jueves, 31 de enero de 2013

Trabajar es parte del funcionamiento orgánico saludable




 
El desgano laboral es una enfermedad generalmente no diagnosticada pues trabajar es parte del funcionamiento biológico normal.

En el copete, (o colgado),  de un artículo de reciente publicación (1) digo textualmente:

«Trabajar no depende de nuestra voluntad. Porque formamos parte de la Naturaleza, trabajar es inevitable».

Como siempre ocurre, quienes no admiten que el libre albedrío no existe sino que estamos inexorablemente determinados por factores naturales (genética, aprendizaje, escenario actual), no pueden entender las propuestas que derivan lógicamente de esta hipótesis (el determinismo).

En el caso del mencionado artículo trabajar es tan inevitable como cualquier otra acción que debamos hacer porque los factores que nos influyen dan como resultado esa única respuesta.

En dicho artículo les decía que siempre que nuestro organismo esté dotado del fenómeno vida existirá un trabajo sin el cual ese fenómeno vida (2) se interrumpiría (muerte).

La salud es un estado en el que todos los trabajos se están realizando adecuadamente: el corazón trabaja bien, los pulmones hacen su tarea, el aparato digestivo cumple con sus objetivos específicos, y así todas las funciones que, coordinadamente, nos mantienen con vida y sin malestares ni pronósticos preocupantes (enfermedad grave).

No trabajar es una forma de enfermedad porque no estamos haciendo lo que sería necesario para vivir: conseguir alimentos, higienizarnos, conservar nuestra vivienda en condiciones habitables, desplazarnos de un lugar a otro, interactuar con otras personas.

Los períodos durante los cuales nuestra cantidad de trabajo desciende para descansar o no conseguimos una tarea remunerada por dificultades en el mercado laboral, o estamos afectados por un desgano que nos impide hacer esfuerzos, son períodos en los cuales nuestra salud está alterada, ya sea porque necesitamos el descanso para recuperarnos o porque las condiciones de vida son enfermantes o porque directamente, tenemos una enfermedad no diagnosticada caracterizada por no poder trabajar.

   
(Este es el Artículo Nº 1.777)

miércoles, 30 de enero de 2013

Servicio de encarcelamiento pre-pago




Si viviéramos en una sociedad salvaje, primaria, básica, no contaríamos con una cantidad de protecciones que tenemos en una sociedad civilizada, sofisticada, compleja.

A medida que avanza el perfeccionamiento de nuestas formas de convivencia, contamos con más y más formas de evitarnos problemas, accidentes, pérdidas, así como también contamos con más recursos para compensar las pérdidas que igualmente nos afecten cuando esos mecanismo protectores fallan.

Por ejemplo: un sistema de salud nos cobra cierta cantidad de dinero mensual para que, en caso de enfermarnos, nos atienda prácticamente gratis... porque previamente habíamos pagado una cuota mensual sin generarles gasto alguno.

Adecuadamente denominamos «seguro de salud» o «seguro por enfermedad» a esta institución.

Este planteo parece perfecto si no fuera por un dato que generalmente no se considera pero que nos influye significativamente.

Las instituciones encargadas de atender estos seguros de salud son unidades economías como cualquier otra, aunque suele decirse que no tienen fines de lucro.

Tienen ingresos económicos cobrando una cuota mensual a los afiliados y tienen sus egresos en forma permanente para pagarle salarios a todo el personal que deberá actuar inmediatamente a la solicitud de servicio de algún afiliado.

En otras palabras: para que funcionen estas instituciones tiene que haber empleados que cobren sus salarios permanentemente para que la atención de salud no tenga demora cuando se la solicite (enfermedad, accidente).

Para conservar el equilibrio económico, estas instituciones necesitan aumentar al máximo sus ingresos (valor de las cuotas, cantidad de afiliados) y disminuir al máximo la solicitud de servicios.

Para cumplir este último objetivo, quienes pagan las cuotas son presionados para que tomen cuidados extremos con su salud, lo cual implica dedicar un gran esfuerzo a cuidarse obsesivamente.

(Este es el Artículo Nº 1.776)

martes, 29 de enero de 2013

Trabajar no es un acto voluntario



   
Trabajar no depende de nuestra voluntad. Porque formamos parte de la Naturaleza, trabajar es inevitable.

Estamos acostumbrados a pensar que trabajar consiste en levantarse temprano, vencer el deseo de quedarnos acostados un rato más, refunfuñar porque no desearíamos bañarnos tan temprano, desayunar algo porque tenemos hambre aunque nos gustaría hacerlo una o dos horas después, vestirnos con una ropa inadecuada para pasar bien, salir de nuestra casa para incorporarnos a un medio colectivo de transporte lleno de personas que están padeciendo las mismas sensaciones de inoportunidad que nosotros, y todo lo demás que usted conoce por experiencia.

Como vemos, nuestro destino parece incluir inexorablemente el malestar, la frustración, la incomodidad, la abundancia de razones para sentirnos molestos, tristes, frustrados.

Así lo vemos la mayoría de los humanos.

Sin embargo, no es esta la única manera de interpretar estos datos de la realidad.

También podemos denominar «trabajo» a cualquier proceso de cambio. Lo que hay entre una situación original A y una situación final B, es trabajo, es decir, algún tipo de esfuerzo especializado en la transformación de una situación en otra.

Cuando concurrimos a nuestro lugar de trabajo luego de haber superado tantas molestias como las indicadas más arriba, aplicaremos nuestra energía corporal, (muscular, intelectual, artística), a modificar situaciones: materia prima en productos terminados, problemas en soluciones, necesidades insatisfechas en satisfacción de necesidades.

Este fenómeno transformador tiene idénticas particularidades a lo que ocurre en toda la naturaleza, incluido nuestro propio funcionamiento orgánico: digestión, circulación sanguínea, metabolismo.

Me animaría a proponer una generalización: la Naturaleza «trabaja» constantemente para recomponer equilibrios que se pierden frecuentemente.

Ocurren desequilibrios cuando gastamos nuestra energía y sentimos hambre, cuando tenemos cansancio y sentimos sueño, cuando se acumula mucho vapor en el aire y llueve.

En suma: No trabajamos porque queremos sino porque trabajar es inevitable.

(Este es el Artículo Nº 1.775)

lunes, 28 de enero de 2013

La venganza del recién nacido




Un niño que no se sintió bien tratado en su primera infancia puede generar un adulto que se vengue de toda la sociedad.

No merece mucha fundamentación asegurar que los seres humanos somos vengativos.

Se dice que la gran revolución filosófica que propuso Cristo tenía algo que ver con este espíritu vengativo que engalana la psiquis de los humanos, generalmente tan orgullosos de su especie, capaces de despreciar a otras porque son tan estúpidas que no se toman venganzas terribles contra quienes las perjudicamos.

Un conocido soberano de Babilonia (Hammurabi – 1792-1750 antes de Cristo) creó un código en el que se estipulaba la normativa según la cual, «Ojo por ojo y diente por diente». Me refiero a la Ley del Talión.

Es increíble que en pleno siglo 21 se sostenga que esta Ley era cruel cuando no faltan respetables ciudadanos que son capaces de matar a quien intente robarle su vehículo.

La Ley del Talión no es otra cosa que la obligatoria proporcionalidad que se les exige a quienes actualmente se defiendan de cualquier ataque. Según esta Ley del Talión del actual siglo 21, sería esperable que si alguien roba tu vehículo, tú le exijas una indemnización similar al valor del bien y no mil veces mayor.

Y ahora me aparto solo aparentemente del tema.

La condición vengativa de los seres humanos podría ser la causa de que unas primeras experiencias de vida con la madre o quien hagas las veces, genere conductas agresivas inexplicables sin contar con el concepto “venganza”.

Si una madre tiene la particularidad de hacer esperar a su hijo, exponiéndolo a fuertes dolores por hambre, incertidumbre de abandono, angustia, porque ignora sus llantos de hambre, soledad, frío o falta de higiene, sería lógico que ese niño se vengue de todos nosotros pues fuimos representados por ella.

(Este es el Artículo Nº 1.774)