Si pudiéramos aceptar que somos una marca (Yo S.A.), podríamos
promocionarnos socialmente utilizando técnicas de marketing.
Armar un barco en miniatura, lleno de
minuciosos detalles, es para muy pocas personas. Armarlo dentro de una botella,
es sólo para un puñado de pacientes artesanos.
No solamente tenemos que observar el poco
espacio interior que ofrece una botella sino que además el desafío consiste en
pasar todo eso por el aún más pequeño espacio que ofrece su cuello.
Sin embargo, debe ser posible hacerlo porque
algunas personas lo hacen.
Esta extraña tarea me sugiere una metáfora.
Quienes ingresamos a la sociedad para
estudiar, conseguir una fuente de ingresos económicos, formar una familia,
necesitamos que la sociedad nos acepte en los mejores términos.
Los mejores términos son el resultado de que
una mayoría (y en lo posible, todos, sin excepción), tenga una buena imagen de
nosotros.
Necesitamos que nos valoren, respeten y sepan
que pueden tenernos confianza, en lo que decimos, en lo que hacemos, en lo que
prometemos.
Aquí va la metáfora prometida:
Aunque nos de mucho trabajo, tenemos que «armar» dentro de la cabeza de los
demás ciudadanos, la mejor imagen nuestra. Tenemos que meter en sus mentes que
somos buenos ciudadanos, dignos de confianza, de respeto, de credibilidad.
Estamos
formados para predicar estos atributos con nuestras actitudes. Nos educan para
tener una conducta ejemplar, intachable, meritoria, con lo cual creemos
resolver el difícil arte de «construir» una buena imagen dentro de la cabeza de
los demás.
No desmentiré
que este es un buen método, pero hay otro mejor y menos expuesto a errores,
porque tener una conducta que todos consideren excelente, no es tan fácil y la
suerte podría jugarnos una mala pasada.
Si
pudiéramos aceptar que somos una marca (Yo S.A.), podremos promocionarnos
socialmente utilizando técnicas de marketing.
(Este es el
Artículo Nº 1.610)
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12 comentarios:
Es cierto que a veces no alcanza con tener una conducta ejemplar. Algunos saben casi intuitivamente como presentarse, como vestirse, qué decir y qué callar, saber escuchar inteligentemente al otro. Otros no. De pronto la manera de lograrlo es observar y pensar de qué manera nos resulta mejor conducirnos. Creo que esto no alcanza, en ese sentido la mayoría sabemos cómo viene la mano y qué nos convendría hacer. El asunto es descubrir por qué no lo hacemos. Ahí es cuando se hace necesaria la introspección, la reflexión sobre nosotros mismos.
Para algunas personas armar un barco en miniatura es una verdadera terapia. Es algo agradable, placentero, gratificante, tranquilizador. Del mismo modo podemos trabajarnos a nosotros mismos. Puede ser algo divertido y disfrutable. A las mujeres, por ej., nos encanta elegir la ropa que vamos a usar según la ocasión. Claro que mirar para adentro de nosotros mismos, no nos resulta tan divertido. Y mucho menos que otros opinen. Escuchar las opiniones ajenas sirve. Sea para discrepar, reafirmarnos o para que se nos ocurra otra cosa. Hay que escuchar y escucharse, sin prejuicios.
Ud habla de lo difícil que es pasar todo por el cuello de la botella. Qué zona el cuello! Separa dos partes del cuerpo: la cabeza de lo que llamamos cuerpo. Como si la cabeza no formara parte del cuerpo!!! , siendo que es la torre de comandos.
Simbólicamente el cuello separa el instinto de la razón. Para remarcar esa separación usamos corbatas y collares. Incluso, para volver a subdividir usamos cinturones que marcan un límite entre la cintura y los genitales. Necesitamos separar para ordenarnos, son discriminaciones que en cierto sentido ayudan y en otro dificultan. Para conducirnos bien en el ámbito laboral, así como en la vida en general, tenemos que estar INTEGRADOS y ordenados. Integrados en lo que refiere a una armonía entre las distintas dimensiones de nuestro ser. Lo sexual y lo afectivo, lo laboral y lo recreativo, la represión y los impulsos. Una tarea que nos puede llevar toda la vida, con avances y retrocesos.
Armar un barco dentro de una botella es una tarea donde lo más importante es el proceso. El resultado final también es importante, pero lo decisivo es el proceso.
Del mismo modo, construir lo que somos y la imagen que damos, es un proceso que requiere paciencia y no es amigo de los apuros.
Podemos tener una conducta ejemplar que no coincida con lo que la mayoría considera conducta ejemplar.
Formar parte de una minoría, por lo general no da buena imagen. Aunque igual vale la pena.
Yo no quiero meter nada en la mente de nadie. Acéptenme como soy, así como yo intento aceptar a los demás.
Adhiero a la frase: ¨lo prometido es duda¨. Aunque lo prometido también sea deuda, nada más cierto que las promesas instalan una duda: ¿el otro cumplirá o no?.
Si somos confiables, vamos con viento a favor.
Ta difícil para que otros piensen que somos buenos ciudadanos... Acá por el barrio sos culpable hasta que se demuestre lo contrario.
Los más exquicitos yo-yo
los de nieve y chocolate
los encontrás acá
donde está el escaparate.
Fábricas Nacionales Yo S.A.
Somos dulzura.
¨Hay que construírse la imágen sin perder jamás la frescura¨
No creo que sea un mejor método trabajar la imagen, que trabajar la persona. Lo primero es lo primero. Imposible trabajar la imagen si la persona no se conoce a ella misma.
No hay dos métodos, o en todo caso, ambos métodos forman parte de un todo.
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