La Universidad formal tiene algo valioso: desarrolla en los
estudiantes una disciplina personal que la Universidad de la Vida difícilmente
logre.
Algunas personas se sienten orgullosas de
haber estudiado en la Universidad de la Calle, también llamada Universidad de
la Vida.
Yo tuve la suerte de haber estudiado en las
dos y me siento con cierta autoridad para decir que las dos tienen
características buenas y malas.
En los hechos diría que ninguna de las dos es
mejor que la otra, porque como acabo de decir, ninguna de las dos nos aporta
todo el conocimiento necesario para librarnos de los problemas que tenemos los
seres vivos: temores, incertidumbres, inexperiencia, datos erróneos, creer que
sabemos, suponer que los no-egresados de alguna de esas Universidades son personas menos valiosas que los egresados, pensar que vendrán
a buscarnos para darnos trabajo, imaginar que nuestro salario será
necesariamente mejor que el de otros trabajadores no-egresados, y un sin fin de
ineficiencias que volverán ineficaz nuestra gestión laboral, con miras a
conseguir los recursos económicos que necesitamos para fundar y solventar una
familia.
Como
la mayoría de los trabajadores es egresada de la Universidad de la Calle (o de
la Vida), les comentaré algo de la otra Universidad, la de los eruditos, la que
impone ciertas formalidades para alcanzar alguna titulación.
—
Existe el prejuicio entre los potenciales empleadores que la Universidad de la
Calle es desprolija, indisciplinada, imprevisible, contradictoria, incompleta,
poco confiable;
—
Tenemos que reconocer que los prejuicios de los empleadores afectan a los
buscadores de empleo, por lo que la Universidad de la Vida es más apta para
aquellos jóvenes que prefieran prescindir de trabajar para otros y prefieran
trabajar por cuenta propia;
—
Lo más valioso de la Universidad formal es que desarrolla una disciplina
personal que la Universidad de la Vida difícilmente logre.
(Este es el Artículo Nº 1.769)
●●●
13 comentarios:
La discriminación entre oficios y profesiones no tiene mucha lógica. Creo que es necesario pensar más para resolver cómo satisfacer el pedido de un cliente que quiere un modular bueno, bonito y barato, que para hacer la escritura de una casa.
Nos hacemos en el ejercicio de nuestra profesión. Y cuando la amamos, como usted dice. Ejercer sin amor será una forma de ganarse la vida, pero no es una forma satisfactoria de vivir.
Si bien es cierto que de lo que estudiamos es poco lo que recordamos, va quedando un sedimento que permite el asentamiento de los conocimientos nuevos.
De acuerdo con Enrique. Cuesta evocar pero eso no significa que se olvide.
Uno se olvida de lo que estudió cuando se enfrenta a la realidad y tiene que volverse creativo para ser útil.
Todo estudio académico tiene como fin subyacente aprender a obedecer. Así se aumenta la sensación de minusvalía que en mayor o menor medida arrastramos durante toda la vida, casi todos.
Cuando era estudiante lo único que me interesaba era encontrar las fallas, desarrollar críticas interesantes. Cuando salía vencedor era enorme mi satisfacción.
Ahora no gano mucho dinero pero mantengo la misma actitud.
Me pasó algo parecido a lo de Lautaro pero después me fui achanchando. Es triste corroborarlo.
Me cansé de que me echaran de todos lados. Necesito pertenecer a algún lugar.
A los padres nos importa que nuestros hijos sean disciplinados porque desde pequeños los quisimos controlar. Sea para protegerlos o por nuestros propios miedos. El miedo a la locura es uno de ellos. Salirse de la norma te hace sentir un poco loco.
Para ser psicólogo la Universidad de la Vida es fundamental. Y el análisis propio, por supuesto. Hay que conocerse y conocer mucha gente de distintos lugares, ocupaciones, estractos sociales.
Fui y sigo siendo carne de cañón de los psicólogos. Conocí algunos buenos, pero la mayoría dejaban mucho que desear.
Quienes son independientes; los que no son empleados, necesitan disciplina, pero más que nada vitalidad. No se puede tener vitalidad si no se es uno mismo. Es difícil ser empleado y a la vez ser uno mismo.
Salomón decía que el amor es parte de la sabiduría. Para ejercer con éxito cualquier oficio o profeción se necesita sabiduría. De ella se desprende el amor; es decir la aceptación del otro, la serenidad para soportar la desconfianza, la templanza para perder, sufrir y frustrarse, la curiosidad puesta en los vínculos, en los semejantes, en las otras vidas que nos rodean.
De jóven fui empleado y de viejo creé mi propia empresa. Necesité ganar confianza en mi mismo. Lo logré a través de la observación y la experiencia.
Publicar un comentario