martes, 24 de julio de 2012

El pecado y el pecador



Porque «El pecado está en la mente del pecador», nuestra honradez debe permanecer fuera de toda sospecha.

Conocemos el proverbio: «Las cuentas claras conservan la amistad».

Existe otro proverbio que afirma: «El pecado está en la mente del pecador».

Con estos dos ingredientes podemos extraer una conclusión, propia de la filosofía cotidiana, de la sabiduría popular: si tenemos que cuidar la administración del dinero, tenemos que ser especialmente cuidadosos cuando exista la posibilidad de que alguien desconfíe de nuestra honradez.

Esta cuestión ya la insinué en otros artículos cuya lectura recomiendo. (1)

El asunto se parece a un líquido o gas inflamables. Hemos podido observar que, en aquellos lugares donde están presentes estos elementos,  abundan los carteles que informan sobre el peligro: cualquier chispa puede convertir el lugar en un caos infernal.

Este estado «combustible» es el que padece nuestra psiquis cuando hemos tenido fantasías, sueños, imaginaciones de robarle nuestra amada madre a nuestro padre y a los hermanos.

El deseo de raptarla, para quienes vivimos en una cultura donde está tan condenado el incesto que no se puede ni mencionar, es algo que necesitamos olvidar radicalmente, como si un cirujano nos hubiera extirpado aquellas aspiraciones.

Porque nuestra memoria se encargó de realizar esta «cirugía radical» es que muchos no pueden creer que yo escriba tan libremente sobre algo que ellos no tienen ni noción y hasta los enoja que alguien (yo) insista con el tema.

El motivo de este artículo es explicar por qué hay que tener tanto cuidado con la administración de dinero ajeno, especialmente cuando un error nuestro puede perjudicar los intereses de otros.

Quien descubra, sospeche o ponga en duda nuestra más absoluta honradez, rápidamente se incendiará con aquel deseo personal de «quedarse con la madre», «robarla», «raptarla».

«El pecado está en la mente del pecador».


 
(Este es el Artículo Nº 1.620)

10 comentarios:

Marta dijo...

O sea que ud. dice que como todos somos desde nuestra más tierna infancia, ladrones frustrados, desconfiamos de nosotros mismos y por ende desconfiamos de los demás.

Natalia dijo...

Son muchas las personas que evitan manejar dineros ajenos. Es casi como una especie de fobia. Ahora entiendo por que.

Ariel dijo...

No nos culpe si nos cuesta creer en todo ese tema del incesto y los deseos edípicos. Uds. mismos, los psicoanalistas, dicen que eso queda enterrado en el inconsciente. O sea que creerles a uds. es como un acto de fe.

Martín dijo...

Por más esfuerzo que hago no me puedo imaginar raptando a mi madre. Ni cuando tenía 5 años.

Clarisa dijo...

Yo sí me acuerdo. Me acuerdo de la devoción con que quería a mi padre y a mi madre. No quiero decir que no los quiera ahora, pero ahora es distinto. Antes quería estar todo el tiempo encima de ellos.

Francisco dijo...

Me parecen muy lógicas las ideas que ud plantea. Yo también creo recordar, como Clarisa, algo del Edipo. Aunque pensar en el incesto es algo que me produce repudio.

Olegario dijo...

A mí me llama la atención que seamos tan juiciosos. Que no andemos todos por ahí robando, matando, a los golpes.

Norton dijo...

Siempre desconfían de nuestra honradez. Si creemos lo contrario somos unos ilusos.

Lautaro dijo...

Dado que los demás desconfían y nosotros desconfiamos, tenemos que dar muestras de honradez cada día, para alimentar al ser civilizado que todos llevamos dentro.

Evaristo dijo...

El pescado y el pescador son enemigos. Sobre todo porque el pez, con la intervención del pescador, se convierte en pescado.
El pecado con la intervención del pecador, se convierte en ostracismo.