viernes, 13 de noviembre de 2009

El árbol se atravesó en mi camino

Cuando dos vehículos chocan, es poco probable que sus conductores dialoguen en calma haciendo una valoración objetiva de las responsabilidades.

Lo probable es que acusen salvajemente al otro por la impericia, descuido e imprudencia.

Acto seguido, ambos demandarán al otro la inmediata indemnización por los daños reales y probables.

El sistema financiero ha perdido mucho dinero para aprender a cuidarse de lo que técnicamente llaman el «riesgo moral».

Denominan de esta forma al increíble cambio de actitud que tiene un cliente cuando el dinero pasa a estar en su poder.

Aquel solicitante humilde, servicial, capaz de prometer la honestidad más inconmovible, se transforma en alguien que comienza a preocuparse por otros asuntos diferentes a las promesas de cumplimiento que había realizado antes de cobrar.

Lo último que han aprendido las empresas prestamistas es que sus clientes podemos ser ubicados en diferentes categorías.

Para marcar de alguna manera tangible esa diferencia, cobran intereses diferentes. Quien ofrece mayor seguridad en la devolución del préstamo paga tasas más bajas.

Disponer de crédito equivale a disponer de dinero.

Aunque las normas contables no reconocen que nuestra credibilidad como buenos pagadores pueda considerarse un capital, en los hechos lo es.

Para acceder a ese capital (el crédito) necesitamos ser conocidos (quienes siempre compran al contado, no son conocidos) y tener una conducta confiable (pagar en fecha los compromisos asumidos).

El «riesgo moral» se manifiesta de una manera similar al choque de dos conductores pues los clientes incumplidores consideran que ellos recibieron el préstamo porque la institución se los entregó con afán de lucro.

En otras palabras, los malos clientes son también malos ciudadanos porque están seguros de que todos son responsables excepto ellos mismos.

●●●

13 comentarios:

Aurora dijo...

Viví eso en carne propia.

Estaba desesperada por conseguir que alguien me ayudara en una urgencia, prometí mucho y cuando obtuve la ayuda, sentí EN MI CUERPO un insuperable desgano para cumplir.

Blanca dijo...

A mí me pasó algo parecido a lo de Aurora. Estaba desesperada y encerrada en la más absoluta soledad, entonces cuando recibía las visitas de los que otrora fuesen personas lejanas a mi interés, en ese momento se convertían en seres queridos apreciadísimos, a los que prometí inaugurar una relación mucho más cercana, cosa que por supuesto no sucedió.

Lucas dijo...

Cuando chocás con un árbol no podés descargar tu ira tan fácil.

López dijo...

Son la distintas fascetas que tiene la personalidad de uno...

Matilde dijo...

Soy intachable como buena pagadora, pero muchas veces no me otorgan crédito porque según ellos pido demasiado dinero en relación a mis ingresos. Entonces, aunque sea confiable, de hecho desconfían y eso me da mucha bronca.

Marcia dijo...

Hay gente que siempre razona a su favor y parecen totalmente convencidos de sus argumentos.

Julián dijo...

El 99,9% de las instituciones que otorgan crédito lo hacen con afán de lucro. Algunas lo hacen por beneficencia, compormiso social, solidaridad, pero son muy poco frecuentes.

Fagundez dijo...

Mi padre era incapaz de estarle debiendo nada a nadie. Eso sólo lo sabía su familia, porque además era incapaz de solicitar crédito.

Damián dijo...

Es verdad, ni siquiera dos matemáticos o dos físicos que choquen, serían capaces de discutir en calma haciendo una valoración razonable de las posibilidades.

Anónimo dijo...

Lo mismo hizo mi marido con todo lo que prometió durante la Luna de Miel.

CHECHU dijo...

SER UN SOLICITANTE HUMILDE ES UNA DEBILIDAD

Flopy dijo...

Después de todo fue el árbol que se interpuso en su camino.

Amalia dijo...

No te perdono que hayas omitido decir que los que buenos cumplidores estamos enjugando las pérdidas que provocaron los incumplidores.