sábado, 31 de enero de 2009

Lo quiero para esta vida

Si tomamos distancia para observar mejor la conducta humana a lo largo de la historia, podríamos concluir que el capitalismo se caracteriza por favorecer la competencia a muerte por miedo a la muerte.

Parece un juego de palabras pero no lo es. Esta lucha encarnizada por obtener los mayores logros materiales tiene detrás la búsqueda de una mejor calidad de vida y sobre todo de una mayor CANTIDAD de vida.

El espíritu que anima esta forma de encarar la vida (el capitalismo) trata de generar muchos recursos para alentar la investigación en medicina que permita erradicar todo lo que puedan ser causas de muerte (o sufrimiento).

También se hacen grandes inversiones en la «anti-medicina», es decir en armas para aniquilar a quienes podrían aniquilarnos o quitarnos recursos.

La creencia en vidas futuras ha perdido terreno. Este descrédito puede tener su origen en que cada vez toma mayor espacio el pensamiento científico, que sólo valida aquello que pueda ser demostrado y —de ser posible—, reproducido en un laboratorio.

Los recursos del planeta están administrados (salvo rarísimas excepciones) con criterios capitalistas. Como todos necesitamos obtener algunos de esos recursos para poder seguir subsistiendo, no tenemos más remedio que aceptar esas reglas de juego.

Es razonable que para ciertas personalidades esta aceptación constituya un esfuerzo sobrehumano y que por ese motivo sean estas personalidades las más expuestas a la pobreza patológica.

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viernes, 30 de enero de 2009

La eyaculación monetaria

La forma de pensar del psicoanálisis está más cerca de la poesía que de la matemática.

Es así porque nuestras acciones (según el psicoanálisis) están más influidas por las emociones (con origen en el inconciente) que por el raciocinio (con predominio de la conciencia).

Con esta forma casi poética que usamos para pensar nuestra conducta, es posible comparar la billetera con el escroto (saco de piel que contiene los testículos).

En esta línea, los billetes pueden compararse con los espermatozoides.

Los chistes sobre que las mujeres le gastan el dinero a los hombres, tienen su gracia porque inconcientemente estimulan esta asociación que propongo.

Los chistes en sentido opuesto, esto es, que los hombres somos más cuidadosos con nuestros gastos, se vincula con que los testículos son nuestra zona más vulnerable. Un mal golpe nos deja rápidamente fuera de combate.

Las mayores tasas demográficas (familias con más hijos) se dan entre las clases económicamente más pobres porque, por razones culturales, no pueden pensar la comparación que propongo y sólo progresan produciendo espermatozoides en forma concreta y no en forma simbólica como lo hacemos quienes podemos comparar dinero-esperma.

En suma: Esta sutil comparación espermatozoides-dinero puede ser otra causa de la pobreza patológica, ya que cuando hemos desarrollado el intelecto para comprenderla, podemos aplicar nuestro esfuerzo a producir algo más que hijos.

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jueves, 29 de enero de 2009

Ya sé cómo perder

La palabra «rating» aún no figura en el Diccionario de la Real Academia ... a pesar de que es uno de los vocablo más usados por los medios de comunicación. Quizá se trate de un descuido de los responsables de la actualización del referido manual.

Por ahora deberíamos manejarnos con la expresión «índice de audiencia» ... que es mucho más extensa y menos popular.

Pues bien, con el permiso de los señores académicos digamos que el rating marca cuan aceptado es un producto en el mercado. Es un índice de aprobación, de agrado, de complacencia, de acierto en los gustos de la gente.

Aunque parezca un escepticismo radical, no estoy tan seguro de que sea posible influir sobre nuestro rating, esto es, hasta qué punto somos aceptados socialmente, y más específicamente, en el mercado laboral (que es al que apunta este blog).

Lo que sí me parece más creíble es que haya una relación entre nuestro afán de logro y el éxito de nuestros emprendimientos.

Dicho de otra forma: si en lo más profundo de nuestro corazón deseamos tener una vida espartana, frugal, carenciada, mínima, prescindente, con la mayor escasez posible, es casi seguro de que podremos lograrlo. El deseo (conciente o inconciente) de ser pobres difícilmente se vea frustrado por la realidad.

Resumiendo: No sé (aún) si existe una fórmula para el éxito económico, pero ya me convencí de que es bastante sencillo procurar la pobreza y que a veces la buscamos inconcientemente.

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miércoles, 28 de enero de 2009

Mi amigo Dios

Un dios es un ser superior que posee todas las virtudes en grado extremo. Es inmortal, lo sabe todo, lo puede todo y está en todos lados.

A ese ser imaginario se le atribuyen algunas particularidades que también posee el dinero.

El dinero es inmortal porque no es un ser vivo; lo puede (casi) todo y está en todos lados (por qué es de uso universal). Queda afuera que «lo sabe todo» … aunque con él se puede comprar bastante información.

Esta incapacidad de «saberlo todo» se compensa con creces en que Dios tiene una existencia dudosa mientras que el dinero tiene una existencia verdadera.

Sin embargo, esa existencia imaginaria de Dios lo hace más amigable porque cada uno puede suponer las características guiado por su gusto y placer mientras que el dinero, por ser de existencia real, nos prohíbe fantasear con él.

Los creyentes creen saber más de su Dios que del dinero y seguramente sea así por la libertad que cada uno tiene de diseñarlo a su antojo.

De estas dos entidades que participan en nuestra vida cotidiana, nos llevamos bien con Dios porque lo imaginamos a nuestro gusto —pero no nos da de comer— y nos llevamos mal con el dinero porque no lo podemos imaginar sino que nos impone su realidad —pero él si nos da de comer—.

Este hecho podría ser una causa de pobreza patológica.

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martes, 27 de enero de 2009

La gran familia de los pobres

La soledad es algo muy difícil de sobrellevar. La mayoría la evitamos por dolorosa. Sólo unos pocos tienen recursos anímicos que los salvan de esta sensación.

La percepción subjetiva de soledad se parece en algo a lo que en meteorología se llama «sensación térmica», esto es, qué temperatura siente nuestro cuerpo. Por ejemplo, no es lo mismo 10º con viento que sin él; no es lo mismo 30º con humedad que sin ella.

Algunas personas ya se sienten acompañadas con un perro mientras que otras necesitan además algún ser humano. Otros necesitan más seres humanos, y algunos necesitan grandes o enormes grupos de pertenencia. Estos necesitan saber que forman parte de la mayoría, porque si no sienten esto, su percepción subjetiva («sensación térmica») les indica que están solos y por tanto se angustian, sufren.

Seguramente todos conocemos personas que forman parte de grandes colectivos. Son hinchas del equipo deportivo más populoso, adhieren a las causas más convocantes, hablan de lo que habla todo el mundo, se visten como la mayoría, integran Facebook, etc.

(Lamentablemente) la gente con escasos recursos económicos conforman un grupo mayoritario. Los pobres son mayoría dominante en casi todo el planeta. Si bien no se puede comparar un pobre de un país rico con un pobre de un país del tercer mundo (porque el primero vive menos mal que el segundo), el hecho es que en ambas zonas los pobres son mayoría.

Este puede ser otro motivo por el que muchas personas están en esta situación: porque de no integrar una mayoría, padecerían angustia por sentirse solos.

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lunes, 26 de enero de 2009

Estamos pobres por ser honestos

«Todos los ricos son delincuentes».

Seguramente usted habrá escuchado esto alguna vez y me detengo para hacer dos comentarios.

1) Quien dice esto se está refiriendo a alguien que económicamente está por encima suyo. Por ejemplo, si es un auxiliar contable en un supermercado, puede pensarlo de su jefe porque tiene un auto; si es este jefe, se está refiriendo al dueño de la empresa; si es el dueño de la empresa, se está refiriendo a un mayorista que tiene una empresa diez veces más valiosa que la suya; etc.

2) No solamente es cierto que los ricos pueden ser delincuentes sino que además es muy útil tener esta creencia. Cuál es la ventaja de pensar así? Es la siguiente:

Ascender económicamente es mucho más difícil que descender. Si nos convencemos de que aquellos que progresaron lo hicieron robando, podemos dar por sentado que nuestra actual escasez corresponde a nuestra acrisolada honestidad (lo cual es un mérito nada despreciable).

En suma: Sólo existen motivos a favor para creer que nuestra falta de progreso se debe a cualidades humanas muy valiosas (honestidad, escrúpulos, ambición moderada).

Ironías a un lado, seguramente existen ricos delincuentes, pero una mayoría posee cualidades especiales y un objetivo muy firme de llegar a tener esa fortuna.

Una vez más, la creencia en cosas o situaciones indemostrables (la deshonestidad de los ricos) está al servicio de la irresponsabilidad, de la falta de pujanza y de apegarnos a lo que resulte más cómodo.

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domingo, 25 de enero de 2009

«Hoy actúa John Money»

El dinero es una mercancía que puede canjearse por cualquier otra mercancía. Cuando el dinero no existía, las personas tenían que destinar mucho tiempo y energía en encontrar a quien tuviera lo que necesitáramos y que casualmente necesitara lo que teníamos para ofrecer.

Con dinero en nuestro poder, sólo tenemos que dedicarnos a buscar a quien posea lo que necesitamos porque seguramente aceptará nuestra mercancía-dinero.

La cualidad de ser universalmente aceptado lo ubica en el tope del ranking de popularidad. ¿Se imagina a un artista que fuera aplaudido por todos? ¿Que todas las personas estuvieran dispuestas a pagar una entrada para ver su actuación?

Como todos necesitamos ser aceptados y amados, toda persona u objeto que logre ese propósito, se constituirá en un modelo a imitar. Querremos parecernos a quien (o «a lo que») tenga la posibilidad de ser aceptado y amado.

Aunque bastante criticada, la envidia es el sentimiento que todos tenemos hacia quien (o «hacia lo que») logra ese preciado objetivo: ser aceptado y amado.

La envidia es criticada porque incluye el deseo de comerse al envidiado en la creencia de que así incorporaremos eso que lo vuelve aceptado y amado. Por lo tanto, la envidia incluye un deseo criminal.

Volvamos al dinero. En nuestra psiquis es, además de una mercancía, un símbolo que representa «lo más aceptado y amado». Por eso sentimos hacia él envidia y deseos criminales de incorporar su fantástica popularidad.

Con este trasfondo afectivo, no es raro que mucha gente esté enemistada con el dinero y lo mantenga lo más lejos posible, provocándose así la pobreza patológica.

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sábado, 24 de enero de 2009

Siempre aparece alguien más astuto

Explicaré a continuación una estafa muy conocida, que cada tanto alguien logra perpetrarla y que produce pérdidas enormes a los damnificados.

Se basa en algunos principios muy sencillos, que paso a explicar:

1º) El estafador debe ser alguien que se haya ganado la confianza de sus víctimas.

2º) Las víctimas son personas que se perjudican porque se dejan llevar por una ambición exagerada, así que cuando todos nos enteramos de su desgracia, no nos amargamos mucho y hasta aplaudimos secretamente al estafador.

Receta: El «estafador confiable» ofrece tasas de interés más altas que todos los demás. Esto hace brillar los ojitos codiciosos de ciertos inversionistas quienes, poco a poco, se van animando a entregar sus fortunas.

Como la desconfianza de los ricos es alta, al principio están muy atentos al cobro de los intereses.

A medida que pasa el tiempo y todo funciona bien, disminuye la desconfianza y la ambición empieza a ganar terreno. Con más credibilidad, hacen más y más depósitos en la empresa del «estafador confiable».

Cuando la magnitud de los depósitos llega a cierto punto, el estafador desaparece con todo el dinero, generando todo tipo de emociones y crisis cardíacas.

Este genio de las finanzas tramposas, lo que hacía era destinar parte de los nuevos depósito al pago puntual de los intereses.

El ejemplo más reciente corresponde al financista norteamericano Bernard L. Madoff (foto), que aparentemente logró embolsarse la friolera de U$S 50.000.000.000 (cincuenta mil millones de dólares), siendo algunas de sus víctimas nada menos que la mujer más rica del mundo (Liliane Bettencourt, dueña de L’Oreal), Pedro Almodóvar, Steven Spielberg y otros miles de «inversionistas» no tan notorios.

(Este artículo se complementa con Soy el hijo predilecto de Dios)

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viernes, 23 de enero de 2009

El crédito y el más allá

Las creencias en una vida después de la muerte nos llenan de esperanza, precisamente con una de las cosas más trágicas que tiene la existencia y que es la muerte.

Como idea es bastante insostenible, no existe ninguna prueba mínimamente aceptable de que haya otras vidas anteriores y posteriores a la actual, pero el hecho es que de todos modos, personas inteligentes, suficientemente informadas, con una racionalidad bien desarrollada, igual se permiten albergar este tipo de esperanzas.

Sin embargo, dentro de nuestra existencia objetiva y tangible (la actual), existe un fenómeno que se le parece bastante y que puede ser interesante reconocerlo como tal.

Cuando alguien compra un bien a pagar en el futuro, lo que está haciendo es disfrutarlo antes de haber generado los recursos que habrán de convertirlo en propio.

Si compramos un inmueble con la promesa de pagarlo en cuotas mensuales durante los próximos 25 años, de alguna manera estamos viviendo hoy una vida futura. Esto es real, no es una ilusión ni una creencia.

Cuando aún no se habían inventado los préstamos hipotecarios, las personas tenían que ahorrar mes tras mes una parte de sus ingresos para finalmente, al cabo de muchos años, hacer esa compra al contado. Sin este producto financiero (préstamos hipotecarios) primero había que «vivir trabajando» para luego disfrutar la casa propia.

Los préstamos hipotecarios nos permiten vivir hoy una vida futura, contando con que habrá un más allá, claro que en ningún caso figura la muerte. Es un más allá de hoy, no un más allá de la muerte.

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jueves, 22 de enero de 2009

Pobreza autocurativa

Un par de comentarios sobre el artículo de anteayer titulado «Mi perro aún no vota» me sugirieron otra forma de ver lo mismo.

Algunos ciudadanos padecen una restricción en sus libertades porque la sociedad entiende que pueden actuar de una forma perjudicial para sí mismos o para los demás.

Así tenemos personas medicadas por la psiquiatría que, como se dice en la jerga médica, están «químicamente enchalecados» (aludiendo al chaleco de tela que suele usarse para controlar los movimientos de los pacientes que cursan una crisis de agitación corporal).

Esta limitación de los movimientos de una persona se hace porque se entiende —como dije— que de lo contrario podría perjudicar o perjudicarse.

La pobreza también podría considerarse un «chaleco económico».

Estaremos de acuerdo con que la escasez de recursos materiales restringe fuertemente la libertad de los ciudadanos y bien podríamos pensar que esta situación es la consecuencia de un diagnóstico según el cual esa persona, con más dinero, no sabría darle un uso conveniente para sí mismo o para la sociedad.

Hasta donde conozco, la diferencia con el enchalecamiento químico (donde el diagnóstico y tratamiento lo provee un psiquíatra), en este caso es el propio ciudadano quien tiene una actitud saludable (autocurativa) privándose en lo posible de algo (el dinero) cuya tenencia lo hace sentir mal, lo preocupa, le impone una disciplina que lo enferma, teme que alguien lo lastime para robárselo, su ideología religiosa lo hace sentir pecador o impuro... y me quedo con la convicción de que esta lista de motivos es muy incompleta.

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miércoles, 21 de enero de 2009

La espiritualidad para ricos

La espiritualidad puede ser un recurso muy válido, legítimo y eficiente para facilitarnos la vida, aunque tiene sus costos. Desarrollar la espiritualidad cuesta dinero.

Existe la posibilidad de que esta práctica (la espiritualidad) esté al servicio de ignorar deliberadamente aspectos de la realidad que nos resultan muy angustiantes.

En la vida espiritual todo es posible: los enfermos se curan por un acto de fe, los muertos resucitan en un más allá, «no hay mal que por bien no venga», alguien «tuvo una desgracia con suerte», «Dios proveerá».

Este mundo mágico, con seres inmensamente poderosos, sabios y benefactores (dioses, santos, ángeles, vírgenes), con desgracias transitorias y reversibles, está en las antípodas de lo que necesitamos hacer para conseguir el alimento con que mantenernos vivos, es ineficiente para pagar el alquiler de un lugar donde pasar la noche, no logra proveernos de los gastos de salud que cada tanto tenemos que hacer para disminuir nuestro dolor o directamente para seguir vivos un tiempo más.

Si alguien piensa que puede ignorar la realidad gratuitamente, se está comportando tan irresponsablemente como un niño. Los adultos tenemos obligaciones para con nosotros mismos, para con nuestros hijos y para con la sociedad.

Toda la energía destinada a no ver las dificultades materiales poniendo mucho énfasis en las deliciosas fantasías de la espiritualidad, es un derroche tan imperdonable como quien tira alimentos sabiendo que hay semejantes hambrientos o el que roba a un desvalido o el que no asiste a un accidentado.

La espiritualidad es un pasatiempo que sólo tienen derecho a practicarlo quienes ya resolvieron las cuestiones materiales básicas (comida, vestimenta, salud, alojamiento).

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martes, 20 de enero de 2009

Mi perro aún no vota

Los perros no votan pero parecen ciudadanos. Ellos tienen su vida estrechamente vinculada a los seres humanos pero indisolublemente unida a los otros perros.

Por más que nos ame nuestra mascota, su indisimulada honestidad hace que nos abandone ante la más pequeña señal de que anda cerca alguien de su familia.

La vida de los perros en una ciudad es muy variada: los hay sueltos que viven en estado casi salvaje, los hay con amos liberales que los alimentan y cuidan pero que no los encierran, algunos salen a pasear por una especie de niñero, a veces son los mismos amos quienes los sacan dos veces por día con correas y hasta con bozales. Seguramente, más de uno permanece toda su vida encerrado en un apartamento.

Esta variedad de situaciones me hace pensar en lo que pasa con los humanos. Algunos viven en estado salvaje, otros (los privilegiados), consiguen dinero para disfrutar de la vida libremente, algunos trabajan muchas horas diarias para ganarse el sustento. Seguramente aún existen esclavos y esclavas.

Tanto en el caso de los perros como en el de los humanos, todo depende de cuanto nos amen.

El abandono es desamor (no hay duda en eso). Recibir lo necesario pero que nos dejen en libertad, es el amor más generoso que podamos recibir. El sometimiento a diferentes grados de encierro, es amor sí, pero seguramente el más flaco, el menos nutritivo, el más mezquino, que apenas es mejor que nada.

Lo importante no es ser ricos sino recibir amor del bueno, del generoso. Para saber si lo estamos recibiendo debemos constatar que tenemos lo necesario para disponer de una buena calidad de vida sin perder nuestra dignidad (libertad). Tanto para los perros como para los seres humanos.

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