El psicoanálisis nos ofrece algunas ideas útiles.
Conocer las debilidades y las fortalezas humanas, propias y ajenas, es
rentable.
Parece que es cierto aquello
de que «todos los extremos son malos» y el psicoanálisis trata de contribuir, a
su manera, para que todos podamos mantenernos lo más cerca posible de los
«extremos», pero sin llegar a ellos porque, según el refrán, «son malos».
La cultura nos impone un malestar, gracias al cual andamos por la vida soportando
dos fuentes de incomodidad:
— la natural, que nos provoca hambre para que comamos, cansancio para
que durmamos, miedo para que huyamos o ataquemos; y
— la cultural, que nos provoca asco ante lo que no deberíamos aceptar;
vergüenza, para que la sensación de ridículo nos mantenga atentos a cómo
actuamos ante los demás; el pudor, para que seamos temerosos de la sexualidad y
de los placeres en general.
El psicoanálisis nos ofrece,
como su nombre lo indica, una análisis de la psiquis, para que manejemos
nuestra vida con un poco más de criterio, para que podamos observarnos cómo las
circunstancias nos llevan para un lado y para el otro (determinismo y no libre
albedrío), para que podamos tener una explicación más o menos confiable de cómo
somos, de cómo podríamos ser y de cómo sería imposible que llegáramos a ser,
aunque algunas creencias idealistas nos alienten a buscar logros imposibles,
aunque muy seductores.
El psicoanálisis, por ejemplo,
nos dice que solo somos cuidadosos con nuestras propiedades, pero que tenemos
escasa aptitud para cuidar los bienes ajenos.
Quien sabe cómo funciona la
psiquis humana, (la propia y la ajena), está mejor preparado para ganarse la
vida que otro a quien le parece que los humanos somos honestos, confiables,
responsables, cuidadosos de lo ajeno.
Conocer las debilidades y las
fortalezas humanas, propias y ajenas, es rentable.
(Este es el Artículo Nº 2.043)
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