domingo, 29 de noviembre de 2009

El fascismo personal

La desesperación es un estado anímico muy angustiado en el que nuestra percepción se altera tanto como nuestra capacidad de pensar razonablemente.

Cuando estamos desesperados tendemos a considerar que lo mejor es «cortar por lo sano», «raspar hasta el hueso», que «el fin justifica los medios», «¡basta!», «¡nunca más!», «eliminarlo de raíz» y otras expresiones por el estilo.

Dicho de otra forma: para que podamos ser buenos ciudadanos y no constituirnos en un peligro para los demás, no tenemos que estar desesperados.

El fascismo es la expresión política de la desesperación.

Acostumbramos identificar con esta filosofía a los gobiernos de Adolfo Hitler (1889 - 1945) en Alemania y al de Benito Mussolini (1883 - 1945) en Italia.

En el artículo titulado El repudio a Hitler y la inmortalidad del alma les comentaba que el exagerado énfasis que la historia ha puesto sobre las aberrantes conductas de ese personaje siniestro, encubre en realidad nuestras actitudes fascistas.

Efectivamente, cuando estamos desesperados (por razones de salud, económicas, afectivas) solemos caer en actitudes tan innobles como las que caracterizan al fascismo.

Aflora en nosotros la inescrupulosidad, la impiedad, la crueldad, el desprecio por los intereses ajenos y nos volvemos fascistas porque nos convencemos que lo único importante son nuestras necesidades.

Se nos ocurren muchos argumentos que nos justifican de modo similar a como esos dictadores obtuvieron la justificación incondicional del pueblo.

La desesperación nos induce al descontrol, la racionalización nos permite inventar justificativos para abandonar nuestros escrúpulos y a partir de ahí nuestros actos se vuelven peligrosos e impredecibles.

Convertimos en famosos a Hitler y a Mussolini porque cuando estamos desesperados buscamos primariamente las soluciones más drásticas y violentas.

Es bueno (pero desagradable) saber que la desesperación puede provocarnos actitudes que siempre condenamos.

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12 comentarios:

Landeira dijo...

Antes de que las cosas empeoren, es preferible tomar decisiones terminantes.

Que esto se llame fascismo o como no se llame, es un asunto semántico.

Carla Conti dijo...

Yo en su lugar no publicaría estas reflexiones tan antipáticas.

Manuela dijo...

Recién ahora creo que entiendo bien lo que tú quiciste decir en el artículo "El repudio a Hitler y la inmortalidad del alma".

Amalia dijo...

A veces quedo asombrada por como razono en los momentos de desesperación; luego me parece que no pude haber sido yo la que pensaba de esa manera.

Joe Black dijo...

Algunas veces es bueno cortar por lo sano, aunque deberíamos tener en cuenta que cuando se llega a ese estado, ya no queda nada sano.

Mª Eugenia dijo...

Las personas que son peligrosas e impredecibles siempre ¿viven en estado de perpetuo descontrol?

Blanca dijo...

Nunca antes había pensado que tenemos actitudes fascistas para con nosotros mismos y quienes nos rodean. Gracias Licenciado!

Eusebio dijo...

"El fascismo es la expresión política de la desesperación" ¡Qué buena frase! Me la voy a anotar.

Raúl dijo...

Es cierto, la desesperación nos ayuda a encontrar argumentos. Mi mujer siempre los encuentra; creo que tendrá que dejar alguno de sus empleos.

Thelma dijo...

Tengo temor de tomar decisiones equivocadas cuando estoy muy angustiada.

Leo dijo...

Lo único importante es mi necesidad; así lo dicta mi instinto de conservación.

Soraya dijo...

Mis emociones permanecen mustias hasta que algún acto de descontrol las revive.