lunes, 30 de noviembre de 2009

Tarjeta amarilla para el espermatozoide Nº 10

Los juegos son una representación teatral de la vida, en la que los aciertos se gozan como reales y los fracasos se padecen «sin perder de vista que no es más que un juego».

Hace poco leí que una de mis artistas predilectas (Björk, nacida en Islandia en 1965) dijo que «El fútbol representa el esfuerzo de once espermatozoides tratando de fecundar un óvulo».

La idea vale para los demás juegos donde los puntos se obtengan introduciendo una pelota dentro de un arco, aro u hoyo.

Tomo estas ideas porque soy un convencido de que las únicas «misiones» del ser humano consisten en lograr la supervivencia propia y la de la especie.

Incluyo estas ideas en este blog porque es asombrosa la cantidad de dinero que circula en torno a estas competencias.

Suponiendo que no existen transacciones ilegales ocultas detrás de las ligas, federaciones, clubes, intermediarios y deportistas por los que pasan esas grandes sumas de dinero, cada billete sale del bolsillo de algún trabajador.

Los canales afluentes a ese océano de dinero provienen sobre todo de entradas vendidas y de la venta de imagen, ya sea por la publicidad como por los derechos de televisación.

No puedo (al menos por ahora) ir más allá de un simple enunciado del fenómeno. Carezco de explicaciones que pudieran contribuir a entender la pobreza patológica.

El hecho —en pocas palabras— es que los trabajadores pagamos directa o indirectamente parte de nuestro dinero para ver una teatralización de esa lucha por fecundar (hacer goles, tantos, puntos) el óvulo y engendrar un nuevo ser (ganar un campeonato).

Sin duda el dinero es algo muy tangible pero lo ganamos y lo gastamos por motivos que en gran medida son metafóricos (simbólicos, teatrales).

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domingo, 29 de noviembre de 2009

El fascismo personal

La desesperación es un estado anímico muy angustiado en el que nuestra percepción se altera tanto como nuestra capacidad de pensar razonablemente.

Cuando estamos desesperados tendemos a considerar que lo mejor es «cortar por lo sano», «raspar hasta el hueso», que «el fin justifica los medios», «¡basta!», «¡nunca más!», «eliminarlo de raíz» y otras expresiones por el estilo.

Dicho de otra forma: para que podamos ser buenos ciudadanos y no constituirnos en un peligro para los demás, no tenemos que estar desesperados.

El fascismo es la expresión política de la desesperación.

Acostumbramos identificar con esta filosofía a los gobiernos de Adolfo Hitler (1889 - 1945) en Alemania y al de Benito Mussolini (1883 - 1945) en Italia.

En el artículo titulado El repudio a Hitler y la inmortalidad del alma les comentaba que el exagerado énfasis que la historia ha puesto sobre las aberrantes conductas de ese personaje siniestro, encubre en realidad nuestras actitudes fascistas.

Efectivamente, cuando estamos desesperados (por razones de salud, económicas, afectivas) solemos caer en actitudes tan innobles como las que caracterizan al fascismo.

Aflora en nosotros la inescrupulosidad, la impiedad, la crueldad, el desprecio por los intereses ajenos y nos volvemos fascistas porque nos convencemos que lo único importante son nuestras necesidades.

Se nos ocurren muchos argumentos que nos justifican de modo similar a como esos dictadores obtuvieron la justificación incondicional del pueblo.

La desesperación nos induce al descontrol, la racionalización nos permite inventar justificativos para abandonar nuestros escrúpulos y a partir de ahí nuestros actos se vuelven peligrosos e impredecibles.

Convertimos en famosos a Hitler y a Mussolini porque cuando estamos desesperados buscamos primariamente las soluciones más drásticas y violentas.

Es bueno (pero desagradable) saber que la desesperación puede provocarnos actitudes que siempre condenamos.

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sábado, 28 de noviembre de 2009

Sangre y dinero

Si digo «la temperatura es de 26º» estoy entregando un DATO, pero si digo «la temperatura en Montevideo es de 26º el sábado 28/11/2009 a la hora 12:00» estoy entregando una INFORMACIÓN.

A esto puedo agregar que los DATOS no tienen casi ninguna utilidad mientras que la INFORMACIÓN sí puede tenerla.

Complicándola un poco más, si vemos un punto color rojo sobre una hoja blanca, no estamos recibiendo algo útil, pero si vemos millones de puntos de diferentes colores, ubicados de determinada manera sobre esa hoja blanca, podremos tener la foto de un ser querido.

Cada punto de una imagen digital (pixel) es un DATO mientras que todos juntos crean una imagen y eso es INFORMACIÓN.

En el artículo titulado El dudoso honor de ser consultados les comentaba (con otras palabras) que si bien nuestras acciones y situaciones están determinadas por fenómenos naturales, nuestros intercambios de información nos afectan, modifican, influyen.

Más recientemente, en el artículo titulado Mis moléculas aman a las tuyas, les decía que las moléculas del universo (DATOS), se mueven según ciertas Leyes Naturales para generar en cada instante un estado de cosas (INFORMACIÓN) del cual formamos parte como algo más.

En un órgano (hígado, cerebro, estómago) observamos que si tiene que aumentar su actividad en beneficio de la conservación de la vida del individuo, comienza a recibir más sangre (alimentos, calorías, oxígeno).

Conclusión: Es posible pensar que, en esta inmensidad en la que vivimos (universo), el dinero es un fluido que llega en mayor cantidad (como la sangre a un órgano) a quienes son más necesarios para la conservación de la especie.

Este razonamiento parece correcto pero las premisas podrían ser incorrectas. Si fueran correctas, la pobreza sería un fenómeno natural.

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viernes, 27 de noviembre de 2009

Mujeres pacificadoras

La prohibición del incesto, como Ley de los Hombre, tiene el máximo rango. Está por encima de la Constitución de cada nación.

No es una Ley de la Naturaleza. Para ésta la fecundación entre ejemplares de la misma familia ni está prohibida ni produce taras genéticas.

Si está en el máximo rango es porque la cultura tiene instituida esta prohibición en forma de tabú, es decir, que la transgresión a ese mandato no solo recibirá la peor sanción sino que además no se sabe exactamente cuál sería esta sanción ni tampoco se sabe por qué está prohibido el incesto.

En menos palabras: «cometer incesto es horroroso».

Con el intento de saber qué hay detrás de este tabú horroroso, algunos han postulado que no es una prohibición sino una obligación lo que acá está en juego.

La obligación consistiría en entregar las mujeres a otras familias (o tribus).

El origen de esta prohibición-obligación puede que sea económico.

En algún remoto pasado, las continuas guerras entre pueblos vecinos habrían terminado luego de haber pactado que nadie copularía con las mujeres del mismo clan sino que las entregarían vírgenes a las tribus vecinas.

Este acto daría por resultado que las enemistades se convirtieran en lazos familiares, mezclando la genética de uno y otro bando y gestando niños cuya mamá pertenecía a la tribu que antes era enemiga.

De este modo, habrían terminado conflictos muy costosos en vidas humanas y también en bienes de valor económico.

Pero además estos nuevos lazos permitieron que las tribus enemigas se asociaran a partir de este intercambio de mujeres posibilitando el crecimiento económico de ambos grupos.

En suma: La prohibición del incesto surge de una obligación para con otras familias o tribus y tiene un fin pacificador que favorece el crecimiento económico.

Artículos vinculados: No recuerdo que me olvidé ; Hermanos compatriotas

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jueves, 26 de noviembre de 2009

Mamá bank

Partamos del supuesto (bastante confiable) de que nuestro instinto de conservación participa en casi todas nuestras decisiones.

Se manifiesta cuando evitamos correr riesgos, cuando procuramos ganar más dinero para acceder a una mejor calidad de vida, cuando estamos preocupados.

Es muy probable que la lógica del instinto de conservación incluya la incorporación de toda práctica que alguna vez nos haya dado resultado.

Dicho de otro modo: Si nuestro instinto de conservación «observa» que luego de evitar todo tipo de riesgos, seguimos vivos, incorporará como procedimiento obligatorio, «evitar todo tipo de riesgos».

Otro ejemplo: Si nuestro instinto de conservación «observa» que los fracasos provocan en nuestra madre una deliciosa actitud cariñosa y protectora, incorporará como procedimiento obligatorio, «fracasar».

El sistema financiero puede tener actitudes que podrían interpretarse como maternales.

Para concedernos un préstamo nos solicita tanta información personal que terminará conociéndonos tanto o más que un familiar.

La supervisión de nuestras finanzas personales es tan intrusiva y persecutoria, que para muchos puede recordar la dependencia económica que tuvimos cuando éramos niños o adolescentes.

Y nuevamente, si nuestro instinto de conservación tomó como modelo la eficacia de aquella vida familiar dependiente de unos padres «intrusivos y persecutorios», no sería extraño que en la edad adulta procuremos ser el hijo adoptivo de algún banco.

En suma: los desfinanciamientos o los sobreendeudamientos sostenidos a lo largo del tiempo, pueden estar alimentados por un procedimiento generado automáticamente por nuestro instinto de conservación.

Esto explicaría por qué suele ser tan difícil reencauzar algunas economías personales.

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miércoles, 25 de noviembre de 2009

Trovador traidor en 3D y Dolby System

Charles Dickens (1812 - 1870) fue y sigue siendo un famoso novelista inglés.

Su producción literaria coincidió con una época de esplendor del Imperio Británico bajo el reinado de la reina Victoria.

Ella realizó la Revolución Industrial en la que se agudizó la «explotación del hombre por el hombre».

Dickens logró —con su talento y capacidad de seducción— un notable éxito editorial.

Como gran parte de la población vivía en la pobreza, sus novelas eran vendidas en pequeños fascículos. El público esperaba con avidez cada nuevo capítulo.

En 1843 publicó su novela titulada Cuento de Navidad en el que se narra con particular sensiblería el cambio que tuvo su personaje principal (Ebenezer Scrooge comienza presentándose como huraño, avaro y muy trabajador).

Ciertas circunstancias sobrenaturales que incluyen la interacción con fantasmas, lo hacen recapacitar y convertirse en una persona más generosa (supongo que también habrá dejado de ser tan trabajador).

En dos artículos publicados recientemente (1) les comentaba que el arte puede ser un buen sustituto de la represión policíaca cuando los gobernantes y/o clases sociales privilegiadas necesitan anestesiar a los explotados.

Agrego un dato más que ya les había sugerido con el artículo titulado El ideólogo Walt Disney.

Está por estrenarse en casi todo el mundo la versión moderna de aquel cuento de Dickens, ahora realizada por los Estudios Disney (imagen).

Nos será inyectada una fuerte dosis audio-visual de bondad empobrecedora. Saldremos del cine con ganas de ayudar a los ricos disuadiendo con nuestro generoso amor a los explotados que pudieran tomar a mal sus heroicas privaciones.


(1) – Trovador traidor y Los perjuicios del beneficio.

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martes, 24 de noviembre de 2009

Los perjuicios del beneficio

Hace unos días publiqué un artículo con el título Trovador traidor en el que proponía la hipótesis de que el arte (literatura y canto) puede estar al servicio de la explotación de los ciudadanos más débiles para beneficiar a los gobiernos y a las clases privilegiadas que se dejan criticar por ellos para descomprimir la furia que podría terminar en un estallido social.

Pasan los milenios y la desequilibrada distribución de la riqueza continúa.

Pude tratarse de una condición inevitable o puede tratarse de un error que algún día se corregirá. Apuesto a esta última posibilidad.

Además de esos artistas traidores, existen instituciones que procuran conservar la pobreza.

Las organizaciones de beneficencia, que deberían existir con carácter transitorio para resolver las necesidades urgentes de quienes transitoriamente carecen de los recursos materiales suficientes, pasan a tener un rol permanente.

Quienes han encontrado en la ayuda a los necesitados un sentido para sus vidas, no querrán de ninguna forma quedarse sin ese trabajo porque caerían en un pozo depresivo muy doloroso.

Estos benefactores profesionales quizá se inicien en esta actividad con el impulso juvenil que se caracteriza por el idealismo y la actitud solidaria, pero luego encuentran que sin la ayuda a los pobres no sabrían qué hacer.

Es en este punto donde los filántropos se convierten en agentes empobrecedores.

Como la mayoría de las culturas aplaude esta actitud, los empobrecedores profesionales son alentados a continuar.

Esta aprobación social a los benefactores que a la postre evitan la erradicación de la pobreza, es un espectáculo realmente paradójico.

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lunes, 23 de noviembre de 2009

Poco pero mío

«Hoy sólo me llamaron cien personas. Ya nadie me quiere».

Esta queja podría haber sido dicha por Madonna, a quien seguramente la llaman diariamente mil personas.

Nuestro cuerpo tiene la extraordinaria particularidad de adaptarse a las condiciones en las que le toca (sobre)vivir.

Alguna vez leí que nuestra especie es la que puede vivir en lugares más dispares. Sólo necesitamos aire, un poco de agua dulce y algunos alimentos.

Esta maravillosa adaptabilidad también requiere cierto período de adaptación. Un esquimal no la pasaría bien si en pocas horas se instalara en un país tropical.

Además tenemos una notoria resistencia al cambio. Nuestro cuerpo puede adaptarse pero procura evitarlo. Cada vez que se nos presenta la oportunidad de cambiar de hábitat, de dieta, de trabajo, sentimos que se nos hace difícil.

Lo mismo que digo imaginando la vida de Madonna (que se deprime si sólo recibe cien llamados telefónicos diarios) lo digo para cualquiera de nosotros si repentinamente comenzáramos a tener mucha fama, mucho poder o mucho dinero.

Aunque nuestra fantasía se divierte imaginando escenarios diferentes, mucho más excitantes, divertidos o mágicos, nuestro cuerpo no acompaña de buen grado cualquier cambio brusco hacia escenarios imaginados como maravillosos.

Soñamos con ganar el premio mayor de la lotería, pero nuestro cuerpo se resistiría a ese cambio porque se vería sometido a las consecuencias de las nuevas condiciones económicas (más posibilidades, satisfacción repentina de viejos anhelos, amigos sonrientes que aparecen llenos de amor).

En suma: somos la especie más adaptable, pero nos resistimos a los cambios, y esto podría ser una buena razón para no querer abandonar un estado de pobreza con el que estamos aparentemente desconformes.

Nota: Este artículo está vinculado a La resistencia al cambio.

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domingo, 22 de noviembre de 2009

Trovador traidor

En algunos artículos anteriores (1) ya he mencionado que la pobreza puede ser autoimpuesta por razones filosóficas que en última instancia mejoran el bienestar anímico de quienes la practican.

El vocablo “indigencia” significa la falta de alimentos, abrigo y demás elementos necesarios para vivir dignamente.

El vocablo “pobreza” significa la escasez de alimentos, abrigo y demás elementos necesarios para vivir dignamente.

Algunos gobiernos han impuesto a sus pueblos la pobreza por la fuerza para poder realizar obras que principalmente sirven para la glorificación de esos gobernantes.

Esos gobiernos han procurado dejar a la mayoría fuera de la indigencia pero sometidos a la pobreza extrema. Para neutralizar la natural oposición a ese régimen explotador, utilizaron procedimientos policíacos, represivos, violentos.

Todo esto también puede lograrse —aunque con resultados menos espectaculares a los que hoy observamos en China— mediante el arte.

En todos los pueblos existen poetas, escritores o cantantes que se especializan en glorificar a las víctimas de la explotación, acusando con severidad y audacia a los ricos, explotadores y malos gobernantes.

Quien los lee o escucha, puede pensar que esos artistas corren un grave riesgo al realizar esas denuncias contra personas poderosas, crueles, inescrupulosas, vengativas, violentas.

Sin embargo, estos artistas no son más que traidores infiltrados que logran aplacar la furia que despierta la explotación, apelando a engordar el ego de los explotados aunque sigan adelgazando sus cuerpos por la escasez de recursos.

No es tan riesgoso acusar a los ricos mientras éstos sepan que así conservarán sus privilegios.

De todos modos, esta teatralización necesita presentar algún acto represivo contra estos artistas populares, para que se mantenga la creencia de que realmente es efectiva su prédica contra los poderosos.

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(1) Pobreza: ¿mérito o padecimiento? , La arrogancia de los espirituales

sábado, 21 de noviembre de 2009

La vergüenza universal

Por una razón tan objetiva como es la física, «la unión hace la fuerza».

Para ganar dinero, tenemos que tener fuerza (energía, voluntad, resistencia).

Dentro de la realidad tangible (la que se puede tocar), estas ideas son muy claras, entendibles, fácilmente aceptables: si tenemos que mover una mesa, lo haremos más fácilmente si unimos la fuerza de dos personas.

Dentro de la realidad intangible (la que no se puede tocar), estas ideas son menos claras, entendibles, aceptables: si deseo algo que me lo prohíben sin decirme por qué, quedaré confundido, perplejo y frustrado.

La prohibición del incesto es algo que nos debilita, pero no por el hecho de que no podamos casarnos con un familiar directo sino porque deseamos hacerlo y la sociedad nos lo prohíbe sin explicarnos por qué.

Es un tema del que no se habla. Cada uno de nosotros, alguna vez tuvo deseos incestuosos y tampoco pudo comentarlo, plantearlo. Aquel anhelo nos hizo pensar que éramos los únicos poseedores de una aspiración tan aberrante, monstruosa y degenerada que no se podía ni mencionar.

Este silencio hermético nos hizo pensar que algo dentro de nosotros era malo, peligroso, enfermo. Como el tema era tabú, no pudimos consultar sobre él, confirmar (o no) si era algo propio de nuestra especie o algo personal efectivamente malsano de lo que tuviéramos que avergonzarnos y cuidarnos.

Lo desconocido, el secreto, lo silenciado, genera miedo, desconfianza, rechazo.

Fue tan mortificante aquella sensación de anormalidad que sentimos, que la olvidamos por insoportable.

Pero no podemos anular lo que nos pasó. Apenas podemos olvidarlo, quitarlo del campo de la conciencia, hacernos los distraídos.

Por eso, aquella sensación de monstruosidad que sentimos continúa activa inconscientemente, dividiéndonos, haciéndonos sentir que tenemos a un enemigo dentro, que no somos confiables, debilitándonos, quitándonos energía para todo, incluso para ganar el dinero necesario.

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viernes, 20 de noviembre de 2009

Saturno restringe todo lo que toca

Podría decirse que las cosas no son como son sino como cada uno piensa que son.

En términos más académicos, cuando la realidad material difiere de la realidad psíquica, las acciones están guiadas por esta última.

El psicoanálisis es una teoría muy confiable porque da cuenta de nuestro funcionamiento psíquico de manera demostrable y cuando es utilizado como técnica terapéutica, se producen cambios favorables y permanentes en la calidad de vida de los pacientes.

Es probable que la validez del psicoanálisis sea una realidad material pero no todas las personas creen en él. En la realidad psíquica de muchas personas, es una teoría incomprensible, costosa o antipática (porque exhibe particularidades nuestras que preferiríamos desconocer).

Sigmund Freud (1856 - 1939) le dio formato científico a un conjunto de creencias y conocimientos que la humanidad había pensado desde diferentes puntos de vista (religioso, mitológico, filosófico).

Quizá la astrología no tuvo tanta suerte porque aún no nació un genio como Freud que le dé ese formato científico y que —sobre todo— sepa comunicarla como lo hizo él.

En la realidad psíquica de muchas personas es más creíble la astrología que el psicoanálisis. En ellas, las acciones se explican en las cartas astrales y no por los móviles inconsciente que determinan el deseo.

Sin embargo, el psicoanálisis y la astrología están de acuerdo en que la escasez de dinero puede provocar sensación de impotencia, baja autoestima y angustia.

Esta dificultad económica obedece —según la astrología— a cómo se ubican ciertos planetas, al signo zodiacal del consultante y a las inteligentes maniobras que pueda hacer para que esos factores externos actúen a su favor.

Cuando la realidad psíquica del consultante toma estos datos como verdaderos, la astrología aporta una explicación tranquilizadora aunque sin provocar cambios permanentes que eviten nuevas dificultades.

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jueves, 19 de noviembre de 2009

Por ahora necesitamos la pobreza

En otros artículos (1) he comentado con ustedes la suposición de que el fenómeno vida depende de que los seres vivos hagamos cosas perseguidos por el dolor y atraídos por el placer.

Esto no solo sucede a nivel de cada individuo sino que también sucede a nivel de grupos y de pueblos enteros.

Muchos regímenes han agredido a su pueblo —generalmente por razones económicas (explotándolo)— y algunos han tenido la suerte de liberarse de ellos (imagen: Caída del Muro de Berlín).

En este conjunto de fenómenos penosos y placenteros, existen la esclavitud, la prostitución y la venta de órganos en la misma época en la que otros disfrutan de libertad, de un digno bienestar y una razonable atención de su salud.

Todos los cambios beneficiosos se producen cuando aparecen las soluciones posibles y duraderas.

Mientras esto no sucede, hablamos, escribimos, hacemos discursos, prometemos, alentamos la esperanza de un mundo mejor.

Hablar, escribir, discursear y alentar la esperanza siempre termina siendo frustrante. Tarde o temprano nos damos cuenta de que la realidad no se anuncia, ni se promete ni se describe de mil formas: se disfruta, se vive, es tangible.

Ahora estamos en una situación en la que no se han encontrado soluciones para la pobreza. Por eso estamos rodeados de este bla-bla-bla (incluido el mío).

Así como han caído los regímenes explotadores, se han terminado algunas enfermedades y hemos duplicado la expectativa de vida, algún día dejaremos de hablar de la pobreza por la sencilla razón de que habrá dejado de ser necesaria como forma natural de estimular el fenómeno vida.


(1) La naturaleza es hermosa pero antipática; (Maldita)Felicidad publicitaria; Somos marionetas de la naturaleza ;Loción infalible contra las molestias.


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miércoles, 18 de noviembre de 2009

Robert Redford prestamista

En la película norteamericana Una propuesta indecente, el director Adrian Lyne repite la receta que le dio ganancias con Nueve semanas y media, Atracción fatal y Lolita: amor y sexo en situaciones que despierten algún debate moral.

En este caso el actor Robert Redford (imagen) interpreta a un hombre poseedor de una gran fortuna que le ofrece un millón de dólares a un matrimonio con dificultades económicas a cambio de tener una noche íntima con la esposa (interpretada por Demi Moore).

Los espectadores quedamos atrapados en un conflicto moral porque es sabido que el 90% de las mujeres habrían tenido ganas de acostarse aunque fuera una vez con ese actor y el 90% de los hombres nos habríamos sentidos en una encrucijada al ver el indisimulado entusiasmo de nuestra esposa ante semejante oferta.

Es interesante observar de qué forma pueden darse situaciones complicadas, aún sin que aparezca un galán a causarnos problemas amorosos.

La salud económica se parece bastante a la salud orgánica. Si estamos propensos a enfermarnos por exceso de estrés, cansancio o mala alimentación, es muy probable que algún microorganismo que nos habita sin molestar, se envalentone y comience a reproducirse hasta enfermarnos.

De manera similar, ese matrimonio de ficción cursaba un período de vulnerabilidad económica y fue entonces cuando apareció este simpático virus (Robert Redford) para contaminarlos.

Todos los sistemas de crédito ocupan un lugar importante en el menú de soluciones al que podemos recurrir inteligentemente, pero también pueden funcionar para esclavizarnos, apoderándose de muchas horas laborales de nuestra vida.

El uso desacertado del crédito nos somete a una especie de esclavitud porque tenemos que trabajar muchas horas para abonarle los intereses que legítimamente nos cobra.

El marketing del sistema financiero incluye la posibilidad de presentarse en forma tan seductora y oportuna como lo hizo Robert Redford en Una propuesta indecente.

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martes, 17 de noviembre de 2009

La complejidad simplificada

Imaginemos que la especie humana está compuesta por 1000 personas: 500 mujeres y 500 hombres.

Guiados por la Ley Natural tendremos sólo dos objetivos que cumplir: conservarnos como individuos y como especie.

Si nos organizamos con un criterio racional (empresarial, cooperativo), nos repartiremos el esfuerzo para alcanzar estos dos objetivos sobre la base de cómo somos anatómicamente.

Ellas se encargarán de gestar, alimentar con sus glándulas mamarias y —debido al apego natural que tienen los recién nacidos—, educarán a los pequeños.

¿Qué haremos los varones para equiparar el esfuerzo de ellas?

Uno sólo de nosotros podría fecundar a tres mujeres por día. O sea que 500 mujeres podrían ser fecundadas en 167 días.

Como será natural que en algún momento muera una mujer y un hombre (porque ambos somos igualmente mortales), cada una de las 500 hembras tendría que gestar por lo menos dos hijos a lo largo de sus vidas sólo para mantener la cantidad de 1000 ejemplares supuestos.

¿Qué haremos los 499 varones restantes para equiparar el esfuerzo de ellas?

Tendremos que trabajar para proveer los recursos necesarios para que las 4 personas (1 mujer+1 varón+2 niños) vivan dignamente (alimentos, abrigo, alojamiento, salud, diversión, educación).

En suma: éste es el esquema básico de nuestra vida. Se nos presenta más complejo, pero en el fondo no es más que éste.

Nota: El fecundador tendrá 200 días inactivos por año en su privilegiado rol, así que durante este lapso los varones proveedores pasaremos a ser 500.

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lunes, 16 de noviembre de 2009

El dinero es amor

Para muchas personas es lamentable que los vínculos tengan más intereses económicos que afectivos.

Desde cierto punto de vista es un síntoma de pérdida de los valores humanos el que cada vez más los temas de conversación dentro de una pareja sean sobre dinero y no sobre amor.

Además de la afinidad personal que pueda existir entre dos personas (que otros llaman feeling o «química») existen algunas características que son muy importantes: la sinceridad, la responsabilidad, la honestidad.

— La sinceridad se manifiesta cuando alguien dice lo que piensa o lo que sabe;

— la responsabilidad se manifiesta cuando alguien cumple lo que promete;

— y la honestidad se manifiesta cuando alguien respeta los derechos del otro.

La Naturaleza nos impone el deseo de reproducirnos y para satisfacerlo (cumplirlo) nos asociamos con alguien del género opuesto.

En casi todas las culturas, la familia es el tipo de sociedad más utilizado para lograr este propósito.

El sentimiento de amor surge cuando, sobre la base de que gustamos de la otra persona, ésta satisface por lo menos las tres condiciones mencionadas (sinceridad, responsabilidad y honestidad).

Podemos pensar que el dinero es amor. No como sinónimos sino que la existencia de dinero dentro de la sociedad conyugal es un indicador de que hay amor: amor entre los cónyuges que se estimulan para trabajar y amor hacia la sociedad que gratifica con dinero el aporte que uno o ambos hacen al colectivo.

Lo comparo con un club deportivo.

Los afiliados, deportistas y la Comisión Directiva, forman una sociedad.

El amor hacia los colores de la institución pone a todos en actitud competitiva para ganar campeonatos y trofeos que luego se exhiben orgullosamente en una vitrina puesta en algún lugar visible de la sede.

Pues bien, dentro de una familia también podemos encontrar ese tipo de amor aunque esos trofeos sean el dinero que logran conquistar.

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domingo, 15 de noviembre de 2009

La madre tierra

Hace miles de años no existían las ciudades. Todos los seres humanos vivían en los campos, ya sea en forma estable (sedentarios) o ambulante (nómades).

En algún momento nuestros antepasados decidieron juntarse y prefirieron destinar algunos terrenos para la construcción de calles, plazas, iglesias, mercados.

Para ello tuvieron que quitarle a esas parcelas su disposición para producir alimentos vegetales o para la cría de animales de consumo.

A partir de este momento los alimentos dejaron de estar al alcance de todos y surgieron los intermediarios. Algunos ciudadanos (habitantes de una ciudad) los traían de las tierras productivas y poco habitadas para venderlos en las tierras improductivas y muy habitadas (las ciudades).

La construcción de la ciudad hizo necesario el trueque primero y el dinero después.

Cuando un ser humano vive en el campo, puede alimentarse de lo que encuentra porque vive en un terreno productivo que puede alimentarlo casi como una madre.

Cuando un ser humano vive en la ciudad, puede alimentarse sólo de lo que otros desechan (basura) porque vive en un terreno estéril que no puede alimentarlo.

La otra opción que tiene es trabajar y ganar dinero para comprarle alimentos a quienes los importan de las tierras fértiles y maternales.

Sin embargo, no todos pueden trabajar, ya sea porque son niños o adolescentes, enfermos, discapacitados o ancianos.

Los que por algún motivo no pueden trabajar dependen de la buena voluntad de otros que sí pueden trabajar y ganar más dinero del que necesitan.

No es un rasgo de los seres vivos en general repartir sus posesiones y por eso los humanos que preferimos vivir en ciudades tenemos que obligarnos por la fuerza a que se atiendan las necesidades de los que no pueden ni trabajar ni vivir en los campos.

Este collar de hechos que acabo de redactar explica porqué en las ciudades tenemos más diferencias socio-económicas y violencia.

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sábado, 14 de noviembre de 2009

Desconozco lo que sé

Aunque las palabras «ignorancia» y «desconocimiento» figuran como sinónimas, algunos les han quitado esa condición para usarlas marcando un matiz interesante.

Por ignorancia puede entenderse el no saber algo. Por ejemplo, yo ignoro cómo está programado este Windows 7 (porque Microsoft lo mantiene cerrado para los usuarios, a diferencia de Linux que puedo conocerlo porque es abierto para los usuarios).

Por desconocimiento puede entenderse lo que sé pero no lo tomo en cuenta o podría saberlo pero no lo aprendo.

Esta segunda acepción está muy cerca de un mecanismo de defensa psicológico que usamos a menudo y que se llama «negación» (por ejemplo, niego tener en cuenta que algún intolerante puede atacarme porque no le gustan mis propuestas).

Desde que se popularizó la informática e Internet, el mundo laboral es otro muy diferente al anterior.

Quienes tenemos más de 20 años hemos recibido educación (conocimientos) de personas que no saben (o saben muy poco) lo que hoy está pasando.

El problema que estamos padeciendo no es de ignorancia sino de desconocimiento.

Tenemos todo para saber que

— debemos competir contra máquinas que emulan muchas destrezas que antes eran monopólicamente humanas,

— que tenemos que competir en forma globalizada porque muchas tareas pueden hacerla a distancia trabajadores de cualquier parte del mundo,

— que Internet nos mantiene informados en tiempo real de todo lo que ocurre en la mayor parte del planeta.

Estos datos no los ignoramos, pero los des-conocemos porque no los usamos, no los integramos a nuestra comprensión del escenario en el que nos tocó vivir porque nacimos justo ahora.

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viernes, 13 de noviembre de 2009

El árbol se atravesó en mi camino

Cuando dos vehículos chocan, es poco probable que sus conductores dialoguen en calma haciendo una valoración objetiva de las responsabilidades.

Lo probable es que acusen salvajemente al otro por la impericia, descuido e imprudencia.

Acto seguido, ambos demandarán al otro la inmediata indemnización por los daños reales y probables.

El sistema financiero ha perdido mucho dinero para aprender a cuidarse de lo que técnicamente llaman el «riesgo moral».

Denominan de esta forma al increíble cambio de actitud que tiene un cliente cuando el dinero pasa a estar en su poder.

Aquel solicitante humilde, servicial, capaz de prometer la honestidad más inconmovible, se transforma en alguien que comienza a preocuparse por otros asuntos diferentes a las promesas de cumplimiento que había realizado antes de cobrar.

Lo último que han aprendido las empresas prestamistas es que sus clientes podemos ser ubicados en diferentes categorías.

Para marcar de alguna manera tangible esa diferencia, cobran intereses diferentes. Quien ofrece mayor seguridad en la devolución del préstamo paga tasas más bajas.

Disponer de crédito equivale a disponer de dinero.

Aunque las normas contables no reconocen que nuestra credibilidad como buenos pagadores pueda considerarse un capital, en los hechos lo es.

Para acceder a ese capital (el crédito) necesitamos ser conocidos (quienes siempre compran al contado, no son conocidos) y tener una conducta confiable (pagar en fecha los compromisos asumidos).

El «riesgo moral» se manifiesta de una manera similar al choque de dos conductores pues los clientes incumplidores consideran que ellos recibieron el préstamo porque la institución se los entregó con afán de lucro.

En otras palabras, los malos clientes son también malos ciudadanos porque están seguros de que todos son responsables excepto ellos mismos.

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jueves, 12 de noviembre de 2009

Invertir en cerveza es mejor que gastar en ropa

En una pareja suele pensarse que cuando hablan libremente de sexo, han logrado toda la confianza posible.

Ellos piensan que con haberse confesado las fantasías, preferencias y expectativas más atrevidas, ya lo han logrado todo.

Esto no es así. Sobre lo que aún no han hablado lo suficiente es sobre dinero.

Cada uno posee un criterio justo (¿?) que suele no coincidir con el criterio (también justo) del otro.

Algo de nuestra cultura nos dificulta hablar de ese tema. Sólo incursionamos en él cuando no hay más remedio y ahí puede observarse qué difícil es hacerlo con serenidad.

En otros artículos he comentado que somos gobernados por dos códigos: el de la Naturaleza y el de los Hombres (1).

El tema tabú correspondiente a nuestra subordinación a las Leyes de la Naturaleza es el tema sexual, mientras que el tema tabú correspondiente a nuestra subordinación a las Leyes de los Hombres es el tema del dinero.

Seguramente existe una vinculación importante (en nuestro inconsciente) entre la sexualidad y el dinero.

También es notorio que la cultura recién ahora está incorporando mayor desinhibición en los temas sexuales.

Este blog intenta contribuir a disminuir la fuerza bloqueante que todavía nos produce el tabú del dinero, porque en la medida que podamos superarlo, podremos tener más facilidad para obtenerlo y disfrutarlo.

Pienso que un tratamiento desinhibido de los temas económicos aportará beneficios similares a los que observamos en la desinhibición respecto a los temas de la sexualidad.

Poder hablar con libertad de las fantasías, preferencias y expectativas referidas al dinero, es un paso que nos faltaría dar para que la confianza entre nosotros sea aún mayor.


(1) Menos culpa y menos estrés y Hermanos compatriotas.

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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Jugar es mejor que trabajar

Varias personas pueden competir para ver quién llega primero a una meta ubicada a cien metros.

Generalmente sólo uno es el primero, otro el segundo y así hasta el último.

Acostumbramos decir que el que llegó primero es el ganador y a partir de ahí seguimos diciendo que ese competidor es el más veloz.

Esto sucede porque —como he comentado en varias ocasiones— nuestro cerebro piensa con metonimias, esto es, generaliza (toma una parte por el todo, porque ganó una vez suponemos que siempre lo hará).

El sistema educativo aplica algunos procedimientos que reafirman esta manera errónea de entender la realidad. Cuando alguien salva un examen, da por supuesto que ese alumno sabe (tiene los conocimientos suficientes).

En la tarea de conseguir los recursos que necesitamos para vivir dignamente, todo error de percepción equivale a una especie de ceguera.

Sin embargo conseguir esos recursos requiere nuestros cinco sentidos.

Volviendo al ejemplo de los competidores que corren cien metros (o el alumno que salva un examen) es bueno tener en cuenta que la competencia por ganarnos el salario es diaria, continua.

Para que nuestros ingresos tengan la continuidad requerida por nuestras necesidades constantes hará falta que siempre podamos ganar esa competencia y salvar ese examen.

Me consta que es fatigoso hacerlo y hasta pensar en hacerlo es cansador, molesto e irritante.

Hay una solución para que podamos hacerlo sin sentirnos mal y esa solución está en el lugar menos visitado por la mayoría de nosotros: la filosofía.

Así es: cuando podemos incorporar a nuestra filosofía de vida el placer de competir, de divertirnos con pequeñas conquistas acumulativas, coleccionando logros y a veces mínimas formas de superarnos a nosotros mismos, la vida se convierte en un juego estimulante, lucrativo y apasionante.

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martes, 10 de noviembre de 2009

El deseo: autoritario pero desconocido

Cuando pienso en cómo erradicar la pobreza patológica (aquella pobreza que está en conflicto con los intereses de quien la tiene), recurro a las herramientas teóricas del psicoanálisis porque me parece que son las más útiles.

Utilizaré un ejemplo para comentarles en qué me parece útil el psicoanálisis aplicado a este tema.

Esta teoría procura saber qué es lo que realmente deseamos porque parte del supuesto de que el deseo es lo que nos mueve, tanto para hacer cosas convenientes como inconvenientes, placenteras como desagradables.

Saber del deseo implica enterarnos de algunas cosas de nuestra psiquis que tradicionalmente las tenemos fuertemente escondidas (hasta de nosotros mismos).

Escondemos todo aquello que sea rechazado por la sociedad: la agresividad, la sexualidad, el egoísmo (entre otras características que todos tenemos).

Vivir desconociendo estos rasgos de nuestro deseo equivale a no saber qué harán nuestras manos, porque nuestros actos están gobernados por el deseo y si no sabemos qué deseamos realmente equivale a no saber qué harán nuestras manos.

Sé que estoy exagerando pero quiero ser claro: Desconocer nuestro verdadero deseo nos dificulta tanto la existencia como si a un pianista se le ocurriera desarrollar su talento pero sin mirar el teclado o, peor aún, poniéndose de espaldas a él.

Es perfectamente posible (por ejemplo) que muchas personas que padecen la pobreza material no sepan que su deseo las está obligando a malgastar el poco dinero que logran conseguir.

Está confirmado que el deseo cambia cuando se lo conoce. Las características que se mantienen en el anonimato, siguen funcionando, pero cuando son descubiertas empiezan a transformarse.

El deseo nunca deja de actuar, pero cuando su dueño lo desconoce se comporta de una forma más primitiva, anárquica y prepotente.

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lunes, 9 de noviembre de 2009

Que sea ideal para que no sea real

Cuando hablamos solemos usar la oración «Sería ideal que» («… salvara el examen», «… viviéramos juntos», «…me aumentaran el sueldo»).

En lenguaje coloquial alguien que así se expresa quiere decir que «le gustaría» que eso ocurriera, pero si nos apegamos a la letra podemos oír que en realidad hará lo posible para que eso no ocurra.

Esta interpretación se apoya en la creencia de que el libre albedrío es ilusorio. Si usted cree que es libre de hacer lo que se propone, descalificará esta sugerencia.

Por el contrario, si usted considera que actuamos bajo las órdenes de nuestro deseo (administrado por la naturaleza incluido el azar en todos sus aspectos), podrá comprender que cuando alguien dice «sería ideal que» lo que su deseo está dejándonos saber es que «a esa posibilidad la aceptaré sólo como algo ideal pero no como real».

La postura filosófica es determinante de cómo interpretamos la realidad.

Si pensamos que somos dueños de nuestros actos, creeremos que sólo hablamos lo que queremos decir pero si pensamos que nuestro inconsciente es quien gobierna nuestra vida, podremos aceptar que no decimos lo que queremos sino lo que él quiere que digamos.

El psicoanálisis no sirve para controlar el inconsciente sino para entender por dónde nos llevará. Esto baja la incertidumbre, disminuye la angustia y mejora nuestra calidad de vida.

En suma: Cuando escuchamos que alguien expresa que «sería ideal» tener, conseguir, hacer o cualquier otro verbo, lo que podemos estar escuchando es una declaración de que esa acción no se realizará.

Esta escucha atenta no debe excluir lo que nosotros mismos decimos, porque todo haría indicar que sabemos tan poco de los demás como de nosotros mismos.

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domingo, 8 de noviembre de 2009

Dinero con cama afuera

Así le dicen burlonamente los trabajadores de los casinos al dinero que se llevan los apostadores que esa noche les tocó ganar.

Dicen que ese dinero «no duerme en casa» porque están seguros de que el apostador no dejará de venir a intentar más ganancias.

El azar parece determinar que los apostadores jamás podrán ganar realmente sino que lo más que pueden lograr es ganar unas pocas veces, pero algo dentro de sus psiquis los obligará a volver para perder lo que ganaron y hasta un poco más.

Alguno luchadores han terminado aceptando una consigna contraria a su ética: «Si no puedes con él, ¡únetele!»

Los gobernantes bien intencionados de todos los países han realizado grandes esfuerzos para mejorar la educación, la salud y el bienestar de su pueblo, pero con el paso de los años los resultados fueron desmoralizantes.

Siempre se repite la misma historia: los trabajadores políticos y sociales comienzan su vida con todos los bríos e ilusiones propios de la juventud pero luego la experiencia y el cansancio, los van llevando a permutar lo perfecto e ideal por lo imperfecto y posible.

En esta situación estamos hoy en la mayoría de los estados: Que los jugadores malgasten su dinero ya que no se los puede persuadir de lo contrario, pero que las ganancias obtenidas de todos estos fanáticos perdedores al menos vuelva en beneficios para el pueblo.

Los padres que destinan parte de sus ingresos a los juegos de azar desatendiendo necesidades básicas de su familia, están colaborando indirectamente con los hijos propios y ajenos porque las ganancias de los casinos se destinanan a los gastos colectivos en salud y educación.

Nota: lo mismo sucede con el consumo de bebidas alcohólicas y tabacos cuyos impuestos solventan una parte importante de las inversiones sociales.

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sábado, 7 de noviembre de 2009

Amargo con bastante azúcar

Ensalzar los valores espirituales puede estar al servicio de tener sensaciones más intensas de la propia materialidad, preferentemente los placeres corporales asociados a la sexualidad explícita (fornicar) aunque sin descartar sus formas indirectas (bailar, hacer ejercicio, comer).

Mostrando una fachada de espiritualidad puedo sentir (por contraste) con más fuerza aquellas sensaciones que realmente me estimulan para vivir, que son los placeres de mi cuerpo, los que puedo sentir porque son tangibles.

Mi fachada espiritual (piedad, solidaridad, generosidad) me aporta un elemento de contraste (del tipo amargo/dulce por ejemplo) para percibir con mayor nitidez lo que verdaderamente me importa (confort, seguridad, poder) y que además debo ocultar por que la sociedad no quiere que éste sea mi gusto.

Para poder conciliar mis gustos con los gustos que los demás quieren que yo tenga, debo disimular, pero resulta que para ser más convincente, he terminado mintiéndome a mí mismo y por eso creo que amo lo espiritual y que desprecio lo material.

Soy inocente porque no sé que estoy mintiendo y mintiéndome, pero esta estrategia puede estar causándome alguna pérdida material que sería evitable.

Para evitar esta pérdida tengo que asumir que:

1) quiero disfrutar de todo lo material;

2) a la sociedad se le antoja que yo sea piadoso;

3) por contraste, mi placer por lo material se ve realzado si pienso que soy espiritual;

4) para disfrutar más de lo material, complacer a la sociedad y aprovechar las mejores sensaciones que me aporta el contraste espiritualismo/materialismo, actúo tan bien el personaje desinteresado por lo material, que me lo creo yo mismo.

En suma: podemos tener un vínculo más eficiente con la realidad sabiendo que ésta es una simple actuación que procura conciliar intereses personales y sociales.

Un vínculo con la realidad más realista mejora las posibilidades de ganar el dinero suficiente para acceder y conservar una calidad de vida digna.

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viernes, 6 de noviembre de 2009

«¡Sin ti me muero! O quizá no.»

En la negociación de las condiciones de trabajo (de un empleado con su empleador), pueden haber tres modalidades cuando se presenta un conflicto de intereses en el que el empleado se siente perjudicado (demora en los cobros, exceso de tareas, aumento de responsabilidades).

La modalidad que utilizan los empleados emocionalmente inmaduros cuando se sienten desconformes suele consistir en plantear sus reivindicaciones en un tono inadecuado (gritos, insultos, lágrimas).

La modalidad que utilizan los empleados emocionalmente no tan inmaduros, suele consistir en hacer planteos cuidándose de no gritar, insultar o llorar, pero amenazando con que renunciarán de no restablecerse las condiciones satisfactorias.

Los empleados maduros suelen esperar la ocasión oportuna para solicitarle a los responsables empresariales que rectifiquen su posición y —de no lograr el equilibrio adecuado—, renuncian (sin amenazar).

Para tener esta última actitud es preciso contar con un respaldo de dinero o crédito que permita conservar la calidad de vida durante el tiempo necesario para encontrar otra fuente de ingresos.

En economías estables (que no están cursando una crisis) son tan valiosos un buen colaborador como un buen empleador.

Por lo tanto en esta relación existe un equilibrio natural. Nadie es más importante que el otro (aunque subjetivamente uno de los dos puede sobrevalorarse o subestimarse).

Lo que dificulta manejar estas situaciones conflictivas está fuera del pensamiento consciente.

Toda posible pérdida (del colaborador o del empleo) nos remite a otras pérdidas más vitales como son el amor, la salud y la propia vida.

La dificultad para actuar serenamente en estos conflictos de intereses no proviene de la situación en sí. Proviene de esa evocación inconsciente que hace nuestro pensamiento, comparando —sin saberlo— la pérdida de un empleo con la pérdida de un amor, de la salud y hasta de la propia existencia.

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jueves, 5 de noviembre de 2009

Los animales son felices

La debilidad no provoca agresividad pero no aceptar la propia debilidad genera una gran intolerancia.

Las personas que han optado por vivir en la calle probablemente sean más fuertes que los que vivimos en casas.

La mayoría solemos ponernos impertinentes con ese pequeño grupo de marginales que rechazan nuestro estilo de vida.

Los trabajadores sociales insisten, ofrecen, argumentan y muy pocos habitantes de las calles aceptan la maravillosa oferta de vivir como la mayoría.

Nuestra insistencia tiene algo de intolerancia (y por lo tanto de debilidad). Para muchas personas es molesto ver cómo un semejante duerme a la intemperie.

¿Por qué nos molesta ver que otras personas han optado por este estilo de vida?

Una causa de nuestro malestar es que ellos nos están cuestionando. Su actitud nos envía un mensaje diciéndonos que no poseemos la solución más inteligente, que ellos han encontrado otra. Implícitamente es una contrariedad para nosotros ver que otros hacen algo tan diferente.

Y puede haber otra razón más profunda (inconsciente) de la que no tenemos conocimiento.

Como he sugerido más de una vez, nos creemos la especie superior. Suponemos que los animales son seres inferiores a nosotros. No aceptamos de buen grado que los gatos o los insectos o los peces son por lo menos tan perfectos como los humanos.

Otra razón por la que nos sentimos incómodos con quienes viven en la calle es que su conducta es demasiado parecida a la de los animales.

Si en nuestra escala de valores existe la creencia de que los humanos somos los mejores, no deja de ser un acto de descalificación para el resto ver que alguien quiere parecerse a los animales.

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Hermanos compatriotas

Se llama incesto a la relación carnal entre parientes próximos, por ejemplo, padres con hijos, entre hermanos, etc.

Esta no es una Ley Natural (1) sino una Ley de los Hombres creada para resolver problemas de convivencia y económicos.

La prohibición del incesto es una norma que cala muy hondo en nuestras culturas y su transgresión está considerada como aberrante, horrorosa, monstruosa.

Sin embargo, es una creación de nuestra especie. En los hechos es anti-natural. No es necesaria (por razones genéticas) sino útil. Estamos organizados así desde hace miles de años y ya no cuesta trabajo cumplirla.

Pero la Naturaleza insiste con sus criterios y nos induce al incesto. Para resolver el conflicto (complejo de Edipo), hacemos cosas parecidas al incesto y eso disminuye nuestras molestias.

Hacemos el amor con personas de nuestra amistad, de nuestro club, de nuestro centro de estudios, de nuestro barrio, de nuestro país pero no de nuestra familia.

Muchas personas son ideológicamente contrarias a la globalización y luchan contra ella con gran pasión y fuerza sin entender que están defendiendo sus deseos incestuosos.

Efectivamente, el rechazo al libre comercio con otros pueblos está alentado por nuestro deseo de comerciar sólo dentro de nuestro pueblo (la familia ampliada).

Los opositores a la globalización reclaman que los gobiernos de turno defiendan la industria nacional, le exigen que imponga barreras a la importación de productos extranjeros muy competitivos.

Es difícil de aceptar —lo reconozco— pero este rechazo a la competencia extranjera está alentado por el deseo incestuoso de fornicar (comercio sexual) sólo con nuestros amados familiares (compatriotas).

En suma: La Ley Natural es más fuerte que la Ley de los Hombres. Con la Naturaleza es más inteligente negociar que desafiarla.

(1) Menos culpa y menos estrés

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martes, 3 de noviembre de 2009

El valor de lo que se puede robar

Para que un objeto sea valioso tiene que poseer por lo menos una característica negativa.

Leyó bien: dije negativa.

Los conductores que usan joyas costosas en su mano o brazo izquierdo (anillos, reloj), saben que en ciertas ciudades o barrios no deben conducir con la ventanilla abierta y mucho menos sacar la mano porque se la pueden amputar.

Viajar con ciertas cámaras fotográficas o filmadoras es un deporte extremo porque el arrebato puede convertirse en rapiña y perder algo más que ese preciado objeto.

Los ladrones se ubican por categorías. Los expertos roban bancos, los aficionados son audaces pero sus emprendimientos no son muy elaborados y luego tenemos el rango más bajo que está compuesto por oportunistas que sólo roban cuando la ocasión es propicia.

El robo de celulares quizá sea uno de los más frecuentes, entre otras cosas porque es un objeto muy fácil de robar y por lo tanto accesible a esta última categoría de ladrones ocasionales.

No tengo pruebas ni a favor ni en contra de la hipótesis que compartiré con usted a continuación.

Es probable que las compañías fabricantes de celulares pudieran implementar una función por la que este dispositivo sólo pueda usarlo su legítimo propietario.

Supongo que no les convendría activarlo porque un objeto muy robable denota ser muy apreciado, deseado, requerido, envidiado, es decir, valioso.

En suma, no sería extraño que las compañías fabricantes de teléfonos celulares los hagan especialmente robables para prestigiarlos, para poder cobrarlos un poco más y en más ocasiones (porque cuando nos lo roban, tenemos que comprar otro).

Dicho de otro modo: Si un teléfono no pudiera ser usado por su ladrón (característica negativa), nadie lo robaría y eso sugeriría que no es tan valioso.

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lunes, 2 de noviembre de 2009

Las creencias de nuestro jefe

Aún en el caso de que usted sea presidente de su país, todos somos tomadores de decisiones. En otras palabras: estamos influidos por personas que disponen de más poder que nosotros.

Este hecho suele ser desconocido por quienes prefieren saltearse este escalafón humano para reportarse imaginariamente a un personaje igualmente imaginario (Dios).

Lo que efectivamente influye en nuestras vidas son las decisiones de esos personajes que (juntos o separados) determinan el precio de nuestros productos, los intereses del dinero que nos prestan y si nuestro territorio será invadido o no.

Como la insatisfacción de los subordinados (la suya y la mía, entre otras) les resulta costosa, han puesto a trabajar a los subordinados expertos en bienestar colectivo para ir monitoreando cuán bien o mal estamos los ciudadanos del mundo radicados en los diferentes países.

Efectivamente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) elabora informes anuales tomando en cuenta lo que ellos creen que es importante para usted y para mí.

Ellos (*) piensan que nuestra escala de valores es:

1) Salud y longevidad;

2) Educación;

3) La cantidad de dinero que tenemos para gastar anualmente.

En términos más genérico, la calidad de vida de un país está determinada por la cantidad de opciones que tienen sus habitantes para hacer lo que prefieren.

En otras palabras: un colectivo pasa bien cuando sus integrantes tienen oportunidades de satisfacer su vocación y sus expectativas.

Con esta breve descripción pretendo:

1) comentar con usted lo que opinan nuestros «jefes»;

2) asegurarnos de que este dato sea considerado en nuestra estrategia de vida.

(*)«Ellos» podrían ser los presidentes de los 8 países más industrializados: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia, pero ésta no es más que una suposición.

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domingo, 1 de noviembre de 2009

Fornicamos con seriedad

Cuando los seres humanos fornicamos nos ponemos serios. Nuestros gestos denotan muchos afectos pero sin perder la seriedad.

Los demás animales muestran una actitud indiferente, parecen distraídos, como si estuvieran haciendo algo mecánicamente.

Sin embargo sabemos que el coito es algo muy placentero antes, durante y después de practicarlo.

Antes y después pueden haber risas, bromas, baile, canto, pero en el momento de la penetración no hacemos nada de eso.

La importancia de la sexualidad se muestra por cuán sensible es a la buena salud. Cuando no estamos bien es lo primero que se resiente (desinterés, apatía, frigidez, impotencia).

Según he comentado en otros artículos, nuestra única misión es la misma que tienen los demás individuos de las otras especies: conservarnos (como individuos y como especie).

El deseo sexual siempre incluye la fantasía reproductiva. Que utilicemos barreras para evitarlo es una consecuencia de la economía, algo exclusivamente cultural (y antinatural) creado por los humanos para asegurar una mejor convivencia.

Todas nuestras acciones son vinculables al instinto sexual: trabajar, estudiar, jugar. Por ejemplo, trabajamos con placer para que a nuestros hijos no les falte lo necesario, estudiamos para poder trabajar, jugamos para divertirnos, para gozar, para recuperar fuerzas.

Y vuelvo al principio para decir que fornicamos con seriedad porque es la acción más importante (reproducirnos) y trabajamos, estudiamos, jugamos también «con seriedad» cuando tenemos la suerte de asociar todas nuestras actividades a lo más importante y placentero que tenemos para practicar: la sexualidad.

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