La industria del cine tendrá que pagar salarios más
reducidos porque muchas películas pueden verse gratis desde los hogares.
No siento piedad para criticar
la pobreza intelectual que nos afecta a todos. Es una de nuestras peores
enemigas porque nos sabotea cuando intentamos mejorar nuestra calidad de vida.
Apelando a mecanismos de
defensa tales como la:
— alianza con el enemigo, esto es, maravillarnos de
nuestra estupidez, pero bautizándola ingenuidad,
idealizamos al ser humano tonto, ignorante, que trabaja como un burro y que,
por lo tanto, no aspira más que a un pesebre con suficiente agua y comida; o
apelando a otro mecanismo de defensa tal como es la
— negación, es
decir, ignorando deliberadamente los errores que cometemos cuando evaluamos
nuestras posibilidades en el mercado laboral; o apelando a una
— formación reactiva,
esto es, considerar que la única manera éticamente adecuada de interpretar lo
que percibimos, no debe ser en base a la realidad tal cual es sino a una
concepción basada en lo que debería ser, según la filosofía idealista que más
nos gusta.
Por ejemplo, corresponde que todos quienes trabajen reciban
un salario. Como así debería ser entonces los idealistas lucharán para que
todos los trabajadores reciban salarios dignos..., sin importar la utilidad que
tenga ese trabajo.
Los idealistas, felices de sabotear su calidad de vida
porque anteponen la defensa de sus prédicas, insistirán en que no importa que
un trabajador sea útil al colectivo que integra, lo único que importa es que él
necesita un salario, haga lo que haga para ganárselo.
La industria cinematográfica mueve millones de dólares, sus
trabajadores ganan fortunas, pero resulta que ahora muchos espectadores no
pagan más la entrada al cine porque prefieren bajar de Internet un archivo de
la película y mirarla gratis en sus casas. ¿Seguirán cobrando fortunas aquellos
trabajadores multimillonarios?
(Este es el Artículo Nº 2.046)
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