Los
escritores necesitan escribir y sufrirían si no lo hicieran. Sería injusto que
cobraran por satisfacerse.
También
sería injusto que el lector no pague por gozar de la lectura, pero no sé a
quién tendría que pagarle porque el autor, como dije, está siendo beneficiado
por el lector por el solo hecho de que este lee lo que aquél escribe.
En
los hechos, este asunto se resuelve con relativa facilidad: de cada libro que
se vende, al autor le entregan un importe tan pequeño que, con muy buena
voluntad, podríamos llamar «honorífico», el vendedor de libros embolsa el 30% y
el resto se lo queda la editora.
Claro
que el escritor, que tiene el honor de cobrar esa cantidad miserable, tiene
también el honor de figurar en la tapa del libro como el autor de la obra,
aunque también deberá hacer todo lo que esté a su alcance para aumentar la
ventas de cada ejemplar, esto es, hablar con amigos, divulgarlo, aceptar las
entrevistas que puedan pedirle de los diferentes medios de comunicación, hacer
obsequios empresariales, hacer una presentación ante público, pagar alguna
bebida a quienes se queden esperando el otro gran honor: la firma de autógrafos
en cada ejemplar.
En suma: el escritor no puede dejar de
escribir así como ninguno de nosotros pueden postergar demasiado tiempo la
satisfacción de las necesidades fisiológicas que usted bien conoce; por su
parte, como todo esto ocurre en un mercado capitalista, existen costos, precios
de venta, utilidades, dinero, repartos, derechos, impuestos.
Digámoslo
más crudamente: el escritor necesita hacer caca, pero para poder hacerlo tiene
que darle intervención a una cantidad de mecanismos del sistema capitalista que
el sentido común sería incapaz de imaginar.
(Este es el Artículo Nº 2.039)
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