguir empleo pero también está segura de que su empleador sólo tendrá motivos para felicitarse por la buena decisión.

Los programas educativos siempre incluyen la filosofía pero algún defecto tendrán porque demasiados egresados temen negociar o pedir empleo.

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sábado, 9 de agosto de 2008

«Te ofrezco que me regales»

Como a tantos jóvenes, mi padre me daba vergüenza porque hacía cosas que superaban ampliamente mi noción de lo que era ser elegante, educado, prudente.

Él era muy audaz, lanzado, caradura. Su oficio consistía en vender cualquier cosa a cualquiera. No creo que haya incurrido en actividades delictivas porque era temeroso de la ley y de Dios.

Cuando iba con él y se encontraba con algún conocido, no pasaba mucho rato sin que le dijera «Tengo algo para vender que es ideal para ti» y a partir de ahí, tanto podía ofrecer un vehículo, como una joya, alguna obra de arte, antigüedades, armas, libros, y lo que ustedes puedan imaginar.

La vergüenza que yo sentía por su audacia, desparpajo, locuacidad, entusiasmo, insistencia y hasta impertinencia me hacía poner colorado, no sabía donde meterme. Cuando estábamos a solas lo criticaba desde mi punto de vista y él sólo se reía diciéndome: «Ya entenderás».

Así fue. Me costó mucho elaborar el duelo por su muerte. Pensé y repasé nuestras conversaciones, mis sentimientos hacia él y su oficio. Hasta que —como le sucede a la mayoría— comencé a entenderlo.

Fue de ahí que surgió en mi la convicción de que él lo que hacía no era pedir que le compraran como yo creía sino que lo que hacía era ofrecer algo que el otro necesitaba.

Confundir un ofrecimiento con un pedido es tan errado como confundir dar con recibir o pagar con cobrar.

Me animo a contárselos porque también me enteré de que esta misma equivocación la comenten personas muy inteligentes y cultas.

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viernes, 8 de agosto de 2008

Me muero por pasar una noche conmigo

El instinto de conservación debe ser el más fuerte y mejor desarrollado de todos los instintos de cualquier especie.

En la cultura se viene repitiendo que todos los adjetivos que empiezan por la partícula ego- son negativos: ególatra, egoísta, egocéntrico y algún otro que se me escapa.

Pero estas características responden al instinto de conservación que es el mejor desarrollado de cualquier especie. ¿Cómo se entiende esta paradoja?

Se entiende porque hay un conflicto entre el instinto de conservación de cada uno con el de los demás. Como los recursos son limitados y las necesidades y deseos son ilimitados, entonces entramos en competencia y de acá surge la sensación de que todos (excepto yo) son egoístas, egocéntricos, etc.

La vida funciona de tal manera que todos nos tenemos que frustrar un poco para poder seguir viviendo. Aunque no quiera tendré que hacer algo en beneficio ajeno para que éste me dé algo que de otra manera yo no podría conseguir.

Aunque algunas personas pongan cara de alegría cuando construyen una casa que habitará otro, o cuando conducen un ómnibus repleto de trabajadores que regresan a sus hogares, o cuando tienen que estar cuatro horas parados operando un corazón, en el fondo todos quieren estar tirados entre almohadones mullidos, con alguien que los abanique, los entretenga, los diviertan, los masajeen, o les digan cuan inteligentes y bellos son.

Estas satisfacciones frustradas son inevitables. Protestar contra estas molestias es tan inútil como juntar firmas para derogar la ley de gravedad.

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jueves, 7 de agosto de 2008

Lleve ahora y pague después

Hay un refrán que dice «Quien paga por adelantado, paga por vicio».

Es otra condición humana casi infalible: Tenemos nuestro mejor desempeño cuando nos pagan después de haber realizado el trabajo para el que nos contrataron. Cuando nos pagan por adelantado, el estímulo para hacer las cosas bien demanda mucho esfuerzo de voluntad (que no siempre se logra).

El teletrabajo es un gran invento porque muchas personas pueden vender sus destrezas y producciones desde sus casas y a todo el mundo, sin embargo no siempre funciona justamente porque el sistema requiere que primero se cobre y después se entregue. Acá es donde falla el teletrabajo porque los compradores dudan de que el proveedor cumplirá y éste no siempre puede realizar el gran esfuerzo de voluntad que demanda cumplir después de haber cobrado.

Pero el pago previo se ha desarrollado muchísimo en algunos servicios. El ser humano que interviene es el mismo que puede fracasar en el teletrabajo pero existe la ventaja de que hay menos transparencia en las transacciones y esto encubre defectos que existen.

Un caso típico es el siguiente: todos los meses usted paga una cierta cuota por un servicio de salud que le promete darle la atención debida en caso de que usted lo necesite. Como el concepto de «atención debida» es muy impreciso, el cliente que ya pagó durante años no sabe qué derecho tiene exactamente y el proveedor que ya cobró por adelantado, hace todo el esfuerzo de voluntad que puede pero la naturaleza humana lo sabotea y por eso su desempeño no es tan bueno como si el pago lo recibiera después de realizado el servicio.

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miércoles, 6 de agosto de 2008

La filosofía alcohólica

Una discusión muy frecuente en las reuniones donde se han agotado otros temas más urgentes es aquella que se inicia con la pregunta ¿el dinero hace la felicidad?

Desde la antigua Grecia para acá tenemos sabido que toda discusión profunda y donde fluyan las opiniones comprometidas, debe hacerse en un cierto estado de ebriedad, aunque los detractores de la profundidad y el compromiso griten desorbitados sobre los beneficios que la sobriedad aporta a los razonamientos objetivos.

Como estudioso responsable de la condición humana pueden creerme que lo mejor de nuestra especie no es precisamente el razonamiento y la objetividad.

Pero retornando al punto de inicio ¿el dinero hace la felicidad?

Si usted participa en uno de estos foros podría llamar la atención si comenta como al pasar que la pregunta también podría formularse al revés: ¿se puede ser feliz prescindiendo del dinero?

Esta nueva interpelación puede iluminar de otra forma el tema. Hasta podrían habilitarse comparaciones del tipo: ¿el aire hace la felicidad? versus ¿se puede ser feliz prescindiendo del aire?

En lugar de aire también pueden ubicarse otros bienes menos esenciales como la vestimenta, la diversión, el conocimiento, una casa, un auto y hasta el mismo vino que le dio profundidad y compromiso a este debate.

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martes, 5 de agosto de 2008

Colonialismo discreto

Trabajé algunos años vendiendo dinero. La idea era visitar empresarios que tuvieran ganas de ampliar su negocio, su industria, sus producciones.

Como es lógico, la idea es venderle dinero a quien pueda pagarlo. Lo mismo que sucede con cualquier otro objeto. Esta venta es más conocida como «préstamo».

Lo que yo tenía que decir era bien simple: «Le damos dinero ahora y ustedes nos lo devuelve después. Nuestra ganancia serán los intereses que también se los cobraremos en dinero».

Claro que para entregar el dinero hay que hacer firmar algunos papeles —puros formalismos— por los que el comprador se compromete a que podamos visitar su empresa sin previo aviso para supervisar que el dinero entregado está generando los recursos que permitirán su devolución.

A veces teníamos que «aconsejar» el cliente para que no cometiera errores que lo perjudicaran y que después se viera en dificultades lamentables.

Algo similar sucede con los organismos internacionales de crédito (FMI, Banco Mundial, BID). Les prestan a los países millones de dólares y luego «aconsejan» a los gobernantes para que gobiernen tan bien como para poder pagar, sobre todo los intereses, ya que algo que no les dije es que a los que vendemos dinero no nos interesa mucho que nos devuelvan el dinero porque el verdadero negocio está en que permanentemente nos estén pagando los intereses.

Imagínese que usted contrata a un taxímetro para que esté a su disposición parado en la puerta de su domicilio, todos los días las 24 horas. Cada tanto el taxista le cobra el servicio pero no quiere que usted lo despache y lo deje libre. El taxista quiere quedarse permanentemente en la puerta de su casa y que nunca deje de pagarle los honorarios de su servicio.

Lo mismo hacen los organismos internacionales de créditos con los países, pero por cantidades mucho mayores. Algunos dicen que es una forma de colonialismo moderno. ¡Me parece una exageración! ¡No es para tanto!

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lunes, 4 de agosto de 2008

Comprar es sedante

El burro persigue la zanahoria y sin darse cuenta mueve el carro. Nunca deja de perseguirla porque la zanahoria está atada al mismo pero no lo sabe. Esta equivocación del burro permite que el carro siempre tenga quien lo mueva.

El ser humano persigue sentirse satisfecho definitivamente. Nunca interrumpe ese intento porque la sensación de estar incompleto está en su naturaleza. Esta equivocación del ser humano permite que la vida nunca se detenga.

El fenómeno se muestra de varias formas. Una de ella es la envidia (sobre la que ya estuve escribiendo hace un par de días en Odio tu felicidad.

La energía vital que genera la envida es en forma de odio, deseo de robar, deseo de matar al que nos la provoca, obtener lo que esa persona tiene que nos produce envidia.

Por ejemplo, las familias de mi hermano mayor y la mía son bastante similares, pero ahora él cambió de auto y lo veo tan feliz que siento odio por su adquisición, desearía apoderarme de su nuevo coche, lo mataría para no tener que ver como lo disfruta, averiguaré cómo hago para cambiar el mío por uno igual o mejor que el suyo.

Ésta última es la solución más civilizada y es precisamente la que sugiere la publicidad cuando me muestra cómo existen personas que no se sienten incompletas e infelices como yo gracias a que han adquirido el último modelo del auto marca XX.

Seguramente mi hermano no ha llegado a la felicidad definitiva ni tampoco llegaré yo cuando me endeude por varios años para cambiar de auto, sin embargo el sentimiento de envidia que me provocó la publicidad (o mi hermano), generaron un monto de energía que me mantiene vital ... igual que al burro con su zanahoria inalcanzable.

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domingo, 3 de agosto de 2008

Querer, poder, deber

¿Qué es el instinto maternal? Algo que sienten las madres cuando el niño aún es vulnerable pero que luego va disminuyendo hasta convertirse en un afecto especial, dependiendo su intensidad de cuanta afinidad exista entre una persona y la otra.

Es un afecto especial porque un hijo —y ahora ya me refiero a madres y padres— es una persona que tiene algo nuestro. En términos más románticos se dice que «lleva nuestra sangre». Como por el instinto de conservación amamos todo lo que sea nuestro, entonces amamos especialmente a quien posee algo nuestro.

A pesar de que existe esta fuerza de la naturaleza apoyando la creación y mantenimiento del vínculo, la ley reglamenta ciertas obligaciones que los padres (ambos) tienen que cumplir con sus hijos (sustento, protección, cuidado de la salud, educación).

Si existen leyes —y sanciones que castigan su incumplimiento—, debemos dar por verdadero que no todas las personas cuidan a sus hijos como se espera.

Enterados de que los padres no necesariamente atienden a sus hijos como es debido, queda permitido deducir que cuando no existe la relación familiar los vínculos pueden ser aún más fríos, indiferentes, distantes.

Estas reflexiones tan obvias sólo están acá para darle un marco a otra idea que es menos visible: no podemos esperar que ni nuestro empleador, ni nuestros clientes, ni nuestros proveedores, ni nuestros profesores, ni nuestros gobernantes, etc., etc., se preocupen por nosotros más de lo que algunos padres de preocupan por sus hijos.

Por lo tanto, las reclamaciones de desapego que solemos hacer podrían ser una pérdida de tiempo por estar fuera de lugar.

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sábado, 2 de agosto de 2008

Odio tu felicidad

Es «políticamente incorrecto» ser envidioso y vengativo. Me corrijo: Es «políticamente incorrecto» mostrarse envidioso y vengativo.

Lo censurable es que uno deje ver esa condición natural. No queda bien la desnudez y no queda bien mostrar estas cualidades, tan naturales como la vagina o el pene.

¿Qué hace la publicidad? Pues nos muestra gente envidiable y nos estimula para que (¿vengativamente?) nosotros también tengamos eso que envidiamos en los modelos mostrados por la publicidad.

“¡Mira qué feliz está esa mujer de cuerpo perfecto y que nos sonríe mientras tironea de una manija atada a un resorte!”, “¿Por qué esa desgraciada sigue tan bien peinada mientras fríe papas con el Aceite Primor (sin Aromaticina)?”; “... y ese flaco estúpido que se gana las miradas de todas sólo por emborracharse con Cerveza Orinol bien helada?”.

Odio, venganza, pasiones quemantes, envidias dantescas, tragedias de Shakespeare, ríos de sangre corren por nuestra mente agazapada detrás de una cara lánguida con la quijada ligeramente caída.

Después de que la envidia ha matado a más personas que las guerras —o al menos provocado arrugas irreversibles en rostros aún jóvenes—, llega el psicoanálisis para decir: No se envidia «eso» que el otro tiene y nosotros no. Lo que se envidia es la imagen de un semejante que está feliz porque (creemos que) logró no sentirse incompleto.

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viernes, 1 de agosto de 2008

«Soñé que me perseguía un rico»

Armemos un puzzle sencillo pero ilustrativo.

1) Se dice que una persona es «solvente» cuando posee mucho dinero.

2) Se dice que una sustancia es «solvente» cuando puede disolver es decir, desunir lo que estaba unido.

Si fusionamos 1) y 2), podemos decir que alguien es solvente cuando puede desunir lo que estaba unido.

Es claro que ahora estamos ante alguien que es potencialmente destructivo.

Todos somos destructivos si consideramos que para alimentarnos tenemos que matar a una planta o a un animal, pero cuando decimos que alguien es «potencialmente destructivo» estamos diciendo que es peligroso, que es más destructivo que los que sólo matamos para alimentarnos.

Esto puede desembocar en una conclusión inconciente pero determinante de un principio ético imposible de transgredir: «Para no ser peligrosamente destructivo es necesario abstenerse de tener mucho dinero».

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