Como
a los ciudadanos nos interesa ganar dinero divirtiéndonos, permitimos que los
gobernantes se asignen remuneraciones exorbitantes.
Hace poco publiqué un artículo
en el que su título y su contenido son similarmente desagradables. El título
dice Para
hacer caca hay que pagar y, en pocas palabras, el contenido sugiere que
no podemos ganar y disfrutar a la vez, porque la remuneración económica es una
indemnización por el esfuerzo desagradable que tenemos que hacer.
Recuerdo que en el VideoComentario se me
ocurrió poner el ejemplo de alguien que sea contratado para aplicar bronceador
en el cuerpo de una bella persona: sería un abuso pretender recibir más placer
(remuneración) que el que proporciona la tarea misma.
Con esta forma de pensar
podemos acceder a otras reflexiones.
Muchas personas están
convencidas de que las prostitutas gozan con sus clientes de igual forma a como
gozan con su ser amado.
Esta convicción suele surgir
de las propias fantasías eróticas, en las que algunos pueden desear ser objeto
de una violación perpetrada por un grupo de personas; otros pueden fantasear
con que tienen sexo con personas conocidas, famosas, familiares directos.
Estas fantasías estimulantes
refuerzan secretamente el placer de quienes las utilizan; difícilmente las
comenten con alguien, pero sin embargo, como somos inevitablemente coherentes,
la existencia de esas secretas fantasías colabora para suponer que las
prostitutas gozan al mismo tiempo que cobran por el servicio sexual.
Nuestros gobernantes harían cualquier
sacrificio con tal de gozar del placer
alucinógeno que reciben ejerciendo el poder. Somos testigos del esfuerzo
agobiante que hacen para obtener los votos que les permitan conseguir esa droga.
Como
a los ciudadanos nos interesa ganar dinero divirtiéndonos, permitimos que los
gobernantes se hagan los gustos y que además cobren sueldos que, por lo
general, la economía del país no permitiría pagar.
(Este es el Artículo Nº 2.049)
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