sábado, 26 de mayo de 2007

¡Derogar el tabú del incesto ya!

Es probable que una pareja de novios se lleve bien hasta que una vez concretada la unión intenten hacer realidad la fantasía que los llevó a ese estado de cosas, esto es, retomar la vida familiar que tenían con sus padres y hermanos, pero ahora incluyendo las relaciones sexuales que antes estuvieron vedadas.

«Matrimoniarse» es la meta de un gran número de personas, pero —según las estadísticas— fracasa demasiadas veces.

Pensando en términos muy elementales, todo comienza con un formato exogámico. Ambos se muestran lo mejor posible ante el otro, intentan seducirse y hacen todo lo posible para que el otro se enamore, se fascine. Ahí tenemos entonces maquillaje, delgadeces, vestimenta atractiva, perfumes, adornos, gentilezas, y otros gestos prenupciales.

El inicio de la unión de tipo matrimonial permite imaginar que ahora sí está permitido el incesto, sólo que el pariente deseado está representado por una persona ajena a la familia. Para mejorar la puesta en escena de esta fantasía incestuosa, comienzan las conductas que los padres toleran solamente a sus hijos y a nadie más: desprolijidad, desconsideración, irresponsabilidad, inestabilidad emocional, berrinches, etc. Ante estas circunstancias, el no-familiar representante del consanguíneo deseado, trata de traer a la realidad al incestuoso desubicado... y aparecen las famosas «riñas y disputas».

El psicoanálisis propone que el ser humano haga siempre lo que desee, siempre y cuando sepa qué desea, porque si no lo sabe, se animaliza.

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sábado, 19 de mayo de 2007

Caput, capital, capitalismo


Para esos adeptos a las fundamentaciones etimológicas, con los cuales no comulgo en absoluto pero a quienes quiero tanto como a mis hermanos, tengo algo para comentarles.

La palabra capitalismo deriva de capital y ésta del latín caput = cabeza.

La cabeza está asociada con el razonamiento mientras que los sentimientos están ubicados imaginariamente en el corazón.

Nada peor para un psicólogo que el razonamiento. Los psicólogos nos preciamos de ser sensibles, y muchos de nosotros estamos a un paso de pasarnos a la parapsicología si es que ya no estamos adentro.

El sufijo ismo se asocia con el sustantivo capital para agregarle un sentido de doctrina, sistema o partido. En otras palabras, el capitalismo es la doctrina, sistema o partido que respeta las decisiones basadas en el razonamiento, el pensamiento formal, la matemática, las ciencias duras y descalifica, desautoriza o desprecia las decisiones emocionales.

Para los psicólogos el razonamiento es como un músculo capaz de hacer el trabajo rudo, mientras que el sentimiento es como un instrumento musical que puede interpretar las armonías más sublimes. (Puse interpretar en negrita porque es el verbo que más usamos en nuestra profesión).

Pregunta: ¿Cómo hace un sublime psicólogo para vivir en una sociedad en la que las decisiones se toman con la cabeza y en la que se descalifican las propuestas que provengan del corazón?

Respuesta: Hace lo mismo que hacen las plantas tropicales para desarrollarse y reproducirse en Alaska: Unas pocas lo logran, otras se quedan enanas y no se reproducen; la mayoría desaparece.

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sábado, 12 de mayo de 2007

La conspiración más grande de la historia

En un país que no merece ser mencionado, se reunieron hace muchos años un grupo de personas de gran poder político. En ese cónclave deliberaron y tomaron decisiones que aún nos afectan.

Lo llamativo del hecho es el hermetismo con el que todos ellos se manejaron cuando el periodismo los asedió a la salida del histórico recinto.

Unos pocos trascendidos fueron apareciendo a lo largo del tiempo y dada la importancia de aquellas decisiones, los he ido juntando para publicarlos ahora en este blog.

La idea central era procurar que una mayoría de personas estuviera dispuesta a renunciar a la cuota parte de los bienes del planeta que matemáticamente le correspondería. «La torta» —como llaman los economistas a la producción global— tenía que repartirse en forma desigual para que los participantes del cónclave tuvieran mucho y todos los demás poco. Pero el objetivo —que finalmente se alcanzó— era que esa mayoría de pobres abandonara voluntaria o negligentemente lo que le tocaba en el reparto igualitario.

Este objetivo se logró a través del sistema educativo y de la religión. En el primero se difundieron noticias sobre héroes magníficos que entregaron su vida desinteresadamente para que los actuales ciudadanos gozaran de libertad y la religión se encargó de instalar la creencia en que la pobreza equivale a un pasaporte a la vida eterna en el paraíso.

El sistema educativo agregó comedidamente densos cursos de matemática para que esa mayoría asumiera que su inteligencia es tan escasa que no está capacitada para administrar la fortuna que le correspondería. Además, observen ustedes que el signo más importante en esa ciencia es el que representa a la igualdad (=), que es lo que precisamente se quiere evitar. Es decir: quienes terminan aborreciendo las matemáticas, combaten —sin saberlo— la igualdad.

Las ideas en sí fueron muy sencillas pero lo más inteligente viene siendo el sigilo de su implementación. Los herederos de aquellos participantes del cónclave, actúan como si efectivamente estuvieran decididos a revertir la pobreza. El sistema educativo revé los planes de estudio, aplica nuevas metodologías pedagógicas, aumenta la carga horaria de los cursos y la religión parece desvelarse por compensar en algo la miseria a la que están condenados tantos feligreses.

Por su parte los pobres se han adaptado de tal forma, que lo vienen tomando como un estilo de vida. Así como un camellero del Sahara difícilmente se adapte a vivir en un apartamento de Pocitos (1), la inmensa mayoría de pobres ya no hace nada por cambiar su situación y vive relativamente feliz recordando viejas glorias deportivas y con la esperanza de un futuro mejor.

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(1) Populoso barrio de clase media en Montevideo.

sábado, 5 de mayo de 2007

¿Señor Drácula? ¡Mucho gusto!

Es bastante popular la frase «el dinero es la sangre del sistema capitalista». Esta metáfora se refuerza cuando se habla de «dinero circulante».

El vampirismo es algo así como un deseo tan mortífero que no nos dan las manos para controlarlo. No hay peor miedo que el miedo que uno siente de sí mismo, del disparate que uno puede llegar a cometer impulsado por un deseo siniestro. El vértigo por ejemplo es algo así como el miedo que tenemos a que un impulso irracional nos lleve a tirarnos al vacío.

Cuando el deseo es muy grande, provoca miedo y éste tiene el mérito de salvarnos de una cantidad de problemas.

Usted tiene que haber sentido alguna vez las ganas enormes de comerse a un ser vivo, por ejemplo un niño o un amante. Felizmente terminamos «comiéndolos con los ojos» que es mucho más benigno.

Todo lo que uno haga para controlar estos impulsos asesinos tan llenos de amor, es bueno: nos salva a nosotros y lo salva al apetecible.

El vampirismo es divertido para quienes sienten placer con el miedo a sus propios impulsos destructivos. Por el contrario, una mayoría optamos por no jugar con fuego y preferimos una comedia, un programa de entretenimientos, una telenovela, ...

El dinero, «la sangre del sistema capitalista», puede provocarnos miedo, precisamente porque lo deseamos demasiado. Por eso algunos optan por ser pobres para vivir tranquilos.

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