viernes, 31 de julio de 2009

La envidia atómica

A medida que fueron pasando los siglos y los humanos nos dimos cuenta que contra la envidia no existen formas eficaces de eliminarla, fuimos llegando a la conclusión de que no hay más remedio que evitar o atenuar sus consecuencias.

Que la mujer estéril mate a sus sobrinos o que el hombre le robe la fortuna a su hermano son casos dramáticos en los que la envidia se exhibe con toda su crudeza.

La furia descontrolada que puede llegar a producir es la causa de acciones irreparables que el derecho penal ha ido sancionando hasta que actualmente existen en menor grado.

Despojada de la descontrolada irracionalidad en la que pueden caer algunas personas, la envidia es una fuente de energía.

Quienes saben lo difícil que es tener la energía suficiente para hacer todo lo que nos exige la realidad para acceder a una calidad de vida digna, no encontrarían inteligente desaprovecharla.

Por lo tanto, ese impulso que nos lleva a igualar el bienestar de quienes están mejor, es un estímulo necesario, conveniente y aprovechable.

Sabemos que tenemos que hacer un uso cuidadoso de ese recurso. Toda gran fuente de energía es peligrosa en manos inexpertas o mortífera en manos negligentes.

Entonces, la pólvora, la electricidad, la fusión nuclear y la envidia son valiosas fuentes de energía cuyo aprovechamiento está reservado para quienes sepan cómo hacerlo.

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jueves, 30 de julio de 2009

La pobreza saludable I

Reconozco que no sé de la realidad cubana todo lo que desearía saber. La información circula con una dosis de pasión distorsionante. Algunos exageran las bondades del régimen y otros sus ineficiencias.

De todos modos creo que a pesar de esta desconfianza que me inspiran los datos que me llegan, tengo una idea que ahora comparto con usted.

Lo que he dado en llamar pobreza patológica es aquella que le provoca malestar a quien la padece y/o a la sociedad.

Por ejemplo, alguien puede luchar denodadamente por mejorar su calidad de vida pero resulta que sus esfuerzos siempre terminan en un fracaso: esta persona podría padecer una pobreza patológica porque su ineficiencia quizá sea el resultado de una mala interpretación de la realidad (u otra causa psicológica).

Por ejemplo, alguien puede ser pobre y vivir de la limosna más la ayuda que el Estado pueda brindarle, pero estar muy conforme con su estrategia de vida: esta persona podría padecer una pobreza patológica porque su ineficiencia la están pagando quienes le dan limosna o los contribuyentes de ese Estado que tiene que mantenerlo.

Por ejemplo: alguien puede ser pobre porque prioriza su desarrollo humano, porque es feliz en la frugalidad, porque gasta la mayor parte de sus ingresos en insumos no materiales: esta persona NO padecería de la pobreza patológica porque no es ineficiente, no está desconforme y la sociedad no tiene que mantenerlo.

Entonces, el caso cubano podría comprenderse dentro de esta categoría: es un pueblo que ha priorizado los valores que defiende el socialismo y se gratifica tomando distancia de los criterios capitalistas. En tanto los cubanos estén bien y no perjudiquen al resto de la humanidad, son pobres por opción, responsablemente, saludablemente.

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miércoles, 29 de julio de 2009

¡Compre ya!

En un antiguo test de inteligencia para personas mayores de 16 años (WAIS - 1955) había una pregunta que decía: «¿Qué debería hacer usted si estando en un teatro viendo una película, fuera el primero en ver fuego y humo?»

Con ésta y otras preguntas por el estilo (por ejemplo: «¿Por qué tiene locomotora el tren?»), este test procura evaluar la aptitud para un desenvolvimiento adecuado a nivel personal y social.

Aunque parezca preguntas ingenuas, muchas personas responden que gritarían «¡fuego! ¡fuego!» y saldrían corriendo (lo cual generaría un caos con varios muertos y heridos) o que la locomotora alerta con su ruido para que nadie se atraviese en las vías.

No es lo mismo estar sentado ante una hoja de papel contestando preguntas, que estar realmente en un cine que se incendia, pero si con esa tranquilidad responde que su actitud sería gritar y salir corriendo, entonces estamos ante alguien que no tiene noción de cómo reacciona un grupo de gente en peligro.

A tal punto existen estos criterios en personas dotadas de inteligencia normal, que algunos sistemas de venta toman en cuenta lo que se llama «psicosis colectiva».

Es más fácil convencer a 500 personas que a una sola.

Algunas empresas organizan eventos promocionales a los que se invita a personas de reconocido poder adquisitivo para que asistan a una presentación en la que son agasajados, se les muestra el producto de forma seductora y aquellos que individualmente nunca hubieran comprado eso que se les ofrece, pueden caer fácilmente en dejarse llevar por la «psicosis colectiva» y tomar una decisión que con más tranquilidad reconocerán como absurda.

Quienes toman decisiones bajo el efecto de una «psicosis colectiva» se equivocan siempre pero lo reconocen pocas veces.

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martes, 28 de julio de 2009

¿Por qué tengo que trabajar el doble?

La recomendación de Jesús de que nos quedáramos tranquilos porque nuestro Padre (Dios) nos daría lo necesario como hace con las aves y los lirios del campo quizá tuvo vigencia en su época pero en la actual es seguro que no la tiene.

Les planteo un razonamiento porque puede servirnos para mejorar nuestra calidad de vida actual y futura.

Pensemos que la expectativa de vida de un ser humano es de 100 años. Si bien las cifras indican algo más de 70, la ciencia avanza a tal velocidad que no es un despropósito calcular esos 100 años.

Cualquier persona que nazca hoy, debería tomarse los primeros 20 años para formarse, capacitarse y quedar en condiciones de ganar dinero. Los padres se encargarían de proporcionarle lo que necesite y desee.

Luego, tendría que trabajar 40 años y a los 60 años (20 + 40) jubilarse.

Una vez jubilado, viviría otros cuarenta años para llegar a los 100 (60 + 40).

Pero el tema central de este artículo es que durante los 40 años de actividad, deberá generar el doble de lo que necesita para vivir. La otra mitad la tiene que guardar para los cuarenta años finales, cuando quizá tenga menos energía y ganas de trabajar, pero tendrá necesidades y ganas de divertirse.

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lunes, 27 de julio de 2009

En mi PC caben «todos»

En un encuentro de colegas me tocó presenciar un duelo verbal de bajas calorías pero divertido.

Una le preguntó a otra «¿Cuántos años tienes?». En vez de ruborizarse (porque en nuestra cultura esta pregunta cae dentro de los límites de la indiscreción) le preguntó a su vez «¿...y tu cuánto ganas como psicóloga?».

Esta segunda pregunta es algo más indiscreta que la anterior, pero como quizá correspondía no retroceder ante el desafío, le informó una cifra demasiado optimista para nuestro país a lo cual la primera respondió indicándole una edad imposible de creer.

Las tecnologías de la información han permitido la aparición de una nueva modalidad laboral llamada teletrabajo.

Usando esta palabra clave en algún buscador de la web usted podrá acceder a miles de sitios web que le hablarán del tema.

A veces la edad es un factor decisivo a la hora de conseguir una fuente de ingresos porque la valoración que hagan nuestros clientes, proveedores o empleadores puede estar negativamente condicionada por los prejuicios.

Suelen no conseguir trabajo personas demasiado jóvenes o demasiado viejas. A unos se los supone ineptos e irresponsables y a los segundos lentos y con dificultades de aprendizaje.

Ambos defectos laborales pueden estar presentes a cualquier edad, pero el teletrabajo ofrece varias ventajas a quienes lo realizan y a quienes lo compran.

Es probable que funcione como un buen «seguro de desempleo» estar informados de esta solución porque puede practicarse aunque se esté con otra tarea, se puede utilizar en caso de perder la fuente de ingresos principal y también se puede usar para rentabilizar el merecido descanso jubilatorio en el caso de que el ocio se torne abrumador.

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domingo, 26 de julio de 2009

Perder por temor a perder

El miedo a perder es una de las principales causas de que tengamos pérdidas.

Esto nos haría concluir rápidamente que el miedo más que evitar algo temido, lo provoca. En otras palabras: es contraproducente.

Cuando alguien concurre a una subasta (remate), es muy probable que termine pagando un sobreprecio cuando el motivo por el cual concurrió a ese evento fue comprar barato.

Para describirlo en pocas palabras, una subasta es la venta de un bien al mejor postor. Existen muchas modalidades y la historia de las subastas incluyen anécdotas insólitas y entretenidas.

Sin embargo lo que procuro comentar con ustedes es una particularidad de nuestra forma de reaccionar ante el miedo a perder.

Cuando deseamos obtener un bien y competimos en tiempo real con otros que también lo desean, pasa a un primer plano de nuestra atención el deseo de no perder el bien que se subasta, por lo cual podemos entrar en una puja descontrolada con los demás interesados.

Por su parte, el rematador (martillero) —quien gana un porcentaje del precio final recibido tanto del antiguo dueño (vendedor) como del nuevo dueño (comprador) del bien rematado—, funciona como un instigador (alentador, fustigador) de esa lucha para que, en definitiva, hagan el peor negocio.

Resumiendo: Es ventajoso saber cómo funciona nuestra psiquis en todos los casos. El temor a perder puede llevarnos a focalizar nuestra atención en un detalle (comprar un bien), haciéndonos olvidar que ese bien tiene un precio razonable, superado el cual empezamos a perder ... por temor a perder.

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sábado, 25 de julio de 2009

Américo Colón inventó las Antillas

El escritor inglés Gilbert K. Chesterton (1874 – 1936) escribió algo que forma parte de la personalidad de muchas personas, aunque a veces no lo sepan: «Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa».

Es más conocida otra frase que dice: «El ocio es la madre de todos los vicios» (aunque por razones de género, debería decir «es el padre»).

Los niños suelen tener falta de concentración. Se distraen con facilidad o pueden mantener la atención en un solo tema durante un corto tiempo. Su cerebro —en pleno desarrollo— hace que sus pensamientos sean más volátiles, desorganizados, poco controlables. En casos complejos pueden tener dificultades de aprendizaje.

Si el desarrollo cerebral se enlenteciera o detuviera por alguna causa (enfermedad, falta de estímulo, accidente), puede llegar a la adultez con esa dificultad para controlar sus pensamientos, para concentrarse en un solo tema por vez.

Cuando esto sucede suelen aplicarse los mismos métodos que se aplican para otras dificultades: O se elimina el síntoma (el efecto desagradable) o se intenta curar la causa (mejorar el funcionamiento cerebral).

Una forma de mejorar la concentración mental sin atender el problema cerebral consiste en disciplinarse para cumplir rutinas muy rígidas. Otra forma consiste en focalizar la vida en ideas totalizadoras como son algunas religiones o ideologías,.

La idea es tratar de que la persona no piense. Se le aconseja que acepte un pensamiento que ya le viene dado, con respuestas para cualquier situación que se le presente en la vida. Debe esquematizarse, automatizarse, dogmatizarse.

A veces no hay recursos técnicos o materiales para encarar una curación de ese pensamiento disperso y descontrolado, entonces eliminar sólo sus efectos puede ser la solución menos mala, siempre y cuando no se le imponga la pobreza económica porque ésta nunca es una solución.

Nota: Este tema está comentado desde otro ángulo en La neurosis canina

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viernes, 24 de julio de 2009

La felicidad sin timón

El dinero no da la felicidad pero cuando escasea nos dificulta severamente la calidad de vida.

En cada país y en cada persona es necesaria una cantidad mínima por debajo de la cual comienza el malestar.

A pesar de que esa cantidad de dinero es muy personal, algunos proponen con cierta arbitrariedad una cifra que ronda los 750 dólares.

Los gobernantes, como se sienten responsables y protagonistas de los ingresos de los ciudadanos que los votan, proponen cantidades con cierta arbitrariedad sensiblemente menores para que el grupo de personas que reciben lo suficiente, sea el mayor posible.

El énfasis que hago sobre la arbitrariedad de las cifras que se proponen obedece a que nuestras expectativas son legítimamente diferentes. Algunas personas viven bien con menos y algunas personas viven bien con más.

Lo que parece ser algo que nos afecta a todos por igual es el hecho de que «el dinero no hace la felicidad».

Y este es la idea que deseaba comentarles porque es totalmente cierto que el dinero no hace la felicidad sin dejar de tener presente que el dinero no tiene la obligación de hacer la felicidad.

Esos fugaces momentos de felicidad que a veces nos ocurren en la vida no dependen del dinero sino que dependen de muchos factores, la mayoría de los cuales están fuera de nuestro control, aunque todos anhelamos tener el poder de gobernar nuestras vidas.

Hasta donde he podido observar, la suerte es la principal protagonista de nuestras vidas sin perjuicio de que el esfuerzo por ayudarla a veces da resultado.

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jueves, 23 de julio de 2009

«Si la sopa te hace mal, te daré dos platos»

En los pueblos de habla hispana decimos «lo barato sale caro». Para no ser menos, Sigmund Freud dijo: “Lo que no se paga en dinero se paga en neurosis” .

Si usted tiene más de 18 años habrá observado que algunas circunstancias suelen presentársenos en forma de «círculo vicioso», es decir que cuando algo anda mal tiende a andar peor a menos que realicemos alguna acción que revierta esa tendencia.

En el artículo publicado ayer con el título El fracaso del neurótico les comento que este padecimiento psicológico se caracteriza por dificultar la percepción y transformación objetiva de la realidad.

Las ideas de que «lo barato sale caro» y de que el neurótico padece una desvinculación con la realidad, suelen estar agravadas —en las personas insolventes—, de una asistencia gratuita de su salud mental.

¿Qué sucede cuando los Estados subsidian los tratamientos psicológicos? El paciente tiene elementos para suponer que sus problemas de salud no son suyos sino que son de quienes pagan para resolverlos.

Dicho de otra forma: si un rico paga impuestos y el Estado utiliza ese dinero para curar a un pobre, éste puede pensar con toda lógica, que el rico es el responsable de su neurosis y que lo que recibe no es más que una justa indemnización por los daños que el rico le provocó al pobre.

La atención gratuita de salud es perjudicial para quienes padecen una enfermedad que les impide conocer o transformar (trabajando) la realidad. Esta actitud del Estado forma parte de «círculo vicioso» y sólo logrará fortalecer la enfermedad en lugar de curarla.

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miércoles, 22 de julio de 2009

El fracaso del neurótico

La neurosis es una característica que probablemente tengamos todos en mayor o menor grado.

Esta imprecisión podría estar justificada porque se han propuesto muchas definiciones de la palabra aunque hay coincidencia en que un neurótico tiene ciertas dificultades personales que seguramente lo molestan a él y que pueden llegar a molestar a la sociedad.

Sigmund Freud (1856 - 1939) decía que un neurótico es alguien que tiene dificultades para reconocer o aceptar la realidad y que la característica humana de transformarla puede quedar reducida a su propia imaginación.

Dicho de otra forma: una neurótica puede negar que su actitud hacia los hombres es de rechazo e imaginar que se casa con Dios convirtiéndose en monja.

En muchos artículos de este blog dedicado a la pobreza patológica he incluido hipótesis que tienen como idea central la negación de ciertos aspectos de la realidad y la transformación imaginaria (no objetiva) del entorno.

No sería justo hablar de salud mental porque éste es un concepto demasiado abstracto y alguien padece o no una neurosis según el lugar, la época y las circunstancias en las que viva.

Desde mi punto de vista el neurótico es alguien que padece un penoso fracaso. El malestar de larga duración sería una señal confiable de que la persona padece un desajuste con la aceptación y transformación de la realidad.

En suma: el éxito duradero podría ser un buen indicador de que alguien no padece una neurosis. Y uso el término «éxito» como el opuesto a «fracaso» duradero. La neurosis nos condena al error, a los desencuentros, al desacierto, a la equivocación debido a su condición más importante que es no poder aceptar la realidad.

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martes, 21 de julio de 2009

La cotización del amor

Vivimos en una época en la que las tecnologías de la información están ocupando un lugar más importante que hasta hace 20 años.

Los seres humanos siempre estuvimos atentos a las novedades que pueden llamarnos la atención, ya sea porque nos advierten sobre posibles cambios para los que preferimos estar preparados o porque nos informan sobre la vida ajena con la cual nos comparamos.

La radio, la televisión y los periódicos son la principal fuente de información y le siguen las cadenas de mails que recorren la web con alertas, llamados a la solidaridad o chismes. El «boca a boca» no ha desaparecido totalmente, pero ha sido superado por los otros medios.

Esto nos lleva a suponer que lo más importante es aquello de lo que más se habla y que lo menos importante (o inexistente) es aquello de lo que menos se habla.

En otras palabras: en la cultura de la información estamos condicionados para prestarle atención a lo que es noticia y olvidarnos de lo que no es noticia.

La familia es la institución más importante en todas las culturas y según algunos datos recientes (2006) , en ella se habla más del dinero que del amor. Son temas de conversación, de discusión o conflicto los temas económicos y en menor grado los afectivos.

No podríamos negar que los temas económicos son importantes pero para nuestra especie el afecto es casi tan necesario como la comida y el abrigo.

Una fórmula casi infalible para que los temas económicos no sean los más importantes dentro de la familia es que en ésta no haya escasez de dinero. Uno de los beneficios de tener dinero suficiente es lograr que deje de ser importante.

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lunes, 20 de julio de 2009

El primer supermercado

En algún rincón del pensamiento puede anidar el sentimiento de que la riqueza del planeta fue equitativamente distribuida.

Imaginemos lo siguiente: Está por nacer un niño y cuando su cuerpito está casi pronto en el vientre de la madre, su alma es citada a un gran depósito donde se le pregunta qué prefiere.

Tiene para optar entre una infinidad de bienes, dones, riquezas. Materiales y no materiales. Cada una tiene su precio. Tiene para gastar un determinado importe fijo que es igual para todos los que van a nacer.

Algunos eligen llevarse todo el importe en dinero; otros en belleza; otros en simpatía pero con algo de dinero; otros buscan sólo poder; algunos dicen querer sólo salud; y así con todo lo que podríamos considerar las cosas buenas de la vida.

La norma de ese comienzo de nuestra vida es que nadie podrá pasarse de ese importe igualitario que tiene para proveerse del gran depósito para los futuros seres humanos.

Esta ficción es irracional pero tiene la forma de algo que pueda ser pensado por cierto tipo de personas. Tiene la fantasía de algunas creencias religiosas.

Los neuróticos por ejemplo, se inventan historias personales en las que todas sus circunstancias quedan explicadas de alguna manera. Mi ficción es una novela neurótica.

Un hombre pobre podría suponer que no puede salir de su pobreza patológica porque tuvo un desacierto ya desde el principio. Su primera elección (el pedido en el depósito) fue equivocada, ya recibió lo que le tocaba y ahora no puede volverse atrás, curarse.

Otro hombre pobre podría suponer que tiene la riqueza de un multimillonario porque a éste el falta algo muy valioso (por ejemplo, sensibilidad, bondad, solidaridad) que él tiene en abundancia.

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domingo, 19 de julio de 2009

«Soy [más o menos] hermoso e inteligente»

El dinero es odioso porque le pone precio a cosas que sería mejor no saber cuánto valen exactamente.

Habrán observado además que el dinero se expresa con números y que en todas partes del mundo 9 de cada 10 personas se llevan mal con las matemáticas.

Aunque no tengo pruebas suficientes para demostrarlo de manera irrebatible, hay muchas evidencias que nos conducen a pensar que la pobreza patológica podría tener como una de sus causas el rechazo simultáneo al dinero y a las matemáticas.

Este rechazo simultáneo puede convertir en imposible ganar dinero o al menos administrarlo como para hacer el mejor uso de él.

Tanto el dinero como las matemáticas son herramientas que nos aportan nitidez perceptiva, nos obligan a ver mejor lo que es feo o peligroso ver.

Lo feo de ver (saber, enterarnos) es cuánto valemos realmente para los demás. Nuestro salario, lo que ganamos con nuestro esfuerzo es una medida objetiva de cuánto valemos o de cuánto nos valoran.

Preferiríamos que nos digan: «Te quiero mucho» porque nos permite suponer que «mucho» es algo importante, que nos hace imaginar amados, pero cuando nos pagan 5 dólares por una hora de nuestro esfuerzo y tiempo, entonces ahí podemos ser víctimas de una dolorosa decepción ... y la culpa de esa decepción la tienen el odioso dinero y las malditas matemáticas.

Nota: Este artículo está relacionado con otro que se titula La matemática es una vieja déspota.

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sábado, 18 de julio de 2009

«Muchas gracias señor»

Una de las definiciones de la palabra «propina» dice: «Agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio».

Lo insólito es que el significado del verbo «propinar» sea «Dar un golpe».

La definición intuitiva del verbo «propinar» debería ser: «Agasajar a quien nos satisface con algún servicio».

Hablando sobre este tema con personas que han viajado recientemente a diferentes partes del mundo, me cuentan que en la gran mayoría de hoteles, restoranes y taxímetros está bien visto el turista que hace este tipo de obsequios.

Solamente hay una notoria resistencia en países como Finlandia, Suecia, Noruega y Escocia.

Como sucede con la mayoría de los temas, acá tenemos por lo menos dos opiniones encontradas.

Los artículos de este blog contienen ideas de por qué se produce o se mantiene la pobreza patológica y en lo que refiere a las propinas parecería coherente suponer que no es saludable depender de ellas.

Una de las ideas más importantes se refiere al desarrollo humano, es decir, al abandono oportuno de los rasgos infantiles que con tanta frecuencia conservamos más tiempo del conveniente.

Sin dejar de reconocer que los seres humanos somos dignos de amor en cualquier edad en que estemos, parecería prudente no mezclar las características de cada etapa: un joven no debería pensar como un anciano; un anciano no debería hacer proyectos como un joven; etc.

Recibir un pago voluntario por nuestro trabajo es coherente con el desempeño de alguien mantenido, protegido, subsidiado (como un niño o joven que aún no sabe o no puede trabajar para autosustentarse).

En suma: No es posible hacerse responsable de una vida cuando los ingresos económicos dependen de la buena voluntad de los demás.

Nota: Este tema también está comentado en los artículos titulados: «No era necesario pero ¡muchas gracias!» y en otro titulado «Es muy difícil pero déjeme ver qué puedo hacer»

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viernes, 17 de julio de 2009

Tu pobreza es la mía

En el artículo titulado «Tu competidor lo tiene más barato» hago algunos comentarios sobre el arte de regatear.

Al regateo podemos llegar por dos motivos principales: porque nos complace hacerlo o por rigurosa necesidad.

Una de las frases decisivas en los regateos la expresa el comprador cuando dice «sólo tengo esta cantidad de dinero» (y muestra al vendedor los billetes y monedas).

Se esperan del vendedor dos posibles reacciones: 1) un rechazo categórico y hasta con enojo, o 2) una aceptación con cara de víctima resignada (estoy omitiendo la «contraoferta» para no extenderme demasiado).

Pero ahora tenemos que hacernos la pregunta: ¿Cuánto vale realmente ese objeto que se vende?

Ya sabemos que los precios en una economía de mercado se fijan por la ley de la oferta y la demanda. Por lo tanto es razonable que en épocas de abundancia de dinero (cobros de sueldos o aguinaldos) los vendedores «sepan» que sus bienes «son más valiosos» porque los compradores disponen de más dinero, mientras que en la segunda mitad de cada mes, sus bienes «son menos valiosos».

Este funcionamiento hace que la escasez y la abundancia sean contagiosas. Si mis clientes son personas prósperas, yo puedo llegar a serlo y si mis clientes son personas con economías ruinosas, es probable que a mí me vaya mal.

Por lo tanto, en una economía de mercado, donde los bienes circulan libremente y los precios se fijan por la ley de la oferta y la demanda, para nadie puede ser indiferente la situación económica de los demás porque tarde o temprano nos afectará.

Por lo tanto, la pobreza patológica es contagiosa.

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jueves, 16 de julio de 2009

Bueno para nada

Nada más lejos de mi intención que invitarlo a que sea una buena persona, que sea un santo, que erradique de su vida y de su pensamiento todo lo que sea maldad, egoísmo, mezquindad.

Estoy seguro de que para vivir dignamente, sin que nos falte lo esencial, tenemos que defender prioritariamente nuestros propios intereses y me convencí de que las personas que se han ganado la fama de preocuparse más por los demás que por sí mismos son simples estafadores o enfermos mentales.

Pero las paradojas de la vida no tienen fin.

Para tener una vida satisfactoria no podemos ser tan torpes de suponer que somos los únicos malignos, egoístas y mezquinos. Es obligatorio saber que los demás también lo son.

La cultura tiene motivos para que estos aspectos se mantengan tan ocultos como los genitales, el ano y los senos.

Sin embargo la mayoría de nosotros obtendremos los recursos necesarios para vivir dignamente de muy pocas personas: clientes, empleadores, empleados, proveedores; quizá no sean más de 100 ó 200 personas (¡en toda nuestra existencia!).

Aunque es aceptado con humildad que el ser humano es falible y que «no se equivoca quien no hace nada», hay algo en que no se pueden cometer errores: los integrantes de ese pequeño grupo de personas tienen que confiar en nosotros ciegamente y la única manera de lograrlo es no traicionarlos jamás.

Necesito insistir en esto: La bondad genérica es una discapacidad mental mientras que la confiabilidad es una fortaleza.

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miércoles, 15 de julio de 2009

¡Felicitaciones! Usted ha ganado un premio.

Leí una frase que me pareció una gragea de inteligencia condensada: “Tener suerte es saber cómo ubicarse en la trayectoria del azar”.

Si el autor lee este blog sabrá disculpar mi ignorancia sobre su autoría.

Los juegos de azar combinan probabilidad con vértigo. Los que tienen más baja probabilidad de acierto suelen ofrecer posibilidades de apuesta más espaciadas en el tiempo que los que tienen más alta probabilidad de acierto.

Las loterías se juegan una o dos veces por semana mientras que la ruleta toma y paga apuestas cada pocos minutos. El premio mayor de una lotería puede tener una posibilidad en 30.000 y en la ruleta una posibilidad en 37.

Estas consideraciones sobre el azar en los juegos pueden ser tenidas en cuenta para analizar el sentido de la frase del primer párrafo.

Si aceptamos que «la suerte es saber cómo ubicarse en la trayectoria del azar» entonces no es algo que suceda sin nuestra intervención. Saber cómo ubicarse requiere una destreza, una inteligencia, un estudio, un trabajo.

Los que habitualmente navegamos en Internet, solemos encontrarnos con algunas páginas que con mucho despliegue gráfico nos felicita porque hemos ganado un premio fantástico.

Pues bien: si usted es de los que cree que eso puede ser posible, ¡cuídese! porque está creyendo que la suerte existe sola, sin que tengamos que hacer nada, sin trabajar.

No quiero ser alarmista, pero si usted creer en los milagros (o en la suerte fácil) entonces integra el grupo de riesgo de quienes pueden padecer la pobreza patológica.

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martes, 14 de julio de 2009

«Tu competidor lo vende más barato»

El verano no es la mejor temporada para comprar refrigeradores ni el día del padre el mejor día para comprar una corbata.

Hay muy pocas personas que nacen con el talento de captar rápidamente cuál es la situación de los demás. La mayoría tenemos que trabajar muy duro para desarrollar esa sensibilidad.

Para ganar el dinero suficiente para satisfacer nuestras necesidades y deseos nos será preciso conocer qué necesitan y desean los demás.

Ese dinero nos llegará si podemos entregar nuestro trabajo a quien lo demande y esté dispuesto a pagarlo.

Cuando vamos a comprar algo también nos enfrentamos a una tarea en la cual podemos mejorar nuestra situación económica gastando lo menos posible.

El valor de los bienes y servicios se establece por medio de la oferta y la demanda.

El criterio universal consiste en que todos queremos obtener el mayor beneficio y eso conduce a que los vendedores pongan el precio más caro mientras que los compradores están dispuestos a pagar el precio más barato.

De esta oposición de intereses surgen negociaciones entre ambas partes que pueden ser pasivas o activas.

En la negociación pasiva, el comprador sólo busca el mejor precio y efectúa la compra donde le parece más conveniente.

En la negociación activa, el comprador regatea con el dueño del objeto o el servicio, aplicando técnica de persuasión que pueden lograr resultados diversos.

En ambas modalidades, quien va a comprar inicia un trabajo que consiste en recorrer, buscar, pedir información, hacer anotaciones, comparar (pasiva) o en esperar el mejor momento, conocer el costo y regatear con quien esté facultado para hacer rebajas (activa).

Cuando vamos a comprar entonces también estamos trabajando y dependerá de nuestra habilidad y persistencia la rentabilidad que produzca ese esfuerzo.

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lunes, 13 de julio de 2009

«Cuídate que nos cuidaremos»

En el artículo publicado ayer con el título Las órdenes contradictorias prometía aportar algunos fundamentos de por qué el criterio principal que debe orientar nuestra conducta es el de cuidarnos a nosotros mismos sin perjudicar a los demás.

En otras palabras, lo que propongo es el de permitir que se exprese nuestra natural condición egoísta sólo hasta el límite en que podamos empezar a perjudicar a los demás.

La educación que recibimos desde el nacimiento nos premia si somos altruistas y nos castiga si somos egoístas. Por su parte el instinto de conservación opera en sentido contrario. Para resolver el conflicto, nos educan para que podamos dominar nuestros instintos, es decir, para contrariar lo que la naturaleza ha logrado con le evolución de milenios.

Lo que suele suceder es lo siguiente:

1) Para no tener problemas de convivencia con mis educadores, prometo que cuidaré de los demás;

2) Pero a cambio exijo que los demás se encarguen de cuidarme;

3) Como el instinto de conservación nos obliga a todos, desatenderé disimuladamente el cuidado a los demás que había prometido pero los culparé de todo lo malo que me pase.

Conclusión: En este esquema de funcionamiento, quienes digan apartarse del egoísmo que la naturaleza les impone, finalmente no podrán evitar ser irresponsables en el cuidado de los demás y de sí mismos, o sea totalmente irresponsables.

Por lo tanto, las culturas que inculcan el altruismo en desmedro del egoísmo están creando ciudadanos irresponsables (que se «lavan las manos» como sugiere la imagen).

Los trabajadores irresponsables sólo pueden ofrecer bienes o servicios inseguros, poco confiables y es claro que nadie está dispuesto a comprar inseguridad y desconfianza, causándoles la pobreza patológica.

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domingo, 12 de julio de 2009

Las órdenes contradictorias

Cuenta alguna leyenda que Dios le dijo al ser humano: «cuídate que te cuidaré».

Si esta frase ha sobrevivido miles de años es porque muchas personas ratifican su validez. De lo contrario se habría olvidado y nadie la repetiría ya.

Las compañías de seguros, aunque parecen desvinculadas de la religiosidad, aplican el mismo criterio. Cada contrato de seguro está lleno de condiciones para que nadie se llame a engaño: ellos indemnizarán por un siniestro determinado con precisión, no por cualquier descuido, negligencia o dolo.

En esta asociación podríamos decir que Dios oficia como una compañía de seguros que sólo cuida a quienes se cuidan.

Ayer publiqué un artículo titulado Mi amigo el policía en el que les comentaba que para mantener el orden en las comunidades, se nos educa (adiestra, disciplina, condiciona) para ser más cuidadosos de los intereses ajenos que de los propios.

Como podrán observar es probable que muchas personas padezcan las consecuencias de estar recibiendo órdenes contradictorias: por un lado Dios nos dice que nos cuidemos y por el otro lado nuestros padres y maestros nos dicen que cuidemos a los demás.

La respuesta a esta confusión es clara: tenemos que cuidarnos a nosotros mismos sin perjudicar a los demás.

Ésta parece ser la solución más ponderada, justa, salomónica... aunque sería razonable que fundamente por qué. Espero hacerlo más adelante.

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sábado, 11 de julio de 2009

Mi amigo el policía

En el artículo de ayer titulado Yo y tú digo que Adam Smith propuso hace 233 años que el egoísmo bien entendido es esencial para que se genere el «crecimiento económico» necesario para lograr el «bienestar social», pero que sin embargo aún hoy existen «quienes con la mejor intención están saboteando ese necesario egoísmo».

Para convivir en paz tenemos que mantener el orden y para lograrlo hace falta ponerle ciertos límites a la libertad individual. Aunque nos moleste, tenemos que aceptar la existencia y cumplimiento de miles de normas, reglamentos y leyes que nos imponen prohibiciones y los correspondientes castigos para los infractores.

Como la sola existencia de esas normas no es suficiente para garantizar una convivencia pacífica —sobre todo porque es imposible controlar eficazmente su cumplimiento— la educación hogareña y escolar nos condiciona para que algo de nuestra psiquis se encargue de inhibirnos, frenarnos, dificultarnos el cometer ciertas acciones.

En otras palabras: como la sociedad no puede poner un policía vigilando a cada ciudadano, entonces la educación nos instala una especie de policía interior. La vergüenza, el miedo, el asco son las manifestaciones visibles de esas auto-prohibiciones, de ese «policía interior» que la educación nos instaló para que en definitiva la convivencia social sea lo más pacífica posible.

Un efecto secundario indeseable de esa educación es el negar que primero debemos atender nuestras necesidad y luego las necesidades ajenas.

La cultura nos adiestra para ser buenos ciudadanos pero indirectamente nos distorsiona un punto de vista que es imprescindible para que se genere el «crecimiento económico» necesario para lograr el «bienestar social», bloqueándonos excesivamente el egoísmo.

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viernes, 10 de julio de 2009

Yo y tú

En el artículo publicado ayer con el título Lo constante es el cambio les presentaba al escocés Adam Smith como el fundador de la ciencia económica.

En el año 1776 escribió su obra más trascendente titulada La riqueza de las naciones donde ya postulaba que el «bienestar social» depende en gran medida del «crecimiento económico» y que éste depende en gran medida de la división del trabajo que ya les comentara en el artículo titulado Mamá-papa.

Hoy en día los políticos siguen pregonando que para poder satisfacer las demandas económicas del pueblo que gobiernan es imprescindible «el crecimiento de la torta» (para referirse metafóricamente al «crecimiento económico» que proponía Adam Smith hace 233 años).

Pero este filósofo-economista se animó a decir algo más y que aún hoy es tenazmente resistido por muchas personas, quienes con la mejor intención están saboteando ese necesario «crecimiento económico».

Adam Smith dijo que el egoísmo es una cualidad muy valiosa para lograr el «bienestar social» en todos sus aspectos. Su idea es la siguiente:

1) Debo reconocer que un ser humano mentalmente sano, primero satisface las necesidades propias y luego —si puede— las ajenas;

2) Si logro ser consciente de esto quedo en condiciones de comprender que mis semejantes también priorizarán sus propias necesidades y si pueden, quizá atiendan las mías;

3) Cuando se cumplen ambas condiciones (aceptar mi egoísmo y el ajeno), recién entonces puedo «ponerme en el lugar del otro», «empatizar», «simpatizar», «amar al prójimo», posibilitando de esta única manera una convivencia que propicie la productividad generadora del «crecimiento económico» que nos posibilite el «bienestar social».

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jueves, 9 de julio de 2009

Lo constante es el cambio

Muchos coinciden en afirmar que el fundador de la economía como ciencia fue el filósofo escocés Adam Smith (1723 – 1790).

Él puso en duda algo que hoy continúan pensando muchas personas: que el ser humano tiene una forma de ser estable. Por el contrario propuso que los humanos tenemos un comportamiento muy dinámico, cambiante, que se va adaptando a las circunstancias.

Hay quienes sostienen que los dinosaurios desaparecieron de la tierra porque no fueron capaces de adaptarse a los cambios climáticos que se produjeron en el planeta. Por el contrario, las antipáticas cucarachas reaccionaron mejor y continúan tan campantes.

Nuestra especie parece ser muy adaptable a las diferentes condiciones. Hay seres humanos viviendo en lugares muy inhóspitos. Habrán observado que las demás especies viven en ciertas regiones y en otras no. Quizá lo único imprescindible para nosotros es el aire y el agua más algún alimento sólido.

Por lo tanto es muy probable que la idea de Adam Smith haya sido la correcta: la conducta del ser humano no es estática sino dinámica.

Es muy importante tener en cuenta esta característica porque en múltiples ocasiones perdemos oportunidades que podrían mejorar nuestra calidad de vida porque tenemos la creencia de que «eso que nunca hicimos, no podremos hacerlo».

Pero podemos sacar otro beneficio al reconocer nuestra condición cambiante y se refiere a que en nuestra interacción con otras personas, es muy probable que nos sorprendan cambios de actitud como si estos fueran una irregularidad, cuando en realidad lo extraño (y hasta enfermizo) es que los individuos se mantengan incambiados.

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miércoles, 8 de julio de 2009

El león es el rey de la cultura

Los animales gregarios y jerarquizados son los que viven en comunidades compuestas por individuos dominantes y dominados (humanos, lobos, felinos).

La teoría evolucionista propuesta por Charles Darwin (1809–1882) supone que el liderazgo del más fuerte surge de una lucha mediante la cual la naturaleza encuentra el ejemplar genéticamente mejor dotado.

De forma similar, la lucha entre machos cuando una hembra está en celo es una forma de recurrir al mismo procedimiento para propiciar el mejoramiento de las especies.

Cabe aclarar que «el mejoramiento de las especies» apunta fundamentalmente a lograr que las nuevas generaciones se adapten mejor a los permanentes cambios que se producen en el ecosistema que habitan (océano, montaña, estepa).

En las economías capitalistas el liderazgo está a cargo de quienes tienen más dinero o a cargo de quienes estos designen. Dicho de otra manera, el jefe es «el capital» y éste siempre tiene opositores que comprueban la conservación de su fortaleza.

Si hacemos las comparaciones que surgen de estos datos, podemos decir que:

1) Los humanos que vivimos en economías capitalistas intuimos que los individuos mejor dotados genéticamente son los que poseen el capital;

2) Por lo tanto, ponemos en el poder a los ricos (o a quienes estos designen);

3) Quienes luchan contra los ricos cuidan la salud del sistema porque nos aseguran que mientras el jefe no caiga es porque aún sirve como jefe.

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martes, 7 de julio de 2009

Virus, leones y comerciantes

Juan y María pueden asociarse porque se tienen confianza recíproca. Cansados de obtener escasos resultados a cambio de mucho esfuerzo, se reunieron un lluvioso fin de semana en un hotel campestre y dedicaron gran parte del tiempo a pensar cómo salir de esa situación.

Ya en la mañana del primer día pudieron redactar la siguiente idea central:

«Toda organización opera a partir de un conjunto de hipótesis (supuestos, creencias, datos), entre las que se cuentan cuál es el negocio, qué objetivos persigue, qué necesitan o desean los potenciales clientes y cuál es su disponibilidad económica. Aplicando una estrategia adecuada se lleva el proyecto de negocio a la práctica para alcanzar los resultados deseados en un ambiente impredecible (mercado). En otras palabras, la estrategia logra que el emprendimiento sea oportunista (aproveche las oportunidades). »

Conformes con la conclusión de las primeras horas de trabajo, almorzaron y se acostaron a dormir una siesta. Estaban quedándose dormidos cuando oyen que un periodista decía por la televisión algo así como que «los virus son oportunistas porque colonizan a sus víctimas cuando en éstas baja el rendimiento del sistema inmunológico».

María recordó el horror que le provocan las películas documentales en las que se exhibe a los felinos (leones, leopardos, chitas) persiguiendo y matando (de manera «oportunista») a las presas más vulnerables.

Recordó que su proyecto con Juan implicaba ser «oportunista» y todo el entusiasmo desapareció.

Al comentarlo con Juan éste también se dio cuenta que no podría convertirse en un «oportunista» que «lucra» (gana dinero) con las necesidades y deseos ajenos.

El proyecto fue archivado y el lunes volvieron a sus respectivos trabajos. Se felicitaron por no haber avanzado en la idea y por todas las demás cosas que pasaron aquel lluvioso fin de semana en el hotel campestre.

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lunes, 6 de julio de 2009

«No lo vi porque extravié los lentes»

El mes pasado publiqué un artículo titulado La filosofía rentable en el que mencionaba el rechazo inconsciente que podemos tener hacia vocablos como «mercader» y «mercantil», o hacia la expresión «afán de lucro».

Algunos lectores me comentaron que no puede ser que la pequeña influencia de unas palabritas pudiera ser tan importante como para limitar nuestra habilidad para ganar dinero.

Reconozco que no es fácil de entender porque nuestra capacidad de comprensión está condicionada por ciertas proporcionalidades. En este caso el razonamiento podría ser: «Para que yo deje de aprovechar una oportunidad de ganar dinero tengo que estar en cama con 40º de fiebre, pero no porque tenga prejuicios contra el ‘afán de lucro’».

Y sin embargo puede ser que una insignificante palabrita cambie el curso de nuestras decisiones.

La manera de manifestarse este fenómeno es poco evidente pero efectiva. Una de ellas, quizá la más frecuente, es el lapsus. Uno comete errores cuya consecuencia es la imposibilidad de ganar dinero: olvidos, extravíos, hacer comentarios con la persona equivocada. Luego la oportunidad se pierde y diremos que fue mala suerte, casualidad, torpeza.

Otra manifestación posible es un particular desgano, desinterés, descalificación, búsqueda de inconvenientes, defectos, amenazas o riesgos (que si no tuviéramos ese rechazo al ‘afán de lucro’ no aparecerían con tanta contundencia como para que una oportunidad de ganar dinero se pierda, se desvanezca, la dejemos pasar).

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domingo, 5 de julio de 2009

El avance hacia atrás

Días pasados publiqué un artículo titulado La astrología autoconfirmada en el que sugiero que los creyentes en las descripciones que hacen los expertos en esa antigua ciencia de los tipos de personalidad correspondientes a los doce signos zodiacales, establecen vínculos prejuiciosos porque al tratar a un ariano suponiendo que es dominante, el ariano se comportará como tal pero no por la influencia de los astros sino por la influencia del astrólogo prejuicioso.

Suele ser difícil abandonar el sometimiento a ciertas creencias porque inconscientemente actuamos como para que se confirmen y eso nos impide dudar de su veracidad.

Al futuro se puede entrar mirando hacia adelante o hacia atrás. Si interpretamos la idea literalmente, podríamos pensar que alguien que camina mirando para atrás tiene más probabilidades de tropezar que otro que mira hacia donde avanza.

Los que sólo avanzan «mirando hacia atrás» creen que la historia se repite en todos sus términos y suponen que ningún conocimiento teórico es tan válido como la experiencia. Esto permitiría suponer que un oncólogo que no haya padecido cáncer no es confiable.

Ahora más que nunca, debido a que los cambios son muy frecuentes y profundos, quienes actúen guiados por la experiencia, los que entran al futuro mirando hacia atrás, están más expuestos que nunca a cometer errores.

En gran medida todo depende de la fortaleza de la que estemos dotados. Los inseguros son más temerosos y procuran no arriesgar: tratan de «conocer» a alguien por su signo zodiacal y ante cada nueva situación aplican métodos ya probados en situaciones similares.

Los poseedores de mayor fortaleza, pueden ingresar en un nuevo vínculo sin prejuicios o en nuevas situaciones ensayando nuevos métodos.

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sábado, 4 de julio de 2009

«Peleo como Tyson»

La acción de identificar consiste en «hacer que dos o más cosas en realidad distintas aparezcan y se consideren como una misma.»

En el Diccionario de Psicoanálisis de Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis describen la identificación como el «Proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones. »

Por ejemplo alguien, con el transcurso de los años imita inconscientemente los siguiente rasgos: habla pausado como su padre, se peina igual que Robert de Niro en la película Heat (Fuego contra fuego), cuando desconfía, levanta una ceja como un cierto héroe de un comic, defiende los colores de un equipo de fútbol igual que su tío más querido, cruza las piernas como Sharon Stone en la famosa escena de la película Basic Instinct (Bajos instintos).

Muchos se preguntan por qué el Vaticano ostentan tanta riqueza siendo que la Iglesia Católica pregona la austeridad y la pobreza.

Las personas creyentes en la existencia de un ser superior que los ayuda a cambio de sacrificios, destinan los mejor de sí para hacerle ofrendas.

Esta particularidad psicológica que todos poseemos de identificarnos con cierta figuras admiradas, queridas, reverenciadas, permite que algunas personas no padezcan las penurias económicas que sufren porque se sienten tan ricos como el dios, el santo o la virgen que veneran.

También pueden estar como anestesiados para los sufrimientos de la pobreza, identificándose con jugadores de fútbol que nadan en la abundancia, con estrellas del espectáculo multimillonarias o consumiendo telenovelas donde todo es diversión y nadie trabaja.

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viernes, 3 de julio de 2009

Mamá-papá

El hermafroditismo —también llamado intersexualidad— es la poco frecuente presencia de glándulas sexuales masculinas y femeninas en un mismo individuo.

En la naturaleza existen especies —fundamentalmente del reino vegetal— con esa particularidad pero en ningún caso un ejemplar de ellas puede fecundarse a sí mismo.

No se conocen casos de seres humanos hermafroditas capaces de producir simultáneamente óvulos y espermatozoides.

Sin embargo la fantasía nos hace soñar (anhelar, desear) con la posibilidad de ser totalmente autosuficientes, con el poder de prescindir de los demás.

Nuestro instinto reproductivo suele ser el causante de fuertes emociones contradictorias porque ese deseo de ser autosuficientes se ve frustrado por la necesidad de reproducirnos recurriendo a otra persona del sexo opuesto.

La necesidad de cooperación entre dos roles (sexos, géneros) para lograr la reproducción de las especies inspiró la llamada división del trabajo.

Desde hace siglos sabemos que un fabricante de alfileres puede hacer 1.000 por día pero si la tarea se reparte entre varios, cada trabajador puede hacer 10.000.

El inconveniente en este caso es que nadie podrá sentirse el fabricante de un solo alfiler porque a lo sumo habrá cortado el alambre, o le habrá formado la cabeza, o le habrá formado el extremo punzante.

Para algunas personas constituye una dificultad intolerable unirse a otra para gestar un nuevo ser y transcurren su existencia sin haber concebido hijos. En otro orden, hay personas que no pueden limitar su tarea a una rutina muy sencilla y monótona, sin sentirse protagonistas del producto terminado.

La división del trabajo tiene fines netamente económicos, de rentabilidad, pero puede ser desmotivador para los trabajadores que necesitan percibir su participación en el producto terminado.

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jueves, 2 de julio de 2009

Los pequeños capitalistas

En el artículo publicado ayer con el título La gratuidad del aire comento que los alimentos sólidos y líquidos ocupan un tercer lugar en orden de necesidad para vivir (primero está el aire y segundo el agua potable) y que en cuatro lugar está la vestimenta.

Los emprendimientos comerciales e industriales de personas que cuentan con un pequeño capital suelen dirigirse a la fabricación y comercialización de alimentos o prendas de vestir.

Esto no excluye que poseedores de grandes capitales también participen en ese mercado.

La situación de los pequeños comerciantes e industriales que producen y negocian mercancías de consumo masivo tienen las siguientes particularidades:

1) Se aseguran de que podrán encontrar compradores porque negocian artículos de consumo imprescindible;

2) Como una mayoría de personas con escaso capital busca la seguridad, compiten entre sí y deben bajar sus ganancias para efectivamente encontrar compradores;

3) Al recibir pocas ganancias, el valor de su trabajo es bajo (tienen que trabajar muchas horas para hacer muchas ventas para ganar lo suficiente para autosustentarse económicamente);

4) Se cumple la ley económica según la cual las ganancias son proporcionales al riesgo de la inversión;

5) En muchos casos estos comerciantes y/o fabricantes pueden tener una realización personal en tanto su personalidad está mejor adaptada a este tipo de trabajo que a otro que sea en relación de dependencia aunque con ingresos similares o ligeramente superiores.

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miércoles, 1 de julio de 2009

La gratuidad del aire

Si hacemos una lista con lo que necesitamos para vivir, el orden de importancia es:

1º) Aire
2º) Agua potable
3º) Alimentos sólidos y líquidos
4º) Ropa de abrigo
5º) Alojamiento (casa)

Sin aire no podemos vivir (es imprescindible en forma constante), sin agua potable no podemos vivir (es necesaria en forma periódica) y así sucesivamente hasta el alojamiento que es necesario pero no imprescindible.

Ahora veamos cómo accedemos a ellos desde el punto de vista económico.

El aire es gratis, el agua es barata, los alimentos son costosos, la ropa es bastante costosa y el alojamiento es muy costoso.

En suma: lo imprescindible no tiene valor económico y lo necesario pero no imprescindible (la casa) es lo más costoso.

Agrego un ejemplo para reafirmar la idea: los diamantes son carísimos y totalmente prescindibles.

Acá aparece una paradoja reñida con el sentido común. Solemos intuir que los bienes más necesarios son los más costosos y que los más prescindibles son los menos costosos, sin embargo esto no siempre es así.

Este artículo puede servir para pensar por lo menos dos ideas:

1) Reafirmar que el sentido común no es confiable.

2) Si cuando pensamos en cómo ganarnos la vida suponemos que haremos mucho dinero traficando bienes imprescindibles, podemos encontrarnos con las sorpresas de que a) los márgenes de utilidad son pequeños y b) que tendremos muchos competidores porque otros hicieron el mismo razonamiento por lo cual tendremos que trabajar mucho ganando poco.

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