El ser humano es el único animal que puede
enriquecer, siempre y cuando sepa cómo usar el dinero.
Si hacemos un análisis incompleto de cómo son las personas
ricas, podríamos señalar que tienen algunas características imprescindibles.
Por ejemplo, tienen la suerte
de adaptarse bien a las condiciones de vida que les tocó en suerte.
Esa suerte consiste en que el
cuerpo no les pide más alimentos después que comieron lo suficiente. Algo
dentro de ellos hace que la saciedad sea efectiva y dejan de ingerir alimentos
cuando se quedan sin hambre.
Otra particularidad consiste
en que tienen paciencia, no sufren de ansiedad, saben esperar, postergar,
buscar el momento adecuado. Si desean comprar una cama más cómoda, buscan las
mejores ofertas, los mejores diseños, consultan a los que saben sobre muebles,
sobre ergonomía, sobre cuál es la mejor temporada según sea la dinámica
habitual de ese tipo de comercios.
También tienen paciencia para
encontrarle un buen destino a la cama que desean cambiar, porque quizá tenga
algún valor económico que no deberían desperdiciar, porque quizá puedan usarla
para remunerar el servicio de algunas personas que la acepten como parte de
pago, porque quizá alguna sociedad filantrópica haría un buen uso de ella.
El resto de los mamíferos
regula la cantidad de alimento, disponible en el hábitat que ocupan, comiendo
mucho cuando hay abundancia y generando tejido adiposo para cuando escasee,
pero los humanos no tenemos necesidad de utilizar nuestro tejido adiposo porque
disponemos de refrigeradores que conservan los alimentos por mucho tiempo y
tenemos dinero que podemos ahorrar para gastarlo en los períodos de recesión.
Las personas ricas utilizan
estas comodidades, pero las personas pobres gastan mucho cuando tienen mucho y
se endeudan cuando tienen poco. Se comportan como animales silvestres siendo
que el enriquecimiento solo es posible entre seres humanos.
(Este es el Artículo Nº 2.031)
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