miércoles, 16 de octubre de 2013

El empleador esclavo del obrero



 
Si bien un obrero recibe órdenes de su empleador, también debe someterse a otras exigencias cuando trabaja por cuenta propia.

Imaginemos un agricultor que vive de lo que cultiva en su parcela. Se levanta muy temprano, de lunes a domingo, trabaja hasta que se pone el sol, y así todas las semanas.

Con este trabajo, que hace diariamente, consigue todo lo que necesita, ya sea directamente porque él y su familia se alimentan de muchos productos ahí cultivados, o indirectamente, porque vende los excedente de lo que produce y no consume, con lo cual consigue dinero que destina a comprar lo que necesita pero no produce: calzado, electrodomésticos, vestimenta.

Si se emplea en una fábrica ocurre algo similar: la empresa para la cual trabaja le pide que haga un esfuerzo, como el que hace en su terreno, y a cambio le paga, con algo de lo que produce dicha fábrica, pero en la mayoría de los casos con dinero.

Es probable que este obrero no trabaje todos los días, como en la parcela, sino que solo trabaje de lunes a sábado y no «de sol a sol», sino 8 horas con media hora de descanso.

Los riesgos de dichos emprendimientos también son diferentes: en el campo el agricultor debe soportar los fenómenos climáticos adversos, el pago de impuestos, las plagas, las fluctuaciones del mercado, mientras que todos los riesgos en la fábrica los corre su propietario.

Podemos comparar ambas situaciones para decir que la empresa empleadora es, para este trabajador, como su parcela.

Podemos forzar esta descripción hasta decir que el obrero es un poco esclavo de la tierra, mientras que su empleador (el dueño de la fábrica) es un poco esclavo del obrero, porque le asegura a este ciertas condiciones de trabajo que el campo no le ofrece.

(Este es el Artículo Nº 2.034)

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