jueves, 31 de octubre de 2013

La corrupción por cobrar dos veces


Como a los ciudadanos nos interesa ganar dinero divirtiéndonos, permitimos que los gobernantes se asignen remuneraciones exorbitantes.

Hace poco publiqué un artículo en el que su título y su contenido son similarmente desagradables. El título dice Para hacer caca hay que pagar y, en pocas palabras, el contenido sugiere que no podemos ganar y disfrutar a la vez, porque la remuneración económica es una indemnización por el esfuerzo desagradable que tenemos que hacer.

Recuerdo que en el VideoComentario se me ocurrió poner el ejemplo de alguien que sea contratado para aplicar bronceador en el cuerpo de una bella persona: sería un abuso pretender recibir más placer (remuneración) que el que proporciona la tarea misma.

Con esta forma de pensar podemos acceder a otras reflexiones.

Muchas personas están convencidas de que las prostitutas gozan con sus clientes de igual forma a como gozan con su ser amado.

Esta convicción suele surgir de las propias fantasías eróticas, en las que algunos pueden desear ser objeto de una violación perpetrada por un grupo de personas; otros pueden fantasear con que tienen sexo con personas conocidas, famosas, familiares directos.

Estas fantasías estimulantes refuerzan secretamente el placer de quienes las utilizan; difícilmente las comenten con alguien, pero sin embargo, como somos inevitablemente coherentes, la existencia de esas secretas fantasías colabora para suponer que las prostitutas gozan al mismo tiempo que cobran por el servicio sexual.

Nuestros gobernantes harían cualquier sacrificio con tal de gozar del placer alucinógeno que reciben ejerciendo el poder. Somos testigos del esfuerzo agobiante que hacen para obtener los votos que les permitan conseguir esa droga.

Como a los ciudadanos nos interesa ganar dinero divirtiéndonos, permitimos que los gobernantes se hagan los gustos y que además cobren sueldos que, por lo general, la economía del país no permitiría pagar.

(Este es el Artículo Nº 2.049)


miércoles, 30 de octubre de 2013

La economía del embarazo adolescente


El embarazo adolescente anticipa el cambio de dueño del cuerpo femenino. Los padres y la sociedad lo ceden a regañadientes.

Por la cabeza de una adolescente que se entera de su embarazo pasa un torrente de emociones, ideas y sobre todos miedos, que parecen mortíferos, entre otros motivos porque ella querría morir al imaginar lo que se le avecina: padres enojados, maestros incómodos, amigos burlones, novio imprevisible, en suma, pasan por su cabeza todo lo que ella misma pensaría y sentiría si a otra chica le ocurriera lo mismo.

La naturaleza no repara en estas tonterías culturales. La conservación de las especies está legislada por la vía de los hechos: los jóvenes se excitan, siempre suponen que el amor y el éxtasis todo lo purifica, lo salva y lo protege.

El pensamiento predominante en el momento sublime, cuando los acontecimientos se precipitan y se ven en caída libre, siempre es el mismo: «a mí no me va a pasar».

Este artículo está en este blog destinado al dinero porque en estas circunstancias los conflictos más graves tienen mucho que ver con temas referidos a la propiedad privada:

— Quienes se enojan porque la jovencita quedó embarazada sienten que ella usó indebidamente un cuerpo del que se sienten propietarios. Los padres, abuelos, tíos, dicen sentir vergüenza pero en realidad sienten que la niña aún no era dueña de su cuerpo como para «usárselos», «tomarlo sin permiso», «gozárselos»;

— Cuando los gobernantes y los religiosos obligan a las mujeres a que no interrumpan ningún embarazo, están demostrando claramente que la mujer tiene su cuerpo en comodato, alquilado quizá, se lo prestaron y debe cuidarlo;

— La niña se siente usada injustamente pues queda presa de algo que no desea. Quería seguir jugando pero la mala suerte le impuso tareas, compromisos y responsabilidades agobiantes.

(Este es el Artículo Nº 2.048)


martes, 29 de octubre de 2013

El fin del trabajo aburrido


Quizá en un futuro no necesitemos sufrir como Jesús Cristo para ganarnos el pan con el sudor de nuestro aburrimiento.

Para algunos puede ser interesante saber algo más sobre la gamificación (1), de lo contrario les cuento que esta palabra deriva del inglés “game”, que significa “juego”.

En castellano podemos entender intuitivamente el concepto si hablamos de ludificación, jueguización o juguetización.

Se trata de convertir en juego algunas tareas que originalmente no lo eran. Por ejemplo, recibir un extraño sonido al tirar residuos en un recipiente adecuado, encontrar sorpresas divertidas en la contratación de un pasaje aéreo por Internet, o transitar una escalera en la que cada escalón que se pisa emite un sonido, como si se tratara de la tecla de un piano.

Este fenómeno, con el formato de ludificación,  recién empieza a funcionar ahora, aunque la técnica de estimular ciertas acciones mediante premios siempre existió.

Dicho comienzo obedece al desarrollo y popularización de los video-juegos. Estos pueden ser disfrutados gratuitamente en la web y están incorporados en los teléfonos celulares.

Los futurólogos auguran algo que parece razonable: Algún día, la ludificación hará que trabajar no sea tan aburridor, ni monótono, ni desestimulante como lo es actualmente (cursa el año 2013).

Actualmente trabajamos presionados por la necesidad de ganar dinero para vivir. El único estímulo que tenemos es el de cobrar al fin de cada mes para pagar las deudas y así, mes tras mes, hasta que nos jubilemos..., y empecemos a cobrar la pensión, para seguir haciendo lo mismo hasta el fallecimiento.

Esta aburridora condena empieza en la edad escolar.

Efectivamente, los sistemas educativos nos enseñan cosas que no nos interesan preparándonos moralmente para algún día aburrirnos por obligación.

El modelo que hasta ahora recibimos es el del pobre sufriente Jesús de Nazaret crucificado, aunque luego resucitado.


(Este es el Artículo Nº 2.047)


lunes, 28 de octubre de 2013

Algunos salarios serán menores


La industria del cine tendrá que pagar salarios más reducidos porque muchas películas pueden verse gratis desde los hogares.

No siento piedad para criticar la pobreza intelectual que nos afecta a todos. Es una de nuestras peores enemigas porque nos sabotea cuando intentamos mejorar nuestra calidad de vida.

Apelando a mecanismos de defensa tales como la:

alianza con el enemigo, esto es, maravillarnos de nuestra estupidez, pero bautizándola ingenuidad, idealizamos al ser humano tonto, ignorante, que trabaja como un burro y que, por lo tanto, no aspira más que a un pesebre con suficiente agua y comida; o apelando a otro mecanismo de defensa tal como es la

negación, es decir, ignorando deliberadamente los errores que cometemos cuando evaluamos nuestras posibilidades en el mercado laboral; o apelando a una

formación reactiva, esto es, considerar que la única manera éticamente adecuada de interpretar lo que percibimos, no debe ser en base a la realidad tal cual es sino a una concepción basada en lo que debería ser, según la filosofía idealista que más nos gusta.

Por ejemplo, corresponde que todos quienes trabajen reciban un salario. Como así debería ser entonces los idealistas lucharán para que todos los trabajadores reciban salarios dignos..., sin importar la utilidad que tenga ese trabajo.

Los idealistas, felices de sabotear su calidad de vida porque anteponen la defensa de sus prédicas, insistirán en que no importa que un trabajador sea útil al colectivo que integra, lo único que importa es que él necesita un salario, haga lo que haga para ganárselo.

La industria cinematográfica mueve millones de dólares, sus trabajadores ganan fortunas, pero resulta que ahora muchos espectadores no pagan más la entrada al cine porque prefieren bajar de Internet un archivo de la película y mirarla gratis en sus casas. ¿Seguirán cobrando fortunas aquellos trabajadores multimillonarios?

(Este es el Artículo Nº 2.046)


domingo, 27 de octubre de 2013

La influencia de Manolito de Mafalda


Manolito, al ser un anti-héroe de la tira cómica Mafalda, desalienta el deseo de prosperidad económica de sus lectores.

Las tiras cómicas forman parte de nuestro ecosistema.

Así como vivir en una zona muy calurosa y húmeda hace difícil la actividad física y mental; así como vivir en una zona muy fría, con largos inviernos y pocos períodos de luz solar hacen difícil una vida al aire libre, la influencia de las tiras cómicas también favorecen, o desfavorecen, ciertas conductas.

Si de mí dependiera honrar a connotadas personalidades estoy seguro que el monumento a Quino ocuparía un lugar de privilegio en mi ciudad.

Este increíble filósofo del siglo 20 y 21 nos está influyendo tanto o más que aquellos generales que cambiaron la historia a balazos.

Lo gracioso en la tira cómica Mafalda ocurre porque Quino nos muestra un reflejo de cómo somos. Él nos dibuja hasta en nuestras intenciones más profundas. Quizá nuestra madre nos conoce menos que él, por eso muchos de nosotros lo amamos entrañablemente.

En este blog tendrían cabida muchos temas, por su directa o indirecta vinculación con «El dinero y la pobreza patológica», pero solo haré una breve mención al personaje que más explícitamente trata los asuntos de «dinero»: Manolito.

En casi toda la cultura hispanoparlante, iberoamericana, los gallegos constituyen un modelo de gente trabajadora, ahorrativa y escasamente culta.

Tomando como referencia a los inmigrantes que llegaron a América en la primera mitad del siglo 20, suponemos que son toscos, brutos, trabajadores incansables, amarretes, incapaces de cometer delitos, muy religiosos, económicamente prósperos porque se los considera trabajadores tan incansables como hormigas.

La ubicación de Manolito en la tira cómica es la de un anti-héroe. Pocos lectores desearían identificarse con él, por eso considero que esta tira cómica desalienta la prosperidad económica de sus incondicionales lectores.

(Este es el Artículo Nº 2.045)


sábado, 26 de octubre de 2013

Literatura, enfermedad y pobreza


En la literatura universal encontramos reflexiones sobre la enfermedad que también podrían aplicarse a la pobreza económica.

Siempre hago el mayor esfuerzo que esté a mi alcance para ser claro, fácil de entender, pero en este caso estoy ante una situación especial porque tendré que plantearles una situación diferente.

En este caso, ustedes no tendrán por qué entender todo. Deberán conformarse con recibir unas ideas confusas, imprecisas, que al entrar en contacto con sus mentes, producirán o no algún efecto de cambio, pero no inmediatamente, como ocurre cuando leemos algo que se entiende enseguida.

Efectivamente, el siguiente planteo podrá tener un efecto a largo plazo. Quizá algún día disfruten los beneficios de haber leído este artículo, pero no tendrán pruebas de cómo ocurrió esa ganancia.

La idea consiste en pensar que la desocupación, la falta de trabajo, de ingresos económicos, funciona como una enfermedad, tan grave como consideremos que es grave dicha falta de dinero.

En la literatura, los más inspirados escritores han comparado a las enfermedades de diferentes maneras. Por ejemplo, una enfermedad o la falta de ingresos económicos suficientes:

— Es un castigo divino, sobrenatural, demoníaco (literatura antigua, Biblia, Ilíada, Odisea);

— Es una señal de la decadencia moral o social (Fantasmas, del dramaturgo noruego Henrik Johan Ibsen);

— Es una consecuencia del destino infalible (varios);

— Funciona como estímulo doloroso para algunos genios artísticos o intelectuales, a quienes (la enfermedad o las penurias económicas) tonifican moralmente (La cabaña del tío Tom de la norteamericana Harriet Beecher Stowe);

— Puede operar como impulso revolucionario, libertario, redentor (La dama de las camelias del escritor francés Alejandro Dumas [hijo]);

— El infortunio realza la conciencia de las complejidades de la vida y de la muerte inevitable (Los muertos del escritor irlandés James Joyce).

 Lo que pensamos de la enfermedad también puede pensarse sobre la desocupación laboral.

(Este es el Artículo Nº 2.044)


viernes, 25 de octubre de 2013

Fortalezas y debilidades, propias y ajenas


El psicoanálisis nos ofrece algunas ideas útiles. Conocer las debilidades y las fortalezas humanas, propias y ajenas, es rentable.

Parece que es cierto aquello de que «todos los extremos son malos» y el psicoanálisis trata de contribuir, a su manera, para que todos podamos mantenernos lo más cerca posible de los «extremos», pero sin llegar a ellos porque, según el refrán, «son malos».

La cultura nos impone un malestar, gracias al cual andamos por la vida soportando dos fuentes de incomodidad:

— la natural, que nos provoca hambre para que comamos, cansancio para que durmamos, miedo para que huyamos o ataquemos; y

— la cultural, que nos provoca asco ante lo que no deberíamos aceptar; vergüenza, para que la sensación de ridículo nos mantenga atentos a cómo actuamos ante los demás; el pudor, para que seamos temerosos de la sexualidad y de los placeres en general.

El psicoanálisis nos ofrece, como su nombre lo indica, una análisis de la psiquis, para que manejemos nuestra vida con un poco más de criterio, para que podamos observarnos cómo las circunstancias nos llevan para un lado y para el otro (determinismo y no libre albedrío), para que podamos tener una explicación más o menos confiable de cómo somos, de cómo podríamos ser y de cómo sería imposible que llegáramos a ser, aunque algunas creencias idealistas nos alienten a buscar logros imposibles, aunque muy seductores.

El psicoanálisis, por ejemplo, nos dice que solo somos cuidadosos con nuestras propiedades, pero que tenemos escasa aptitud para cuidar los bienes ajenos.

Quien sabe cómo funciona la psiquis humana, (la propia y la ajena), está mejor preparado para ganarse la vida que otro a quien le parece que los humanos somos honestos, confiables, responsables, cuidadosos de lo ajeno.

Conocer las debilidades y las fortalezas humanas, propias y ajenas, es rentable.

(Este es el Artículo Nº 2.043)


jueves, 24 de octubre de 2013

La rentabilidad y el estrés


La rentabilidad de cualquier actividad es proporcional al estrés que genera su realización, pero la inversa no ocurre.

Es popular y conocida entre los economistas una fórmula según la cual la rentabilidad de las inversiones es directamente proporcional al riesgo, es decir, una inversión es más rentable cuanto mayor sean las probabilidades de sufrir una pérdida.

Claro que, como fórmula, es bastante imprecisa, pues también es cierto que cuanto mayor sean las probabilidades de perder, poco importa si la ganancia es enorme en tanto esté muy expuesta a ser perdida.

No sería extraño que un señor jubilado gane más dinero vendiendo caramelos que un banquero que hizo una gran inversión y lo perdió todo.

Por lo tanto, el intento de encontrar fórmulas confiables, que nos alivien la angustia de la incertidumbre, suele ser algo ilusorio.

De hecho, año tras año, se entregan rigurosamente los Premios Nobel a los más inteligentes economistas y, burlonamente, la pobreza, cuando no aumenta, en el mejor de los casos, se mantiene incambiada.

Pero tenemos que asumir que estos son los niveles de certeza que podemos esperar de las ciencias en general. Con excepción de la física y la química, el resto de las actividades premiadas (medicina, literatura, paz y economía), son de valoración muy subjetiva, discutible, relativa.

Este artículo tiene por objetivo proponer una fórmula diferente y que quizá podría darnos alguna orientación.

La fórmula dice que existe una estrecha vinculación cuantitativa entre el estrés y la rentabilidad de cualquier actividad.

En otras palabras: si una actividad es rentable, difícilmente sea tranquilizadora, pacífica, sin sobresaltos, sedante.

La inversa no tiene por qué ser cierta, es decir, si un trabajador se estresa, se preocupa, padece mucha ansiedad y angustia, no necesariamente obtiene una ganancia que lo compense.

Peor aún: el estrés, por sí solo, genera pérdidas.

(Este es el Artículo Nº 2.042)


miércoles, 23 de octubre de 2013

La actividad humana y los motores a explosión


Los motores a explosión y los seres humanos generamos cambios porque, primero acumulamos presión y luego algo nos hace estallar.

Los motores a explosión, que mueven nuestras máquinas, funcionan porque, dentro de ellos, ocurre algo que también ocurre en los seres humanos.

En los motores se hace estallar una mezcla explosiva (aire con nafta), de tal forma que la energía expansiva de esa explosión empuje con fuerza un objeto (pistón). Este violento empujón genera el movimiento que nosotros aprovechamos para trasladarnos (por tierra, mar o aire), para activar una máquina de tejer, o un molino, o una cosechadora de trigo.

En otras palabras: lo que genera la energía productiva, útil, transformadora de la realidad, es el estallido de una mezcla explosiva mediante una chispa que aparece en el momento más oportuno.

La semejanza con los seres humanos está en que algo (chispa) nos hace reaccionar cuando acumulamos frustraciones, enojos, indignación (compresión de mezcla explosiva). Cuando estallamos, actuamos: reclamando, golpeando, abandonando, construyendo. La educación nos obliga a moderar nuestras acciones, porque en su origen son tan violentas como la explosión del motor.

No está mal que reaccionemos, que actuemos, que intentemos transformar la realidad. De hecho, tanto el motor como los humanos, formamos parte de la naturaleza y somos agentes de cambio como cualquier otro ser vivo o fuerza natural.

Más aun: todo indicaría que aquellas personas que más energía aplican a transformar la realidad, son las principales responsables de los cambios adaptativos imprescindibles para seguir viviendo en un universo que no para de cambiar.

Sin las personas explosivas, revolucionarias, podríamos desaparecer por inadaptación a los cambios naturales.

Todos somos más o menos explosivos, agentes de cambio, motores de la evolución adaptativa, y es la frustración, la compresión, la indignación, el factor imprescindible para que actuemos, reaccionemos, explotemos, nos adaptemos saludablemente.

(Este es el Artículo Nº 2.041)


martes, 22 de octubre de 2013

La avaricia defensiva


Quien nos dificultan ganar el dinero que necesitamos quizá lo hagan por un tipo de avaricia que necesitan para sobrevivir.

Porque mi cabeza funciona así, este artículo está vinculado a otro (1) que publico hoy.

Cuando intentamos ganar el dinero necesario para satisfacer las necesidades y deseos cotidianos, nuestros y de las personas cuya calidad de vida está bajo nuestra responsabilidad, solemos encontrarnos con personas que tienen mucho dinero pero que, sin embargo, son:

Avaras,  tacañas, mezquinas, cicateras, miserables, roñosas, agarradas, usureras, sórdidas, avarientas, interesadas, egoístas, estrechas, ruines, materialistas, pancistas, utilitarias, aprovechadas, económicas, ramplonas, prosaicas, bastas, groseras, toscas, bajas, chabacanas, pedestres, triviales, insulsas, etc.

Estas 29 maneras de calificar a quienes gastan menos dinero del que tienen, que son menos generosos de lo que podrían, que acumulan exageradamente su riqueza, nos hace pensar que tal condición es preocupante y que nos molesta porque nos angustia.

Dicho de otro modo: que en nuestro idioma tengamos que simbolizar de 29 maneras a una misma condición indica que esa condición es inquietante, perturbadora; si no lo fuera, quizá le dedicaríamos dos o tres sinónimos, como para evitar las molestas reiteraciones cuando la describirnos.

Ahora propongo una explicación de por qué alguien adolece de esas 29 dificultades:

Aunque la mayoría tenemos que rompernos la cabeza y la espalda para conseguir el dinero imprescindible, otras personas lo consiguen sin tanto esfuerzo, les llega sin que lo busquen: herencias, rentas, prosperidad.

En el otro artículo publicado hoy les comento que necesitamos no agotar nuestros deseos porque eso sería poco menos que la muerte inminente: la vida depende de que conservemos algunas necesidades y deseos pendientes de satisfacción.

Quienes adolecen de esas 29 características luchan por no quedarse sin deseos; son austeros, disciplinados, espartanos, sobrios, frugales, por temor a quedarse sin deseos por un exceso de satisfacciones.


(Este es el Artículo Nº 2.040)


lunes, 21 de octubre de 2013

Para hacer caca hay que pagar




La lógica del sistema capitalista es perfecta: Quien se satisface, paga y quienes ayudan a satisfacer esa necesidad, cobran.

Los escritores necesitan escribir y sufrirían si no lo hicieran. Sería injusto que cobraran por satisfacerse.

También sería injusto que el lector no pague por gozar de la lectura, pero no sé a quién tendría que pagarle porque el autor, como dije, está siendo beneficiado por el lector por el solo hecho de que este lee lo que aquél escribe.

En los hechos, este asunto se resuelve con relativa facilidad: de cada libro que se vende, al autor le entregan un importe tan pequeño que, con muy buena voluntad, podríamos llamar «honorífico», el vendedor de libros embolsa el 30% y el resto se lo queda la editora.

Claro que el escritor, que tiene el honor de cobrar esa cantidad miserable, tiene también el honor de figurar en la tapa del libro como el autor de la obra, aunque también deberá hacer todo lo que esté a su alcance para aumentar la ventas de cada ejemplar, esto es, hablar con amigos, divulgarlo, aceptar las entrevistas que puedan pedirle de los diferentes medios de comunicación, hacer obsequios empresariales, hacer una presentación ante público, pagar alguna bebida a quienes se queden esperando el otro gran honor: la firma de autógrafos en cada ejemplar.

En suma: el escritor no puede dejar de escribir así como ninguno de nosotros pueden postergar demasiado tiempo la satisfacción de las necesidades fisiológicas que usted bien conoce; por su parte, como todo esto ocurre en un mercado capitalista, existen costos, precios de venta, utilidades, dinero, repartos, derechos, impuestos.

Digámoslo más crudamente: el escritor necesita hacer caca, pero para poder hacerlo tiene que darle intervención a una cantidad de mecanismos del sistema capitalista que el sentido común sería incapaz de imaginar.

(Este es el Artículo Nº 2.039)


domingo, 20 de octubre de 2013

Los avances tecnológicos son revolucionarios



 
La piratería informática es una consecuencia ineludible de los avances tecnológicos, pero los delitos contra la propiedad irán desapareciendo.

Si yo compro un libro y quiero compartirlo con todos mis amigos, estoy perjudicando al autor, al editor y al librero, porque ninguno de ellos ganará por la venta de ejemplares a quienes lean el que yo les presté.

Si yo compro un libro y quiero compartirlo con todos mis amigos, pero no tengo ganas de estar esperando a que uno me lo devuelva para prestárselo a otro, le saco tantas fotocopias como necesite para darles, (ya no prestarles), un juego a cada uno y listo, pero nuevamente aparece el perjuicio para el autor, el editor y el librero.

Si yo compro un libro y quiero compartirlo con todos mis amigos y poseo un escáner que me permita digitalizar cada página de la obra para enviar, a mis amigos, los archivos adjuntos por e-mail, puedo hacerlo con la generación de los perjudicados que mencioné.

Pero como mis amigos tienen muchos amigos y reenviar un adjunto es algo muy sencillo, llegará un punto en que la difusión gratuita será enorme.

Fue por eso que, cuando me encontré con el autor en una feria de libros y lo felicité sinceramente por su gran novela, él me respondió con similar excitación, diciéndome: «¡¿Ah, fue usted quien compró mi libro?!».

Ahora pondré un ejemplo del futuro, aún sabiendo que del futuro no podemos tomar ejemplos.

Los ladrones prefieren robar, en primer lugar, dinero, en segundo lugar, bienes de rápida comercialización.

La tecnología informática avanza aceleradamente para que cada vez más compras se realicen por Internet y se paguen con tarjetas de crédito.

La industria del robo está bajo amenaza, pero las grandes tiendas también. Los correos, mensajerías y administradores de tarjetas de crédito sonríen complacidos.

(Este es el Artículo Nº 2.038)

sábado, 19 de octubre de 2013

No somos tan merecedores de amor desinteresado


Es vergonzoso que seamos tan crédulos, infantiles e ingenuos de suponer que somos tan valiosos como para merecer amor desinteresado.

El objetivo de este artículo es reflexionar sobre qué nos conviene a cada uno, sobre qué es lo mejor para cada uno de nosotros.

Cuando digo «para cada uno de nosotros» estoy pensando en el nivel individual integrado al nivel familiar. En otras palabras: nuestro pensamiento individual incluye los intereses de la familia que tenemos bajo nuestra responsabilidad, incluidas las mascotas.

Por lo tanto, cuando una mujer o un varón adultos piensan egoístamente, lo hacen teniendo en cuenta al propio cuerpo y al cuerpo de esas otras personas que reconocemos alcanzadas por nuestro compromiso de ayudarlas, protegerlas, proveerlas de lo que razonablemente necesitan para tener una calidad de vida digna.

Si bien existen miles de leyes, tenemos que saber, reconocer y no olvidar jamás, que algunos integrantes de nuestra especie obtienen sus ingresos depredándonos legalmente.

Las ideologías de izquierda nos distraen insistiendo con que los empleadores capitalistas son nuestros enemigos, pero lo que propongo comentar en este artículo es que nuestros empleadores no son los únicos que intentan robarnos, estafarnos, engañarnos como a niños.

En todo caso, los empleadores dejaron de ser los más peligrosos porque casi todos tenemos claro que, si estuviéramos en su lugar, también seríamos explotadores.

Lo que sigue siendo una imperdonable vulnerabilidad está en la discapacidad que tenemos para hacer nuestras propias evaluaciones sobre cómo estamos y sobre qué es lo que realmente nos conviene.

Nuestra más vergonzosa discapacidad consiste en que aceptamos los consejos como si alguien pudiera cuidar de nuestros intereses mejor que nosotros mismos.

Es vergonzoso que seamos tan crédulos, infantiles e ingenuos de suponer que somos tan valiosos como para merecer tanta bondad desinteresada.

Acepte mi diagnóstico: ¡usted no inspira tanto amor!