Los motores a explosión y los seres humanos
generamos cambios porque, primero acumulamos presión y luego algo nos hace
estallar.
Los motores a explosión, que mueven
nuestras máquinas, funcionan porque, dentro de ellos, ocurre algo que también
ocurre en los seres humanos.
En los motores se hace
estallar una mezcla explosiva (aire con nafta), de tal forma que la energía
expansiva de esa explosión empuje con fuerza un objeto (pistón). Este violento empujón genera el movimiento
que nosotros aprovechamos para trasladarnos (por tierra, mar o aire), para
activar una máquina de tejer, o un molino, o una cosechadora de trigo.
En otras palabras: lo que genera la energía productiva,
útil, transformadora de la realidad, es el estallido de una mezcla explosiva
mediante una chispa que aparece en el momento más oportuno.
La semejanza con los seres humanos está en que algo (chispa)
nos hace reaccionar cuando acumulamos frustraciones, enojos, indignación
(compresión de mezcla explosiva). Cuando estallamos,
actuamos: reclamando, golpeando, abandonando, construyendo. La educación nos
obliga a moderar nuestras acciones, porque en su origen son tan violentas como
la explosión del motor.
No está mal que reaccionemos, que actuemos, que intentemos
transformar la realidad. De hecho, tanto el motor como los humanos, formamos
parte de la naturaleza y somos agentes de cambio como cualquier otro ser vivo o
fuerza natural.
Más aun: todo indicaría que aquellas personas que más
energía aplican a transformar la realidad, son las principales responsables de
los cambios adaptativos imprescindibles para seguir viviendo en un universo que
no para de cambiar.
Sin las personas explosivas,
revolucionarias, podríamos desaparecer por inadaptación a los cambios
naturales.
Todos somos más o menos explosivos, agentes de cambio,
motores de la evolución adaptativa, y es la frustración, la compresión, la
indignación, el factor imprescindible para que actuemos, reaccionemos, explotemos, nos adaptemos
saludablemente.
(Este es el Artículo Nº 2.041)
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