viernes, 30 de noviembre de 2012

El cuidado obligatorio de las «cabezas sociales»



   
El uso obligatorio de casco de seguridad nos condiciona para que cuidemos a nuestros gobernantes y demás «cabezas sociales». 

La obsecuencia hacia quienes nos gobiernan es tan saludable como proteger nuestro cerebro utilizando cascos que refuercen la protección natural que provee el cráneo.

Los obreros, motociclistas, corredores de automóviles, están legalmente obligados a prestarle cuidados especiales a su cabeza, no tanto para evitar que se lastimen, (pues el instinto de conservación individual sabe lo que tiene que hacer), sino para instalar en sus conductas la costumbre de cuidar a sus líderes, a sus jefes, a sus gobernantes, a todos quienes realizan funciones similares al cerebro.

Los invito a opinar sobre nuestro diseño corporal.

El cerebro está en un lugar inadecuado teniendo en cuenta la circulación sanguínea de la cual depende. Funcionaría mejor si su alimentación constante no dependiera tanto de que el sistema circulatorio sea infalible. Si en lugar de estar en el extremo superior (más alejado del centro de la tierra), estuviera en el extremo inferior, la irrigación sanguínea contaría con la colaboración de la fuerza de gravedad en vez de tener que vencerla constantemente con la «bomba cardíaca».

Teniendo en cuenta la accidentalidad de la cabeza, está en el peor lugar pues es más sobresaliente, constituyéndose muchas veces en el primer lugar de impacto de cualquier golpe.

El lugar más protegido está ocupado por nuestros genitales, lo cual me lleva a confirmar que para la Naturaleza es más importante la conservación de la especie que cualquier obra pergeñada por el cerebro (1).

Con estos breves comentarios sobre nuestro cerebro y las funciones de organización y conducción que ejerce sobre el resto del cuerpo, concluyo que la preocupación de nuestros líderes, (empleadores, gobernantes, autoridades sanitarias), para que cuidemos nuestro cráneo pretende condicionarnos para que los cuidemos a ellos.


(Este es el Artículo Nº 1.746)

jueves, 29 de noviembre de 2012

El erotismo de pedirle dinero al esposo



   
Cuando la esposa le pide dinero al esposo, inconscientemente le está pidiendo hacer el amor eyaculando en su vagina.

En otro artículo (1) propuse una idea, cuya síntesis al principio del artículo (copete, colgado), dice: «El sexo masculino es un Banco de Semen donde la Naturaleza deja depositados espermatozoides que las mujeres pueden retirar».

Esta ficción es una metáfora que intenta entender cómo nos relacionamos mujeres y hombres, no tanto en la cultura sino en la Naturaleza.

En la cultura predominan los vínculos en los que el varón detenta más poder político, físico y económico. La mujer parece ocupar un segundo lugar.

Ellos se encargan de traer el dinero necesario para los gastos de toda la familia y ellas se encargan de la crianza de los hijos y de las tareas propias del hogar: alimentar, vestir, higienizar.

Según la idea del artículo mencionado, fuera de la cultura los varones son esa especie que guarda algo de las hembras (los espermatozoides), para entregárselos cuando ellas lo soliciten, trámite que en los hechos consiste en seducir al banquero, provocarle una erección del pene, hacerse penetrar en la vagina y estimularlo (¿ordeñarlo?) hasta que entregue el retiro de espermatozoides que solicitó (eyaculación).

En la jerga bancaria, cuando un cajero entrega lo que el cliente viene a retirar de su cuenta, se dice que «el cajero pagó». Por lo tanto, cuando el varón eyacula en la vagina de la mujer, está «pagándole».

Nuestras familias hispanoparlantes son predominantemente tradicionales, con esa organización en la cual «el dinero es cosa de hombres». Es frecuente que en esas culturas el esposo sea el único que tiene acceso al dinero mientras que ella, cuando necesita cierta cantidad, tiene que pedírselo.

Para quienes ven esta costumbre como aberrante, recuerden que inconscientemente  ella está pidiéndole eróticamente semen.

 
(Este es el Artículo Nº 1.745)

miércoles, 28 de noviembre de 2012

La nefasta enseñanza gratuita



   
La enseñanza gratuita forma profesionales que des-precian sus conocimientos en tanto no saben ni ponerles precio ni cobrarlos.

Este artículo es más bien un mensaje dirigido a todos quienes deseen leerlo (escucharlo-verlo), aunque veréis que sus principales destinatarios son los estudiantes universitarios.

Los psicólogos somos trabajadores del sector «salud» y contamos con la compañía de los médicos, quienes por su temperamento, cantidad y poder político son el grupo más importante de nuestro gremio.

En muchos países hispanos la enseñanza de nivel terciario es gratuita.

Esta condición es nefasta y maligna: una verdadera peste.

Aunque el inmediatismo de nuestras mentes subdesarrolladas nos hacen pensar que la gratuidad es un valioso estímulo para que los ciudadanos se formen profesionalmente, lo que finalmente ocurre es que esa facilidad económica termina formando técnicos indolentes, aniñados y con vocación de parásitos, pues durante toda su carrera están comportándose como unos «mantenidos», abusadores e incapaces de autosustentarse económicamente.

El estudio sin costo indica que el estudio no tiene valor, no tiene precio, es des-preciable.

Los egresados de este régimen artificial, irreal, ideal, quizá terminen accediendo a un título habilitante para vender sus habilidades, pero fallarán en algo esencial: no sabrán cobrar, no sabrán darle valor a su propio desempeño, realizarán tareas des-preciables.

Otro pequeño desastre, invisible para nuestras mentes subdesarrolladas, ocurre cuando son los pobres, la clase social menos afortunada en cuanto a calidad de vida, quienes son utilizados como cobayos, ratones de laboratorio, para que los estudiantes de medicina aprovechen la doble desventaja que tienen tantas personas de estar pobres y además enfermas, para que prueben con ellas, sean observadas como a un verdadero objeto (de estudio) y se las termine humillando porque no pueden pagar una atención más digna, todo porque los generosos estados son más populares regalando a cualquiera la oportunidad de estudiar.

(Este es el Artículo Nº 1.744)

martes, 27 de noviembre de 2012

Sado-masoquismo: la responsabilidad de vacaciones



   
Cuando el actor masoquista es humillado se complace sintiendo que toda la responsabilidad de vivir es del otro (del sádico).

Existen dos tipos de escritores, pensadores u opinadores: 1) aquellos que se encargan de recopilar textos en libros y en Internet para luego pegarlos todos juntos en un artículo que suscribirán, y 2) otros (como yo) que no copiamos-y-pegamos sino que elaboramos nuestras propias ideas para que sea el lector el encargado de evaluar cuánta inspiración recibe.

Los lectores de los textos del tipo «copio-y-pego», también son coleccionistas de conocimientos que cuentan con algún consenso entre los encargados de las editoriales (empresas dedicadas a publicar libros y revistas). En este conjunto de lectores-escritores, circulan las mismas ideas y los intervinientes desempeñan el rol pasivo de hacer un pasa-mano de ideas: leo-copio-pego-suscribo.

Los lectores de los textos del tipo «NO copio-y-pego», los lectores que buscan inspiración para estimular sus propias ideas, cuentan con una rigurosa descalificación de los «copio-y-pego» que desprecian la producción intelectual de personas ajenas a la élite de los pensadores amos. Los lectores «no copio-y-pego» tienen que trabajar mucho porque todo rol activo es responsable de sus propias conclusiones y también es responsable de no copiar-y-pegar las ideas de los amos, lo cual es visto como un desacato por parte de los lectores-escritores esclavos (1).

Inspirado vaya uno a saber por qué o por quién, les comento una idea sobre cómo las personas sobrecargadas de responsabilidades pueden buscar en las prácticas sexuales sadomasoquistas una forma de placer proveniente del alivio y descanso (2).

La actuación suele consistir en que el agobiado trabajador goza recibiendo humillación de una compañera que representa el rol de sádico.

Viéndose inmovilizado, golpeado, insultado y en una situación indigna, el actor masoquista siente que por un rato toda la responsabilidad de vivir es del otro.


   
(Este es el Artículo Nº 1.743)

lunes, 26 de noviembre de 2012

La espiritualidad y el miedo a nuestros semejantes

   
El apego a la espiritualidad y al idealismo intentan disminuir el temor a ser depredados por nuestros semejantes.

Mi único libro de cabecera es el Diccionario de la Real Academia Española.

No vayáis a pensar que creo en él. Lo que ocurre es que solo quiero comunicarme con ustedes y ese libro me hace pensar que si yo utilizo las palabras con un significado que podamos compartir, las posibilidades de que nos entendamos serán mayores.

Que aumenten las posibilidades de que nos entendamos no quiere decir que esto ocurra. Los seres humanos apenas podemos entendernos porque, quien más quien menos, tiene en su interior un orador provisto de unos equipos de amplificación tan ensordecedores que casi no nos dejan oír lo que se nos dice de afuera.

La educación que tratamos de recibir consiste fundamentalmente en ir bajándole el volumen a ese mega espectáculo que ocurre en nuestra psiquis.

Los humanos tenemos más confianza en nosotros que en los demás. Nosotros no pasamos de «comernos las uñas» y algún otro producto orgánico autocultivado, pero los otros, esos que están ahí afuera de mí, son capaces de matarme y devorarme.

Por este temor es que no quiero ser «rico». No ser «rico» es un elemento más que usamos para disuadir a nuestros depredadores naturales (otros humanos).

Ser «rico» significa tanto ser deliciosos como dueños de una fortuna de valor económico.

En este sentido es lógico deducir que el dinero o cualquier otro elemento económicamente valioso, constituyen saborizantes, condimentos, aderezos, adobos, salazones.

En nuestro temor por ser devorados (robados, esquilmados, estafados, chantajeados, defraudados y demás «molestias» afines), establecemos como recomendación cultural, abandonar el consumo de carnes, amar la dieta vegetariana. No queremos ser ricos, no queremos ser comidos ni siquiera en las tan difundidas y especiales circunstancias de La Tragedia de los Andes.

Algunas menciones del concepto «La Tragedia de los Andes»:

     
(Este es el Artículo Nº 1.742)