El sexo masculino es un Banco de Semen donde la
Naturaleza deja depositados espermatozoides que las mujeres pueden retirar.
Les contaré una leyenda que acabo
de inventar, que tiene miles de años (¿?), que sólo la conocían los ancianos de
un poblado y que contaban a los jóvenes solo cuando estos eran capaces de tener
relaciones sexuales con las mujeres de la tribu.
El creador de la humanidad
organizó todo para que funcionara bien. El Universo es armónico, justo,
perfecto, pero a veces hay accidentes porque el azar es así: provoca cosas
buenas y malas, ciegamente, sin querer.
En esta perfecta armonía
determinó que toda mujer viniera al mundo con una caja de ahorro de millones de
espermatozoides. Están depositados en los testículos de los varones porque
ellos tienen más fuerza que ellas y pueden protegerlos para que ellas siempre
puedan disponer de ese capital genético.
Cuando las mujeres sienten
deseos de usar esas semillas, tienen que vincularse con algún varón para que
este se las dé.
Igual que ocurre en un banco
donde se guarda el dinero, las ahorristas no son dueñas del banco ni este es
dueño de las ahorristas. Tener la responsabilidad de guardar algo para cuando
las dueñas lo pidan, no confiere ningún derecho. En todo caso, son las mujeres
las que podrían exigirles a los banqueros que no demoren ni dificulten la
entrega de ese capital.
Cuando los humanos se olvidan
del origen del universo, puede ocurrir que ellas crean ser propietarias del
banco y también este puede creerse con derechos sobre las ahorristas.
Este olvido produce fuertes
desentendimientos entre las clientas y el banco. Ellas tienen derechos sobre
ellos pero no son sus dueñas y ellos (los bancos-varones) son deudores de ellas
(les deben el semen que guardan), pero no son dueños de ellas.
(Este es el Artículo Nº 1.736)
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12 comentarios:
ocurrente pero cierto, saludos.-
Ya existen bancos de semen donde las mujeres pueden ir a comprar sin necesidad de vincularse con un varón.
Si es por eludir los vínculos y los compromisos, Marcia, la sociedad en la que vivimos cada vez está más adaptada para que los minimicemos al máximo.
Las ahorristas y el banco tienen conflictos, claro que sí. Estamos muy acostumbrados a adueñarnos de las personas como si fueran cosas. Y al concebirlas como cosas las usamos y las tiramos. Como yo no quiero que se me trate como una cosa, empiezo por tratar de no usar y tirar a los otros. (EMPIEZO POR TRATAR, dije).
Tal como están organizadas las cosas, una mujer o un hombre, tienen el derecho de exigir la pensión alimenticia cuando uno de los padres tiene la tenencia del hijo.
Otro derecho que tenemos todos es a ser tratados sin violencia física o psicológica. Adueñarse del otro es un tipo de violencia psicológica.
si el sexo masculino es un Banco de Semen, la verdad que es bastante costoso ir a retirar los ahorros.
La mujer es un banco de óvulos. Éstos son todavía más caros que los espermatozoides porque son más escasos. Es la Ley de la oferta y la demanda.
No es nada fácil acceder a la entrega de un óvulo.
Prefiero obtener semillas para mi huerta orgánica.
Las mujeres de la tribu no conocían la leyenda. Ésta era celosamente guardada por los hombres. Por eso las mujeres no estaban demasiado apuradas por retirar ese capital de espermatozoides. No sabían que lo tenían a su disposición. Creían que ellas no podían elegir al hombre con el cual copular. Pensaban que él las elegiría a ellas. No se daban cuenta de que en definitiva eran ellas las que acudían al banco, con sus miradas insinuantes y sus bellos vestidos de plumas.
Entre los accidentes que el Universo armónico y perfecto provocaba, estaban los embarazos repudiados.
Los varones no entendían. Se decían a si mismos: ¨ella retiró sus ahorros y ahora quiere deshacerse de ellos¨. Esto enfurecía a los hombres, pero ellas actuaban sigilosamente. Tiraban el óvulo y el espermatozoide en las orillas del río Chaco; un paraje desierto donde sólo algunas lechuzas aparecían por la noche con sus redondos ojos abiertos. Como estas lechuzas llevaban y traían chismes, las mujeres no iban de noche al río. Esperaban siempre el amanecer, cuando las lechuzas y los hombres cerraban los ojos. Entonces ellas, con los ojos bien abiertos, realizaban su tarea recurriendo a conjuros mágicos dirigidos al Sol. Como es sabido, a veces los conjuros fallan. De vez en cuando sucedía que el vientre de las mujeres se ponía redondo. Otras veces eran sorprendidas por la Diosa de la Herida, que buscaba sangre de mujer cada mañana. Y la Diosa se las llevaba al lugar más desconocido y nunca más volvían.
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