martes, 31 de julio de 2012

Lo que informamos usando tarjetas de crédito



En forma de diálogo entre informáticos, comento sobre cuántos datos personales divulgamos cuando pagamos con tarjetas de crédito.

— ¡Hola, Matías! ¿Cómo pasaste el fin de semana?

— ¡Hola, Rosario! Lo pasamos tan bien, que no quería venir a trabajar.

— Por supuesto, ¿quién puede desear que lleguen los lunes?

— Parece que Susana González, está embarazada.

— ¿Por qué lo dices, Rosario?

— Porque el sistema indica que hace cuatro meses que no compra higiénicos femeninos ni medicamentos anticonceptivos.

— ¿Qué edad tiene, Susana González?

— A ver... nació en el año 1980... Uh! Ya tiene más de 30, jajá, mejor que se haya puesto las pilas, no?

 ¿Qué le estará pasando a Ricardo Rojas, que aumentó un 28% las compras de alimentos y artículos de limpieza? Quizá volvió a juntarse con la mujer. ¿Te acordás que le había cancelado la extensión a ella cuando se pelearon?

— ¿Cómo se llama la mujer?

— A ver... María del Luján Perdomo.

— Ya te digo... a ver... ¡Mírala a María del Luján! Tiene una extensión de Mario Villagrán, el viudo que gasta mucho en ropa de marca. Fíjate que ella la recibió dos días después que el marido le canceló la extensión. ¡No es ninguna dormida la mujer!

— ¿Que le estará pasando a Manolo Pérez que hace más de tres meses que no compra dentífrico?

— Lo busco y te cuento enseguida...Ah, sí, Manolo: fue aquel que pagó más de mil dólares en una whiskería donde se emborrachó y causó daños por esa cifra.

— ¿...y eso que tiene que ver con que hace tanto que no repone los tubos de Colgate que compraba en la oferta de «tres al precio de dos»?

— Mmmm, para mí que Manolo es de mala bebida y que en una reyerta por cuestiones del momento, le destrozaron la dentadura a golpes, ... jajá!!

— ¡Qué bueno!

(Este es el Artículo Nº 1.626)

lunes, 30 de julio de 2012

La pobreza entendida como riqueza



Algunos cristianos creen en el ahorro, en la restricción del gasto (consumo) y en que la verdadera riqueza se consigue con una «abundante pobreza».

Retomo mi actitud desconfiada para compartir con ustedes un nuevo comentario sobre la pobreza patológica.

Ya existen muchas personas que se dedican a pregonar que la causa de la pobreza es más bien un asunto de culpabilidad. Para esos pontífices de la pobreza, la culpa de que existan pobres la tienen los ricos.

Quienes creen en esto, destinan gran parte de su energía a combatir a los ricos de alguna manera y postergan las estrategias para tener dinero propio para cuando hayan terminado con esa clase social explotadora, abusadora, ruín, miserable, egoísta y «cardumen de malnacidos».

Mi desconfianza paranoica no incluye la hipótesis de que los ricos sean culpables de que tantas personas sufran las carencias provocadas por la pobreza. Esa hipótesis está suficientemente «atendida» por quienes se presentan como los verdaderos defensores de los pobres (mayoritariamente enrolados en algún partido de izquierda).

Mi desconfianza paranoica incluye hipótesis según las cuales existen algunas creencias, muchas de las cuales están fomentadas por las religiones cristianas, que estimulan el empobrecimiento, proponen evitar el enriquecimiento, prometen una vida mejor para después de la muerte.

En todo caso los ricos podrían ser las personas que toman (aprovechan) esos bienes religiosamente abandonados por los pobres creyentes cristianos.

Estos ricos son en realidad recolectores de desperdicios abandonados por los pobres cristianos.

Los ricos cristianos son personas que no creen tan profundamente en esa pobreza necesaria para ganarse un maravilloso paraíso después de la muerte, o dudan mucho en la reencarnación, o prefieren asegurarse el bienestar en esta vida.

Algunos cristianos creen en el ahorro, en la restricción del gasto (consumo) y en que la verdadera riqueza se consigue con una «abundante pobreza».

(Este es el Artículo Nº 1.625)

domingo, 29 de julio de 2012

La mujer mediocre


Las mujeres están en el centro de la responsabilidad colectiva y su mediocridad es más perjudicial para todos que la mediocridad masculina.

Cuando yo tenía doce años ingresé al psicoanálisis por error.

Me gustaba mucho leer, ... porque no tenía ni televisión, ni Play-Station, ni dinero para practicar algún vicio entretenido. Como las bibliotecas públicas eran de uso gratuito (igual que hoy), entonces trataba de divertirme leyendo.

En este contexto, me pareció un gran hallazgo que alguien tan nombrado en mi casa como Sigmund Freud, hubiera escrito un libro titulado El chiste y su relación con el inconsciente.

No sé cómo pude terminar de leerlo porque me pareció aburridísimo.

Un chiste tan poco gracioso como los que le sirven al psicoanálisis para demostrar cómo funciona el inconsciente, dice que un parroquiano pedía diariamente un café «muy, pero muy amargo», siempre al mismo bar. Cuando el empleado le preguntó «¿por qué lo quería tan, pero tan amargo?», el cliente respondió: «porque quiero echarle mucha, pero mucha azúcar».

Cuando pares de reírte, lee lo siguiente:

Los motores que nos mantienen con vida, en actividad, vitales, son las necesidades y los deseos. Ambos pueden ser pensados como huecos que demandan ser rellenados.

De esto podemos deducir que nos estimula «rellenar», «completar», «tapar», huecos, lugares vacíos.

Todos tenemos un estómago (órgano hueco) que nos moviliza, estimula, vitaliza, individualmente, pero la especie tiene, solo en algunos de sus ejemplares, un útero que nos moviliza, estimula, vitaliza, colectivamente.

A estos ejemplares que tienen el hueco más estimulante, los llamamos «mujeres».

Mediante la adulación intentamos y logramos anular, paralizar, sobornar al destinatario, por eso ahora quiero des-adular a las mujeres, para comentar que están en el centro de la responsabilidad colectiva y que, su mediocridad es más perjudicial para todos que la mediocridad masculina.

(Este es el Artículo Nº 1.625)


sábado, 28 de julio de 2012

Presupuestos familiares y de gobierno



Con las «encuestas de opinión» los gobernantes averiguan cuál será el costo político de afectar los intereses de los ciudadanos.

La administración del dinero requiere evitar la torpeza, como quien maniobra con agua caliente (evita quemarse), con tinta (evita mancharse), con vidrio (evita romperlo).

Un error, no solo posible sino también muy frecuente en la manipulación del dinero, consiste en no calcular correctamente la relación ingresos-egresos.

A la hora de gastar el dinero, resulta esencial contar con él y no gastar de más porque, si bien existe el crédito (endeudamiento), sabemos que este siempre tiene un costo que aumentará nuestras pérdidas.

Es posible calcular inversiones futuras, no solo cuando haremos un gastos cuyo costo es igual a otro ya realizado en el pasado, sino también porque es posible pactar (contratar) con nuestros proveedores, de tal forma que ellos se comprometan a entregarnos determinado bien o servicio a cambio de una cantidad de dinero determinada (y no más de esa cantidad).

Mediante la presupuestación es posible asegurar que el gasto que haremos no será superior al dinero del que disponemos.

Esto es así en nuestra economía doméstica, quizá todos lo conocemos, pero ahora les haré un comentario que parece apartarse del tema, aunque no se aparta.

Los gobernantes acostumbran contratar la confección de «encuestas de opinión» para orientar sus decisiones.

El uso que hacen de ellas es muy variado: algunos se guían estrictamente por los resultados mientras que otros los utilizan como una simple referencia.

¿Por qué utilizan «encuestas de opinión»? Porque esta es la manera de hacer un presupuesto sobre un fenómeno que no tiene antecedentes actualizados.

Así como personalmente podemos pedir un presupuesto para que nos pinten nuestra vivienda, los gobernantes averiguan cuál será el costo político de tomar una determinada resolución que afecte los intereses de los ciudadanos.

(Este es el Artículo Nº 1.624)

viernes, 27 de julio de 2012

El sentido común y el estudio



El sentido común es un error que se corrige con muchos años de estudio.

El siguiente texto está escrito en un tono ligeramente humorístico, ligeramente irónico, ligeramente irracional, contando con que la perspicacia de los lectores es la suficiente como para extraer la idea seria que trasmito.

Para aprender que 1 = 1 (uno es igual a uno), quizá necesitemos asistir durante un año a la escuela de primer grado (primaria).

Cuando asimilamos la idea de «identidad», damos un gran paso, construimos un poderoso cimiento intelectual, generamos un núcleo racional muy duro y resistente a los cambios.

Tan es así que para aceptar que 500 = 20.000 (quinientos es igual a veinte mil), necesitaremos:

— no menos de 15 años para olvidarnos que uno es igual a uno;
— no menos de dos años más para comprender por qué 500 = 20.000; y
— algunos meses más para aceptar que lo diferente puede ser igual.

Me explico: si yo le pago 500 dólares a una compañía de seguros, esta me entregará un vehículo que vale 20.000 dólares, en el caso de que ocurran ciertos eventos previamente estipulados, como por ejemplo:

— si me roban el vehículo y no aparece en 90 días;
— si lastimo a alguien y debo pagar una indemnización de 20.000 dólares;
— si cometo el error de salirme de la carretera, caer en un río, salir con vida, pero los daños ocasionados suman 20.000 dólares.

Por todo lo expuesto, podemos observar que, bajo ciertas circunstancias, 500 = 20.000.

Con un poquito más de estudio, podemos llegar a saber que 1.000 = 10:000.000.

Efectivamente, quienes estudian para realizar encuestas de opinión, saben cuál será la decisión de una población, consultando solamente a 1.000 de ellas.

Conclusión: el sentido común es un error que se corrige con muchos años de estudio.

(Este es el Artículo Nº 1.623)